Taif es una de las ciudades más fértiles del Hiyaz y se encuentra situada al sudeste de la Meca, a unos doce farsaj (66,86 km.) Se halla a mil metros sobre el nivel del mar y por su buen clima y sus jardines y numerosos palmares era y sigue siendo considerada un centro de placer y veraneo. En esa ciudad residía la tribu de Zaqif, una de las más grandes y poderosas tribus árabes. Integrantes de la misma habían participado en la batalla de Hunain librada contra el Islam, y tras su derrota se atrincheraron en ésta su ciudad, dotada de una elevada fortaleza.
Para obtener una victoria definitiva el Profeta ordenó que los fugitivos de la batalla de Hunain fueran perseguidos. Para ello designó a Abu Amr Al-Ash'arí ya Abu Musa AI-Ash'arí al frente de un grupo de soldados. Ellos debían perseguir a un grupo de enemigos que se había refugiado en Autas. El primer comandante mencionado halló el martirio tratando de cumplir la misión, pero el segundo obtuvo una victoria total. Por su parte el Enviado de Dios (B.P.), acompañado por el resto del ejército, se dirigió a Taif.
En aquellos días el enviado de Dios contaba con 12.000 combatientes. 10000 de ellos vinieron con él desde Medina y participaron en la conquista de la Meca. Los 2.000 restantes eran los jóvenes quraishitas recientemente islamizados bajo el liderazgo de Abu Sufián. El ejército era tan grande que no tenía precedente entre los árabes; realmente inigualable. Pero precisamente su gran número constituyó el factor de su fracaso en la primera etapa de la batalla de Hunain ya que, contrariamente a los combates librados anteriormente, los musulmanes se habían enorgullecido de su número, olvidando las tácticas militares.
El episodio de la conquista de la Meca es uno de lo tramos más felices y dulces de la historia del Islam, puesto que clarifica a un tiempo los elevados objetivos del Profeta y su noble carácter. En este capítulo quedará en claro la sinceridad y pulcritud con que el Profeta y sus seguidores cumplieron el pacto de Hudhaibiiah, y quedará también a la vista la hipocresía y la traición con que procedieron los inicuos quraishitas. Un análisis de todo este episodio mostrará también la habilidad, la inteligencia política y la buena administración e indulgencia que manifestó el Profeta (B.P.) al abrir la última y más encarnizada fortaleza enemiga. Pareciera como si él hubiera pasado toda una parte de su vida estudiando en las mejores escuelas militares pues dibujó el plano de la victoria como si fuese un poderoso comandante. Los musulmanes consiguieron su mayor triunfo sin dolor ni dificultades. Y se mostró también aquí, una vez más, la indulgencia y misericordia del Profeta para con sus más encarnizados opositores, a quienes respetó las vidas y los bienes, e incluso jerarquías. Veamos los detalles de lo ocurrido.
Terminó el VII año de la Hégira en el cual, gracias al pacto de Hudhaibiiah los musulmanes pudieron visitar la Casa de Dios en comunidad y lanzar las consignas de la Unidad divina en el corazón mismo de la idolatría. Sus consignas conmovieron por cierto a algunos de los jefes de Quraish, como Jalid Ibn Ualid, Amru Al-Ass y Uzmán Ibn Talha. Luego de un tiempo éstos se dirigieron a Medina y expresaron su decisión de sumarse al Islam, cortando relaciones con el gobierno de la Meca, que ya era como un cuerpo sin alma.
Algunos historiadores han afirmado que la islamización de Jalid y Amru Ass se produjo durante el quinto año de la Hégira, pero ello no puede ser cierto porque en la época del tratado de Hudhaibiiah, que tuvo lugar en el año VI de la Hégira, aún Jalid era de los comandantes mequinenses. Además es sabido que la islamización de ambos fue simultánea...
Por el acuerdo de Hudhaibiiah los musulmanes tenían derecho a entrar al año siguiente en la Meca y realizar, durante tres días, Al-Umra, debiendo luego abandonar el lugar. El acuerdo establecía además que nadie debía llevar más que una espada. Transcurrido un año de la firma del pacto llegó el momento de aprovechar lo convenido. Los muhayirún (emigrados de la Meca), que ya hacía siete años que habían abandonado sus hogares para radicarse en una tierra extraña por la causa del Islam, podrían ahora visitar la Casa de Dios, ver a sus parientes e investigar lo ocurrido con sus propiedades. Cuando el Enviado de Dios notifico la preparación del viaje se produjo un inusual alboroto. Lágrimas de alegría brotaban de los ojos de los musulmanes. El año anterior 1300 personas habían partido con el Profeta, pero este año el número ascendía ya a 2000. Entre ellos se contaban grandes personalidades de los emigrados y los ansár de Medina.
Fadak era una tierra fértil cercana a Jaibar, que distaba de Medina aproximadamente unos ciento cuarenta kilómetros. Luego de la victoria de los musulmanes en Jaibar el lugar fue considerado como un lugar de apoyo estratégico para los judíos residentes en el Hiyaz. Tras la derrota de los judíos de Jaibar, Uadiu-I-Qura y Timá, y al alcanzar el norte de Medina, el Profeta envió un mensajero de nombre Muhit a los jefes de Fadak a fin de terminar con las fuerzas judías de aquel territorio, que significaban para el Islam y los musulmanes un peligro latente y un punto desde donde se estimulaba a los enemigos de la verdad. Iusha Ibn Nun, jefe del lugar, prefirió la paz y la rendición a entablar la guerra, y se comprometió a poner a disposición del Profeta (B.P.) la mitad de la cosecha anual de la zona, a vivir bajo la bandera del Islam y a no instigar ni urdir maquinaciones contra los musulmanes. En retribución a la cosecha que ellos entregarían el gobierno islámico debía garantizar la seguridad de sus tierras. Las tierras que se obtienen a través de la lucha pertenecen a todos los musulmanes, y la administración la asume su líder, pero las que se obtienen sin luchar pertenecen a la persona del Profeta y a los Imames que le sucedieran. Ellos podían hacer con ellas lo que desearan: venderlas, alquilarlas, regalarlas, etc. También podían solventar las necesidades de sus parientes. Por lo tanto el Profeta obsequió Fadak a su amada hija Fátima.
El pacto de Hudhaibiiah amainó el cúmulo de preocupaciones que debía enfrentar el Profeta, y asimismo, como consecuencia de la libre difusión del Islam que hizo posible, varios jefes y tribus árabes se islamizaron. En esos momentos fue que el gran líder de los musulmanes aprovechó para comunicarse con los grandes reyes de su época, con los jefes de diversas tribus y con los líderes religiosos cristianos de ese momento, para presentar a todos los pueblos su mensaje, que trascendía así los límites de una sencilla religión para proponer un sistema de vida completo, que reuniera a toda la humanidad bajo los principios de la Unidad divina y revolucionarias enseñanzas sociales y morales. Ese fue el primer gran paso que pudo dar el Profeta tras 19 años de disputas con la contumaz tribu de Quraish. Y de no haber sido por las sangrientas guerras y persecuciones a que los incrédulos lo obligaron, con toda seguridad que mucho antes habría expandido el marco de su convocatoria por todo el mundo conocido. Una parte importante del tiempo de la misión se había consumido en la defensa de la integridad del naciente Islam contra la iniquidad.
Las cartas que el Profeta (B.P.) envió a las grandes personalidades de su época son una muestra acabada de su sabia táctica para la invitación al Islam. Los narradores de tradiciones y los historiadores se han encargado de recopilarlas. Todas ellas revelan que el método del Profeta era hacer llegar el Islam a través de la razón y no por la lucha.
Desde el día en que la luminosa estrella del Islam comenzó a brillar sobre Medina el pueblo judío se embanderó entre sus enemigos, con más encarnizamiento aún que los propios quraishitas. A partir de ese momento se empeñaron en destruir a los musulmanes pergeñando diversas maquinaciones. Estos judíos habitantes de Medina vieron sin embargo frustrados sus planes y sufrieron una humillante derrota. Algunos fueron ejecutados y el resto, como las tribus de Banu Qanuqa y Banu Nadir fueron expatriados, emigrando a Jaibar, Uadiul-Qura y Azra-At Sham. En cuanto a Jaibar, era un valle extenso y fértil, situado al norte de Medina, aproximadamente a 180 Km. Ya antes de la misión profética de Muharnmad (B.P.) el pueblo judío había construido allí siete fortalezas. El fértil terreno los hizo prosperar y adquirieron gran experiencia en agricultura, así como poder, riqueza y armas. Antiguos censos hablan de unos 20.000 habitantes en la zona, entre los cuales había un buen porcentaje de experimentados soldados.
Los confederados y la tribu de Banu Quraida fueron derrotados antes de terminar el V año de la Hégira. Medina y sus alrededores estaban en manos de los musulmanes. Las bases del novel gobierno islámico se fortalecieron y una relativa tranquilidad reinaba en todo el territorio. Pero era una paz transitoria. El Enviado de Dios (B.P.) debía vigilar de continuo a sus enemigos y desbaratar cualquier complot justo en el momento de su inicio.
La tranquilidad del medio ambiente le permitió eliminar a algunos de los grupos que habían participado en la guerra de los confederados y que habían huido tras los árabes. Huai Ibn Ajtab fue ejecutado, pero su ayudante Sallam Ibn Abil Huqaiq permanecía en Jaibar, y era obvio que este peligroso elemento jamás dejaría de trabajar en la incitación de la lucha contra el Islam, especialmente si se tiene en cuenta que el enemigo idólatra estaba dispuesto para luchar, y más aún si se lo patrocinaba, lo cual daría lugar a una nueva coalición. Basado en tales cálculos el Profeta encomendó a un grupo de valientes de la tribu de Jazray (*) eliminar a este sedicioso.
El primer año de la emigración a Medina el Profeta elaboró un documento para poner fin a las divisiones internas que sacudían esa ciudad. En conjunto, tanto los ausíes como los jazrayíes y los judíos se comprometieron por igual a defender la ciudad la en un capítulo anterior nos hemos referido detalladamente a ello. Además el Profeta (B.P.) estableció un pacto exclusivo con los judíos de Medina por el cual éstos serían ejecutados y despojados de sus pertenencias, mujeres e hijos si perjudicaban al Profeta o a sus seguidores o si proveían de armas o monturas a sus enemigos.
Las tres tribus judías quebrantaron, este pacto. Banu Qanuqa lo hizo al matar a un musulmán; Banu Nadir al planear el asesinato del Profeta, quien los obligó por ello a abandonar el territorio de Medina y Banu Quraida quebró el convenio colaborando íntimamente con el ejército árabe confederado. Veamos ahora cual fue el proceder del Mensajero de Dios para con ellos...
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