Hasad consiste en el deseo de que las ventajas o bendiciones que alguien posee se aparten de él. Si uno simplemente aspira a tener las mismas ventajas que otra persona, ello sería “gibtah” (es decir: envidia sin maldad), y si uno tiene el deseo de que alguien siga disfrutando de una ventaja o beneficio, el cual merece, esto sería nasíhah (buen consejo o deseo de bien al prójimo). Lo que constituye un vicio entre todos estos estados es hasad, que provoca que el individuo merezca el castigo, tanto en este mundo como en el otro. La persona envidiosa no conoce la paz, está siempre ardiendo en el fuego de los celos. Más aun, su envidia destruye los valores de todas sus buenas obras, tal como se menciona en la tradición profética: “La envidia consume las virtudes como el fuego consume la leña”.
La mejor definición de este vicio y del “mundo” (dunia) implicado en él se encuentra en la siguiente ayat del Sagrado Corán: “Fue ataviado e ilusionado el ser humano con el amor al deseo, de mujeres, de hijos, del atesoramiento del oro y la plata, de los caballos de raza, del ganado y las sementeras. Ese es el goce (transitorio) de la vida del mundo, pero Allah, con El está el mejor resultado” (3:14).
La manera de curar la temeridad es pensar cuidadosamente antes de embarcarse en algún curso particular de acción, para ver si la razón y el Din lo aprueban o no. Si encuentra su aprobación, debe proceder, pero debe abstenerse si es desaprobado por alguno de ellos (la razón o el Din).
En el diagnóstico de las dolencias físicas deben seguirse ciertas reglas y procedimientos. Primero debe identificarse la enfermedad; segundo, la determinación del tratamiento a seguir. Tercero, debe comenzar el tratamiento con el uso de los medicamentos apropiados y evitar (concienzudamente) las cosas perjudiciales, continuando así hasta el completo restablecimiento.
La purificación y correcta educación del Poder del Intelecto resultará en el desarrollo del conocimiento y subsecuentemente de la sabiduría. La del Poder de la Ira (y fiereza) conducirá al surgimiento de la facultad del coraje y subsiguientemente de la templanza (hilm).
El hombre posee un alma y un cuerpo, cada uno de los cuales está sujeto a sus propios placeres y enfermedades. Lo que daña al cuerpo es la enfermedad, y lo que le provoca placer consiste en aquello que le da bienestar, salud y todo aquello que está en armonía con su naturaleza. La disciplina que trata de la salud y las enfermedades del cuerpo es la medicina.