Por: Ricardo H. S. Elía
«El Sexto Imam, Ya’far as-Sadiq, que vivió entre 702 y 765, narró lo siguiente: «Cada vez que el Profeta estrechaba la mano a alguien, no la retiraba jamás antes que el otro retirara la suya».
El saludo por excelencia entre los musulmanes es la expresión as-salamu aleikum «la paz (sea) con vosotros». La palabra salam (que significa “paz”) también se emplea como doxología tras el nombre de un profeta como Moisés, un imam como Husain Ibn Alí, un ángel como Gabriel, o mujer virtuosa como Fátima az-Zahra en la fórmula aleihi (aleiha) salam, «sobre él o ella (sea) la paz».
«En ciertas ocasiones muy especiales, en que la sociedad islámica —la ciudad, la tribu, la familia—, da la bienvenida a algún personaje fuera de la casa, el traslado de alfombras al exterior es suficiente para configurar el símbolo de la hospitalidad:Ahlan ua-sahlan(«entre tu gente con comodidad») es el saludo que resume el espíritu de la hospitalidad» (Martínez Montávez y Ruíz Bravo-Villasante: Europa Islámica. O. cit., p. 112).
Una conocida narración de Alí Ibn Abi Talib recomienda: «Cuando seas saludado, responde con un saludo aun mejor; cuando alguien te tienda una mano generosa, retribúyele con un favor mayor. No obstante, el mejor es quien toma la iniciativa».
Dice el investigador y filólogo español Américo Castro: «Multitud de cortesías sólo adquieren sentido cuando las examinamos a esta luz islámica. Al mostrar a una persona amiga un objeto de valor que nuevamente se posee, si aquélla lo elogia, lo correcto es decir: “Está a su disposición”...Es musulmana la costumbre de decir: “ésta es su casa”.. En portugués se dice: “Disponha da casa como si fosse sua, é uma casa a sua disposição”... Todo ello es herencia árabe “Al-bait baitak”, ‘esta casa es tu casa’, y los europeos se quedan asombrados al oír en Lisboa, Madrid o Barcelona que la casa que visitan por vez primera les pertenece... Al ir a comer o beber delante de alguien... lo correcto es decir: “¿Usted gusta?”. En pueblos andaluces, a alguien que pasa junto a quienes están comiendo, se les dice: “¡Venga usted a comer!”... Las respuestas son: “Que aproveche”... En portugués se responde: “Bom proveito”... Es muy frecuente oír “si Dios quiere”, o “si quiere Dios”: “Hasta mañana. Si Dios quiere”, “A ver si quiere Dios que llueva”, etc. Parece, al pronto, que tal frase procede de la piedad o religiosidad católica, tan aferrada en España, aunque la presencia de ojalá, insha’ allah, ‘quiera Dios’ nos hace ver su origen. Se trata de otra seudomorfosis (como almogávar-corredor), que hoy parece ya con sentido cristiano. La prueba de ello es que no se puede traducir literalmente a ninguna otra lengua europea, “Hasta mañana, si Dios quiere”, que para multitud de españoles es algo natural, que dicen sin énfasis religioso alguno. De un modo general me parece que puede pensarse que los españoles usan o han usado el nombre de Dios más que los otros pueblos románicos; compárese el artículo Dios en el Diccionario de la Academia Española con el correspondiente del Diccionario francés de Littré, y se entenderá lo que quiero decir. Creo que, en muchos casos, tras el Dios cristiano vibra el eco del Allah muslímico, presente hasta en la interjección, ¡olé!(wa-l-lah, ‘por Dios’) con que se anima a bailadores y toreros» (A. Castro: España en su historia, O. cit., pp. 85 a 88).
El islamólogo Yann Richard es investigador del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS). Vivió varios años en Irán y ha trabajado en el Instituto Francés de Iranología de Teherán. Es autor de diversas obras sobre la cultura iraní, como «El Islam shií» (Bellaterra, Barcelona, 1996). Estos son algunos fragmentos de un artículo de Richard sobre la cortesía en Irán, la cual está fundamentada en la ética islámica:
«Al extranjero siempre le sorprende el ceremonial que se desarrolla en su honor cuando visita un hogar iraní. Cualquiera sea la hora, el motivo de la visita o el nivel social del visitante, se le ofrecerá en primer lugar algo de beber, pues penetrar en una casa es como llegar de un viaje a través del desierto para saciar la sed en un jardín protegido...
En verano, para mitigar los grandes calores del viaje, se comenzará por ofrecer bebidas refrescantes, jugos de melón y sandía. Las amas de casa son expertas en el arte de combinar el colorido de las frutas con los sabores más inesperados.
Que el visitante no crea que es posible pasar de prisa y partir sin más cumplidos una vez que ha tratado el asunto que motivó su visita. Sin embargo, hay que saber distinguir las atenciones a veces excesivas del anfitrión para retener al recién llegado a comer —lo que no siempre está previsto y que, por lo tanto, no es conveniente aceptar con demasiada prontitud— de las reglas mínimas de cortesía. Una visita, incluso cuando no hay mucho que decir, no puede durar menos de una hora; en caso contrario se puede ofender a los anfitriones al darles la impresión de que se han mostrado poco acogedores.
La conversación sigue un ritmo ritual. Se comienza por intercambiar informaciones acerca del estado de salud —pero soslayando al principio las malas noticias que sólo se anuncian pasado un tiempo prudencial para evitar las emociones fuertes. Según el grado de confianza, la charla se limitará a temas de interés general o tratará cuestiones más personales: ¿qué es de la vida de fulano? Si decae, se la reanima con una pregunta elemental: «¿Está usted bien?» No hay que impacientarse, pues se trata simplemente de evitar los silencios embarazosos y de crear una atmósfera de cordialidad durante el momento que se comparte.
Tras las bebidas, se convida al huésped con frutos secos, pasteles, frutas de la estación... Se ha decidido retenerle y todo pretexto es bueno. «¡No puede marcharse sin probar nuestras frutas!» ¡Cómo rechazar el ofrecimiento ante el surtido de uvas, higos, melocotones y pepinos presentados con tal refinamiento que es un placer para la vista!...
«Llegado el momento de la despedida, el anfitrión acompañará al invitado hasta la puerta, lo que significará para éste otro motivo de reconocimiento. Entre las fórmulas de despedida se oirá una frase que podría parecer más apropiada como recibimiento: «¡Bienvenido!». No hay en ella ironía alguna ni es una manera cortés de deshacerse de los invitados. Es la confirmación de que la visita ha sido beneficiosa para la casa y de que el amigo será recibido siempre con la misma actitud favorable» (Yann Richard: El país de las mil y una cortesías, El Correo de la UNESCO, París, Febrero 1990, pp. 30-33).
Del libro CIVILIZACION DEL ISLAM; Edición Elhame Shargh
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