La lucha contra el gobierno tiránico en el pensamiento y comportamiento político del Imam Jomeini
Traducción: Mustafa Al-Salvadori Rodríguez
El pensamiento y comportamiento político del Imam Jomeini con respecto al gobierno tiránico (ṭāghūt) y la necesidad de luchar contra él, se convirtieron en la base para la formación de la Revolución Islámica de Irán y en el origen o fortalecimiento de muchos movimientos en Asia Occidental y otras partes del mundo. Dado que la Revolución Islámica se cimentó sobre el pensamiento político del Imam Jomeini, el propósito de esta investigación es explicar y hacer una relectura de los fundamentos, objetivos, argumentos intelectuales y comportamiento político del Imam Jomeini como un modelo práctico de lucha constante e inagotable para los líderes de los movimientos de liberación frente a regímenes autocráticos y tiránicos. Ahora que se ha levantado una nueva ola de Despertar Islámico, es necesario examinar esta cuestión fundamental. El presente artículo busca analizar las razones, objetivos y actitud de lucha del Imam Jomeini desde los años cuarenta hasta la victoria de la Revolución Islámica. Los resultados de la investigación muestran que, con el objetivo de implementar las leyes y mandamientos divinos, y establecer el gobierno islámico, el Imam asumió una actitud de lucha desarmada a través de diversos métodos científicos y culturales, cumpliendo el rol de líder e ideólogo de la Revolución contra el régimen de su tiempo.
Palabras clave: Tiránico (ṭāghūt), Imam Jomeini, razones para luchar, objetivos de la lucha, actitud de lucha.
La lucha contra el gobierno tiránico (ṭāghūt) siempre fue parte de las actividades sociopolíticas prioritarias, del Imam Jomeini. Basándose en las enseñanzas coránicas y jurisprudenciales, él consideraba que luchar contra los ṭāghūt a nivel nacional, internacional y en el mundo islámico, es uno de los deberes más importantes de los musulmanes. El Imam comenzó su lucha escribiendo el libro «La Revelación de los Secretos» (Kashf al-Āsrār). Posteriormente, continuó con sus diversas luchas — tanto teóricas como prácticas — en diferentes períodos según las necesidades y condiciones específicas de la época. En la década de 1950, debido a la presencia del ayatolá Boruyerdí, referente de emulación chií (marŷa' al-taqlid), consideró prudente el tener una menor participación directa en el escenario de la lucha, pero en la década de 1960, tras el fallecimiento de esta gran autoridad religiosa que dejó un enorme vacío en los seminarios islámicos, y el cambio en la política de la monarquía Pahlavi, el Imam anunció su determinante oposición a dicho régimen tiránico (ṭāghūt). Por esta razón, la década de 1960 puede considerarse un punto de inflexión en la historia de las luchas de los religiosos musulmanes y de los seminarios islámicos bajo el liderazgo del Imam. El fundador de la Revolución Islámica consideraba que la lucha no debía limitarse a un momento y una situación específica. En ese sentido, sus actividades se desarrollaron en diferentes períodos y contextos. No abandonó ni un solo instante su lucha, ni siquiera estando en prisión y en el exilio, y la llevó a cabo de diferentes y oportunas maneras, según las circunstancias que se presentasen.
Según nuestras indagaciones, hasta el momento no se ha publicado ninguna investigación con este título. El único trabajo similar, intitulado «Modelo coránico de lucha política en el pensamiento teórico y la vida práctica del Imam Jomeini», fue escrito por Ebrahim Kalantari, y se publicó en la revista trimestral «Siyāsat» (Política) n.º 4, periodo 46, (2017), la cual no estaba disponible en el momento de preparar este artículo. Sin embargo, el tema y área de la presente investigación, como su nombre lo indica, es diferente y, por ende, innovador.
1. El significado de «ṭāghūt»
El patrón-raíz árabe de la palabra «ṭāghūt» (طاغوت) es fa'alūt (فعلوت), el mismo que de ŷabarūt (جبروت) y malakūt (ملکوت) (Ragheb Esfahani, 1995: 2/490). Algunos creen que esta palabra no es de origen árabe, sino la arabización de un vocablo proveniente de otra lengua (Masha'i, 1997: 20). Esta palabra aparece ocho veces en el Corán, refiriéndose a falsas deidades y personas agresivas y tiránicas (Ghoreishi, 1992: 3/224). Por tanto, en todos ellos está presente el concepto de transgresión de los límites establecidos, por lo que se le llama ṭāghūt al hechicero, al mago, a cualquier demonio rebelde y a todo aquel que obstaculiza y desvía a otros del camino del bien (Ragheb Esfahani, 1995: 490). Porque cada uno de ellos, ha sobrepasado los límites convencionales, siguiendo el camino de la desviación y la transgresión.
Se dice que ṭāghūt es aquel que llega tan lejos en su rebeldía que abandona su condición de siervo de Dios. Debido a su espíritu arrogante, tal individuo no se somete a la autoridad de Dios, ni acepta ni obedece la autoridad de aquellos que a su vez están sometidos a la autoridad de Dios, como el Profeta y los Ulu l-Amr. Estas personas niegan el señorío de Dios y Su soberanía en este mundo.
Uno de los pilares del Islam en las enseñanzas coránicas es la aceptación de la autoridad divina (wilāya), porque en ella se manifiesta el símbolo de la unicidad de Dios y la servidumbre a Él. De tal modo que la autoridad divina se concreta en la obediencia a la autoridad del Profeta y los Ulu l-Amr. Es por eso que Dios ha vinculado Su autoridad a la autoridad del Profeta y de los Ulu l-Amr y ha considerado la obediencia a ellos como el obedecerle a Él mismo (Corán 4:59). En este sentido, el Imam Jomeini, basándose en la Escritura revelada, describió los regímenes tiránicos (ṭāghūt) como «poderes políticos injustos que a lo largo y ancho de la patria islámica...» (Imam Jomeini, s.f.: 150). «Los actos empoderan», llegó a declarar. Por lo tanto, desde el punto de vista del Imam, cualquier poder político ilegítimo se considera una especie de tirano (ṭāghūt), y el régimen de Pahlavi era uno de los claros ejemplos de ello, contra el cual continuó luchando hasta su derrocamiento y el establecimiento del gobierno islámico.
Desde el comienzo de su lucha política contra el régimen de Pahlavi, a principios de la década de 1940, el Imam Jomeini expresó reiteradamente — en sus libros y otras obras — las razones para luchar contra el sistema político gobernante.
El Imam Jomeini citó aleyas que se refieren a la lucha contra los gobernantes injustos y sostenía que el Sagrado Corán recomienda y alienta al pueblo a levantarse contra estos y prohíbe obedecerles. «En el Corán, Dios — exaltado sea — prohíbe la obediencia a los "tiranos" (ṭāghūt) y a los poderes políticos injustos; animando a la gente a levantarse contra los gobernantes injustos. Así pues, hizo que Moisés se levantase contra el Faraón» (Ibidem: 2006: 150). El Imam se aferra a las aleyas que prohíben la obediencia a los gobernantes injustos. En su opinión, la aleya 60 de la sura An-Nisā (Las Mujeres), además de prohibir obedecerles, incluye la lucha contra estos. Dios dice en esta aleya:
أَلَمْ تَرَ إِلَى الَّذِينَ يَزْعُمُونَ أَنَّهُمْ آمَنُوا بِمَا أُنْزِلَ إِلَيْكَ وَمَا أُنْزِلَ مِنْ قَبْلِكَ يُرِيدُونَ أَنْ يَتَحَاكَمُوا إِلَى الطَّاغُوتِ وَقَدْ أُمِرُوا أَنْ يَكْفُرُوا بِهِ وَيُرِيدُ الشَّيْطَانُ أَنْ يُضِلَّهُمْ ضَلَالًا بَعِيدًا.
«¿No has visto a esos que proclaman que creen en lo que fue hecho descender para ti y en lo que fue hecho descender ante de ti? Quieren recurrir al juicio de los ṭāghūt (tiranos o poderes injustos), a pesar de que se les ha ordenado no creer en ellos y quiere el Demonio extraviarles lo más lejos posible».
El Imam Jomeini sostiene que, si acaso el término ṭāghūt no se refiriese a gobiernos o regímenes ilegítimos que se han rebelado y se han hecho con el poder, al menos aludiría a jueces y gobernantes. Los organismos opresivos, ya sean judiciales, ejecutivos, etc., son todos tiránicos porque han desobedecido los mandatos divinos y promulgado e implementado leyes según su propia voluntad y deseos personales. De este modo, Dios exhorta a no creer en ellos, «es decir, a enfrentarles y desobedecer sus mandatos y disposiciones» (Ídem: 88). Obviamente, aquellos que tienen la intención de no creer en esta clase de tiranos (ṭāghūt) y gobernantes opresivos, y les desobedecen, tienen pesadas responsabilidades que deben tratar de cumplir tanto como puedan» (Ídem).
El elemento más importante que consolida y da identidad a la lucha, que cambia su naturaleza y rasgos, es la intención u objetivo de aquellos que la llevan a cabo. En el Islam, el que esta sea una lucha por la causa de Dios es de vital importancia. Si un levantamiento carece de esta particularidad, quien pierda la vida en él no se beneficiará del inmenso triunfo del martirio. En el Sagrado Corán hay muchas expresiones al respecto, entre estas, «في سبيل الله» (En el camino de Dios) y «ليكون كلمة الله هي العلياء» (La palabra de Dios es la más elevada), etc. Desde el comienzo de su lucha, el Imam Jomeini siempre tuvo en cuenta esta cuestión y le recordaba a la gente que Dios Todopoderoso le ordenó al noble Profeta:
قُلْ إِنَّمَا أَعِظُكُمْ بِوَاحِدَةٍ أَنْ تَقُومُوا لِلَّهِ
«Di: "En verdad, os recomiendo una cosa: Que os pongáis en pie por Dios"» (Corán 34: 46)
En esta aleya, Dios le ordena al Profeta que le diga a la umma: «Solo tengo un consejo para vosotros: que os levantéis por la causa de Dios, que os movilicéis por la causa de Dios. Si se trata de un movimiento divino, la victoria es para él. De esta manera, sea que seamos victoriosos o aparentemente derrotados, siempre seremos victoriosos» (Ídem: 6/105). En su interpretación de la sura Hamd (La Alabanza), como punto clave, menciona repetidamente que todas nuestras acciones deben tener una motivación divina, esto incluye las acciones mubāh, es decir, cualquier acción permisible por la cual no hay recompensa, ni castigo divino: «Este es el inicio de todos los asuntos: que sea un ‘‘levantamiento de y para Dios’’. El ser humano debería moverse por Dios, debería despertar de este sueño por Dios y levantarse por Dios» (Ibidem, 2013: 143). El Imam consideraba que el levantamiento de los Profetas y de los amigos de Dios tenía esta característica, y consideraba que este punto, es decir, tener como motivación el obedecer los mandamientos de Dios, era el secreto de la invencibilidad y continuidad de su levantamiento (Ibidem: 5/169). Si las luchas adquieren ese tono, ya que se alcance uno de los dos propósitos (el triunfo o el martirio), serán en cualquier caso victoriosas porque la intención ha sido el cumplimiento del mandato divino. En cualquier caso, la lucha habrá cumplido su deber y por ello, desde el punto de vista del monoteísmo, se considera victoriosa. Fue por eso que el ánimo del Imam Husain (P) se alzó mucho más en la tarde de Ashura (Ídem: 17/414). En tal lucha no había desesperación ni frustración, porque él asumió que todos sus esfuerzos eran para Dios y los consideró provisiones para su viaje hacia el destino final.
Refiriéndose a algunos hadices, el Imam Jomeni afirma que la desobediencia y la lucha contra un gobernante opresor, están justificadas. Al analizar estos hadices reconoce que hay muchos de ellos que exhortan a la lucha contra los opresores (Ibidem, 2006: 150). Según su opinión, hay más de cincuenta hadices sobre el no cooperar con los gobernantes opresores, registrados principalmente en «Wasāʾil al-Shi'ah» y «Mustadrak» (Ídem: 152-153). En el Maqbūlah ‘Umar ibn Ḥanẓala, se prohíbe recurrir a funcionarios gubernamentales tiránicos (ṭāghūt) e ilegítimos, pertenezcan o no estos a organismos ejecutivos o judiciales; y se ordena que la nación islámica no remita sus asuntos a autoridades y jueces que estén bajo su mando, aun siendo asuntos de su competencia. Si lo hacen y obtienen lo que les corresponde por derecho, según este hadiz, les es ilícito aceptarlo y por ende «no pueden disponer de ello de forma legítima».
... فانما یأخذه سحتا وان کان حقا ثابتا له ...
(Al-Hurr al-Amili, 1409 A.H.: 27/136)
Quizás surja la pregunta de si no recurrir a las instituciones tiránicas (ṭāghūt) en los casos en que se esté seguro de que se tiene el derecho absoluto, no resuelve ningún problema. En respuesta a esta cuestión, el Imam Jomeini dijo que este mandato proporciona la base para el desmantelamiento de las instituciones gubernamentales y para que la gente recurra a los Imames (P) y a las personas designadas por ellos. De hecho, su principal propósito es hacer que los funcionarios del gobernante tiránico (ṭāghūt) pierdan su autoridad política y legal (Imam Jomeini, 2006: 91). Desde el punto de vista del fundador de la Revolución Islámica, la orden estricta de los Imames de abstenerse de acudir a los gobernantes y funcionarios injustos, incluso en los casos en que sea para obtener un derecho legítimo, es en realidad una especie de lucha contra ellos, que sienta las bases para el establecimiento de un gobierno justo.
III. La vida de los Profetas e Imames infalibles (P)
Desde el punto de vista del Imam Jomeini, el Islam chií es partidario de los oprimidos y adversario de los opresores. Las creencias, la vida de los Profetas e Imames infalibles (P) y la práctica de los musulmanes chiíes a lo largo de la historia son prueba de ello (Ibidem, 2010: 11/126). El Imam aseveraba que uno de los deberes más importantes de los amigos de Dios es derrocar al gobierno tiránico y establecer un gobierno basado en la justicia. «La vida del Imam Husain (P) — el Señor de los Mártires — y la vida del Imam Mahdi (P); la vida de todos los Profetas (P), desde el principio — desde Adán — hasta nuestros días, nos muestran que, ante la injusticia, todos ellos tenían como objetivo establecer un gobierno de justicia» (Ídem, 2/21). Y enfatiza en otro lugar: «El principal objetivo del levantamiento del Imam Husain (P) fue establecer la justicia, ordenar el bien y prohibir el mal» (Ídem, 1/21). La segunda parte de las palabras del Imam Husain (P) en Mina también hacen referencia a este asunto importante. En su sermón, mientras explicaba el motivo de la yihad contra el gobernante omeya, deposita en los eruditos el liderazgo de la yihad, la encomienda del bien y la prohibición del mal (Ídem, 2006: 107). Según el Imam Jomeini, los Imames y sus seguidores siempre han luchado a lo largo de la historia contra los gobiernos opresivos y los poderes políticos ilegítimos (Ídem). Al explicar la duda de por qué los Imames no se levantaron contra los gobernantes injustos de su época, explica que dichos gobernantes tenían miedo de los Imames (P) debido a que estaban seguros de que si ellos (P) tuviesen la oportunidad, se levantarían en su contra y les harían la vida imposible. El encarcelamiento del Imam Musa Kazim (P), el traslado del Imam Rida (P) a Merv y el mantenerles bajo vigilancia y envenenarles, indica que temían que los Imames les derrocasen. Por esta razón, no permitieron que estos se levantasen, de lo contrario su gobierno opresor hubiese caído (Ídem: 150-151). Para probar su afirmación, cita un hadiz en el que se relata que, un día Harun Al-Rashid elogió tanto al Imam Rida (P), pero, por otra parte, comenzó a distribuir injustamente algunos ingresos que le correspondían al Imam (P). Su hijo Al-Ma'mun, desconcertado, preguntó el motivo de esta acción incoherente, a lo que Al-Rashid, respondió:
«Tu intelecto no alcanza a comprender que se debe mantener a los Banū Hāshim de esta manera. Estos deben ser mantenidos en la pobreza, encarcelados, exiliados; deben sufrir, deben ser envenenados, asesinados; de lo contrario, se levantarán y nos amargarán la vida» (Ídem: 152).
Si el Imam Sadiq (P) no se levantó abiertamente, fue porque estaba bajo la presión de gobernantes opresores y practicaba el disimulo (taqiyyah). Pero, pese a estas difíciles circunstancias, no dejó de luchar y asignó deberes a los musulmanes, y también designó gobernantes y jueces. Esto fue con el fin de planificar el futuro político de la sociedad islámica y sentar las bases para el levantamiento de las generaciones futuras (Ídem: 136-137). En su testamento político-religioso, el Imam Jomeini menciona algunos de los honores de los musulmanes chiíes, heredado de los Imames: la lucha por el establecimiento de un gobierno justo, ser encarcelado y finalmente martirizado en el camino hacia el derrocamiento de los regímenes tiránicos (Ibidem: 7). En base a esto, cuando estuvo en Francia, consideró que la lucha es un deber religioso de todos y pidió a los musulmanes residentes en ese país que cumpliesen con dicho deber (Ídem, 2010: 3/503). Por otra parte, creía que derrocar a los gobernantes tiránicos (ṭāghūt) es un deber de todos y lo enfatiza (Ibidem, 2006: 150). Los Imames (P) arriesgaron sus vidas para que el Islam sobreviviese, se implementasen las leyes divinas y se erradicase la opresión. Debido a que los actos, el comportamiento y las palabras de esas honorables personalidades son un modelo para nosotros, es obligatorio o al menos loable imitarlos en estos asuntos.
IV. El propósito de la designación de los Profetas (P)
El Imam Jomeini consideraba que el propósito de la misión de todos los Profetas y amigos de Dios era la lucha contra la opresión y el establecimiento de la justicia:
«En esencia, la profecía y la designación de los Profetas fue para enfrentar a los poderes que oprimían a la gente y echar abajo las bases de su opresión» (Ibidem: 1/23).
La misión del Profeta del Islam también tenía como propósito el cumplimiento de la justicia y la lucha contra la opresión. «El mensajero de Dios fue enviado para hacerle comprender a la gente cuál es el camino para eliminar la opresión... para que disipase las tinieblas y estableciese la justicia en su lugar, para que dejase que la luz de la justicia brillase en su lugar alumbrándonos dicho camino» (Ídem: 17/ 434-435). Por otro lado, enfatizó este tema, refiriéndose al objetivo del Profeta del Islam de establecer un gobierno y propagar la justicia social:
«El Profeta del Islam estableció un gobierno, al igual que otros gobiernos en el mundo, pero con el propósito de propagar la justicia social» (Ídem: 21/406).
Una vez más enfatiza que uno de los objetivos de los Profetas (P) es que la gente se levante contra los opresores, y esta cuestión está presente en la vida de los Imames infalibles (Ídem: 7/117). Por eso, en su opinión, era preciso cumplir con este deber independientemente de cualquier circunstancia, e incluso consideraba que dar la vida en este camino no solo era permitido, sino necesario. «Decidle al mundo que en el camino de la Verdad y la justicia divina y para frustrar los planes de los idólatras de nuestro tiempo, uno no debe retroceder ni siquiera ante algo como el sacrificio de Ismael (P), con el fin de que la Verdad sea perpetuada» (Ídem: 18/86). Así pues, el Imam Jomeini no vaciló nunca en luchar contra los gobernantes injustos y en defender la ejecución de las leyes divinas, sin anteponer nada a ello y poniendo todo su empeño hasta el punto de arriesgar su propia vida.
I. El establecimiento de un gobierno islámico basado en la justicia
El Imam Jomeini creía que uno de los objetivos importantes de la lucha del pueblo iraní era el establecimiento de un gobierno basado en la justicia, el cual es el sueño de todo ser humano: «Queremos un gobierno de justicia, queremos un gobierno de justicia islámica» (Ibidem, 2010: 6/91).
El Imam, básicamente, deseaba un gobierno basado en la justicia y creía que el establecimiento de un gobierno islámico era un requisito para el establecimiento de un gobierno justo: «Nosotros, cuando decimos ‘‘gobierno islámico’’, nos referimos a un gobierno justo. Decimos que debería haber un gobernante que no traicione el erario público de los musulmanes...» (Ídem, 3: 509). Concibe que todas las instituciones y estructuras del gobierno islámico deben fundamentarse en el principio de la justicia y cree que esta característica no es exclusiva del Poder Judicial. En la cima de la pirámide del Gobierno está el Líder Alfaquí (Walī Faqīh), y los demás poderes deben ser asumidos por personas que posean un sentido especial de justicia. Por lo tanto, según él, una de las condiciones fundamentales del Líder Alfaquí (Walī Faqīh) es la justicia:
«De esta manera, si el alfaquí cometiese incluso un pecado menor, su autoridad quedaría invalidada» (Ídem: 11/306).
En cualquier caso, según el Imam, todas las instituciones del gobierno islámico, incluidas las policiales y militares, deben caracterizarse por el atributo de justicia. «La práctica de la justicia islámica no es exclusiva del poder judicial y sus dependencias, sino que también debe ser considerada seriamente en otros órganos del sistema de la República Islámica, como la Asamblea, el Poder Ejecutivo y sus dependencias, las fuerzas militares y policiales, el Cuerpo de los Guardianes de la Revolución, los comités, la Fuerza de Resistencia Basiŷ, etc.» (Ídem: 17/140). El fundador de la Revolución expresó su esperanza de que con la ayuda de Dios se continuase, hasta el último aliento, la lucha por el establecimiento del sistema de justicia islámico, y este principio fuese obligatorio y necesario para todas las clases y grupos sociales: «Por voluntad de Dios Todopoderoso, hasta que el sistema reaccionario de la monarquía sea desmantelado, no dejaremos de luchar por el establecimiento de un gobierno islámico justo» (Ídem: 1/7). Por ende, el objetivo más importante de las luchas del Imam es el establecimiento de un gobierno islámico.
II. La revivificación de la religión y la implementación de las normas divinas
El Imam Jomeini siempre tuvo presente el peligro de que los enemigos atacasen la religión a través de mercenarios internos, y anunció que el objetivo de su lucha era revivir la religión, prevenir ataques hacia ella e implementar los mandatos de la ley islámica.
«Hoy no es día para quedarse en casa orando; es un día de lucha, es el día en que el enemigo ataca la religión y debemos enfrentarlo...» (Ídem: 1/346).
En otra parte, el Imam señala que el criterio del levantamiento popular es la existencia de peligro para la religión: «Cuando la gente ve que la religión divina está en peligro, debe levantarse por Dios» (Ídem: 8/11). Por lo tanto, el disimulo (taqiyyah) fue declarado ilícito en aquellas circunstancias en que la preservación de la religión estuviese en peligro: «A veces practicar la taqiyyah es ilícito. Cuando una persona ve que la religión de Dios está en peligro, no puede practicar el disimulo (taqiyyah)...» (Ídem). Además, en otra parte, manifestó que la causa principal del levantamiento popular contra el régimen era su hostilidad hacia el Islam, y agregó:
La razón principal del levantamiento del pueblo iraní es el propio sah y su régimen. En primer lugar, han sido hostiles al Islam, demostrándole un gran encono y han tratado de arruinar esta religión, a sabiendas de que es protectora de la libertad y la independencia del país...» (Ídem: 4/357).
En su libro «El Gobierno Islámico» (Hokūmat-e Eslāmī), el Imam cita parte de las palabras del Imam Husain (P) en Mina, en las que describe claramente el propósito de la lucha contra los opresores. El tercer Imam de los musulmanes chiíes presenta en este sermón uno de los objetivos de su levantamiento, o sea, la ejecución de las leyes divinas: «Dios, sin duda, Tú sabes que lo que ha surgido de nosotros no ha sido una pugna por el poder político; … más bien, ha sido para mostrar los principios y valores brillantes de Tu religión... y para que se cumplan las tradiciones, leyes y mandatos» (Ibn Shuʿba al-Ḥarrānī, 1404 A.H.: 239; citado por: Imam Jomeini, 2006: 111). El Imam establece la abolición de los mandatos divinos como el criterio para levantarse y luchar, por tanto, cree que siempre que se quieran violar los decretos divinos, el levantamiento es obligatorio. En consecuencia, el objetivo del levantamiento es la implementación de los mandatos divinos.
Apoyar a los débiles y oprimidos fue la prioridad del trabajo y las palabras del Imam Jomeini. Muchas veces manifestó el apoyo de la Revolución Islámica de Irán a los oprimidos del mundo, y en sus discursos y entrevistas públicas y privadas anunció oficialmente: «Somos partidarios de los oprimidos; dondequiera que estén, nosotros estamos con ellos» (Imam Jomeini, 2010: 5/148). En otra parte dice: «Por supuesto, apoyamos a los débiles del mundo y deseamos que los oprimidos triunfen sobre los opresores» (Ídem: 19/94). Asimismo, en reiteradas ocasiones declaró el apoyo a todos los movimientos de liberación: «... apoyamos a todos los movimientos de liberación del mundo que luchan en la senda de Dios, la justicia, la Verdad y la libertad» (Ídem: 12/138). El Imam Jomeini se dirigió a todos los oprimidos del mundo, pidiéndoles que luchasen contra la opresión, enfatizando que Dios ha prometido auxiliarles: «…por tanto, no dejéis que ningún miedo entre en vuestros corazones y luchad contra ellos bajo la bandera del Islam, ya que seréis los herederos del Imam Mahdi (P) en la tierra» (Ídem: 21/448). El Imam Jomeini cita una frase del sermón del Emir de los Creyentes — el Imam ‘Ali (P) — para respaldar su declaración de apoyo a los desfavorecidos y oprimidos.
El Imam ‘Ali (P) dijo:
و ما أخَذَ اللّه ُ عَلَى العُلَماءِ أن لا يُقارُّوا على كِظَّةِ ظالِمٍ، و لا سَغَبِ مَظلومٍ.
«Lo que me obligó a aceptar el mando y gobernar a la gente fue el hecho de que Dios pactó con los sabios religiosos que estos no permaneciesen en silencio ante la glotonería y aprovechamiento cruel de los opresores y el hambre de los oprimidos» (‘Ali Ibn Abi Talib, s.f.: 49).
El Imam ‘Ali, en otra parte, vuelve a enfatizar que su objetivo al aceptar el califato es el poder ayudar a los desfavorecidos y oprimidos, y que no le ha impulsado ninguna motivación política o material:
اللهم انک تعلم انه لم یکن الذي کان منا منافسة في سلطان، ولا التماس شیئ من فضول الحطام.
«Oh Dios, Tú sabes muy bien que lo que hicimos no fue competir por el poder, ni buscar la vanidad de las posesiones insignificantes del mundo» (Ídem: 188)
Luego, expone la motivación que le hizo esforzarse a él y a sus compañeros a obtener el gobierno:
ولکن لنرد المعالم من دینک، نظر الاصلاح في بلادک فیامن المظلومون من عبادک، و تقام المعطله من حدودک.
«Más bien, nuestra intención fue restaurar los principios de Tu religión y hacerlos realidad; así como implementar reformas en Tu tierra para que, como resultado de ello, Tus siervos oprimidos pudiesen encontrar seguridad y se aplicasen las leyes divinas que habían sido suspendidas» (Ídem: 188; Imam Jomeini, 2006: 55-56).
Como se observó, uno de los objetivos por los que el Imam ‘Ali se esforzó en obtener el gobierno fue velar por la seguridad de aquellos siervos de Dios que eran oprimidos en la sociedad. Al respecto, el fundador de la Revolución Islámica se refiere también al testamento del Emir de los Creyentes, célebre por consejos — como este — para sus dos hijos:
کونا للظالم خصما، و للمظلوم عونا.
«Sé enemigo del opresor y amigo y partidario de los oprimidos» (‘Ali ibn Abi Talib, s.f.: 421).
Es por ello que, el Imam Jomeini manifestó: «Tenemos la obligación de salvar a las personas oprimidas y desposeídas. Nuestro deber es apoyar a los oprimidos y oponernos a los opresores» (Ídem). A continuación, refiriéndose a este tema, se dirige a los sabios musulmanes:
«Los eruditos religiosos deben luchar contra los monopolios de los opresores y su explotación ilegítima de los recursos. Asimismo, no deben permitir que el hambre se extienda y se le prive a la gente de sus necesidades básicas, mientras los opresores saqueadores y codiciosos disfrutan de lujos y tantas otras cosas...»
Al respecto, el líder de la Revolución vuelve a citar el hadiz del Imam ‘Ali (P), arriba mencionado (‘Ali ibn Abi Talib, s.f.: 49)
El Imam Jomeini señala el principio islámico — muy enfatizado en el Sagrado Corán — de que uno no debe oprimir a los demás ni debe tampoco dejarse oprimir por los demás: «La nación islámica sigue una escuela de pensamiento cuyo programa se puede resumir en dos términos: ‘‘no oprimir’’ y ‘‘no ser oprimido’’» (Imam Jomeini, 2010: 81/14). Y enfatiza en otro lugar: «Bajo el liderazgo del Profeta del Islam (PB), queremos practicar esta frase: ‘‘no ser opresores ni ser oprimidos’’...» (Ídem: 82). Según el Imam, tanto el dejarse oprimir como el oprimir, son dos condiciones humanas causadas por la falta de purificación del ego y la falta de autorrealización personal (Ídem: 18/499). Por lo tanto, se deduce cuál es el tratamiento para las personas o grupos sociales, que son víctimas de esas condiciones.
IV. La educación de los creyentes
Básicamente, el entorno desempeña un papel muy importante en la educación de las personas en una sociedad. El entorno también va a depender de los gobernantes de dicha sociedad porque esta suele ajustarse a la forma de gobierno, ya que — tal como dice un hadiz — «la gente sigue la religión de sus reyes».
الناس علي دین ملوکهم.
(Allamah Maŷlesi, 7/102: 1404)
Para educar a una generación competente y religiosa, es necesario enfrentarse a los gobernantes injustos. El Imam Jomeini, refiriéndose a este tema, dice:
«Esto se debe a que estamos obligados a crear condiciones sociales favorables para educar a personas creyentes y virtuosas, y estas condiciones son precisamente opuestas a las condiciones impuestas por el gobierno tiránico (ṭāghūt) y los poderes injustos. Las condiciones sociales causadas por el gobierno tiránico y su sistema idólatra requieren la misma corrupción que hoy veis. Este es el tipo de corrupción que debe ser erradicada y sus causantes deberían ser castigados por sus acciones (Imam Jomeini, 2006: 35).
En tal situación, donde la sociedad está rodeada de idolatría, corrupción y vicios, un creyente tiene dos opciones: «cometer actos idólatras y deshonestos o no cometerlos, oponiéndose así a las leyes tiránicas (ṭāghūt) y no sometiéndose a ellas».
Contrariamente a la opinión de algunos, el Imam Jomeini comenzó su campaña contra el régimen tiránico (ṭāghūt) en la década de 1940 tanto en el frente teórico como en el práctico. Tuvo una estrategia básica y única en el mundo contemporáneo: «Todos somos encargados de cumplir deberes y responsabilidades, no encargados de resultados» (Ibidem, 2010: 21/284). Así fue que inició el levantamiento. Por esta razón, en cuanto a forma y contenido, su lucha fue diferente a cualquier otra. El Imam Jomeini se esforzó por evitar la lucha armada común en los movimientos y revoluciones modernos. En París, después de la masacre del 8 de septiembre de 1978 en la plaza Shohadā (antigua plaza Ŷale), el Imam respondió reiteradamente a la pregunta de si había llegado el momento de cambiar los hábitos [pacíficos] y pasar a la lucha armada contra el Ejército, afirmando rotundamente que no (Ídem: 4/2-3, 314, 416 y 479). Su método de lucha fue principalmente de tipo cultural y propagandístico, con consignas emotivas como «Te dimos una flor y tú nos diste balas». Así fue como, intentó que la gente mostrase respeto al Ejército, para evitar que esta institución, les enfrentase.[1] Con esta decisión estratégica innovadora, se frustraron los deseos y el malévolo plan conspirativo de los enemigos de la Revolución, que intentaban enfrentar al pueblo con el Ejército. A continuación, se pretende examinar la actitud de lucha del Imam en diferentes etapas de su vida.
I. Las luchas del Imam Jomeini en los años cuarenta y cincuenta
El Imam dio su primer paso teórico-práctico en la lucha contra la opresión y la injusticia con la redacción del libro «La Revelación de los Secretos» (Kashf al-Āsrār), en 1945. Sin embargo, ello no significa que no haya registros de su actitud de lucha antes de la publicación de esta obra. Por ejemplo, a mediados de mayo de 1944, en una carta, pidió al pueblo iraní que se opusiese a la opresión y la injusticia. En ella[2] se dirige a los eruditos religiosos y a la gente, afirmando:
«Si perdéis la oportunidad y no os levantáis por la causa de Dios ni volvéis a las ceremonias religiosas, mañana un puñado de holgazanes obscenos os dominarán y someterán todas vuestras buenas costumbres y principios a sus vanos propósitos». (Ídem: 1/21)
Al inicio del libro «La Revelación de los Secretos» explica el rol de los sabios religiosos en la lucha contra el régimen opresivo de Pahlavi, señalando que «después del fallecimiento del Profeta del Islam hasta hoy, los únicos que han mantenido la religión del pueblo y han impedido la tiranía desenfrenada han sido los sabios religiosos. Y las demás personas, o no tenían la responsabilidad de hacerlo o no se consideraban responsables de ello» (Ídem, s.f.: 8-9). Considera, además, que esa es la razón por la cual los agentes del imperialismo intentaron hacer que la gente tuviese una opinión desfavorable respecto a los religiosos, promoviendo — a través de varios métodos — creencias extrañas a la fe religiosa y contrarias a la razón, para poner en entredicho la posición de los religiosos y difamarlos (Ibidem: 9). Asimismo, manifiesta que su motivación para escribir este libro, tal como se menciona en su prefacio, es defender a los religiosos y los fundamentos intelectuales de aquellos que se levantaron en la lucha contra los gobernantes tiranos (Ídem: 1-2). La cuarta disertación de este libro es toda una explicación conceptual sobre el gobernante déspota y el gobierno opresor. En esta parte, expone muy bien los fundamentos del pensamiento chií sobre cómo interactuar con un gobernante opresor; y explica el significado de los hadices que hablan de que «cualquier bandera que se alce antes del levantamiento del Imam Mahdi (P) pertenece a la tiranía (ṭāghūt)», también refuta el argumento del autor del libro «Secretos de mil años» (Asrār-e hezār sāle). Además, analiza otros temas relacionas con el gobierno de turno, entre ellos, la normativa del sistema tributario, el servicio militar, etc. (Ídem: 221-288). Al final del libro, el Imam pide a los autores que ilustren al pueblo a propósito de estos asuntos con el fin de que despierte la conciencia pública y se luche contra las actividades del régimen. «Al final, se pide a los autores de libros y articulistas de los periódicos... que contribuyan con la valentía de su pluma y desinterés, a despertar a la nación y a revivir el sentimiento religioso del pueblo que ha sido sofocado en estos últimos años, a fin de que no sea utilizado a su antojo por otros» (Ídem: 333-334). Según el Imam Jomeini, el Gobierno de Muhammad Reza Pahlavi fue impuesto por los Aliados y era ilegal. «El sah es el principal criminal y es un títere de los Aliados» (Ibidem, 2010: 3/337). En este sentido, en una entrevista con un hebdomadario holandés, en respuesta a la pregunta de por qué se oponía al régimen de Pahlavi, afirmó: «En primer lugar, el reinado del sah, así como el de su padre, fueron establecidos en contra de la voluntad de la nación y, en segundo lugar, los extranjeros han sido quienes nos los han impuesto para proteger sus propios intereses» (Ídem: 4/413). El Imam se refiere a él con apelativos como «agente extranjero», «rebelde», «títere», etc., y creía que era un rebelde designado por los ingleses, y que Estados Unidos y la Unión Soviética también lo habían respaldado porque era conveniente para sus intereses (Ídem: 4/104). «Era un títere de los británicos. Los británicos lo trajeron y le asignaron una misión. Tenía la misión de hacer fracasar este país, de hacerlo retroceder; tenía la misión de paralizar nuestra economía, y de...» (Ídem: 4/642). En otra parte le llama «lacayo de Estados Unidos», señalando: «Es un lacayo que ofreció todos nuestros recursos a Estados Unidos» (Ídem: 7/358). Siguiendo el ejemplo del Imam Husain (P) — el Señor de los Mártires —, inició el levantamiento y la lucha contra el régimen para implementar los mandatos divinos, y manifestó:
«Expresé mis argumentos — a los alumnos de los seminarios islámicos — y decidí luchar contra el gobierno opresor para preservar los principios de la religión, y mientras sus agentes no dejen de utilizar la fuerza, oprimir, y manipular los mandatos divinos, yo tampoco dejaré de luchar» (Ídem: 1/193).
Aunque el Imam, no adoptó como el difunto ayatolá Boruyerdí, una postura explícita sobre la cuestión de la nacionalización de la industria del petróleo, sí elogió al Dr. Mosaddeq, quien fue uno de los líderes de este movimiento, pero también le criticó por no rebelarse contra la monarquía Pahlavi y le reprochó el que no luchase por la eliminación del régimen cuya figura, el sah, era la causa de todos los sufrimientos de la nación (Ídem: 4/371). Las severas protestas y críticas del Imam al régimen tiránico (ṭāghūt) indican que desde el principio estuvo tratando de luchar contra el gobierno opresivo del sah Pahlavi.
Otra de las acciones, que muestra su actitud de lucha, fue el apoyo personal del Imam a los Fadā'iyān-e Eslām. Después del juicio de los Fadā'iyān-e Eslām y emisión de su sentencia de muerte en 1955, el Imam visitó personalmente al ayatolá Boruyerdí y le pidió que realizase las gestiones pertinentes para impedir su ejecución. Luego del envío de una carta a varios sabios religiosos de la época, estos pidieron que la sentencia no fuese ejecutada (Sobhani, 1989: 2). De esta manera, se observa que el Imam en realidad comenzó su lucha contra el régimen tiránico (ṭāghūt) de Pahlavi a principios de la década de 1940.
II. La lucha contra el enemigo en la década de 1960
a) Asociaciones estatales y provinciales: la primera resistencia pública del Imam y los eruditos religiosos
La primera cuestión importante que llevó al Imam y a otros sabios religiosos a tomar postura, optando por oponerse al régimen de Pahlavi, fue la aprobación del proyecto de ley de reforma de las asociaciones estatales y provinciales en el Gabinete de Ministros el 8 de octubre de 1962. La formación de estas asociaciones quedó establecida en los principios 91 y 92 de la enmienda constitucional. Sin embargo, los artículos 7 y 9 de los estatutos de estas asociaciones, aprobados en la primera legislatura de la Asamblea, estipulaban condiciones como profesar la religión islámica, la integridad de la creencia, prestar juramento sobre el Corán y ser hombre, como principales requisitos para los elegidos y los electores (Madani, 1980: 1/375). Pero este proyecto de ley enfrentó una fuerte reacción por parte del Imam Jomeini desde el comienzo mismo de su sanción, quien en un telegrama de protesta dirigido al sah, el 6 de noviembre de 1962, calificó esta resolución como traicionera, equivocada, un plan siniestro de los enemigos del Islam y del pueblo iraní, un ultraje a la sacralidad del Corán, un pecado imperdonable, y como algo por lo cual el Gobierno debía arrepentirse y pedir perdón. Posteriormente, el mismo día, emitió otro telegrama desafiante sobre las consecuencias de esa aprobación (Rouhani, 1980: 1/158). En otro telegrama al sah, expresó su preocupación por este proyecto de ley (Imam Jomeini, 2010: 78/1). También invitó inmediatamente a los eruditos religiosos de primer nivel de la ciudad de Qom para examinar el asunto y tomar decisiones al respecto. En esta reunión, se decidió en primer lugar que los eruditos y los referentes de emulación chií (marāŷi') debían enviar telegramas al sah para exigir la cancelación inmediata del proyecto de ley. En segundo lugar, se debía informar a los sabios religiosos de Teherán y otras ciudades sobre el asunto a través de mensajes y cartas, y además se les debía exhortar a informar a la gente y confrontar al Gobierno. En tercer lugar, para dar seguimiento a la cuestión, se debía celebrar una reunión semanal de consulta entre los eruditos religiosos. Además, el Imam Jomeini sugirió que los telegramas enviados al sah fuesen reproducidos y puestos a disposición del pueblo (Raŷabi, 1998: 251). Otros eruditos religiosos también enviaron mensajes similares, al mismo tiempo que predicadores y oradores — en mezquitas y casas de oración — de otras ciudades, invitaban a la gente a movilizarse contra este proyecto de ley y a expresar su protesta y preocupación al sah (Para más información sobre el contenido de las cartas y telegramas de los eruditos religiosos, consultar: Ídem: 1/15-45). Asimismo, contestando a la pregunta de los gremios de Qom sobre el telegrama de respuesta y la entrevista del Gobierno, enfatizó:
«Si alguien calla, será responsable de la ira de Dios y estará condenado al fracaso en este mundo» (Rouhani, 1980: 1/179).
Aunque el Gobierno inicialmente se resistió a las demandas de los eruditos religiosos y respondió a través de cartas y telegramas que la rueda del tiempo no retrocede y que el Gobierno tampoco retrocedería en sus planes, afortunadamente con la continuidad de las críticas del Imam, los eruditos religiosos y la gente amenazando con propagar e intensificar las protestas populares, finalmente el Gobierno se vio obligado el 13 de noviembre de 1962 a emitir telegramas a tres referentes de emulación chií (marāŷi'), anunciando un acuerdo en torno a sus respectivas demandas, y que se requería otra oportunidad para analizar la razón de la oposición de los eruditos religiosos y las consecuencias de ello.
b) La Revolución Blanca: la confrontación del sah con el Imam y los eruditos religiosos
A principios de la década de 1960, John F. Kennedy ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos con el lema de reformas económicas en los Estados Unidos y los países del bloque occidental. En esa misma época, Mohammad Reza Pahlavi realizó un viaje a Estados Unidos. Después de regresar a Irán y hacer acuerdos entre bastidores con Kennedy, destituyó a Amini, el Primer Ministro, y anunció el 9 de enero de 1963 que planeaba implementar el programa de «la revolución del sah y la nación», que más tarde sería conocida como la «Revolución Blanca» y cuyos principios eran: la nacionalización de los bosques, venta de acciones de fábricas estatales, participación de los trabajadores en las ganancias de las fábricas, reforma de la ley electoral que incluía el derecho al voto y representación en el parlamento para las mujeres, venta de acciones de las fábricas estatales, creación del «Ejército del Saber» y, lo más importante de todo, la reforma agraria (Azghandi, 2005: 184). En respuesta a esta medida del sah, el Imam convocó a los eruditos religiosos y referentes de emulación chií (marāŷi') a una reunión. En esta reunión, el Imam explicó las diversas dimensiones del problema y exigió que los eruditos religiosos lo analizasen. Asimismo, se acordó que se solicitaría al Gobierno que enviase un representante a Qom para exponer los objetivos y motivaciones del sah respecto al proyecto en cuestión (Rouhani, 1980: 223). Aunque esto fue aceptado por el sah y un representante suyo vino a Qom para participar en varias reuniones, los religiosos no quedaron convencidos y las interrogantes no se resolvieron. El director general del ceremonial y protocolo de la corte y el director general de la SAVAK también discutieron el tema con los religiosos, pero las dudas persistieron (Raŷabi, 1998: 263). No hay consenso sobre si el Imam estaba en contra de los principios de la «Revolución Blanca» en sí, o sobre cómo implementarlos y someterlos a referéndum, o ambas cosas (Citado de: Fawzi, 2005: 38). Pese a todo, el 22 de enero de 1963, el Imam Jomeini declaró inválido el referéndum a través de un comunicado, señalando sus incorrecciones. Después de la publicación del comunicado del Imam, la gente y los estudiantes en Teherán, y los religiosos en Qom, salieron a las calles gritando consignas como «¡El falso referéndum es contrario al Islam!» y «¡Sí a las reformas, nunca a la dictadura!», enfrentándose a los agentes de seguridad. Otros eruditos religiosos también apoyaron al Imam Jomeini y se opusieron al referéndum (Raŷabi, 1998: 265). Y otro grupo de sabios religiosos, entre ellos los grandes ayatolás, Joei, Jonsari y Mohammad Behbahani, también boicoteó el referéndum — en los últimos días de enero de 1941 — mediante la publicación de declaraciones (Centro de Documentación de la Revolución Islámica, 1990: 1/46-49). A pesar de todo, el referéndum se celebró el día 26 de enero en un ambiente tenso, pero por sugerencia del Imam Jomeini, los religiosos iniciaron una protesta de desaprobación de la medida del sah, cerrando las mezquitas en el mes de ramadán de ese año, y la lucha de las fuerzas religiosas continuó. Las protestas condujeron a una dura represión contra los estudiantes, y los verdugos del régimen atacaron la madrasa Feiziyeh (Rouhani, 1980: 1/399). De esta manera, se registró otra contienda en la historia de las luchas políticas del Imam Jomeini y el pueblo musulmán chií contra el régimen de Pahlavi y se forjó el levantamiento de junio de 1963.
c) El levantamiento de junio de 1963: enfrentamiento entre el sah y el pueblo
El Nouruz de 1963, fue declarado duelo público por los clérigos debido a la celebración del referéndum de la Revolución Blanca. El 22 de marzo de ese mismo año, los verdugos del régimen de Pahlavi atacaron la madrasa Feiziyeh, hiriendo a un gran número de estudiantes. Esta historia se repitió en el seminario islámico de Tabriz. El jefe del Departamento de Policía de Qom, en nombre del Gobierno, amenazó a los referentes de emulación chií (marāŷi') con asesinarlos, humillarlos y destruir sus casas (Ídem). En la noche de Ashura de 1963, el Imam expuso la naturaleza del régimen, declarando que la «Revolución Blanca» no era más que un engaño y condenó enérgicamente el que estuviese influida por las políticas de Israel, los bahaís y estadounidenses (Imam Jomeini, 2010: 1/243-248). Después de este discurso, el Imam Jomeini fue arrestado — la noche del 12 de muharram, que coincidió con la noche del 5 de junio de 1963 — lejos de la vista de la gente y llevado a prisión, lo que provocó reacciones generalizadas de los religiosos y del pueblo, convirtiéndose en la base y antecedente de una gran insurrección, conocida en Irán como el «Levantamiento del 15 de Jordad» (Centro de Documentación de la Revolución Islámica, 1990: 1/102-144). De esta manera, sentó las bases para la formación de la Revolución Islámica y cuestionó la insignificante legitimidad del régimen de Pahlavi, sin dejar ninguna duda al respecto.
d) Capitulación: la lucha del Imam Jomeini contra la dependencia del sah
Otro de los asuntos que enfrentó al Imam con la monarquía Pahlavi y su postura firme contra este régimen, estuvo relacionado con la aprobación de la Ley de Capitulación o inmunidad política y consular para los ciudadanos de los Estados Unidos en territorio iraní. El sah buscaba eliminar los obstáculos legales que pudiesen frenar la presencia de más fuerzas militares estadounidenses y garantizar su seguridad en Irán. La aprobación de este proyecto de ley tanto en la Asamblea como en el Senado iraní, fue considerada por el Imam como un golpe fatal a la ya escasa independencia de Irán. Por lo tanto, el 26 de octubre de 1964 pronunció un fuerte discurso contra este proyecto de ley y pidió ayuda a los eruditos religiosos y al pueblo, además declaró duelo nacional. En una parte de este discurso, dijo: «Nuestra dignidad ha sido pisoteada. La grandeza de Irán ha desaparecido. La grandeza del Ejército iraní ha sido aplastada. Han llevado una ley a la Asamblea; en esa ley nos han unido al Tratado de Viena... [para que] todos los asesores militares estadounidenses con sus familias; personal técnico, administrativo, de servicio doméstico... tengan inmunidad ante cualquier delito que cometan en Irán» (Imam Jomeini, 2010: 1/415-416). Posteriormente, advirtió del peligro de esta situación al Ejército, los políticos, los empresarios, los referentes de emulación chií (marāŷi') y demás sectores de la sociedad (Ídem: 418). En el mismo discurso, pidió a los sabios religiosos y al pueblo iraní en general que rompiesen su silencio y gritasen contra el régimen para que se hiciese justicia en nombre del Islam (Ídem: 420). La oposición y la denuncia del Imam contra este injusto proyecto de ley llevaron al régimen a exiliarlo a Turquía para evitar otra insurrección como la de junio de 1963.
Después de pronunciar un discurso contra la Capitulación, el Imam Jomeini fue expatriado, sin embargo, continuó su lucha, esta vez de una manera diferente. Durante su exilio, el Imam Jomeini desempeñó principalmente el papel de ideólogo de la Revolución. En Turquía se dedicó a escribir el libro «Tahrir al-Wasilah», donde emitió sus puntos de vista sobre la yihad, la defensa, encomendar el bien y prohibir el mal, diversos asuntos contemporáneos y otras normas islámicas, haciendo hincapié — por primera vez en esta época — en su condición de ‘‘deberes religiosos’’, algo que había quedado en el olvido (Consultar: Imam Jomeini, 2000). Durante su estancia en Irak, mientras impartía cursos en los más altos niveles académicos de los seminarios chiíes, el Imam no descuidó su lucha y continuó explicando la naturaleza del régimen de Pahlavi. Solo en el libro «Sahife-ye Imam» se han registrado alrededor de 45 discursos y mensajes suyos entre 1964 y 1977. El análisis del contenido de estos discursos y mensajes muestra que, por un lado, el Imam trataba de identificar correctamente la naturaleza de las reformas del régimen y presentar sus aspectos ajenos o extranjeros, demostrando que estas reformas estaban en línea con los objetivos colonialistas y, por otro lado, intentaba explicar lo absurdo de la afirmación de que los religiosos estaban en contra del progreso y el desarrollo, y enfatizar que el colonialismo considera que la cultura islámica y coránica, así como los religiosos, son obstáculos importantes para su hegemonía, y por lo tanto luchan contra ellos a fin de aniquilarles. En la mayoría de las obras citadas del Imam, se mencionan términos como «colonialismo», «neocolonialismo», «agentes colonialistas», «objetivos colonialistas»; «colonizadores», «occidentalizados», etc., que hacen notar el esfuerzo de Occidente por ejercer injerencia política, económica y militar en los países islámicos (Fawzi, 2005: 45). En cualquier caso, el Imam no solo nunca confirmó la legitimidad del régimen, sino que, tanto antes como durante su exilio, luchó contra las decisiones despóticas, antipopulares y antihumanitarias, que mantenían al país bajo el yugo extranjero, convirtiéndolo prácticamente en un protectorado. Tal como se ha mencionado, el Imam Jomeini siempre mostró su fuerte resistencia.
Según lo dicho, en el sistema de gobierno chií, la autoridad política de los tiranos (ṭāghūt) no tiene legitimidad. Por esta razón, el Imam Jomeini, que era un alfaquí integral, no solo consideró ilícito obedecer y cooperar con tal régimen, sino que también, basándose en pruebas de la jurisprudencia islámica, declaró que era obligatorio luchar contra él de cualquier forma posible. El fundador de la República Islámica de Irán haciendo hincapié en la evidencia jurisprudencial, presentó la formación de un gobierno islámico y la implementación de las leyes divinas como los objetivos más importantes de su lucha. Él levantó la bandera de la lucha contra el régimen de Pahlavi desde principios de la década de 1940, y con la movilización de las masas populares y las élites, trató de llevar a cabo sus ideas de lucha hasta su realización práctica. Hoy en día, en la era del Despertar Islámico, el pensamiento y la actitud de lucha del Imam Jomeini son un modelo adecuado para la gente y los líderes de los movimientos islámicos y de liberación.
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