La cristianización de Roma y con esto la consolidación del dominio papal, trajeron aparejados la expansión de las ideas judeo-cristianas y el triunfo de una sociedad patriarcal. La figura del hombre como centro del mundo se entronizó, dejando a un lado, no solo a la mujer, sino también el carácter femenino de la Existencia.
El papel de la mujer dentro de la religión llegó a estar tan sumido en la desgracia que se cuestionó por parte de algunos sínodos cristianos la presencia del alma en sus cuerpos, en abierta oposición al sentido de las escrituras y de las palabras de Jesús (P), lo que dio por sentado que la superación de la misma no era más que una pérdida de tiempo. Conforme a la tradición islámica, muchos de los antiguos conceptos del Dios Padre fueron dejados atrás, lo que resultó molesto para comunidades acostumbradas a ver a Dios de una manera masculina...