De acuerdo a la visión islámica, en la sociedad también existen le­yes específicas que constituyen los moldes sobre la base de los que to­man lugar los cambios sociales. El surgimiento y decadencia de los pueblos, su fortaleza y debilidad, la llegada al poder de un grupo parti­cular, la sensatez o insensatez de una sociedad, están todos sujetos a las leyes que gobiernan una sociedad y su relación con otras sociedades. De esta manera, los sucesos históricos no son accidentales ni carecen de base. No están sometidos a un destino caprichoso. Todas las cosas en la sociedad como en la naturaleza están sometidas a una ley.
La Parte más interesante de la perspectiva islámica del mundo se relaciona con el ser humano y la visión coránica de este ente extra­ordinario. Desde el punto de vista coránico el ser humano no es un ente natural, es decir que, a diferencia de otras cosas naturales, no tiene que seguir una dirección y rumbo fijo e inalterable.
El mundo es una realidad que puede ser palpada, observada y per­cibida. No es algo imaginario o el producto de la concepción o noción de cualquier persona. Indistintamente de qué pensemos sobre ello y del hecho de si sus fenómenos son conocidos para el hombre o no, o si tienen alguna utilidad o no, es una realidad absoluta e indiscutible.
Transferencia de propiedad, Transacciones, Normas generales de las transacciones, Diferentes tipos de venta, Necesidad del conocimiento de las leyes del comercio, Revocación de un contrato, La herencia, Reparto de la herencia...
La identificación de los recursos naturales de riqueza y las nor­mas correspondientes a los mismos es una de las partes más importantes de las enseñanzas islámicas. Algunas de estas fuentes son exte­riores a nuestro planeta tierra, morada del ser humano. Tal es el caso del sol que es fuente de luz y calor para la tierra, sus habitantes y muchos otros planetas. Así también la luna que produce las mareas y otros efectos beneficiosos para el ser humano. De igual manera, el aire, las nubes y las estrellas que producen importantes efectos sobre la vida humana.
Cualquiera sea su circunstancia, el hombre necesita siempre ali­mento, ropa, alojamiento y otras cosas de la vida, en correspondencia con su desarrollo intelectual y social, intenta asegurarlas en la mayor cantidad, de la mayor calidad y de la manera más rápida posible. Hasta donde sabemos, la cuestión de asegurarse los medios de vida ha sido siempre considerado en todas partes y aún es considera­do, un problema esencial de la vida humana. En todos los períodos ha sido uno de los problemas principales que ha atraído la atención de los individuos así como de las naciones.
Cuando tenemos una confianza en la integridad de una persona y nos apoyamos sin vacilar en ella, decimos que esa persona posee imán. Igualmente, cuando creemos totalmente en la veracidad de algo comu¬nicado, decimos que esa comunicación tiene imán. Si tenemos una fe firmemente fundada en un sistema intelectual o en una ideología y sentimos una ardiente ligazón y celo por ello, convirtiéndolo en la base espontánea de nuestras actividades en la vida con una perfecta tranquilidad de conciencia, fervor e inclinación, estableciendo el pro¬grama de nuestras actividades en la vida en función de ello, decimos que tenemos imán en esa ideología.
...El materialismo y la preocupación excesiva por las cuestiones económi­cas lo han convertido en una máquina. Está siempre ocupado en la ob­tención de sus medios de vida o en encontrar los medios para llevar una vida cada vez más lujosa. Esta situación está tan ampliamente ex­pandida que la vida de la mayoría de los hombres de nuestra época está casi desprovista de otros contenidos valiosos. Hubo un momento en que el hombre daba mayor valor a su li­bertad, e incluso sacrificaba su vida en función de ella. Ahora se ha vuel­to un esclavo de la producción y el consumo, renunciando a su amor a la libertad en el altar de la nueva deidad...
Para combatir efectivamente la envidia, la persona envidiosa de­bería hacer esfuerzos positivos por lograr algunos éxitos y obtener alguna distinción. Naturalmente, un hombre ocupado en sí mismo tiene poco tiempo para envidiar a otros. En la mayoría de los casos gradualmente su tolerancia y extroversión son revividas y salen de su caparazón. Empieza a tener a los demás en cuenta, y siente que está relacionado estrechamente con otros seres humanos. Su sentido de compasión y amor al género humano vuelve a despertarse. No sola­mente no le aflige la prosperidad de los demás sino que incluso se en­cuentra dispuesto a sacrificarse por otros.Hemos visto que la envidia es una enfermedad espiritual y un sig­no de mezquindad. Causa desasosiego interior al envidioso y perturba la paz de otros. Es un flagelo que debe ser erradicado.
EL hombre del Islam es constructivo. Se forma él mismo y estruc­tura su desarrollo. Su éxito en este desarrollo depende del éxito en su autorrealización y viceversa. En otras palabras, su éxito en el mejoramiento del medio ambiente de su vida prepara el camino para su propio perfeccionamiento.En vista de esta firme relación recíproca entre el ser humano y el medio ambiente en que vive el hombre debe prestar la mayor aten­ción al perfeccionamiento general de sí mismo en un amplio espectro y en correspondencia con la perspectiva musulmana esencial del mundo y de la criatura humana.A este respecto, posee extensas enseñanzas que se refieren a todos los aspectos de la vida humana y cubren todas las necesidades humanas, ya sean materiales o espirituales, individuales o sociales, culturales o económicas, etc. La suma total de estas enseñanzas constituyen el pro­grama de educación islámica. Incluye importantes disposiciones res­pecto a la limpieza, una nutrición adecuada, la higiene, la salud física y mental, etc.