Historias de los arrepentidos (II)

Por: Husain Ansâriyân

 “Hay en sus historias motivo de reflexión para los dotados de intelecto...” [Corán: 12:111]

La maravillosa moral y el más maravilloso final

El traductor del maravilloso libro Tafsir al Mizân, el profesor Seyyed Muhammad Bâqir al Musawi al Hamadâni me dijo en la santa ciudad de Qom el viernes 17 de shawwâl del año 1413 d. H a las nueve de la mañana que:

“En Gandâb de Hamadân (al noreste de Irán) vivía un hombre malvado y ebrio, cuyo nombre era “Ali Gandâbi”.

Aunque este hombre no era consciente de la religión ni estaba interesado en ella y siempre se reunía con la gente viciosa y licenciosa. Un día mientras se hallaba sentado en un café en una  hermosa área a las afueras de la ciudad bebiendo té con sus amigos, una mujer con hermoso cuerpo, cara linda y con la bella energía que caracteriza a las mujeres del campo, llamó su atención.

El hombre siempre usaba una costosa  gorra de fieltro. De repente se la quitó y la puso debajo de su pie. Su amigo le gritó: “¡hombre!, ¿qué haces con tu gorra? “Ali le respondió, “cálmate y se paciente por un momento”. Después de unos minutos tomó su gorra de nuevo, se la puso y le dijo a su amigo: “esa era una hermosa mujer casada. Si ella me hubiera visto con esta gorra y habilidad, habría pensado que yo era más listo que su esposo y luego la relación con él podría debilitarse. Entonces no quise aparentar ante ella con esta hermosa gorra para que su relación íntima con su esposo no se enfriara”.

En Hamadán había un famoso predicador que se llamaba Shaij Hasan, y que acostumbraba hacer la Ta‘zia1 . Era un hombre religioso, piadoso y respetado.

El Shaij Hasan contó, “una tarde de los días de ‘Âshurâ, me fui a Hesâr, a las afueras de la ciudad de Hamacan, para hacer la Ta‘zia allí. Estaba un poco retrasado y cuando regresé, encontré las puertas de la ciudad cerradas. Toqué la puerta y al otro lado oí la voz de ‘Ali Gandâbi, quien estaba abrió y gritaba, “¿quién eres?”, le dije, “soy el Shaij Hasan, el recitador de la Ta‘zia”. Abrió la puerta y me gritó: “¿dónde has estado durante todo este tiempo?”. “Fui a la villa de Hesâr a recitar la Ta‘zia y a hacer memoria del desastre del mártir de los mártires, el Imam Husain (P)”, le respondí. “Recítamela a mi también”, me dijo. Le dije, “para hacerlo necesito una audiencia y una tarima”. “Hay todo aquí”, me dijo. Entonces se agachó un poco y me dijo: “móntate en mi espalda. Esta es tu tarima y yo soy la audiencia para que me recites la calamidad de Al-’Abbâs, la luz de luna de los Hashemitas”.[1]

Le temí y me vi obligado a hacer lo que quería. Así que me subí en su espalda y recité. Aquel hombre lloró inconsolablemente y yo me conmoví tanto, como nunca me había conmovido antes. Cuando yo hube terminado, aquel ebrio se levantó con un maravilloso cambió que le había sucedido dentro de sí. Después de algún tiempo y por la bendición de Ahlul Bayt (P) el hombre viajó para visitar los lugares sagrados en Iraq. Visitó las tumbas sagradas de Ahlul Bayt (P) y se quedó a vivir en Naÿaf.

En aquel entonces, la autoridad de los Shi‘as era al Mirza Shirâzi, quien había anunciado su famosa fatua de que prohibía el tabaco. Él vivía en Naÿaf. ‘Ali al Gandâbi no dejaba de hacer ninguna oración en comunidad con él. El lugar de ‘Ali en las oraciones comunitarias era bien conocido  y él asistió a dichas oraciones comunitarias por mucho tiempo.

Una noche durante el tiempo entre las oraciones del ocaso y de la noche se le informó a Mirza Shirâzi que uno de los famosos ‘Ulamâ había partido de este mundo y que había dejado escrito en su testamento que quería ser sepultado en el corredor que conectaba a la sagrada mezquita del Imam Ali; así que una tumba fue cavada allí. Después de terminar la oración de la noche se le informó a Mirza Shirâzi que dicho ‘Ulamâ había sido atacado por la apoplejía y que por lo tanto había recobrado su sentido. Pero encontraron que ‘Alí al Gandâbi estaba muerto en su lugar frecuente de oración. Mirza Shirâzi ordenó que se le sepultara justo en la tumba que había sido cavada cerca de la mezquita del Imam ‘Alí, (P).

El arrepentimiento de un sepulturero

Se narra que en cierta ocasión Ma‘âz Ibn Ÿabal fue donde el Profeta (BP) llorando. El Profeta (BP) le preguntó por qué lloraba  y este le respondió: “Profeta de Dios, afuera hay un muchacho con un cuerpo delicado, un rostro brillante y un color sano, que llora por su juventud como cuando una madre llora por la muerte de su hijo. Quiere verte”. El Profeta (BP) le dijo, “dile que venga”. El joven entró. El Profeta (BP) le preguntó por qué había estado llorando y este le dijo, “¿cómo no voy a llorar si he cometido pecados por los cuales Dios me va a castigar y me va a arrojar al infierno? Creo que Dios me va a castigar y no me va a perdonar nunca”. El Profeta (BP) entonces le preguntó: “¿has asociado a Dios con algo?”, el muchacho le respondió, “que Dios me proteja de asociarle”. El Profeta (BP) le preguntó entonces, “¿has matado a algún inocente?”, “no”, respondió el joven. El Profeta seguidamente le dijo, “entonces Dios te perdonará tus pecados incluso si son tan grandes como las montañas. Dios te perdonará incluso si tus pecados son tantos como los siete cielos con su mares, arenas, árboles y criaturas. Dios te perdonará incluso si tus pecados son como los cielos y las estrellas y como El Trono”. El hombre miró al Profeta (BP) y le dijo, “mis pecados son más grandes que eso”. El Profeta lo miró disgustado y le dijo: “¡qué necio eres! ¿Acaso son tus pecados más grandes que tu Señor?” El joven se tiró al piso diciendo, “Alabado sea Dios, no hay nada más grande que Él. Mensajero de Dios, mi Señor es más grande que las cosas grandes”. El Profeta (BP) le preguntó: “¿ha alguien que perdone los grandes pecados excepto Dios?”, el muchacho le respondió, “Mensajero de Dios, por Dios que no hay nadie más”. El Mensajero de Dios le preguntó: “muchacho, ¿me dirás tu pecado?”. El muchacho le dijo, “si. He estado cavando tumbas por siete años.  Sacaba a los muertos de sus tumbas y les quitaba las mortajas. Un día una sirvienta de al Ansâr murió. Cuando la sepultaron, la familia se fue. En la noche me dirigí a su tumba. Cavé la tumba y saqué el cuerpo de allí. Tomé su mortaja y dejé el cuerpo de la mujer desnudo al borde de la tumba. Cuando me iba, Satanás empezó a incitarme y me decía, ¿”no ves su abdomen tan bonito?”, “¿no ves sus caderas?”. Me decía lo mismo varias veces hasta que me acerqué de nuevo al cuerpo de la mujer. No me controlé hasta que abusé de ese cuerpo y la dejé allí.  En ese momento escuché una voz que me decía “ay de ti el Día del Juicio cuando te castigará por haberme sacado de mi tumba, haberme dejado desnuda y haberme impurificado hasta el Día del Juicio. ¡Ay de tu juventud en el infierno!

El Profeta (BP) dijo: ¡Apártate de mi, licencioso! Temo ser quemado en tu fuego. ¡Que cerca del fuego estás! El Profeta (BP) siguió diciendo eso hasta que se llevaron al joven lejos de su presencia.

El joven se fue  a medina a proveerse de alimentos y luego se fue a las montañas a adorar a Dios. Se puso una ropa muy sencilla, ató sus manos a su nuca y dijo: “¡Ay mi Dios! Tú eres el que me conoce bien. Este es Tu esclavo  Buhlul amarrado frente a Ti. He caído como Tú bien lo sabes. Dios mío, me he arrepentido, he ido donde Tu Profeta pero me sacó de su casa y me hizo temer más. Dios mío, oro por Tu Nombre, Tu gloria y Tu Soberanía para que no hagas a un lado mi esperanza. No anules mi oración y no permitas que me desespere en Tu Misericordia”

Permaneció así durante cuarenta días y cuarenta noches. Las bestias del monte lloraban con él. Cuando pasaron los cuarenta días con sus noches, alzó sus manos hacia el cielo y dijo, “Señor, ¿qué vas a hacer con mi necesidad? Si has respondido mi oración, o si has decidido castigarme, en esta vida y me has salvado de la vergüenza en el Día de la Resurrección, quiero saber”

Entonces Dios le reveló al Profeta (BP)

…que, si cometen una indecencia, [Corán: 3:135], es decir adulterio, o son injustos consigo mismos, cometiendo un pecado más grande que el adulterio, como cavar tumbas y hurtar las mortajas de los muertos, recuerdan a Dios, piden perdón por sus pecados, temen a Dios y se apresuran al arrepentimiento, -¿y quién puede perdonar los pecados sino Dios?- ; Dios dice: ¡Ay Muhammad! Mi siervo ha venido a ti arrepentido pero tú le has rechazado. ¿Dónde y a quién más debe acudir? ¿A quién más le pedirá que le perdone sino a Mi?; ¡y no reinciden a sabiendas!, no persisten en cometer adulterio, cavar las tumbas y hurtar las mortajas de los muertos,

“Su retribución será el perdón de su Señor y jardines por cuyos bajos fluyen arroyos, en los que estarán eternamente. ¡Qué grata es la recompensa de los que obran bien!” [Corán: 3:136]

Cuando estos versículos fueron revelados al Profeta (BP) salió de su casa recitándolos y sonriendo. Les preguntó a sus compañeros, ¿quién puede decirme dónde está aquel joven? Ma‘âz le mostró el camino. El Profeta (BP) fue con sus compañeros. Al llegar a la montaña, encontraron al muchacho entre dos rocas haciendo oración. Sus manos estaban atadas a su cuello, su rostro estaba marchito por el sol y tenía ojeras de tanto llorar. Estaba pidiéndole a Dios, “¡Mi Señor, me has creado tan bien, me has hecho hermoso! ¡Ojala supiera lo que vas a hacer conmigo! ¿Me vas a quemar en lo profundo del infierno o vas a permitir que resida a Tu lado? Dios mío, me has regalado tantas bendiciones, ojala supiera cuál va a ser mi fin. ¿Me apresurarás al Paraíso o me conducirás directo al infierno? Mi Señor, mi pecado es más grande que los cielos, la tierra y Tu Trono. Ojala supiera si me perdonarás mi pecado o si me expondrás con él el Día de la Resurrección.” Continuaba diciendo esto, llorando y echándose tierra en la cabeza mientras las bestias salvajes le rodeaban y bramaban a su lado. El Profeta (BP) se le acercó y le dijo, ¡Buhlul, se feliz! Entonces le recitó las aleyas que Dios Altísimo le había revelado y le dio la buena nueva de residir en el Paraíso.

El arrepentimiento de Fudail Al-’Aiâz

Al comienzo Fudail era un pirata terrestre, un vándalo. Era el jefe de un grupo de ladrones quienes atacaban las caravanas robando sus dineros. No obstante, Fudail poseía magnanimidad y gran determinación. No hurtaba los bolsos de las mujeres. No hurtaba los dineros de los pobres y de los que trabajaban en las caravanas. E incluso a las personas a quienes les robaba, les dejaba algo de dinero para que pudieran llegar a sus destinos. No era orgulloso. No dejaba de hacer la oración y de ayunar. En cuanto al motivo de su arrepentimiento, se dice lo siguiente:

“Él se enamoró de una mujer pero no pudo casarse con ella. A veces iba cerca de la casa de aquella mujer. Se ponía ansioso y empezaba a llorar por el gran amor que le tenía. Una noche una caravana pasó por ese mismo lugar”. En la misma caravana, había un hombre que recitaba el Corán, decía:

“¿No es hora ya de que se humillen los corazones de los creyentes ante la Amonestación de Dios y ante la Verdad revelada y de que no sean como quienes, habiendo recibido antes la Escritura, dejaron pasar tanto tiempo que se endureció su corazón? Muchos de ellos eran unos perversos”. [Corán: 57: 16]

Al escuchar este versículo, Fudail se bajó de un muro en el que estaba, diciendo, ¡Sí, mi Señor, es hora ya…! Caminó llorando, arrepentido, confundido, sin saber hacia dónde iba. Llegó a un sitio en donde se encontraba la gente que viajaba en la caravana. Oyó que uno de ellos dijo, “vamos de aquí. Es hora de irnos”. Otro dijo, “no, no es hora de irnos. Fudail está por ahí y terminará por robarnos lo que tenemos”. Entonces Fudail les dijo: “¡gente de la caravana, les tengo buenas noticias: este ladrón de caravanas se ha arrepentido!”

Después de su arrepentimiento, Fudail fue hacia cada una de las personas a quienes les había robado y les pidió perdón por lo que había hecho. Después se convirtió en un real instructor y trabajó educando a la gente. Dejó sabias máximas tras su muerte.

Tres musulmanes arrepentidos

Algunas personas no se unieron al Profeta (BP) en la Batalla de Tabuk. Estos fueron algunos de los hipócritas y otros de los hombres de fe, entre quienes estaban Ka‘b Ibn Mâlik el poeta, Marâra Ibn Rabi‘ y Hilâl Ibn Umaiiah.

Ka‘b dijo: “nunca fui tan fuerte como cuando el Profeta (BP) fue a luchar en la batalla. Nunca había tenido dos caballos juntos excepto ese día. Me dije a mi mismo: 'iré mañana a la batalla, no, mejor iré pasado mañana…' Era fuerte pero flaqueé. Tras la partida del Profeta (BP) y su ejército, me quedé en Medina por unos días. A diario iba al mercado pero no tenía nada que hacer. Allí me encontré con Marâra Ibn Rabi‘ y Hilâl Ibn Umaiiah, quienes tampoco se habían unido a la batalla. Nos pusimos de acuerdo para seguir yendo al mercado pero no teníamos ningún negocio que hacer. Siempre decíamos que nos uniríamos al Profeta (BP) el día siguiente, pero después oímos que ya estaba de regreso. Lo lamentamos mucho. Cuando el Profeta (BP) llegó, fuimos a recibirlo y a felicitarlo por haber llegado  a salvo. Lo saludamos pero él no contestó nuestro saludo y se fue. Saludamos a nuestros hermanos musulmanes pero ellos tampoco contestaron nuestro saludo. Nuestras familias supieron y también se apartaron de nosotros. Fuimos a la mezquita, pero allí tampoco nadie nos saludó ni nos habló. Nuestras esposas fueron donde el Profeta (BP) y le dijeron: “Sabemos que estás muy enojado con nuestros esposos. ¿Debemos divorciarnos de ellos?”. El Profeta (P) les dijo: “no se divorcien, pero tampoco duerman con ellos”.

Cuando Ka‘b y sus dos amigos supieron lo que les había sucedido, dijeron, “¿qué nos hace quedarnos en Medina, si nuestros amigos y nuestras familias no nos dirigen la palabra? ¡Vamos a la montaña y quedémonos allí hasta que Dios acepte nuestro arrepentimiento o morimos allí! Así que los tres hombres se fueron a una montaña cerca de Medina. Allí ayunaron. Sus familias les llevaban comida y se las dejaban ahí sin decirles una sola palabra. Se quedaron allí por muchos días llorando y pidiéndole a Dios que les perdonara su falta. Cuando ya había pasado mucho tiempo, Ka‘b les dijo a sus amigos, “Dios está enojado con nosotros, nuestro Profeta está enojado con nosotros, nuestras familias están enojadas con nosotros, nuestros amigos están enojados con nosotros, ¿por qué no estamos enojados entre nosotros?” Así fue que se separaron y decidieron no hablarse mutuamente hasta que Dios aceptara sus arrepentimientos. Así permanecieron durante tres días. Cada uno de ellos se hallaba en un lugar diferente de la montaña sin verse ni hablarse el uno al otro. En la tercera noche, mientras el Profeta (P) estaba en la casa de Ummi Salama (una de sus esposas), se le reveló el siguiente versículo, el cual acepta el arrepentimiento de aquellos tres hombres:

Y a los tres que fueron dejados atrás hasta que la tierra, a pesar de su vastedad, les resultó angosta, y sus espíritus se angustiaron también, y creyeron que no había más refugio contra Dios que Él mismo. Luego, se volvió a ellos para que se arrepintieran. Dios es el Indulgente, el Misericordioso. [Corán: 9:118]

Dios aceptó el arrepentimiento de aquellos tres musulmanes  pues supo su sinceridad.

El arrepentimiento de Al-Hurr Ibn Îazid Ar-Riyâhi

Al principio Al-Hurr Ibn Îazid Ar-Riyâhi no era de los seguidores del Imam Husain (P) pero después se convirtió en uno de sus más sinceros compañeros y defensores. Al Hurr era un hombre magnánimo y era el líder de la tribu Bani Riyâh. No creía en que “órdenes son órdenes”, así que desobedeció la orden del emir ibn Ziyâd y se unió al Imam Husain (P) y luchó valiente y determinadamente contra el ejército opresor hasta que fue martirizado.

Al Hurr era uno de los jefes de Kufa (Iraq) y uno de los líderes más notables del ejército Umaiia. Su familia era una noble familia árabe. Así fue que ibn Ziyâd, el wali de Kufa, lo designó como el líder y el emir de un ejército de mil hombres y lo mandó a que capturara al Imam Husain (P) y lo llevara a Kufa.

Se menciona que cuando al Hurr tomó la orden de ibn Ziyâd oyó una voz que le decía, “¡deléitate porque estarás en el Paraíso, Hurr!” pero no vio a nadie. Se preguntó: “¿qué noticia es esa? ¿Voy a luchar en contra del Imam Husain y se me dice que estaré en el Paraíso? “

Así fue que Hurr era un hombre de intelecto y no vio la situación desde el punto de vista del mundo. No siguió la orden de Ziyad ciegamente, y no fue uno de los que eran llevados a la guerra solo por obtener altos grados y posiciones. Era diferente a muchos que mientras sus rangos ascendían, sus pies se iban hundiendo en el lodo de la infidelidad, siguiendo sus tendencias y dejándose llevar por las malas influencias sin saber diferenciar el bien del mal. Esas personas pensaban que el líder no cometía errores. Pensaban que la opinión del líder siempre era la más correcta. Pero Hurr no era así. Pensaba antes de obedecer.

Al Hurr se puso en camino desde Kufa en la mañana a la cabeza de mil hombres hacia el desierto, para encontrarse con el Imam Husain (P). Cuando llegó el medio día, la caravana del Imam Husain (P) se veía a lo lejos pero la sed agobiaba a Hurr, a sus hombres y sus caballos. No había agua en aquel lugar, así que el Imam Husain les ganaría a sus enemigos sin derramar una sola gota de sangre, pues se aprovecharía de la sed de sus enemigos. Pero no lo hizo. En cambio, enfrentó a su enemigo con bondad y les dijo a sus soldados: “¡Al Hurr está sediento, denle agua! Sus hombres también están sedientos, al igual que sus caballos, ¡cálmenles su sed!” Sus hombres le obedecieron y así fue como al Hurr, sus hombres y sus caballos calmaron su sed. Al Husain (P) había previsto que algo así sucedería, así que llevó mucho agua consigo. El Imam (P) seguidamente le dijo al Muecín, “llama a la oración”. Luego le dijo a Hurr, ¿dirigirás la oración de tus compañeros?”, al Hurr dijo, “no, pero haré mi oración detrás de ti”. Esa exaltada moral y buen comportamiento mostraron la gran personalidad y fuerte determinación de este hombre [al Hurr]. De esta manera Al-Hurr se rindió ante sí mismo y fue humilde frente al Imam Husain, ofreciendo su oración detrás del Imam Husain (P) con sus mil hombres.

Esos elevados modales constituyeron el primer paso hacia la victoria y la guía. Al-Hurr fue capaz de controlar las tendencias de su alma lo cual le dio determinación y fuerza hasta el punto que en el momento crítico y frente a treinta mil guerreros del pueblo de Kufa se sintió fuerte y determinó  que no quería desobedecer la orden de los líderes  omeyas, y controló los motivos desviados que lo estaban llevando a la incredulidad; como si sintiera que habían dos fuerzas internas dentro de sí, una era la fuerza de la moral y las buenas maneras y la otra era la fuerza del entendimiento y del sentimiento. Cada una de esas fuerzas lo llevó a Dios Todopoderoso, y por medio de las dos, obtuvo un gran poder de valentía y de lucha.

La oración con el Imam Husain (P) fue la primera muestra de fe que sintió dentro de sí y que practicó en su conciencia. Esa oración fue la primera objeción y muestra de indiferencia a las órdenes del gobierno omeya. El ejército de Kufa también ofreció su oración con el Imam, lo cual fue una muestra de obediencia y de seguimiento el Profeta (BP). La gente de Kufa realizó su oración porque eran musulmanes y seguidores del Profeta del Islam (BP), sin embargo atacaron al hijo y guardián del Profeta y lo asesinaron. ¿Acaso no es esta una gran contradicción ante las naciones y las gentes?

Después de la oración del ‘Asr [tarde] el Imam Husain (P) habló para la gente que allí estaba, les dijo:

“Gente, si son temerosos de Dios denle a la gente lo que es justo,  Dios estará complacido con ustedes. Somos la descendencia de Muhammad (BP) y somos más merecedores del califato que esos que lo reclaman pero no tienen ningún derecho, y que los gobiernan a ustedes con injusticia y agresión. Si ustedes se rehúsan y tienen resentimiento en nuestra contra, negando nuestro derecho y si su opinión ahora es otra distinta a la que sus libros y sus mensajeros contienen, y que han llegado a mis manos, les dejaré que se vayan”.

Al-Hurr dijo, “por Dios que no sé de qué mensajeros o de que libros estás hablando”. El Imam Husain le dijo a uno de sus compañeros, “‘Aqaba Ibn Sam‘ân , tráeme las dos bolsas que contienen los libros que la gente de Kufa me ha enviado”. ‘Aqaba tomó las dos bolsas y las arrojó en frente de Hurr. Al Hurr dijo, “no estamos entre los que te han mandado esos libros. Se nos ordenó que si nos encontrábamos contigo, no debíamos dejarte hasta que te lleváramos a Kufa con ‘Ubaydallah Ibn Ziyâd”. El Imam (P) le dijo: “nuestra muerte está más cerca de ti que este asunto”. Luego les dijo a sus compañeros, “monten sus caballos”. Montaron y esperaron hasta que sus mujeres también lo hicieran. El Imam (P) les dijo, “¡váyanse!”, al tratar de irse, la gente de Kufa les detuvo. El Imam (P) le dijo a Hurr, “que tu madre te pierda, ¿qué quieres? Al Hurr dijo, “si cualquiera otro de los árabes me dijera lo mismo que tú me has dicho, no dudaría en difamar a su madre quien quiera que esa fuera, pero, por Dios, que no puedo difamar a la tuya excepto con los mejores atributos que se me puedan venir a la mente”. El Imam (P) le dijo: “entonces, ¿qué quieres?”. Al Hurr dijo, “quiero llevarte con el emir ‘Ubaydallah”. El Imam (P) le respondió, “por Dios que nunca te seguiría”. Así que Al Hurr le respondió, “por Dios que nunca te dejaré solo”1

Luego algunos hombres de Kufa se unieron al Imam (P). Al-Hurr los quería apresar. Entonces el Imam (P) dijo, “los protegeré como me protejo a mí mismo”. Al Hurr los dejó.[2]

Se fueron todos hasta llegar a Karbalá, en donde Umar Ibn Ziyâd era el comandante del ejército. Cuando este se dispuso a la pelea, el Hurr vino hacia él y le dijo, “que Dios te oriente. ¿Vas a pelear contra el Imam Husain?” Umar le respondió, “si, será una pelea en la cual rodarán cabezas y se esparcirán manos por el suelo”. Al Hurr le dijo: “¿no te satisfará una de las condiciones que él ofrece?” Umar le dijo: “por Dios que si fuera por mí, lo haría, pero el emir no lo acepta”.

Al Hurr iba con uno de sus hombres cuyo nombre era Qurra Ibn Qays, y se hizo a un lado. Le preguntó: “Qurra, ¿le has dado agua a tu caballo hoy?” Qurra se dijo a sí mismo,(por Dios que pensé que Hurr se iba a rendir, que no iría a la batalla y que no quería que yo lo viera hacer eso). “No, no le he dado agua. Ya lo haré”.

Al Hurr empezó a acercarse poco a poco al Imam Husain (P). Uno de sus hombres, Muhâÿir Ibn Ows, le preguntó: “¿Ibn Îazid, qué quieres hacer?; ¿quieres atacar?”. Se mantuvo en silencio y comenzó a temblar. De nuevo se dirigió a él y le dijo, “Ibn Îazid, por cierto que tu comportamiento es bastante sospechoso. Por Dios que nunca te había visto temblar así. Si se me pregunta, ¿quién es el más valiente de Kufa, no dudaría un momento en mencionar tu nombre. ¿Qué te pasa? Al Hurr le respondió por fin, “estoy eligiendo entre el Paraíso y el Infierno. Por Dios que no preferiría otra cosa que el Paraíso, así me corten en pedazos y me quemen después”. Así fue que espoleó su caballo y se apresuró a unirse al ejército del Imam Husain (P).

Al Hurr había creído en el Paraíso, en el  Infierno y en el Día de la Resurrección. Los hombres de entendimiento saben bien que en el tiempo de la crisis algunos momentos llegan al hombre que conforman en su corazón cientos de consultas y diálogos que le dan opiniones distintas acerca del tema en cuestión. El hombre se halla entonces en la apremiante necesidad de tomar una decisión final y salirse del círculo de la duda, y ponerse en el lugar de los héroes que con fe, sabiduría y prudencia saltan los obstáculos.

Abraham (P) es el destructor de ídolos, y fue el único hombre que enfrentó a sus enemigos solo, ya que después de destruirles sus ídolos, sus enemigos sabían su intención. Así fue Al-Hurr. Vió los caminos tan claramente que no le quedaba sino decidir. Esta situación requería de gran determinación y Hurr demostró que la tenía. Voló con las alas de la determinación hacia el Imam Husain (P) escapando de sus cazadores. Cuando estuvo lejos de la influencia de sus enemigos y de este mundo, le dio la espalda a la presión de los rangos, del liderazgo y del honor mundanal, y nada quedó en él más que su rescate de las plagas. Recordó que quien sigue el camino de Dios y el camino de la Ÿihâd no será afligido por las plagas incluso si muere en el intento de llegar a su destino final, porque la Divina Misericordia lo alcanza y lo recibe. Dios Todopoderoso rescata a la gente de la muerte y la muerte no los aparta de Dios. A los que escogen a Dios, Dios los escoge y caminarán por los caminos de los jardines de la felicidad.

Cualquier hombre de pensamiento libre puede pasar por tres etapas difíciles:

  • Salir de la influencia del enemigo y su ejército,
  • Salir de la influencia del mundo,
  • Salir del círculo de las plagas.

El amor por la verdad se hizo real en Hurr y si lo hubiesen cortado en pedazos, no hubiesen podido cortar su fe firme y desviarlo del camino hacia el Paraíso, por el cual él había dado todo por el todo. Entonces, en su respuesta a Muhâÿir Ibn Ows, dijo: “estoy eligiendo entre el Paraíso y el Infierno...” y luego juró: …” Por Dios que no preferiría otra cosa que el Paraíso, así me corten en pedazos y me quemen después”.

Cuando llegó donde estaba el Imam (P) se quitó su armadura. Los compañeros del Imam (P) dijeron, “quien quiera que esta sea, ha venido a buscar refugio”. Ibn Tâwus, el historiador, dice: “…espoleó su caballo y se dirigió hacia donde estaba el Imam Husain (P); tocó su cabeza y dijo: “Dios Mío, me he tornado hacia Ti. Acéptame pues he atemorizado los corazones de Tus guardianes y los hijos de Tu Profeta”.

Tabari por su lado dice: “…se unió al Imam Husain (P) y le dijo: quiero morir por ti, hijo del Mensajero de Dios. Soy el que te ha prevenido de retroceder y el que ha dicho cosas en tu contra en este lugar. Juro por Dios, pues no hay más dios que Dios, que no pensé que Îazid, Ziyâd y sus seguidores  fueran a despreciar lo que tú les ofreciste y que se iban a atrever a desafiarte. Me dije: no me importa obedecer sus órdenes y que piensen que acepté el ofrecimiento del Imam. Por Dios que si hubiese sabido que no iban a aceptar tu ofrecimiento, no hubiera hecho lo que he hecho. Ahora he venido a ti arrepentido y para acompañarte hasta el día de mi muerte. ¿Piensas que mi arrepentimiento será aceptado?”.

El Imam Husain (P) le respondió: “sí, Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona. ¿Cuál es tu nombre?”. “Al Hurr Ibn Îazid”, dijo.

El Imam (P) le dijo: “eres hurr,1 tal y como tu madre te ha nombrado. Inshâallâh eres libre en este mundo como lo serás en el otro”.2

El arrepentimiento de dos hermanos en las últimas horas de ‘Âshurâ

El arrepentimiento en el Islam es reconocer el estado de pecador ante Dios al momento de arrepentirse. Para llegar a esto hay que tener la firme intención de arrepentirse sin permitir que otros le influencien en nada. Este camino siempre está abierto para los pecadores puesto que la religión Divina es una religión de esperanza, la fuente del amor y de la misericordia. El Imam Husain (P) era el espejo de la amplia misericordia de Dios, la misericordia con la gente, con los enemigos. La mera existencia del Imam Husain (P) era una manifestación de amor. Su hablar y su conducta estaban repletos de ese amor. Desde el momento en que enfrentó a sus enemigos siempre trató de llevarlos por el buen camino. Hizo todo lo que estuvo a su alcance para orientarlos y reformarlos. Esto lo hizo antes y después de la guerra por medio de su palabra y comportamiento. Pudo salvar del infierno a aquellos que estaban prestos a ser guiados, y llevarlos por el camino hacia el Paraíso. El último llamado del Imam Husain (P) fue cuando se quedó solo pues sus apoyos habían sido martirizados. Dijo: “¿hay alguien que nos apoye?; ¿hay alguien que apoye y proteja a las mujeres de Dios?”.

Este llamado fue atendido por Sa‘d Ibn Harz al-Ansâri y su hermano Abul Hutuf Ibn Harz. Se despertaron de su inadvertencia. Estos dos hermanos pertenecían a la tribu de Ansâr y al Jazraÿ pero no tenían una buena relación con Ahlul Bayt (P). En efecto se hallaban entre los enemigos del Imam ‘Ali (P) y entre los Jariÿitas de al Nahrawân quienes tenían como filosofía que “el juicio es sólo de Dios”, y un pecador no tiene el derecho de llevar un gobierno… ¿acaso Îazid no era un pecador y el Imam Husain (P) sí lo era?

Estos dos hermanos dejaron Kufa que estaba bajo el liderazgo de Umar Ibn Sa‘d para pelear en contra del Imam Husain (P) y matarlo. Llegaron a Karbalá. Cuando llegó el día de ‘Âshurâ estaban con el ejército de Îazid. La guerra estalló y se derramó mucha sangre, los dos hermanos pertenecían al ejército de Îazid. Cuando el Imam Husain  (P) se quedó solo ellos todavía pertenecían a ese ejército. Cando oyeron al Imam Husein (P) se despertaron de su adormecimiento mental y se dijeron el uno al otro: “Husain es el hijo del Mensajero de Dios y buscamos la intercesión del Profeta (BP) el Día de la Resurrección. Abandonaron el ejército de Îazid y se unieron al Imam (P). Defendieron al Imam y lucharon contra el ejército de Kufa con valentía. Mataron a varios enemigos y fueron heridos hasta que fueron asesinados. 1

‘Allâma Kamareí en su libro El elemento del coraje dice:[3] “cuando las mujeres y los niños oyeron la voz del Imam (P) pidiendo ayuda, empezaron a llorar y a gritar. Cuando Sa‘d y su hermano oyeron este doloroso llamado y el llanto de las mujeres y los niños de Ahlul Bayt (P), espolearon sus caballos y se apresuraron a unirse al Imam Husain (P). Llegaron al lugar y lucharon en contra del ejército enemigo. Fueron heridos hasta que llegaron al martirio”.

Todos deberían prestar atención a la historia de estos dos hermanos la cual tuvo lugar en el suelo de la expectativa y el anhelo del éxito inesperado, como ha sucedido con los Profetas (P).

Dada la especialidad de la luz de la esperanza, todo profeta tiene ciertas cualidades  que le conectan con lo que para nosotros es desconocido, y le dan un nuevo espíritu hasta el último respiro. Ellos no consideraban la mera aproximación al pecado como un pecado y una desobediencia y tampoco consideraban a una persona como pecadora o criminal hasta que no cometiera el crimen. Ellos anhelaban que la Divina Misericordia llegara a cada uno para salvarle de mantener cometiendo pecados  porque la Divina Misericordia está oculta del todo.

El Profeta Jacob (P) sufrió una cruda separación por muchos años hasta que sus ojos se emblanquecieron de tristeza. No sabía nada de su hijo José. Las noticias por el contrario eran opuestas a lo que él esperaba pero nunca dejó de guardar la esperanza de encontrarlo vivo algún día. Siempre esperaba su regreso y le pedía a Dios que así fuera.

El cambio espiritual que le ocurrió a estos dos hermanos fue una respuesta al llamado del Imam Husain (P) quien anhelaba guiar a la gente así fuera en el último momento de su vida. Y al fin se hizo claro que la luz de la guía, que estaba oculta a la gente, pudo penetrar profundamente en el ejército enemigo mientras sus espadas todavía estaban acabando con vidas inocentes.

El cambio de estos dos hermanos es una de las cosas más extrañas. Eso por un lado. Por el otro, fue el espíritu de la esperanza del Imam Husain (P) lo que movió al cambio de estos dos hombres después de que los enemigos habían tomado el control y habían desviado, sido injustos y oprimido durante todo ese tiempo. Pero al final la luz de la esperanza y de la guía apareció tal como José (P) salió a la luz.

Hay un hermoso secreto que Dios ha guardado en el alma humana y lo ha ocultado de la gente. Es ese secreto que le da esperanza a los predicadores  y la gente de la verdad y les dice: no desesperes de tener una influencia sobre la gente  porque el secreto de la guía está dentro de las almas de las personas; es algo que está oculto a todos los predicadores y reformadores en todo momento, y es posible que un cambio en su ser tome lugar y que desde lo oculto aparezca una luz de guía.

El cuerpo es una sombra para el alma, una tela que oculta el intelecto y el intelecto es a su vez una tela sobre el poder de la mente humana. Este poder también constituye una cortina sobre el alma que la cubre y la oculta. La cosa más oculta es el secreto oculto dentro del hombre que reposa sobre los motivos y las tendencias individuales. Ningún poder científico puede llegar hasta este sitio ni puede descubrir ese secreto. Todos los poderes secretos llegan al descubierto por medio de los poderes disponibles en el hombre. El primer poder es la intuición y la inteligencia. La gente inteligente puede leer el intelecto y saber las ideas que existen en otras personas  de acuerdo a su comportamiento, dialecto, escritura y forma de mirar.

La mente oculta es descubierta por el poder de la fe a la luz de la fisonomía que es más alta que el primer poder descubierto. En cuanto al alma oculta puede ser descubierta a la luz de la profecía  la cual es más alta y más poderosa que todos los poderes ocultos pero nadie puede descubrir los secretos del alma y saber qué pasa en ese lugar oculto. Hay un rayo especial conectado con la Sagrada Existencia (Dios) y escondido tras la posición del orgullo y no existen medios entre la misericordia de Dios y Su gente. Todo ser humano posee una conexión especial con su Creador y esta conexión es descubierta por cualquier persona, así que la predicación es requerida en cualquier momento y constantemente  y los predicadores y reformadores están siempre esperando la continua influencia de sus sermones.

Los hombres piadosos y la gente de la guía viven en constante anhelo y expectativa de renovar. Su proceder consigo mismos los lleva a orientar a la gente hacia el camino recto. De esta manera, las razones para el cambio espiritual están ocultas  para la gente, por lo tanto el alto grado de conocer a Dios está relacionado con el estado de depender de Él, anhelando y esperando. Cuando conocer a Dios se hace más necesario en el corazón del hombre, el espíritu de la esperanza se incrementa y se fortalece, así que cuando el espíritu tiene un gran anhelo, uno se torna más consciente de los secretos de la existencia y espera nuevas y buenas noticias día tras día.

Las almas con más alto rango son aquellas que saben más sobre los secretos de la existencia y los descubren poco a poco y sacan de ellas buenas nuevas.

Ahora bien, los predicadores musulmanes de esta época no deben privarse del espíritu de la esperanza y las dificultades y calamidades no deben provocarles el desespero ya que las circunstancias de esta época no son más difíciles que las de la primera era de la misión.

Se dice que el Shaij Muhammad Abdu1 dijo en una de sus reuniones: “estoy desesperado por cambiar el estado de la nación Islámica”. Una mujer extranjera que estaba presente en ese momento, le dijo: “me extraño al oír la palabra desespero de los labios de un Shaij como usted”. El Shaij inmediatamente cayó en la cuenta de su error y le dio la razón a aquella mujer.

El Imam Husain (P) tenía el espíritu de la esperanza más vivo que el de cualquiera otra persona y todos los profetas excepto su abuelo Muhammad (BP). Era como un halcón que voló hacia los lugares más altos para descubrir los secretos más distantes de la existencia. Debemos escuchar el llamado de esperanza del Imam Husain (P) para tener también ese espíritu de esperanza que refresca nuestras almas.

Déjanos sacrificarnos por ti, ¡ay Husain! Es a ti a quien pedimos ayuda en todo momento de desesperación. Eres tú quien nos enseña el criterio de confianza y nos invitas a la verdad para que no necesitemos ni del Shaij de Egipto ni del jefe de Egipto. Eres tú quien le enseña a la gente lecciones de sacrificio y redención. Todos los demás han aprendido de ti y de ti debemos aprender los secretos del monoteísmo y de sabiduría divina. Tu alma ha llegado a un rango altísimo. En tu lugar olemos la fragancia del anhelo de la bondad y vemos la luz de la guía incluso si las espadas se beben la sangre inocente.

Tu gran intrepidez en aquellos años de ignorancia y en esas tierras áridas y tu ida a Kufa, además de tu gran esperanza que se vio manifestada en tus palabras…esas son fuentes inagotables cuya agua nos calma la sed de anhelo y expectativa.

Y al final cerraste los ojos a este mundo anhelando que aquellos que pasaran por tu tumba se despertaran y una brisa de vida les soplara y reviviera sus corazones para encender su obligación de enseñarle a la gente y de orientarla1 y que sean capaces de atraer a los pecadores y desobedientes al camino del arrepentimiento y orientar a aquellos que se merecen el tormento del infierno hacia el camino de las bendiciones del Paraíso.

Extraído del libro El arrepentimiento, la cuna de la Misericordia, Editorial Elhame Shargh

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1  Se conocen como Ta‘zia los discursos, ceremonias y conferencias que se realizan durante la ‘Âshurâ (el décimo día o los primeros diez días) en Muharram, el primer mes del calendario Islámico durante el cual fue la batalla de Karbalá  y el martirio del Imam Husain (P) y sus compañeros.

[1] El hermano del Imam Husain (P)

1 Al-Irshâd, por Mufid, p. 224-225.

[2] Târij, de Tabari, Vol. 3, p. 308.

1 Hurr en árabe significa libre.

2 Târij, de al Tabari, Vol. 3, p. 320.

1 El Imam de los Mártires, p. 394.

[3] Onsur Shoÿa'at, Vol. 3, p. 169.

1 él es un propagador islámico egipcio.

1 El elemento del coraje, Vol. 3, p. 170.

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