El siglo veinte es un periodo de grandes revoluciones. La dinastía imperial de los Zares fue derrocada en 1917 por sus mismos súbditos; del zarismo se pasó al comunismo comandado por Marx y Lenin. Los despóticos zares, aunque en guerra con los países musulmanes no le hicieron daño al Islam. Pero el gobierno comunista, durante los últimos 70 años, ha alejado a sus súbditos musulmanes de su religión y cultura.
El Islam llegó a La India por primera vez durante el Califato de Alí. 50 años después se instauró otra vez allí con el gobierno de Muhammad ibn Qāsim. Pero quien creó las bases para un gobierno musulmán permanente en India, fue Qutb ud-Din Aybak, el primer gobernante de la Dinastía de los Esclavos en 1206 D.C., la cual fue sucedida por los reyes de Ĵalyi (1290-1317), la que a su vez fue sustituida por la Dinastía Tughlaq (1320-1388).
Luego de la caída del Califato Abásida, Ĵorasán, Irán e Irak quedaron bajo el dominio de los gobernadores mongoles de Hulagu. Estas personas sin educación e incapaces de conducir los asuntos del estado confiaron su administración a los estadistas locales.
Después de 92 años de reinado, la dinastía Omeya fue derrotada. El trono lo ocupó ahora Abul Abbas. Su juventud la dedicó al estudio y a la administración de su casa. Pero este jefe, de normal capacidad, condujo los asuntos del estado eficientemente.
La mejor manera para destruir un movimiento honesto consiste en degradar la personalidad de su líder, de esta forma el movimiento se derrumbará automáticamente. Esto fue lo que hizo Mu’awiyah para mancillar la gracia del Islam.Mu’awiyah también hizo ciertos cambios en las oraciones, los cuales fueron rechazados por la gente de Medina durante algún tiempo, pero con el transcurrir de los años fueron adoptados en todos los países. ‘Bismil-lah i-Rahm?n ir-Rahim’, el versículo esencial con el que comienzan los Capítulos del Corán fue suprimido de las oraciones diarias durante su mandato.
Al momento de la muerte del Profeta, mientras sus parientes estaban ocupados organizando su funeral, algunos de sus compañeros notorios se dirigieron a la ‘Saq?fa’, una triste asamblea para escoger al que sería su sucesor. Aunque el Profeta había designado a Alí como su sucesor, y el noble Corán está lleno de sus virtudes, algunos oportunistas, entre Auxiliares y Migrantes vieron la oportunidad propicia para arrebatarle el califato a la familia del Mensajero de Dios. También hubo entre ellos alguna confrontación física. Antes de que ésta se volviera una batalla, la sagacidad de Umar le puso fin al jurarle lealtad a Abu Bakr, el migrante más experimentado. Otros, siguiendo un plan premeditado, hicieron lo mismo y enseguida se alzó la voz de que Abu Bakr había sido electo como el califa del Profeta. De Allí se dirigieron a la Mezquita en donde la gente que asistía le juró lealtad a Abu Bakr.
El Profeta, el más elevado era un modelo de rectitud, sabiduría, clemencia y justicia. Su honestidad y honradez eran incuestionables. Era amable con todos, justo en todos los asuntos, misericordioso aun con sus enemigos; un legislador sabio y un comandante imperturbable en el caos del campo de batalla. Su ingenio organizador hizo que los beligerantes e individualistas beduinos se unieran y convirtió su tendencia natural al asalto en una caballerosidad disciplinada. Estableció la idea de una hermandad universal entre la humanidad, y creó una pasión por el sacrificio, la caridad, y el compañerismo.
En una noche muy oscura Muhammad se escondió en la cueva de Saur acompañado por Abu Bakr. Los infieles Quraishitas lo buscaron por tres días hasta desilusionarse. Luego, Muhammad salió de su escondite y se dirigió a Medina. Viajando cinco noches bajo la bella luz de una luna ascendente, Muhammad bajó de su camello en Quba, un suburbio de Medina, el 9 de Rabi-al-Awwal, el 21 de Septiembre de 622. Pasados tres días Muhammad entró a la ciudad, donde la gente le dio un gran recibimiento y dirigió la primera prédica del viernes, el 24 de Septiembre. Aquí, Muhammad compró un terreno donde construyó una sencilla casa de oración conocida actualmente como la Mezquita del Profeta. Junto a ella fueron construidas algunas casas para sus familiares. Estas casas tenían de diez a doce palmos de longitud, y estaban hechas de ladrillos secados al sol.
A finales del siglo VI se veía caminar a un joven por las calles de Meca, absorto en sus pensamientos pero siempre con una sonrisa de amabilidad, nunca dejaba de saludar a los más humildes y siempre se detenía a conversar atentamente con los niños que se reunían a su alrededor.Este joven de ojos melancólicos, y con su pelo que le llegaba hasta los hombros, llevaba consigo un aire de gran nobleza, el cual inspiraba amor y respeto entre sus conciudadanos. El comportamiento y las maneras de este joven, junto con su disposición siempre atenta hacían que fuese respetado por todos. Aún en esos tiempos turbulentos, se le llamaba “Amiin” (el que inspira confianza). Este joven anhelaba reformar el ambiente de impureza que le rodeaba, el cual estaba lleno de impiedad, maldad y tiranía.
Si el hombre es llamado “la criatura más noble, la más esplendorosa creación de Dios”, entonces su manera de vivir, la forma de ganarse el sustento, sus contratos matrimoniales y de otros aspectos sociales deben ajustarse a leyes específicas. Estas leyes que conducen al hombre al perfeccionamiento de su conducta y a la nobleza se les puede llamar religión. En todas las épocas hubo necesidad de ella. Para que el hombre supliera esta necesidad, Dios creó personas iluminadas y justas conocidas como profetas o mensajeros. Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús, Muhammad, todos son eslabones de esta noble cadena. Estos personajes sagrados dieron al mundo un mismo mensaje: Conoce a tu Creador; adóralo; trata bien al prójimo y se bondadoso con los animales; ayuda al pobre y al desvalido; lleva una vida piadosa y honesta ya que todas tus acciones serán evaluadas el día del juicio. El Islam da a conocer este elevado mensaje más exhaustivamente que cualquier otra religión.