Historia del Islam en el VII año de la hégira - El desmoronamiento de las trincheras judías y la conquista de la fortaleza Jaibar

Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)

Por: Aiatollah Yafar Sobhani

UN PELIGRO LATENTE

Desde el día en que la luminosa estrella del Islam comenzó a brillar sobre Medina el pueblo judío se embanderó entre sus enemigos, con más encarnizamiento aún que los propios quraishitas. A partir de ese momento se empeñaron en destruir a los musulmanes pergeñando diversas maquinaciones. Estos judíos habitantes de Medina vieron sin embargo frustrados sus planes y sufrieron una humillante derrota. Algunos fueron ejecutados y el resto, como las tribus de Banu Qanuqa y Banu Nadir fueron expatriados, emigrando a Jaibar, Uadiul-Qura y Azra-At Sham. En cuanto a Jaibar, era un valle extenso y fértil, situado al norte de Medina, aproximadamente a 180 Km. Ya antes de la misión profética de Muharnmad (B.P.) el pueblo judío había construido allí siete fortalezas. El fértil terreno los hizo prosperar y adquirieron gran experiencia en agricultura, así como poder, riqueza y armas. Antiguos censos hablan de unos 20.000 habitantes en la zona, entre los cuales había un buen porcentaje de experimentados soldados.

Desde allí el pueblo judío instigaba a las tribus árabes con sus intrigas para tratar de erradicar al Islam de Arabia. En su momento, como vimos, patrocinaron al ejército árabe en la guerra de los confederados. Esta traición y el peligro latente de otras nuevas hizo que el Profeta (B.P.) decidiera desarmarlos y acabar con su poder e influencia en la zona. Todo hacía prever que de lo contrario, en la primera oportunidad volverían a instigar y patrocinar el ataque de los idólatras, repitiéndose los difíciles acontecimientos de la guerra del foso. Y esto porque el fanatismo y la rivalidad judía era mayor aún que el interés de los quraishitas en la idolatría. Estos últimos como muchos árabes idólatras, pese a su ceguera e ignorancia, se habían islamizado por miles, pero ni un solo judío estaba dispuesto a abandonar su religión.

Otro factor que movió al Profeta (B.P.) a quebrar definitivamente el poder de Jaibar fueron los mensajes que envió a Cosroes, al César y a otros reyes. Enterados estos poderosos de la existencia del Islam y disconformes con él decidieran perjudicarlo aprovechando la aversión y rivalidad del pueblo judío, máxime si se tiene en cuenta que a menudo los judíos colaboraban con esos imperios y reinos cuando se libraban guerras. Por otra parte también era probable que los mismos judíos instigaran, mediante intrigas, a esos poderosos reyes a luchar contra el Islam como ya lo habían hecho con los idólatras árabes.

Todo lo expuesto hizo que el Profeta (B.P.) considerara indispensable destruir ese peligro latente. Y ese era el mejor momento para hacerlo, pues el Islam estaba seguro, merced al pacto de Hudhaibiiah, de posibles ataques desde el sur (de la Meca y Quraish), y también de que, por el mismo tratado, los judíos no recibirían auxilio de los idólatras. En cuanto a evitar el auxilio que podía recibir Jaibar de las tribus del norte, como la rama de Gatfán (que colaboró con los judíos en la guerra de los confederados), el Profeta urdió un plan al que nos referiremos más adelante.

El Enviado de Dios (B.P.) ofreció en consecuencia los preparativos para tomar los últimos centros judíos en Arabia, y destacó: “Sólo podrán tener el honor de participar en esta guerra quienes hayan participado en el pacto de Hudhaibiiah. El resto podrá sumarse voluntariamente pero no recibirá los trofeos” Antes- de partir el Profeta nombró su representante en Medina a Guila Laisí y entregó una bandera blanca a Alí; finalmente se puso en marcha el ejército. Para que la expedición acelerara el ritmo de marcha Amr Ibn Akua', el cuidador de la camella del Profeta, recitaba los siguientes versos: “Por Dios que si no hubiera sido por los favores divinos, nosotros seguiríamos extraviados. No daríamos limosna ni oraríamos. Somos un pueblo que no se somete a la opresión. ¡Dios nuestro! Danos paciencia y tolerancia y afirma nuestros pasos”. Esta poesía motivaba lógicamente a los expedicionarios, y sus versos agradaron al Profeta quien suplicó por Amr. Este luego alcanzaría el martirio en esa lucha.

Durante el transcurso del viaje Muhammad (B.P.) trató de ocultar su objetivo para poder sitiar las fortalezas por sorpresa, antes de que el enemigo pudiera adoptar cualquier tipo de medida, y para que sus aliados creyeran que serían ellos los atacados, y de ese modo permanecieran, a modo de prevención, dentro de sus propias fortalezas. Tal vez un grupo creyó que el propósito del Profeta era atacar las tribus de Gatfán y Fazzara, aliadas de los judíos en la guerra de los confederados. Pero cuando el Profeta (B.P.) al mando de sus hombres alcanzó el desierto de Rayi‘ se desvió por la ruta que lo llevaría a Jaibar. Esta misma ruta separaba a los judíos de las tribus árabes aliadas antes mencionadas. Al ocuparla el ejército musulmán impedía de esa forma cualquier tipo de contacto entre ambas partes. Al frente de 1600 hombres, 200 de los cuales iban montados, el Enviado de Dios avanzó firmemente hacia Jaibar. Al llegar realizó una súplica que demuestra la pureza de su intención: “¡Dios! Tú eres el Creador de los cielos y de todo lo que se encuentra bajo su sombra. Eres el Dios de la tierra y de todo lo que hay en ella. Te suplico bienestar para esta tierra y sus habitantes y me refugio en ti de su maldad”. Esta súplica que fue proferida con gran sumisión y humildad frente a los 1600 hombres enfervorizados por la lucha nos demuestra que Muhammad no tenía la intención de acrecentar su dominio, o expandir su territorio ni tomar venganza, sino que anhelaba destruir el peligro que significaba ese enclave enemigo que en cualquier momento podía convertirse en una base militar para los enemigos idólatras. Como veremos luego de tomar las fortalezas y desarmar a los judíos, el Profeta les dejó sus bienes y sólo les exigió el pago de yazia (*).

OCUPACION NOCTURNA DE PUNTOS ESTRA TEGICOS

Cada una de las fortalezas de Jaibar recibía un nombre especial: Na‘im  , Qamus, Katiba, Nastat, Shaq, Uatih y Salalem. A veces también se las llamaba por el nombre de sus jefes, vgr. “fortaleza de Marhab”, etc. Para controlar lo que acontecía fuera de las mismas los judíos habían construido una torre de vigilancia. Los guardianes allí apostados debían informar a los que vivían dentro de las ciudades de cualquier novedad o peligro. La situación y envergadura de esta torre era tal que se podía obtener una clara visión de las afueras de la fortaleza. Podían atacar de esta forma por medio de catapultas y otros medios mecánicos Entre los 20.000 habitantes del lugar había unos 2000 expertos combatientes a quienes no preocupaba el sitio por las provisiones por que tenían almacenados gran cantidad de alimentos. Eran fortalezas tan poderosas que era imposible abrirles una brecha, y quienes se acercaran frontalmente acababan heridos o muertos. Eran la más fuerte trinchera del pueblo judío.

Los musulmanes, para poder enfrentar a un enemigo tan fuerte y preparado, tomaron las medidas estratégicas y tácticas mas convenientes. La primera medida fue la ocupación nocturna de todas las rutas y puntos estratégicos. Esto se realizó con tanta rapidez y sigilo que ni siguiera los guardianes de las torres se dieron cuenta de ello. A la mañana siguiente, cuando los campesinos de Jaibar salieron de sus ciudadelas portando sus elementos de trabajo se encontraron con que los soldados del Islam habían sitiado las ciudadelas y cerrado todas las rutas. No pudieron seguir porque comprendieron que serían tomados prisioneros, por lo que retrocedieron y avisaron a sus correligionarios: “Muhammad está aquí con sus soldados”. Se aseguraron inmediatamente las puertas de las fortalezas y se llamó a un consejo para discutir la situación. Se decidió en esta reunión albergar a las mujeres y a los niños en una de las fortalezas y a las provisiones en otra, y también que se hostigara a los musulmanes arrojando flechas desde las terrazas, y que de tanto en tanto salieran grupos a combatir cuerpo a cuerpo contra los combatientes del Islam. Los judíos se atuvieron al plan trazado en este consejo hasta el fin de la disputa, resistiéndose durante un mes al fuerte ejército islámico. A los musulmanes les resultaba muy difícil tomar las fortalezas, llegando en algún caso a presionar con gran esfuerzo durante 10 días sin obtener resultados.

EL DESMORONAMIENTO DE LAS TRINCHERAS JUDIAS

Desde el punto de vista de la táctica militar el sitio en que se habían dispuesto las huestes musulmanas no era conveniente, pues no brindaba seguridad y los soldados judíos tenían el pleno control del lugar. Por otra parte en ese lugar no existían obstáculos en el terreno que impidieran a los vigías judíos la detección de los musulmanes. En esta situación un hábil e inteligente musulmán llamado Habab Ibn Munzar se entrevistó con el Profeta (B.P.) y le dijo: “Si elegiste este lugar por una orden divina, no tengo ninguna objeción que hacer, pues la orden de Dios es superior a la opinión y el conocimiento de los hombres. Pero si no es así debo decirte que en este sitio nos encontramos a la vista del enemigo. Estamos cerca de la fortaleza de Nastat y sus arqueros nos pueden sorprender con facilidad”. El Profeta (B.P.), basándose en un principio que es fundamental en el Islam (la consulta con los hermanos en la fe, y la aceptación y dación del buen consejo y su respeto), le dijo: “Si conoces un sitio mejor que este acamparemos allí”. Y tras realizar un prolijo análisis de los territorios circundantes Habab determinó que lo más conveniente era dirigirse a un lugar que estaba ubicado detrás de unos palmares. No mucho después el ejército islámico se trasladó allí. A lo largo de todo el tiempo del sitio el Profeta y su ejército se dirigían durante el día hacia las fortalezas, y por la noche regresaban a sus campamentos. No podemos reflejar con precisión el detalle de los acontecimientos, pero basándonos en los libros que nos legaron podemos suponer que los soldados del Islam sitiaban las fortalezas unas tras otras, y que intentaban cortar todo tipo de comunicación entre las asediadas y las que no lo eran. Apenas tomaban una de ellas volcaban sus fuerzas hacia otra. Y es cierto también que la toma de aquellas ciudadelas en las que existían túneles de comunicación con otras y en las que los hombres se defendían arduamente era muy paulatina. Sin embargo a los fuertes, a los que se aislaba efectivamente de los demás y cuyos jefes eran ganados por el miedo, se los podía tomar con mayor facilidad sin gran derramamiento de sangre.

Según la opinión de un grupo de historiadores la primera fortaleza que se logró conquistar después de soportar muchas dificultades fue la de Na‘im.  Su control se produjo a costa del martirio de un grande entre los creyentes: Mahmud Ibn Maslama Al-Ansari y de otros 50 combatientes que resultaron heridos. Mahmud Ibn Maslama encontró el martirio debido a una piedra que le arrojaron desde una azotea, y su muerte fue instantánea. Otra versión, más precisamente la que transmite Ibn Azir en su obra Asadul Qabah, afirma que el martirio lo halló tres días después de haber recibido el golpe. Los 50 soldados que resultaron heridos fueron trasladados al campamento. Un grupo de mujeres pertenecientes a la tribu de Banu Gaffar (tras una autorización expedida por el Profeta), llegó a Jaibar. Este grupo realizó grandes sacrificios para ayudar a los musulmanes, curar sus heridas y efectuar otros servicios que les estaban permitidos. Luego de tomar la fortaleza de Na‘im  el consejo de consulta de los musulmanes aprobó el inicio del asalto a la ciudadela de Qamus, cuyos jefes eran los hijos de Abul Huqaiq. Este objetivo también se obtuvo merced a grandes sacrificios de los combatientes. En esta oportunidad además se tomó prisionera a Safiiah, la hija de Huií Ibn Ajtab, que posteriormente contraería matrimonio con el Enviado de Dios. Ambos triunfos fortalecieron el espíritu de lucha de los musulmanes y a su vez infundieron miedo en el ánimo de los judíos. Durante el asedio la situación se había tornado difícil para los musulmanes ya que escaseaban los alimentos. Muchas veces debían recurrir a carnes desaconsejables para el consumo a fin de saciar el hambre que los agobiaba. La fortaleza en que estaban almacenadas grandes cantidades de alimentos aún no había sido tomada.

Devoción en tiempos de tribulación.

Mientras la hambruna azotaba a los musulmanes un pastor de color que se encargaba de cuidar los ganados de los judíos visitó al Profeta y le solicitó que le enseñara el Islam. El Profeta (B.P.) le habló y sus palabras lograron convertirlo. Dijo entonces el pastor: “Me han sido confiados los ganados de los judíos. Ahora las relaciones entre ellos y yo se han interrumpido. ¿Cuál es mi deber?” El Profeta (B.P.) le respondió frente a los ojos de 700 soldados hambrientos: “En el Islam es un grave delito traicionar a aquellos que confían en nosotros. Es preciso que los devuelvas a sus dueños”. El hombre obedeció la orden del Profeta y al regresar se sumó a la lucha. Finalmente fue martirizado en el camino del Islam.

Así es, no sólo durante su juventud mereció Muhammad el apodo de Al-Amín (el confiable y digno de fe), sino también en todas las demás etapas de su vida. A pesar de que a lo largo del bloqueo los ganados estaban en libertad por los campos, a ninguno de los musulmanes se les ocurrió hurtar ni siquiera una oveja, puesto que las exaltadas enseñanzas de su líder los habían educado en la lealtad y la fidelidad. Solamente un día en que el hambre agobiaba en demasía a sus soldados, el Profeta ordenó tomar dos ovejas. Lo hizo para salvar la vida de los creyentes, de otro modo jamás se hubiera procedido de tal forma. Cada vez que oía las quejas por el hambre alzaba sus manos Y suplicaba: “¡Dios mío!, hazlos triunfar sobre la fortaleza que alberga las provisiones”. Jamás permitió el saqueo. Sólo permitía tomar los bienes ajenos luego de luchar y obtener el triunfo. Todos estos hechos históricos que se encuentran narrados en las obras sobre la materia, dejan a la vista la mala intención de cierto grupo de orientalistas contemporáneos que, con el propósito de desvalorizar los objetivos del Islam, intentan sugerir que as batallas libradas por los musulmanes sólo perseguían el saqueo y la obtención de botín. Además tratan de hacer creer que los musulmanes no aplicaban la justicia. Creemos que la anécdota recién citada y otras tantas semejantes son testimonio evidente que desmiente sus falsedades.

LA CAÍDA CONSECUTIVA DE LAS OTRAS FORTALEZAS

Después de conquistar las dos fortalezas antes mencionadas el ejército islámico atacó a las de Uatih y Salalem, pero sin esperarlo se enfrentó con una encarnizada resistencia de parte de los judíos que estaban fuera de ellas. Luego de grandes sacrificios y muchas bajas el triunfo no se logró. Los musulmanes lucharon durante diez días consecutivos y cada noche regresaban al campamento sin resultados. Un día se le encomendó a Abu Bakr la comandancia de un grupo de ataque. Se dirigió con su bandera a las cercanías de una de las fortalezas pero no mucho después regresó sin siquiera haber enfrentado a los judíos. Todos los que habían participado en esta misión se culpaban unos a otros. Al día siguiente el Profeta le confió la comandancia a Umar y la situación del día anterior se volvió a repetir, y según un relato de Tabari, al regresar Umar describió atemorizado la valentía de Marhab, jefe de los judíos. La situación enfureció al Enviado de Dios ya sus comandantes. El Profeta (B.P.) los reunió a todos y les dijo: “Por cierto que mañana entregaré esta bandera alguien que ama a Dios y a Su Profeta, y a quien Dios y Su Profeta aman. La victoria estará en sus manos, y es aquel que jamás da la espalda al enemigo y que jamás huye de la batalla”. Esta afirmación mostraba la gran virtud, superioridad espiritual y valentía del comandante en cuyas manos estaría el triunfo, y produjo una ola de euforia, desconcierto y también algo de temor en los corazones de los creyentes. Cada uno de ellos imaginaba y soñaba ser quien recibiría la bandera y la gloria del triunfo. Pasó la noche y a la mañana siguiente, cuando ya el sol había quebrado el horizonte, los comandantes rodearon al Profeta, los que habían fracasado de ellos con la vista baja, esperando todos la elección. El silencio fue roto por una pregunta del Profeta (B.P.): “¿Dónde está Alí?” “A Alí le duelen los ojos, y está descansando “, fue la contestación de alguien. De inmediato el Enviado de Dios envió por él y lo llevaron a la reunión. Relata Tabari: “Subieron a Alí a su camello y lo llevaron hasta el Profeta. Esto demuestra que su enfermedad lo había agotado. Muhammad entonces colocó sus manos sobre los ojos de Alí y suplicó por su curación. Muy pronto se sanó y nunca más en su vida padeció de problemas en los ojos. Luego el Enviado de Dios (B.P.) le ordenó avanzar, además de recordarle que antes de comenzar la lucha enviara hacia las fortalezas a representantes que convocaran al pueblo judío a aceptar el Islam. Dijo también el Profeta: ‘Si ellos no aceptan les comunicarás que podrán vivir bajo el gobierno islámico pero supeditados a dos condiciones: entregar sus armas y pagar el yaziah. Y si no aceptan las condiciones deberás luchar’. “ Y la siguiente frase fue la última recomendación que el Profeta le hizo a Alí: “Si a través tuyo Dios ilumina a uno solo de sus hombres, será mejor que si poseyeras hermosos camellos rojizos para el combate en la causa de Dios”. Como se ve, en el momento más crucial de la guerra, el gran Profeta del Islam pensaba primero en la importancia de encaminar a los pueblos, y eso muestra una vez más el principal y real objetivo de todas sus luchas: el anhelo de orientar a la humanidad.

EL GRAN TRIUNFO DE JAIBAR

Cuando a Alí Amir Al-Mu'minín le fue encomendado tomar las fortalezas de Uatih y Salalem, que habían resistido a los comandos anteriormente enviados contra ellas, se colocó la armadura y tomando la espada Dhul Fiqar partió con la fe puesta en Dios. En Jaibar Alí instaló la bandera del Islam, y en ese preciso momento la puerta de la ciudadela se abrió y los judíos se abalanzaron. En primer lugar se acercó Hares, hermano de Marhab. Dio un grito tan aterrador que los soldados que se encontraban detrás de Alí, sorprendidos, dieron un paso hacia atrás. No obstante el Príncipe de los creyentes permaneció en su mismo sitio, firme como una montaña. Pocos minutos después el cadáver de Hares yacía en el suelo. Su muerte contristó a Marhab, quien se dirigió al encuentro de Alí, por supuesto con el propósito de vengarse. Llevaba diversas armas y se ceñía con una armadura yemenita y un casco realizado con piedras, recubierto por otro de metal. De pronto comenzó a improvisar versos que decían: “Las paredes y todo Jaibar atestiguan que soy Marhab, hábil guerrero con todo tipo de armas. Siempre saldré triunfante, y quien conmigo se enfrente terminará pintado con su sangre”. En respuesta a sus versos dijo Alí: “Yo soy aquel cuya madre llamó Haidar (hombre fuerte, león de la selva). Mis músculos son muy fuertes y en el campo de batalla mi aspecto infunde temor como el león en la selva”. Y a este intercambio de palabras siguió el choque de las espadas de ambos caballeros ante la mirada expectante de los otros soldados. De pronto la filosa espada del comandante del Islam dio en la cabeza de Marhab. El golpe fue tan potente que los que se encontraban detrás suyo huyeron de miedo tratando de refugiarse en la fortaleza. Los que no huyeron continuaran luchando y fueron muertos. Alí persiguió a los fugitivos hasta la entrada de la fortaleza y en un combate cuerpo a cuerpo un judío lo golpeó e hizo que perdiera su escudo. De repente arrancó la puerta de la fortaleza y la usó como escudo, para luego arrojarla al suelo. Es sabido que esta puerta no podía ser levantada sino por varias personas a la vez, pues luego ocho musulmanes intentaron darla vuelta y no pudieron. Finalmente aquella fortaleza cayó en poder de los musulmanes tras diez días de duro y difícil asedio. Escribe Ia'qubi (tomo 11, Pág. 46): “La puerta de la fortaleza era de piedra. Su longitud era de cuatro brazadas Y su amplitud de dos”. El Sheij Al Mufid, en su obra Kitab AI-Irshad relata lo mismo pero de boca del propio protagonista, es decir Alí el Príncipe de los creyentes: “Arranqué la puerta de Jaibar y la usé como escudo. Cuando la batalla terminó la coloqué como puente sobre una zanja cavada por los judíos. Más tarde la arrojé en la misma”. Un hombre me preguntó: “¿No sentiste su terrible peso?” Le respondí: Sentí el mismo peso de mi escudo”. Los historiadores relatan hechos sorprendentes que se refieren a este suceso y transmiten la gran valentía del Imam Alí durante la batalla. Tales eventos no se pueden atribuir a los poderes humanos, y el Príncipe de los creyentes lo ha aclarado para eliminar cualquier tipo de dudas al respecto: “No la arranqué con la fuerza humana; lo hice por el poder divino y con el alma sosegada por la esperanza de contemplar a mi Señor”.

La tergiversación de la verdad.

Si queremos ser justos debemos decir que Ibn Hisham y Abu Ya 'far Tabari han relatado detalladamente la lucha de Alí en Jaibar, pero también debemos indicar que hacia el final ellos transmiten una posibilidad imaginaria y desacertada. Dice la versión: “Algunos creen que Marhab fue muerto por Muhammad Ibn Maslama, según una orden del Profeta que tenía como propósito vengar al hermano de éste último, martirizado durante la toma de la fortaleza de Na‘im”. Esta versión no tiene asidero ni concuerda con la verdadera historia en sus otros detalles. Se le pueden hacer las siguientes objeciones:

1) Tabari e Ibn Hisham han relatado esta versión como proviniendo de un gran discípulo y compañero del Profeta (B.P.), Yabir Ibn Abdullah, pero sin advertir que éste tuvo el honor de acompañar al Profeta en todas sus batallas, excepto precisamente en la de Jaibar.

2) Muhammad Ibn Maslama no era tan valiente ni fuerte como para ser de los héroes de Jaibar, y además su vida no nos brinda ningún otro ejemplo de valentía. Solo sabemos que fue el encargado de ejecutar a Ka‘b Ibn Ashraf en el tercer año de la Hégira. Ka‘b era aquel judío que tras la batalla de Badr incitaba a los inicuos a librar otra contienda contra los musulmanes. Por el temor que sentía se ha narrado que Ibn Maslama no probó bocado en los tres días previos a la ejecución. El Profeta (B.P.) se vio obligado a hacerle algunas objeciones, y aquél dijo: “No sé si podré tener éxito o no”. Entonces el Enviado de Dios (B. P.) decidió enviar con él a cuatro personas más. Siguiendo un plan trazado previamente dieron muerte al peligroso impío durante la noche, y durante los hechos, obnubilado por el terror, Ibn Maslamah hirió por error a uno de sus compañeros. Demás está decir que alguien de tan poco temple no pudo ser el que hiciera desistir a los principales guerreros de Jaibar.

3) Quien triunfó sobre Jaibar no sólo luchó contra Marhab y lo mató, sino que tras la muerte de éste, se encaró con seis hombres que permanecieron en el lugar, sin fugarse como el resto, y que eran Daud Ibn Qabus, Rabi‘ Ibn Abil Haqiq, Abul Baa'it, Marrat Ibn Maruan, Iaser Jaibarí, Y Zayiy Jaibarí. Todos estos eran valientes y fuertes soldados que significaban el principal obstáculo para avanzar a tomar la fortaleza. Cantaban pidiendo rival y todos fueron finalmente muertos por el comandante Alí Ibn Abi Talib.

Teniendo a la vista todo lo expuesto tal cual se encuentra en las obras de historia, el lector mismo podrá sacar sus conclusiones. Si Muhammad Ibn Maslama hubiese sido el matador de Marhab no habría podido regresar de inmediato al campamento desentendiéndose de los que se encontraban secundando al jefe judío. Su deber hubiera sido luchar al menos con alguno de ellos. Pero todos los historiadores coinciden en afirmar que todos ellos fueron muertos por Alí. Esta versión por otra parte se opone al dicho del Profeta antes narrado que dice: “Daré esta bandera a aquel que tiene el triunfo en sus manos”, que todos relatan por igual. En efecto, si tenemos en cuenta que uno de los principales obstáculos para alcanzar el triunfo era la presencia de Marhab, cuya osadía ya había hecho retroceder a dos comandantes musulmanes anteriormente, si su matador hubiera sidó Ibn Maslamah seguramente el Profeta, al pronunciar aquella frase, se habría referido a él (como principal promotor de la victoria al ultimar al jefe enemigo), lo cual no es así como sabemos. Escribe el famoso historiador Halabí: “No hay duda que Marhab fue muerto por Alí” y también dice Ibn Azir: “Los historiadores y los transmisores de hadices (dichos) afirman que Alí fue quien lo mató (a Marhab)”.

Tanto Tabari como Ibn Hisham relatan en sus obras el regreso frustrado de los dos comandantes que trataron de tomar la ciudadela antes que Alí, pero ello no encaja con la frase del Profeta respecto a Alí: “El es un comandante que jamás huye”. El significado de esta frase alude claramente a la fuga de los dos comandantes anteriores. Pero no obstante ambos autores (que citan la frase y las circunstancias) no lo advierten y dicen que tanto uno como otro cumplieron con las misiones y regresaron, aunque no tuvieron éxito.

Tres puntos brillantes en la vida de Alí

Con la mención de estas tres virtudes de Alí damos por concluido el tema. Cierto día Mu‘auiah  le objetó a Saad Ibn Uaqas el hecho de que nunca quería ofender a Alí, y aquél le respondió: “Cuando recuerdo los tres méritos de Alí, anhelo poseer al menos uno de ellos: 1) El día en que Muhammad lo nombró su sucesor en Medina cuando debía partir a la batalla de Tabuk, le dijo: ‘Tú ocupas el mismo lugar que ocupaba Aaron para con Moisés, con la diferencia que después de mí no habrá profetas’. 2) El día de Jaibar el Profeta dijo: ‘Mañana haré entrega de la bandera a aquel a quien Dios y el Profeta aman’. Todos los creyentes ansiaban recibirla. Al siguiente día Muhammad llamó a Alí y se la entregó. Dios nos concedió el triunfo a través de él. 3) El día de la Mubahala (la imprecación del castigo y maldición divina sobre aquel que mintiera) el Profeta llevó consigo a Alí, Fátima, Hasan y Husain, y exclamó: ¡Dios! ellos son mi familia.”

LOS FACTORES DEL TRIUNFO

Las fortalezas de Jaibar fueron conquistadas y los judíos se rindieron bajo específicas condiciones. Se hace necesario analizar ahora los factores que hicieron posible este triunfo, y que son sintéticamente tres: 1) La organización y la táctica militar, 2) la inteligencia militar, dirigida a la búsqueda de información y conocimiento sobre el enemigo, y 3) el gran sacrificio realizado por el Príncipe de los creyentes. Veamos los puntos más detalladamente.

1) El ejército islámico había acampado en un sitio que imposibilitaba todo tipo de contacto y comunicación entre los judíos de Jaibar y sus aliados, la tribu de Gatfán. Esta tribu contaba con fuertes espadachines. Si hubiesen secundado al pueblo judío de Jaibar el triunfo habría sido imposible. Cuando esta tribu se enteró de la partida del ejército islámico decidió partir con abundante armamento y pertrechos con la finalidad de secundar a sus aliados. Cuando aún no habían recorrido un gran trecho les llegó la noticia de que Muhammad se dirigía a sus propias tierras por una ruta inusual. Esta noticia hizo que regresaran inmediatamente a sus territorios y que no se movieran de allí hasta la finalización de la batalla de Jaibar. Los historiadores creen que esta noticia que llegó a oídos de Gatfán fue un milagro divino. No obstante no es de extrañar que la noticia la hayan tramado los propios musulmanes de esa misma tribu, a los que el Profeta había ordenado vivir allí simulando todavía la incredulidad. Fueron tan hábiles que impidieron que el ejército de esta tribu siguiera su marcha. Este hecho tiene un precedente en la batalla de los confederados, y fue cuando a raíz de una noticia falsa divulgada por Nu'im Ibn Mas'ud (de la tribu de Gaftán), el ejército incrédulo se dividió y dejó de apoyar a los judíos.

2) En todas las batallas el Profeta daba la mayor importancia al hecho de recabar información en terreno enemigo. Por lo tanto, previo al sitio de Jaibar envió allí a un grupo de 20 personas comandado por Ibad Ibn Bashir. El grupo se encontró con un judío cerca de la fortaleza de Jaibar. Luego de conversar con él, Ibad descubrió que era un espía, e inmediatamente ordenó que lo detuvieran y lo llevaran ante el Profeta (B.P.). Una vez allí y amenazado de muerte reveló los datos que conocÍa. En resumen se supo que los de Jaibar estaban desanimados tras el comunicado del jefe de los hipócritas Abdullah Ibn Salul y además porque aún no habían recibido ayuda de parte de Gaftán.

Otro caso de búsqueda de información de inteligencia se dio en la sexta noche del sitio en que los guardias del ejército islámico arrestaron a un judío. Lo llevaron ante el Profeta (B.P.) y éste lo interrogó obre la situación en que se encontraba su pueblo. “Si me prometes la inmunidad te informaré”, dijo el prisionero. La misma le fue concedida y entonces habló: “Esta noche los hombres más fuertes de Jaibar se trasladarán desde la fortaleza de Nastat hasta la de Shaq. ¡Abul Qasim!, mañana abrirás las puertas de Nastat -el Profeta acotó: Si Dios quiere-. En sus sótanos hay gran cantidad de catapultas, carros bélicos, armaduras y espadas. Puedes apedrear la fortaleza de Shaq utilizando esos medios”. El Profeta no utilizó estos medios destructivos pero sí la importante información que definió el blanco del ataque al día siguiente, pues supo que Nastat no requeriría de grandes esfuerzos (para ser tomada), y sí en cambio que debía ser más prevenido en el asalto a la fortaleza de Shaq.

Veamos un último ejemplo. Durante la toma de una de las fortalezas y tras tres días de lucha un judío visitó al Profeta -tal vez a fin de salvar su vida-, y le dijo: “Aunque te detengas aquí durante un mes no podrás conquistar las fortalezas. Te indicaré el sitio donde se encuentra la corriente de agua que los abastece. Tú podrás así privarlos de ella”. El Profeta (B.P.) no estuvo de acuerdo con su proposición y le dijo que jamás privaría a nadie del agua para que muriera de sed. No obstante los privó de ella durante un pequeño lapso con el propósito de que se debilitaran anímicamente. La situación atemorizó tanto a los judíos que se rindieron tras una breve lucha.

 3) Hemos hablado ya antes de los esfuerzos y sacrificios del Imam Alí (P.). Aquí sólo agregaremos un relato suyo: “...nos enfrentamos con el gran ejército judío y sus fortalezas de hierro. Cada nuevo día sus más fuertes caballeros salían de las mismas y solicitaban rival matando a unos cuantos. En aquellos momentos el Profeta me ordenó atacar una de las fortalezas. Me enfrenté con sus grandes campeones en la guerra, di muerte a unos e hice desistir a otros. Estos últimos se refugiaron en su ciudadela y cerraron la puerta de la misma, pero yo la saqué y entré. Nadie me pudo resistir. No recibí más ayuda que la de Dios.”

El sentimiento y el afecto en el campo de batalla.

Cuando la fortaleza de Qamus fue tomada, Safiiah, la hija de Huii Ibn Ajtab y otra mujer fueron tomadas prisioneras. Bilal las trasladó por el mismo camino en el que yacían sus muertos, para llegar al sitio en que se hallaba el Profeta. Cuando Muhammad supo de lo acontecido colocó un manto sobre la cabeza de Safiiah y luego le consiguió un lugar para que descansara. Más tarde preguntó a Bilal: “¿Acaso es que el afecto y los sentimientos han abandonado tu corazón, que trasladaste a esas mujeres frente a los cadáveres de sus seres queridos?"

Muhammad (B.P.) primeramente otorgó una especial preferencia a Safiiah con el fin de compensar la desgracia que ella había enfrentado. Los sentimientos del Profeta (B.P.) surtieron un efecto benéfico en su ser. Posteriormente se casó con él y se contó entre sus más fieles y cariñosas esposas. Cuando el Profeta falleció fue la que más lágrimas derramó por él.

La ejecución de Kanana Ibn Rabi‘.

Desde el día en que los judíos de Bani Nadir fueron expulsados de Medina y se albergaron (algunos) en Jaibar, se estableció allí una alcancía de cooperación destinada a solventar asuntos generales, el patrocinio de las guerras y la indemnización por las muertes. Algunas informaciones que llegaron al Profeta afirmaban que la misma (esos fondos) estaban a cargo de Kanana, el esposo de Safiiah. Mandó entonces a buscarlo y le pidió que le revelara el escondite en el que se hallaba aquella alcancía. El hombre se negó rotundamente a facilitar tal información; “Nada tengo que ver con ese asunto”, dijo. Los musulmanes decidieron investigar al respecto y por fin alguien dijo: “Creo saber donde se encuentra el dinero, pues durante la batalla y después de ella vi a Kanana concurrir a un sitio determinado”. Una vez más el Profeta (B.P.) se entrevistó con él y le dijo: “Dicen que la alcancía está en tal lugar. Si es verdad serás ejecutado”. De todos modos Kanana negó toda clase de relación con la misma.

Por órdenes del Profeta se excavó en el lugar señalado y aparecieron los fondos de Banu Nadir. A continuación Kanana debía ser castigado, no sólo por ocultar el escondite, sino también por haber muerto cobardemente a un comandante musulmán, Mahmud Ibn Maslama, a quien le arrojó una piedra sobre la cabeza cuando estaba distraído. A fin de vengar a Mahmud y reprender al conjunto de los judíos para que no volviesen a incurrir en el camino del engaño, la traición y la mentira, el Profeta lo entregó al hermano del comandante asesinado. El fue el encargado de ejecutarlo. Kanana fue la última persona ejecutada con dos cargos en su contra.

LA REPARTICION DE LOS TROFEOS

Tras el triunfo y el desarme general de los judíos el Profeta ordenó que se recolectaran los trofeos. Un hombre de los soldados exclamó: “Es necesario que cada soldado entregue los trofeos que obtuvo al tesoro público, aún cuando consistieran sólo en hilo y una aguja, pues la traición y la no entrega de ellos se convertirá en fuego el Día del Juicio Final”.

Los verdaderos líderes del Islam dieron siempre suma importancia a la lealtad y consideraban parte de la fe la devolución de lo confiado. Por eso, cuando observaba (el Profeta) entre los bienes de un soldado mártir algo que debía de habérsele entregado, no oraba en su memoria. He aquí un relato al respecto: El día en que los musulmanes iban a partir de. Jaibar hacia Medina una flecha cayó sobre el cuerpo de un joven camellero. La muerte le sobrevino de inmediato. Los musulmanes investigaron la causa pero no obtuvieron resultados. Todos decían: “El Paraíso le será bendito”. Pero el Profeta Muhammad acotó: “No estoy de acuerdo con vosotros, pues la capa que llevaba puesta es parte de los trofeos y él la utilizó sin estar autorizado para ello. El Día del Juicio Final la misma se convertirá en fuego y lo rodeará”. Uno de los compañeros exclamó entonces: “¡Yo tomé dos cordones de zapatos”. El Enviado de Dios (B.P.) le aconsejó entonces: “¡Devuélvelos!, pues de lo contrario se convertirán en fuego”.

Esta actitud y disciplina para con el botín de guerra es un nuevo ejemplo que rechaza la mentira de los orientalistas que pretenden que las batallas del Islam se emprendían por el saqueo, negando sus objetivos espirituales. Claramente tal actitud y disciplina son imposibles de imponer a un grupo saqueador. Y a los saqueadores muy difícilmente se les puede ordenar la restitución de lo confiado, ni llegar a educarlos como para que no defrauden ni en un par de cordones de zapatos al trofeo común.

LLEGA UN GRUPO DE LA TIERRA DE LOS DULCES RECUERDOS

Antes de partir para Jaibar el Profeta había enviado a Amr Ibn Umaiia a la corte del Negus de Abisinia. El propósito que llevaba era hacerle llegar un mensaje en el cual le pedía que preparase los medios necesarios para el regreso a Medina de los musulmanes radicados en su país. El rey preparó dos barcos que no mucho después anclaron cerca de Medina. Los musulmanes recientemente llegados se informaron de que el Profeta se encontraba en Jaibar. Sin demora partieron hacia allí, y arribaron justo cuando sus hermanos en la fe habían tomado la totalidad de las fortalezas. El Enviado de Dios se adelantó para recibirlos, se acercó a Ÿa‘far, le besó la frente y le dijo: “No sé por cual de ambos eventos me contento más, si por verte después de tanto tiempo, o porque Dios nos abrió las fortalezas de los judíos a través de tu hermano Alí”. Luego agregó: “Hoy quiero regalarte algo”. La mayoría creyó que el obsequio sería un bien material, como oro, plata o algo similar, pero de pronto el Profeta (B.P.) rompiendo el silencio le enseñó a Ÿa‘far una oración especial, la oración que se llamaría desde entonces de “Ÿa‘far Taiiár”. Taiiár significa volador, y se utilizó esta palabra en honor de Ÿa‘far, quien se martirizaria faltándole ambos brazos. El Profeta había predicho que él sería agraciado con dos alas en el Paraíso.

El saldo de bajas musulmanas en esta batalla no superó las 20, pero las del enemigo fueron mucho mayores. Noventa y tres de los nombres de sus muertos quedaron registrados en los libros de historia.

LA INDULGENCIA DEL PROFETA LUEGO DEL TRIUNFO

Cuando los hombres vinculados a Dios obtienen la victoria se comportan con amabilidad y afecto con el enemigo débil y desguarnecido. Incluso lo protegen con su perdón e indulgencia, haciendo a un lado, a partir del momento en que el enemigo se rinde, toda clase de venganza y rencor.

Así actuó el Profeta (B.P.) del Islam, con gran indulgencia y tolerancia, con los habitantes judíos de Jaibar, aceptando sus condiciones que consistían en seguir viviendo en el lugar, continuar siendo los propietarios de los campos y en abonar la mitad de lo dispuesto al patrimonio público. Según lo narrado por Ibn Hisham fue el propio Profeta (B P.) quien sugirió la idea, permitiéndoles además trabajar libremente, y ello no obstante ese pueblo había conspirado contra el Islam con grandes sumas de dinero, instigando a sus enemigos, lo cual puso a Medina al borde del abismo en la guerra de los confederados. Si el Profeta lo hubiese deseado podría haber derramado su sangre, expulsarlos de Jaibar u obligados aceptar el Islam. Sin embargo, y contrariamente al ejemplo que quisieran poseer esos orientalistas que afirman que el Islam es la religión de la fuerza y la intolerancia, que se impuso por la espada, jamás hizo nada parecido el Profeta, sino que por el contrario les dio libertad de propiedad, de trabajo y de culto.

Si el Islam luchó contra Jaibar fue porque sus recursos en armamentos y fortalezas y los antecedentes de sus intrigas e instigaciones la convertían en una probable peligrosa base de operaciones contra la nueva religión. No tuvo más remedio entonces el Profeta (B.P.) que atacarlos  y desarmarlos, pero los dejó luego de hacer esto seguir trabajando y practicando su religión en libertad bajo un gobierno islámico.

En cuanto al impuesto que se les impuso anualmente, correspondía por cuanto ellos gozaban de la seguridad que les brindaba el gobierno islámico, protegiendo sus bienes y sus vidas, lo cual estaba exclusivamente a cargo de los musulmanes (los judíos y cristianos no integraban el ejército islámico). Y por otra parte, según algunos cálculos precisos, la cantidad de impuestos a su riqueza que abonaba cada musulmán era mayor que la que correspondía a los judíos, pues aquellos pagaban el zakat (diezmo) y el quinto (jumus), solventando incluso a menudo las necesidades del gobierno islámico. Por todo esto el impuesto anual aplicado a los protegidos (de la gente del Libro) en territorio del Islam no puede considerarse una extorsión. El representante del Profeta que cada año se presentaba para determinar el impuesto era una persona justa, valerosa y cuya justicia sorprendía a los judíos. Su nombre era Abdullab Ibn Rauaba, quien hallara el martirio en la batalla de Muta. Hubo oportunidades en que los judíos creían que él se había equivocado en el reparto, y cuando se lo comunicaban él les decía: “De acuerdo, si es así, que la parte que destiné a los musulmanes sea para ustedes y la vuestra sea para ellos”. Cuando esto sucedía exclamaban los judíos: “¡Por esta justicia es que se han elevado los cielos y la tierra!”.

Durante la recolección de los trofeos de la lucha de Jaibar se encontró una parte de la Torá. Los judíos solicitaron al Profeta que les fuera devuelta y él ordenó que así se hiciera.

LA OBSTINACION DE LOS JUDIOS

A pesar de este trato benévolo y afectuoso los judíos no abandonaron obstinadamente su inclinación a la traición. Acechaban al Profeta y a sus compañeros continuamente. He aquí dos ejemplos:

1) Un grupo judío engañó a una mujer de la aristocracia judía llamada Zainab utilizándola de medio para envenenar al Profeta. La mujer envió a alguien a preguntar al Enviado de Dios cuál de las partes de la oveja le gustaba más. El mandó responder que la que más le agradaba era la pierna-. Más tarde se la obsequió. Al primer bocado Muhammad descubrió que la carne estaba envenenada. De inmediato salivó. Pero su acompañante, Bashir Ibn Bara Marur, que ya había consumido algunos bocados, falleció luego de unos días.

El Profeta (B.P.) ordenó que trajeran a Zainab y le preguntó: “¿Por qué has cometido semejante injusticia?” Ella recurrió entonces a una infantil excusa alegando: “Tú has cambiado la situación de nuestra tribu. Pensé: que si sólo eras un comandante morirías al consumir la carne envenenada, pero que si realmente eras el Enviado de Dios te darías cuenta y no la comerías”. El Profeta (B.P.) la perdonó y no persiguió a los que la habían instigado. No cabe duda que si esto le hubiera ocurrido a otro que el Profeta (B.P.), fuera un rey, un gobernador o un comandante militar, habría derramado su sangre y la de sus instigadores.(*)

El atentado llevado a cabo por la mujer judía hizo que la mayoría de los creyentes temieran de Safiiab, la esposa del Profeta que había profesado el judaísmo, y comenzaron a pensar que quizás ella podía dañarlo. Por esta causa Abu Aiiub Al-Ansari protegió a Muhammad tanto en Jaibar como en Medina. El Profeta (B.P.) no sabía de la gran fidelidad de sus compañeros. Una mañana salió de su tienda y vio a Abu Aiiub que vigilaba la misma con su espada en la mano. El hombre le dijo: “Aún los efectos del fanatismo no se han desarraigado de esa mujer (Safiiah). No estoy seguro de su proceder. Por eso pasé aquí la noche: quise proteger tu vida”. El Profeta se alegró por los sentimientos de su antiguo amigo y suplicó a Dios por él.

2) Cierta vez Abdullab Ibn Sable, el encargado de trasladar la cosecha desde Jaibar a Medina, en el momento en que cumplía con su misión fue atacado por un grupo judío no identificado. Fue herido gravemente en el cuello y murió. El grupo agresor arrojó entonces el cadáver a una fuente de agua. Los jefes judíos informaron entonces al Profeta de la misteriosa muerte de su representante. El hermano de la víctima, Abdurrahmán Ibn Sahle, visitó al Profeta junto a sus primos. Durante la entrevista Abdurrahmán quiso hablar, pero como era menor que sus acompañantes el Profeta, por la cortesía habitual, le sugirió que permitiera hablar a sus mayores. Finalmente les dijo: “Si conocen al asesino de Abdullah, yo mismo lo pondré a vuestra disposición”. A pesar de que los familiares del mártir estaban enfurecidos no faltaron a la verdad y dijeron: “Realmente no sabemos quién fue el asesino”. El Profeta (B.P.) preguntó: “¿Estarían dispuestos a creer en el juramento de los judíos, si aseguran que no son los responsables del crimen y no conocen al asesino?” Respondieron: “Ni el pacto ni el juramento del pueblo judío es válido para nosotros”. De inmediato el Enviado de Dios escribió una carta en la que se dirigía a los jefes judíos. La misma decía: “El cadáver de un musulmán ha sido hallado en vuestras tierras, y por ello deberán pagar la indemnización”. Los judíos respondieron a su mensaje jurando no haber sido los responsables del hecho. El Enviado de Dios se encontró entonces en un callejón sin salida y para evitar más derramamiento de sangre, se hizo cargo del pago de la indemnización. De este modo, y una vez más, le demostró al pueblo judío que no era ni un aventurero ni un opresor. De haber sido simplemente un político ávido de poder, hubiera aprovechado el homicidio de Abdullah como excusa para aniquilar a los judíos. Bien dice el Sagrado Corán: “y no te hemos enviado sino como misericordia para los universos”.

Una mentira piadosa.

Un comerciante llamado Huyyay Ibn Alat, que vivía en Jaibar, mantenía relaciones comerciales con los mequinenses. La grandeza del Islam y el tolerante trato del Profeta para con el impertinente pueblo judío iluminaron su corazón. Visitó al Enviado de Dios y dio ante él el testimonio de fe. Más tarde, y con el fin de que los mequinenses le pagaran lo que le debían (antes que se enteraran de su conversión), ideó un plan muy astuto. Entró en la Meca y descubrió que los quraishitas estaban ansiosos por conocer lo ocurrido en Jaibar. Todos rodearon su camello y comenzaron a preguntarle con impaciencia acerca de la situación de Muhammad. Dijo entonces: “Muhammad fracasó de un modo que ustedes jamás han oído. Sus seguidores han muerto o han sido tomados cautivos, y él mismo lo está. Los jefes judíos han decidido traerlo a la Meca y ejecutarlo ante los ojos de Quraish”. La mentira de Huyyay los alegró muchísimo. El hombre entonces en seguida les propuso: “Por esta buena noticia que les he traído, les ruego me paguen sus deudas lo más pronto posible, pues deseo comprar a los prisioneros musulmanes antes de que lo hagan otros judíos”. Y los ingenuos, engañados, le saldaron sus deudas de inmediato. La noticia falsa se difundió por la ciudad y Abbás, el tío del Profeta, muy apenado, decidió entrevistarse con Huyyay para recabar mayor información. Este último, mediante señas, le hizo entender que hablaría con él luego. Posteriormente se reunió secretamente con Abbás en sus últimos minutos de estancia en la Meca y le contó: “He adherido al Islam y este plan lo urdí para que mis deudas me fueran saldadas. Lo que realmente sucedió es que el día que salí de Jaibar todas las fortalezas ya habían sido conquistadas por los musulmanes, y Safiiah, la hija de su jefe, fue tomada cautiva. Ahora se cuenta entre las esposas del Profeta. Divulga esta verdad tres días después de mi partida”. En cumplimiento a su pedido a los tres días Abbás vistió su mejor ropa, se acicaló con los más ricos perfumes, y tomando su báculo entró al recinto del Templo y realizó la circunvalción a la Ka‘aba. Los quraishitas se sorprendieron al notar la alegría de Abbás, pues el infortunio que conocían había afectado a su sobrino, debiera haberse vestido de luto. Pero Abbás teminó con su sorpresa cuando les dijo: “Lo que Huyyay les informó fue un astuto plan que urdió a fin de que fueran saldadas sus deudas. El se islamizó y partió de Jaibar precisamente en el momento en que Muhammad obtenía su mayor triunfo: Derrotó a los judíos, los desarmó, ejecutó a un grupo y tomó cautivo a otro”. Al escuchar esta noticia los jefes de Quraish se irritaron, pero no pasó mucho tiempo que otras fuentes confirmaron con sus noticias el relato de Abbás.

LA TOMA DE UADIU-L-QURA

El Enviado de Dios (B.P.) no consideró suficiente la conquista de Jaibar para aventar definitivamente las actividades anti-islámicas de los judíos, sino que creyó conveniente también dirigirse a Uadiu-l-Qura, punto de apoyo de este pueblo. Bloqueó sus fortalezas durante unos días y tras obtener la victoria estableció con sus habitantes el mismo pacto que antes había realizado con los de Jaibar. El Profeta (B.P.) terminó así de purificar al Hiyaz de la maldad de los judíos sediciosos desarmándolos y sometiéndolos al gobierno islámico.

Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam

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www.islamoriente.com , Fundación Cultural Oriente

 

* Este es un impuesto anual que pagan los habitantes de un territorio islámico no musulmanes por la protección que reciben de ese gobierno, y en compensación porque no están obligados a participar, como los musulmanes, en la guerra.

* Es conocido entre los musulmanes que el Profeta, durante la enfermedad previa a su muerte, decía: “Esta enfermedad se debe a la comida envenenada que aquella mujer judía me ofreció tras la victoria”, Aunque el Profeta salivó aquel bocado, parte del. mortal veneno se mezcló con su saliva y surtió lentamente efec­to en su organismo.

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