La recopilación de las virtudes

(Un tratado de ética islámica)

LAS ENFERMEDADES DEL ALMA Y SU TRATAMIENTO

Allamah Muhammad Mahdi An-Naraqi

INTRODUCCIÓN

En el diagnóstico de las dolencias físicas deben seguirse ciertas reglas y procedimientos. Primero debe identificarse la enfermedad; segundo, la determinación del tratamiento a seguir. Tercero, debe comenzar el tratamiento con el uso de los medicamentos apropiados y evitar (concienzudamente) las cosas perjudiciales, continuando así hasta el completo restablecimiento.

Hemos explicado ya que las enfermedades del alma se producen cuando sus poderes traspasan los límites de la moderación hacia cualquiera de los extremos, por deficiencia o por exceso. La forma en que estos desarreglos deben tratarse, es la misma que se utiliza en el tratamiento de las enfermedades físicas, debiendo seguirse las tres etapas mencionadas antes hasta el completo restablecimiento. Continuaremos nuestra discusión describiendo cada enfermedad del alma e indicando el tratamiento que le corresponde.

Las enfermedades a ser estudiadas serán divididas en cuatro categorías:

1.— Enfermedades del Poder del Intelecto y su tratamiento.

2.— Enfermedades del Poder de la Ira y su tratamiento.

3.— Enfermedades del Poder de la Pasión y Deseo y su tratamiento.

4.— Enfermedades que resultan de la combinación de dos o tres de estas facultades y su tratamiento.

Antes de que comencemos nuestra discusión de las enfermedades en estas cuatro categorías, debe quedar establecido que estos cuatro poderes (en un caso particular) pueden existir en cualquiera de los tres diferentes estados de moderación, deficiencia o exceso.

En la discusión de cada uno de estos poderes, consideraremos primero su desviación hacia el exceso, que es un tipo de enfermedad e indicaremos su correcto tratamiento. Esto será seguido del análisis de su desviación hacia la condición de deficiencia y el método correcto para tratarla. A continuación consideraremos su estado de moderación o equilibrio. Concluiremos nuestro estudio de cada poder con un examen de los varios tipos de dolencias morales que pueden afligir a estas facultades y su método de tratamiento.

ENFERMEDADES DEL PODER DEL INTELECTO Y SU TRATAMIENTO

A.— La condición de exceso

Análisis excesivo: Este es uno de los vicios del poder del intelecto en su condición de exceso. Cuando el intelecto humano está afligido por esta enfermedad se encuentra tan inmerso en el meticuloso examen y análisis, que, pierde templanza y equilibrio. En otras palabras, la actividad mental humana, en vez de aproximarse a la comprensión de la realidad, se aleja más y más de ella, pudiendo incluso ser conducido a la negación de la realidad (como los sofistas), provocando que el hombre, se atasque en la duda y la indecisión en relación a las leyes del Din (religiosas, reveladas) y su aplicación.

La forma en que esta fatal dolencia se trata, es que el individuo debe tomar conciencia de su peligro, meditar sobre él, y entonces hacer un esfuerzo para forzar a su mente a mantenerse dentro de los límites de la moderación. Con el sentido común con línea-guía y el pensamiento y el juicio de la gente normal, debe aplicarse a sopesar sus propios pensamientos y juicios, manteniéndose en guardia constantemente, hasta que alcance el estado de moderación.

B.— La condición de deficiencia

Simple ignorancia: este desarreglo se produce por una deficiencia del poder del intelecto en el individuo, y se dice que existe cuando el individuo carece de conocimiento y estudio, pero es consciente de su ignorancia. Esto se contrapone a la “ignorancia compuesta”, estado en el cual no sólo no se da cuenta de su ignorancia, sino que también se considera a sí mismo instruido.

Es obvio que el tratamiento de la simple ignorancia es más sencillo que el de la ignorancia compuesta. Para curar la simple ignorancia todo lo que se requiere es examinar las consecuencias dañinas de la falta de saber, y ser consciente del hecho de que la distinción del hombre por sobre el resto de los animales radica en el conocimiento y el estudio. Además de esto, una persona en tales condiciones debe notar que la importancia del conocimiento es confirmada por la razón, tanto como por la Revelación. La consecuencia de tal contemplación y reflexión será un automático deseo de aprender. Debe satisfacerse ese deseo con ardor, no permitiendo que ni la más mínima partícula de hesitación o duda penetren en la mente.

C.— El estado de moderación

Conocimiento y sabiduría: condiciones éstas situadas entre los dos extremos anteriores. Indudablemente, el conocimiento y la sabiduría son dos de las más sublimes cualidades que el hombre puede poseer, como así también son los más importantes y nobles de los Atributos Divinos. De hecho, es esta característica la que conduce al hombre a la intimidad con Allah. Esto es así porque, a mayor conocimiento y estudio en un hombre, mayor es su capacidad de abstracción (taÿarrud), pues ha sido demostrado en el estudio de la filosofía que el conocimiento y la abstracción son complementarios. Por consiguiente cuando mayor es el grado de abstracción mental, más cerca está el hombre de la Esencia de Allah, cuya idea en la mente humana es la más elevada de las abstracciones.

Elogiando el conocimiento y la sabiduría dice el Sagrado Corán:

“Y aquellos que han recibido la Hikmat (sabiduría) han recibido mucho bien” (2:269).

Y también:

“Y estos ejemplos los damos a los hombres, pero no los razonan sino los sabios”. (29:43).

Se ha narrado que el Profeta (B.P. y Desc.) dijo lo siguiente a Abu Dharr:

“La asistencia de una hora a una reunión en que se imparte conocimiento es más amada para Allah que velar mil noches rezando en cada una mil rak’ats, y más amada aún para El que mil gazuat (expediciones de guerra por la causa de Allah), y que la recitación de todo El Corán doce mil veces, y mejor que un año completo de devoción ayunando durante sus días y velando por sus noches. Y quien sale de su casa a (con intención de) buscar una puerta hacia la ciencia, le concede Allah por cada paso la recompensa de mil mártires como los de Badr, y le concede Allah, por cada letra que escuche o escriba, una ciudad en el Paraíso”.

En el Islam están prescriptas ciertas reglas de educación (adáb), tanto para los maestros como los discípulos, las cuales han sido tratadas en detalle en otros libros, el mejor de los cuales es quizás el “Adáb al-muta’allimún” (Cortesía o educación de los discípulos) de Zain ud-Din ibn ‘Ali Al-’Amilí (1495-1559). Mencionamos aquí algunos puntos importantes sobre la correcta conducta del estudiante y el maestro:

1.— El discípulo debe abstenerse de seguir sus inclinaciones egoístas y pasionales y de la compañía de hombres mundanos, porque, como un velo, ellos impiden el acceso a la luz de Allah.

2.— La única motivación para el estudio debe ser alcanzar la complacencia de Allah y la felicidad en el Ajirat (el otro mundo), y nunca la búsqueda de riquezas mundanas, fama u honor.

3.— El discípulo debe poner en práctica todo lo que estudia y comprende, para que Allah puede incrementar su saber. Hay una tradición del Profeta (B.P. y Desc.) que dice:

Quien adquiere la ciencia de los sabios y actúa de acuerdo con ella se salva, pero quien procura con ella el mundo obtiene sólo eso (obtiene del dunia’ pero nada del ajirat).

4.— El discípulo debe honrar a su maestro, siendo humilde y obediente hacia él.

El Adáb propio del maestro consiste en lo siguiente:

1.— La enseñanza debe ser por la causa de Allah y no por ninguna finalidad mundana.

2.— El maestro debe estimular y guiar a su discípulo, ser amable con él, y hablarle según su nivel de comprensión.

3.— El maestro debe transferir su ciencia sólo a aquellos que lo merecen, y no a quienes no lo merecen o pudieran abusar de él.

4.— El maestro debe hablar sólo de lo que conoce, y abstenerse en los tópicos que ignora.

Se hace necesario explicar aquí lo que entendemos por conocimiento y estudio, y de la clase de aprendizaje a que nos referimos. Es decir; la pregunta que surge aquí es si el honor y respeto por la ciencia y los sabios que caracteriza al Islam, ¿debe aplicarse a todas las ciencias o sólo a algunas de ellas? La respuesta es que los temas de estudio se dividen en dos grupos: primero, las ciencias que tienen que ver con el mundo, tales como la medicina, geometría, música, etc.; segundo, las ciencias que se ocupan del desarrollo espiritual del hombre. Es este segundo tipo de estudio el que es altamente dignificado por las sagradas enseñanzas del Islam. Sin embargo, el primer grupo de ciencias es también considerado importante, y procurarlo es uáÿib kifá’i[1] para los musulmanes. Esto es, todo musulmán está obligado a estudiarlas en la medida de las necesidades de la Ummat (comunidad o sociedad) musulmana.

Aquellas ciencias cuyo estudio es necesario para el desarrollo espiritual del hombre son: los principios del Din (Usúl ud-dín), la ética (‘ilm ul-ajláq) —que fue formulada para guiar al hombre hacia aquello que le proporciona la salvación y preservarlo de aquellas cosas que lo conducen a la perdición—, y la ciencia de la jurisprudencia (fiqh) que trata del individuo, deberes sociales y particulares, todo desde el punto de vista de la Shari’ah islámica.

OTROS VICIOS RELACIONADOS AL PODER DEL INTELECTO

1.— Ignorancia compuesta (Ÿahl).

La ignorancia compuesta es, como explicamos antes, la clase de ignorancia en la cual, aparte de no saber, no se es consciente de ello (la persona cree que sabe pero en realidad es un ignorante). Se trata de un vicio fatal cuya cura es extremadamente difícil. Esto porque la persona afectada no ve ninguna limitación en sí misma, y carece en consecuencia de toda motivación para hacer algo sobre ello. Permanece así ignorante hasta el fin de su vida, y los efectos perniciosos de este mal lo destruyen. Para curar este tipo de ignorancia debemos investigar sus raíces. Si su causa en el individuo es una tendencia a falsear (o distorsionar) el razonamiento, el mejor tratamiento para él es aprender algunas ciencias exactas, tales como la geometría y la aritmética, en cuyo caso su mente se verá libre de la estupidez y la inercia mental, siendo conducida a la estabilidad, la claridad y la moderación. Con esto se transforma este mal en simple ignorancia y el individuo afligido puede ser estimulado a la búsqueda del conocimiento. Si la causa del vicio es el método de razonamiento, el individuo debería comparar el suyo con el de los investigadores y hombres de ideas claras a fin de descubrir su error. Si la causa de su ignorancia es alguna otra cosa, como el ciego prejuicio y la imitación, él deberá hacer un esfuerzo para apartarlos.

2.— Perplejidad y duda (Shakk)

Otro mal que puede afligir al Poder del Intelecto es el vicio de la duda y la perplejidad que vuelve al hombre incapaz de distinguir lo verdadero de lo falso. Esta dolencia es causada a menudo por la aparición de numerosas piezas contradictorias de evidencia, confundiéndolo, e impidiéndole (al individuo) alcanzar una conclusión definitiva. Para curar esta dolencia del alma, el individuo debe primero considerar los principios axiomáticos de la lógica, tales como la ley de contradicción, el principio de que el todo es siempre mayor que una de sus partes, la ley de identidad, etc., basando todos sus razonamientos ulteriores en ellas, comprendiendo que la verdad es única, y que, salvo la verdad-una, todas las otras conclusiones son falsas. De esta manera podrá cortar la trama de pensamientos contradictorios que lo aturden.

Lo opuesto a la ignorancia, perplejidad y duda es la certeza, que no es otra cosa que la convicción permanente, firme, la cual, estando de acuerdo con la realidad, no puede ser alterada por ninguna duda por fuerte que sea. Esto adquiere especial importancia en lo que atañe al Din y sus diversas ramas. En otras palabras, la creencia en la existencia de Allah, Sus Atributos positivos y negativos, en la Profecía, la resurrección y en otras cosas relacionadas a ellas, debe ser tan fuerte que no pueda ser alterada por ninguna duda. El estado de certeza (iaqín) es uno de los más elevados posibles en el hombre, y es alcanzado por pocos seres humanos. Hay una tradición atribuida al Profeta (B.P. y Desc.) que dice:

La certeza (iaqín) es la fe (imán) completa.

Se narra que el Imam Ÿa’far As-Sádiq (P) dijo:

Por cierto que Allah Ta’ala, en Su suprema justicia, colocó la felicidad y el confort en la certeza y el contentamiento (sometimiento a la voluntad de Allah: ridá) y acopló la tristeza y el dolor con la duda y el resentimiento (a la voluntad divina).

Signos de los hombres de convicción

Hay ciertos signos asociados con el estado de iaqín (certidumbre) con los cuales uno puede medirse a sí mismo para determinar su propio grado de convicción. Estos signos son:

1.— Confianza en Allah para todos los asuntos, y tener en mente sólo el obtener Su complacencia. Para expresarlo sucintamente, debe ser la firme creencia en que:

No hay Poder ni Fuerza sino en Allah, el Altísimo, Infinito.

2.— Humildad ante Allah, tanto interna como externamente, en todo momento y ante cualquier circunstancia, y obediencia a Sus órdenes hasta el más mínimo detalle.

3.— Posesión de extraordinarios —casi milagrosos— poderes provenientes de la intimidad con Allah, una condición ésta que se realiza después que uno ha comprendido la propia insignificancia y debilidad ante Su Grandeza y Majestad.

Estadios de la certeza (iaqín)

1.— ‘Ilm ul-iaqín (ciencia de la certeza): que es la cierta y permanente convicción. Es como la condición de un hombre que cuando ha visto humo con certeza cree que también debe haber fuego.

2.— ‘Ain ul-iaqín (el ojo de la certeza): que es contemplar algo tanto con la visión interior como la exterior. Usando el ejemplo anterior, es como la convicción del hombre que no sólo ve el humo, sino también el mismo fuego.

3.— Haqq ul-iaqín (la realidad de la certeza): Es el estado de certeza que se adquiere cuando una forma de unión actual y espiritual existe entre el conocedor y la cosa conocida. Este sería el caso por ejemplo, si uno se encontrara en medio del fuego antes mencionado. Esto se conoce como “la unión del conocedor y lo conocido”. Para obtener haqq ul-iaqín deben satisfacerse ciertas condiciones necesarias. Ellas son:

1.— El alma del individuo debe tener capacidad de recibir y comprender estas verdades. El alma de un niño, por ejemplo, no puede comprender la realidad de las cosas.

2.— El alma no debe estar viciada (manchada) con la corrupción y el pecado.

3.— Una completa atención debe ser concentrada sobre el objeto en cuestión, y la mente debe estar libre de polución e intereses mundanos y ruines.

4.— Debe estarse libre de toda clase de ciega imitación y prejuicio.

5.— Para obtener el objetivo deben ser cubiertas otras etapas preliminares y que son necesarias y relevantes[2].

3.— Shirk (Idolatría, politeísmo)

El shirk es otra seria enfermedad del alma y una ramificación de la ignorancia. Consiste en creer que otras fuerzas además de Allah tienen un rol en la dirección de los asuntos del mundo. Si se adora a estas fuerzas se lo llama shirk ‘ibadí (politeísmo en adoración); si se las obedece sería shirk ita’i (politeísmo en obediencia). El primer tipo es llamado también shirk ÿalí (politeísmo manifiesto), y el segundo recibe también el nombre de shirk jafí (politeísmo oculto). Posiblemente el versículo coránico:

“La mayoría de ellos no creen en Allah sino que son asociadores” (12:106).

es una referencia al segundo tipo de shirk.

Lo opuesto al shirk es el tauhíd, que significa que no hay poder en el universo excepto el de Allah Ta’ala. El tauhíd tiene niveles:

1.— La admisión verbal o aceptación del Tauhíd, que es pronunciar la frase lá iláha illa-l-láh (no hay divino sino Allah), aunque sin creer en ello con el corazón.

2.— Creer con el corazón cuando se profiere con la lengua la frase anterior.

3.— Realización de la unidad de Allah a través de la epifanía y la experiencia del noúmeno. En otras palabras, se descubre que la vasta, multiplicidad de las criaturas derivan su existencia del Dios Uno, y se reconoce que ningún poder excepto el de Allah opera en el universo.

4.— Uno no ve nada en el mundo excepto el Ser Divino y percibe a todas las criaturas como emanaciones y reflejos de ese Ser.

Estos estadios de la creencia en el Tauhíd nos guían para reconocer las raíces de la enfermedad de Shirk. La raíz primaria del Shirk es la inmersión en el mundo material y el olvido de Allah. Para curarlo debe meditarse sobre la creación de los cielos, la tierra y las miríadas de criaturas de Allah. Esto puede despertar en el individuo la apreciación de la Gloria de Allah. Cuando más profunda sea esa meditación y contemplación del universo y el misterio de su creación, mayor se volverá la fe en la existencia y la Unidad de Allah. Dice el Sagrado Corán:

“Los que recuerdan a Allah parados, sentados o sobre sus costados y reflexionan profundamente sobre la creación de los cielos y la tierra (diciendo): ‘¡Señor nuestro!, no creaste esto en vano, ¡glorificado seas!, ¡líbranos del castigo del Fuego!’”. (3:191)

El Imam Ar-Ridá (P) dijo:

“La [verdadera] adoración no es mucho ayuno y oración, sino mucha reflexión en la orden de Allah”.

4.— Tentaciones satánicas (uasuas)

Todo lo que entra a la consciencia humana lo hace, o bien por intermedio de los ángeles de la misericordia, o por intermedio de los demonios. Si es algo bueno se lo llama inspiración (ilhám), y si es causado por Satanás es llamado tentación (uasuas: susurro, insinuación). El alma humana es el campo de batalla en el cual se traba el combate del ejército angélico y el demoníaco, y el hombre tiene a su cargo la elección de aceptar a uno u otro. Si el ejército de los demonios es reforzado, el individuo se volverá susceptible a las tentaciones satánicas y sus acciones exteriores reflejarán su condición interior. Pero si las fuerzas divinas son fortalecidas, el individuo se convierte en la corporización de los atributos y características divinas.

El Sagrado Corán relata cómo Satanás juró extraviar al género humano y dirigirlos al error:

Dijo (Satanás): ‘Juro que por haberme extraviado les acecharé en Tu Sendero Recto, y entonces les atacaré por delante y por detrás, a derecha e izquierda...’ (7:16-17)

Acerca de la gente que cede ante el demonio, dice el Sagrado Corán:

Tienen corazones con los que no razonan, ojos con los cuales no ven, oídos con los cuales no oyen. Son como las bestias pero más extraviados aún; esos son los desatentos. (7:179)

Y acerca de aquellos que no se dejan influenciar por Satanás dice el Santo Corán:

En cuanto a quienes creen en Allah y se aferran firmemente a Él, les introducirá en Su Misericordia y Su Gracia y los guiará hacia El por un Sendero Recto. (4:175)

La forma de combatir a las tentaciones demoníacas es mediante la reflexión acerca del otro mundo (ajirat). Si uno contempla las consecuencias de seguir el consejo de Iblis, y el futuro que dicha obediencia depara a quien la realiza, encontrará el Sendero Recto y se liberará de las tentaciones satánicas. Cuando encuentre el Sendero Recto, Allah concurrirá en su ayuda para guiarlo hasta el fin último de dicha y felicidad, tal como lo establece claramente la ayat anterior.

5.— Astucia y engaño

La astucia es otro vicio que pertenece al poder del intelecto y surge por intermedio de los deseos satánicos y malignos del poder de pasión e ira. Se define como la conspiración consciente contra otros y la preparación de elaborados y detallados planes para dañarlos. Este vicio es fatal pues el individuo al que aflige será considerado como parte de ‘hizbu Shaitán’ (del partido de Satanás). El Profeta (B.P. y Desc.) ha dicho:

“No es de los nuestros quien conspira contra un musulmán”.

Para curar esta fatal dolencia es preciso que el alma afectada despierte a las peligrosas consecuencias de este vicio y tome conciencia de que, quien cava un pozo para otros, caerá (también) en él, obteniendo su castigo también en este mundo. El individuo afectado debe interrogarse a sí mismo, por qué, en lugar de ser amable y bueno con los demás, conspira contra ellos.

Fuente: LA RECOPILACIÓN DE LAS VIRTUDES, (Un tratado de ética islámica); Publicado por: Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente


[1] Esta expresión técnica significa literalmente “obligatorio de lo suficiente”, es decir es obligatorio aprender lo que se necesita para la vida personal y, si es preciso, para beneficio de la comunidad.

[2] Estas etapas son las del camino hacia el ‘Irfán que se tratan en otras obras.

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