Civilización del Islam

ARQUITECTURA (II)

Por: Ricardo H. S. Elía

Elementos del arte islámico

   A unos cien años de la Hégira (622) el Islam abrazaba diez regiones. Eran éstas de oeste a este: España, África del Norte (Marruecos, Argelia y Túnez), Egipto, Siria, Palestina, Mesopotamia, Anatolia, Persia, Turquestán y la India.

   Durante los siglos VII-VIII, las concepciones artísticas del Islam se encontraron, en cada una de estas regiones, frente a un mundo diferente al cual se acomodaron y por el que fueron asimiladas. Estas diez regiones iban a entrar en un denominador común que sería «el arte islámico».

   El sentimiento artístico del Islam se enfrenta en cada uno de esos países con el mundo de formas que han ido acumulando sus propias circunstancias históricas y con ellas ensaya su peculiar objetivo. No inventa nada nuevo, pues en la compleja historia del arte, crecido siempre sobre un terreno religioso, no hay verdaderos inventos sino simplemente transformaciones y acomodaciones a las nuevas creencias y a su liturgia.

   Así, por ejemplo, la antigua ornamentación de los países mediterráneos ofreció al estilo decorativo del Islam sus formas ya generalizada de hojas y flores, rosetones, palmas, acantos y pámpanos, formas que el arte islámico aceptó convirtiéndolas en sus «arabescos».

   Los artistas del Islam encontraron los antiguos atrios de templos griegos y romanos y las basílicas cristianas transformándolos en mezquitas; las torres de iglesia, los faros y las torres mazdeas del fuego dieron origen a los minaretes; de las rotondas cristianas y de los santuarios del fuego nacieron los monumentos conmemorativos, las cúpulas y torres funerarias. Todo existía ya, y sin embargo, impulsado por el nuevo espíritu surgió un mundo imperecedero de nuevas formas arquitectónicas y ornamentales.

La cúpula

   La cúpula no es ningún invento de la arquitectura islámica, pues como ordenación del espacio es muy anterior; pero sólo bajo el Islam alcanzó la alta calidad arquitectónica que hace, por ejemplo, que a los ojos del viajero que llega por mar al oriente la serie de cúpulas de Estambul proclame el poderío del antiguo imperio otomano. La cúpula es el coronamiento de un edificio abovedado que a su vez supone una evolución milenaria desde las construcciones primitivas. Se encuentra en las casas en rotonda, una de las formas de viviendas más antigua, que gracias a las torres cilíndricas de enterramiento, propias de la arquitectura islámica, se ha conservado hasta bien entrados los tiempos históricos.

   Construidas con ladrillo estas casas primitivas fácilmente podían rematar en bóveda mediante la superposición de hileras salientes. Más difícil resultaba el techado cuando iba sobre planta cuadrada y no había madera. Se empezaba por los cuatro ángulos que se cubrían con ladrillos dispuestos en forma esférica hasta que se encontraban en la vertical central de los cuatro muros cerrando la bóveda con una losa de remate o dejándola abierta. Estos interiores con su propia bóveda podían utilizarse como viviendas separadas o alinearse formando una serie de salones corridos, como ocurría, por ejemplo, en los bazares. Otro tipo de bóveda era la de cañón que también podía disponerse en forma corrida para lograr grandes espacios. Por eso las aldeas y ciudades de las estepas, pobres en madera, ofrecen el aspecto de un mar de cúpulas.

   La cúpula sobre trompas siempre se asienta encima de una infraestructura horizontal y cuadrada y el círculo de su base está inscrito siempre en el cuadrado de la construcción inferior. Es ésta la cúpula clásica de la arquitectura sasánida e islámica.

   El segundo tipo es la cúpula de pechinas que descansa sobre los vértices de los cuatro paneles realzados y semiesféricos en la parte superior; su planta circular está inserta en el cuadrado de la infraestructura. la cúpula de pechinas es de origen greco-bizantino y su ejemplar más famoso es la de la Santa Sofía de Constantinopla (hoy Estambul).

   Estos dos tipos de cúpula presentan una diferencia que distingue esencialmente a la arquitectura occidental de la oriental: aquella es orgánica, ésta en cambio es cubista. Las cúpulas del Oriente constan de partes terminadas y superpuestas, mientras que las del Occidente van creciendo como estructuras orgánicas cuyas raíces son las pechinas. Esta diferencia entre Oriente y Occidente, que puede observarse en todos los campos del arte y de la cultura, tendremos ocasión de comprobarla en las artes figurativas.

   El segundo problema, lo plantea la cúpula como forma de expresión. Su misma elevación le confiere un significado simbólico como signo de soberanía; de ahí la consecuencia del baldaquino fijo o portátil sobre las cabezas de los gobernantes. Por ello en la arquitectura islámica corona mezquitas y palacios; en éstos, la sala del trono; en las mezquitas, el espacio correspondiente al mihrab. También las puertas de las ciudades, como las de los mentados edificios, se coronan con cúpulas o con remates en forma de baldaquinos.

   Este valor metafórico y expresivo de la cúpula como símbolo del cielo se impone incluso a las dificultades que ofrece un material tan poco apto para tales funciones como es la madera. Probablemente el ejemplar más antiguo de una cúpula de madera en la arquitectura islámica es la «Cúpula de la Roca» en Jerusalén, construida por el califa omeya Abd al-Malik en 688-691, aunque renovada después. Sin embargo, la prueba más contundente de cómo los valores de expresión espiritual pueden superar las trabas del material, nos la dan los miles de cúpulas bulbosas de madera de las iglesias rusas.

   Los orígenes de la cúpula india están en la caña de bambú. Allí se imitó en arcos y cúpulas el contorno de herradura de la hoja del loto, porque simbolizaba el sol de la divinidad levantándose sobre las olas del mar o del Ganges. De ahí la fuerza expresiva, incluso para el no iniciado, de la arquitectura india. De las cúpulas construidas en caña y madera con aristas que se entrecruzan derivan las bóvedas de crucería en ladrillo propias de la bóveda persa.

   El paso decisivo para el realce de la cúpula fue su elevación mediante tambores cilíndricos. El impulso en este sentido parecen haberlo dado las altas «stupas» budistas del Asia central, Afganistán, Turquestán y el norte de la India —regiones por donde pasaron los pueblos turcos— que construyeron estos edificios principalmente como monumentos funerarios; el más sobresaliente es el Gur-i-Mir, cúpula de la tumba de Tamerlán. A esta tendencia de la arquitectura turca debe El Cairo las altas cúpulas de sus tumbas y complejos de las dinastías mamelucas.

El iwán

   Junto con la cúpula el iwán es la creación espacial más importante de la arquitectura sasánidas e islámica. Se trata de una sala abovedada abierta por uno de sus lados. Así como la bóveda, antecedente de la cúpula, se remonta en Mesopotamia a la primitiva arquitectura popular, a la época de las cabañas de paja y adobes en forma de bóvedas abiertas, los pastores nómadas del país todavía hoy construyen habitaciones bien aireadas y protegidas del sol. El ejemplar más gigantesco de este tipo de arquitectura preislámica es el Taq-i-Kisra (Arco de Cosroes), levantado en Ctesifón junto al Tigris y al sur de Bagdad, de fecha incierta.

   El iwán fue, pues —como puede observarse por muchas otras salas de trono— una forma de arquitectura regia, que se utilizaba para palacios y mezquitas, pero que —en oposición a la cúpula— sólo se mantuvo en construcciones profanas. En las grandes mezquitas persas, tanto en las palatinas como las abiertas al culto público de los viernes, los iwanes se encuentran agrupados en cuatro, en cruz según los ejes de los patios, que tienen la mayoría de las veces dos pisos de celdas. Como edificios aislados se alzan fuera de las ciudades en forma de musallas o capillas de oración para determinadas necesidades o en formas de monumentos conmemorativos (santuario del octavo imam shií en Mashhad, Irán oriental).

Arcadas y patio interior

   En los primeros siglos del Islam el tipo habitual de mezquita es el de columnas: en un amplio patio abierto rodeado de arcadas está encuadrada la sala de oración, también sostenida por columnas. Las arcadas eran una forma arquitectónica centenaria del helenismo que los musulmanes tomaron de la antigüedad tardía. Con ellas tomaron asimismo su significación simbólica que les era inherente desde hacía siglos y que posee cualquier forma estable de arquitectura. Tanto si aparece exenta como si forma nichos falsos en la fachada —caso del Exarcado de Rávena—, que lleve columnas arquitectónicas o que actúe sólo como friso de medio punto —como ocurre en todas las fachadas de las iglesias románicas— la arcada proclama siempre el carácter real o sacro del edificio en que campea, sea palacio, iglesia o mezquita.

   El origen del simbolismo está en el Imperium Romanorum. En la última época del imperio y durante toda la Edad Media se consideró a la arcada como imagen particular del Sacrum Palatium con sus relaciones celestes. Sólo en el Renacimiento europeo perdió su importancia y simbolismo y la arcada se redujo a su valor práctico y estético. En el mundo monumental islámico existen todavía muchos edificios cuyas elevadas galerías proclaman su carácter regio. Basta citar el Mausoleo de Ismail en Bujará, construido hacia el 900, la galería en que remata la fortaleza selÿukí de Konia, así como los portones de lo soberanos mogoles de Agra y Delhi.

El minarete

   El minarete o alminar (en árabe manãra) es la torre desde lo alto de la cual el almuédano o muecín llama a los musulmanes a la oración cinco veces al día. Su uso no se conoció en tiempos del Profeta Muhammad y fueron adoptados por primera vez en Siria durante la dinastía omeya. El minarete también fue utilizado como torre de señales o atalaya, siempre que se hizo necesario, como es el caso del antiguo minarete de la mezquita mayor de Sevilla, hoy conocido como la Giralda.

Las muqarnas

   Las mukarnas, muqarnas o mocárabes son estalactitas de carácter ornamental que decoran las cúpulas o saledizos de un edificio. Estos alvéolos, que han perdido su carácter estructural para adquirir un aspecto decorativo, constituyen un lenguaje característico de la arquitectura islámica.

Arco de herradura

   Dícese del un arco que, por debajo de su mayor abertura, vuelve sobre sí mismo mediante una parte de círculo más o menos importante.

Arco polibulado

   Un arco formado por una sucesión de pequeños segmentos cócavos, o festones, de carácter decorativo.

Hammam

   Instalación de baños públicos o privados musulmanes, concebidos sobre el modelo de las termas romanas, con salas frías, templadas y calientes.

Haram

   Espacio de la mezquita donde tiene lugar el ritual de la oración. Es esencialmente la sala de oración, pero el haram puede incluir toda una zona especialmente dedicada, por ejemplo la antigua explanada del templo en el Monte Moria, que rodea la Cúpula de la Roca, o la Gran Mezquita de La Meca que contiene la Ka’ba, centro de la peregrinación anual.

Qasr

   Término árabe que indica un castillo o palacio fortificado del desierto.

Qubbat

   Edificio en forma de cúpula, y, por extensión, mausoleo islámico.

Yami

   Término árabe que significa «lo que reúne»: se aplica a la Gran Mezquita, o mezquita de congregación, llamada también Mezquita del Viernes.

Ablaq

   Del turco ipliq, “cuerda” o “hilo”. Sistema decorativo basado en la alternancia de hiladas o claves negras y blancas, u oscuras y claras.

Alfiz

   Recuadro rectangular, ligeramente en relieve, que envuelve un arco de herradura en un edificio islámico.

Ajimez

   Del árabe ash-shamis, “lo expuesto al sol”. Ventana arqueada dividida al centro por una columna. Del término deriva jemesía o celosía (shamsiyya o “ventanal para el sol) que sirve precisamente para filtrar la luz solar y permitir además el paso del aire y ‘el mirar sin ser visto’.

El chahar bagh

   La tradición persa del chahar bagh (jardín cuatripartito o crucero dividido mediante canales que simbolizan los cuatro ríos del Paraíso islámico), cuya parte central está ocupada por una construcción del tipo hasht behesht (literalmente en persa, «Ocho Paraísos»: pabellón radialmente simétrico generalmente octogonal, con una estancia central de dos pisos), pretendiendo emular el Paraíso islámico, tiene sus orígenes en el legado de la Persia antigua.

   «Ciro el Grande, fundador de la dinastía de los aqueménidas, había plantado ya en Pasargada un extenso jardín dividido por canalillos de piedra, dispuestos según una planta octogonal y destinados al riego de los árboles y plantas ornamentales. Se trataba de canalizaciones a cielo abierto semejantes a las que hallaremos, diecinueve siglos después, en el Patio de los Leones. Jenofonte, que participó con un contingente de mercenarios griegos en el intento de Ciro el Joven de tomar el poder en Persia, introdujo en la lengua griega la palabra Paraíso (paradeisos), que se aplicaba, a la sazón, a aquellos suntuosos jardines principescos del Asia Menor y del Próximo Oriente. (...) En las religiones de salvación, el jardín, concebido como imagen del Paraíso, ve cómo transciende su función. Ya no se confunde este Edén, prometido a los elegidos, con los melancólicos Campos Elíseos de la Antigüedad. Después de los cristianos de los primeros siglos, que no ahondan en demasía en la representación de ese otro mundo que se les promete a los elegidos, el Corán convierte el paraíso en la recompensa de los justos y valientes (II, 22 y XXXVII, 40-43)» (Henry y Anne Stierlin: Alhambra, M. Moleiro Editor, Barcelona, 1992, pp. 173-174).

   El soberano safaví Abbás I el Grande (1571-1629), cuando emprendió la reordenación de la ciudad de Isfahán, concibió el esquema de un gran parque, los «cuatro jardines» (chahar-bagh en persa), con pabellones y palacios.

Del libro CIVILIZACION DEL ISLAM; Edición Elhame Shargh

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www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

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