EL ISLAM Y LAS ESCUELAS ECONOMICAS

La economía occidental no es compatible con el mundo islámico

Por: Ayatollah Muhammad Baqir As-Sadr

Introducción

Si esto es el Islam, ¿no somos todos musulmanes?

GOETHE[1]

En este conflictivo mundo de grupos dominantes ubicados en dos campos separados, el capitalista y el socialista, en el que ambas partes están armadas hasta los dientes con bombas atómicas y misiles balísticos, el hombre de hoy día está en apuros, gimiendo bajo el gran peso del materialismo y el ateísmo. Confundido entre ambos extremos, dicho hombre busca ansiosamente una panacea para sus infortunios. En realidad, vino una panacea para la tambaleante humanidad hace 14 siglos, que realmente realzó la estatura y condición del hombre. Pero desde que las fuerzas materiales ejercieron el dominio, su significado se ha vuelto confuso y oscuro.

El período siguiente a la guerra mundial ha testimoniado un revivir y renacimiento del Islam como fuerza mundial. Los países musulmanes no solamente han recobrado su independencia política y mejorado en general su posición económica, sino que también han recibido un gran impulso las actividades intelectuales de los musulmanes. Estos están haciendo verdaderos esfuerzos para que se sienta su presencia en todos los campos de la ciencia y la literatura. Entre los escritores sobresalientes que han brillado en este período está el eminente nombre del Ayatullah Muhammad Baqir As-Sadr, quien ha escrito algunos excelentes y magníficos libros que serán fuente de inspiración para las generaciones venideras.

Esta obra, “El Islam y las escuelas económicas”, es una traducción del inglés al castellano de “al-Madrasah al-Islamiyah”, correspondiente al prefacio de su trabajo árabe más aclamado y voluminoso “Iqtisaduna” (“Nuestra economía”), en la que se ocupa de la economía islámica sin ser influenciado en lo más mínimo por las escuelas y pensadores occidentales. “Nuestra economía” es una verdadera contribución a la literatura islámica y un servicio al mundo musulmán. El valor de éste, su principal libro, puede juzgarse por el hecho de que incluso su prefacio, es decir, “El Islam y las escuelas económicas”, es tan instructivo y magnífico que da respuesta a casi todas las cuestiones que pueden surgir respecto a la economía islámica.

Hay varias cuestiones cruciales en este contexto. La principal es si realmente existe algo parecido a la economía islámica. Relacionado con ello está la cuestión de si las enseñanzas de la economía islámica constituyen una escuela económica o una ciencia económica. Si constituyen una escuela, ¿qué otras escuelas económicas existen y en qué es la islámica superior a ellas?

El versado autor ha explicado completamente tanto el capitalismo como el socialismo. Discutiendo el capitalismo como escuela económica, se ha ocupado de todos sus aspectos y rasgos relevantes tales como las llamadas cuatro tendencias materialistas liberales de este sistema y sus dañinos efectos. Nos hace conocer el hecho de que detrás del atractivo rostro visible del capitalismo existe verdaderamente una repugnante realidad de monopolio, explotación y esfuerzo por mantener a los pueblos más débiles bajo la hegemonía de los grandes poderes, presentándose como una suerte de neocolonialismo. Frente a esto el autor también trata al socialismo o comunismo como una escuela económica y evalúa por completo sus méritos y contradicciones. Contrariamente a la preeminencia del individuo en el capitalismo, en el socialismo se le da prominencia al estado, dentro de cuyas fauces es triturado el individuo.

En el sistema de la dictadura del proletariado el individuo se transforma en un espectador mudo y silencioso, estremeciéndose bajo el constante temor de arrestos repentinos, inmerecidos encierros, juicios ilegales, castigos injustos y a veces incluso la ejecución por un pelotón de fusilamiento. En contraste con estas dos escuelas económicas donde los factores de producción y distribución están tan artificialmente tratados, el Islam como escuela económica brinda un sistema económico equilibrado, dando gran importancia al bienestar y libertad del ser humano. Nuestro estimado autor ha citado profusamente los versículos coránicos en apoyo de sus puntos de vista, impactando de esa manera más profundamente.

Los rasgos más delicados y notables del libro están en que el autor en vez de excusarse, ser tímido o vacilante frente al llamado erudito pensamiento occidental, se muestra altamente confiado, serenó y convencido al plantear sus ideas. Ha desacreditado con tanto éxito el mito de la superioridad de la filosofía y pensamiento occidental, que para un espíritu imparcial se vuelve claro como un cristal el camino propio del Islam como ideología y escuela económica.

La economía occidental no es compatible con el mundo islámico

Todos los musulmanes del mundo hemos estado haciendo los mayores esfuerzos por lograr un cambio político y social que nos llevase a una mejor existencia y a una economía más próspera.

Nuestra experiencia en ese sentido ha demostrado que los musulmanes del mundo no pueden recobrar un camino o forma de imponerse a sus problemas y retraso económico a menos que adopten el sistema económico islámico.

Actualmente, todo el mundo está pasando momentos de gran tensión bajo el yugo de los dos sistemas políticos divergentes (los EE.UU. y la U.R.S.S.)[2], entrelazados y conectados a través de las armas nucleares, los mísiles balísticos y otros medios de destrucción. En estas circunstancias el Islam es el único camino de salvación para la humanidad. Es la única escuela de pensamiento divina que ha sobrevivido a las vicisitudes del tiempo.

Cuando los musulmanes fueron obnubilados por la cultura occidental, se impresionaron por la capacidad de los países occidentales en el manejo del mundo económico, social y cultural, en vez de mantener la firme creencia de la pureza y vigor de su propia misión para guiar el destino de la humanidad.

Dieron por supuesta la división convencional del mundo presentada por los países occidentales, quienes sobre la base de las potencialidades económicas e industriales lo dividieron en países “desarrollados” y “subdesarrollados”.

Evidentemente todos los estados musulmanes fueron puestos en la segunda categoría. De acuerdo a los países occidentales era necesario que los países “atrasados” aceptaran el liderazgo de los países “avanzados”, y al efecto de lograr el llamado “desarrollo”, deberían prepararse para seguir sus pasos en letra y espíritu.

El mundo musulmán, abarcando un grupo de países económicamente relegados, fue convencido de que sus problemas se debían a su retraso económico y a que los países occidentales económicamente avanzados estaban autorizados a dirigir al resto del mundo. Se hizo creer a los países musulmanes que la única manera de superar sus problemas y gozar del nivel de los estados avanzados era por medio de la panacea de adoptar como experiencia positiva y progresista el modelo de vida occidental y su sistema económico.

FASES DE SUBORDINACIÓN

El mundo musulmán ha sido dirigido por la experiencia occidental en tres fases sucesivas, siendo perceptibles todavía algunos aspectos de ellas.

1. Subordinación política

Los países occidentales avanzados pusieron a los pueblos atrasados bajo su directo gobierno y vigilancia.

2. Subordinación económica

Las potencias occidentales, a la vez que restringen la independencia política de los países musulmanes, trazaron planes para mantenerlos bajo su control económico con vistas a explotarlos y tener un acceso ilimitado a sus materias primas. Con el pretexto de resolver sus problemas económicos fueron invertidos capitales extranjeros en los países subdesarrollados, dando como resultado que los puestos claves en dichos países fueron ocupados por ellos.

3. Subordinación al sistema occidental

Los países musulmanes después de lograr su independencia política se esforzaron por asegurarse la independencia económica y transformarse en auto suficientes pero fracasaron en hacer el diagnóstico correcto de sus padecimientos económicos. No podían superar la confusión que los tenía enredados en las ideas dominantes occidentales, por lo que siguieron dirigiendo sus economías por medio de esos modelos.

Aunque en esos países había muchas opiniones diferentes respecto a la forma y modelo de sistema a ser adoptado, todos acordaban en la necesidad de seleccionar un sistema experimentado exitosamente por las potencias occidentales.

Esto muestra hasta qué grado fue afectado el mundo musulmán por el pensamiento occidental.

MODELOS DE LA ECONOMÍA OCCIDENTAL. SISTEMAS ENCONTRADOS EN EL MUNDO MUSULMÁN

El mundo musulmán ha adoptado en general los siguientes dos modelos del moderno sistema económico occidental:

a) sistema de libre empresa basado en el capitalismo;

b) economía dirigida basada en el socialismo.

Estos son los dos modelos bases del moderno sistema económico occidental. El importante tema que fue puesto en discusión en el mundo musulmán se refería a cuál de los dos modelos era más conveniente y beneficioso en general para los musulmanes para superar su retraso.

Al principio, para el desarrollo de su economía interior, el mundo musulmán se inclinó hacia el primer modelo, es decir, el sistema de libre empresa basado en el capitalismo. La razón era obvia: los países capitalistas fueron los primeros en penetrar en el mundo musulmán y establecerse allí.

Sin embargo, en el curso de su lucha contra el colonialismo y por la liberación, los musulmanes entendieron que el único sistema opuesto al económico capitalista era el sistema socialista. Desde entonces se desarrolló una nueva tendencia entre los musulmanes. Y con el propósito de hacer progresar sus economías algunos se inclinaron más por el otro sistema, es decir, el de “economía dirigida” basado en el socialismo.

La nueva tendencia resultaba del deseo de reconciliar su creencia en el liderazgo occidental y su antagonismo político con los países capitalistas. Por una parte creían en la necesidad de seguir un sistema social progresista, mientras que por otra parte aborrecían sentimentalmente al capitalismo porque estaba asociado con la explotación colonial contra la que estuvieron luchando. Por lo tanto prefirieron seguir el sistema socialista que resultaba precisamente una forma del sistema económico progresista occidental.

Se han enunciado argumentos tanto en favor de una forma como de la otra. Los sostenedores del sistema de libre empresa citan los inmensos progresos y avances hechos por el mundo capitalista que al seguir su política ha sido capaz de desarrollar sus industrias y elevar la producción a escala muy grande. Sostienen que si los países atrasados quieren lograr un rápido progreso y asegurarse los resultados deseados en un breve tiempo, deberían seguir el ejemplo de los países capitalistas occidentales.

Los sostenedores del socialismo o economía dirigida están de acuerdo en que ciertos países occidentales siguiendo la política del sistema de libre empresa han hecho inmensos progresos técnicos e industriales, pero insisten en que los países relegados de hoy día no pueden esperar el logro de los mismos resultados siguiendo ese sistema.

Argumentan que bajo el sistema de libre empresa los países atrasados tendrían que competir con las naciones más avanzadas de occidente. Obviamente, no es posible en absoluto para los países atrasados competir con las siempre crecientes y vastas potencialidades económicas de occidente.

Cuando los actuales países avanzados de Europa occidental comenzaron su progreso económico, no tuvieron que enfrentar ninguna rivalidad económica. En esa época las circunstancias eran ciertamente favorables para la adopción del sistema de libre empresa.

Por consiguiente, con el objeto de hacer rápidos progresos de una manera ordenada, era esencial para los países atrasados movilizar todos los recursos y seguir la política económica dirigida.

Los sostenedores de ambos sistemas censuran a los colonialistas por sus fracasos pero nunca piensan en otro modelo que reemplace a los dos mencionados, clásicos de la Europa moderna.

De cualquier manera, el hecho es que también existe un tercer sistema. Aunque actualmente está latente, ha estado siempre sin embargo en primer lugar en el pensamiento de la Comunidad Musulmana[3]. Se trata del sistema económico islámico.

SISTEMAS ECONÓMICOS OCCIDENTALES Y POSIBILIDADES DE ÉXITO EN EL MUNDO MUSULMÁN

Ahora nos proponemos ver hasta dónde pueden ser provechosos estos dos sistemas occidentales para combatir el retraso del mundo musulmán. Dejamos de lado su contenido intelectual y religioso (el de ambos sistemas), aunque para imponer su aplicación en persecución del progreso económico, es necesario tomar en consideración las características psicológicas e históricas del mundo musulmán.

No se puede esperar que tenga éxito cualquier sistema económico, sea capitalista o socialista, a menos que esté en armonía con los fundamentos y las aspiraciones históricas del pueblo donde se lo aplique.

Mientras hacemos un estudio comparativo de distintos sistemas económicos y evaluamos las posibilidades de éxito en el mundo musulmán, dicho factor básico debería ser tenido siempre en cuenta, porque la obra estructurada por un gobierno no es suficiente para asegurar el desarrollo económico. La lucha contra el retraso solamente puede tener éxito con la activa cooperación y apoyo de todo el pueblo.

La claridad y entusiasmo inherente a una sociedad se exhibe en su propio desarrollo y voluntad de progreso. Sin dicho desarrollo no hay posibilidad de ejecutar planes económicos exitosos y por consiguiente tanto el desarrollo material como espiritual de los musulmanes deben ir unidos, tomados de la mano. Incluso la experiencia de la Europa moderna brinda testimonios de esta verdad histórica. Los dos sistemas económicos llevaron a un desarrollo material extraordinario a los pueblos de Europa, en armonía con sus aspiraciones y aptitudes.

Por lo tanto, cuando queremos elegir un sistema para el desarrollo económico del mundo musulmán deberíamos tener en cuenta los sentimientos y la disposición mental de los musulmanes como así también sus tradiciones y problemas especiales, debiendo elegirse a la luz de todo ello el sistema que pueda infundirles una nueva vida e impelerles a activar todas sus energías para combatir su subdesarrollo.

Muchos economistas al ocuparse de las economías de países retrasados han cometido un gran desatino al sugerir un sistema occidental para el desarrollo de los mismos, sin considerar si el sistema en cuestión era apropiado o no a las particularidades de los países involucrados.

Por ejemplo, los musulmanes expresan un sentimiento de hostilidad frente a los colonialistas, que tomó cuerpo como resultado de su dolorosa historia y lucha por la independencia. Por ello miran con recelo todos los criterios occidentales y desconfían de todos los sistemas que llevaron hacia la degradación de las condiciones económicas y sociales a los países coloniales.

En resumen, los musulmanes como conjunto se han vuelto tan susceptibles a todos los sistemas occidentales que incluso un sistema occidental sano, sensato, libre de todas las corrupciones coloniales, no puede animarles a que lo adopten para combatir su subdesarrollo.

Como las normas coloniales han condicionado la actitud mental del pueblo musulmán, éste ha optado por mantenerse alejado de cualquier doctrina o sistema asociado al colonialismo, considerando necesario basar su resurgimiento social en un sistema social no asociado a los poderes coloniales.

A esto se debe que ciertos países musulmanes a fin de mantener una doctrina política diferente de la colonial adoptaron el nacionalismo como filosofía, convirtiéndolo en la base de su organización social y cultural. Olvidan que el nacionalismo no significa más que una atadura o compromiso histórico y cultural. Ni es una filosofía con sus principios y leyes ni es una doctrina con sus fundamentos correspondientes. Por naturaleza el nacionalismo es neutral frente a todas las escuelas de pensamiento religiosas, filosóficas y sociales. Se requiere un punto de vista preciso de acuerdo con una filosofía definida para formar la base de una organización social y cultural.

Parece que muchos movimientos nacionalistas comprueban que el nacionalismo es una manera informe de pensamiento, que abarcando todo, necesita un sistema filosófico y social para obtener una forma definida. Por ello, para darle alguna forma a su nacionalismo y al mismo tiempo mantenerlo diferenciado del sistema occidental, le dieron color nacionalista a uno de los sistemas sociales extranjeros.

Esto también vale para el nacionalismo árabe. Los árabes sabían que el nacionalismo solamente no era suficiente. No era completo por sí mismo y necesitaba de un sistema. Por lo tanto proclamaron el socialismo como su sistema, dentro de la estructura del arabismo o nacionalismo árabe. De esta manera intentaron atraerse a quienes estaban sentimentalmente contra todas las doctrinas o filosofías con etiquetas occidentales al tiempo que combinando socialismo con arabismo intentaban disimular la realidad colonial visible en los criterios históricos e intelectuales del socialismo. El arabismo solamente significa compartir un idioma común, una cultura común, la misma sangre o la misma raza. No se puede esperar razonablemente transformar la filosofía de la organización social. El único efecto perceptible de la introducción del nacionalismo árabe es que no resulta reconciliable con esa parte del socialismo que se opone a los sentimientos tradicionales de los árabes, que se suponen no modificables de la noche a la mañana, como ser sus tendencias espirituales y su fe en Dios.

Así, la sacralidad del nacionalismo árabe no infunde un nuevo espíritu al socialismo y no lo convierte en una doctrina diferente a la de los países colonialistas. La etiqueta de arabismo solamente significa ciertas excepciones que pueden ser momentáneas. Las excepciones no pueden cambiar la naturaleza y el contenido de ninguna doctrina. El exponente de socialismo árabe no puede indicar ninguna diferencia material entre el socialismo árabe, el socialismo iraní y el socialismo turco y no puede explicar cómo un socialismo encuadrado en la estructura de un nacionalismo particular se vuelve diferente a otros socialismos.

La realidad es que su naturaleza no cambia con el cambio de marco, denotando esto solamente ciertas excepciones, sin constituir una diferencia básica en su naturaleza. Después de todo, todos los pueblos tienen sus propias tradiciones y diferencias.

Aunque los exponentes del socialismo árabe han sido incapaces de dar un nuevo sentido al socialismo por medio de su accionar, han dejado muy claro el hecho de que debido a sus sentimientos anticolonialistas el renacimiento de la Comunidad Musulmana solamente es posible sobre la base de un sistema no relacionado con los países colonialistas.

Desde el punto de vista musulmán todos los sistemas económicos occidentales, cualquiera sean sus formas, están estrechamente relacionados a los colonialistas occidentales. Solamente el sistema islámico que está profundamente enraizado en la historia islámica y es un símbolo de la dignidad musulmana, se encuentra libre de la influencia colonial.

Los musulmanes son conscientes del hecho de que solamente el Islam establece su identidad histórica y que es la clave para su perdida dignidad y prestigio. Esta consciencia puede ser un gran factor en su lucha contra el retraso. Si adoptan el sistema islámico y marchan siguiendo la línea prescripta al respecto, seguramente alcanzarán un éxito maravilloso.

CONTRADICCIONES ENTRE LOS SISTEMAS OCCIDENTALES Y LA CREENCIA ISLÁMICA

Además de la aversión de la Comunidad Musulmana al colonialismo y a todos los sistemas relacionados a él, hay otra dificultad mayor para aplicar los sistemas occidentales al mundo musulmán. Existe un conflicto entre estos dos sistemas y la creencia religiosa islámica, que representa una fuerza fundamental para los musulmanes.

No queremos discutir aquí dicho conflicto comparando el punto de vista religioso con el particular punto de vista de esos sistemas y esforzarnos por demostrar la superioridad del primero sobre el último (en otras palabras, no buscamos discutir este conflicto desde el punto de vista religioso). Por otra parte, sólo deseamos echar luz sobre la contrariedad existente entre los sistemas europeos y la creencia religiosa que representa una fuerza para los musulmanes (sin hacer ninguna evaluación), porque esta fuerza, reducida tanto como la podamos suponer debido a los planes colonialistas, todavía ejerce una gran influencia sobre la conducta del hombre y la manifestación de sus sentimientos. Y como hemos señalado antes, las actividades para el desarrollo económico no se confinan a las emprendidas por el gobierno y el sistema legislativo, sino que también la población tiene un gran rol a jugar y es necesario que todos participen de esas actividades.

Obviamente, si los musulmanes encuentran algo conflictivo entre un sistema prescripto para su desarrollo económico y la doctrina de la que están orgullosos y respetan, evitarán tener una participación activa en las tareas desplegadas bajo un sistema considerado por ellos como irreligioso.

En contraste, el sistema islámico no presentará tales complicaciones y si es puesto en vigor también será construido sobre una plataforma religiosa, porque estará fundamentado en mandamientos religiosos que ordenan el respeto entre todos los musulmanes que creen sinceramente que el Islam es una ideología divina revelada a Muhammad, el último Profeta (la Bendición y la paz sean con él y su Descendencia).

No es necesario decir que el éxito de cualquier sistema diseñado para organizar la vida social en gran escala, depende de la consideración dada a sus órdenes o instrucciones.

Supongamos que alguien mientras planifica la puesta en vigor de los sistemas occidentales en el mundo musulmán tiene éxito en la destrucción de la creencia musulmana y las fuerzas que la protegen. Incluso entonces, no sería posible hacer desaparecer toda la estructura sobre cuya base la creencia islámica ha contribuido a la formación de la disposición mental de todos los musulmanes del mundo durante los pasados catorce siglos. Por lo tanto, incluso la destrucción de la ideología islámica no puede preparar el camino para instalar exitosamente los sistemas occidentales en el mundo musulmán.

La realidad es que las cualidades morales y espirituales cultivadas en el mundo musulmán son realmente diferentes a las existentes en occidente. Estas últimas por supuesto, están en consonancia con la cultura occidental y de ese modo han contribuido al éxito del sistema económico occidental.

Los valores morales del Islam y de occidente son básicamente diferentes. El carácter de un hombre occidental está tanto en armonía con su sistema económico como el carácter de un musulmán es incongruente con el mismo. Este carácter musulmán está tan profundamente enraizado que no es posible suprimirlo, incluso siendo débil la creencia religiosa.

Al introducir cualquier sistema particular en un país, resulta tan necesario tener en cuenta el carácter y aptitud de su pueblo como considerar los recursos materiales de la nación.

El hombre occidental es materialista. Mira a la tierra y no a los cielos. Incluso el cristianismo, al que ha abrazado hace cientos de años, ha fracasado en cambiar su perspectiva. El hombre occidental en vez de centrar su atención en el cielo abatió al Dios del cristianismo encarnándolo en un ser terrenal. Su intento por establecer el origen del hombre en la especie animal, su interpretación de la humanidad sobre la base de cambios en la tierra y en la atmósfera y sus investigaciones científicas para interpretar el comportamiento humano sobre la base del consumo y la producción, provienen de la misma perspectiva moral por la que abate a Dios sobre la tierra.

El concentrar su atención sobre la tierra ha inducido al hombre a evaluar la materia, la riqueza y la propiedad de una manera que se conforme a su propia perspectiva, lo que lo ha influenciado a lo largo de su historia y ha dado lugar al surgimiento de las escuelas existencialistas y pragmáticas que forman la infraestructura de la filosofía moral de occidente y la mentalidad de su gente.

La peculiar actitud mental del hombre occidental frente a la materia, la riqueza y la propiedad, ha jugado un gran rol en atizar su potencial para organizar actividades de explotación de una manera particular. Ha creado en él una insaciable urgencia por explotar la materia prima y usarla en su conveniencia.

Dada la debilidad de su relación con Dios, el hombre occidental descartó la doctrina de la soberanía divina y rechazó toda limitación impuesta desde afuera. Se volvió mentalmente dispuesto al egoísmo y a sentirse inmune a todo efecto negativo. Este estado mental se transformó gradualmente en algo tan dominante, que asumió la forma de una filosofía conocida en la historia de los países occidentales modernos como existencialismo[4], una engañosa expresión filosófica que atrapó la imaginación creadora de occidente.

Los sentimientos de libertad e individualismo que son los característicos del hombre occidental, han contribuido mucho al éxito de la economía libre en occidente. Incluso cuando apareció la economía socialista se intentó también utilizar el mismo sentimiento, aunque de manera menos visible, al punto que el individualismo personal fue reemplazado por el individualismo de clase.

Todos sabemos que en el oeste esa conciencia de inmunidad o libertad para hacer cualquier cosa fue motivo de la desaparición de la responsabilidad moral. De haber existido esta responsabilidad, los esfuerzos y actividades de los occidentales hubieran tomado un rumbo diferente.

Esa conciencia de inmunidad o libertad llevó la atención del hombre occidental al concepto de competición, dado que todos suponían que gozaban de una libertad irrestricta. Pero en caso de choque de intereses, la libertad de un individuo quedaba restringida por las libertades de otros. De esta manera uno podía gozar de una completa libertad solamente a costa de otros. El concepto de competición al igual que otros conceptos manifestados en los campos filosófico, político, económico, social y cultural, dio lugar a la aparición de una ley natural de lucha por la existencia entre los seres vivientes y tomó cuerpo en la ley social de lucha de clases y la teoría filosófica de la interpretación dialéctica del mundo sobre la base del proceso de tesis, antítesis y síntesis. Todos estos intentos, aunque tienen etiqueta de científicos y filosóficos, apuntan solamente hacia una verdad general, es decir, el extremo sentido de competitividad del hombre moderno.

La competitividad ha jugado un rol importante en guiar la economía y la incesante actividad dirigida al desarrollo en los países occidentales, tanto a nivel de individuos como de clases. A nivel individual ha resultado en una dolorosa e ilimitada rivalidad entre las firmas comerciales y las organizaciones industriales, sobre la base de la economía libre. A nivel de clase ha proporcionado el ímpetu a las sociedades revolucionarias para el desarrollo de todo tipo de actividades productivas y la movilización de todos los recursos dirigidos al crecimiento económico.

Esta es la conducta moral de occidente en cuanto concierne a la economía y bajo estas condiciones la economía occidental creció y se desarrolló.

Esta conducta moral es completamente diferente a la históricamente practicada por el mundo musulmán, inspirada en las enseñanzas religiosas.

El hombre oriental que vive en los países musulmanes ha estado por largo tiempo guiado y educado religiosamente. Naturalmente, el mundo metafísico ocupa y atrae su atención en primer lugar y mira al cielo antes de mirar a la tierra.

La extrema ligazón de los musulmanes con las cuestiones metafísicas más que con las físicas, los ha empujado, de acuerdo a su propia valoración, a prestar más atención a los aspectos intelectuales que a los físicos.

Es debido a esta actitud mental que los musulmanes no quedarían tan fascinados por el hechizo del progreso material. Siempre que un musulmán percibe alguna contradicción entre sus intereses materiales y espirituales, adopta a menudo una actitud negativa hacia los intereses materiales que algunas veces culmina en la resignación, otras veces en la autosatisfacción y en otros casos en el simple aletargamiento.

Debido a su creencia en lo “invisible”, el musulmán percibe que está siendo observado y supervisado por la fuerza sobrenatural. A esto se debe que el musulmán piadoso en sus súplicas someta sus problemas a Dios. El musulmán es comúnmente guiado por su conciencia. Obtiene alivio o solaz de su intuición. En todo caso su creencia lo refrena de ese tipo de libertad moral y personal propia del occidental conocida como liberalismo.

Desde el punto de vista moral, esta limitación interior es en interés de la sociedad en que vive el musulmán. En vez de tener un sentimiento de competición y contradicción como el occidental, se siente estrechamente ligado y en armonía con su sociedad. La universalidad de la misión del Islam le da incluso una mayor dimensión a sus ideas sobre la armonía y las relaciones sociales. Al ser dirigido el mensaje del Islam a toda la humanidad, el musulmán se siente un miembro de la sociedad universal.

Si esta conciencia hubiera sido utilizada como un factor básico en la construcción de la infraestructura del sistema económico en el mundo musulmán, podría haber resultado una gran fuerza motivadora, de la misma manera como la compatibilidad entre la conducta moral y económica del occidental ha contribuido al éxito de su sistema económico.

La preocupación de los musulmanes con lo espiritual puede crear en ellos algunas veces una actitud negativa respecto a las cuestiones seculares y puede llevarlos a la resignación, a la alegre aceptación o al letargo.

Sin embargo, si los principios espirituales son aplicados a las cuestiones seculares y los dones de la naturaleza son utilizados con un espíritu de afecto, la espiritualidad puede tornarse en una fuerza motivante para el logro de los más altos grados de desarrollo económico, a la vez que de esta manera existiría completa armonía entre los sentimientos íntimos de los musulmanes y sus esfuerzos positivos, no debiendo haber por lo tanto ninguna razón para que adoptasen una actitud negativa o se sientan intranquilos o incómodos como esos musulmanes negligentes con sus obligaciones religiosas, que les da lo mismo una economía basada en el capitalismo o en el socialismo.

El concepto de limitación interior y control supranatural no permite a los musulmanes pensar sobre la libertad como los occidentales. Por el contrario, les ayuda a superar los problemas causados por la economía libre y les posibilita desplegar un sistema alternativo en consonancia con su conducta moral basada precisamente en el concepto del control supranatural.

El sentido de homogeneidad entre los musulmanes también puede ayudar a la Comunidad Musulmana en su lucha contra el retraso a condición de que esta lucha se lleve a cabo con fervor religioso, en el espíritu del Yihád (el combate o lucha por la Causa de Dios), para la protección y consolidación de la comunidad. El Santo Corán dice:

“Aprestaos de cuanto dispongáis, de armas y caballería, para intimidar con ello al enemigo de Dios y el vuestro, y también a otros que no conocéis, pero que Dios bien conoce. Todo cuanto invirtáis en la causa de Dios os será satisfecho con creces y no seréis defraudados.” (8:60)

La provisión de fuerza incluye también la económica, que se mide por el volumen de producción, siendo de la mayor importancia para la preservación de la entidad y soberanía de la Comunidad Musulmana.

EL ÚNICO SISTEMA QUE PUEDE TENER ÉXITO EN EL MUNDO MUSULMÁN

El párrafo anterior deja muy claro la importancia de la economía islámica. Como sistema económico puede valerse completamente de los hábitos y juicios morales de los musulmanes y tornarlos en una gran motivación y fuerza constructiva con el propósito de organizar la economía y la vida económica en base a lineamientos correctos y para lograr el crecimiento económico.

Esto solamente es posible si adoptamos el sistema islámico porque ningún otro sistema es compatible con la sicología y la historia del mundo musulmán.

Algunos estudiosos europeos han admitido que el sistema económico occidental no es congruente con el carácter del mundo musulmán. Como ejemplo podemos citar a Jacques Austervi, quien ha admitido esta realidad en su libro “Desarrollo económico”, aunque no ha conseguido describir las razones y circunstancias lógicas que dieron nacimiento a los sistemas morales islámico y occidental, arribando consecuentemente a algunas conclusiones erróneas.

En este contexto no tenemos intención de detenemos en lo que ha dicho. Por el momento es suficiente señalar que la preocupación de los musulmanes con las cuestiones espirituales no significa que crean en la predestinación y sean incapaces de emprender actividades creativas. Su atención a Dios es en consideración del principio de regencia del hombre sobre la tierra.

No estamos enterados de ninguna concepción más firme y mejor que la de “jiláfah iláhiiah” (regencia o representación de Dios), que enfatiza la fuerza o virtud del hombre reconociéndolo como regente de Dios (en el mundo) y como tal gobernante absoluto sobre la tierra. El concepto de regencia que implica el sentido de delegación de facultades y responsabilidades, niega totalmente el concepto de fatalismo.

La responsabilidad no tiene ningún sentido sin la libertad y el sentido consciente de nuestra voluntad. Si el hombre no tiene participación alguna en la marcha de los sucesos históricos y sociales, ¿cómo puede ser el representante de Dios en la tierra? Por esto es que decimos que la aplicación de los principios espirituales a las cuestiones seculares pondrá en plena acción la energía y potencial de los musulmanes.

Por el contrario, si las cuestiones temporales y espirituales se mantienen separadas, como sucede en la política occidental, la regencia no tendrá ningún sentido. En ese caso la actitud de los musulmanes será naturalmente de indiferencia y negativa.

La actitud negativa de los musulmanes no es producto de su espiritualidad. Proviene de la separación de las cuestiones temporales de las espirituales, ya que al mantenerlas en compartimentos separados y estancos, destruye la fuerza motivante de la perspectiva islámica y lleva a los musulmanes a pensar que los sistemas temporales son totalmente incompatibles con su visión espiritual.

Por lo tanto, profesar el Islam, teniendo en cuenta todos los aspectos humanos, permitirá a los musulmanes organizarse en todos los sentidos de la vida, incluyendo tanto el espiritual como el social sobre los mismos fundamentos. Solamente el Islam atiende a ambos aspectos de la vida humana mientras que todos los otros sistemas se confinan solamente a los aspectos económicos y sociales.

Por consiguiente, si organizamos nuestra vida económica en base al sistema islámico no significa que estemos pensando en confinar nuestra atención solamente a su aspecto espiritual. Al no haber ningún otro fundamento más que el islámico para organizar la vida humana sobre lineamientos correctos, nuestro deber es organizar ambos aspectos de la vida, tanto el social como el espiritual, sobre sus bases. Desde el punto de vista islámico estos dos aspectos no son heterogéneos sino que están interconectados Y por ello mismo se deberá organizarlos sobre el mismo fundamento.

Extraído del libro EL ISLAM Y LAS ESCUELAS ECONOMICAS

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[1] Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832). Escritor y poeta alemán, autor del célebre drama Fausto, Los sufrimientos del joven Werther, etc. Fue el literato Johann Gottfried Herder (1744-1803) quien le abrió a Goethe ese mundo incomparable del Islam, de donde el lírico nacido en Frankfurt del Main recibió un nutritivo caudal místico. Para Herder, no era Mahoma (Muhammad —Bendición y Paz sean con él y su Descendencia—) el impostor que pretendían los “ilustrados” europeos, sino un hombre extraordinario y el representante de la religión natural. Inspirado hondamente en esta temática, Goethe publicó en 1773 su poema Mahoma, en el que incluye como personajes al Santo Profeta del Islam, a su yerno y sucesor Alí ibn Abi Talib, Y a su hija Fátima. Para la construcción de esta obra utilizó Goethe como fuentes el libro de Gagnier La vie de Mahomet (Amsterdam, 1732), y la tragedia de Voltaire (1694-1778) Mahoma o el fanatismo (París, 1741). Ya antes de esta realización, en junio de 1772, le escribe Goethe a Herder desde Wetzlar: “Siéntome tentado a pedirle a Dios como Moisés en el Corán... Señor, hazme espacio en mi menguado pecho.” Goethe no perdió nunca el interés por el Islam y los musulmanes. Prueba de ello es su extenso y polifacético Diván de occidente y oriente, en el cual reconoce y exalta la sabiduría coránica y a poetas musulmanes como Yalaluddín Rumí (Molaví), Hafiz, Firdusi y Saadi. Ver Johann W. Goethe, Obras Completas, tomos 1 y 3, Editorial Aguilar, Madrid, 1987. (Nota del Editor)

[2] Tener en cuenta que este libro fue escrito antes de la caída y desaparición del bloque comunista soviético.

[3] A partir del triunfo de la Revolución Islámica del Irán, 11 de febrero de 1979, el Islam ha conocido un nuevo resurgimiento en los pueblos musulmanes del mundo que han recibido el eco de ese extraordinario movimiento en que un pueblo se sacudió el yugo de siglos e implantó nuevamente el sistema islámico de vida, religioso, político y económico.

[4] La difusión del término “existencialismo” se debe principalmente al filósofo y escritor francés Jean Paul Sartre (1905-1980). En 1943, en “El ser y la nada”, expuso los principios de su filosofía existencialista, íntimamente relacionada con la del alemán Martin Heidegger (1889-1976). En 1938, en su novela “La náusea”, había ya sintetizado su teoría en este párrafo: “La existencia es fundamentalmente absurda, sin razón alguna, y su revelación nos produce una impresión de ahogo especial que es la náusea”. Con Sartre y su mujer, la escritora Simone de Beauvoir (apologista del amoralismo), la filosofía occidental llegó, en su milenaria decadencia, a un callejón sin salida. (Nota del Editor)

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