Diario de una musulmana adolescente en Latinoamérica
Masuma Chambi Saavedra[1]
Desde que era niña siempre fui diferente, distinta en el sentido que era esa pequeña parlanchina que sólo conversaba con adultos, la niña que tenía una religión distinta a los demás, la que usaba el hiyab (velo) desde los 2 años, la que hablaba en persa cuando no sabía decir algo... y la que siempre fue considerada "extranjera" incluso en su país natal.
Pero algo que tengo bastante claro es que donde fuera que estuviera, ya fuese en Irán o Bolivia, siempre fui una niña muy querida por la sociedad, ese es un dote muy bello que me dio Allah.
Casi al cumplir mis 3 años tuve que mudarme a la República Islámica de Irán, junto a mis padres por motivos de trabajo y estudios, viviendo ahí durante trece años, los cuales los pasé con muchísima alegría y tranquilidad.
Cuando estaba en Irán extrañaba Bolivia y cuando visitaba Bolivia extrañaba Irán. Una situación claramente paradójica, siento que mi corazón está dividido en dos pedazos y que jamás se volverá en uno solo.
Cuando cumplí quince años tuve que volver a mi país natal. Cosas que suelen pasar por el trabajo y algo que se suele llamar "destino".
Era un cambio extremo, de hecho, fue el mayor shock que pude haber vivido. Mudarme a un país que era totalmente distinto a lo que yo estaba acostumbrada, me afectó muchísimo. La primera semana fue como un balde de agua fría. Nunca me había sentido tan triste, vacía y deprimida. Bolivia era mi lugar de nacimiento; pero no era mi hogar…
El dolor de abandonar a tus amigas, profesoras y en especial a tu amada casa es indescriptible. Sin duda alguna sufrí mucho al dejar todo eso. Tuve que empezar desde cero y aferrarme a la cruda realidad para poder salir adelante. No había nada que hacer. Era seguir hundiéndome en mis penas o levantarme y pisar tierra. Así es cómo fortalecí mi temperamento y debido a ese cambio, he podido superar muchas otras situaciones más.
La experiencia más graciosa y a la vez más traumática que tuve fue sin duda el colegio. Como muchos saben en Irán, los colegios son separados para mujeres y hombres; por tanto, nunca había interactuado con un muchacho sin la presencia de mis padres o amigas (musulmanas) y mucho menos había tenido un profesor varón. El primer día de clases presenciales fue muy gracioso, no podía mirar a nadie, ni pronunciar alguna palabra. Solo estaba ahí, como siempre en la primera fila, mirando fijamente la pizarra sin observar ni a izquierda ni a derecha, ya que estaba sentada en medio de dos compañeros.
Por suerte, logré hacer muchas amigas, en poco tiempo y ya me estaba acostumbrando a la presencia de los hombres. Al pasar los meses ya era casi normal para mí hablar con mis compañeros varones; incluso me había hecho amiga de uno o dos muchachos.
Este gran cambio me ayudó a socializar más con el mundo; pues aparte de conocer a nuevas personas, también pude conocer a distintas religiones como por ejemplo la católica.
Ser una musulmana en un país no islámico es bastante difícil; ya que aparte de sufrir machismo y acoso constante de los hombres, sufres discriminación por tu religión. Lamentablemente hoy en día los medios de comunicación están tan distorsionados que hoy este hecho está tan marcado en la sociedad; pues el término "islam" es sinónimo de violencia, abuso y sometimiento.
Muchas veces he escuchado junto a mi madre que nos decían: "¡vuelvan a su país!", "¡terroristas!", "¡quítense ese trapo de su cabeza!", algo que pasa no solamente en mi país sino en muchísimos otros.
Aún recuerdo cuando en mi anterior colegio me decían "bombardera"; que “cuando iba a hacer explotar la escuela”, etc. Ahora en vez de enojarme solamente me río de esas frases espurias.
De las cuestiones más complicadas de vivir en un país no musulmán, es la comida, pues los musulmanes no podemos comer alimentos que no sean halal (Licito), así, por ejemplo, cada vez que salía con mis amigas a restaurantes o cafés solamente podía pedir cosas sin carne. Por tanto y por ahora los restaurantes veganos o vegetarianos siempre fueron y serán la mejor opción para mí.
Cuantas veces he querido probar esa hamburguesa de la que todos hablan, o querer comprarme una empanada de pollo en la escuela o cenar lasaña con carne en un restaurante; que difícil es tener que lidiar con ello, pero al mismo tiempo hace que valores más a la Umma islámica.
Por ejemplo, cuando al fin puedes comer un alimento que tanto anhelabas, lo disfrutas diez veces más de lo que sueles hacerlo.
Una de las tristezas que tengo, es no poder ir al jummah, no poder ir a rezar todos los días a la mezquita, no poder hablar de muchas cosas con más gente, no poder celebrar el Eid o compartir tan seguido en Ramadán. Lamentablemente en mi país no hay mezquitas shias, o centros; lo cual complica mi vida más de lo que ya está, pero fortalece mi fe, pues sé que algún día mi gran sueño se cumplirá, porque esto es solamente momentáneo y pronto estaré empezando otro capítulo de esta vida tan hermosa que me dio Allah. Ser musulmana shiita en un país no islámico es complicado.
Algo que no logro entender son las diferencias que hacen algunos “musulmanes” respecto a las escuelas de pensamiento islámico (Ya´fari, Hanafi, Maliki, Shafi’i, Hanbali), y cómo con ese pretexto pueden aislarnos, al respecto el Corán es claro cuando manifiesta.
“Aferraos al pacto de Dios, todos juntos, sin dividiros. Recordad la gracia que Dios os dispensó cuando erais enemigos: reconcilió vuestros corazones y, por Su gracia, os transformasteis en hermanos; estabais al borde de un abismo de fuego y os libró de él. Así os explica Dios Sus signos. Quizás, así, seáis bien dirigidos”. (Corán 3-103)
Está claro que como musulmanes no nos podemos dividir de esa forma ni mucho menos odiarnos por tener otra escuela de pensamiento islámico, ya que el único que puede juzgar es sólo Allah.
Debería darnos vergüenza insultar a alguien que lee el mismo Corán que nosotros leemos, dice las mismas palabras al hacer la shahada y sobre todo cree en el mismo Profeta de Allah.
Hoy en día vivo con la gran esperanza de regresar a mi adorado hogar, al lugar donde me crie y aprendí a ser lo que soy.
Vivir en un país no islámico, claramente es duro, muchas veces derramé lágrimas, pero eso me ayuda a amar aún más mi hogar y sobre todo mi religión, gracias a ello, sé dónde debo continuar mi vida, InshaAllah.
Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.
www.islamoriente.com ; Fundación Cultural Oriente
[1] Musulmana boliviana, traductora y profesora de español.