Civilización del Islam

LITERATURA

Por: Ricardo H. S. Elía

«Un hombre que es noble no pretende serlo, del mismo modo que un individuo elocuente no finge elocuencia. Cuando un hombre exagera sus cualidades es porque en sí mismo carece de algo; el prepotente se da aires porque tiene conciencia de su debilidad. El orgullo es repulsivo en todos los hombres… es peor que la crueldad, que es el peor de los pecados, y la humildad es mejor que la clemencia, que es la mejor de las acciones buenas» (‘The Life and Works of Jahiz’, Londres, 1969, p. 233).

Al-Yahiz

El Generoso Corán, primer monumento literario de la lengua árabe clásica, es un modelo inagotable, y ello se debe tanto a su carácter sagrado como a la perfección literaria que ostenta.

El cultivo literario de la lengua árabe fue promovido desde un principio por sabios y escritores musulmanes, con independencia de su origen étnico o religioso. El florecimiento de la literatura islámica tuvo lugar durante la edad de oro abbasí (750-1055). En sus orígenes, la prosa árabe resultó estimulada por la traducción de escritos de todas las materias. La producción escrita surgió en ciertos grupos sociales de la nueva sociedad urbana y arabizada del Islam clásico: los secretarios (katib, pl. Kuttâb) de las cancillerías califales (divanes) —muchos de los cuales eran persas— y los grandes mercaderes, que gustaban de consignar por escrito o dictar sus viajes y aventuras (cfr. G.R. Smith: Arabic Literature to the End of the Umayyad Period, Cambridge University Press, Cambridge, 1983).

La palabra árabe para literatura es adab (que puede también significar “comportamiento correcto, “educación” y “buenos modales”), cuya finalidad era transmitir el saber en una forma inteligible y virtuosa de acuerdo a las normas de la Sunna o tradición del Profeta Muhammad.

Uno de los primeros cultivadores de este género fue el katib persa Abdullah Ibn al-Muqaffa (714-759), figura de primer rango en la historia de la literatura islámica. Su obra principal es Kalila ua Dimna,Calila y Dimna, traducción y adaptación del persa de una fábula hindú, «El libro de Bidpay», célebre por su contenido didáctico, moral y político que inspiraría en mayor o menor medida a autores como Ramon Llull, Juan Ruiz, conocido como “el Arcipreste de Hita”, Giovanni Boccaccio y Jean de La Fontaine (Véase la versión traducida por el profesor Ahmed Abboud, Editorial Arábigo-Argentina “El Nilo”, Buenos Aires, 1948).

En los siglos IX y X, surgieron humanistas y escritores especializados en el adab; en todos ellos se hizo visible un racionalismo que se inspiraba en los textos helenísticos. Entre los dignos de mención figura el filólogo Ibn Duraid al-Azdi (837-933) que compiló un gigantesco diccionario de la lengua árabe, el Yamharat al-lughah, y Abu Hayyán al-Tauhidi (m. 1023); ambos pertenecen a la misma tradición.

Al-Yahiz

El más grande de estos escritores fue Abu Uzmán Amr Ibn Bahr al-Fukaimi al-Basri (776-868), más comúnmente conocido por al-Yahiz, mero mote descriptivo del defecto físico que le aquejaba: una acusadísima exoftalmía de los globulos oculares, prominentes y saltones, le confería un aspecto desagradable que había de granjearle no sólo apodos y chistes, sino también fracasos personales, como ser rechazado del servicio del califa abbasí al-Mutauakkil (822-861), quien decidió no nombrarle preceptor de sus hijos, aunque en esto último tal vez intervinieran factores de otra índole.

Escribió sin cesar todas las materias y disciplinas: teología, historia natural, poesía, geografía, con una notable fecundidad, que no vendrían a interrumpir las frecuentes revoluciones y alzamientos. A pesar de ser favorito de la corte y estar a las órdenes del califa al-Ma’mún (786-833), al-Yahiz no tenía grandes simpatías por la facción en el poder, reaccionaria y perversa. Ello no ha de extrañarnos, pues este pensador fue un innovador, perteneciente a la escuela de los mutazilíes, que eran religiosos racionalistas y rehusaban someterse a la ortodoxia de la corte califal. Sus obras son numerosas y nos limitaremos a exponer las dos más famosas.

   En el Kitab al-haiauán (Libro de los animales) resume una verdadera antología sobre 350 clases de animales con disgresiones metafísicas, teológicas, o costumbristas. Las citas poéticas o los comentarios sirven de trasfondo al objetivo del trabajo: a través de la Creación y sus maravillas se prueba la presencia del Creador, yendo paralela la apologética del Islam a la refutación de las otras religiones o de los materialistas y ateos.

El Kitab al-bujalá o Libro de los Avaros (traducido por el profesor Serafín Fanjul, Libertarias, Madrid, 1992), no es, pues, un tratado sobre la avaricia, sino más bien una antología de anécdotas, recuerdos, citas pintorescas y reflexiones juveniles. En esta obra al-Yahiz se nos revela como un precursor de Francisco de Quevedo (1580-1645) y de Michel Eyquem de Montaigne (1533-1592) en la sonrisa: «En este libro encontrarás tres cosas: argumentos originales, sutiles astucias y divertidas anécdotas». También nos señala el escritor nacido y muerto en Basora: «La risa y la broma tienen ambas una medida y un justo término; cuando se los rebasa se incurre en la frivolidad, pero cuando no se les alcanza se carece del debido equilibrio». De al-Yahiz dice al-Mas’udi (ver aparte): «Cuando teme aburrir al lector, pasa de lo serio a la broma, de una sabiduría a una elegante originalidad».

Al-Yahiz fue un cultivador de la sincera amistad, el respeto humano, la curiosidad, la fina literatura y la tolerancia. En todo caso, hemos de compadecer a los hijos de al-Mutauakkil, que no pudieron gozar de las enseñanzas de tan amable humanista.

Ibn Qutaibah

El polígrafo Abu Muhammad Abdallah Ibn Muslim ad-Dinawari Ibn Qutaibah nació en Kufa en 828 y falleció en Bagdad en 889. Fue juez islámico en Dinawar (851-870) y maestro en Bagdad (desde 871). Escritor de adab por excelencia, y renombrado teólogo, es autor de célebres trabajos realizados con una prosa de estilo notable por su simplicidad: Kitab adab al-katib (Libro de la ética del secretario), compendio del árabe y vocabulario para la formación filológica del «secretario» (ed. Max Grünnert, Leiden, 1900), Kitab al shi’r wa-l-shu’ara «Libro de la poesía y de los poetas» (ed. M.J. de Goeje, Leiden, 1904), Tawil mushkil al-Qur’an «Exégesis de los problemas coránicos» (ed. Al-Sayyid Ahmad Saqr, El Cairo, 1348 H.), y Uiún al-ajbar «Las fuentes de las narraciones» (4 vols., El Cairo, 1925-1930).

Ibn al-Nadim

Abu-l Faray Muhammad Ibn Abi Ya’qub an-Nadim al-Bagdadi (936-c.995/998), llamado al-Warráq (el Librero) nació en Bagdad como lo indica su nisba. Es el autor del famoso Kitab al-Fihrist (El Libro de los índices), obra única en su género de la literatura árabe que data del año 988. Ésta es una relación de libros de los que la mayor parte se han perdido debido, principalmente, a las destrucciones de las bibliotecas de Bagdad por parte de los mogoles de Hulagú (siglo XIII) y Tamerlán (siglo XIV). Ibn al-Nadim también redactó el Fihrist kutub al-Shí’a (Catálogo de las obras sobre el shiísmo). Véase B. Dodge: The Fihrist of al-Nadim, 2 vols., Nueva York, 1970. Tuvo como maestros a al-Sirafi y al filósofo Abu Suleiman al-Mantiki.

Ibn Hazm

Los distintos analistas e investigadores no dejan de señalar que el más grande literato musulmán de todos los tiempos fue el polígrafo andalusí Abu Muhammad Alí Ibn Ahmad Ibn Sa’id Ibn Hazm, nacido en el seno de una familia de muladíes (hispanogodos conversos al Islam) de Córdoba en 994. Su vida conoció tres distintos períodos: el primero, desde su nacimiento al golpe de estado cordobés, en 1009, creció a la sombra de la corte, donde su padre Ahmad era visir de Almanzor; el segundo, sufrió y se implicó en los quebrantos de la guerra civil, entre 1009 y 1031, procurando con sus acciones (peleó contra los ziríes y fue hecho prisionero en 1018 en la batalla de Granada) y sus escritos defender a los omeyas; y el tercero, ya en la declarada fragmentación de al-Ándalus en múltiples y anárquicos reinos de taifas (del árabe, «bandería», «grupo», «facción») sin aquel califato de Córdoba que, para el corazón y la mente de Ibn Hazm, centraba el esquema del orden, del único admisible, y que vio abolir, sin poder hacer nada, entre 1031 y su muerte, en Montija, Huelva, en 1064.

Convertido en un inquebrantable defensor de los principios del Islam, recorría los reinos de taifas, entreverándose en coléricas disputas, como las que consta mantuvo en Córdoba, Talavera, Almería y, sobre todo, en la isla de Mallorca.

También arremetió contra el abbadí al-Mutadid, régulo de la taifa de Sevilla entre 1042-1069. Este hipócrita y cruel reyezuelo se enojó muchísimo con las críticas con que lo apostrofó el polígrafo cordobés y ordenó hacer una hoguera con los libros de Abu Muhammad Alí. Fue entonces cuando Ibn Hazm compuso aquellos famosos versos, citados por el escritor oriundo del arrabal cordobés de Saqunda y radicado en Sevilla, al-Saqundi (m. 1231), en su Risala fi fadl al-Andalus, traducido por Emilio García Gómez con el título «Elogio del Islam español»:

«Dejaos de quemar pergaminos y vitelas,

y hablad de cosas de ciencia para que vea

la gente quién es el que sabe...

Aunque queméis el papel, no quemaréis

lo que el papel encierra; antes bien,

quedará guardado en mi pecho».

   Siempre demostró su orgullo de ser andalusí: «¡Vete en mala hora, oh perla de la China! Me basta a mí con mi rubí de al-Andalus». Y escribió incluso estas palabras sorprendentes: «Mi Oriente es Occidente».

Ibn Hazm realizó interesantísimos estudios sobre las religiones, sectas y escuelas y tuvo frecuentes debates con sabios judíos y cristianos sobre la Biblia y el monoteísmo (cfr. Camilla Adang: Muslim Writers on Judaism and the Hebrew Bible. From Ibn Rabban to Ibn Hazm, Leiden, 1996).

Se le atribuyen 400 composiciones, unas 80.000 páginas, no todas conservadas, y sobre muy variados temas: jurídicos (Kitab al-ihkam fi usul al-ahkam”Libro de los principios de los fundamentos jurídicos”), teológicos (Kitab al-fisal wa-l-nihal “Libro de las soluciones divinas”), filosóficos (Kitab al-ajlaq wa-l-sir, Libro de los caracteres de la conducta), científicos (Kitab fi maratib al-ulum, Libro sobre la clasificación de las ciencias), históricos y sociológicos (Risala fi fadl al-Andalus, Tratado sobre la excelencia de al-Ándalus).

Su obra maestra, sin embargo, es un tratado sobre el amor, Tauq al-hamama «El collar de la paloma», traducido y comentado por el eminente islamólogo español Emilio García Gómez (1905-1995) y publicado por Alianza Editorial (Madrid, 1979). Esta obra magnífica consta de treinta capítulos donde se detallan y analizan todas las manifestaciones del amor: desde el profesado al Creador hasta el que se experimenta por los placeres inmundos. En el Capítulo VI declara Ibn Hazm que el amor es uno, y la verdadera religión es una, y por lo tanto no es posible amar a dos personas diferentes:

«Miente de juro quien pretende amar a dos,

como mintió Manes en sus principios.

No hay sitio en el corazón para dos amados,

ni lo que sigue a lo primero es siempre lo segundo.

Igual que la razón es una, y no conoce

otro Creador que el Unico, el Clemente,

uno es también el corazón y no ama

más que a uno, esté lejos o esté cerca.

Quien no es así, es suspecto en ley de amor

y está distante de la verdadera fe.

La religión no es más que una, la recta

y el que tiene dos religiones es infiel».

Véase Roger Arnaldez: Grammaire et théologie chez Ibn Hazm de Cordue, J. Vrin, París, 1981; Ramón Mujica Pinilla: El collar de la paloma del alma. Amor sagrado y amor profano en la enseñanza de Ibn Hazm y de Ibn Arabi, Hiperión, Madrid, 1990.

Del libro CIVILIZACION DEL ISLAM; Edición Elhame Shargh

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