Historia del Islam en el V año de la hégira - el último nido de corrupción (los judíos de Banu Quraida quebraron el pacto con los musulmanes)
Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)
Por: Aiatollah Yafar Sobhani
EL V AÑO DE LA HEGIRA (CONTÍNUACION)
El primer año de la emigración a Medina el Profeta elaboró un documento para poner fin a las divisiones internas que sacudían esa ciudad. En conjunto, tanto los ausíes como los jazrayíes y los judíos se comprometieron por igual a defender la ciudad la en un capítulo anterior nos hemos referido detalladamente a ello. Además el Profeta (B.P.) estableció un pacto exclusivo con los judíos de Medina por el cual éstos serían ejecutados y despojados de sus pertenencias, mujeres e hijos si perjudicaban al Profeta o a sus seguidores o si proveían de armas o monturas a sus enemigos.
Las tres tribus judías quebrantaron, este pacto. Banu Qanuqa lo hizo al matar a un musulmán; Banu Nadir al planear el asesinato del Profeta, quien los obligó por ello a abandonar el territorio de Medina y Banu Quraida quebró el convenio colaborando íntimamente con el ejército árabe confederado. Veamos ahora cual fue el proceder del Mensajero de Dios para con ellos.
Aún no había amanecido cuando hasta el último de los confederados que sitiaba Medina se retiraban aterrados del territorio medinense. En los rostros de los musulmanes se reflejaba el cansancio y el agotamiento luego de un mes de soportar vigilantes el asedio. Sin embargo, Dios ordenó al Profeta atacar a Banu Quraida. El muezín pronunció el llamado a la oración y Muhammad (B.P.) guió a los creyentes en la plegaria del mediodía. Más tarde y según la orden del Profeta el muezín anunció a los fieles que la oración de la tarde se realizaría en los alrededores de la ciudadela de Banu Quraida. El Profeta (B.P.) entregó la bandera a Alí y los fuertes combatientes que habían conocido el triunfo viendo partir a los confederados, empezaron a seguirlo. Al llegar rodearon la fortaleza. Los vigilantes de la torre comunicaron de inmediato la presencia de los musulmanes y los judíos corrieron a cerrar las puertas. Se suscitó entonces una batalla de palabras. Los judíos ofendían e insultaban al Profeta (B.P.) desde las torres y ventanas. El abanderado del ejército, Alí, se dirigió a la ciudad y trató de impedir la salida del Profeta con el fin de que éste no escuchara semejantes insultos, pero el Enviado de Dios dijo: “Cuando sus ojos me vean no continuarán insultándome”. Muhammad (B.P.) se acercó a la fortaleza y les preguntó: “¿Acaso Dios no los humilló y los castigó ya?” (Refiriéndose al reciente fracaso).
Un consejo judío se reunió en la ciudadela de Banu Quraida para tratar la situación y del mismo participó Huai Ibn Ajtab, de la tribu de Banu Nadir, él mismo que los había incitado a colaborar con los confederados, y que no había regresado a Jaibar. Este jefe de los judíos hizo tres sugerencias a la asamblea del consejo, pidiendo que al menos una fuera aceptada: a) Islamizarse todos, puesto que la religión de Muhammad era veraz y definitiva, de lo cual había seguridad pues lo afirmaba la Torá; b) Matar a las mujeres y los niños, saliendo luego de la fortaleza para luchar hasta morir o triunfar; pues si perecían no tendrían preocupación alguna (de sus familias prisioneras), y si vencían podrían conseguir nuevas esposas e hijos; y c) dado que el día siguiente era sábado, y puesto que Muhammad y sus seguidores estaban en conocimiento de que los sábados los judíos se abstienen de toda actividad, aprovechar de su distracción para sorprenderlos durante la noche.
El consejo rechazó las tres sugerencias: jamás abandonarían su religión ni su Torá. La segunda no era viable porque no sería placentera la vida sin sus esposas e hijos; y en cuanto a la tercera posibilidad, era irrealizable pues se temía el azote de la ira divina como a los ancestros que violaron el sábado.
Estas propuestas y la respuesta del consejo nos dan una clara pauta del bajo nivel espiritual y además de la irracionalidad y poca sensatez de los judíos. El rechazo a la primera propuesta de Huai nos demuestra su contumacia y soberbia, pues si verdaderamente eran concientes de la veracidad del Profeta (como éste lo afirmó), resistirlo contra las evidencias de Dios era verdaderamente un grave pecado. En cuanto a la segunda proposición, demuestra el grado de crueldad de que eran posibles. A pesar de que el consejo rechazó esta propuesta, nadie preguntó bajo que pretexto podrían matarlos. En cuanto a la tercera posibilidad nos revela la baja valoración en que tenían al Profeta en cuanto a táctica y habilidad militar, pese a todo lo demostrado hasta entonces. ¿Se imaginaban por ventura que él no se precavería durante el sábado, sabiendo qué enemigo tan traicionero e impiadoso es el judío?
Un análisis de todas las circunstancias de la batalla de los confederados revela la poca sensatez de sus líderes y comandantes. En el caso de Banu Quraida, si hubieran sido sensatos, habrían resguardado su integridad no adhiriéndose a ninguno de ambos bandos (Islam e incredulidad), permaneciendo sólo como observadores del conflicto. De ese modo cualquiera hubiera sido el bando triunfante ellos habrían preservado su integridad. Pero desgraciadamente desde el primer momento se dejaron engañar por el convincente discurso de Huai Ibn Ajtab, quien los estimuló a sumarse al ejército confederado. Su desgraciado fin se perfiló cuando al cabo de un mes de secundar a los árabes decidieron en cambio seguir los consejos de Nu'im, solicitando a Quraish rehenes a cambio de su colaboración. Esta actitud suya precipitó la retirada de los confederados, que se sintieron débiles sin su apoyo, permaneciendo ellos solos como perjudicados en manos del gobierno islámico. Si hubieran poseído al menos un hábil sentido político habrían expresado su arrepentimiento por la ruptura del pacto en el momento preciso en que se separaron del ejército confederado, y pidiendo disculpas a Muhammad hubieran quedado a salvo tras el triunfo musulmán.
El Profeta por su parte, tras la huida de Quraish, no podía desatenderse de la suerte de Banu Quraida, pues no era irracional pensar que el ejército confederado podía regresar con abundantes pertrechos y bajo un clima mas próspero, y que Banu Quraida volvería a colaborar con ellos desde la retaguardia islámica. Tomar una decisión de inmediato, aprovechando la movilización de los hombres, era un asunto de vida o muerte para los musulmanes.
La traición de Abu Labbaba tras el bloqueo de la fortaleza.
Los judíos de Banu Quraida solicitaron al Profeta el envío de Abu Labbaba, perteneciente a la tribu de Aus, quien con anterioridad a su islamización había estado unido en un pacto amistoso con ellos. Cuando Abu Labbaba entró a la fortaleza mujeres y hombres lo rodearon y comenzaron a llorar y a suplicarle. Le preguntaban: “¿Es justo que nos rindamos sin ninguna condición de por medio?” Abu Labbaba respondió: “Si”, y con la mano señalando su cuello les insinuó que si se rendían serían ejecutados. Este traicionero sabía que el Profeta no estaba de acuerdo con la existencia de este grupo judío rebelde, por su gran peligrosidad para el Islam. Pronto no obstante Abu Labbaba se arrepintió de haber traicionado a los musulmanes (haciendo conocer sus planes). Muy pálido y tembloroso se retiró de la fortaleza, se dirigió a la mezquita y se amarró a una de las columnas. Hizo la promesa de que si Dios no lo perdonaba permanecería allí hasta el fin de su vida. Los intérpretes del Corán indican que la siguiente aleya fue revelada con motivo del suceso: “¡Creyentes! No traicionéis a Dios y al Enviado, ni traicionéis, a sabiendas, vuestros juramentos”. (8:27)
Lo noticia de lo ocurrido llegó a oídos del Mensajero de Dios, quien reflexionó: “Si hubiese venido a mí antes de amarrarse a la columna yo podría haber hecho algo por él, pero ahora que sé de su promesa, deberá permanecer allí”. A partir de aquel día, la esposa de Labbaba lo desataba para cada oración, y luego lo volvía a amarrar. Transcurrieron seis días y en la madrugada del séptimo el Profeta recibió la revelación que anunciaba la absolución de Abu Labbaba: “Otros reconocieron sus faltas pues confundieron una noble acción con otra vil, quizás Dios les absuelva, porque Dios es indulgentísimo, Misericordiosísimo”. (9: 102) Umm Salama vio el rostro brillante y risueño del Profeta que le decía: “Dios perdonó a Abu Labbaba.
¡Levántate y anúncialo!” Cuando la esposa del Profeta comunicó el mensaje todos concurrieron a la mezquita para desatar a aquel hombre pero él dijo: “Es el Profeta quien debe sacarme de aquí”. Cuando el Enviado de Dios (B.P.) se dirigió a la mezquita para realizar la oración del alba lo desató con sus benditas manos.
Obviamente el error de Abu Labbaba se debió a su indebido sentimentalismo. Fue el llanto de aquellas mujeres y hombres pertinaces en la traición lo que disminuyó su firmeza y lo llevó a confesar la intención de los musulmanes. Sin embargo, su fe y su temor a Dios eran superiores y lo obligaron a compensar su falta de una manera tal que jamás sería capaz de cometer otra semejante.
El resultado y resolución del conflicto.
Cierto día, durante el sitio de la ciudadela, un judío llamado Shas Ibn Qaiz salió de la fortaleza y se entrevistó con el Enviado de Dios para pedirle que permitiera a su tribu, Banu Quraida, salir de Medina con sus bienes muebles como lo habían hecho ya otras tribus judías. Pero Muhammad no aceptó su pedido y le dijo: “Ustedes deben rendirse sin poner condiciones de por medio”. De pronto el emisario cambió su propuesta y dijo: “Banu Quraida está dispuesta a dejar sus bienes”. Esta vez tampoco aceptó el Profeta (B.P.). Puede plantearse la pregunta: ¿por qué no aceptó el Enviado de Dios las propuestas? El motivo se presenta claro. No era alejado de la realidad suponer que ellos, al igual que Banu Nadir, una vez fuera del dominio de los musulmanes, instaran a las tribus árabes idólatras a enfrentar a los creyentes, causando grandes perjuicios y derramamiento de sangre. Shas se retiró y comunicó a sus jefes lo sucedido. Finalmente Banu Quraida decidió rendirse. Otra versión señala que los judíos aseguraron rendirse en tanto y en cuanto fuese Saad Ibn Ma‘ad quien juzgase sus faltas.
Las puertas de la fortaleza fueron abiertas y Alí el Comandante de los creyentes entró a ella junto a un comando. Los judíos fueron desarmados y arrestados en las casas de Banu Nayyar. Allí se decidiría definitivamente sobre su futuro. A raíz de que anteriormente los judíos de Banu Qanuqa habían sido arrestados por el ejército islámico y luego perdonados por la mediación de los jazrayíes, especialmente de Abdullah Ibn Ubai, los ausíes (rivalizando con los jazrayíes) insistieron al Profeta para que perdonase a Banu Quraida. Sin embargo él se resistió a concretar su pedido y les dijo: “Dejaré el arbitraje de este asunto en manos del comandante Saad Ibn Ma‘ad y aceptaré lo que él decida”. Todos los presentes estuvieron de acuerdo con la decisión del Enviado de Dios. Lo interesante de la cuestión es que Banu Quraida también estuvo de acuerdo con el arbitraje. Saad Ibn Ma‘ad, herido de flecha en uno de sus brazos, permanecía en reposo en la tienda de Zumaida, una hábil enfermera. El Profeta solía visitarlo. Los jóvenes de Aus se presentaron ante Muhammad. Cuando Saad tomó parte en la reunión el Profeta les sugirió respetar a su líder, los presentes se pusieron entonces de pie y lo saludaron. Sus acompañantes le insistían en que fuera bondadoso con Banu Quraida y que los salvara de la muerte. Pero a pesar de sus insistencias Saad sentencio lo siguiente: Que sus hombres fuesen ejecutados, sus bienes repartidos y sus mujeres y niños tomados como prisioneros.
Un análisis de la decisión de Saad Ibn Ma‘ad.
Indudablemente que si en los procesos judiciales los sentimientos y las emociones de los jueces prevalecieran sobre su razón e intelecto los juicios serían un caos, y el orden de la sociedad toda desaparecería. Ocurre que los sentimientos son como la ansiedad, que muestra lo perjudicial como bueno y provechoso. Con el triunfo del sentimentalismo sobre la razón se pisotean los intereses individuales y comunes. Los sentimientos de Saad, las escenas desgarradoras de las mujeres y los niños de Banu Quraida, el arresto de sus hombres y la consideración de la propuesta de los ausíes que insistían en el perdón de los judíos, todo ello exigía del juez que votara por el interés de una minoría (Banu Quraida) contra el de una mayoría (los musulmanes), justificando sus crímenes, perdonándolos, disminuyendo el castigo o sometiéndose a las propuestas hechas anteriormente por Shas. Pero la lógica y la razón más la libertad e independencia del juez, y por último la consideración de los intereses generales lo guiaron hacia una solución correcta. La sentencia puede fundamentarse en las siguientes consideraciones:
1) Los judíos de Banu Quraida no hacía mucho que habían establecido un pacto con el Profeta, por el cual si se levantaban en armas contra el Islam y los musulmanes, secundando a sus enemigos, los creyentes tendrían derecho a matarlos. El juez habrá reflexionado entonces: Mi sentencia no es contraria a la justicia.
2) El grupo que quebrantó el pacto mencionado (Banu Quraida) convirtió durante un tiempo a la ciudad de Medina en una ciudad insegura, cuando entraban a las casas de los musulmanes, para atemorizarlos. Y si no hubiera sido por la continua preocupación del Profeta y el envío de patrullas que restablecieran la seguridad, los planes de Banu Quraida habrían tenido éxito y los musulmanes habrían sido derrotados y ejecutados, quedando sus bienes en manos judías. Saad Ibn Ma‘ad habrá pensado: “Mi actitud no atenta contra la justicia”.
3) Saad era el jefe de la tribu de Aus, y un pacto establecido cierta vez con Banu Quraida hizo crecer entre ellos una gran amistad. Es probable que estuviera informado de las leyes penales de los judíos. Dice el Antiguo Testamento: “Cuando te dirijas a una ciudad para librar una batalla primero convoca a tu enemigo a la paz y si no acepta y prefiere la puerta de la guerra, bloquea la ciudad y cuando ella ya esté en tus manos, mata a todos sus hombres; y a las mujeres, los niños y los animales tómalos como trofeo”. Quizá Saad creyó que lo más justo era castigarlos de acuerdo a sus propios mandatos religiosos.
4) Nosotros pensamos que el principal motivo de la sentencia de Saad fue lo que él había presenciado de las experiencias anteriores. Había sido testigo de cómo luego del pedido de los jazrayíes el Enviado de Dios (B.P.) habia perdonado a Banu Qunaqa, acordando su retiro de Medina. También recordó de qué manera, cuando aún la tribu anteriormente mencionada no había salido todavía totalmente de Medina, Kaab Ashraf se dirigió a la Meca, y allí conspiró, lamentándose falsamente por los muertos quraishitas de Badr, y no cesando hasta conseguir instar a los árabes a emprender otra guerra contra los musulmanes. Y esto desembocó en la batalla de Uhud, donde 70 hijos del Islam fueron martirizados. También Banu Nadir fue perdonado por el Profeta, y sin embargo ellos se aliaron a la coalición militar de los confederados, siendo los instigadores principales. En este caso si no hubiera mediado la habilidad del Profeta y el recurso táctico de la zanja, los musulmanes habrían sido derrotados en los primeros días del asedio sin que quedara ni un solo hombre. Miles hubieran muerto. Saad tenía seguramente en mente todos estos acontecimientos del pasado cercano en conexión con los judíos, y éstas tristes experiencias no le permitían someterse al dictado de los sentimientos, sacrificando la posible sobre vivencia de miles de sus hermanos en la fe por la amistad de una minoría, que en un futuro no muy lejano se uniría a otro ejército anti-islámico, o incitaría a formarlo. Su diagnóstico debe haber sido entonces que los judíos representaban para la sociedad islámica un peligro mortal con un cien por ciento de seguridad de que, una vez libres del dominio musulmán, no permanecerían neutrales sino que volverían a incitar a la guerra. Si no hubiera sido por estas firmes razones, acceder al anhelo general habría sido valioso y provechoso.
El jefe de un grupo necesita en primer lugar del apoyo de la gente que conduce, y es obvio que si rechaza sus requerimientos su prestigio se verá dañado. No obstante vemos que Saad consideró el deseo de su tribu como algo opuesto a los intereses de todos los musulmanes, y por eso prefirió obtener la insatisfacción de su gente antes que desistir del mandato de su razón.
La prueba de que el diagnóstico de Saad fue el correcto es lo siguiente: Al ser llevados hacia el lugar en que se aplicarían las sentencias, los integrantes de Banu Quraida dejaron traslucir los secretos que guardaban sus corazones. Cuando los ojos de Huai Ibn Ajtab se posaron en el Profeta dijo: “No me arrepiento de mi rencoroso proceder ante tí. Dios humilla a quien humilla”. Luego dijo a su gente: “No se preocupen por la orden divina; la desgracia y la humillación de Bani Israil es definitiva “.Una de las mujeres también fue ejecutada por haber matado a un musulmán arrojándole un molino. De entre los condenados, un hombre llamado Zubai Baata fue absuelto por la intervención de un musulmán llamado Saad Ibn Qais. Su familia y sus bienes le fueron reintegrados. Sólo cuatro judíos se islamizaron. Luego de apartar el quinto correspondiente al gobierno islámico los trofeos fueron repartidos entre los musulmanes. Tres de las partes correspondieron a la caballería y una a los infantes. El Profeta entregó la quinta parte a Zaid para que fuera a Nayd, la vendiera y comprara armamento.
El evento de Banu Quraida culminó el 19 de Dhul Hiyya del quinto año de la Hégira, y se revelaron las aleyas 26 y 27 de la Sura Al Ahzab: “y desalojó de sus fortalezas a los adeptos del Libro que habían secundado a los conjurados, e infundió el terror en sus corazones. Habéis matado a una parte y hecho cautiva a la otra. Y os hizo herederos de su tierra, de su casa y de su hacienda, y tierra que todavía no habéis hollado, porque Dios es Omnipotente”.
Saad Ibn Ma‘ad, que había sido herido en la batalla de los confederados, encontró el martirio luego de sentenciar en el caso de Banu Quraida.
Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam
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