La convocatoria clandestina del profeta Mahoma

Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

La reforma debe llevarse a cabo paulatinamente

Todo conductor y líder de una profunda transformación espiritual tiene como meta un cambio profundo del alma humana y la sociedad, pero tal objetivo debe llevarse a cabo en forma gradual, aumentando el ritmo de esfuerzo y trabajo solamente cuando se han conseguido algunos éxitos. El Profeta del Islam siguió estos principios pues durante tres años consecutivos trató de difundir su Mensaje sin apresuramiento alguno. Cuando conocía alguna persona y notaba en ella la capacidad y la inteligencia necesaria para aceptar el Islam, la convocaba y trataba de enseñarle. Durante esos tres años no hizo público su mensaje, sólo lo transmitía a individuos aislados, aún cuando su meta era mucho mayor: establecer una sociedad universal basada en la Unidad divina y la justicia.

Durante esos años los líderes de la tribu de Quraish vivían una suerte de embriaguez de poder. El faraón de la Meca, Abu Sufián, y sus secuaces jerarcas de Quraish, mostraban sonrisas burlonas cuando escuchaban hablar del llamamiento de Muhammad, decían: “Pronto la llama de su querella se extinguirá y se sumará a la caravana de los olvidados.”

Ellos no molestaron ni insultaron al Profeta durante ese primer período, sino que al contrario lo respetaban. Muhammad (B.P.) tampoco criticaba de frente a sus ídolos en un principio. Pero cuando extendió su llamamiento individual y lo hizo general, y comenzó a propagarse entre la gente las críticas que el Mensajero de Dios hacía a la idolatría y la conducta y doctrina inhumana de los quraishitas, se inició la reacción de los jefes mequinenses que despertaron de su letargo y tomaron conciencia de que el llamamiento de Muhammad no era lo que ellos pensaban. El Profeta rompió el silencio para con sus parientes y luego inició una proclama general hacia el Islam.

Las reformas profundas, que afectan todos los órdenes de la vida de los seres humanos y cambian el curso de las sociedad, necesitan de dos fuertes poderes para propagarse y conservarse: 1) El poder de la elocuencia sabia; aquel que poseen los mensajeros y profetas y que les permite transmitir y explicar la verdad a la gente de una manera sintética, sugestiva y fácil; y 2) el poder de la defensa, para que en ocasiones de peligro y ante los ataques del enemigo pueda establecerse una línea defensiva. Si así no fuera la llama de la convocatoria se apagaría a poco de comenzar por el embate de los opresores.

No cabe duda que la capacidad de expresión y la elocuencia del Profeta (B.P.) eran excepcionales y perfectas. Era mi orador poderoso que con sencillez y fuerza dilucidaba todos los aspectos de la fe. Pero lamentablemente, durante los primeros períodos de la convocatoria careció del segundo poder, ya que sólo había reunido 40 personas que en forma clandestina adherían al Islam. Un grupo tan pequeño no podía asumir la defensa de su doctrina (en caso de ataque), y por tal motivo el Profeta -(B.P.) hizo un llamamiento especial dirigido a sus parientes cercanos. De esta forma esperaba poder conformar una línea de defensa adecuada. Y lo logró. Si bien la mayoría de sus parientes no adherían a su mensaje y doctrina, no obstante lo defendían por ser uno de sus familiares. Sin embargo su proclama consiguió atraer a algunos jefes de tribu, y logró que otros tuvieran al menos una inclinación hacia el Islam.

Muhammad (B.P.) pensaba, y con razón, que el comienzo de toda transformación profunda debe iniciarse desde adentro, en la propia casa y familia. Si quien difunde el mensaje no veda lo ilícito a sus hijos y parientes próximos en primer lugar, jamás logrará que su convocatoria alcance a los demás, quienes objetarían, y con razón, el mal ejemplo de sus propios parientes. Este plan de acción le fue ordenado al Profeta en la siguiente aleya: “Y amonesta a tus parientes más próximos” (26:214).

La forma en que convocó a sus parientes.

Los intérpretes del Corán y los historiadores escriben sobre la forma en que se efectivizó la aleya antes mencionada que ordena amonestar a los parientes próximos. El Profeta (R.P.) ordenó a -Alí, que en ese momento contaba sólo 15 años de edad, que organizara un banquete e invitara a 45 notables de Banu Hashim. El propósito de esta reunión era aclararles los motivos de su profecía. Lamentablemente una vez terminada la comida y previamente a que el Profeta les dirigiera la palabra uno de sus tíos, Abu Lahab, alteró el clima de la reunión pronunciando vanidades sin fundamento. Muhammad decidió que sería conveniente concretar su cometido al día siguiente, por lo que volvió a invitarlos a otra comida. Esta vez sí alabó a Dios, testimonió su monoteísmo y comenzó a hablarles de este modo: “Alabado sea Dios, a Quien agradezco y pido Su Ayuda, creyendo en El y me apoyo en el solo y declaro y atestiguo que no hay otro Dios sino El, Único, que no tiene asociados (en su Divinidad y Poder). Luego os digo que el guía no os miente: Juro por Dios que no existe otro Dios sino El, Único, y que soy el Enviado de Dios para vosotros y para todo el mundo. Es El Quien me ha ordenado convocaros diciéndome: ‘Anuncia a tu gente y a los más próximos de ellos’. Todo lo que os pido es que aceptéis dos cosas: testimoniar que no hay Dios sino Dios y que soy Su Enviado. Juro que morirán como si durmieran y que resucitarán como si despertaran. Luego serán recompensados por lo que han hecho en este mundo, si bien, con el bien, si mal con el mal, y luego entrarán al Paraíso eternamente o al Infierno eternamente. ¡Hijos de Abdul Muttalib!, Juro por Dios que no conozco persona alguna que haya traído a los suyos algo mejor que lo que os traigo. Os traigo el bien de este mundo y del otro. Mi Dios me ha ordenado convocarlos a El, ¿quién de ustedes me apoyará para ser considerado mi hermano, mi albacea y mi sucesor (califa)?”. Se hizo un profundo silencio que fue roto por el joven Alí quien se puso de pie y dijo: “¡Enviado de Dios! Yo te apoyaré”. Muhammad le pidió que se sentara y reiteró su pregunta dos veces más. Nadie respondió además de Alí. Entonces sentenció el Profeta (B.P.): “¡Gentes! Este joven es mi hermano, mi albacea y mi sucesor (califa), escúchenle y obedézcanle. “Concluyó entonces la reunión y algunos de los presentes, en son de burla, se dirigieron a Abu Talib diciéndole: “¡Muhammad te ha ordenado obedecer a tu hijo y lo ha hecho superior a ti!”.

Lo anterior es una síntesis de lo ocurrido en esa reunión.

La Profecía y el Imamato van juntos

La referencia a la sucesión del Imam Alí en los comienzos mismos de la profecía de Muhammad (B.P.) demuestra que ambas funciones -la de Profeta e Imam- no están separadas, sino que se unen como eslabones de una misma cadena.

El suceso antes mencionado -narrado por tradiciones cuya veracidad testimonian todas las escuelas islámicas- dan cuenta de la fuerza espiritual y valentía de Alí, quien, en una reunión de sus mayores más experimentados, los desconcertó con su firmeza en el apoyo a su primo el Profeta, declarando con claridad su rechazo a los enemigos de Muhammad.

A pesar de que era con mucho el menor de los presentes, su categoría espiritual y preparación era superior, pues la había adquirido de la crianza y enseñanza directa que recibió del Mensajero de Dios desde su más tierna infancia. Eso le permitía, ver, percibir y comprender aquello de lo cual los demás dudaban.

Fuente: La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam; Editorial Elham Shargh

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