El Islam como forma integral de vida

Seied Mujtaba Musawi Lari

La humanidad cae de los niveles morales, zambulléndose en el flujo materialista de desasosiego y sedición social. Los más grandes pensadores constatan que debe encontrarse algo para poner fin al declive del mundo. Los filósofos, como un solo hombre, afirman que sólo un renacimiento de la fe y de la moralidad pueden dar unos cimientos seguros para construir la nueva sociedad. Debe precederle un cambio de corazón de incontables individuos y dirigir la refundación de la familia, la comunidad y la renovación económica e internacional. Es un signo esperanzador que las masas de gente, sumergidas en un mar de preocupaciones provocadas por la insensibilidad materialista, esté empezando a demostrar desesperación por tal forma de vida y tipo de sociedad.

El doctor Alexis Carrel en su libro «Way and Rule of Life» escribe: «Necesitamos un mundo en el que cada persona pueda desarrollar completamente sus talentos innatos, sin separación entre lo material y lo espiritual. Hemos aprendido que la vida no puede vivirse correctamente sin una orientación y una guía. Pero pocos están alertas ante los graves peligros que amenazan a la vida humana si no seguimos esas direcciones orientativas. Muchos son guiados por sus fugaces pasiones, intoxicados por la peste materialista que suministra la tecnología, sin voluntad para renunciar a la mínima parte de esas comodidades, persiguiendo el placer, balanceándose como corchos en la corriente, cuando pronto se precipitarán por las cataratas.

En lugar de asumir las concepciones de un universo ordenado, sobre el que la ciencia basa su trabajo, define nuestras instituciones humanas y nos lleva hacia la suprema verdad, la hemos empobrecido en los moldes de las ideologías que nunca pueden satisfacer nuestras necesidades reales. Anteponiendo el materialismo, el hombre moderno sacrifica su prosperidad espiritual y económica y abandona la paz del corazón por el hedonismo. Pensamos que la «libertad» incluye la independencia de las leyes naturales. El hombre fue diseñado para el amor puro, los sentimientos espirituales, los tesoros intelectuales, la imaginación creativa, el sacrificio de sí y la vida heroica. Vivir únicamente para la economía es amputar una parte vital de su personalidad y esto es porque el liberalismo y el marxismo no olvidan simplemente sino que destrozan y apartan los elementos básicos que la misma naturaleza incluye en la composición del hombre».

Para erradicar la causa de esas tragedias y miserias, la única esperanza del mundo moderno es retornar a la Divina Verdad como fue revelada por inspiración de Dios a través de Sus Profetas. La próxima esfera a explorar debe ser el espacio interior que está en la mente del hombre. Para ello, primero debemos dispersar las nubes tormentosas de pasiones que lo oscurecen; debemos deshacernos de las cadenas de barro que ciegan el espíritu humano; debemos expulsar la corrupción y las impurezas que le confinan en el valle de las sombras por medio de una revolución purificadora que refine pensamiento y vida.

El hombre así puede obtener la verdadera humanidad y poseer su justa herencia de valores espirituales, que deben ser sus características distintivas, por medio de las cuales profundiza en la felicidad interna. El hombre fue hecho para poder crecer y expandirse felizmente con sus congéneres humanos en todas partes. El Islam supone la armonía y la perfección con indudable profundidad y una amplitud de miras que comprende todos los aspectos del espíritu y de la vida. Tiene el remedio para todas las enfermedades humanas, individuales y sociales y las hace lo suficientemente familiares para que el ingenio del hombre pueda razonarlas o comprenderlas. Las muestra para desarrollar todas las facetas de la persona; por tanto incluye cada realidad que tiene efecto en la existencia humana. No sitúa al hombre en lugar de Dios. De hacerlo así, dejaría al hombre confiando en todo su orgullo y egoísmo o también le reduciría a la esclavitud de ser una bestia de carga por su débil, impotente, abúlica y desamparada naturaleza ante la tiranía. Esto es precisamente lo que las modernas herejías hacen con el hombre. Pero el Islam reivindica la naturaleza única del hombre ante las demás criaturas vivas, afirmando que es una creación especial con una elevada llamada para todo lo suyo. El Islam mantiene que la personalidad del hombre no deja de existir con la muerte, sino que es continua y eterna.

Este mundo y el otro son una unidad indivisible. La eternidad dicta principios universales, inmutables e incambiables. El Islam confía para el progreso en esas que proclama sus creencias, convicciones, mandatos y normas en su escuela de satisfacción. Ofrece al hombre la libertad de pensamiento por su interés y como explicación de la ley divina sobre asuntos de requerimientos sociales. Retorna a los principios originarios que proclaman la verdad segura y sobre una base pétrea ante todos los acontecimientos y cambios de esta vida mortal. El Islam mantiene que el hombre posee ciertas características que son su ligazón con el mundo material y otros determinados que le conectan con las realidades inmateriales y que motivan el deseo y la aspiración de una naturaleza más sublime. El cuerpo, la mente y el espíritu tienen sus propias tendencias.

Cada uno debe ser debidamente sopesado para que ninguno de esos elementos indivisibles entre en conflicto con los otros. El Islam tiene en cuenta todos los elementos y facetas de la naturaleza humana y abastece del componente esencial de las tendencias humanas combinadas, materiales y espirituales. Impulsa al hombre a elevarse a lo más alto sin cortar sus raíces con lo material. Demanda absoluta pureza y castidad sin negar la carne y sus necesidades. Su corriente fluye de un polo a otro sobre el entramado de la vida: las convicciones y regulaciones que preservan la integridad de todos los instintos innatos humanos que rechazan la doctrina freudiana de total libertad que no trata al hombre sino como un animal.

El Islam no es un simple  cuerpo de ideas en el mundo de la especulación metafísica; ni ha venido simplemente para ordenar la vida social del hombre. Es una forma de vida tan extensamente significativa que eleva la educación, la sociedad y la cultura a alturas no conocidas hasta ahora.

El Islam no concede prioridad a ningún tipo de influencia material o de comodidad hedonista como base de la felicidad. Sitúa sus principios en un análisis de la verdadera naturaleza del hombre. Con esos principios elabora un plan para la vida individual, social e internacional, entramado por normas morales fijas que abarcan todo, señalando un objetivo para la humanidad de mayor elevación que los limitados fines materialistas del mundo moderno.

El Islam no encierra al hombre en los estrechos confines de lo material y lo económico. Le sitúa en una atmósfera espaciosa y expansiva. Allí reinan la moralidad, los principios y el espíritu. Esas son las reglas que arrancan de la misma naturaleza del hombre. Animan a la ayuda mutua y al trabajo en equipo. Buscan valores fuera de los estrechos límites impuestos a los individuos y la comunidad por la pusilánime conducta vulgar de los propósitos materialistas. En lugar de ello, impulsa al hombre dándole fuerza para cambiar, avanzar, progresar y perfeccionar lo inherente a su creación. Por todo ello, el hombre debe ser dueño de su destino y capitán de su alma.

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www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

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