El Misticismo y la Filosofía Islámicos

Por Aiatul·lah Muhammad Taqî Misbâh Iazdî

Introducción:

Los seres humanos viviendo en este mundo pueden ser comparados a bolas liberadas en el espacio, cada una de las cuales posee una potencia y una energía secreta que les permite cernerse hacia un reino infinito, trascendental. Sin embargo, la atracción de los placeres sensuales los hace precipitarse hacia la prisión del mundo natural, creando en ellos un movimiento hacia la decadencia y la degradación. Además, los deseos y tendencias satánicas y egoístas, que encuentran una forma concreta en las culturas y civilizaciones materialistas, aceleran su degradación y caída. Pocos son, de veras, aquéllos que han sido bendecidos con una percepción intuitiva de las realidades espirituales y cuyos corazones se encuentran abiertos a los mensajes divinos; quienes dejan atrás los deseos y apegos ruines y animales y se remontan hacia horizontes celestiales y luminosos; quienes dan un paso gigantesco hacia adelante en el curso de su evolución espiritual hacia la verdadera fuente de toda felicidad, belleza, poder, armonía y perfección; en otras palabras, hacia Dios. Pero incluso aquéllos que se estrellan bruscamente contra la tierra como bolas, eventualmente se encuentran frustrados e insatisfechos en la prisión de la materia y comienzan a expedirse con la misma velocidad, pero en un sentido contrario a su movimiento de caída, hacia el trascendental reino celestial. Y esto puede repetirse numerosas veces.

En el presente somos testigos de esta reacción en un grupo de individuos que, desilusionados por la decadencia de la cultura occidental, están sedientos de valores espirituales y están rodando por éste y aquel camino, buscando una corriente de agua pura, pero, desafortunadamente, en su mayor parte, caen víctimas de los embusteros quienes en lugar del néctar de la sabiduría, es veneno lo que derraman en sus labios, empujándolos a un precipicio aún más profundo que aquel del cual ellos estaban intentando escapar, y en otras palabras, ¡los envían a su ruina a través de la puerta de atrás!

La tendencia centrífuga a escapar de la cultura materialista no está limitada a individuos aislados solamente. Hoy somos testigos de una expansión de los movimientos sociales pro-islámicos alrededor del mundo, incluso en las sociedades más decadentes y débiles espiritualmente. Lo que ha acelerado estos movimientos es la victoria de una gran revolución islámica la cual, guiada por un gran místico, contó con la fuerza liberada a partir de una gran reserva de energía popular, y bajo la luz de las enseñanzas islámicas, ha superado a todas las fuerzas satánicas y está avanzando con ímpetu y firmeza a pesar de todos los serios obstáculos que la rodean. Si bien ésta no es la primera vez que un hombre espiritual ha conducido a un movimiento social, no es una tarea fácil señalar otros ejemplos de movimientos de tal profundidad y magnitud y de tal constancia e inmutabilidad. De cualquier modo, este fenómeno también puede proveer un incentivo fuerte para un análisis del papel que desempeñan las inclinaciones espirituales, especialmente aquella del misticismo islámico, en originar una evolución positiva en las vidas de los seres humanos.

El misticismo en el mundo musulmán:

Desde hace mucho tiempo han existido en el mundo islámico tendencias conocidas como "misticismo" ('irfân) y "sufismo" (tasawwuf), alcanzando su apogeo en muchos países, tales como Irán y Turquía, desde el siglo IV hasta el VIII de la Hégira. Hoy, también, existen numerosas ramas de sufis a través del mundo musulmán. Además, se han encontrado tendencias similares entre los seguidores de otros credos. Y este hecho dio origen al interrogante de si algo llamado "misticismo islámico" existe realmente, o si los musulmanes han tomado de otros esta tendencia, y que por ende, lo que se da en llamar misticismo islámico es en realidad misticismo de los musulmanes y no misticismo del Islam. También podemos cuestionar si es que el Islam contiene dentro de sí algo llamado 'irfân, ¿es éste idéntico al misticismo que encontramos hoy entre los musulmanes o ha sido objeto de cambios y alteración?

Han habido diferentes respuestas a esta pregunta. Algunos completamente han negado la existencia del misticismo en el Islam, considerándolo una herejía, como algo que debe ser rechazado. Otros han sostenido que es algo ajeno a las enseñanzas del Islam pero compatible con él. En estos mismos términos, algunos han dicho que el 'irfân es una innovación elogiable, como el monacato en el Cristianismo, respecto a lo cual el Corán dice:

و رهبانية ابتدعوها ما كتبناها عليهم إلا ابتغاء رضوان الله

«... Y el monacato que inventaron, que no les prescribimos, sino que fue en el anhelo de complacer a Dios...»

(Al-Hadîd; 57:27)

Finalmente, un tercer grupo sostiene que el misticismo es un aspecto integral del Islam, de hecho, nada menos que su misma esencia y espíritu, que tiene su fuente, como todos los otros elementos de la fe, en el Sagrado Corán y la tradición del Profeta (BP). Ellos, por consiguiente, rechazan la noción de que haya sido tomado prestado de cualquier otra religión o escuela de pensamiento, manteniendo que la existencia de similitudes entre el misticismo islámico y otras creencias no constituye una prueba de que aquel haya sido adoptado de esas religiones o filosofías, así como la existencia de similitudes entre los principios del Islam y aquéllos de otras doctrinas reveladas tampoco prueba que éstos hayan sido tomados de otras religiones.

Nosotros creemos que la última posición es la más precisa. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que afirmar la legitimidad del misticismo islámico no es un sinónimo de aprobar todo lo que se practica en el mundo musulmán bajo el nombre de misticismo y sufismo, así como todas las prácticas y creencias encontradas entre los grupos que se dan en llamar a sí mismos musulmanes no pueden ser consideradas, de hecho, islámicas. Puesto que si ello fuera así, entonces nos veríamos forzados a concluir que, o el Islam es una amalgama de creencias y valores contradictorios, o bien que nos enfrentamos a versiones contradictorias del Islam. En cualquier caso, mientras que nosotros admitimos la existencia de un misticismo islámico genuino, cuyos más altos grados fueron alcanzados por el Profeta (BP) y sus legítimos sucesores (P), no negamos la presencia de elementos extraños en el sistema doctrinal de los místicos musulmanes, y consideramos objetables las creencias y prácticas de muchas sectas sufis.

'Irfân, Tasawwuf, Hikmah y Falsafah

Antes de embarcarnos en una discusión acerca del misticismo islámico será conveniente clarificar las definiciones de los términos 'irfân (misticismo o gnosis) y tasawwuf (sufismo), a fin de evitar los malentendidos y las confusiones.

La palabra 'irfân, al igual que ma'rifah, literalmente significa "saber". Sin embargo, como término técnico ha venido a denotar una clase particular de conocimiento, obtenido no a través de la experiencia, el intelecto o el aprendizaje, sino por medio de la percepción intuitiva directa. Es más, el término llega a extenderse a las teorías que pueden resultar de tales percepciones. Por otra parte, desde que estas comprensiones intuitivas generalmente son logradas cuando son realizadas las prácticas y experimentadas las austeridades, los métodos y prácticas empleados por los “buscadores” son conocidos como “misticismo práctico” ('irfân 'amalî), en contraste con las posiciones teóricas a las que ya aludimos, que son llamadas "misticismo especulativo" ('irfân nazharî), y que se encuentran a veces combinadas con una forma de razonamiento lógico, como por ejemplo sucede en el caso de la "Filosofía Iluminista" (Falsafat-ul Ishrâq).

Muy probablemente el término tasawwuf derive de la palagra sûf, o "lana", y significa "usar ropa de lana" como un símbolo de una vida austera, libre de todo apego al confort y al placer sensual. De este modo, tasawwuf es un término con una mayor afinidad con el "misticismo práctico", mientras que el término 'irfân está más íntimamente asociado al "misticismo especulativo."

Así, en el área del misticismo pueden distinguirse por lo menos tres elementos:

Primero, un curso específico de acción, el cual, de acuerdo a sus defensores, garantiza al buscador una comprensión intuitiva, inmediata y directa de Dios, Sus Nombres y Atributos Divinos y sus manifestaciones.

Segundo, los estados de consciencia particulares que un buscador experimenta y las percepciones espirituales que él finalmente logra.

Tercero, las teorías y afirmaciones que están basadas en experiencias espirituales pero que son más o menos inteligibles a individuos que pueden no haber atravesado personalmente el sendero del misticismo práctico. Sin embargo, estas teorías y afirmaciones proporcionan su recóndita esencia y sentido a los auténticos místicos solamente.

Las explicaciones mencionadas dejan en claro que un místico verdadero es aquel que se ha empeñado en una serie de prácticas y ejercicios particulares que lo han conducido a una comprensión directa, intuitiva y profunda de Dios, Sus Atributos y Acciones; mientras que el misticismo especulativo es solo un testimonio y una interpretación de tales comprensiones; un testimonio y una interpretación que bien pueden ser incompletos y deficientes. Además, en base una interpretación abierta y liberal nosotros podemos aplicar el término “misticismo” a todos los senderos que se atraviesan con el propósito de alcanzar la “Verdad”, la liberación espiritual y los estados de conciencia y las percepciones espirituales a las que ellos conducen. Interpretado de esta manera, ello puede incluir al misticismo budista e hindú y a las tradiciones místicas de algunas tribus siberianas y africanas. Interpretado en un modo amplio semejante, el término “religión” puede también ser aplicado al Budismo y a varias formas de veneración a los elementos de la naturaleza.

Aquí es apropiado mencionar brevemente otros dos términos que se relacionan a la presente discusión: hikmah y falsafah. Una palabra puramente de origen árabe, hikmah literalmente significa "conocimiento cierto". Es generalmente usada para referirse a las formas prácticas de conocimiento, y el Corán también la utiliza de la misma manera (Al-Isrâ' 17:39)[1]. Como un término, sin embargo, ha venido a aludir a la Metafísica y también a la Filosofía y Ética prácticas. Por otra parte, en la terminología de la Ética se refiere a aquella facultad del alma que concierne a la aplicación de la razón, y también a aquel punto medio entre la necedad y la astucia. En cualquier caso, no es aplicable ni a las filosofías heréticas ni a las escépticas. Falsafah, por otra parte, deriva del griego y alude a todos las tentativas racionales e intelectuales por comprender las leyes y principios universales y abstractos, aun si tal empeño deba conducir a la negación de la posibilidad de lo evidente, del conocimiento inmutable, o incluso a la negación de la misma existencia de un mundo objetivo.

La legitimidad del Misticismo islámico:

Un análisis detallado de los versículos coránicos, las declaraciones hechas por el Profeta (BP) y los miembros de su Casa (P) revelará sin duda ambos conceptos profundos en el reino del misticismo especulativo y las numerosas instrucciones y pautas sobre cómo conducir la búsqueda espiritual. Como ejemplo, podemos señalar versículos que tratan de la unidad de la Esencia, Atributos y Actos divinos en la sûrah At-Tawhîd, al comienzo de la sûrah Al-Hadîd y al final de la sûrah Al-Hashr, además de aquéllos (párrafos) que aseveran la presencia de Dios en todo el universo, Su completo control sobre todas las criaturas y el hecho de que ellos están constantemente, si bien inconscientemente, alabando y rindiéndole homenaje a Él.[2]

Hay también versículos que pueden aplicarse a lo relacionado a exponer la práctica islámica del peregrino espiritual y su búsqueda contemplativa, abordando asuntos tales como el pensamiento, el recogimiento, el recuerdo y la concentración constante en Dios, las oraciones y vigilias nocturnas, despertarse antes del amanecer con el fin de orar y meditar, el ayuno, la prosternación prolongada durante la noche y la repetición del Nombre de Dios, profunda humildad, completa obediencia a Dios, derramar lágrimas y arrojarse en prosternación al escuchar y leer los versículos coránicos, la pureza de intención en la realización de las observancias religiosas, realizar buenas obras por la causa del propio amor por Dios y a fin de volverse piadoso y obtener Su satisfacción, tener fe y confianza en Dios, contentamiento y rendirse totalmente a la Voluntad divina.[3] Además, en las declaraciones, oraciones y súplicas del Profeta (BP) y los Imames (P) hay innumerables casos que abordan tales tópicos.

En respuesta a estos claros versículos del Corán e igualmente a las inequívocas declaraciones y aseveraciones hechas por el Profeta (BP) y los Imames (P), se han tomado dos posiciones extremas. Un grupo ha interpretado tales declaraciones de una manera superficial y textual, incluso yendo tan lejos hasta el punto de afirmar que Dios experimenta diferentes estados de ser y que físicamente Él “asciende” y “desciende”. Este grupo ha despojado los versículos coránicos y las tradiciones y narraciones de su excelso significado espiritual, negando a su vez, completamente, la existencia de cualquier forma de misticismo en los textos islámicos.

Otro grupo, influenciado por varias razones sociales, ha adoptado elementos extraños e importados de las fuentes no-islámicas y de este modo desarrolló creencias que no se puede decir que tengan sus raíces ni en el Corán ni en la tradición profética, y de hecho, en muchos casos, contradicen afirmaciones claras y carentes de ambigüedad hechas en ellos. En cuanto a la práctica concierne, por un lado ellos, o han creado sus propias reglas y regulaciones, o las han tomado prestadas de religiones no-islámicas, y, por otra parte, alegaron que las obligaciones religiosas no son obligatorias sobre el místico que ha llegado a la completa unión con Dios.

Ahora, los comentaristas que tienen una actitud indistintamente favorable hacia todos los místicos y sufis, han expuesto explicaciones e interpretaciones justificando todas las prácticas arriba mencionadas, pero para ser justos uno está obligado a admitir que al menos algunas de las afirmaciones hechas y las posiciones tomadas por los miembros del grupo anterior no pueden ser justificadas racionalmente. No debemos permitirnos a nosotros mismos ser tan temerosamente reverentes a imponentes figuras intelectuales o espirituales al punto que seamos conducidos a una aceptación ciega de todos sus alegatos, ni negarle a nadie el derecho a someter sus posiciones y creencias a un análisis crítico.

Por otro lado, afirmar este derecho obviamente no significa que toleremos y apoyemos juicios dogmáticos, superficiales, inmaduros y perjudiciales, y cerremos nuestros ojos a todos los puntos valiosos y positivos. Uno debe buscar la verdad, no descarriarse del sendero de la imparcialidad y la justicia, y eludir ambos extremos de, o ciega afirmación incondicional o condena perjudicial e irreflexiva, suplicando a Dios que nos ayude a descubrir la verdad y que guíe nuestros pasos a lo largo del sendero.

Está de más decir que un sondeo cabal del misticismo, sufismo, hikmah y filosofía, y la relación de cada uno con el otro y con el Islam, está más allá del alcance de un simple artículo. Así, debemos discutir aquí brevemente los elementos más significantes y dejar un análisis más extensivo para un momento más oportuno.

Misticismo e Intelecto:

Uno de los puntos fundamentales de la contienda entre los defensores y oponentes del misticismo es si los fundamentos presentados por los místicos, presuntamente a través del discernimiento intuitivo interior, pueden estar sujetos al juicio racional, a fin de que, por ejemplo, la razón pueda declarar a algunos de ellos inválidos. Esto es importante porque algunos místicos hacen afirmaciones que desafían cualquier explicación racional, alegando que son los resultados del discernimiento intuitivo, encontrándose ello más allá del alcance de la razón, y, en consecuencia, más allá de su jurisdicción.

Uno de los temas que ha dado origen a la disputa mencionada es la concepción mística de wahdat-ul wuyûd o la "unidad de la existencia", expuesta en las siguientes formas:

Primero, que nada ha existido nunca, ni debe jamás existir excepto Dios, y que lo que se ha presumido como criaturas no es nada excepto ilusiones y fantasías (panteísmo).

Segundo, que nada existe fuera de la Esencia divina o la esfera del Conocimiento divino. De este modo, en esta versión, se acepta una forma de multiplicidad en la unidad.

La tercera versión del concepto, más general, es que al final de su búsqueda el peregrino espiritual alcanza el estado de fanâ' (aniquilación o disolución en Dios del yo individual), de manera que nada sino un nombre queda de él.

La cuarta versión, aún más moderada, es que finalmente el peregrino espiritual llega a un estado donde él no puede ver nada excepto a Dios, de modo que todo se desvanece en Dios. Más precisamente, él percibe que las cosas se desvanecen en Dios, semejante a lo que ocurre cuando uno percibe que luces más débiles desaparecen en la luz brillante del sol.

Cuando se hacen tales declaraciones, generalmente los oponentes se atienen a los argumentos racionales, mientras que los defensores por último sostienen que tales realidades se encuentran en un reino más allá del alcance de la razón, y por consiguiente, se rehusan a responder a las objeciones levantadas por sus críticos. La cuestión fundamental que surge de este modo, es en cuanto a si existen realidades que la razón es incapaz de captar y que por ende no puede atreverse a negar y rechazar.

Lo que puede exponerse muy brevemente respecto al problema mencionado es que, si bien la razón siempre trata con los conceptos y no es su función proveer conocimiento de las entidades en concreto o descubrir la naturaleza básica de cualquier referente externo, mucho menos la existencia de Dios, aún así los dictados básicos de la lógica, donde lo evidente por sí mismo o lo que implica lo que es evidente por sí mismo, no pueden ser contradichos y someterse a referentes objetivos a través de los conceptos. Asumir que tales dictados de la lógica son falsos implica contradicción. En otras palabras, si bien no es función de la razón proveer conocimiento universal concreto, no cabe duda la validez de sus juicios lógicos sobre el conocimiento empírico, si es que ellos se enfrentan a los criterios antes mencionados.

Sin embargo, respecto al tema de wahdat-ul wuyûd, se puede decir que negar la existencia de todo excepto Dios, y de la multiplicidad de lo existente, no solo violará las leyes de la razón sino que también contradirá el conocimiento empírico directo sobre el cual el yo basa sus acciones y reacciones. Entonces, uno puede preguntar, ¿son verosímiles los discernimientos místicos, cuando la prueba más fuerte ofrecida en su apoyo es directa, individual y de inmediata percepción? Se desprende, entonces, que esta interpretación del concepto de la “unidad de lo existente” es totalmente inaceptable. Existe, sin embargo, una interpretación verosímil de esta idea, expuesta en “la Filosofía Trascendental” (Al-hikmat-ul muta'âliiah) de Mul·la Sadra, en el sentido de que la existencia de las criaturas es contingente y dependiente de Dios. En realidad, es pura contingencia y dependencia y una completa falta de independencia de su parte. Lo que el místico percibe es esta carencia de independencia, que él en consecuencia denomina “falta de existencia real.”

Aquí nosotros podemos plantear nuestra pregunta de otra forma: ¿Es apropiado considerar el juicio de la razón superior al conocimiento logrado por la experiencia personal? O ponerlo de otra manera, ¿es posible negar la validez del conocimiento obtenido a través de la percepción directa por medio de un juicio de la lógica, el cual es una forma de conocimiento adquirido? La respuesta es que la cognición pura, inmediata y sin intermediarios no es otra que la percepción directa de la realidad y no puede ser invalidada. Sin embargo, generalmente, la percepción directa está acompañada de interpretación intelectual, a fin de que solo por medio de proceder con gran cautela uno pueda distinguir la una de la otra. Estas interpretaciones mentales, que son por sí mismas una forma de conocimiento adquirido, pueden, en efecto, ser erróneas, y son estas engañosas interpretaciones las que son rechazadas a través del análisis lógico y no las percepciones directas e inmediatas por sí mismas. En el caso de la concepción mística de la “unidad de lo existente” también, lo que es en realidad percibido por el místico es que la existencia independiente es propiedad exclusiva de Dios solamente. El místico, sin embargo, interpreta esto con el sentido de que solo Dios posee existencia real, y en consecuencia procede a negar la existencia real de cualquier otra criatura.

Vale la pena mencionar que los místicos musulmanes más grandes han advertido que algunas de las cosas percibidas en los estados místicos son satánicas y falsas, que estas extraviadas “inspiraciones” pueden ser reconocidas a través de ciertos signos, y que por último ellas pueden ser distinguidas por medio de ser puestas a prueba mediante un correcto análisis lógico, basado en el Corán y la Tradición del Profeta (BP). Obviamente, el análisis de las diferentes clases de percepción, discernimiento y conocimiento directo e inmediato, la manera en que ello se refleja en la conciencia, las causas de las interpretaciones erróneas y el modo de discriminar entre las interpretaciones correctas y erradas, es un tópico bastante vasto como para ser tratado en este breve artículo.

El Misticismo y la Ley Religiosa Islámica

Otro tema importante que merece nuestra atención es la relación que existe entre el misticismo práctico (tarîqah) y los principios de la ley religiosa islámica (sharî'ah). Algunos sostienen la idea de que el misticismo práctico constituye un sendero independiente hacia el descubrimiento de las realidades espirituales, pudiendo ser utilizado sin adherirse a las leyes islámicas religiosas. Además, ellos afirman que este sendero es, o tolerado por el Islam, por estar considerado como una innovación provechosa, o, por lo menos, no ha sido condenado por él. A este respecto algunos han ido mucho más lejos al punto de afirmar que ninguna creencia religiosa es necesaria para el logro de la iluminación espiritual. Otros, han dicho que la creencia en cualquier fe es todo lo que se necesita. Tomando una posición más moderada, un tercer grupo sostiene que un buscador espiritual debe creer en una de las religiones reveladas.

Sin embargo, desde el punto de vista islámico el sendero místico no es algo independiente de la sharî'ah, sino que más bien es un aspecto más preciso y refinado de la misma. Si nosotros aplicamos el término sharî'ah a las leyes externas y exteriores del Islam, se puede decir que tarîqah, el sendero esotérico, se refiere a la dimensión interna de los mismos principios y puede ser practicada solo cuando éstos se le adhieren. Por ejemplo, la ley exotérica expone las reglas externas que rigen la realización de las oraciones rituales diarias (salât), mientras que las enseñanzas esotéricas delinean los métodos con los cuales el creyente puede lograr total concentración, comprometer su corazón y alma dentro de la oración, y lograr las condiciones previas que hacen posible la perfección en la realización de las observancias religiosas. Las enseñanzas exotéricas del Islam estimulan a la adoración a Dios a fin de que los creyentes puedan librarse del castigo divino y disfrutar de las bendiciones celestiales, mientras que el sendero místico insta a los creyentes a adorar solo con la intención de satisfacer a Dios y a abandonar todos los otros asuntos. Esto es lo que encontramos con la denominación de “la adoración del libre”[4] en las narraciones atribuidas a Ahlul Bait (P). Otro ejemplo es aquel de la condena del politeísmo y la idolatría: en las enseñanzas exotéricas se refiere a la abierta y clara adoración de ídolos y a otras prácticas semejantes, pero en el sendero místico el concepto se expande al punto de incluir muchas más sutiles formas de este pecado. Aquí, cualquier amor, temor, fe, y expectativas en cualquier otro que Dios es considerado una forma de idolatría si uno les atribuye independencia y no se entrega a tales prácticas bajo la orden divina.

Podemos concluir entonces que las diferentes innovaciones y sectas artificiosas en su totalidad, no solo no nos ayudan a obtener el discernimiento místico y la iluminación, sino que en realidad pueden obstruir el verdadero sendero espiritual. Es obvio entonces que prácticas que han sido clara e inequívocamente condenadas y prohibidas por las leyes religiosas islámicas solo pueden ser dañinas. Puesto que, si bien algunas prácticas pueden, temporalmente, producir efectos "místicos" su resultado final será perjudicial, pudiendo en realidad ser artimañas satánicas que lo elevan a uno para una caída final. De este modo, uno debe tener cuidado de no ser engañado por ellas. El sendero verdadero, entonces, no es otro que aquel expuesto por Dios y que fue claramente expresado en el Corán.

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[1] «Esto forma parte de la sabiduría (hikmah) que tu Señor te ha inspirado»

[2] a: «Di: "Él es Al·lah, Uno, Dios, el Eterno. No ha engendrado, ni ha sido engendrado. No tiene par"» (At-Tawhîd; 112:1-4).

b: «Lo que está en los cielos y en la tierra glorifica a Al·lah. Él es el Poderoso, el Sabio. Suyo es el dominio de los cielos y de la tierra. Él da la vida y da la muerte. Y es Omnipotente. Él es el Principio y el Fin, el Visible y el Escondido. Y es Omnisciente... Está con vosotros dondequiera que os encontréis. Al·lah ve bien lo que hacéis» (Al-Hadîd; 57:1-4).

c: «Es Al·lah -no hay más divinidad que Él-, el Conocedor de lo oculto y de lo patente. Es el Compasivo, el Misericordioso. Es Al·lah -no hay más divinidad que Él-, el Rey, el Santo, la Paz, el Que da Seguridad, el Custodio, el Poderoso, el Fuerte, el Sumo. ¡Gloria a Al·lah! Está por encima de lo que Le asocian! Es Al·lah, el Creador, el Hacedor, el Formador. Posee los nombres más bellos. Lo que está en los cielos y en la tierra Le glorifica. Es el Poderoso, el Sabio» (Al-Hashr; 59:22-24).

d: «¿No ves que glorifican a Al·lah quienes están en los cielos y en la tierra, y las aves con las alas desplegadas? Cada uno sabe cómo orar y cómo glorificarle. Al·lah sabe bien lo que hacen» (An-Nûr; 24:41).

e: «Le glorifican los siete cielos, la tierra y sus habitantes. No hay nada que no celebre Sus alabanzas, pero no comprendéis su glorificación. Él es benigno, indulgente» (Al-Isrâ'; 17:44).

f: «Ante Al·lah se prosternan mañana y tarde los que están en los cielos y en la tierra, de buen grado o por fuerza, así como sus sombras» (Ar-Ra'd; 13:15).

g: «¿No han visto que la sombra de todo lo que Al·lah ha creado se mueve hacia la derecha y hacia la izquierda, en humilde prosternación ante Al·lah? Lo que está en los cielos y en la tierra se prosterna ante Al·lah: todo animal y los ángeles. Y éstos sin altivez» (An-Nahl; 16:48-49).

[3] a: «Los creyentes aman a Al·lah con un amor más fuerte» (Al-Baqarah; 2:165).

b: «Al·lah suscitará un pueblo, al cual Él amará y del cual será amado» (Al-Mâ'idah; 5:54).

c: «Dios está satisfecho de ellos y ellos lo están de Él» (Al-Baiinah; 98:8).

d: «¡Alma sosegada! ¡Vuelve a tu Señor, satisfecha y complacida! ¡Y entra con Mis siervos, entra en Mi Paraíso!» (Al-Fayr; 89:27:30).

e: «¡Pues sí! Quien se someta a Al·lah y haga el bien, tendrá su recompensa junto a su Señor. No tiene que temer y no estará triste» (Al-Baqarah; 2:112).

f: «¡Por la noche, prostérnate ante Él! ¡Glorifícale largamente por la noche! (Al-Insân; 76:26).

g: «Hay entre los hombres quien se sacrifica por deseo de agradar a Al·lah. Al·lah es manso con sus siervos» (Al-Baqarah; 2:207).

h: «¡Sirve, pues, a Al·lah, rindiéndole culto sincero! El culto puro ¿no se debe a Al·lah?» (Az-Zumar; 39:2-3).

i: «Aquéllos que recuerdan a Al·lah de pie, sentados o echados, y que meditan en la creación de los cielos y de la tierra (diciendo): "¡Señor! No has creado todo esto en vano! ¡Gloria a Ti! ¡Presérvanos del castido del Fuego!"» (Âal 'Imrân; 3:191).

j: «Parte de la noche, vela: será para ti una obra supererogatoria. Quizá tu Señor te resucite a un estado digno de encomio» (Al-Isrâ' 17:79).

[4] Ver "El Mensaje de Az-Zaqalain" Nº 7, p. 55.

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