Los ancestros y ascendientes del profeta Muhammad (Mahoma) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

Los siguientes son los ancestros del Profeta:

 

 

1.- Muhammad (B.P.)

2.- hijo de Abdullah

3.- hijo de Abdul-Muttalib

4.- hijo de Hashim

5.- hijo de Abd Manaf

6.- hijo de Cusaí

7.- hijo de Kiláb

8.- hijo de Murrah

9.- hijo de Ka‘b

10.- hijo de Lu'aí

11.- hijo de Gálib

12.- hijo de Fihr (Quraish)

13.- hijo de Malik

14.- hijo de An-Nadr

15.- hijo de Kinanah

16.- hijo de Juzaimah

17.- hijo de Mudrikah

18.- hijo de Ilías

19.- hijo de Mudar

20.- hijo de Nizar

21.- hijo de Madd

22.- hijo de Adnan.

 

 

Luego de algunas generaciones que anteceden a la de Adnán aparece la de Ismael, hijo de Abraham, con ambos sea la Paz.

ABRAHAM, PATRIARCA DEL MONOTEISMO

Nuestro objetivo al dilucidar la historia que sigue es conocer más de cerca a los ancestros del Profeta del Islam (B.P.), pues mediante su árbol genealógico se llega a Ismael (P.), hijo de Abraham (P.)

La ciudad natal de Abraham

El Profeta Abraham (P.) nació en un ambiente idólatra, en un ambiente donde el hombre se humillaba ante ídolos que él mismo esculpía y en el que además se rendía culto a las estrellas. La ciudad natal de Abraham (P.) fue Babilonia, una de las siete maravillas del mundo según los historiadores, pero de sus bellos jardines y sus altos castillos sólo quedan hoy montículos de restos y polvo en las inmediaciones de los ríos Tigris y Eufrates. Un silencio de muerte impera en ese lugar que sólo acierta a quebrarse cuando algún arqueólogo acampa en el lugar para realizar sus investigaciones.

Cuando nació el fundador del monoteísmo Babilonia estaba gobernada por Nimrod Ibn Canaan, idólatra empedernido y megalómano hasta el punto de considerarse el dios del universo y gran difusor en su pueblo de falsas supersticiones. El principal arsenal de que se valía Nimrod lo constituía un grupo de astrólogos y adivinos quienes (con su apoyo) fortalecían su gobierno. Nimrod vivía inmerso en un mar de supersticiones. Cierto día, mientras se encontraba en medio de una de sus tantas orgías, lo interrumpieron los astrólogos para darle la primera señal de alarma: “Tu reinado está próximo a ser destruido por un babilónico”. Saliendo a duras penas del adormecimiento y el letargo les preguntó: “¿Ha nacido ya?”. “No, aún no”, fue la respuesta de los adivinos. Temeroso Nimrod de lo que pudiera sucederle tomó algunas medidas: ordenó separar por un tiempo a los hombres de las mujeres, y también mandó a sus verdugos asesinar a todos los niños varones que nacieran a partir de ese mismo día, obligando incluso a las parteras a mantenerlo informado de cada nuevo nacimiento. No obstante esa misma noche la semilla de Abraham (P.) se había fecundado y su madre embarazada permaneció los nueve meses de su gestación oculta, del mismo modo en que lo haría luego la madre de Moisés (P.). Cuando dio a luz al pequeño lo llevó a una cueva cercana a la ciudad. Allí permaneció el niño por un largo período. Su madre lo visitaba y protegía cuantas veces le era posible. Nimrod se sentía tranquilo: creía que su enemigo ya estaba muerto.

Abraham (P.) permaneció en esa cueva hasta los trece años, edad en que su madre lo retiró de allí para integrarlo a la sociedad. Cuando esto ocurrió los servidores de Nimrod detectaron su aparición y preguntaron a la mujer: “¿Quién es este muchacho?”. “Es mi hijo, lo di a luz con anterioridad a la predicción de los astrólogos”, respondió ella.

Abraham completó y perfeccionó el más puro monoteísmo observando el fulgor de las estrellas, la armonía de la naturaleza, etc. Pero la sociedad que conocía estaba muy corrupta. La gente había perdido la razón, se había entregado a los astros, a quienes adoraban como dioses. Habían caído en algo muy bajo: adoraban lo que esculpían sus propias manos, y lo que es peor aún, se adoraban a sí mismos. Abraham (P.) debió prepararse para enfrentar semejantes creencias. Nos relata el Sagrado Corán:

“Cuando la noche lo cubrió vio una estrella y Dijo: ‘¡He aquí a mi Señor!’. Pero cuando ella desapareció afirmó: ‘¡No adoro a los que desaparecen!’. Cuando vio despuntar la luna dijo: ¡He aquí a mi Señor! , pero cuando ésta desapareció dijo: ‘¡Si mi Señor no me iluminase me contaría entre los desviados!’. Más cuando vio despuntar el sol dijo:’ ¡He aquí a mi Señor! ¡Este es mayor!’ Pero cuando se hubo puesto dijo: ‘¡Pueblo mío!, por cierto que no soy irresponsable de vuestra idolatría. Yo me consagro a Quién creó los cielos y la tierra, soy monoteísta y no me cuento entre los idólatras’.” (6: 76 a 79)

Las armas que utilizaron los Profetas para establecer una comunidad y un gobierno basados en la fe fueron siempre la lógica y el argumento, pues hubiese sido imposible hacerlo mediante la fuerza y la espada. Existe una gran diferencia entre el modelo del gobierno profético y el gobierno faraónico. Este último tenía como objetivo imperar sobre los pueblos (tiránicamente) empleando cualquier medio disponible para lograrlo; mientras que el primero procura establecer un gobierno justo que perdure por siempre. La historia nos muestra que todo profeta comenzó su misión transmitiendo el mensaje, en primer lugar, a sus familiares, y luego difundiéndolo a los demás de su pueblo.

Forma en que los Profetas transmitían su mensaje.

Azar, padre de crianza de Abraham (P.) era un hombre que gozaba de una gran jerarquía, pues era uno de los astrólogos de la casa real. Cierto día Abraham (P.) le habló así: “Cuando dijo a su padre: ‘¡Padre mío! ¿Por qué adoras lo que no oye, ni ve ni puede valerte para nada? ¡Padre mío! ¡Por cierto que he recibido algo de la ciencia que tú no recibiste! Sígueme pues, que yo te conduciré por el camino llano. ¡Padre mío! ¡No adores a Satanás!, porque Satanás fue rebelde para con el Graciabilísimo. ¡Padre mío!, temo, ciertamente, que te azote un castigo del Graciabilísimo y serás así colega de Satanás’. Su padre le dijo:’ ¡Abraham! ¿Por ventura detestas a mis divinidades? Si no desistes te lapidaré. ¡Aléjate de mí por mucho tiempo!’ Le dijo (Abraham): ‘¡La Paz sea contigo! Imploraré para ti el perdón de mi Señor, porque es graciable para conmigo’.” (19:42 a 49)

     ¡Qué respuesta la de Abraham (P.)! ¿Cuál puede ser mejor?

¿Acaso fue Azar el padre (carnal) de Abraham?

La apariencia de algunas aleyas del Sagrado Corán nos hacen suponer que Azar era el padre de Abraham. Sin embargo el hecho de que el padre de un profeta sea idólatra no concuerda con la opinión de los sabios islámicos, quienes afirman que los padres de los profetas, sin excepción, eran monoteístas. ¿Cómo podemos resolver esta discrepancia? La mayoría de los intérpretes (del Corán) dicen que, aunque la palabra “ab” significa padre también era utilizada para llamar a quienes no lo eran. A menudo en la lengua árabe y en el Sagrado Corán se la utiliza para referirse al tío. En la siguiente aleya es utilizada como tal: “¿Acaso estabais presentes cuando la muerte sé presentó a Jacob, cuando dijo a sus hijos: ‘¿Qué adoraréis después de mi muerte?’ (a lo que) le respondieron: ‘Adoraremos a tu Dios, el Dios de tus padres: Abraham, Ismael e Isaac; al Dios Único a Quien nos consagramos’.?” (2: 133)

Es sabido que Ismael era tío y no padre de Jacob. Jacob fue el hijo de Isaac, hermano de Ismael. No obstante los hijos de Jacob también llamaron padre a Ismael, el tío de Jacob. Observando ambas utilizaciones de la palabra “ab” es posible que el Corán utilice la misma para referirse a Azar dándole el significado de tío, especialmente cuando la idea conjunta de los sabios lo confirma. Tal vez Abraham llamaba padre a su tío porque él había asumido ese rol durante mucho tiempo. Abraham lo miraba con los mismos ojos con que se suele mirar al padre.

El Corán no considera a Azar el padre de Abraham

A fin de esclarecer el punto de vista del Sagrado Corán respecto de Azar expondremos la interpretación de dos aleyas.

l.- Arabia se iluminó con la luz de la fe y el Islam como consecuencia de la misión sacrificada de Muhammad (B.P.). La mayoría de los árabes creyó sinceramente y se percató que a lo único a lo que los habría llevado la idolatría era al castigo infernal. Aunque estaban alegres por su fe el amargo recuerdo de la idolatría de sus padres los perturbaba. Era doloroso para ellos escuchar los versículos que dilucidaban el castigo de los inicuos. Para eliminar este dolor espiritual le pidieron al Enviado de Dios que suplicara al Todopoderoso por sus padres muertos en la incredulidad como lo había hecho Abraham por el suyo. En respuesta a esta su demanda fue revelada la siguiente aleya: “Es inadmisible que el Profeta y los creyentes imploren perdón para los idólatras, aunque éstos sean sus parientes carnales, desde que se les demostró que son réprobos. Abraham no habría implorado perdón para su padre de no ser por la promesa que le había hecho. Más cuando se cercioró de que era un enemigo de Dios se desentendió de él, porque Abraham era deprecante, paciente.” (9: 103 y 104)

Las evidencias históricas demuestran que la conversación de Abraham con Azar y su promesa de perdón que terminó con el distanciamiento de ambos tuvo lugar en su juventud, es decir, cuando aún Abraham no había abandonado Babilonia ni había partido para Palestina, Egipto y el Hiyaz. De la aleya recién mencionada deducimos que Abraham cortó sus relaciones con Azar durante su juventud a raíz de la impertinencia y la inclinación a los ídolos de aquél y que nunca más lo vio.

2.-En los últimos años de su vida y luego de realizar una gran misión (la reconstrucción de la Ka‘aba) y llevar a su esposa y a su hijo al desierto inhabitable de la Meca, Abraham (P.) suplicó por un grupo, en el cual se encontraban incluidos sus padres. Dice la aleya: “¡Señor nuestro! ¡Perdóname a mí, a mis padres y a los creyentes cuando llegue el Día del Juicio Final!” (14:41)

Esto nos demuestra que la súplica tuvo lugar tras cumplir con su misión, cuando Abraham ya era un anciano. Si su intención al decir “mis padres” incluye a Azar eso quiere decir que él no cortó las relaciones con su tío hasta los últimos años de su vida. Las aleyas anteriores responden al pedido de los musulmanes y explican que Abraham se había desentendido de su tío durante su juventud. Y es obvio que el desentendimiento no concuerda para nada con el ruego de perdón. De ambas aleyas podemos deducir que la persona que fue odiada por Abraham cuando era joven y cuyo lazo de cariño se fue cortando con el tiempo no era el padre de Abraham al cual éste recordaba y suplicaba para él el perdón hasta el fin de sus días.

Abraham, destructor de Ídolos.

Llegó cierto día de fiesta pública y los inconscientes y desatentos habitantes de Babilonia se dirigieron al desierto para descansar, recobrar fuerzas y festejar. La ciudad quedó vacía. Los antecedentes de Abraham, sus reproches y maldiciones a los ídolos los preocupaban, y por ese motivo antes de salir le pidieron que los acompañara para efectuar los rituales del festejo. Ante su insistencia Abraham se excusó diciendo que se encontraba enfermo. Casualmente aquel era un día de alegría tanto para los monoteístas como para los inicuos. Estos habían partido hacia las montañas y los campos con el fin de celebrar una antigua fiesta. También para el patriarca del monoteísmo aquel era un día de fiesta, pero de una fiesta que no conocía precedentes. Hacía ya mucho tiempo que anhelaba la llegada de ese bendito día en que pudiera ver vacía la ciudad y destruir los símbolos de la incredulidad y la idolatría. El último grupo de personas había salido de la ciudad. Abraham aprovechando la oportunidad entró al templo con el corazón firme en la fe. Observó a su alrededor y no vio más que cuantiosas maderas esculpidas e ídolos inanimados. Los alimentos que los idólatras habían colocado frente a ellos con el fin que fueran benditos le atrajeron mucho la atención. Pronto se acercó a las viandas, tomó un trozo de pan y burlándose de los ídolos les preguntó: “¿Por qué no comen estos manjares multicolores?” Desde luego, los dioses de piedra y madera no podían comer. Un silencio mortífero llenaba el recinto del gran templo, y fue quebrado por los golpes destructores de Abraham (P.) sobre los pies y manos de las figuras esculpidas. Los destruyó a todos y una montaña de piedra y madera quedó expuesta en medio del templo. Sólo dejó ileso al ídolo mayor y colgó el hacha en su hombro. Su intención era hacer creer que quien destruyó la totalidad de los ídolos había sido el más grande de todos ellos, y perseguía con ello un sutil objetivo. Abraham sabía que a su regreso los inicuos buscarían el verdadero factor del desastre y que seguramente descubrirían que lo aparente era irreal, ya que no creerían que el destructor de las imágenes había sido otro ídolo tallado, carente de movimientos. En ese preciso momento Abraham tendría la oportunidad de hacer llegar su mensaje, mostrándoles que el ídolo, según ellos mismos confesaban, no tenía poder alguno, y preguntándoles cómo era posible que lo adorasen. Poco a poco el sol se iba dirigiendo hacia el horizonte y su luz abandonaba el desierto. Las multitudes regresaban a la ciudad y el momento de rendir culto a los ídolos había llegado. Algunos entraron al templo. La escena inesperada significaba la mayor humillación hacia sus dioses, los asombró. El silencio y la impaciencia comenzaron a imperar en el lugar. Alguien rompió aquel silencio diciendo: “¿Quién fue el autor de este acto?”. Los antecedentes de Abraham (P.) contra los ídolos los convenció de que él había sido el responsable. Se convocó a una asamblea liderada por Nimrod y el joven Abraham y su madre fueron interrogados. El delito de la madre había sido ocultar a su hijo. Pero muy inteligentemente la mujer dijo: “Observé que la generación de este pueblo se exterminaría y por eso no comuniqué su nacimiento hasta tanto conocer el futuro de mi hijo. Yo tenía pensado comunicar su existencia si resultaba ser el mismo que los adivinos predijeron para que no hubiera más derramamiento de sangre. Si no resultaba serlo habría protegido la vida de una persona de la joven generación de esta ciudad.” La lógica de la madre atrajo la atención de los jueces. Luego le tocó el turno a Abraham quien dijo: “La escena del templo demuestra que la destrucción la llevó a cabo el mayor de los ídolos. Pueden preguntarle a él si es que puede hablar”. Abraham les habló burlonamente y con menosprecio porque sabía que le responderían “Abraham, tú sabes que los ídolos no pueden hablar”, y de ese modo le darían cabida para difundir el monoteísmo. La respuesta fue la que él esperaba y entonces replicó: “Si en verdad son como describen, ¿por qué entonces los adoran y suplican ante ellos por sus necesidades?” La ignorancia, la insolencia y la ciega imitación que imperaba en la mente y el corazón de aquellos jueces hicieron que dispusieran quemarlo. Prepararon una gran fogata y lo arrojaron con una catapulta. Pero la mano del favor y el cariño divinos se extendió hacia él protegiéndolo de su maldad. El infierno creado por los humanos fue convertido por el Poder divino en un jardín lleno de flores. (El Sagrado Coran se refiere a este tema en las aleyas 57 a 70 de la sura 21).

Las moralejas de esta historia.

Aunque los judíos se consideran los primeros en la caravana monoteísta y este relato es conocido por ellos, no se encuentra reflejado en su actual Biblia. Como el Sagrado Corán relata la historia expondremos algunas moralejas sabiendo que su objetivo es enseñar a los hombres:

1) Esta .historia es un firme testimonio de la valentía del Intimo del Graciabilísimo (“Jahlu Rahmán”, apelativo de Abraham). Su decisión de destruir los ídolos no era nada extraño para los seguidores de Nimrod pues reiteradas veces había expresado su odio y su desprecio hacia la idolatría. Solía decir: “Si no se alejan de sus cultos vergonzosos tendré que adoptar alguna medida”. Y el día en que todos se dirigían a la celebración, les dijo: “Por Dios que atacaré vuestros ido los tan pronto como hayáis partido”. (21:57) 

Dijo el Imam AI-Sadiq (P.): “La lucha de un monoteísta como Abraham contra las miles de filas de incrédulos es un vivo testimonio de su valentía y firmeza y de que no temía a nada de lo que pudiera sucederle en su difusión de la Unidad divina y la consolidación de sus bases”.

2) Aunque en apariencia los destructores golpes de Abraham tenían carácter de sublevación armada perseguían en verdad un fin propagandístico. El único remedio que le quedaba para despertar la razón adormecida de aquella gente era destruir sus ídolos. Y sin duda Abraham (P.) obtuvo su cometido porque después de escucharlo la gente se hizo conciente de su erróneo proceder. Dice el Sagrado Corán: “y se ensimismaron, diciéndose entre Sí: ¡En verdad que sois inicuos!.” (21:64) 

Deducimos también que el arma penetrante que los Profetas (P.) utilizaron fue sólo la lógica y el razonamiento. Y si no hubiera sido para hacerlos reflexionar, ¿qué sentido hubiese tenido la ruptura de los ídolos con la peligrosidad que ello implicaba?

3) Abraham sabía que su acción podía terminar con su vida y por ello debería haberse mostrado atemorizado, pensando en escapar o al menos en abandonar las bromas. Sin embargo se ve que controla sus impulsos. El ejemplo lo tenemos cuando entra al templo, se burla de los ídolos y les pregunta por qué no comen. Cuando los jueces lo interrogan responde: “Yo no soy el responsable de lo sucedido, el responsable es el mayor de los ídolos”. No caben dudas de que esta forma de expresarse pertenece a alguien que está preparado para que le sobrevenga cualquier prueba no sintiendo temor alguno. Más asombroso aún es el estado de Abraham (P.) cuando se encontraba en la catapulta, sabiendo que en pocos instantes más estaría ardiendo en llamas. Esas llamas eran tan altas que ningún ave podía alzar su vuelo cerca de ellas. En ese momento el ángel Gabriel (P.) descendió y le ofreció auxilio. Le dijo: “Pídeme lo que deseas”. Abraham (P.) le dijo: “Lo pediré, pero no a ti, a mi Señor”. Esta respuesta muestra claramente la grandeza y nobleza de espíritu de Abraham (P.). Desde su palacio, Nimrod, a muchos metros de aquella gran fogata y sentado junto a una ventana, aguardaba la venganza con impaciencia. Quería ver cómo las llamas aprisionarían a Abraham. La catapulta arrojó al Profeta sobre el fuego pero la Voluntad de Dios había convertido ese fuego en un jardín florido. Todos se asombraron. Inclusive Nimrod le dijo a Azar: “¡Abraham es muy querido por su Dios!”. El cambio del fuego por la frescura fue efectuado por orden de Dios, Quien así como otorga a cada cosa su función tiene el poder de eliminarla cuando quiere. A pesar de todos estos signos no consiguió Abraham libertad para difundir su doctrina. Finalmente el gobierno opresor decidió exiliarlo y ese exilio fue el inicio de un nuevo capítulo en la vida del Profeta Abraham (P.).

La emigración del Íntimo del Graciabilísimo.

El exilio fue la condena de Abraham. Debió abandonar su patria y dirigirse hacia Palestina y Egipto. Allí se enfrentó con la calurosa recepción de los Amaleque (gobernadores del lugar), que le obsequiaron preciosos regalos, entre ellos una esclava llamada Agar. Sara, la esposa de Abraham no tenía hijos. Su esterilidad la llevó a estimular a su esposo para que se casara con Agar. Quizá ella podría darle ese hijo que iluminaría su vida. El matrimonio se consumó y luego de un tiempo Agar dio a luz a Ismael. Poco después Dios agració a Sara con Isaac. Más tarde Abraham debió cumplir la misión de trasladar a Agar e Ismael hacia el sur y albergarlos en un valle desconocido (la Meca). Este valle no era habitable, sólo las caravanas que viajaban desde Sham hacia el Yemen y viceversa acampaban allí. En otros momentos era idéntico a otros tantos lugares de Arabia: un desierto ardiente. Para una mujer que había vivido en Egipto la vida en ese inhóspito lugar era muy difícil. El ardiente calor del desierto y los cálidos vientos mostraron la muerte a los ojos de Agar. Abraham se había sumergido en la reflexión. Mientras sostenía las riendas de su camello y un mar de lágrimas brotaba de sus ojos, dijo a Agar en el momento de dejarla: “Agar!, todo esto ha sido ordenado por Dios y no podemos desobedecerlo. Ampárate en El y ten certeza de que no nos humillará. Luego alzó sus manos al cielo y suplicó: “y de cuando Abraham dijo: ‘¡Señor mío!, haz que este lugar sea un país de paz y agracia con sus frutos a quienes de sus habitantes crean en Dios y en el Día del Juicio Final’.” (2: 126)

Cuando partió miró hacia atrás y rogó a Dios que Su Favor y Su atención se centraran sobre ambos. Aunque este viaje fue difícil y agotador el tiempo demostró que de él se obtendrían grandes frutos: la reconstrucción de la Ka‘aba, el imperio de la doctrina monoteísta sobre aquel territorio, y la fundación de un movimiento religioso universal que emprendería el último de los profetas, serían sus resultados.

¿Cómo surgió la fuente de Zamzam?

Abraham abandonó la Meca con los ojos llorosos. Pronto las provisiones de Agar y su hijo se terminaron. Ya no tenía leche en su pecho y el estado del niño se agravaba. La madre solitaria derramaba lágrimas. Repentinamente se levantó y corrió al pie de la montaña de Safá. A lo lejos observó un espejismo, cerca de la montaña de Marua. Corrió presurosa hacia él, pero la amargura la agobió cuando descubrió que su visión había sido engañosa. Los llantos del niño la hacían correr. Corrió siete veces entre las montañas de Safa y Marua con la esperanza de hallar agua. Finalmente, llena de desilusión y desesperanza volvió con su hijo. La respiración del pequeño se aletargaba, y ya no le quedaban fuerzas para llorar. En ese preciso instante la súplica de Abraham fue respondida. La agotada madre vio que debajo de los pies de Ismael comenzaba a brotar una fuente de agua cristalina. La madre que estaba segura que en cualquier momento hubiera perdido a su hijo se alegró extraordinariamente. Una luz de vida brillaba en sus ojos. Se saciaron ambos de aquel agua pura y cristalina y las nubes de la desilusión que habían ensombrecido el cielo de su vida se dispersaron gracias al favor divino. La aparición de aquella fuente que desde aquel día hasta la actualidad es llamada Zamzam, logró que las aves emigraran allí. Esta emigración cercioró a la tribu de Yarham, que vivía un tanto lejos del valle de la Meca, de que allí había agua. Por ese motivo dos personas fueron enviadas al lugar. Luego de buscar encontraron el centro de la Misericordia divina y divisaron junto a él a una mujer con su niño. Regresaron y comunicaron a los suyos lo que habían visto. Entonces en tropeles comenzaron a acampar alrededor de la fuente. De ese modo la amargura y la soledad de Agar habían llegado a su fin. El niño creció en la tribu de Yarham. Cuando fue mayor decidió contraer matrimonio con una joven de la misma, pues a través de ese vínculo gozaría de apoyo y protección.

La renovación del encuentro.

Abraham solía visitar a Agar e Ismael. En uno de sus viajes entró en la Meca y se dirigió a su casa, pero Ismael no estaba allí. Abraham le preguntó a su nuera: “¿Dónde está tu esposo?”. “Se fue de caza”, le respondió. “¿Tiene algo para comer?”, preguntó el Profeta. “No “, dijo ella. Abraham se entristeció por el mal trato y descortesía de su nuera para con él, y le dijo: “Cuando Ismael vuelva dale mis saludos y dile que cambie la puerta de su casa”. Al regresar a su casa Ismael olió el perfume de su padre y por lo que le relató su esposa se cercioró que no estaba errado. Por el mensaje que su padre le dejó descubrió que esa mujer no merecía ser su esposa y que debía divorciarse de ella. Tal vez aquí surja una pregunta: ¿Por qué después de transitar un camino tan largo Abraham no esperó a que Ismael volviera? Los historiadores dicen que su prisa se debía a una promesa que le había hecho a Sara y que consistía en no permanecer mucho tiempo en la. Meca. El no quería contrariarla.

Y una vez más Abraham viajó a la Meca. Esta vez para restaurar la Ka‘aba que se había derrumbado con el diluvio de la época de Noé y para atraer los corazones de los monoteístas hacia el lugar. El Sagrado Corán es fiel testimonio de que en los últimos años de la vida de Abraham el desierto de la Meca se había convertido en ciudad ya que él rogó a Dios luego de reconstruir la Ka‘aba. Dice el Corán: “y recuerda de cuando Abraham dijo: ‘¡Señor mío! ¡Pacifica esta metrópoli (la Meca), y presérvame a mi y a mis hijos de la adoración de los ídolos!’. “(14:35) Y al entrar en la Meca dijo: “Haz que este lugar sea un país de paz”. (2:126)

LOS ASCENDIENTES DE MUHAMMAD (B.P.)

Gossí Ibn Kalaab

Fue el cuarto ascendiente del Profeta del Islam (B.P.). Su madre, Fátima, se había casado con un miembro de la tribu de Kalaab. De ese matrimonio nacieron dos hijos, Gossí y Zohre. Cuando el más pequeño aún permanecía en la cuna su esposo murió. Ella volvió a casarse y su nuevo esposo se llamaba Rabi‘at. Juntas viajaron a Sham. Gossí gozó de la protección de su padrastro hasta que una discrepancia se suscitó entre él y la tribu de Rabi‘at. Por esto fue considerado ajeno a la tribu. El incidente le dolió tanto a su madre que pronto lo trasladó a la Meca. La capacidad de Gossí lo volvió prontamente famoso en la tribu de Quraish. En poco tiempo obtuvo el honor de gobernar la Meca y custodiar la Ka‘aba. Realizó grandes servicios. Uno de ellas fue estimular a la gente a vivir cerca de la Ka‘aba. Además fundó una institución llamada Daru-n-Nudua, una especie de consejo que solucionaba los problemas. Finalmente el sol de su vida se puso en el siglo V de la era cristiana. Dejó dos renombrados hijos, Abduddar y Abdu Manaf.

Abdu Manaf

Fue el tercer ascendiente del Profeta del Islam. Lo llamaban Mugaira y su apodo era Qamarul-Bathaa. Aunque menor que su hermano Abduddar había conseguido más lugar en los corazones de la gente. Su consigna era la devoción. Convocaba a la gente a la buena conducta y a llevarse bien con los parientes. Jamás pensó en ser el rival de su hermano. La última voluntad de su padre había sido dejar el gobierno en manos de Abdudar. Tras la muerte de ambos sus hijos riñeron. Después de largas disputas pudieron dividir el poder pacíficamente. La última decisión fue que la protección de la Ka‘aba y lo referente a DarunNadua estuviera a cargo de las hijas de Abdudar y que la responsabilidad de atender a los peregrinos estuviera a cargo de los de Abdu Manaf.

Hashim, bisabuelo del Profeta (B.P.)

Hashim era mellizo de su hermano. Abdush Shams. Cuando nacieron Hashim tenía uno de sus dedos adherido a la frente de su hermano. En el momento en que se procedió a separados fluyó sangre de la herida, entonces se predijo que entre sus dos generaciones se derramaría mucha sangre. Hashim fue monoteísta y tuvo a su cargo la custodia del templo de la Ka‘aba. Cuando llegaba el mes de Dhul Hiyyah solía concurrir y pronunciar un sermón.

Hashim aconsejaba a los quraishitas que fueran amables y hospitalarios con los peregrinos de la Ka‘aba. Dio grandes pasos en el desarrollo del comercio mequinense. Su triunfo y su buen carácter eran envidiados por Abdush Shams y sus hijos. El efecto de esa envidia heredada perduró a lo largo de 130 años en la historia del Islam, ocasionando gran cantidad de crímenes, tan severos como no se habían producido semejantes en el curso de la historia de ese pueblo.

Hashim contrajo matrimonio con Salma hija de Amr Jasrayí y de esa unión nació Shaibah, conocido más tarde como Abdul-Muttalib.

Abdul Muttalib

Como es sabido este hijo de Hashim fue el abuelo del Profeta Muhammad (B.P.). Fue líder de la tribu de Quraish y existen en su vida hechos salientes e importantes para lo que nos ocupa.

No cabe duda que aunque un individuo sea fuerte (moralmente) se tiñe en algún grado del color de la sociedad en que vive, pues las costumbres y las tradiciones de la misma son capaces de causar efectos sobre su pensamiento. Por eso muy raras veces existen hombres que con total valentía se resisten a los factores del ambiente y se mantienen alejados de toda clase de vicios. Abdul-Muttalib fue una de esas raras personas que poseen tales características. Si alguien vive más de 80 años en una sociedad donde la idolatría, el alcohol, la usura, el homicidio y la corrupción son comunes y frecuentes y jamás se acerca a ellos, y además trata de alejar a los demás de semejantes bajezas, ciertamente que esa persona es un ejemplo de los que existen muy pocos. Efectivamente, la persona que portó en su seno la luz del gran Profeta del Islam (B. P.) debía ser inmaculada y estar libre de todo vicio.

LA EXCAVACION DE ZAMZAM

Desde el día en que la fuente de Zamzam surgió la tribu de Yarham acampó en el lugar. Durante mucho tiempo asumieron el gobierno del lugar y aprovecharon de la fuente de agua. Pero poco a poco, y a raíz del constante comercio y la lujuria de los habitantes de la Meca el pozo de Zamzam se secó. Dice el Sagrado Corán: “Mas si los moradores de las ciudades hubieran Creído y temido a Dios, les habríamos agraciado con las bendiciones del cielo y de la tierra. Pero como desmintieron a los Mensajeros, les castigamos por su iniquidad.” (7:96)

A menudo se dice que como la tribu de Yarham fue amenazada por la de Jazaat y debió abandonar la Meca, su jefe Mazaz Ibn Amr, al asegurarse que pronto perdería su cargo, ordenó esconder dos gacelas de oro y algunos otros bienes en el pozo de Zamzam para que el enemigo no se apoderase de ellos. En caso de volver a recuperar el cargo podría aprovechar el tesoro. Luego de un tiempo la tribu de Jazaat inició sus ataques y muchos descendientes de Ismael debieron abandonar la Meca y dirigirse al Yemen. Desde aquel día en adelante el gobierno del lugar lo asumió la tribu mencionada. Pero llegó el día en que Gossí Ibn Kalaab, de la tribu de Quraish obtuvo el poder. Luego, con el correr de los años pasó a manos de Abdul Muttalib, quien decidió reabrir la fuente nuevamente.

Lamentablemente el lugar no se conocía con precisión y recién después de una larga búsqueda se lo pudo conocer con exactitud. Abdul Muttalib decidió excavar con su hijo Hariz. Pero siempre existe un grupo de personas pesimistas que busca excusas para impedir la ejecución de actos optimistas. En este caso los rivales de Abdul Muttalib fueron los que se ocuparon de las objeciones por temor a que el honor (si encontraba el pozo) recayera sobre el primero. Le dijeron: “¡Grande de Quraish!, todos pertenecemos a la familia de Ismael y como este pozo es el recuerdo que él nos dejó debemos ser todos los que participemos en la excavación”. Abdul Muttalib no aceptó su propuesta ya que su intención era reabrirlo sólo para proporcionar el agua a los peregrinos en forma gratuita. Su deseo era hacerles más liviana la tarea del peregrinaje y este su objetivo sólo se garantizaba si excavaba sólo. Por esto una intensa disputa se suscitó. Para solucionar el problema todos decidieron acudir a - un adivino y aceptar su arbitraje. Partieron Abdul Muttalib y sus rivales pues debían viajar un largo trecho. Atravesaron los áridos desiertos unos tras otros y en la mitad del camino, ya agobiados por la sed, creyeron estar viviendo sus últimos momentos. Cada uno pensaba en su muerte y su sepultura. Abdul Muttalib propuso excavar una tumba para cada uno, a medida que fueran muriendo los sobrevivientes los irían enterrando. Naturalmente que si la situación no cambiaba y todos perdían la vida, el último en morir no tendría quien lo sepultara. Su propuesta fue aceptada. Cada uno cavó su tumba. Todos permanecían pálidos esperando la muerte. Repentinamente Abdul Muttalib exclamó: ¡Gentes!, este tipo de muerte es vil y humillante. Lo mejor que podemos hacer es ir en busca de agua por estos derredores; ¡quizás Dios nos agracie!” Todos montaron y buscaron con desaliento, y no mucho después hallaron una fuente de agua cristalina que los salvó de la muerte, por lo que emprendieron el regreso (a la Meca) conformes con la decisión de Abdul Muttalib (de excavar él en busca del pozo de Zamzam).

Al llegar comenzó Abdul Muttalib la excavación con su hijo. Al lado del pozo se amontonó un gran montículo de tierra. En esa excavación se hallaron las gacelas de oro y algunas espadas también del mismo metal. Todo Quraish se alborotó considerándose dueño de este tesoro. Pero se hizo un sorteo, y las gacelas salieron sorteadas para la Ka‘aba y las espadas para Abdul Muttalib. De las espadas éste último hizo una puerta para el Templo que adornó con las gacelas.

El sacrificio en pro del cumplimiento de una promesa

A pesar de que el árabe preislámico vivía sumergido en la corrupción poseía algunas virtudes, una de ellas era no romper jamás un compromiso. Frecuentemente las tribus árabes establecían pactos insólitos pero trataban de cumplirlos hasta dejarlos sin efecto. Al excavar el pozo de Zamzam Abdul Muttalib se sintió débil por no tener más que un hijo. Prometió entonces que si llegaba a tener 10 hijos sacrificaría a uno de ellos frente a la Ka‘aba. En poco tiempo procreó el número deseado y el momento de cumplir la promesa llegó. El sólo pensar en lo que debía hacer lo perturbaba pero al mismo tiempo temía ser desdichado durante el resto de su vida si no cumplía con lo prometido. Por lo tanto decidió comunicárselo a sus hijos. Si conseguía la conformidad de todos ellos haría un sorteo. Abdul Muttalib obtuvo acuerdo de sus hijos. El sorteo se realizó y el destinado a la muerte resultó ser Abdullah, el que sería el padre del Mensajero de Dios (B.P.). Sin demora alguna su padre lo tomó de la mano y lo llevó a la Ka‘aba. Los hombres y las mujeres de Quraish se enteraron de lo que ocurriría. Las lágrimas brotaban de los ojos de los jóvenes. Uno de ellos decía: “¡Ojalá me sacrificaran a mí en vez de él!”. Y los grandes decían: “Daríamos toda nuestra fortuna para salvarlo si fuera necesario”. Abdul Muttalib estaba desconcertado por la ola de cariño que todos expresaban y meditaba en que no tendría fuerzas para romper su promesa. Trataba de buscar una solución pero no la encontraba. Alguien dijo: “Acudan a un adivino, quizás les proponga algo”. Abdul Muttalib y los grandes de la tribu acordaron partir a Iazrib, ciudad que albergaba a un hombre sabio. Al informarse este último de la situación solicitó un plazo para dar la respuesta. En la segunda entrevista preguntó: “¿Para ustedes cuanto cuesta la indemnización de un ser humano?”. “10 camellos”, dijeron. Propuso: “Realicen un sorteo entre sacrificar 10 camellos o sacrificar a la persona sobre la cual re cae la promesa. Si sale sorteada la persona dupliquen el número de camellos y vuelvan a sortear. Vayan aumentando la cifra de 10 en 10 hasta que salgan sorteados los camellos”. La propuesta del adivino logró calmar a la gente pues sacrificar ciento de camellos era más fácil que hacerlo con un joven como Abdullah. Una vez que regresaron a la Meca realizaron el sorteo. Recién en la décima oportunidad salieron sorteados los camellos. La salvación de Abdullah provocó una extraordinaria euforia en la multitud. Pero Abdul Muttalib dijo: “Debo volver a realizar el sorteo para asegurarme que Dios está satisfecho”. Entonces lo realizó tres veces más y todas las veces pasó lo mismo. 100 camellos debían ser sacrificados. Este resultado lo cercioró de la satisfacción divina y por eso ordenó el sacrificio de 100 camellos de su propiedad ese mismo día. Dispuso que no se privara en aprovechamiento de esta carne a ningún ser humano ni a ningún animal.

Este suceso es relatado por la mayoría de los historiadores. El espíritu y la fuerza de voluntad de Abdul Muttalib hacen admisible el hecho, pero esto no significa que el Islam este de acuerdo con promesas semejantes.

LOS ACONTECIMIENTOS DE 'AMUL-FIL

(El año del elefante)

Luego de apoderarse del Yemen, Abraha, comandante en jefe de Habashih (actual Etiopía), fue nombrado gobernador de esas tierras. Embriagado por su triunfo se sumergió en un mar de placeres corruptos, pero para prestigiarse ante el rey mandó construir una magnífica iglesia que compitiera con la Ka‘aba. Las paredes y las puertas de la misma estaban decoradas con oro, plata y piedras preciosas. Sus alfombras, lámparas y cortinas eran muy costosas.

Cuando la obra culminó Abraha le escribió al rey informándole sobre el evento y comentándole que, de ese modo, los peregrinos de la Ka‘aba abandonarían la misma para concurrir a su templo, ya que era mucho más hermoso. Pero su predicción no se cumplió, pues la gente se aferró más a la Ka‘aba. Abraha estaba muy disgustado y molesto por lo sucedido. Decidió entonces destruir la Ka‘aba y comenzó a preparar al efecto un gran ejército, el cual estaba provisto de elefantes guerreros.

Algunos de los jefes principales de las tribus árabes que se encontraban en el camino del ejército trataron de impedir el ataque pero su fracaso fue total. Al tiempo Abraha y sus tropas llegaron a las inmediaciones de la Meca donde acamparon. Una vez instalados allí Abraha envió a un grupo de soldados a hurtar los camellos y el ganado de sus oponentes. De entre los camellos hurtados 200 pertenecían a Abdul Muttalib, el abuelo del Profeta Muhammad (B.P.). Acto seguido Abraha envió a un mensajero para entrevistarse con el jefe de Quraish y proponerle un pacto, por el cual si ellos no se resistían estarían a salvo. Cuando recibió el mensaje Abdul Muttalib dijo: “No nos resistiremos”, ya continuación pidió entrevistarse con Abraha. Su porte y grandeza anonadaron al gobernador del Yemen cuando lo vio, por lo que descendió de su trono y lo invitó a sentarse junto a él. Luego le preguntó: “¿A qué se debe su presencia en este lugar?”. Le respondió Abdul Muttalib: “Los camellos y el ganado de mi gente y 200 de mis camellos fueron hurtados por tus hombres, te ruego sean devueltos a sus respectivos dueños”. La respuesta dé Abraha fue la siguiente: “Ciertamente el resplandor de tu rostro me hizo creer que eras el universo entero, pero la bajeza de tu petición hace que te considere insignificante” y agregó luego: “Estoy por destruir la Ka‘aba, ¡y tú me sales con que quieres que te devuelva tus camellos!” Abdul Muttalib dijo: “Soy el propietario de los camellos que tienes en tu poder, pero la Ka‘aba tiene su propio dueño, y él sabe como protegerla ante cualquier ataque”. -Abraha descubrió entonces que el propósito del jefe árabe no era el de reclamar lo hurtado sino la transmisión de lo anterior-.

     Exclamó entonces Abraha: “¡Nadie podrá impedir el logro de mi objetivo!”, y ordenó que se devolviera el ganado hurtado.

     Mientras tanto la tribu de Quraish esperaba impacientemente el resultado de la entrevista. Cuando Abdul Muttalib retornó ordenó a su gente esparcirse con todas sus pertenencias en las montañas de los alrededores de la ciudad. El abuelo del Profeta (B. P.) bajó de la montaña en medio de la noche con los ojos bañados en lágrimas, se acercó a la puerta de la Ka‘aba y le habló a Dios diciendo: “¡Dios mío! Cuida Tu Casa de las garras de los malvados. ¡Dios mío! Protege Tu Casa, pues el enemigo de ella es Tu enemigo. Corta sus manos antes de que la destruyan. ¡Dios mío!, yo dispongo de mis bienes, y por eso los protejo, pero la protección de la Ka‘aba Tú la debes asumir”.

A la mañana siguiente, cuando Abraha y su ejército se disponían a viajar hacia la Meca, unos grupos de aves comenzaron a aproximárseles desde el mar, cada una de ellas portaba una piedra en su pico y dos más en sus garras. Las piedras eran pequeñas pero calientes y pesadas. Las aves comenzaron a lanzarlas sobre Abraha y sus hombres, cuyos cuerpos se despedazaron y sus cabezas rodaron quebradas. Abraha vio que la mayoría de sus hombres yacían muertos por doquier e inmediatamente emprendió la retirada con los sobrevivientes. La mayoría de los sobrevivientes murió en el camino de regreso, excepto uno de ellos que se dispuso a ir en busca del rey de Abisinia para relatarle lo acontecido. El propio Abraha murió al llegar a Sanaa. El único sobreviviente fue a ver al rey y le relató lo que había sucedido lo que sorprendió mucho al soberano quien se preguntaba cuál sería la clase de ave que pudo derrotar así al formidable ejército de Abraha. En ese preciso momento una de las aves revoloteó por allí, y el último sobreviviente la señaló al rey indicándole que de esas eran las aves en cuestión, y ésta lanzó entonces la última piedra sobre el último hombre de Abraha.

El gobernador del Yemen intentó destruir el monoteísmo, pero Dios había decretado que la Ka‘aba estaría en pie por siempre y que el Profeta (B.P.) difundiría desde allí el monoteísmo por todo el mundo. Abraha y su ejército destruidos se convirtieron en una lección memorable y sugestiva. El Sagrado Coran la relata del siguiente modo: “¿No ves acaso (Oh Mensajero) cómo procedió tu Señor con los del elefante? ¿Acaso no desbarató sus planes, enviando contra ellos bandadas de aves que les arrojaron piedras de arcilla, que los dejó como (si fueran) grano verde comido (por el ganado)?” (105)

UN ANÁLISIS CIENTIFICO RESPECTO DEL MILAGRO

Los últimos avances científicos logrados por la humanidad en el campo biológico y astronómico y el fin de la existencia de la mayoría de las teorías originaron en occidente una disputa extraordinaria. A pesar de que todos esos avances eran producidos por las ciencias y no tenían la mínima relación con las creencias religiosas un determinado grupo comenzó a fomentar un extraño escepticismo y rechazo hacia las creencias heredadas, es decir las religiones. Todo se originó cuando los científicos descubrieron, con sus experimentos, que antiguas teorías que imperaron sobre el pensamiento humano por siglos, eran falsas y erróneas. Esto motivó que se preguntaran: ¿Cómo sabremos si el resto de las creencias científicas y religiosas de la antigüedad no son también falsas? Estos interrogantes sembraron la duda en el entendimiento de la mayoría de los científicos respecto de todas las creencias heredadas, y esta actitud de duda y escepticismo se propagó como una epidemia en los círculos culturales y científicos de occidente.

No cabe duda que las restricciones dogmáticas de la Iglesia católica fomentaron mucho la aparición de estas dudas y su posterior desarrollo pues, a lo largo de su historia torturó y persiguió a los científicos que descubrían o planteaban teorías contrarias a sus dogmas, bajo el pretexto de que eran “opuestas al Libro divino”. Evidentemente esta opresión no podía dejar de generar una reacción. Y se dijo que cuando los científicos tuvieran el poder acabarían con cualquier religión por el proceder de la Iglesia con ellos.

Y la afirmación se cumplió. A mayor avance de la ciencia, y a mayor comprensión de la relación entre los seres vivos y la naturaleza, y de los fenómenos naturales en general, así como de las causas de las enfermedades y dolencias humanas, todo ello fue socavando más y más la importancia de lo metafísico, de Dios, del Juicio Final, etc. El número de escépticos aumentó día a día. Los biólogos -por ejemplo- comenzaron a tratar con desprecio y bajeza las historias bíblicas y evangélicas, considerando pura leyenda los relatos de la transformación del báculo de Moisés o el milagro de devolver la vida que manifestó Jesús.

Embriagados con unos pocos conocimientos y descubrimientos creen haber descubierto las llaves de todas las ciencias y se preguntan cómo es posible que un trozo de madera se transforme en una serpiente o que un muerto reviva por una simple súplica. No ven ninguna relación entre el trozo de madera y la serpiente, o entre la súplica y la resurrección de un muerto, pues no conciben otra relación entre los fenómenos que las que les dictan las causas y efectos comunes en la naturaleza.

La ideología de algunos científicos.

Esta ideología ingresó -naturalmente que con algunos cambios en la comunidad islámica a través de Egipto, el primer país que se puede decir fue afectado por estas concepciones occidentales y podemos afirmar que fueron algunos científicos egipcios que bebieron de estas concepciones los que las volcaron luego en los demás países islámicos. Pero, para atraer a sus correligionarios, decidieron tomar un camino que no contrariase al Corán ni a los dichos y tampoco a las opiniones científicas. El método se basa en atribuir los milagros y los hechos extraordinarios de los Profetas a una causa científicamente demostrable. De este modo, además de no contrariar al Corán ni a los dichos profético se evita erigirse contra la ciencia.El conocido sabio egipcio Muhammad Abdeh dice respecto de los acontecimientos del “año del elefante”: “La viruela y el sarampión afectaron a los soldados de Abraha transmitidos a través de Ia arcilla que insectos tales como moscas y mosquitos les arrojaron”. Más adelante prosigue: “La intención del Corán al mencionar ‘piedras de arcilla’ es indicar que se trataba de piedras envenenadas y dispersadas por el viento; que ese veneno se adhirió a las patas de los insectos quienes, al entrar en contacto con los humanos, les transmitieron microbios que ingresaron en sus organismos provocando heridas dolorosas e infecciosas. ¡Estas son las poderosas huestes de Dios que en lenguaje científico se denomina microbios! “. Un autor contemporáneo confirma sus palabras cuando dice: “La palabra árabe ‘taft’, utilizada por el Corán —en la sura del Elefante— significa ave, pero también incluye a los insectos —voladores—.”

Antes de analizar estas versiones de los acontecimientos volvamos a repasar Ia sura del Elefante: “¿No ves acaso (Oh Mensajero) cómo procedio tu Señor con los del elefante? ¿Acaso no desbarató sus planes, enviando contra ellos bandadas de aves que les arrojaron piedras de arcilla, que los dejó como (si fueran) grano verde comido (por el ganado)?” (105).

Estos versículos muestran con claridad que lo que se abatió sobre las huestes de Abraha fue la Ira divina y que la causa de su destrucción fue la arcilla que portaban las aves. Un análisis objetivo del texto muestra que fueron esas armas atípicas, pequeñas y poderosas las que motivaron su derrota. Luego, cualquier interpretación capciosa y caprichosa que se oponga a este sentido directo y claro del Sagrado Corán no debe ser aceptada.

Puntos discutibles en las interpretaciones de estos autores

l.-La interpretación de los escritores antes mencionados no puede demostrar que el suceso fue natural, pues suponiendo que la muerte de los soldados de Abraha se produjo a causa de infecciones microbianas: ¿bajo qué directivas y guías las aves descubrieron que había microbios letales en las piedritas de arcilla, y por qué razón, en lugar de ir en busca de sus alimentos naturales tomaron con sus picos estas piedras y, comportándose igual que un ejército, las arrojaron sobre los hombres de Abraha? ¿Acaso reflexionando objetivamente se puede considerar normal y natural este comportamiento? Si estamos dispuestos a aceptar una interpretación de lo acontecido en base a causas metafísicas originadas en la Voluntad divina, ¿qué necesidad tenemos de considerar que una parte fue natural y otra no -como dudando del Poder divino-?

2.-Las bacterias y microbios dañinos lo son para todos los seres humanos por igual, luego, ¿cómo pudieron afectar únicamente al ejército de Abraha pasando por alto absolutamente a los mequinenses? Por que la historia es testigo de que aquel ataque no dañó en lo más mínimo a los habitantes de la Meca ni a ningún otro habitante de Arabia, a pesar de que ambas enfermedades que se mencionan, la viruela y el sarampión, son sumamente contagiosas y el aire y los insectos pueden trasladarlas de un lugar a otro, llegando a afectar a toda una región o ciudad en poco tiempo. ¿Resulta por ventura normal toda esta situación y explicación de los hechos?

3.-La discrepancia que evidencian los sostenedores de tales interpretaciones, sobre el tipo de microbio convierte a sus opiniones en más inaceptables todavía. A veces identifican el supuesto microbio como el “de Waba” (la peste bubónica); otras veces lo asimilan al sarampión o la viruela. Más insólita aún es la interpretación del autor del libro “La vida de Muhammad” (Dr. Heikal, ex-ministro cultural de Egipto), quien dice: “Quizá la peste bubónica provino del mar y cayó sobre los hombres de Abraha”. Nos preguntamos: ¿si el portador de los microorganismos fue el viento, qué papel jugaron las aves que se abatieron sobre el ejército de Abraha y le arrojaron las piedras de arcilla?, y ¿qué función tenía la arcilla?

Nuestro deber como creyentes es alejamos de tales interpretaciones erróneas y comprometidas de los milagros de los Profetas y sus historias, y ponemos en claro que la causa de los milagros no es del mismo tipo de causas que estudian las ciencias físicas y naturales. Por otra parte es inútil y vano que abandonemos nuestros principios por el sólo hecho de satisfacer a un grupo de científicos que poseen muy escasa o nula información sobre el orden metafísico.

Dos cuestiones que merecen destacarse.

1.-No es nuestra intención confundir al lector, sino que no queremos refrendar todo lo que la gente atribuye a los Profetas (P.) y a los grandes religiosos mientras no se funda en una fuente correcta y fidedigna y en tanto demuestre superstición y prejuicio. Nuestra intención es dejar aclarado que los Profetas y Mensajeros divinos realizaron actos extraordinarios para demostrar a la humanidad su relación con el mundo superior, actos cuyas causas las ciencias naturales y físicas son incapaces de entender.

2.-Nunca dijimos ni diremos que la existencia de milagros sea una excepción a la ley de causa y efecto, porque al tiempo que respetamos la validez de esta ley y creemos que todos los eventos tienen un origen y que nada puede pasar a la existencia sin él, sostenemos que los milagros se producen por causas extraordinarias y metafísicas que, por Voluntad divina, se encuentran a disposición de los justos siervos de Dios que son los Profetas. No es admisible ni racional que los neguemos poniendo como pretexto que la ciencia no ha descubierto esas causas, porque tales causas existen, pero causas que no son naturales, porque si lo fueran ya no se trataría de milagros.

LO SUCEDIDO LUEGO DEL FRACASO DE ABRAHA

El final que alcanzó a los enemigos de la Ka‘aba y de Quraish enalteció a los mequinenses ante los ojos de todo el mundo árabe. Ya nadie se atrevía ni a pensar en atacar a la tribu de Quraish y ni siquiera a molestarla. La idea predominante era que Dios, por respeto a Su Casa, y por la jerarquía y rango de la tribu de Quraish, había intervenido para derrotar a su enemigo principal. Nadie pensaba que lo acontecido se había producido sólo para resguardar a la Ka‘aba, sino que creían que era la nobleza de Quraish la causa principal de la intervención divina. Su idea no obstante era claramente desacertada pues, en otras oportunidades en que Quraish sufrió ataques o se vio amenazada, no ocurrió nada semejante. Esta victoria incruenta, obtenida sin que se derramara sangre de la tribu de Quraish, acrecentó la autoestima en los miembros de este clan, haciendo florecer su orgullo y arrogancia. Llegaron así a pensar en establecer restricciones para los demás árabes en lo que concierne al recinto sagrado de la Ka‘aba, pues se consideraban superiores a ellos. Arribaron a la creencia de que sólo ellos podían asumir la custodia de los 360 ídolos que habían invadido el templo, e incluso que únicamente ellos gozaban de su protección. Muy pronto aumentaron el vicio en sus ceremonias religiosas junto a la Ka‘aba y comenzaron a consumir en ellas vino de dátil. Según una expresión que se había generalizado entre ellos “los mejores momentos de sus vidas los pasaban junto a sus ídolos”. Contaban las historias que habían escuchado respecto a los Monzar (gobernantes de Hire) y los Gassam (en Siria), y creían que la dulce vida que aquellos gozaban la debían al favor de sus ídolos.

Las fantasías de Quraish.

¡Ojalá nunca llegara para el ser humano el día en que se crea dotado de una inmunidad fantástica! Pues precisamente en ese momento creerá que sólo él tiene derecho a ser feliz y no reparará en los derechos de los demás. Tal día llegó para la tribu de Quraish, y para demostrar su superioridad y grandeza decidió no tener en cuenta los derechos de los habitantes de Hell, es decir a todos los demás territorios fuera del santuario (háram) de la Meca. Decían: “Todos los árabes necesitan de nuestro templo, y ya han sido testigos con sus propios ojos como nosotros, los quraishitas, fuimos protegidos por los dioses de la Ka‘aba”.

Así comenzaron las restricciones impuestas por Quraish a los peregrinos. Con total despotismo prohibían a la gente consumir los alimentos que llevaban consigo aludiendo que sólo podían consumir los de los habitantes del Háram (recinto sagrado de toda la ciudad que rodea al templo de la Ka‘aba). Era obligatorio también usar la vestimenta local. En caso de no obtenerla los inicuos obligaban a que la circunvalación la efectuaran desnudos. Las mujeres estaban obligadas a realizar las circunvalaciones desnudas y sólo podían cubrirse las cabezas. Tras el ataque de Abraha ningún judío ni cristiano podía entrar a la Meca salvo que fuera empleado de un mequinense, y no tenía derecho a difundir su credo. Su arrogancia había llegado a tal extremo que ya no daban importancia a algunos rituales, como ser la estancia en Arafat, que sus ancestros cumplían plenamente.

Según lógicos cálculos sociales para que pudiera instalarse una revolución verdadera era inevitable que surgieran todos estos vicios y corrupciones. El modo de vida de la Meca debía ser corrupto, vicioso y opresivo para que el terreno fuera fértil a una revolución profunda, que cambiara los fundamentos. Todas estas restricciones, vicios, iniquidades, preparaban el terreno para la aparición de un reformador universal.

Un antecedente cercano al surgimiento de Muhammad (B. P.) y al gran cambio cuyo escenario se preparaba lo tenemos en el sabio árabe Uaraqat Ibn Naufal, que en sus últimos años de vida adhirió al cristianismo y que era un conocedor de la Biblia. Cuando hablaba de Dios y los Profetas se enfrentaba con el faraón de la Meca, Abu Sufián, quien contestaba: “Nosotros, los mequinenses, no necesitamos de tal Dios ni de tales profetas, pues gozamos de las mercedes y favores de nuestros ídolos”.

ABDULLAH, EL PADRE DEL PROFETA (B. P.)

Abdullah era muy querido y respetado por sus parientes. Estaba dotado de una luz en su frente, señal de que portaba la semilla de la profecía. Se casó con Amina, hija de Uahab, conocida por su nobleza, honradez y pureza, enlace que iluminó su vida a través de esta gran mujer. Al poco tiempo de casado Abdullah debió partir en una caravana hacia Sham por motivos comerciales. En ese momento Amina su esposa ya estaba embarazada del Profeta. Luego de unos meses se difundió la noticia de que retornaba la caravana a Sham. Los familiares de los viajeros salieron de la ciudad a recibirlos. Abdul Muttalib y Amina escudriñaban entre la multitud buscando el uno a su hijo y ella a su esposo, pero Abdullah no estaba entre ellos.

Al poco rato se enteraron de que Abdullah había sido dejado en Medina a raíz de una enfermedad que lo afectaba. La noticia entristeció a sus familiares y de inmediato Abdul Muttalib envió a su hijo mayor a Medina en busca de Abdullah. Cuando éste llegó allí le informaron que al poco tiempo de partir la caravana su hermano había fallecido.

Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam

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