Enseñanza de la Doctrina Islámica

Perfección del hombre, la Razón y la religión

Por Aiatollah M. T. Misbah

Contenido:

-Introducción-

-El hombre procura la perfección.

-La perfección del hombre radica en seguir los dictados de la razón.

-Los mandatos prácticos de la razón tienen necesidad de fundamentos teóricos.

-Conclusión.

Introducción

En la lección anterior hemos demostrado, de un modo sencillo, la necesidad de investigar acerca de la religión y de llevar a cabo el esfuerzo por conocer la verdadera religión. Esa demostración se funda, como dijimos, en la motivación innata del hombre para procurarse beneficios y evitarse los perjuicios[1], motivación que cualquier persona puede descubrir en su interior. Dicho en lenguaje filosófico, cada persona tiene acerca de esta motivación innata interior un conocimiento intuitivo, directo, que da lugar a error.

En esta lección queremos explicar y demostrar el mismo asunto bajo otra forma. Esta explicación requiere de una serie de puntos introductorios preliminares más precisos y su conclusión es que, si alguien no reflexiona sobre la religión y no cree en una ideología y cosmovisión correctas, no sólo no alcanzará la perfección humana, sino que básicamente no podrá considerarse un ser humano auténtico. En otras palabras: la condición humana verdadera radica en la posesión de una cosmovisión e ideología correctas.

Este razonamiento requiere de tres postulados introductorios:

1- El hombre es un ser buscador de la perfección.

2- La perfección humana se alcanza a la sombra de las acciones voluntarias derivadas de las órdenes que emanan del intelecto.

3- Los mandatos prácticos de la razón toman forma a la luz de los conocimientos teóricos especiales, siendo los más importantes las tres bases de la cosmovisión:-Conocer el origen de la existencia (Monoteísmo), la finalidad de la vida (Resurrección), y el mejor camino que garantiza la felicidad (profecía).

O dicho de otro modo: Conocimiento de la existencia (Ontología), conocimiento del hombre (Antropología), y conocimiento de los modos de vida (Ideología).

Con respecto al primer punto, es decir, que el hombre procura por naturaleza la perfección, vemos que cualquier persona que medite en sus motivaciones íntimas y sus deseos psicológicos, encontrará que la raíz de muchos de ellos es precisamente la búsqueda de la perfección. Básicamente, a nadie le agrada la imperfección en su persona. Toda persona trata siempre, en la medida de lo posible, de suprimir todo tipo de carencia y defecto en sí misma hasta alcanzar la plenitud y perfección deseada.

Antes de poder corregir los defectos, una persona los oculta a la vista de los demás. Este deseo, en tanto se desenvuelva dentro de sus límites naturales innatos, será la causa de todo tipo de progreso y perfección, espiritual y material; pero si, por diversos motivos, se desvía de su natural sendero, manifestará atributos deleznables tales como la vanagloria, la hipocresía, la jactancia, etc.

La tendencia hacia la perfección es un principio innato, fuertemente arraigado en lo profundo del espíritu humano. Sus manifestaciones y derivaciones son con mayor frecuencia objeto de nuestra atención, pero con un análisis un poco más preciso, queda en claro que la raíz de todas ellas es la búsqueda de la perfección.

La perfección del hombre radica en seguir los dictados de la razón

La perfección o plenitud de los fenómenos en el reino vegetal depende de condiciones y causas externas de acuerdo con una forma y plan predetermina­do. Ningún árbol crece por su voluntad, ni da fruta por propia elección, pues no tiene voluntad ni inteligencia.

En cuanto al desenvolvimiento animal hacia la perfección podemos, más o menos, encontrar algo de voluntad y elección, pero es una voluntad motivada por ciegos instintos, con un alcance limitado por las necesidades naturales. Es una conciencia e inteligencia limitada por el poder de los órganos sensibles del animal.

El hombre, en cambio, además de las particularidades que comparte con el reino vegetal y animal, posee dos distinciones espirituales. Por una parte, las aspiraciones innatas del hombre no se limitan al ámbito de las necesidades naturales, y por otra, posee razón e intelecto, por medio del cual puede ampliar sus conocimientos indefinidamente.

Gracias a estas distinciones la voluntad del hombre trasciende las limitadas fronteras naturales hacia lo infinito.

Así como las perfecciones propias de los vegetales se producen por medio de sus capacidades específicas, y las perfecciones animales a la sombra de la voluntad motivada por sus instintos y percepciones sensibles, también las perfecciones propias del hombre, que son en realidad perfecciones espirituales, se producirán a la sombra de su voluntad consciente y bajo la dirección de la razón.

El intelecto que conozca realmente su objetivo y sus grados, en el momento en que tenga lugar un conflicto entre dos o más intereses, elegirá el mejor.

Por lo tanto, una conducta será propiamente humana cuando la voluntad esté motivada por las inclinaciones propias del hombre y bajo la dirección de la razón. Una conducta supeditada en cambio sólo a motivaciones animales será una conducta meramente bestial. Así como un movimiento que esté causado únicamente por fuerzas mecánicas del cuerpo será solamente un movimiento físico.

Los mandatos prácticos de la razón tienen necesidad de fundamentos teóricos

La conducta voluntaria es un medio para alcanzar el objetivo deseado y el valor de ésta dependerá del grado de deseabilidad del objetivo y el efecto que tiene éste sobre la perfección del alma. En la medida que una acción ocasione la pérdida de una perfección espiritual, tendrá un valor negativo.

La razón, entonces, podrá juzgar y valorar las conductas voluntarias del hombre cuando sea consciente de las perfecciones de éste y de los grados de esas perfecciones, y sepa qué tipo de ser es el hombre, hasta dónde se extiende el área de la vida humana, y qué grado de perfección puede alcanzar. En otras palabras, cuales son las dimensiones de su existencia y cuál es el objetivo de su creación.           

Es por esta razón que el conocimiento de la ideología correcta, vale decir: de un sistema de valores que gobierne las conductas voluntarias, dependerá de poseer una cosmovisión correcta y de la solución de todos aquellos asuntos a ella ligados. Hasta que no resuelvan todos los asuntos que hacen a la cosmovisión no podrá tenerse un juicio categórico sobre el valor de las conductas. Del mismo modo que hasta que no se define la meta no es posible establecer el camino que conduce a ella.

Por lo tanto, estos conocimientos teóricos que conforman los asuntos básicos de la cosmovisión, son en realidad las bases del sistema de valores y mandatos prácticos de la razón.

Conclusión

Considerando lo dicho podemos, ahora, confirmar la necesidad de investigar­ acerca de la religión, y del esfuerzo para encontrar una ideología y cosmovisión correctas.

El hombre, por naturaleza, busca la perfección humana y quiere, mediante actos, alcanzarla para sí. Pero para saber cuál de las acciones lo acerca a la meta deseada, primero deberá conocer su perfección última y este conocimiento­ está relacionado con la conciencia de la realidad de su existencia, su origen y su fin. Luego, deberá discernir la relación entre las diversas acciones positivas y negativas y los diversos grados de perfección, para poder encontrar el camino correcto para el logro de su perfección humana.

Hasta que el hombre no encuentre esos conocimientos teóricos (bases de la cosmovisión), no podrá tampoco conocer el sistema de conducta correcto (ideología).

En suma, el esfuerzo por conocer la verdadera religión que incluye la cosmovisión e ideologías correctas, es necesario, y sin él no será posible alcanzar la perfección humana.

Mientras la conducta no se inspire en estos valores y visiones, no será un comportamiento propiamente humano. Y en consecuencia las personas que no estén encaminadas en la búsqueda de la verdadera religión, o bien que, después de conocerla, por obstinación, contumacia y concupiscencia, la nieguen, se contentarán únicamente con la satisfacción de sus deseos animales y placeres materiales. Esas personas, en realidad, no son más que bestias. Como afirma el Sagrado Corán: Ellos disfrutan y comen como comen los animales (47:2) Por desdeñar sus capacidades y posibilidades humanas sufrirán un doloroso castigo. En otro versículo del Sagrado Corán se lee ¡Dejadles comer y regodearse, y que la esperanza les alucine! ¡Pronto sabrán! (15:3)

Fuente: Enseñanza de La Doctrina Islámica; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] La forma lógica del razonamiento es la siguiente: Si procurar los beneficios y rechazar los perjuicios es un deseo innato del hombre, el investigar una religión que afirma poseer el método correcto para el logro de beneficios infinitos y el resguardo de perjuicios también ilimitados será entonces algo necesario.

Este razonamiento, que tiene la forma de un silogismo hipotético excepcional está basado en un análisis lógico especial sobre los mandatos prácticos de la razón y su retorno a la necesidad condicionada como acción voluntaria para alcanzar el efecto deseado. El argumento que tratamos en esta lección puede exponerse del modo siguiente: Si alcanzar la perfección es algo deseado por la naturaleza innata, conocer las bases de la cosmovisión es necesario porque constituye la condición necesaria para la perfección del alma humana. Ahora bien, alcanzar la perfección es un deseo innato, luego conocer las bases mencionadas es necesario.

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