Historia del Islam en el VIII año de la hégira – La batalla de Taif

Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

EL VIII AÑO DE LA HEGIRA

LA BATALLA DE TAIF

Taif es una de las ciudades más fértiles del Hiyaz y se encuentra situada al sudeste de la Meca, a unos doce farsaj (66,86 km.) Se halla a mil metros sobre el nivel del mar y por su buen clima y sus jardines y numerosos palmares era y sigue siendo considerada un centro de placer y veraneo. En esa ciudad residía la tribu de Zaqif, una de las más grandes y poderosas tribus árabes. Integrantes de la misma habían participado en la batalla de Hunain librada contra el Islam, y tras su derrota se atrincheraron en ésta su ciudad, dotada de una elevada fortaleza.

Para obtener una victoria definitiva el Profeta ordenó que los fugitivos de la batalla de Hunain fueran perseguidos. Para ello designó a Abu Amr Al-Ash'arí ya Abu Musa AI-Ash'arí al frente de un grupo de soldados. Ellos debían perseguir a un grupo de enemigos que se había refugiado en Autas. El primer comandante mencionado halló el martirio tratando de cumplir la misión, pero el segundo obtuvo una victoria total. Por su parte el Enviado de Dios (B.P.), acompañado por el resto del ejército, se dirigió a Taif. En su trayecto destruyó la fortaleza de Malik, que había incitado a la guerra de Hunain. Naturalmente que su destrucción no obedecía a un deseo de venganza, sino a la estrategia de no dejar en pie ningún lugar que pudiera servir de refugio al enemigo a retaguardia del ejército islámico.

Las ramas del ejército musulmán partieron una tras otra y acamparon alrededor de la ciudad. La fortaleza de Taif era muy alta, sus paredes sólidas y sus torres de vigilancia dominaban completamente el exterior. Las fuerzas del Islam emprendieron el sitio. Aún no habían terminado de concretarlo cuando sorpresivamente una lluvia de flechas del enemigo impidió el avance causando el martirio de un grupo de creyentes. El Profeta (B.P.) entonces ordenó el retroceso del ejército, ubicándolo a una distancia que lo pusiera a salvo del alcance de las flechas. Salmán Al-Farsí (el persa), quien ya antes había propuesto a los musulmanes valiosas tácticas militares en la batalla del Jandaq (el foso), sugirió en esta oportunidad al Profeta la instalación de una catapulta con el fin de apedrear desde lejos la ciudadela enemiga. En aquellos tiempos esta antigua arma cumplía la función que hoy cumple la artillería. Los comandantes instalaron la catapulta orientados por Salman y durante aproximadamente 20 días apedrearon las torres y la fortaleza. Por su parte el enemigo desde su ciudadela resistía disparando sus flechas y causando algunos daños al ejército islámico.

Podría inquirirse cómo fue que los musulmanes obtuvieron la catapulta en aquel momento tan crucial. Según una versión Salmán fue quien la construyó y enseñó su funcionamiento a los soldados. Según otro relato los musulmanes la consiguieron en la batalla de Jaibar y la llevaron consigo a Taif. No es aventurado pensar que Salmán (por sus conocimientos de las técnicas e instrumentos de combate persas) haya refaccionado e instalado la catapulta ganada como trofeo de guerra y les haya enseñado a usarla. Una observación más atenta a la historia nos revela que los musulmanes habían capturado también otras catapultas, pues el Enviado de Dios, simultáneamente a la batalla de Hunain y Taif, envió a Tufail Ibn Amr Al-Dusí con la misión de destruirlos templos idólatras de su propia tribu, la de Dus. Este regresó victorioso junto a 400 soldados de la misma tribu. Los trofeos que obtuvo fueron una catapulta y un carro bélico, que se aprovecharon en la batalla de Taif.

Intento de abrir una brecha en la fortaleza refugiándose en carros bélicos.

Para obtener la rendición del enemigo que se había hecho fuerte en la fortaleza, se requería de un ataque masivo en su mismo interior. Una medida que se intentó fue tratar de abrir una brecha en la pared de la fortaleza utilizando carros bélicos para protegerse, al tiempo que se continuaba arrojando piedras con la catapulta. Una vez conseguido abrir una brecha se haría posible el ingreso por allí del ejército islámico en la fortaleza. Este intento debía enfrentar un grave escollo consistente en la lluvia de flechas que caían sobre los soldados islámicos impidiendo todo acercamiento. El mejor medio era entonces utilizar un carro bélico, constuido en madera y cubierto con grueso cuero que hacía de blindaje. Los soldados musulmanes lo usaron valientemente y bajo su protección se acercaron a la pared y comenzaron a abrir la brecha. Pero pronto el enemigo destruyó el techo del carro arrojando sobre él hierros ardientes.

En definitiva esta táctica no dio resultado y tras brindar algunos mártires y heridos los musulmanes desistieron del intento.

Golpes económicos y psicológicos.

La victoria no se consigue siempre a través de una eficaz técnica militar, sino que un hábil comandante puede también disminuir el poder del enemigo mediante el uso de presiones psicológicas y económicas. Muchas veces estas presiones son más efectivas aún que los ataques militares directos. La tierra de Taif era rica en palmares y viñedos y famosa por su fertilidad. Su gente se había esforzado mucho en el cultivo y el desarrollo de sus campos y, lógicamente, mostraba un gran interés resguardarlos. El Enviado de Dios, con la finalidad de amenazar a los sitiados, les notificó que si seguían resistiendo sus campos serían arrasados. La noticia no perturbó a los inicuos, pues conociendo la bondad: indulgencia del Profeta no pensaban que llevaría a cabo su amenaza.

Pero cuando vieron al ejército cortando sus árboles comenzaron a gritar e implorar al Profeta que al menos por el parentezco que los unía dejara sin efecto la orden dada. Pese a que quienes se hallaban guarecidos en la fortaleza eran los que habían encendido la chispa de la guerra en Hunain y ahora en Taif, con un gran costo para el Profeta, éste accedió a su ruego y una vez más dio muestras de su bondad y generosidad ordenando a su ejército que suspendiera la destrucción de los palmares.

Meditando un poco en el proceder del Profeta con sus enemigos podemos afirmar que la orden de talar los árboles fue dada como un último intento para forzar su rendición, pero que seguramente el Enviado de Dios (B.P.), de no haber surtido efecto, hubiera ordenado el cese de la misma.

Un último intento de tomar la fortaleza.

La tribu de Zaqif poseía abundantes riquezas y bienes y tenía a su disposición numerosós esclavos. Para conseguir información sobre la situación de los sitiados en la fortaleza, su poder y fuerza militar, y también para suscitar el conflicto entre ellos, el Enviado de Dios les comunicó que cualquier esclavo que saliera de la fortaleza y se refugiara en el ejército islámico quedaría libre. La medida tuvo un efecto parcial. Unos 20 esclavos lograron huír con habilidád sumándose a los musulmanes. Tras interrogarlos los partidarios de Muhammad supieron con certeza que el enemigo estaba dispuesto a resistir a cualquier precio, no pensando en rendirse bajo ninguna circunstancia, informándose además que, aunque el sitio se extendiera por un año, tenían suficientes provisiones para continuar resistiendo.

EL REGRESO DEL EJERCITO A MEDINA

En esta batalla el Enviado de Dios (B.P.) adoptó diversas medidas militares, directas o indirectas. Pero la experiencia demostró que la toma de la fortaleza necesitaba de más empeño y paciencia, y además las condiciones climáticas y los escasos recursos del ejército islámico no permitían prolongar el sitio.

En primer lugar digamos que durante el sitio habían sido martirizados trece musulmanes. Previamente, en Hunain, por un ataque sorpresivo y astuto del enemigo otro grupo musulmán había recibido el martirio. Por todo esto el cansancio y el agotamiento se reflejaban en el espíritu del ejército islámico. En segundo lugar, estaba acabando el mes de Shauual y se acercaba Dhul Qa‘adah, mes sagrado en el cual la guerra entre árabes estaba prohibida. Posteriormente el Islam reafirmaría esta benevolente tradición. Para respetarla era imprescindible terminar con el bloqueo de Taif, de lo contrario el Profeta sería acusado de incumplimiento de la costumbre. Además, y especialmente, se acercaba el mes de la peregrinación, y por primera vez los musulmanes serían supervisores de los rituales del Hayy, puesto que en los años anteriores los inicuos eran los que lo asumían. El período del Hayy (peregrinación) daría lugar a una multitudinaria y extraordinaria reunión de los habitantes de toda Arabia, y ésa sería la mejor oportunidad para difundir el Islam y poner a la luz la realidad de la doctrina monoteísta. El Enviado de Dios (B.P.) debía aprovechar al máximo aquella oportunidad que se le presentaba por primera vez y se imponía que se ocupara de asuntos más importantes que la conquista de una lejana fortaleza. Teniendo en cuenta todas estas razones el Profeta (B.P.) levantó el sitio y partió hacia Ya'rane junto a su ejército, donde se guardaban los trofeos y los prisioneros.

LO OCURRIDO TRAS LA BATALLA

Finalizadas las batallas de Hunain y Taif el Envido de Dios (B.P.) se dirigió a Ya'rane para repartir los trofeos sin haber logrado un resultado definitivo. El botín obtenido en Hunain era el más espectacular que se había logrado en todas las batallas anteriores: seis mil prisioneros, veinticuatro mil camellos, más de cuarenta mil ovejas y ochocientos cincuenta kilogramos de plata, lo cual permitiría cubrir los gastos del ejército islámico parcialmente. El Profeta (B.P.) permaneció en Ya'rane trece días. Durante ese tiempo dividió el botín y liberó a una parte, de los prisioneros. También ideó un plan para atraer al Islam a Malik Ibn Auf, quien había desatado los conflictos de Hunain y Taif.

Con su correcto proceder el Profeta demostró su gratitud hacia algunas personas. Con medidas inteligentes atrajó los corazones de los enemigos hacia el Islam, y con un elocuente sermón dio fin a una pequeña discrepancia entre el mismo y los ansár de Medina. Veamos el detalle de lo ocurrido:

l..-Una de las más destacadas virtudes del Profeta del Islam fue que jamás dejaba sin recompensa los servicios de las personas, aunque fueran ínfimos e insignificantes. Cuando alguien le hacía un fávor él lo recompensaba de múltiples formas.

El Enviado de Dios (B.P.) había pasado su niñez con el clan de Bani Sa‘d, una rama de la tribu de Hawazan. Una mujer de esa tribu, llamada Halima, fue quien lo amamantó y asumió su crianza durante cinco años. La tribu de Bani Sa‘d estaba muy arrepentida por su participación en la batalla contra el Islam, en la cual habían sido tomados prisioneros un grupo de sus mujeres y niños. Recordaban que Muhammad se había criado entre ellos.y conocían de sus buenos sentimientos, su hombría y gratitud, por lo que estaban seguros de que no les negaría la liberación de sus prisioneros. Una delegación de la tribu de Bani Sa‘d compuesta por catorce de sus jefes que habían adherido al Islam visitó al Profeta (B.P.) precedida por Zuhair Ibn Sard y el tío de leche del Profeta. Le dijeron: “Entre tus prisioneros se encuentran tus tías, tus hermanas (de leche) y los servidores de tu infancia, tus buenos sentimientos y tu hidalguía requieren que los liberes”. El Enviado de Dios les respondió: “¿Qué aman más, a sus mujeres y niños o a sus riquezas?” Todos respondieron: “Amamos más a nuestras familias, y no las cambiaríamos por nada”. Entonces el Profeta les dijo: “Estoy dispuesto a devolverles la parte de los prisioneros que me corresponde y la que corresponde a los hijos de Abdul Muttalib, el resto atañe a los demás musulmanes. Son ellos mismos los que deben decidir al respecto"; Y agregó: “Cuando yo realice la oración del mediodía pónganse de pie y dirigiéndose a los presentes digan lo siguiente: ‘Nosotros pedimos que el Profeta interceda entre nosotros y los musulmanes y que los musulmanes intercedan ante el Profeta por la libertad de nuestros prisioneros’. En ese momento me levantaré y liberaré a.mi parte y la parte de los hijos de Abdul Muttalib. Además sugeriré al resto de los musulmanes hacer lo mismo”.

Al terminar la oración los representantes de Bani Sa‘d hicieron lo que el Enviado de Dios les había propuesto. El Profeta cedió la libertad a su parte y los emigrados y los ansar lo imitaron. Sólo algunas personas como por ejemplo Aqrá Ibn Habes y Uiaina Ibn Hesn se abstuvieron. El Enviado de Dios les aseguró que si liberaban la cantidad de prisioneros que les correspondía les daría seis prisioneros de la próxima batalla por cada uno de los liberados. Por esto todos los musulmanes a excepción de una anciana, los liberaron. Vemos aquí como el buen acto de Halima, cuya semilla había sido sembrada durante la infancia del Profeta dio sus frutos 60 años más tarde.

Posteriormente el Enviado de Dios pidió ver a Shima, su hermana de leche. Cuando ella se presentó ante él el Profeta se quitó el manto y lo puso en el suelo para que la mujer se sentara. Afectuosamente le preguntó por su estado y el de su familia. La liberación de sus prisioneros duplicó el interés de esta tribu por el Islam. Todos finalmente adhirieron a él y de esta forma Taif perdió su último aliado.

La islamización de Malik Ibn Auf

El Enviado de Dios (B.P.) pensó en resolver la cuestión de Malik, el empecinado enemigo del Islam de la tribu de Nasr, mediante la intercesión de los representantes de la tribu de Bani Saad. Por tal motivo y en primer lugar preguntó a los integrantes de la delegación sobre la situación de Malik. Estos le comentaron que se había refugiado en Taif y que se encontraba colaborando con la tribu de Zaqif. El Enviado de Dios (B.P.) les pidió que le comunicaran que si se islamizaba todos sus parientes serían liberados y que además le obsequiaría 100 camellos. El mensaje llegó a destino. Malik venía observando el gradual debilitamiento que experimentaba la tribu de Zaqif así como el creciente progreso del Islam. Decidió entonces salir de la fortaleza y sumarse a los musulmanes. Temía sin embargo que los de Zaqif descubrieran su intención y lo aprehendieran antes de concretar su propósito. Planeó entonces su huída sigilosa haciendo que le tuvieran listo un camello en un punto lejano a Taif. Partió de inmediato y a toda velocidad se dirigió a Ya'rane y se islamizó. El Profeta cumplió su promesa y además lo nombró jefe de los musulmanes de las tribus de Nasr, Zumale y Salama. A raíz del valor y el honor que logró obtener tras su islamización le hizo la vida imposible a la tribu de Zaqif.

Vivió siempre agradecido de la actitud del Profeta (B.P.) para con él y compuso algunas poesías en las que lo elogiaba. El comienzo de una de ellas decía: “Jamás he visto ni he oído, entre la gente, a nadie como Muhammad”.

El reparto del botin.

2.-Los compañeros del Profeta (B.P.) insistían en el reparto del botín de Hunain lo más pronto posible. Para demostrarles su desinterés en ello el Enviado de Dios se ubicó al lado de un camello, tomó un poco de sus pelos entre sus dedos y se dirigió a la comunidad diciendo: “De todos los trofeos incluso de los pelos de este camello, no tengo derecho alguno más que el jums (el quinto), y que dividiré entre vosotros. Luego, que quien posea algo del botín lo entregue para que sea repartido justamente”. El Profeta entonces lo repartió entre los musulmanes y el quinto, que le pertenecía, lo repartió entre los jefes de Quraish recientemente islamizados. Entre ellos estaban Abu Sufián, su hijo Mu‘auiah, Hakim Ibn Hazam, Hariz Ibn Hisham, Suhail Ibn Amr, Huuaitab Ibn Abdul Uzza y Alla' Ibn Yariah, quienes hasta hacía muy poco tiempo atrás habían sido los jefes de la iniquidad y los más empedernidos enemigos del Islam. Cada uno recibió 100 camellos además de la parte que les correspondía. El Profeta también entregó 50 camellos a cada miembro de otro grupo. Todos estaban asombrados e impresionados por las concesiones y amabilidades del Enviado de Dios (B.P.) para con éllos y se sintieron así atraidos por el Islam. Este grupo es denominado por la jurisprudencia islámica “muallafatul qulub” (los pusilánimes, de corazones que pueden ser atraídos a la fe). “Las limosnas son tan solo para los pobres, los menesterosos, los recaudadores, los pusilánimes; para la redención de esclavos, los insolventes; para la causa de Dios y para el viandante; ello es un precepto dimanado de Dios; porque Dios es Sapientísimo, Prudente”. (9:60)

Escribe Ibn Saad: “La concesión fue hecha con la parte perteneciente al Profeta. Este procedimiento no agradó mucho a algunos de los fieles, especialmente a un grupo de los ansár”. Estos no conocían los grandes objetivos del Enviado de Dios, e imaginaron que actuaba movido pór los vínculos familiares. Incluso un hombre de la tribu de Banu Tamim, llamado, Dhul Huuaisara, se atrevió a decirle a Muhammad lo siguiente: “Hoy precisamente he observado tu proceder y noté que no has transitado por el sendero de la justicia.” Irritado por sus palabras el Profeta, dejando traslucir en su rostro los efectos de la cólera, le dijo: “¡Pobre de tí! Si no estuvieran en mi ser la justicia y la rectitud, ¿dónde estarían entonces?” El que luego sería el segundo califa (Urnar Ibn Al-Jattab), se levantó de inmediato y pidió permiso para matarlo. El Profeta le dijo: “¡Déjale! Será jefe de un grupo que se extraviará Y abandonará el Islam tal como una flecha abandona el arco”. (Sira de Ibn Hisham tomo 11, pág. 496). Con el pasar de los años la predicción del Profeta se reveló veraz. Aquel hombre terminó convirtiéndose en el jefe de la peligrosa secta de los Jauariy durante el gobierno del Imam Alí (P.). El mismo Comandante de los creyentes fue martirizado por un miembro de este grupo. Pero como es sabido no es posible juzgar con la ley del talión un crimen que aún no se cometido.

Por su parte Saad Ibn Ibadat, en representación de los ansár, comunicó al Profeta (B.P.) su objeción respecto del reparto del botín. Entonces Muhammad le pidió que organizara una reunión (de los ansar) que en ella aclararía el asunto. El Profeta se presentó en la reunión con una especial dignidad y les dijo: “Vosotros conformábais un grupo desviado que fue orientado por mí. Erais pobres y os enriquecísteis, fuísteis enemigos y os amigasteis”. Todos respondieron: “Lo que has dicho es cierto, ¡oh Enviado de Dios!” Muhammad acotó: “Pueden responderme”. Entonces dijeron: “¡Enviado de Dios! El día que Quraish te desmintió nosotros te apoyamos; el día que no te socorrió fuimos nosotros tus socorredores. Cuando te dejó sin protección Y sin refugio, y cuando estuviste necesitado, te ayudamos”. Preguntó entonces el Profeta (B.P.): “¡Grupo de los ansár! ¿Por qué os molestáis de esos pocos bienes que concedí a Quraish con el propósito de que se afirmaran en la fe? ¿Acaso no estáis satisfechos de que los demás se lleven camellos y corderos mientras vosotros me tenéis a mí? ¡Por Dios que si toda la gente fuera por un camino y los ansár por otro, yo eligiría el de los ansar”. Y a continuación el Profeta suplicó a Dios que su misericordia se derramara sobre ellos. Estas emocionadas palabras impresionaron tanto a los ansar que, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos, decían: “¡Enviado de Dios!, nosotros estamos satisfechos con la parte que nos tocó y no haremos ya ninguna objeción”.

La peregrinación de ‘Umra (*) del Enviado de Dios.

Tras terminar el reparto del botín el Profeta (B.P.) partió hacia la Meca para realizar la 'umrra. Una vez concretada ésta regresó a Medina Según una versión su arribo allí tuvo lugar a fines del mes de Dhul Qa‘adah, y según otra a principios del mes de Dhul Hiyyah.

Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

 

* Cuando los rituales de la peregrinación se realizan en el mes de Dhul Hiyyah se denominan Hayyatut-Tamattu', y cuando se realizan en cualquier otro mes, Umratul-MUfrada.

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