La recopilación de las virtudes
(Un tratado de ética islámica)
LAS ENFERMEDADES DEL ALMA Y SU TRATAMIENTO
Allamah Muhammad Mahdi An-Naraqi
ENFERMEDADES DEL PODER DE LA PASIÓN
La mejor definición de este vicio y del “mundo” (dunia) implicado en él se encuentra en la siguiente ayat del Sagrado Corán:
“Fue ataviado e ilusionado el ser humano con el amor al deseo, de mujeres, de hijos, del atesoramiento del oro y la plata, de los caballos de raza, del ganado y las sementeras. Ese es el goce (transitorio) de la vida del mundo, pero Allah, con El está el mejor resultado” (3:14).
No debe olvidarse que todas las cosas que se mencionan en este versículo, siendo bendiciones y gracias divinas, no pueden en consecuencia ser condenadas. Más aun, el uso correcto de las mercedes de Allah no es algo cuya utilización no carezca de mérito. Sin embargo, lo que es indeseable es adquirir el apego a esas cosas, y otorgarles un significado fundamental en la vida de uno, un énfasis que pueda exceder al que incluso se le concede a Allah Ta’ala. Pero si estas cosas no toman el lugar de Allah en la existencia individual, y son usadas como medios para lograr el autodesarrollo y la proximidad a Él, no sólo no son objetables sino que se vuelven altamente deseables. Por consiguiente, la condena y elogio del mundo con que nos cruzamos en el Corán o el hadiz se refieren a la forma en que se hace uso del mundo y sus objetos, cómo se los toma. Si alguien hace del mundo su ídolo y está inmerso en esperanzas mundanas al punto de que olvida a Allah y al otro mundo, o “vende el ajirat por el dunia” (Sagrado Corán 2:86) para usar una expresión coránica, entonces es que podemos decir que ha caído en el vicio del “amor al mundo”. Una tradición profética delinea los rasgos de los amantes del mundo en estas palabras:
“Quien comienza el día (amanece) y el dunia es la mayor de sus preocupaciones, entonces no participa en nada de Allah, y El cuelga de su corazón cuatro cualidades que lo acompañan (ese día): una interminable preocupación, un trabajo que nunca cesa, una necesidad (pobreza) jamás satisfecha y una esperanza que nunca se realiza”.
Para curar esta enfermedad uno debe meditar en el hecho de que las buenas cosas del mundo son transitorias y que lo que permanece para el hombre son los logros espirituales, la proximidad a Allah y los esfuerzos hechos en la preparación para el más allá.
2. — Amor a la riqueza y los ricos
Este vicio es una ramificación de la anterior enfermedad del amor al mundo, y todo lo dicho como elogio y condena del mundo puede ser aplicado a los ricos. Algunos versículos coránicos y hadices han elogiado la riqueza y a los ricos, mientras que otros los condenan. No hay sin embargo contradicción entre ellos, porque esos versículos y tradiciones que lo condenan se refieren a los ricos que alienan al hombre de Allah y el Ajirat, mientras que aquellos que elogian la riqueza y a los ricos se refieren a la riqueza que sirve para elevar el carácter humano y aproximarlo a Allah.
Leemos en un versículo coránico:
“Oh creyentes no permitáis que vuestras riquezas e hijos os distraigan del recuerdo de Allah, pues quienes esto hagan son los perdidosos” (63:9)
En otro versículo se llama a un pueblo a implorar el perdón de Allah y se le prometen los siguientes favores:
“...y seréis provistos con riquezas e hijos y se destinarán para vosotros jardines en los cuales se os pondrán ríos” (71:12)
Y según la tradición, el Profeta (B. P. y Desc.) ha tanto elogiado como condenado la riqueza:
“El amor a la riqueza y la posición (social) hace brotar la hipocresía como el agua hace brotar las plantas”.
Y dijo (B. P. y Desc.) también:
“¡Qué buena es la justa riqueza poseída por un hombre virtuoso!”.
En cualquier caso, la verdadera y recta riqueza es aquella que habiendo sido adquirida de una manera legítima, es utilizada en la búsqueda de la complacencia de Allah, en gastos tales como el Haÿÿ (peregrinación), Ÿihád (combate por la Causa de Allah), la ayuda al necesitado y todo otro tipo de caridades dirigidas al bien público.
Lo opuesto de la estima del mundo es zuhd, que es la abstinencia de los asuntos mundanos, tanto externa como internamente, excepto de aquellas cosas que son necesarias con el propósito de adquirir la recompensa del otro mundo y la proximidad a Allah.
El záhid (el desapegado, el que se abstiene y renuncia) ha sido muy elogiado en el Corán y el hadiz, y es una de las cualidades de los Profetas de Allah (P.) y de los santos.
El zuhd tiene diferentes grados que son:
1.- Abstinencia de los pecados (de lo harám: prohibido).
2.- Abstinencia de las cosas que son mushtabih, o sea de lo dudoso o ambiguo que no se sabe con certeza si es harám o no.
3.- Abstinencia de lo que supera a lo que se necesita.
4.- Abstinencia de la prosecución de todo interés egoísta.
5.- Abstinencia de todo excepto de Allah, o sea confinar la propia atención al Creador, estando complacido con el mínimo necesario para satisfacer las propias necesidades físicas, dando el resto ‘fi sabilil-láh’ (por la causa de Allah).
La gente practica el zuhd por tres diferentes razones:
1.- Para evitar el Infierno (el castigo). Esta forma de zuhd es llamada ‘zuhd al-já’ifín’, o la abstinencia de los temerosos.
2.- Para obtener la complacencia de Allah y las delicias del Paraíso. Esta clase de zuhd es Ilamdo ‘zuhd ar-ráy’ín’, o la abstinencia de los esperanzados.
3.- Para obtener la comunión divina. Esta es la motivación más elevada y la mejor forma de zuhd, que no se practica ni por temor al infierno ni deseando los placeres del paraíso.
Significa el estar en posesión de más que lo que se necesita para satisfacer las necesidades vitales, y tiene muchos grados, conduciendo algunos a reunir grandes cantidades de riqueza y al atesoramiento de los opulentos. Lo opuesto es la pobreza y el estado de necesidad, esto es, la carencia de las necesidades vitales.
Tanto la riqueza como la pobreza pueden tanto elevar el carácter humano como destruirlo. Si la riqueza es obtenida por medios legítimos y el sobrante, luego de satisfacer las necesidades, se consume por la causa de Allah y al servicio de Sus criaturas, se cuenta entre el número de las virtudes. Si por el contrario fue adquirida por medios ilegítimos, por injusticia o explotación, y si el opulento está desatento a las necesidades de los pobres y despojados, lo conducirá ciertamente a su destrucción. Dice el Sagrado Corán:
“¡De ningún modo!, por cierto que el hombre se excede (se insolenta) cuando se ve rico” (96:6, 7)
De la misma forma, también la pobreza, si va acompañada por paciencia, resignación y contentamiento, conduce al hombre a la edificación espiritual de otro modo lo conducirá también a su destrucción. Así, si vemos que en los versículos coránicos y las tradiciones la opulencia y la pobreza son a veces aclamadas y otras condenadas, es porque estos estados son deseables en la medida en que son acompañados por correctas condiciones (del alma), faltando las cuales son indeseables.
Avidez es una condición que vuelve al hombre insatisfecho con cualquier cosa que posea, incitándolo a procurar aún más. Es uno de los peores vicios, de los más destructivos, y no está limitado a la posesión mundana, sino que incluye también la indulgencia en el comer, la actividad sexual y otras cosas.
Dijo el Profeta (B.P. y Desc.):
“Aumenta en edad un hombre y se rejuvenecen en él dos cualidades: la avidez y las grandes esperanzas (ilusiones del dunia)”.
El Imam Abu Ya’far al-Báqir (P.) ha dicho:
“El ejemplo del ávido del dunia es como el caso del gusano de seda, cuanto más se envuelve a sí mismo en su capullo, más lejos está de conseguir salir de él, hasta que finalmente muere afligido”.
Lo opuesto a la avidez es la virtud del contentamiento que capacita al hombre para controlar sus deseos y estar satisfecho con lo necesario para cumplir con sus necesidades vitales. Aquel que posee esta virtud vive siempre honorable y respetablemente, como un hombre libre, es inmune al vicio de la riqueza en este mundo y consecuentemente al castigo en el otro.
A fin de liberarse del vicio de la avidez uno debe meditar en sus dañosas consecuencias y tomar conciencia de que ésta (la avidez) es una característica de los animales, quienes no reconocen restricciones para la satisfacción de sus deseos sensuales, utilizando todos los medios para obtenerlos. Por ello es preciso que el individuo se libere y ponga al ego rebelde bajo control.
5. — Codicia (avaricia) (tama’)
Causada por el amor al mundo, la codicia es otra clase de vicio moral, definido como ‘poner el ojo (desear) en las posesiones de los demás’. El opuesto a este vicio es ser independiente de los otros e indiferente a lo que tienen en su poder. Existen numerosas tradiciones que elogian el ser independiente de los otros al par que condenan la codicia. Damos aquí dos hadices al respecto. Dijo el Imam al-Báqir (P.):
“Que mala criatura es el siervo (de Allah) que se deja conducir por su codicia, y que despreciable el siervo que es sometido (rebajado, humillado) por su deseo”.
Dijo el Imam ‘Alí (P.):
“De quien puedas prescindir serás su igual; de quien estés apegado serás su prisionero; respecto de quien seas generoso serás su maestro”.
6.— Mezquindad, avaricia (bujl)
La mezquindad se define como ser parsimonioso cuando se debe ser generoso, así como la prodigalidad, que es su opuesto, es ser gastador cuando uno debe practicar la frugalidad. El punto medio entre estos dos extremos es sajá’, esto es: ser generoso cuando las circunstancias lo requieren.
El Corán, describiendo las características de los creyentes, quienes son llamados ‘ibadu r-rahmán (siervos del Graciabilísimo) dice:
“Los que cuando gastan (en caridad) no son ni pródigos ni parsimoniosos, y están en el justo medio” (25:67).
Mientras la avaricia (bujl) es causada por el amor al mundo, la generosidad (sajá’) es consecuencia del zuhd (el desapego). Son numerosos los pasajes del Corán y las tradiciones en condena y elogio de una y otra que no reproducimos en aras a la brevedad.
El más alto grado de la generosidad es el sacrificio, esto es: la disposición en dar a otros lo que se necesita para sí mismo. Describiendo a los creyentes dice el Sagrado Corán:
“...y (a sus hermanos) los prefieren a sí mismos, aunque estén en la mayor pobreza. Y quienes preservan a su alma de la mezquindad, esos serán los salvos” (59:9).
Para curarse del vicio de la mezquindad es necesario prestar atención a los numerosos versículos coránicos y tradiciones en los cuales se condena este vicio, y reflexionar sobre su perjudicial resultado. Si esto no fuera efectivo, uno debe forzarse a sí mismo a ser generoso y liberal, aun cuando tal generosidad sea completamente artificial. Debe continuarse así hasta que la generosidad se convierta en la segunda naturaleza de uno.
La generosidad es necesaria cuando se cumple con las obligaciones del Din (uáyibát), tales como pagar el jums (el quinto que corresponde a la familia del Profeta, B. P. y Desc.), el zakat, la provisión para el mantenimiento de la esposa y los hijos, el incurrir en gastos para el Haÿÿ (la peregrinación a Meca), etc. Es necesario también cumplir con los actos recomendados (mustahabbát, actos meritorios no obligatorios aunque necesarios para alcanzar la perfección), tales como ayudar al pobre, dar presentes, dar fiestas para reforzar vínculos de amistad o parentesco, conceder préstamos, dar más tiempo a los deudores que lo requieran, proveer de vestimenta y alojamiento a los necesitados, gastar lo necesario para salvaguardar el propio honor o aliviar la injusticia y contribuir a los gastos de las obras públicas como mezquitas, puentes, etc.
Este vicio consiste en amasar riqueza de una manera ilegítima, sin poner cuidado en evitar lo harám y los medios prohibidos de enriquecimiento. Esta dolencia tiene su causa en la avidez (hirs) y el amor al mundo (hubb ud-dunia) provocando el deterioro moral y la pérdida de la dignidad humana. Varios versículos del Sagrado Corán y muchas tradiciones advierten severamente sobre la utilización de medios harám para enriquecerse y advierten sobre sus negativas consecuencias.
Debe recordarse que la riqueza es de tres tipos:
1.- La que es completamente halál (legítimamente adquirida).
2.- La que es totalmente harám (ilegítimamente obtenida).
3.- La que es una mezcla de ambos medios, harám y halál.
Lo que es halál puede utilizarse y lo que es harám o de dudoso origen debe ser evitado. Las cosas harám son de muchas clases, tales como la carne de cerdo o perro; las bebidas alcohólicas, y en general el comercio de todas aquellas cosas que puedan dañar al cuerpo; cualquier cosa obtenida por la fuerza, la injusticia o el robo; ganancias obtenidas a través de prácticas ilegales, tales como engañar en el peso (la balanza) o las horas de trabajo, el acaparamiento (mercado negro), el cohecho (coima), la usura, y todos los otros medios ilegítimos que han sido descriptos en detalle en los libros de fiqh islámicos (ley, jurisprudencia).
El opuesto al enriquecimiento a través de medios harám es la abstinencia escrupulosa de las prácticas prohibidas (uara’ ‘ani-l-harám). Esta virtud puede gradualmente convertirse en un hábito en el individuo a través del ejercicio constante de la contención, hasta que finalmente sea capaz de abstenerse incluso de aquellas cosas que son mushtabih (o sea dudosas). Dice una tradición profética:
“Quien vive (lit.: se alimenta) del halál durante 40 días le ilumina Allah su corazón, y hace fluir fuentes de Sabiduría que brotan de su corazón y salen por su lengua”.
8.— Traición, perfidia, deslealtad (jiianah)
La traición es otro tipo de vicio que pertenece al Poder de la Pasión. Puede darse en relación al dinero o como una violación de la confianza. Puede ocurrir respecto del honor, el poder o la posición. Lo opuesto a la traición (o deslealtad) es la integridad (amánah: seguridad, con-fiabilidad, honradez), que se aplica también a todo lo mencionado para la traición, o sea la propiedad de uno, sus posesiones, que son depósitos divinos; la propia familia, posición, autoridad y el poder que uno ejerce.
Uno debe recordar siempre que todas estas cosas mencionadas son bendiciones de Allah y que son acompañadas por específicas responsabilidades, la violación de las cuales incrementa la infidelidad. Se ha trasmitido del sabio Luqmán que dijo:
“No he obtenido lo que poseo de sabiduría sino por el dicho veraz y el cumplimiento fiel (leal)”.
Esto incluye prácticas viciosas tales como adulterio, sodomía, fornicación, intoxicación y toda conducta extravagante, las cuales surgen del poder de la pasión y sumen al hombre en un modo de vida bestial. Existen numerosos versículos coránicos y tradiciones que condenan este tipo de comportamiento y cuya mención se hace innecesaria por ser ampliamente conocidos.
10.— Discutir e inquirir sobre asuntos obscenos y prohibidos
Este vicio consiste en la discusión de acciones harám e ilegales, entreteniéndose en tal conversación e intercambiando bromas obscenas e historias que no benefician a la dignidad y estación humana. Dado que el harám y lo obsceno es de muchas clases, las formas de este vicio también lo son.
Para liberarse de este vicio uno debe controlar y limitar su conversación, y hablar solamente de aquellas cuestiones que puedan complacer a Allah. El Sagrado Corán hace decir a los habitantes del infierno:
“Y charlábamos vanamente con los charlatanes” (74:45).
Y en otro versículo previene contra la organización de reuniones para tales propósitos:
“...no os sentéis con ellos (que descreen y se mofan) hasta que cambien de conversación...” (4:140).
Una de las muchas formas que asume este vicio es el entregarse a la charla sobre asuntos fútiles y frívolos, discusiones que no benefician ni en este mundo ni en el otro. Más aun, tal conversación es una pérdida de tiempo y un obstáculo para la contemplación útil y la reflexión. Por esta razón es que la virtud del silencio se ha esgrimido contra, o en oposición A este vicio. Lo que se quiere decir con ‘silencio’ no es que uno deba permanecer taciturno, sino que debe guardar su lengua de la charla vana y sin sentido. En otras palabras, uno debe ser cuidadoso al hablar, diciendo sólo aquellas cosas que son beneficiosas tanto para este mundo como para el otro. Ha dicho un sabio: “dos cosas pueden destruir a un hombre: demasiada riqueza y locuacidad.”
El Profeta (B.P. y Desc.) dijo:
“La bienaventuranza es para quien es frugal en el hablar y generoso con su riqueza”.
Fuente: LA RECOPILACIÓN DE LAS VIRTUDES, (Un tratado de ética islámica); Publicado por: Editorial Elhame Shargh
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