La Paz Sea Con Ibrahim (15)

(Anecdotario de la Vida del Mártir Ibrahim Hadí)

Herido

Narrado por Morteza Parsayán y Alí Moqaddam

Todos los batallones avanzaron, nosotros debíamos atravesar los obstáculos y trincheras que encontrábamos, pero a medida que aclaraba nuestro trabajo se volvía más difícil.

Una parte era sobre todo muy complicada, era la zona cercana al puente Refayeh en la que había una trinchera desde donde un iraquí disparaba con una ametralladora muy potente, impidiéndonos avanzar. Nuestros intentos por neutralizarlo, resultaban inútiles.

Llamé a Ibrahim y le mostré el punto donde estaba instalado el tirador. Observó detenidamente y me dijo que la solución era acercarse y arrojar una granada a la trinchera. Después, me pidió dos granadas, se lanzó al suelo y empezó a avanzar arrastrándose hacia la trinchera.

Yo me fui detrás de él, me refugié en una de las trincheras; Ibrahim siguió avanzando. Lo observaba con nerviosismo, llegó a una trinchera desde donde podía ver muy bien al tirador, pero sucedió algo inesperado. En esa trinchera había un combatiente bastante joven de los basīŷ, muy afectado por el estrés de la guerra. Apuntó su rifle Kalashnikov contra el pecho de Ibrahim y le gritaba: ¡Te voy a matar iraquí!

Ibrahim levantó sus manos, no decía nada. A todos los que mirábamos la escena desde lejos se nos cortó la respiración. ¡No sabíamos qué hacer! Mientras tanto, el iraquí no dejaba de disparar.

Llegué arrastrándome —muy despacio— hasta la trinchera. Le rogaba a Dios que nos ayudase; le decía que en la noche no habíamos tenido mayores problemas pero que ahora no sabíamos qué hacer.

De repente Ibrahim le dio una bofetada al jovencito, le quitó el arma y lo abrazó. El joven reaccionó y se dio cuenta que Ibrahim no era un iraquí. Empezó a llorar. Ibrahim me llamó y me entregó al joven combatiente, diciéndome: «Es la primera vez que abofeteo a alguien; era necesario».

Después avanzó hacia su objetivo, y cuando estuvo en una buena posición arrojó la primera granada, pero no consiguió neutralizar al tirador. Entonces, salió de la trinchera y empezó a correr hacia donde estaba el iraquí y sin detenerse lanzó la segunda, y logró su cometido. Todos nuestros combatientes que seguían contemplando la escena gritaron «¡Al.lahu Akbar. Se levantaron y vinieron hacia donde estábamos. ¡Yo estaba feliz y me les quedé viendo a todos!

De repente uno de los combatientes me hizo una señal, me di la vuelta y miré… ¡Me puse muy pálido y mi felicidad se esfumó!

Vi a Ibrahim en el suelo ensangrentado, dejé caer mi arma y corrí hacia él.

En el mismo momento de la explosión de la segunda granada, recibió un disparo en la mejilla que le atravesó la boca y otro en la parte trasera de su pie. Ya casi perdía el conocimiento, grité: ¡Ibrahim!

Con la colaboración de uno de los combatientes llevé a Ibrahim y a otros heridos a la unidad de atención médica militar en Dezful.

Ibrahim había participado en la última etapa de la operación, y en el momento de apoderarnos de las últimas trincheras del enemigo, había sido herido.

En el trayecto, yo no podía contener el llanto, no me sentía bien. Le pedía a Dios que no le fuese a pasar nada a Ibrahim. Estaba preocupado porque en la primera noche de la operación ya había perdido mucha sangre, y no sabía si resistiría a esta herida.

El médico de Dezful dijo que la bala que impactó el rostro de Ibrahim había atravesado de forma milagrosa su cuello sin causarle un daño grave, sin embargo la que hirió su pie «trituró» su talón, lo que le impedirá moverse como antes. Además tenía otra herida que le había abierto un costado del cuerpo —a la altura de las costillas— y sangraba mucho. Debido a eso Ibrahim debía ser trasladado cuanto antes a Teherán.

Ibrahim estuvo durante un mes completo en el Hospital Naymieh de Teherán, le realizaron varias cirugías, y le extrajeron algunas esquirlas de bala.

En una entrevista que le hicieron en el hospital, Ibrahim le dijo al periodista: «Aunque los combatientes padecieron durante varios meses en la preparación de la Operación Fath al-Mobín realizando diversas actividades como investigaciones, reconocimientos, etc., realmente debido a la ayuda de Dios no llegamos a hacer propiamente una operación sino apenas una marcha o manifestación en la cual nuestra consigna fue ''¡Oh Fátima az-Zahra!''. Entonces todo lo que obtuvimos fue por medio de ella.

Mientras íbamos de un lado al otro en el desierto todos estaban fatigados, yo me prosterné en el suelo y pedí la intercesión del Imam Mahdi, el Imam de la Época (que Dios apresure su aparición). Le imploré que nos mostrase el camino, cuando me levanté los chicos tenían una tranquilidad asombrosa. La mayoría había dormido, disfrutado de la brisa fresca.

Caminé sintiendo esa brisa, no había avanzado tanto cuando llegué a las trincheras que estaban alrededor de la base de la artillería».

 Al final cuando el periodista le preguntó si quería enviarle un mensaje a la gente, Ibrahim manifestó: «Nosotros estamos avergonzados ante este pueblo que se priva de parte de sus alimentos para enviarlos al frente de guerra, para nosotros los combatientes. Mi cuerpo debe ser despedazado hasta saldar esa deuda que tengo con la gente!».

Debido a que la bala le había deshecho el hueso del pie, Ibrahim no podía moverse como antes, al salir del hospital fue trasladado a su casa y estuvo alrededor de 6 meses lejos del frente de guerra. Pero durante ese tiempo no desatendió las actividades sociales ni religiosas con los jóvenes de la mezquita y de su barrio.

Entonando himnos sobre Ahl ul-Bayt (P)

Narrado por Amir Monyer y Yavad Shirazí

Durante la secundaria, Ibrahim y sus compañeros fundaron la Hey'at de Jóvenes de la Unidad Islámica, esto propició una más estrecha amistad y buenas obras entre ellos.

Muchas veces aconsejaba a sus amigos que para cuidar el espíritu religioso era necesario organizar hey'at que llevasen las enseñanzas islámicas a la práctica, y no sirviesen solo para pasar el rato.

Uno de sus amigos contaba: «Años después del martirio de Ibrahim yo estaba a cargo del área cultural de una mezquita de Teherán; un día me puse a reflexionar de qué forma poder llevar a cabo mi trabajo de la mejor manera.

Esa noche vi en sueños a Ibrahim, me dijo que reuniese a todos los chicos de la mezquita y que organizase una hey'at para involucrar a los chicos de las mezquitas en las actividades culturales y religiosas. Posteriormente, Ibrahim me explicó incluso la manera de llevar a cabo todo eso.

Hice lo que me aconsejó. Al principio no estaba seguro si tendría éxito, pero con el paso de los años aún continuo el trabajo de las reuniones semanales de las hey'at con los chicos».

Ibrahim primero atraía a los jóvenes a las instalaciones deportivas, después los llevaba a las mezquitas y hey'at. ¡Ese era el método que utilizaba! Él solía decir: «Cuando dejas a los chicos en manos del Imam Husein (P), ya no hay que preocuparse por nada, pues el mismo Imam (P) les ayudará y nos ayudará».

Ibrahim empezó a entonar himnos sobre Ahl ul-Bayt (P) en la época de secundaria. Cada semana lo hacía en la Hey'at de Jóvenes de la Unidad Islámica, acompañando al mártir Abdallah Mesgar.

Fue algo más que una simple hey'at porque tuvo una gran influencia doctrinal e incluso política en aquellos jóvenes.

Las actividades de esta hey'at incluían la invitación a grandes sabios religiosos como al.lamah Muhammad Taqí Ya'farí, el clérigo hach Nayafí y personalidades de la política, para que hablasen sobre diversos tópicos.

Es por ello que los agentes de la SAVAK tenían en la mira a esta hey'at, impidiendo algunas veces sus reuniones.

En esta misma hey'at fue que Ibrahim comenzó a entonar himnos sobre Ahl ul-Bayt (P).

En la época en que practicaba el deporte antiguo —antes y después de la Revolución— ya había desarrollado este talento. Él siempre decía: «Yo no entono himnos sobre Ahl ul-Bayt (P) para mostrarme ante los demás. ¡Lo hago solo por Dios!».

***

Un día, Ibrahim estaba sentado en la motocicleta cuando empezó —de manera muy hermosa y fervorosa— a entonar himnos sobre hazrat Fátima az-Zahra (P).

Le dije que me gustaría que entonase de la misma manera esos himnos en la hey'at, pero no aceptó, y me respondió: «Hay otros que pueden hacerlo, además mi voz no es mejor que la de ellos».

Yo aprendí de él que cualquier cosa que se haga por otro motivo que no sea el de agradar a Dios, no dura mucho. Ibrahim no necesitaba micrófono, altavoces ni efectos de sonido para entonar himnos sobre Ahl ul-Bayt (P), solo su voz.

Cuando participaba en las reuniones de golpes de pecho ceremoniales, lo hacía muy fervientemente, y solía decir: «Los miembros de Ahl ul-Bayt (P) dieron sus vidas por el Islam, nosotros debemos realizar muy bien esta ceremonia».

Siempre entonaba himnos sobre Ahl ul-Bayt (P), no importando si estaba en una boda o en una ceremonia de luto, es decir, en cualquier lugar donde sentía que era su obligación. Sin embargo, cuando veía que había otras personas que podían hacerlo, les pedía que ellas mismas lo hiciesen. Siempre intentaba aprender de los demás.

Ibrahim era la manifestación de estas palabras del Imam Rida (P):

«Quienquiera que llore por nuestros infortunios y haga que otros lloren, aunque sea una sola persona, obtendrá la recompensa de Dios; y si los ojos de una persona se llenan de lágrimas llorando por nuestros infortunios, Dios la levantará con nosotros».[1]

En las ceremonias del Imam Husein (P) alcanzaba un estado espiritual asombroso, que contagiaba a los demás que lo veían.

¡Para Ibrahim todo lugar en el que estaba era Kerbala y lo hacía sentir así! Su llanto y lamentaciones emocionaban mucho a los demás. Por ejemplo, una vez en el arbaín de 1361, Ibrahim estaba entonando himnos sobre hazrat Zainab (P) en la Hey'at de Amadores del Imam Husein (P), cuando de repente entró un estado asombroso y terminó desmayándose.

Sus amigos y compañeros no olvidamos ese día. Nunca hemos vuelto a ver algo así. Esa reunión sufrió una transformación gracias a Ibrahim. Él, también tenía opiniones interesantes sobre los himnos, decía: «La persona que se dedica a entonar himnos religiosos debe tener mucho cuidado de mantenerse dentro de los cánones porque no se puede decir cualquier cosa, pues hay que conservar el respeto a Ahl ul-Bayt (P). Así que quien no está preparado, es mejor que se abstenga de ello».

Ibrahim nunca se consideró a sí mismo como un «profesional de los himnos religiosos», pero cuando se dedicaba a ello, lograba tener un efecto extraño en su audiencia.

Otra de sus características era que siempre recordaba a los mártires y les dedicaba algunos de los himnos religiosos que preparaba especialmente para ellos, entre estos se destacaban dos en honor a los mártires Asghar Vesalí y Alí Qorbaní.

***

Era la noche de Tasu'a, en la mezquita se realizó una ceremonia esplendorosa de luto. Al inicio, Ibrahim se daba golpes fuertes en el pecho, después de un rato lo perdí de vista. Cuando lo volví a ver, estaba parado en un rincón muy oscuro dándose golpes suaves en el pecho.

La ceremonia se prolongó hasta la medianoche. En el momento de cenar todos querían sentarse cerca de Ibrahim. Le expresé mi complacencia por todos los detalles de la ceremonia. Ibrahim me miró atentamente, y después se les quedó viendo a los chicos, y dijo: «¡Conservad vuestro amor…, por vosotros mismos!».

Cuando vio nuestros gestos de sorpresa, continuó: «La gente ha venido a esta ceremonia en honor a hazrat Abul-Fazl Abbás para ahuyentar las desgracias por un año. Cuando las ceremonias se prolongan, la gente se cansa. Debéis hacerlas más breves, entregar la cena y después que hayáis comido si queréis continuar podéis quedaros todo el tiempo que queráis mostrando vuestro amor. No dejéis que la gente se canse en las ceremonias de Ahl ul-Bayt».

Reuniones para hazrat az-Zahra (P)

Narrado por algunos amigos del mártir

Había ido a una reunión del Grupo Maŷma’ al-Zakerín en la Mezquita Hach Abolfath, donde se había reunido una gran cantidad de personas que se dedicaban a entonar himnos sobre Ahl ul-Bayt (P). En el transcurso de la reunión, estos hicieron gala de su talento y sus composiciones ensalzaban las virtudes de hazrat az-Zahra (P).

Ibrahim escuchaba encantado y trataba de copiar en un cuaderno aquellas hermosas palabras sobre la hija del Profeta (PB). Ya casi al final, hach Alí Ensaní comenzó a pronunciar un sermón.

Al escucharlo, Ibrahim se ensimismó, casi involuntariamente cerró su cuaderno y comenzó a llorar en voz alta. Al verlo, me sorprendí.

Cuando terminó la ceremonia, salimos y en el camino me dijo: «Cuando se asiste a una ceremonia en honor a hazrat az-Zahra (P), hay que sentir su presencia, pues la reunión es de ella».

***

Una noche fuimos por insistencia mía a una conmemoración del natalicio de Fátima az-Zahra (P), pensé que Ibrahim se alegraría mucho porque es muy devoto de ella.

La persona que entonaba himnos sobre hazrat az-Zahra (P) decía frases inadecuadas, a la mitad de la reunión Ibrahim me hizo una señal y los dos salimos de la reunión. En el trayecto le dije: «Creo que estás molesto, ¿verdad?

Ibrahim se me quedó viendo y gesticulando nerviosamente me dijo: «En ceremonias como esa no encuentras a Dios. Siempre debes ir a lugares donde se hable adecuadamente de Dios y de Ahl ul-Bayt (P)».

¡Me lo repitió varias veces! Después cuando leí la opinión de los sabios religiosos sobre estas reuniones y la necesidad de la unidad de los musulmanes, comprobé que tan acertado estaba Ibrahim al respecto.

Cuando Ibrahim fue herido en la Operación Fath al-Mobín, lo llevamos rápidamente a la unidad de atención médica militar en Dezful, nos dijeron a qué sala debíamos llevarlo.

Cuando llegamos el lugar estaba lleno, había muchísimos heridos que se quejaban fuertemente por los dolores, nadie podía estar tranquilo, finalmente encontramos un rincón y lo acostamos en el suelo.

Los enfermeros le vendaron el cuello y el pie a Ibrahim, todos estábamos muy nerviosos pues los gritos de los heridos eran muchos y tan fuertes.

De repente, Ibrahim comenzó a entonar himnos sobre hazrat az-Zahra (P), cuyo nombre era también el código sagrado de la operación. Por algunos minutos un silencio asombroso envolvió aquella sala. ¡Ningún herido se lamentaba, parece que todo estaba finalmente en orden!

Adondequiera que dirigiese mi mirada solo encontraba paz y calma, los ojos de los heridos y de los enfermeros estaban llenos de lágrimas, todos estaban tranquilos.

Cuando Ibrahim se calló, la más vieja de las médicas —que no usaba la indumentaria islámica de forma adecuada— se acercó, se había emocionado mucho por los himnos religiosos. Le dijo en voz baja a Ibrahim: «Tú eres como un hijo para mí, yo doy mi vida por vosotros los jóvenes combatientes».

Después se sentó y besó la cabeza de Ibrahim. La expresión del rostro de Ibrahim fue tan graciosa, incluso las orejas se le pusieron rojas. Luego, de lo avergonzado que se sentía se cubrió el rostro con una sábana.

Ibrahim después de encomendarse a Dios, siempre decía: «La intercesión de los infalibles, especialmente la de Fátima az-Zahra (P) resuelve cualquier problema».

***

Habíamos ido a visitar a Ibrahim en el Hospital Naymieh. Estábamos todos sentados. Ibrahim pidió permiso para entonar himnos sobre hazrat az-Zahra (P), cuando empezó a hacerlo, dos médicos lo observaban a cierta distancia. Me preocupé y les pregunté si sucedía algo, me respondieron: «No es nada… Nosotros veníamos en el avión con él… continuamente se desmayaba y luego recuperaba el conocimiento y con una voz hermosa entonaba himnos sobre hazrat az-Zahra (P)».

Verano del '61

Narrado por Morteza Parsayán

En el verano de 1361 Ibrahim estaba en Teherán debido a sus heridas, y por ello se ocupaba de asuntos educativos.

Además, participó en diversos cursos complementarios del Ejército y realizó varias actividades culturales en ese corto periodo.

***

Caminaba usando una muleta; subía y bajaba los escalones del Departamento de Educación. Se acercó a mí, lo saludé cordialmente. Le dije:

— ¿Qué sucede Ibrahim? Si necesitas algo solo dime que yo te ayudo, primero Dios.

— Necesito algo, pero yo mismo debo hacerlo. — Me respondió, luego entró a otra oficina, y cuándo salió, le pregunté:

— ¿Qué formulario es este? ¿Por qué estás molesto?

— Hay una persona que se ha desempeñado dos años como maestro, pero todavía no ha sido formalmente contratada, entonces he venido a ver si puedo hacerle los trámites.

— ¿Es alguno de los combatientes?

— ¡No! Pero me pidió que le ayudase, y he venido para ver qué puedo hacer por él. — Hizo una pausa y luego continuó: — Uno siempre debe ayudar en lo que pueda a la gente, especialmente a estas buenas personas que son verdaderos siervos de Dios. Cualquier cosa que uno pueda hacer por ellos, hay que hacerla. ¿Acaso no has escuchado que el imam Jomeini dijo: «La gente es protectora de nuestras mercedes»?

***

Toda la gente del barrio sabía quién era Ibrahim Hadí. Todos quedaban encantados con él cuando lo conocían.

Su casa siempre estaba llena de amigos. Cuando los combatientes venían desde el frente de guerra a Teherán, antes de ir a sus propias casas visitaban a Ibrahim.

Una mañana, el guía de la oración colectiva de la Mezquita Mohammadiyeh (Shohadá) no pudo llegar. La gente le insistió a Ibrahim que dirigiese la oración. Él aceptó.

Cuando el guía de la oración colectiva de la mezquita supo lo acontecido se puso muy contento, y dijo: «Si yo hubiese estado ahí en ese momento, habría también rezado orgulloso detrás del Sr. Hadí»

***

Vi a Ibrahim en la calle, caminaba usando una muleta. Vi que un par de veces levantó su vista hacia el cielo, y luego bajó la cabeza. Me pareció extraño, así que me acerqué y le pregunté:

— ¿Sucede algo?

No me respondió, entonces insistí, y me dijo:

— Todos los días hasta esta hora por lo menos una persona ha venido a verme y pedido que le ayude a resolver algún problema, pero hoy nadie me ha buscado, tengo miedo que haya cometido algún error y que Dios me quite la bendición de servirle a los demás.

Su manera de enseñar

Narrado por Yavad Maylesirad y Mahdi Hasan Qomí

Nuestra casa estaba cerca de la de don Ibrahim, en esa época yo tenía 16 años. Los chicos del vecindario jugábamos voleibol todos los días en la calle. Al terminar subía a la terraza y me entretenía con las palomas.

En esa época tenía 170 palomas, cuando llegaba el momento de la oración y se escuchaba el adhan, mi hermano iba a la mezquita pero yo no tenía ese hábito.

Era de tarde y estábamos jugando voleibol, don Ibrahim estaba parado afuera de su casa, usaba muletas, nos miraba. En una de esas, el balón cayó cerca de él. Yo fui a traerlo, él lo tomó y lo hizo girar sobre un dedo y me dijo: «Aquí lo tienes, Yavad».

Me sorprendí de que supiese mi nombre, durante el resto del juego estuve pendiente de los movimientos de don Ibrahim. Me preguntaba cómo es que sabía mi nombre.

Unos días después estábamos jugando y nos preguntó:

—Compañeros, ¿me dejan jugar?

— Si usted así lo desea, adelante. — Le dijimos, y luego le preguntamos: ¿Conoce las reglas del juego?

— Si no las conozco bien, las aprenderé de vosotros.

Hizo la muleta a un lado, cojeaba, pero no le importó y empezó a jugar.

¡No tenía la menor idea de que jugase tan bien!

Aún estaba herido y se movía con mucha dificultad pero golpeaba con destreza el balón y sus saques eran muy buenos.

En la noche le dije a mi hermano:

— ¿Conoces a don Ibrahim? …oye, ¡juega voleibol muy bien!

Mi hermano empezó a reír y me dijo:

— Aún no lo conoces… Ibrahim fue campeón de voleibol en la secundaria, y también fue campeón de lucha.

— ¿Lo dices en serio? Entonces, ¿por qué no nos dijo nada?

— No tengo idea, pero quiero que sepas que es una gran persona.

Un par de días después estábamos jugando cuando don Ibrahim apareció, los dos equipos se lo disputaban. ¡Empezamos a jugar y fue impresionante!

Estábamos casi terminando el partido cuando se escuchó la llamada a la oración del mediodía. Don Ibrahim se detuvo, y nos dijo: «¡Vamos todos a la mezquita!».

Lo acompañamos e hicimos la oración en forma colectiva.

Pasaron algunos días y yo le había cogido un gran cariño a don Ibrahim, y empecé a ir asiduamente a la mezquita. Una vez nos invitó a almorzar y conversamos mucho con él. Desde ese día siempre lo buscaba.

Si lo dejaba de ver un día, me parecía mucho tiempo, me sentía intranquilo. Una vez fuimos con él a un zurjaneh para ver un espectáculo de deporte antiguo. Me encantó su forma de ser, su educación, atención hacia los demás. Posteriormente, nos llevó a la mezquita e hicimos la oración.

En los últimos días de su «reposo» para la cicatrización de sus heridas, no se aguantaba las ganas de volver al frente. Una noche, estábamos sentados afuera de la casa y me contó sobre la Operación Fath al-Mobín, me dijo que algunos de los combatientes eran chicos de trece y catorce años.

Así continuó hasta que llegó al quid de la cuestión, me dijo: «Estos chicos aunque eran menores y menos fuertes que tú, encomendándose a Dios han protagonizado grandes hazañas… Tú estás sentado aquí pero tus ojos están en otra parte, estás más pendiente de lo que hacen tus palomas...».

A la mañana siguiente, dejé todas las palomas y decidí ir al frente.

Han pasado tantos años. Ahora que tengo una especialización en ciencias de la educación, entiendo la manera —precisa y correcta— en qué don Ibrahim se autoeducaba y educaba a los demás.

Don Ibrahim ordenaba el bien y rechazaba el mal de forma hermosa, era un modelo para todos aquellos que querían ser especialistas en asuntos educacionales. Especialmente en aquel tiempo en que nadie teorizaba al respecto.

***

Era la tarde del 15 de sha'bán, venía con Ibrahim cuando llegamos al callejón de mi casa; estaba muy adornado por la fiesta. Los chicos de la zona se habían reunido, cuando nos acercamos vimos que estaban jugando a las cartas con dinero.

Al ver esto, Ibrahim se puso muy nervioso pero no dijo nada; por mi parte, les presenté a Ibrahim, y les dije: «Este es uno de mis amigos, es campeón de voleibol y lucha».

Los chicos lo saludaron y comenzaron a conversar con él, después de unos minutos se dio la vuelta y me entregó un poco de dinero sin que los demás lo notasen y me mandó a comprar diez helados.

Esa noche entre charlas, helados y bromas, Ibrahim se hizo amigo de los chicos de mi barrio.

Al final de la reunión les dijo que jugar a las cartas era ilícito. Cuando salíamos del callejón, los chicos habían cambiado tanto que hasta rompieron las cartas y las arrojaron a la basura.

La actitud correcta

Narrado por algunos amigos del mártir

Pasábamos en motocicleta por el bulevar 17 de Shahrivar, Ibrahim conducía, yo iba atrás. De repente, otra motocicleta entró a gran velocidad y se nos atravesó, Ibrahim alcanzó a frenar, casi chocamos.

El joven motociclista que no tenía un aspecto muy ordenado dijo a gritos: «¿Qué os sucede?»

Se detuvo y se nos quedó viendo con furia. Todos los testigos sabían que él había sido el culpable. Yo quería que Ibrahim se bajase de la motocicleta y le diese su merecido, después de todo con la constitución física que tenía no le sería nada difícil.

Pero Ibrahim, hizo todo lo contrario, le sonrió y le dijo: «¡As-salamu 'alaykum!, ¿cómo está?».

El motociclista se quedó mudo por unos segundos, parece que no se esperaba una reacción como esa. Respondió: «¡As-salamu 'alaykum!», y agregó: «Le pido disculpas, ¡qué vergüenza!».

Se marchó y nosotros también continuamos nuestro camino. En el trayecto Ibrahim respondió a todo lo que se me ocurrió preguntarle.

Me dijo: «¿Viste lo que sucedió? Un saludo fue suficiente para detener la cólera de este señor, además se disculpó. Ahora si yo hubiese gritado, discutido o peleado, lo único que hubiese conseguido era enojarme, perder el juicio y dañar mi moral.

La forma en que Ibrahim ordenaba el bien y prohibía el mal era muy interesante. Si quería decirle a alguien que no hiciese algo, trataba de hacerlo de manera indirecta.

Por ejemplo, cuando quería que alguien no realizase algo considerado inmoral o pecado por la religión, Ibrahim señalaba los motivos sociales, económicos, etc. por los que no era bueno llevar a cabo dicha acción, después de que le exponía detalladamente sus argumentos, la misma persona entendía las consecuencias de llevar a cabo la acción, y se abstenía…

Uno de mis amigos tenía el problema de que se les quedaba viendo a las mujeres, y solía incurrir en actos inmorales. Algunos de sus amigos ya habían discutido con él al respecto, pero ninguno había logrado cambiar su comportamiento.

Debido a eso, la mayoría de sus conocidos no le guardaban respeto, pero Ibrahim era muy cordial con él e incluso lo llevaba al zurjaneh, y lo trataba con mucho respeto frente a los demás.

Un tiempo después, Ibrahim habló con él. Al principio lo hizo sentirse «protector», diciéndole:

— Si alguien anduviese detrás de tu madre y tu hermana y las incomodase, ¿qué harías?

— ¡Le sacaría los ojos! — Manifestó el joven con un tono de enojo. Entonces Ibrahim con mucha tranquilidad, expresó su conformidad con aquellas palabras:

— ¡Muy bien! ¡Muy bien! — Y luego con un tono más serio, dijo: — Si tú tienes tanto celo y respeto por tu madre y hermana, ¿por qué andas detrás de las mujeres y las incomodas?

Ibrahim hizo una pausa, y manifestó de forma contundente:

— ¡Oye!, cualquiera que le falta el respeto a otra persona, está atentando contra toda la sociedad, y esta sociedad podría desmoronarse. — Después señaló que quedársele viendo a las mujeres que no forman parte de nuestro círculo familiar íntimo, era ilícito y citó este hadiz del Profeta del Islam (P):

«Cerrad los ojos ante las mujeres que no forman parte de vuestro círculo familiar íntimo y veréis maravillas».[2]

Ibrahim continuó exponiendo más argumentos ante el joven, que seguía escuchándolo, y finalmente le dijo:

— ¡Decide!, pues si quieres ser nuestro amigo, debes dejar de hacer esa clase de cosas.

El tratar de forma adecuada y exponerle argumentos correctos a aquel joven, hizo que cambiase totalmente su conducta y se transformase en una de las grandes personas de su barrio. Dejó de hacer todo aquello que es considerado ilícito e inmoral. Se convirtió en un ejemplo del efecto que tiene tratar bien a los demás y hablar oportunamente con ellos cuando se quiere aconsejar el bien y prohibir el mal.

Una de las calles de Teherán hoy lleva el nombre de ese joven.

***

Era el otoño de 1361, estábamos yendo en motocicleta hacia la plaza Azadí. Iba a dejar a Ibrahim a la Terminal de Occidente, desde donde partiría hacia el frente de guerra.

Un auto de lujo pasó a nuestro lado, junto al conductor iba una señora que no llevaba bien puesto su hiyab, se le quedó viendo a Ibrahim y dijo una grosería.

Ibrahim me dijo que me apresurase y siguiese el automóvil. Así que aceleré, le hicimos una señal para que se detuviese. Estaba seguro que Ibrahim pelearía con esa gente.

El conductor paró el auto, y nosotros nos detuvimos a su lado.

Estaba esperando el encuentro de Ibrahim con esta gente. Sin bajarse de la motocicleta, Ibrahim los saludó y se dirigió a ellos cordialmente.

El conductor nos miró de pies a cabeza, y se le quedó viendo a su esposa, no esperaba ese trato.

Después de que respondió su saludo, Ibrahim le dijo:

— Le pido muchas disculpas pero su esposa me ha insultado, me ha dicho una grosería dirigida no solo a mí sino a todo el que usa barba. Quería saber por qué… — El conductor interrumpió a Ibrahim, diciendo:

— Mi esposa ha cometido un error.

— ¡No señor! Yo solo quería saber si ella tiene algún derecho sobre mí para hablarme así, pues yo no he hecho ni dicho nada para que me trate de esa forma.

El conductor que no se imaginaba que Ibrahim fuese a reaccionar así, bajó del automóvil, besó la mejilla de Ibrahim, y le dijo:

— No querido amigo, usted no ha hecho nada. El error ha sido nuestro, estamos muy avergonzados. Después de pedir muchas disculpas se despidió y se marcharon.

Estas reacciones de Ibrahim, siempre nos sorprendían. Era así como él nos enseñaba la forma correcta de tratar a la gente. Siempre nos decía: «Quien es paciente cuando se enfrenta a la ira de otras personas tiene más éxito en la vida».

Una persona no debe hacer nada que no esté basado en la lógica; y, esta fue su clave para el éxito cuando trataba con los demás.

La forma en que Ibrahim trataba a la gente me hizo recordar la aleya que dice:

«Y los siervos del Clementísimo son quienes van por la Tierra con humildad y si los ignorantes se dirigen a ellos, les dicen: ¡Paz!».[3]

Extraído del libro La Paz Sea Con Ibrahim; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com  Fundación Cultural Oriente

 

[1] Mustadrak al-Wasā'il, t. 1, pág. 386.

[2] Mizan al-Hikmah, t. 10, pág. 72.

[3] Corán 25:63.

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