El viaje del profeta del Islam a Taif en el décimo año de su misión

Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

UN VIAJE A TAIF

En el décimo año de su misión el Profeta (B.P.) y sus seguidores experimentaron acontecimientos felices y desgraciados. Ese mismo año como ya vimos el Profeta (B.P.) perdió a dos de sus grandes y sacrificados auxiliares y protectores: primero a su tío Abu Talib, la cabeza de Banu Hashim, el único protector de Muhammad entre los grandes, un firme creyente; luego, y cuando aún perduraba la tristeza por esta pérdida, se produce la muerte de Jadiya (*).

Su tío había sido siempre su protector y custodio, mientras que Jadiya, quien ofrendó toda su fortuna por la Causa de Dios, había hechos grandes sacrificios para el progreso del Islam.

A partir del año undécimo de la misión la prédica del Profeta (B.P.) se desenvolvía en un ambiente lleno de rencores y enemistades que no le permitían difundir la verdad.

Escribe Ibn Hisham: “A poco del fallecimiento de Abu Talib un, quraishita al ver al Profeta (B.P.) le arrojó tierra en la cabeza. El Mensajero de Dios (B.P.) se dirigió entonces a su casa; cuando una de sus hijas vio el estado en que se encontraba buscó agua y lo limpió. Mientras lo hacía lloraba y su padre la consolaba diciendo: ‘No llores, por que Dios es el Protector de tu padre’. Luego agregó: ‘Mientras Abu Talib vivía Quraish no se atrevía a dañarme’.”

Dada la gran represión que para su prédica recibía en la Meca, el Profeta (B.P.) trató de cambiar de ambiente. En aquella época la cercana ciudad de Taif era un centro poblacional y social importante, y decidió entonces viajar allí y ponerse en contacto con los jefes de la tribu de Zaqif. Su finalidad era convocarlos al Islam. Al llegar a Taif se entrevistó con ellos y les explicó la doctrina del Islam y los invitó a seguirla y apoyarlo. Las palabras del Profeta (B.P.) no causaron el mínimo efecto en sus corazones. Le respondieron: “Si fueses el elegido de Dios, el solo hecho de rechazarte haría que fuésemos castigados, y si eres mentiroso no mereces ninguna ayuda” (**).

El Enviado de Dios (B.P.) se dio cuenta entonces en su excusa soberbia e infantil que no deseaban asumir la responsabilidad y el esfuerzo que el Islam impone. Se levantó entonces de la reunión y les pidió que no hicieran llegar el asunto a oídos de los demás miembros de la tribu pues era probable que los canallas y malvados de la misma encontraran en esto un pretexto para atacarlo dada su soledad. Perversamente no hicieron caso de su solicitud y sí incitaron a los vagabundos a molestarlo y perseguirlo.

Así fue que el Profeta (B.P.) se vio de pronto asediado por muchas personas que lo insultaban y apedreaban. No le quedó otra opción que refugiarse en un jardín que pertenecía a dos acaudalados quraishitas llamados Atabat y Shaibat, al que logró entrar con mucha dificultad, extenuado y presentando diversas heridas en su cuerpo. Se sentó entonces debajo de una parra y se dirigió a su Señor de esta forma: “¡Señor mío! Me quejo ante Ti de mi debilidad, de mi falta de remedio y de la humillación de la gente. ¡Misericordiosísimo!, Tú eres el Señor de los oprimidos y eres mi Dios, ¿a quién puede encomendarme sino a Ti?”

Estas palabras estremecen los corazones pues provienen de quien vivió 50 años con respeto y dignidad, sobre todo por el apoyo que recibía de los dos seres queridos que acababa de perder. En ese momento no obstante, la situación se le había tornado difícil y estrecho el margen de maniobra, tanto así que se había tenido que refugiar, con su cuerpo cansado y herido, en un jardín de sus enemigos.

Los hijos de Rabi‘at, idólatras y enemigos del Islam, se condolieron al ver el trágico estado en que se encontraba Muhammad (B.P.) y le ordenaron a un esclavo cristiano que tenían, de nombre Adas, que le ofreciera uvas. Adas se acercó al Profeta (B.P.) y puso las uvas frente a él mientras miraba su noble rostro. Al cabo sucedió algo que sorprendió al esclavo: el Profeta (B.P.) antes de comer las uvas dijo “En el Nombre de Dios”. Entonces Adas lo interpeló así: “Esta frase no es común en estas tierras; no la he escuchado de nadie más que de ti. Aquí la gente comienza sus acciones invocando a Lat y Uzza.” El Enviado de Dios (B.P.) le preguntó entonces a su vez: “¿De dónde eres y que religión profesas?”. “Soy de Neinaua y profeso el cristianismo”, respondió el esclavo. Muhammad (B.P.) dijo entonces: “¡Eres de la tierra del benevolente Jonás!”. Su respuesta aumentó la sorpresa de Adas quien le inquirió: “¿De dónde conoce usted a Jonás?” “Mi hermano Jonás fue un profeta de Dios como lo soy yo ahora.”

Estas palabras del Profeta fructificaron de inmediato en el alma de Adas. Quedó cautivado, se arrojó al suelo, besó las manos y pies de Muhammad y testimonió su fe en el Islam. Luego le pidió permiso para volver con sus amos que observaban la escena desde lejos. Los hijos de Rabi‘at, asombrados por el cambio experimentado por su esclavo, le preguntaron: “¿De qué hablabas con ese extraño y por qué te humillaste tanto ante él?” Les respondió Adas: “La persona que ahora han refugiado en su jardín es el más grande de los habitantes de la tierra. Me dijo cosas que sólo saben los Profetas. Es el Profeta prometido.” La respuesta del esclavo no agradó para nada a sus amos quienes, fingiendo darle un buen consejo, le dijeron: “Cuídate mucho, no vaya a ser que este hombre te impida profesar tu antigua religión, el cristianismo, que es mejor que la suya.”

El regreso del Enviado de Dios a la Meca

Luego de haberse refugiado en el jardín que mencionamos antes, cesó la persecución y hostigamiento de los inicuos de la ciudad de Taif.

El Profeta debía volver a la Meca pero su situación se presentaba peligrosa desde que su único protector, Abu Talib, había fallecido. Era probable que al llegar los idólatras mequinenses lo arrestaran y asesinaran. En estas circunstancias el Profeta (B.P.) decidió permanecer unos días en Najle (lugar situado entre Taif y la Meca), y desde allí enviar a alguien ante los jefes de Quraish para pedir protección al entrar a su ciudad. Desafortunadamente no encontró a nadie para tal misión, y por eso abandonó Najle y se dirigió a Haraa. Allí habló con un árabe de la tribu de Juzaa y le pidió que fuera a la Meca, se comunicara con Mut‘am Ibn Adí y le pidiera auxilio. Así ocurrió y aunque Mut‘am era idólatra aceptó el pedido diciendo: “Que Muhammad entre directamente a mi casa, mis hijos y yo le protegeremos”. El Enviado de Dios (B.P.) entró a la Meca durante la noche, se dirigió a casa de Mut‘am y pernoctó allí. Al salir el sol Mut‘am sugirió al Profeta ir juntos a la Ka‘aba para que todos supieran que se encontraba bajo su protección. Muhammad aceptó su sugerencia, y entonces Mut‘am ordenó a sus hijos proveerse de armas y escoltar al Profeta. Entraron de esta forma en el templo de la ciudad de una manera espectacular. Al observar la escena Abu Sufian, que desde hacía mucho tiempo acechaba a Muhammad se enfureció pero dejó de molestarlo. Mut‘am y sus hijos esperaron a que Muhammad terminara sus circunvalaciones a la Ka‘aba, y luego lo escoltaron hacia la casa. Al poco tiempo el Mensajero de Dios (B.P.) abandonó la Meca y partió a Medina. Mut‘am falleció, aproximadamente en el primer año de la Hégira. Cuando la noticia llegó a Medina el Profeta (B.P.) recordó su bondad para con él Hasan Ibn Sabit, el poeta del Islam, escribió poesías en agradecimiento por sus servicios. Muhammad lo memoró en diversas ocasiones, incluso luego de la batalla de Badr, cuando Quraish volvía derrotado a la Meca tras sufrir numerosas bajas y dejando muchos prisioneros. En tal circunstancia el Profeta (B.P.) dijo: “Si el estuviera vivo y me pidiera liberar a todos los prisioneros no se lo negaría.”

Un punto que merece atención

     El difícil viaje del Profeta a Taif pone a las claras su alto grado de resistencia, paciencia y perseverancia. El hecho de que no haya olvidado nunca las atenciones de Mut‘am pone de manifiesto su generosidad y la nobleza de su carácter. No obstante ello no cabe duda que tienen mucho más valor los servicios prestados por Abu Talib al Profeta (B.P.) y al Islam. Mut‘am apoyó al Enviado de Dios (B.P.) por unas horas o unos días; en cambio su tío lo hizo durante toda una vida. Las presiones, dificultades y dolores que experimentó Abu Talib no las experimentó Mut‘am ni en una milésima parte. Si el Profeta estaba dispuesto a liberar a todos los prisioneros por el pequeño servicio prestado por Mut‘am, nos preguntamos, ¿qué hubiera hecho ante los invalorables servicios que recibió de su querido tío? No cabe duda que el ser que lo apoyó durante 42 años, que se jugó su propia vida durante los diez últimos años de su vida, debe gozar de una elevada jerarquía a los ojos del Profeta. Por otra parte existe una gran diferencia entre Abu Talib y Mut‘am, éste último era idólatra, el primero en cambio se cuenta entre los grandes creyentes del mundo islámico.

LOS DISCURSOS EN LOS FAMOSOS MERCADOS ARABES

En la época de la peregrinación los árabes de distintas partes de la península solían reunirse en diferentes puntos tales como Akkaz, Mayna, y Dhul Mayaz. Oradores, cuentistas y poetas populares hablaban y entretenían a las multitudes subidos a pequeños escenarios. Sus discursos y poesías hablaban de amoríos y altanerías.

Nuestro Profeta (B.P.), al igual que ellos, aprovechaba esta oportunidad pues durante estos meses sagrados estaba prohibida la guerra y él se encontraba a salvo de molestias de los idólatras. Subía él también a uno de esos pequeños escenarios y decía: “Testimonien la Unidad de Dios para que puedan triunfar con la fuerza de la fe. Gobernarán a árabes y no árabes y en la otra vida morarán en el Paraíso.”

Convocatoria a los jefes de las tribus

En los días de la peregrinación el Profeta (B.P.), aprovechando la tranquilidad que como recién dijimos gozaba en esos momentos, se comunicaba con los jefes árabes. Los citaba uno a uno invitándolos hacia la verdadera religión. A menudo, mientras él les hablaba, aparecía Abu Lahab y exclamaba: “No le crean, él es el enemigo de la religión de vuestros ancestros y sus palabras carecen de fundamento.”

Esta oposición de su tío disminuía el efecto de sus palabras pues aquellos a quienes hablaba se decían para sí: “Si su doctrina fuese buena y correcta sus parientes jamás se levantarían en su contra.”

Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

 

* Algunos historiadores dicen que su muerte se produjo a los 35 días del fallecimiento de Abu Talib, otros en cambio creen que se produjo antes de la desaparición de este.

** Es decir: demuéstranos que tienes de tu parte a Dios castigándonos si eres veraz.

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