Sobre el Corán

Por Raúl González Bórnez

“El Corán, océano máximo, cuyo abismo es insondable porque no tiene fondo al cual se pueda llegar, ni orillas a las cuales arribar.”

El gran gnóstico andaluz del siglo XII

Sobre el Corán

            El Corán es la revelación divina transmitida a Mohammad (Mahoma, 570-632) por el ángel Gabriel a lo largo de veintitrés años (610-632). Es la palabra de Dios para la humanidad.

“Ésta es una Escritura bendita que Nosotros hemos hecho descender confirmando lo que ellos tienen en sus manos.” (6:92)

El Corán es la última de las Escrituras sagradas reveladas por Dios para guiar a la humanidad a lo largo de todas las épocas, en todas las culturas y civilizaciones.

“¿Acaso no meditan el Corán? Si procediera de otro distinto que Dios, sin duda, habrían encontrado en él abundantes contradicciones.” (4:82)

“Di: “En verdad, mi Señor solamente ha prohibido la indecencia y los malos comportamientos públicos o privados, el pecado, la agresión sin derecho, que adoréis como si fuera Dios aquello a lo que Él no ha concedido ninguna autoridad y poder y que atribuyáis a Dios lo que no sabéis. Toda comunidad tiene un plazo de vida y cuando venza su plazo no podrán retrasarlo ni una hora ni tampoco adelantarlo.” (7:34)

El Corán fue revelado en lengua árabe:

“Así mismo, lo hicimos descender como una ley en lengua árabe.” (13:37)

y memorizado y copiado por los discípulos del profeta Mohammad.

A la muerte del Profeta, sus seguidores tomaron la decisión de fijarlo por escrito y, a tal efecto, crearon un grupo que se encargó de su recopilación.

Los ejemplares en árabe que existen en la actualidad son copias de ese texto original.

Es, posiblemente, la única revelación divina que la humanidad conserva completa en la lengua original en la que fue revelada.

Todos los eruditos del mundo islámico sin excepción, desde el principio y hasta nuestros días, han estado y están de acuerdo en que el texto original árabe es absolutamente fiel a la palabra revelada y que no añade ni quita nada de ella.

Una palabra dirigida a quienes están vivos:

“Esto no es más que un recordatorio y una recitación clara para amonestar a quien esté vivo y para que se cumpla lo dicho sobre los que niegan la Verdad.” (36:70)

 

Una guía para ayudar a los seres humanos que se interrogan sobre el sentido de la vida:

“En verdad, vuestro Señor es Dios, Quien creó los cielos y la Tierra en seis días y después se instaló en el Trono. Hace que la noche cubra al día, al cual sigue con premura, y (creó) el Sol, la Luna y las estrellas, todos ellos obedientes a Su orden. ¿Acaso no pertenecen a Él la creación y el imperativo creador? ¡Bendito sea Dios, Señor del Universo! “ (7:54)

Es una luz.

“¡Oh gentes! Ha venido a vosotros una prueba clara procedente de vuestro Señor e hicimos descender hacia vosotros una luz esclarecedora.”(4:174)

“Ha venido a vosotros, procedente de Dios, una Luz y una Escritura clara.” (5:15)

“Así pues, quienes crean en él, le honren y le auxilien y sigan la luz que se hizo descender con él, serán los triunfadores.”  (7:157)

“Tú no sabías lo que era la Escritura ni la fe, pero Nosotros la pusimos como una luz con la que guiamos a quien queremos de Nuestros siervos.”(42:52)

“Así pues, creed en Dios y en Su Mensajero y en la luz que Nosotros hemos hecho descender.”(64:8)

Con esa luz, Dios guía a quienes buscan algo más que los efímeros placeres de este mundo:

“Y la vida de este mundo no es más que distracción y juego y, en verdad, la morada de la Otra Vida es verdaderamente la Vida. ¡Si supieran!” (29:64)

En eso no es una excepción. Todas la Escrituras Sagradas lo son:

“Ciertamente, hicimos descender la Torā. En ella hay guía y luz.

Los profetas, obedeciendo a Dios, administraban justicia con ella entre los judíos (y también) los rabinos y sabios, pues se les pidió que protegiesen la Escritura de Dios y dieran testimonio de ella.” (5:44)

“Y, tras ellos, enviamos a Jesús hijo de María, para confirmar la Torā que ellos tenían en sus manos. Y le dimos el Evangelio en el que hay guía y luz y confirmación de lo que tienen en la Torā, y que es una guía y una amonestación para los temerosos de Dios.” (5:46)

 “Y no valoran a Dios como Él debe ser valorado, cuando dicen: “Dios no ha hecho que descienda revelación alguna sobre ningún ser humano.” Di: “¿Entonces, quién hizo descender la Escritura que trajo Moisés como luz y guía para las gentes, que ponéis por escrito en pergaminos que mostráis, aunque ocultáis mucho de ella y mediante la cual se os ha enseñado lo que ni vosotros ni vuestros padres sabíais?” (6:91)

“Y si te desmienten, también desmintieron quienes vinieron antes de ellos. Vinieron a ellos sus Mensajeros con las pruebas claras, con los Salmos y con la Escritura luminosa.” (35:25)

Su mensaje va dirigido a toda la humanidad sin diferencia de la religión que cada cual profese:

Di: “Dios ha dicho la Verdad. Seguid, pues, las creencias de Abraham, que era un buscador de la verdad y no uno de los politeístas.”(3:95)

“Estos son los argumentos que Nosotros dimos a Abraham frente a su pueblo. Nosotros elevamos el rango de quien queremos. Ciertamente, tu Señor es Sabio, conocedor de todo.

Y le otorgamos a Isaac y a Jacob y les guiamos como antes habíamos guiado a Noé. Y de él descienden David y Salomón, Job, José, Moisés y Aarón. Así es como recompensamos a los que hacen el bien. Y (también) Zacarías, Juan, Jesús y Elías. Todos ellos eran de los justos. E Ismael, Eliseo, Jonás y Lot. A todos ellos les distinguimos por encima de los demás seres del Universo, así como a algunos de sus antepasados y descendientes y hermanos. Les escogimos y les guiamos al camino recto.” (6:83-87)

El Corán nos enseña que el alma que está viva es este mundo no muere jamás. Cada muerte supone un nacimiento a un plano superior de la vida:

“Y Él es Quien os ha creado de una sola alma, unos constantes en su fe y otros inconstantes.” (6:98)

“Competid para ser los primeros en obtener el perdón de vuestro Señor y un Jardín tan vasto como los cielos y la Tierra, preparado para quienes crean en Dios y en Sus Mensajeros.” (57:21)

“Y cuando se os diga: “¡Levantaos!” vosotros levantaos y Dios elevará el grado a quienes de vosotros tengan fe y a quienes les ha sido dado conocimiento. (58:11)

Mientras que el alma que ignora estas verdades está condenada al fracaso:

“¿Acaso quien estaba muerto y Nosotros le dimos la vida y pusimos para él una luz con la que caminar entre la gente, es igual que quien está en las tinieblas, sin poder salir de ellas?” (6:122)

“Di: “¿Queréis que os informe de quienes son los que peor obran? Aquellos que malgastan sus esfuerzos persiguiendo la vida mundanal y creyendo que actúan bien. Son quienes no creen en las señales de su Señor y en el encuentro con Él. Sus obras no obtendrán recompensa y el Día del Levantamiento no pondremos una balanza para ellos.” (18:103-105)

El Corán ha sido revelado para enseñar a la humanidad cómo hacer un uso correcto de la libertad en la que Dios nos ha creado:

“Ciertamente, enviamos a Nuestros Mensajeros con las pruebas claras e hicimos descender con ellos la Escritura y la Balanza para que los humanos establezcan la justicia.” (57:25)

Quienes desconocen el divino propósito con el que Dios nos ha creado y ha creado todo cuanto existe, viven como náufragos en un oscuro océano, sin faro y sin guía:

“No es su vista la que está cegada sino los corazones que hay en sus pechos los que no ven.” (22:46)

“¿Acaso quienes no creen no ven que los cielos y la Tierra formaban un todo único y Nosotros los separamos e hicimos del agua toda cosa viva? ¿No creerán, pues?” (21:30)

“Quien se guíe, en verdad, se guía en beneficio propio y quien se extravíe, en verdad, se extravía en su propio perjuicio. Nadie portará la carga de otro y no castigamos sin haber enviado previamente un Mensajero.” (17:15)

Uno de los mayores objetivos de esta guía divina es el establecimiento y la defensa de la justicia:

“Los que creen combaten por la causa de Dios y los que no creen combaten por la causa de los tiranos.” (4:76)

“Quien interceda por una buena causa recibirá parte de ella y quien interceda por una mala causa soportará parte de ella. Dios es el protector de todas las cosas.” (4:85)

“¡Oh, los que creéis! Proteged la justicia testificando para Dios, aunque sea contra vosotros mismos o contra vuestros padres o familiares cercanos, sean ricos o pobres, ya que Dios tiene mayor derecho que ellos. Y no sigáis vuestras pasiones, para que seáis justos. Y, si distorsionáis vuestro testimonio u os negáis a darlo, Dios está bien informado de lo que hacéis. (4:135)

No existe injusticia ni desequilibrio en la creación:

“En verdad, Dios no oprime a las personas en absoluto, sino que son las personas quienes se oprimen ellas mismas.” (10:44)

Es el ser humano quien la genera. Pero, finalmente, la injusticia y la opresión serán vencidas y los seres justos heredarán la Tierra:

“En verdad, escribimos en los Salmos, después del Recuerdo (La Torā), que la Tierra la heredarían Mis siervos rectos.” (21:105)

“Con certeza, lo que descendió para ti procedente de tu Señor incrementará en muchos de ellos la rebeldía y la falta de fe. Hemos sembrado entre ellos la enemistad y el odio hasta el Día del Levantamiento. Cada vez que enciendan el fuego de la guerra Dios lo apagará. Se esfuerzan por corromper la Tierra y a Dios no le gusta la corrupción. (5:64)

El Corán ofrece al ser humano desorientado y sin objetivo, cautivo de los valores materiales, indiferente ante la opresión y la injusticia, una meta:

¿Es que no vais a combatir por la causa de Dios y de los hombres, mujeres y niños oprimidos..? (4:75)

¡Cuántos profetas combatieron, y muchos de sus seguidores espirituales con ellos, y no se desanimaron por las dificultades que hubieron de soportar en la senda de Dios ni mostraron debilidad ni se abatieron! Dios ama a los pacientes.” (3:146)

“¡Oh, creyentes! Sed temerosos de Dios y creed en Su Mensajero y Él os dará el doble de Su misericordia y os pondrá una luz con la que podáis caminar y os perdonará.” (57:28)

El Corán es una Escritura que habla de todo:

“Hicimos descender sobre ti la Escritura que explica claramente todas las cosas y que es guía, misericordia y buena nueva para los sometidos.” (16:89)

No se limita a las cuestiones relativas al culto divino, o al establecimiento de la justicia social:

            “Y quienes se defiendan tras haber sido oprimidos no serán censurados. En verdad, la censura es para quienes oprimen a las gentes y van agrediendo en la Tierra sin derecho. Ellos tendrán un castigo doloroso.” (42:41-42)

           

“Y Dios favorece a algunos de vosotros con más provisión que a otros, pero quienes fueron favorecidos no están dispuestos a dar de su provisión a sus siervos de manera que se igualen en ello. ¿Rechazan, pues, las bendiciones de Dios? (16:71)

 Todos los temas que toca, se abren a una dimensión filosófica y metafísica atemporal:

            “Por esa razón, dispusimos para los Hijos de Israel que, quien matara a un ser humano sin que este hubiera cometido un crimen o hubiera corrompido en la Tierra, fuese considerado como quien mata a toda la humanidad y quien le salvase, como quien salva a toda la humanidad.” (5:32)

 “Y, la recompensa de quien salga de su casa, emigrando hacia Dios y Su Mensajero, y le sorprenda la muerte, recae sobre Dios.” (4:100)

 “Y quien comete un pecado, ciertamente, lo comete contra sí mismo.” (4:111)

sobre cuyas bases se asienta un modelo social volcado sobre todo hacia los más débiles, los más indefensos, los más necesitados:

“Te piden tu opinión sobre las mujeres di: “Dios os da su parecer sobre ello (en lo que os fue recitado) en la Escritura (Sagrada) sobre ellas y en lo que os fue recitado sobre las huérfanas a las cuales no habéis entregado lo que fue dispuesto para ellas y con las cuales no deseáis casaros y sobre los niños oprimidos y que debéis dar a los huérfanos un trato equitativo.” (4:127)

 Nos llama a reflexionar sobre las señales que nos rodean:

“En verdad, en la creación de los cielos y de la tierra y en la diferencia entre la noche y el día, hay señales para los dotados de intelecto. Aquellos que recuerdan a Dios en pie, sentados o acostados y que reflexionan sobre la creación de los cielos y la Tierra (y dicen): “¡Oh, Señor nuestro! ¡No has creado todo esto en vano! ¡Glorificado seas! ¡Líbranos del castigo del Fuego! (3:191)

 “Y no corrompáis en la Tierra después de haber sido restablecidos los valores morales y espirituales e imploradle con temor y esperanza. En verdad, la misericordia de Dios está cerca de quienes hacen el bien.” (7:56)

“Él es Quien envía los vientos como nuncios de Su misericordia. Cuando transportan nubes cargadas de lluvia Nosotros los dirigimos hacia una tierra muerta y hacemos que el agua descienda a ella, haciendo así que surjan toda clase de frutos. De la misma manera haremos salir a los muertos. Quizá así os dejéis amonestar.” (7:57)

Como dijo el gran gnóstico andaluz del siglo XII:

“El Corán, océano máximo, cuyo abismo es insondable porque no tiene fondo al cual se pueda llegar, ni orillas a las cuales arribar.”[1]

A lo largo de los siglos, los eruditos han escrito exégesis sobre este texto milagroso, cada cual desde el campo de su especialidad, la gramática, la medicina, la metafísica, el derecho… sin que ninguna de ellas pueda agotar ni por asomo todas las enseñanzas que él encierra.

Lo que escribieron no es equivalente al Corán ni representa una interpretación completa del Corán y de todos sus significados. Sus niveles de lectura son infinitos y su comprensión guarda relación con el grado de erudición y de espiritualidad del lector.

Sus pasajes, aunque revelados en momentos específicos y adecuados a los acontecimientos que estaban ocurriendo, poseen un valor genérico y eterno, nos hablan de aquellas cosas que no cambian en el ser humano:

¿Has visto a quien toma como dios a sus deseos y pasiones? Dios extravía su conocimiento y sella su oído y su corazón y pone una venda en su vista. (45:23)

            Y las circunstancias concretas en las que fueron revelados ejemplifican situaciones similares que tienen lugar continuamente en nuestra vida cotidiana y en la historia de la humanidad, por ello, sus versículos nos hablan directamente. Conectan con aquello que nos está sucediendo y nos responden a las preguntas que están golpeando nuestra mente y nuestro corazón en el mismo momento en el que lo estamos leyendo:

¡Oh los que creéis! Cuando salgáis de expedición por la causa de Dios, distinguid cuidadosamente y no digáis a quien se encuentre con vosotros pacíficamente: “Tú no eres creyente”, buscando los bienes de la vida de aquí, pues junto a Dios hay un botín abundante.” (4:94)

El Corán es un texto anti-dogmático:

“Ciertamente, hicimos descender la Torā. En ella hay guía y luz.” (5:44)

¡Que la Gente del Evangelio juzgue conforme a lo que Dios ha hecho descender en él!” (5:46-47)

“Hicimos descender para ti[2] la Escritura que contiene la Verdad y que confirma la Escritura que ya tenían en sus manos y la protege.

Juzga, pues, entre ellos con lo que Dios hizo descender. Y no sigas sus deseos, contrariando la Verdad que ha venido a ti.

A cada uno de vosotros le hemos asignado un código legal y un camino de salvación y, si Dios hubiera querido, habría hecho que fueseis una sola comunidad, pero lo hace así para probar vuestra fe en lo que os ha dado.

¡Competid en buenas acciones! El lugar de retorno de todos vosotros es Dios. Él os aclarará aquello en lo que manteníais diferencias.” (5:48)

Que llama a la tolerancia:

“Invita al camino de tu Señor con sabiduría y buenas palabras y discute con ellos de la mejor manera.” (16:125)

“Y ser pacientes y perdonar es señal de quienes poseen una gran firmeza.” (42-43)

a la modestia:

Y no vayas por la Tierra con arrogancia. En verdad, tú no puedes atravesar la Tierra ni alcanzar la altura de las montañas. (17:37)

a la honradez:

“Y no os acerquéis a las propiedades del huérfano excepto para beneficiarle, hasta que llegue a la mayoría de edad. Y cumplid los contratos, pues se os pedirán cuentas por ello.       Y cuando midáis dad la medida justa y pesad con equidad y exactitud. Eso es lo que está bien y tiene las mejores consecuencias.”  (17:34-35)

Al bien:

“Y ayudaos mutuamente a hacer el bien y al temor de Dios, pero no colaboréis en el pecado y la agresión.” (5:2)

a la justicia:

“¡Oh, los que creéis! Proteged la justicia por Dios, dando testimonio equitativo y no dejéis que los malos sentimientos contra un pueblo os lleven a no ser justos.

¡Sed justos! Eso está más cerca del temor de Dios. Y temed a Dios. En verdad, Dios está bien informado de cuanto hacéis.” (5:8)

No enfrenta el Islam al resto de las creencias transcendentes. Al contrario, considera todas las religiones parte de la Verdad revelada y reconoce a todos los profetas como parte de un solo espíritu y portadores de un mismo mensaje:

“Di: “Creemos en Dios y en la revelación que fue hecha descender para nosotros y en la que fue hecha descender para Abraham e Ismael e Isaac y Jacob y las Tribus y en lo que le fue dado a Moisés y a Jesús y a los profetas procedente de su Señor. No hacemos diferencias entre ninguno de ellos.” (3:84)

“En verdad, los creyentes y los judíos, los cristianos y los sabeos, quienes crean en Dios y en el Último Día y actúen rectamente, tendrán su recompensa junto a su Señor. No tendrán que temer y no estarán tristes.”(2:62)

“En verdad, Nosotros te hemos enviado la revelación (¡Oh Muĥammad!), tal como enviamos la revelación a Noé y a los profetas que vinieron tras él y enviamos la revelación a Abraham y a Ismael y a Isaac y a Jacob y a las Tribus (de los Hijos de Israel) y a Jesús y a Job y a Jonás y a Aarón y a Salomón. Y a David le otorgamos los Salmos. (163) Y (hemos enviado) Mensajeros de los que te hemos relatado su historia anteriormente y otros Mensajeros de los que no te hemos relatado su historia. Y Dios habló a Moisés directamente. (164) Mensajeros portadores de buenas nuevas y advertidores, para que, tras el envío de los Mensajeros, los seres humanos no tuviesen argumento alguno contra Dios.” (4:163-165)

al valor:

“Así pues, no tengáis miedo de la gente, temedme a Mí y no vendáis Mis indicaciones por poco precio.” (5:44)

El Corán no es un libro de historia, de manera que su redacción respete el orden de los acontecimientos, sino un libro para la educación, la guía y la construcción personal de los seres humanos, por lo cual vuelve una y otra vez sobre los mismos temas, observándolos desde distintos puntos de vista, enfocando distintos aspectos de los mismos e intercalando comentarios:

“¡Oh, Gente de la Escritura (Sagrada)! No exageréis en vuestra religión y no digáis de Dios más que la verdad. (4:171)

            Sobre Muĥammad ibn ‘Abdellah (s.)

 “¡Oh, Profeta! En verdad, te hemos enviado como testigo, como portador de buenas nuevas, como amonestador, como uno que invita hacia Dios con Su permiso y como una lámpara luminosa.” (33:45)

“Y Muhammad no es más que un Mensajero. Antes de él hubo también otros Mensajeros.” (3:144)

¡Oh, Gente de la Escritura (Sagrada)! Ha venido a vosotros Nuestro Mensajero, tras un periodo sin Mensajeros, para explicaros (las enseñanzas divinas), no fueseis a decir: “No ha venido a nosotros nadie que nos comunicara la buena nueva ni nos advirtiese del castigo.” Así pues, ha venido a vosotros un portador de la buena nueva y advertidor del castigo. Dios tiene poder sobre todas las cosas. (5:19)

Y confía en Dios. Ciertamente, tú estás en la Verdad evidente.” (27:79)

En el nombre de Al.lah, el Clementísimo, el Misericordiosísimo. Juro por la estrella cuando se oculta. (1) Vuestro compañero no se extravía ni se equivoca[3] y no habla conforme a su deseo, sino que es una inspiración que se le revela, que se la ha dado a conocer el poseedor de una fuerza extraordinaria,[4] dueño de una gran inteligencia, que se manifestó en el horizonte más elevado. Luego, se acercó hasta estar muy próximo, hasta estar a una distancia de dos arcos o más cerca. Y Él reveló a Su siervo lo que le reveló.” (53:1-10)

            El profeta del Islam, Muĥammad ibn ‘Abdellah (s.), conocido popularmente entre los hispano hablantes como Mahoma, es descendiente del profeta Abraham a través de su primogénito el profeta Ismael, padre de los árabes.

Nace en La Meca, la ciudad en la que el profeta Adán construyó el primer templo dedicado a Dios, destruido durante el diluvio de los tiempos de Noe y reconstruido nuevamente en su mismo emplazamiento por Abraham e Ismael.

Nace entre el 12 y el 17 del mes de Rabbi‘ al-Awal del año 570 de la era cristiana. Su abuelo, ‘Abd al-Muttalib le puso un nombre que jamás otro ser humano había tenido anteriormente. Le llamó “Muĥammad”. Cuando fue preguntado por la razón de un nombre tan poco usual, respondió: “Quiero que sea alabado tanto en los cielos como en la tierra.” lo cual parece indicarnos que ya poseía información precisa del futuro que aguardaba a su nieto.

            ‘Abdel Muttalib era guardián de las llaves de La Ka’ba y el patriarca de la tribu de los Banu Hāšim. Su padre, Hašim fue uno prominente descendiente de Fihr, también llamado Qurayš, padre de todas las tribus que habitaban en La Meca.

            Los historiadores musulmanes de su vida recogen que el nacimiento de quien con el paso de los años sería un profeta de Dios,  vino acompañado de señales prodigiosas, entre ellas se cuenta que los más de trescientos ídolos que rodeaban la Ka’ba se cayeron. Se relata que Muĥammad nació con la circuncisión hecha y sin cordón umbilical y que en el momento de nacer dijo: “Dios es más grande. A él pertenece la alabanza. Glorificado sea mañana y tarde.”

            Entre los árabes de la época no existía un sistema de gobierno unificado. Cada tribu tenía su propio patriarca y sus hombres principales y el orden se mantenía mediante la aplicación escrupulosa de la Ley del Talión entre las tribus, de manera que nadie que perteneciese a una tribu era atacado por ningún miembro de otra tribu, para no sufrir las reclamaciones de compensación por parte de la tribu de la víctima.

            No obstante, existían peleas entre ellos y en esas peleas, se mataban hombres, se robaban ganado y se raptaban y violaban mujeres.

El nacimiento de una hija era considerado por la mayoría de los hombres una desgracia y, a veces, cuando esto sucedía, el padre la llevaba al desierto y la enterraba viva.

Beduinos, ganaderos y comerciantes, guerreros amantes de la poesía y poseedores de una portentosa memoria auditiva, propia de los pueblos que desconocen la lectura y la escritura, apenas sedentarizados, sus tradiciones eran fundamentalmente orales. En la época en la que nace Muĥammad apenas cuatro o cinco de los habitantes de La Meca eran capaces de leer y escribir. Muĥammad tampoco aprenderá jamás a hacerlo.

La mayoría de ellos adoraba ídolos de piedra, consumía bebidas embriagantes y vivía en medio de un desierto muy alejado de las miras de los grandes imperios de su época, Bizancio y Persia.

Cuándo, a los cuarenta años, Muĥammad comienza a recibir las revelaciones divinas a través del ángel Gabriel, casi ninguno de sus conciudadanos le seguirá en un principio, a pesar de ser conocido por todos ellos como un hombre recto, bondadoso y verídico hasta tal punto de ser llamado por ellos “Al-Amīn”, “el digno de confianza”.

Desde el primer momento de su misión profética, los poderosos de La Meca tratarán de callarle. Primero con promesas de riqueza y poder, después con burlas y descalificaciones, finalmente con boicots, agresiones y amenazas de muerte, hasta obligarle a abandonar su ciudad natal y refugiarse en el oasis de Yatrib, la ciudad de sus familiares maternos, que poco a poco cambiará su nombre por el de Medina, “La Ciudad del Profeta”.

 

Durante veintitrés años, trece en La Meca y diez en Medina, predicará un mensaje que proclama la igualdad ante la ley de todos los seres humanos, sin diferencia de raza o condición social. La dignidad de la mujer, su derecho al estudio, al trabajo remunerado, al usufructo de su propia riqueza, al matrimonio y al divorcio.

Los poderosos de arabia tratarán de callar la voz de aquel que pone en peligro un sistema de poder soportado sobre la esclavitud, la fuerza y la opresión de las mujeres y los débiles.

Perseguirán y matarán a sus seguidores y le harán la guerra cuando su posición en Medina se fortalezca, pero serán vencidos y no podrán impedir que su mensaje de justicia, igualdad y libertad se expanda por toda Arabia y poco a poco por todo el mundo.

Simultáneamente a su expansión, el Islam ira generando una estructura de poder que, inmediatamente, caerá en manos de califas usurpadores, Omeyas primero, Abbasidas posteriormente, que serán los primeros interesados en deformar su mensaje liberador y aculturizar a sus seguidores.

En la actualidad, el Islam, nombre que recibirá la cosmovisión y el sistema de creencias recogidos en el Corán, es seguido formalmente por uno de cada seis habitantes del planeta. Tras muchos siglos de esplendor social y cultural y otros tantos de decadencia y anquilosamiento, estamos asistiendo a su confuso despertar.

Sus sabios, sus eruditos y académicos impulsan la propuesta de un necesario dialogo entre culturas y civilizaciones como solución a la profunda crisis de valores que esta viviendo la sociedad globalizada y a su secuela de desequilibrios e injusticias, soportados de forma extrema por cuatro quintas partes de la humanidad y, desde otro punto de vista, por toda ella.

Mientras, grupos minoritarios pero partidarios de la violencia armada y del terror proclaman, en nombre del Islam, la guerra contra el sistema occidental y contra los propios sabios islámicos y sus seguidores, fortaleciendo con ello las teorías de quienes, desde posiciones de poder en Occidente, propugnan la violencia y la guerra como solución final para el restablecimiento del Orden.

En nuestra modesta opinión, el creciente interés que el fenómeno islámico esta concitando, fruto de la importancia que el despertar del mundo islámico supone, merece que, tanto musulmanes como no-musulmanes, hagamos un esfuerzo para comprender mejor las bases ideológicas del Islam, todas ellas recogidas en su Escritura Sagrada.

Facilitar ese esfuerzo es el motivo fundamental que nos ha llevado a realizar este trabajo que ahora ponemos en manos del lector.

Sobre la fuentes

Para la traducción y los comentarios hemos consultado fundamentalmente dos grandes exégesis coránicas, el Tafsīr Nemūne y el Tafsīr Al-Mīzān.

El Tafsīr Nemūne, es obra de Ayatolah  Makarem Shirazī y un grupo de colaboradores.

Ayatolah Nazir Makarem Shirazí es uno de los grandes sabios iraníes contemporáneos. Nacido en Shiraz, Irán, el año 1924 y alumno de grandes maestros como Ayatolah Moĥsen al-Ĥaqīm, Ayatolah Juí y Haŷŷ Abul Hadi Shirazi, se doctoró en derecho a los veinticuatro años.

Comprometido en la defensa antiimperialista de su país, fue encarcelado y exiliado en numerosas ocasiones.

Es autor de más de 130 obras, sobre ética, derecho islámico, exégesis coránica, etc.

El Tafsīr Nemūne es un trabajo de exégesis escrito en persa y realizado después del triunfo de la Revolución Islámica en Irán, dirigido a proporcionar un mayor conocimiento del Corán al propio pueblo iraní, aunque su valor divulgativo es de carácter universal.

El Tafsīr Al-Mīzān es una de las obras más afamadas del gran gnóstico y maestro espiritual, ‘Al.lamah Seyed Muĥammad Ĥusein Ťabāťabā’ī (Tabriz, Irán. 1903-1980). Nacido en una familia de descendientes del Profeta (s.), la cual ha producido sobresalientes eruditos islámicos durante catorce siglos, recibió su primera educación en su ciudad nativa. Alrededor de los 20 años partió a la Universidad de Nayaf en Irak para cursar estudios de doctorado. Allí estudió principios de jurisprudencia y leyes con dos de los grandes maestros de ese momento, Mirza Muĥamman Ĥusein Naini y  Sheij Muĥammad Ĥusein Isfahani, matemáticas con Sayyid Qasis Jawansari, filosofía islámica con Sayyid Ĥusein Badkubai y gnosis con  Mirza  Ali Qadi, con quien estudió  Fusus al-hikam de Ibn al-‘Arabī  y quien le inició en los misterios divinos y le guió en su viaje hacia la perfección espiritual. 

            En 1934 regresó a Tabriz  y se dedicó a la enseñanza y de allí marchó a Qom en 1945. Allí dio clases de exégesis coránica, teosofía y filosofía islámica tradicional, la cual no había sido enseñada en Qom durante muchos años. Su personalidad magnética y su presencia espiritual atrajo rápidamente hacia él a los estudiantes más inteligentes y competentes. Impartió lecciones de Ash-Shifā  de Ibn Sina (Avicena) y Asfar de Sadr al-Din Širazī y gradualmente hizo de la enseñanza de Mulla Şadra nuevamente una piedra angular del curriculum tradicional. 

            Durante diez o doce años impartió cursos en Teherán a los que solía asistir Henry Corbín, y en los que se discutían profundos problemas espirituales. En ellos se estudiaban no solamente los textos clásicos de la sabiduría y gnosis divina sino también un ciclo completo de lo que podría llamar gnosis comparativa, en los que eran comparados con el sufismo y las doctrinas gnósticas islámicas generales los textos sagrados de otras creencias, tales como el Tao Te-Ching, los Upanishads o el Evangelio de Juan.     

            Autor de más de cuarenta obras y numerosos artículos, en el terreno de la filosofía, la gnosis, historia del Islam, etc. que atestiguan su notable capacidad intelectual y su elevado estado espiritual, su obra en veinte tomos Tafsīr al-Mīzân, representa un trabajo de exégesis coránica profundamente atractivo por su enfoque filosófico y por su original método basado en la explicación del Corán mediante el propio Corán en tanto que Escritura que habla de todo:

“Hicimos descender sobre ti la Escritura que explica claramente todas las cosas.” (16:89)

“Una Escritura cuyas partes se armonizan y explican unas a otras.” (39:23)

           

Sobre su traducción

 “La interpretación del Corán no es una tarea que pueda hacer cualquiera. A través de la historia los eminentes maestros del Islam, tanto Sunnis como Šias, han escrito numerosos libros sobre esta materia y sus esfuerzos han sido, por supuesto, muy valiosos. Pero cada uno de ellos ha escrito bajo el punto de vista de su propia especialización y conocimiento, e interpretaron solamente ciertos aspectos del Corán y no se puede saber si de manera completa.

Por ejemplo, han sido escritos comentarios a través de los siglos por místicos como Muhyid-Din Ibn ‘Arabi, Abdar Razzaq Kashani (autor de Tawilat) y Mullá Sultán Ali. Algunos de estos comentaristas escribieron bien, desde el punto de vista de su conocimiento. Pero, lo que ellos escribieron no es equivalente al Corán, representan solamente unas pocas páginas o aspectos del Corán. Tantawi, Sayyid Qutb y otros como ellos, interpretaron el Corán de diferentes maneras, pero su trabajo tampoco representa una completa interpretación del Corán con respecto a todos sus significados. Repito, solamente tocan algunos aspectos del Corán.

Existen también, otras interpretaciones que no pertenecen a ninguno de estos dos grupos, por ejemplo; Mayma‘ al-Bayān es un buen comentario que incluye los pareceres de los comentaristas del Corán, tanto sunnis como Šias, pero que tampoco son exhaustivos.

El Corán no es un libro que alguien pueda interpretar comprensible y exhaustivamente, pues sus ciencias son únicas y, en última instancia, por encima de nuestro entendimiento. Nosotros podemos comprender sólo algunos aspectos o dimensiones del Corán, la interpretación del resto depende de Ahl- al-Isma -los Imames Purificados- que fueron quienes expusieron sin adulteración las enseñanzas del Mensajero de Dios (s.).[5]

El Corán es intraducible e inabarcable en su profundidad, pero, al mismo tiempo, se presta con facilidad a su entendimiento y traducción, por su cadencia rítmica llena de contenido, por la reiteración y sencillez de su mensaje, por su lenguaje, a veces sorprendentemente cinematográfico:

“Y (recuerda) cuando tu Señor llamó a Moisés: “¡Ve al pueblo de los opresores! El pueblo del Faraón ¿Por qué no temen a Dios?

            Dijo él: “¡Señor mío! Temo que me desmientan y que mi pecho se angustie y mi lengua no sea suficientemente elocuente. Envía, pues, a Aarón.¡Y tienen cargos contra mí y temo que me maten!”

            Dijo Él: “¡No será así! ¡Id, pues, ambos con Nuestras señales! En verdad, Nosotros estaremos escuchando junto a vosotros”  “Id, pues, al Faraón y decidle: “Ciertamente, soy un Mensajero del Señor del Universo para que dejes ir con nosotros a los Hijos de Israel.”

            Dijo (Faraón): “¿Acaso no te hemos criado entre nosotros de pequeño y permaneciste entre nosotros muchos años de tu vida y luego hiciste lo que hiciste? Eres de los desagradecidos.” (26:10-19)

Al traducirlo, es imposible captar esa elegancia literaria, esa elocuencia y la cadencia musical que hay en él, pero, junto a sus maravillosas complejidades estéticas, sorprenden la simplicidad y claridad de su estilo que surgen de la sencillez y economía de su vocabulario y de su estructura sintáctica, tanto en las cortas frases propias de los capítulos revelados en La Meca, como en las largas frases de los capítulos revelados en Medina.

El creciente interés por el Islam hace que cada vez más personas se acerquen  al Corán tratando de entender qué es el Islam y qué pretenden los musulmanes y se topan con un texto que no responde a una estructura narrativa habitual, muchas veces plagado de términos arcaicos y difíciles de entender.

Hemos querido, por ello, utilizar un estilo fluido, resaltar la actualidad e intemporalidad del mensaje coránico y, al mismo tiempo, su semejanza fundamental con el mensaje del resto de las Escrituras Sagradas, especialmente con las provenientes de la cultura judeo-cristiana.

Existen numerosos términos, como ga’ib, taqwa, dīn, kufr, širk, zakāt y muchos otros, que resultan difíciles de equiparar con un término simple del castellano, hemos optado por integrarlos en el texto de manera que no supusieran una dificultad añadida a su lectura y comprensión, creyendo que el lector interesado lo agradecerá y el erudito no se molestará por ello. “Señales” en muchos casos significa “milagros.” “Opresión” se refiere en primer lugar a la que realiza el alma contra sí misma, por contradecir la disposición al bien con la que Dios la ha creado.

No obstante, el propio Corán se autocalifica como una escritura clara y sin duda lo es para cualquier lector árabe medianamente culto. En cualquier caso, a la hora de su traducción hemos intentado seguir la orientación dada por nuestro gran sabio cordobés Rabí Mosheh ben Maimon  (Maimónides, 1135-1204):

“Aquel que pretenda traducir de una lengua a otra y se proponga traducir siempre una palabra dada únicamente por otra que le corresponda, guardando el orden de los textos y el de los términos, tendrá que esforzarse mucho para finalmente conseguir una traducción incierta y confusa. Este método no es el correcto. El traductor debe, sobre todo, aclarar el desarrollo del pensamiento, después escribirlo, comentarlo y explicarlo de modo que el mismo pensamiento sea claro y comprensible en otra lengua. Y esto sólo se puede conseguir cambiando a veces todo lo que precede y le sigue, traduciendo un solo término por más palabras y varias palabras por una sola, dejando aparte algunas expresiones y juntando otras, hasta que el desarrollo del pensamiento esté perfectamente claro y ordenado y la misma expresión se haga comprensible, como si fuera típica de la lengua a la que se traduce.”[6]

La traducción está basada en la versión Ĥafs’ de la lectura ’Āsīn, que es la más popular en el mundo islámico. Cuando alguna lectura alternativa nos ha parecido significativa, lo hemos indicado en las notas a pie de página.

Para la numeración de los versículos hemos seguido la versión más difundida, que es el Código de Medina, a pesar de que no contabiliza la “Basmala[7] como parte del primer versículo, cosa que nosotros sí hemos hecho, al considerar que es inseparable de cada capítulo o sūra.

Quiero, finalmente, expresar mi agradecimiento a todos aquellos que han hecho posible que esta traducción comentada vea la luz, a quienes me han ayudado, con sus orientaciones, con su lectura y comentarios, a quienes, de forma anónima, han contribuido a sufragar los gastos que ella ha supuesto y a quienes, antes que este servidor, han abordado esta misma ardua pero enormemente gratificante tarea.

Mi deseo ha sido contribuir modestamente a un mejor y mayor entendimiento del Corán y del Islam y ruego a Dios que disculpe los errores y limitaciones que en ella puedan aparecer, los cuales son única y exclusivamente de mi propiedad.

Extraído de la introducción a la traducción del Sagrado Corán

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente

 

[1] Miguel Asín Palacios, La epístola de la santidad de Ibn ‘Arabi de Murcia, p.32, Hiperión, Madrid, 1981.

[2] ¡Oh, Muhammad!

[3] “Vuestro compañero” se refiere al profeta Muĥammad. Al-Mīzān, t. XIX, p. 42.

[4] Se refiere al ángel Gabriel, conforme a los versículos 81:19-20, aunque algunos exegetas han opinado que se refiere a Dios mismo. Al-Mīzān, t. XIX, p. 43.

[5] Séyed Ruhullah al-Musawi, Comentario de la Sura al-Fātiha, Prólogo. Traducción de Cristina Gómez y Ŷā‘far González.

http://www.islam-shia.org/biblioteca/libros/tafsirsura/textotafsirsura.htm

[6] Cf. Miguel Ángel Vega, Textos clásicos de la teoría de la traducción, p. 87. Ed. Cátedra, Madrid, 1994.

[7] La frase “Bismil lahir raĥmānir raĥim” (En el nombre de Al.lah, el Clementísimo, el Misericordiosísimo” con el que comienzan todos los capítulos del Corán, menos el noveno.

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