El Ayatullah en el Plan de Dios

Por Ali Abdul Rasheed

Miembro Activo Comunidad Islámica de Colombia

Allah Glorificado sea El, Erigió con su poder los altos cielos y la tierra basados en el equilibrio o la justicia. Con asombro comprobamos como este equilibrio abarca no solo el maravilloso sistema mecánico celestial que permite el perpetuo movimiento de los astros y que evita que éstos se abalancen unos contra otros creando colisiones de magnitudes inimaginables por nuestras mentes; sino que también el aparentemente más simple sistema subatómico u animal.

Cada una de las entidades pertenecientes a éstos equilibrados sistemas pareciera que obedecieran órdenes imperceptibles que las hicieran comportarse siempre de forma tan predecible, tan exacta sin salirse de los límites demarcados en el espacio y en el tiempo.

Infortunadamente, los seres humanos no nos regimos en nuestras interacciones personales por leyes tan estrictas de equilibrio y justicia. Es por eso que desde que el hombre empezó a recorrer la tierra y a juntarse en comunidades de toda raza, lengua y cultura, su anhelo más grande ha sido el de establecer un sistema de gobierno basado en el equilibrio que en términos sociales se traduce en justicia lo que finalmente representaría paz entre los hombres de la tierra.

Hombres de preclara inteligencia, Mesías, Profetas, Filántropos, Santos, Filósofos y muchas más personalidades de eminencia incomparable han mezclado su sangre con la tierra en la desesperada y fiera lucha contra las huestes oscuras y siniestras que en férrea oposición trastocan aquello que los cielos y la tierra en perpetua humildad testimonian incesantemente día y noche.

El profeta Zacarías (p), Jesús el hijo de María (La paz sea con ambos), Lot (p), Abraham(p), y la epopeya que enmarca en cuadros de dramatismo superlativo, estampados en las paredes del espacio y el tiempo hasta el día en que éstos se sostengan en el perenne equilibrio cósmico, la tragedia que corona la sublime lucha entre las hordas impías y satánicas que con impúdicos ademanes avanzan contra la incorruptible, inconmensurable, inalcanzable humanidad del Santo, que en medio de las siete decenas de almas ingenuas, purísimas, benditas, valientes se preparan inamovibles, inmutables en su resolución, para salir del estrecho valle desértico de la injusticia y la opresión hacia el un Jardín más vasto que los cielos y la tierra, donde serán recibidos por las criaturas más brillantes y angelicales que mente alguna haya concebido; son todas estas escenas ejemplos claros de la eterna lucha de unos pocos miembros eminentes de la raza humana, que con la fe puesta en el creador de todo cuanto existe se enfrentan contra aquellos que en su ignorancia y ceguera, han dejado que el demonio de la codicia haga nido en sus corazones. Este demonio ha inoculado sus fibras más sensibles con el veneno de la rebelión, la ira y la infidelidad, lo que al final ha hecho de sus corazones un órgano putrefacto donde no hay más posibilidad de curación sino la muerte eterna.

Las sociedades modernas han alcanzado gran desarrollo material debido en gran parte a los procesos de explotación e injusticia más grande y obscenos que los cielos y la tierra hayan sido testigos.

El siglo XX fue la época en que la humanidad vio con asombro y pavor el surgimiento de nuevas potencias mundiales. Estos países en el transcurso de los años amasaron tanto capital económico y militar que esto, en corto tiempo se vio representado en un capital político tan avasallador e irresistible que no había rincón del mundo de interés relativo a los que sus embajadores no osaran aterrizar blandiendo la terrible espada del miedo y amenazando descaradamente con descargarla sobre toda osada cabeza que de buena manera no se dejase sojuzgar.

Entre estas cabezas sobre la que los hombres del Imperio voltearon sus miradas, se encontraba la antigua Persia, la de Ciro y Zoroastro, La del profeta Daniel (a,s), la Del Hijo del Profeta (s.a.w), la milenaria, la de la ciencia y la cultura, la que fue creada para el Imám oculto ,si, el otro hijo del Profeta (s.a.w). Oculto entre sus altas montañas y llanos valles se encontró en cantidades abundantes, el combustible que alimenta la gigantesca maquinaria que mueve el moderno sistema del siglo XX.

Irónicamente, esta voluminosa riqueza trajo la miseria sobre el otrora orgulloso pueblo persa, llamado ahora Irán.

La extendida invasión cultural a la que los altos sacerdotes y garúes modernos que moraban a la izquierda de su horizonte, febrilmente se aplicaron y sometieron a este pueblo y que, cual lava veloz que baja desde la boca fogosa del volcán hacia toda cosa a la que alcance su quemante ímpetu, abrasó a aquella sociedad ancestral cuyo único pecado fue el de ser bendecido por el creador con un subsuelo preñado de oro negro. Este Abrazo infernal dejó cicatrices de quemaduras profundas desconocidas para éstos, pero muy comunes para otros que habiendo recibido ya, este baño mortal yacían agonizando espiritualmente, sin esperanzas de salvación.

Y el pueblo languidecía, agonizaba, sus esperanzas cortadas, su dignidad marchitada. Sufrían y padecían las enfermedades traídas desde muy lejos dentro de las grandes naves intercontinentales y el resto del mundo no los escuchaba puesto que sus hipócritas lideres ahogaban sus mustios quejidos con sus imponentes y grandes voces que gritaban al mundo su impetuoso y ensordecedor mantra de la democracia, los derechos humanos, la igualdad entre los hombres y la autodeterminación de los pueblos.

Pero Dios no está ajeno de todo lo que el hombre hace, y así como envió a los Israelitas al profeta Moisés (p) para que los rescatase de los duros suplicios a que eran sometidos por el Faraón, así mismo envió a un hombre que con su fe en El, y habiendo bebido de la pura fuente del conocimiento coránico y de la tradición legada por el Profeta (s.a.w) y los Puros Imames (a.s). Avanzó resueltamente contra aquella muralla milenaria, cuyos cimientos son la injusticia, sus paredes son la mentira y está pintada con el color de la hipocresía.

Este hombre tras una gesta heroica de resistencia y de fe, logró derribar en unión de un río de piadosos seres de luz un sistema antiguo de explotación y establecer un nuevo sistema cuya misión es poner al servicio de la humanidad el reino de Dios en la tierra.

Por eso luchó y murió el Imám Ali (a.s), por eso murieron Al Hasan y al Husain (la paz sea sobre ellos), los demás inmaculados han vivido y han muerto por este noble propósito.

Siguiendo los pasos de sus ancestros, el Imám Jomeini estableció una revolución cuyo propósito era destruir todo vestigio de paganismo e ignorancia en Irán y después de esto empezar a crear las bases para la creación del Gobierno que Dios siempre ha querido para sus siervos en la tierra.

El mayor desafío que tienen las sociedades Islámicas de cara al nuevo milenio es adaptar el Islam y su cultura Milenaria al nuevo sistema de influencia preponderantemente occidental y hacerlo atractivo para las nuevas generaciones de jóvenes.

Unos optaron por asumir una posición radical, llevando su interpretación Islámica a posturas ultra conservadoras, en donde se suprimía toda suerte de derechos con el objetivo de evitar que sus sociedades se contaminasen con las enfermedades llegadas desde otras partes o por someter a sus hermanos en la fe al salvaje vasallaje, la religiosa explotación o el piadoso sometimiento tal como hombres de otras culturas y religiones también lo hicieron antes.

Otros asumieron posiciones Ultra liberales en su desmedido afán por no parecer ante el mundo como sociedades atrasadas, estancadas en el pasado y también para congraciarse con sus poderosos jefes quienes generalmente los educaban y además les dictaban las lecciones que debían decir y hacer en sus países de origen y escrupulosamente las revisaban y las corregían.

Los primeros hicieron gran daño al mensaje del Islám, puesto que se llegó a creer en el mundo entero, que el Islám no era más que un conjunto de dogmas incoherentes practicado por una banda de celosos y fanáticos forajidos, ignorantes, estancados en el pasado y sin ningún tipo de aporte a la civilización más allá que miseria y muerte. Los segundos también hicieron daño, puesto que su avaricia y codicia desmedida, los llevó a amalgamarse tanto con la modernidad, que con el tiempo se perdió todo rastro de su glorioso pasado Islámico, cayendo presa del enemigo mortal que los acechó pacientemente y al final les hizo caer en la trampa mortal, de la cual no han podido salir todavía.

El Imám Jomeini, tomó el término medio es decir a la vez que rompía todo vinculo con los antiguos depredadores del Este o del Oeste y urgía a su pueblo a vivir una vida de castidad y de piedad, así mismo les llamaba a la búsqueda del conocimiento para alcanzar la independencia y la libertad que solamente se logra con éste.

Hablaba de la práctica piadosa del Islám pero sin caer en el fanatismo que obnubila y conlleva a la destrucción,el término medio es el mejor camino..

Decía que la revolución y el nuevo país no eran solo para los nacionales iraníes, sino también para los oprimidos de la tierra y que era menester que este mensaje se promulgase a todos los rincones del mundo.

Hablaba que esta etapa del nuevo sistema de cosas era solamente la preparación para la venida del que ha de venir y que cuando El retorne a este mundo a traer justicia y paz, el Irán será la plataforma sobre la que extenderá su mensaje a todo el universo.

Su mensaje en verdad ha recorrido miles de kilómetros y los seguirá recorriendo por mucho más tiempo, puesto que éste es transportado por un motor cuyo combustible es la sangre de los miles de mártires que en su afán por satisfacer a su creador ofrecieron sus vidas para dejar testimonio eterno de su amor por El, y Dios también los ama a ellos.

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www.islamoriente.com ; Fundación Cultural Oriente

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