Historia del Islam en el VI año de la hégira - Los enemigos del Islam están bajo control
Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)
Por: Aiatollah Yafar Sobhani
LOS ENEMIGOS DEL ISLAM ESTAN BAJO CONTROL
Los confederados y la tribu de Banu Quraida fueron derrotados antes de terminar el V año de la Hégira. Medina y sus alrededores estaban en manos de los musulmanes. Las bases del novel gobierno islámico se fortalecieron y una relativa tranquilidad reinaba en todo el territorio. Pero era una paz transitoria. El Enviado de Dios (B.P.) debía vigilar de continuo a sus enemigos y desbaratar cualquier complot justo en el momento de su inicio.
La tranquilidad del medio ambiente le permitió eliminar a algunos de los grupos que habían participado en la guerra de los confederados y que habían huido tras los árabes. Huai Ibn Ajtab fue ejecutado, pero su ayudante Sallam Ibn Abil Huqaiq permanecía en Jaibar, y era obvio que este peligroso elemento jamás dejaría de trabajar en la incitación de la lucha contra el Islam, especialmente si se tiene en cuenta que el enemigo idólatra estaba dispuesto para luchar, y más aún si se lo patrocinaba, lo cual daría lugar a una nueva coalición. Basado en tales cálculos el Profeta encomendó a un grupo de valientes de la tribu de Jazray (*) eliminar a este sedicioso.
El valiente comando jazrayita penetró en la fortaleza de Jaibar durante la noche y cerraron las puertas de las casas vecinas a la de Sallam. Llamaron a su puerta, su mujer abrió y preguntó quiénes eran. Le respondieron que eran árabes que venían a comprar provisiones. Sin pedir mayores explicaciones la mujer los dejó entrar y los llevó a las habitaciones de su esposo que recién se había acostado. La mujer se retiró y los musulmanes, para evitar que escuchara cualquier tipo de ruidos, cerraron también la puerta de la habitación. Luego acabaron con la vida del peligroso sedicioso que durante mucho tiempo había privado de la tranquilidad a los musulmanes. De inmediato abandonaron la casa y se escondieron. La esposa de Sallam comenzó a gritar y sus vecinos se despertaron. Provistos de luces de noche comenzaron a perseguir a los jazrayíes, y al no encontrarlos regresaron a sus moradas. Uno de los musulmanes decidió aparecer ante los judíos como un desconocido para averiguar como había terminado el asunto, pues pensaron que quizás Sallam no había muerto. Y así lo hizo y cuando la esposa relataba lo sucedido, miró el cuerpo de su esposo y dijo: “¡Por el Dios de los judíos! ¡Sallam está muerto!” El creyente abandonó el lugar y puso al tanto a sus compañeros del éxito de la misión. En medio de la oscuridad de la noche todos salieron del escondite, se dirigieron a Medina e informaron al Profeta del resultado obtenido.
UNA COMISION QURAISHTA A ETIOPIA
Una previsora comisión quraishita, que estaba espantada por el creciente poder y avance del Islam, se dirigió a Habashe (Etiopía) para establecer allí su morada. Pensaban que si Muhammad se apoderaba algún día de la península arábiga debían estar preparados y asentados, al menos un grupo de ellos, en tierras de Etiopía. En el caso de que Quraish triunfara sobre el Islam regresarían nuevamente a sus hogares. Una de las personas que integraban la comisión era Amru Ass, que dejó el Hiyaz llevando consigo cuantiosos obsequios. Casualmente el mismo día de su arribo a Etiopía llegaba allí un representante del Profeta, Amr Ibn Umaiah AI-Zamarí, quien portaba un importante mensaje para el rey referido a los inmigrantes musulmanes. Amru Ass le dijo enseguida a sus compañeros: “Ahora mismo me presentaré ante el rey y le pediré que me permita asesinar al representante musulmán”. Para llevar adelante su intención Amru entró en la corte, besó el suelo y de acuerdo a una antigua costumbre se prosternó ante el rey. Este lo trató amablemente y le preguntó: “¿Me has traído obsequios de tu tierra?” Amru se los entregó y le dijo: “El hombre que acaba de salir representa a una persona que ha dado muerte a muchos de nuestros grandes. Si tú me permites asesinarlo en represalia por ello, será para mí un gran favor”. Estas palabras de Amru encolerizaron al Negus, quien lo abofeteó y dijo enfurecido: “¿Acaso me pides que ponga a tu disposición al hombre que representa a aquél que recibe al ángel de la revelación, igual que Moisés (P.)? ¡Por Dios que él está con la verdad y triunfará sobre sus enemigos”. Narró Amru Ass: “Cuando oí sus palabras creí en la religión de Muhammad pero oculté ese sentimiento a mis compañeros.
Una prevención contra nuevos ataques a los difusores.
Mencionamos en un capítulo anterior las masacres de las delegaciones enviadas para difundir el Islam a diversas tribus, como el caso del grupo que fue atacado en Rayí' y que se dirigía a las tribus de Adhul y Qarrah (dos ramas de la tribu de Banu Lahian), dos de cuyos integrantes fueron crucificados luego por los quraishitas. Desde entonces los viajes para la difusión del Islam se interrumpieron. No obstante, dado que el peligro que representaban los confederados había desaparecido, el líder del Islam considero necesario y oportuno reprimir a la tribu de Banu Lahian como un modo de advertir a otras tribus que quisieran adoptar conductas semejantes. Para ello en el quinto mes del VI año de la Hégira Muhammad nombró como su sucesor en Medina a Ibn Umm Maktum. Viajaría pero no comunicó a nadie el destino de ese viaje pues temía que llegase a oídos de Quraish o de Banu Lahian. En un primer momento la expedición tomo la ruta de Sham, pero luego se desvió hacia la ruta que lo llevaría a Qarrah, tierras de la tribu de Banu Lahian. No obstante las precauciones el enemigo había descubierto este viaje y se había refugiado en las montañas. A pesar de ello, las maniobras militares del grupo que acompañaba al Profeta humillaron al enemigo e infundieron miedo en sus corazones. Más tarde emprendió una segunda expedición militar y partió con 200 soldados hacia Asfán, sitio próximo a la Meca. Posteriormente envió diez personas con el encargo de grupo investigador a los alrededores de la Meca. Al verlos los mequinenses comenzaron a comprender la magnitud del creciente poder de los musulmanes.
Relata Yabir Ibn Abdullah: “Tras el regreso del viaje decía el Enviado de Dios: ‘Me refugio en Dios de los dolores del viaje, de las dificultades de los desplazamientos y de los tristes sucesos de la vida mundanal’.”
Pocos días después del regreso del Profeta a Medina, Uiainat Ibn Hisn AI-Qazarí y un grupo de la tribu de Gatfan robaron una manada de camellos que se encontraba en Qabah, mataron al pastor y tomaron cautiva a una mujer musulmana. Salama Aslamí, que había salido de Medina para cazar vio lo sucedido e inmediatamente subió a la montaña de Sal' y pidió auxilio exclamando: “¡Ua Sabahah!” (expresión árabe para pedir auxilio). Luego persiguió a los ladrones y comenzó a arrojarles flechas para dificultarles la huída. El Profeta (B.P.) fue la primera persona que oyó las exclamaciones de Salama. En seguida pidió auxilio. De pronto un grupo se presentó y fue enviado a perseguir a los malhechores. El comandante del grupo era Salad Ibn Zaid. Muhammad fue tras ellos. Se entabló, entonces una breve escaramuza en la cual resultaron muertos dos musulmanes y tres de los mal vivientes. Finalmente se recuperó a la mujer y un número importante de camellos. El resto de los incursionadores se refugiaron en territorio de la tribu de Gatfan. El Enviado de Dios (B.P.) permaneció un día entero en Dhu Qarad y no consideró conveniente la persecución a pesar de la insistencia de sus combatientes; luego regresaron a Medina.
Una promesa indebida.
La mujer que había sido secuestrada y luego liberada se presentó ante el Profeta (B.P.) y le dijo: “Cuando me llevaban prisionera montada en este camello (señalando el camello del Profeta) prometí que si me salvaba lo sacrificaría”. El Enviado de Dios, sonrisa de por medio, le dijo: “¡Qué mala recompensa la del camello! ¿El te rescató y tú lo matarás?” Luego tomando el tema seriamente agregó: “La promesa en la que existe desobediencia a Dios, o aquélla que se debe cumplir con bienes ajenos no es válida. Tú prometiste hacer algo con lo que no te pertenece, por lo tanto no es necesario que lo cumplas”.
LOS SUBLEVADOS DE BANU AL-MUSTALAQ
El poder y organización militar que los musulmanes habían obtenido hacia el VI año de la Hégira era extraordinario (para lo usual en la península arábiga). A raíz de ello ya se desplazaban con más seguridad, e incluso podían hacer excursiones a las cercanías de la Meca sin correr mayores riesgos. Este poder militar sin embargo no llevaba en sí un fin egoísta ni imperialista, ni procuraba apoderarse de las tribus ni de sus bienes. Si no hubiese sido por la persecución y privación de su libertad que sufrieron los musulmanes el Enviado de Dios jamás habría adquirido armas ni alistado soldados. El líder del Islam debía fortalecer la capacidad defensiva pues la tarea de difusión de la verdad en Arabia estaba continuamente bajo la amenaza enemiga. Las motivaciones de las batallas y escaramuzas libradas por el Profeta (B.P.) fueron siempre una de las tres que se indican a continuación:
l.-Respuesta a las agresiones de los inicuos (ejemplo: Badr, Uhud, Al-Ahzab );
2.-Castigar a los opresores que asesinaban musulmanes y a las delegaciones enviadas para la difusión, así como a los traidores que rompían sus pactos ayudando y colaborando con el enemigo (Ejemplo: las tres tribus judías de Medina, y la tribu de Banu Lahian);
3.-Desbaratar los intentos sediciosos de las tribus que reunían armas para atacar Medina.
Podemos afirmar que la mayoría de las pequeñas luchas que se libraron respondían a esta última motivación.
LA BATALLA DE BANU AL-MUSTALAQ
Banu Al-Mustalaq era una rama de la tribu de Jazaar, vecina de Quraish. Se supo en Medina que Hariz Ibn Abi Zarar, jefe de la tribu, estaba reuniendo armas y hombres para atacar la capital del Islam. Al igual que en otras ocasiones el Profeta (B.P.) decidió aplastar esta maquinación en su mismo punto de origen, antes de que creciera. Para ello envió a uno de sus discípulos fieles, Buraida, a conseguir información en los territorios de la tribu ya mencionada. Este compañero del Profeta (B.P.) tomó contacto con los jefes de la misma y al enterarse bien de sus intenciones regresó a Medina para informarlas corroborando las primeras versiones conocidas. El Profeta (B.P.) y sus combatientes se enfrentaron a este enemigo junto al pozo de Muraisi. Se entabló la batalla, y la fuerza y denuedo de los musulmanes pusieron en fuga al enemigo tras breve combate. El saldo fue de 10 inicuos muertos, y un musulmán que cayó por error. El ejército islámico se hizo con un gran botín y tomó cautivas a las mujeres.
La principal lección de este combate fue la política que adoptó el Profeta (B.P.) al finalizar la misma. Luego de la batalla se suscitó una discrepancia entre los muhayir (emigrados de la Meca) y los ansár (auxiliares de Medina), y si no hubiera sido por las sensatas y hábiles medidas tomadas por Muhammad se habría quebrado la unidad islámica por la acción de unos pocos ignorantes. Sucedió lo siguiente: Luego de terminar la lucha dos musulmanes, Yahyah Ibn Mas'ud (de los emigrados) y Sanan Ibn Yahní (de los auxiliares de Medina), discutieron por un poco de agua. Tanto uno como otro pidieron ayuda a sus c1anes. Lejos de la ciudad, los musulmanes casi se matan entre ellos. Pero el Profeta (B.P.) le dijo: “Dejen que se peleen solos. Sus gritos de auxilio son repudiables. Se parecen a los gritos de la época de la ignorancia. Los efectos de esa ignorancia aún no han salido de sus corazones. No conocen el programa del Islam, para el cual todos los musulmanes son hermanos. Las voces que llevan a la discrepancia y la desunión no sirven para el credo monoteísta”.
Un hipócrita vuelve a encender la llama de la discordia.
Con la exhortación anteriormente transcripta el Profeta (B.P.) pudo detener el incipiente conflicto y calmar a ambos grupos. Pero Abdullah Ibn Ubai, jefe del partido hipócrita, que guardaba un gran rencor hacia el Islam y sólo participaba en las batallas por el botín, expresó su odio e hipocresía diciendo en una reunión: “La culpa de todo la tenemos nosotros, los habitantes de Medina, que dimos albergue a los de la Meca y los protegimos de la maldad del enemigo. Nuestra situación se asemeja ahora al refrán que dice ‘cría a tu perro para que te coma’.
¡Por Dios!, que cuando regresemos a Medina, el valiente y honroso grupo de nuestra ciudad deberá expulsar a los incapaces y débiles (refiriéndose a los muhayirún)”. Sus palabras surtieron efecto en esos corazones que aún guardaban buena parte del viejo fanatismo y rivalidad árabe, y que habían accedido de golpe, hacía muy poco, a las costumbres islámicas y la idea de la Unidad divina. Afortunadamente un valiente joven musulmán llamado Zaid Ibn Arqam, que presenció la reunión, respondió enfáticamente a sus satánicas proposiciones: “¡Por Dios! que el débil y humillado eres tú, que no gozas de respeto ni siquiera entre tus mismos familiares. Muhammad en cambio es querido por todos los musulmanes, y sus corazones rebozan de amor y cariño hacia él”. Luego se levantó y se dirigió a ver al Profeta enterándolo de la actitud sediciosa de Abdullah. Para resguardar la unión el santo Profeta (B.P.) rechazó en tres oportunidades lo dicho por Zaid. Le decía: “Quizás tú te equivocas, y escuchaste mal.” “Quizás tu ira te obligó a decirlo...” “Quizás sólo se refería a ti, y no tenía mayores intenciones”. Pero Zaid refutó las tres posibilidades y dijo: “¡No! El tuvo la intención de crear la discordia y la desunión”. El que sería luego el segundo Califa del Islam solicitó al Profeta que expidiese la orden de matarlo, pero el Enviado de Dios dijo: “No es conveniente, pues dirán que Muhammad mata a sus compañeros”.
Cuando Abdullah Ibn Ubai se enteró de la conversación mantenida entre el Profeta y Zaid lo visitó y le dijo: “¡Enviado de Dios!, yo jamás he proferido tales palabras”. Y un grupo de conservadores que lo apoyaba acotó: “Zaid malinterpretó las palabras de Abdullah”. El asunto no terminaba allí, pues la relativa quietud se asemejaba al remanso que precede a una tormenta, y durante el cual no se puede confiar. El Profeta debía hacer algo para que ambas partes olvidasen lo sucedido. Con ese fin dio entonces la orden de partida, a pesar de que no era en absoluto el momento adecuado. Usaid Ibn Hazir se acercó al Profeta (B.P.) y le dijo: “Este no es el momento adecuado para partir, ¿cuál es la causa de esta orden?” Le respondió: “¿Acaso no te has enterado del fuego que encendió Abdullah Ibn Ubai?” Usaid dijo entonces: “¡Querido Profeta! El poder está en tus manos, puedes echarlo si quieres. Tú eres el amado y él es el humillado e inferior. Trátalo con suavidad pues es un hombre derrotado. Antes de tu emigración, tanto ausíes como jazrayíes habíamos decidido nombrarlo nuestro rey, y ya se estaban reuniendo las joyas para su corona. De pronto apareció la estrella del Islam y aquella determinación se hundió en el olvido, por lo que la gente lo hizo a un lado. Por todo esto él te considera la causa de su fracaso”.
Se libró la orden de partida. Los soldados anduvieron más de 24 horas parando sólo para las oraciones. Al segundo día de viaje hacía mucho calor y a ninguno de los expedicionarios le quedaban fuerzas para continuar la marcha. Acamparon. No bien bajaron de sus monturas se quedaron dormidos, y los malos recuerdos de dos jornadas atrás fueron borrados de sus corazones consumiéndose así la llama de la discordia.
Un creyente que eligió entre la fe y los sentimientos.
Siguiendo la pura enseñanza del Islam, el hijo de Abdullah Ibn Ubai, un joven creyente, de gran pureza, trataba a su padre, hipócrita reconocido por muchos, con el cariño y deferencia que ordena el Corán. Cuando se enteró de lo sucedido creyó que el Profeta (B.P.) expediría la orden de ejecución contra su progenitor y por tal motivo fue a ver al Mensajero de Dios y le dijo: “Si tu decisión es ejecutar a mi padre, yo mismo estoy dispuesto a aplicar la sentencia. Y te ruego que no confíes la misión ningún otro que a mí. Temo no poder resistir al carácter vengativo del árabe (que hay en mí), y ello me haga asesinar a un hermano musulmán (quien mate a mi padre) terminando en la desgracia”. Las palabras de este joven son una clara evidencia de su elevada fe. ¿Por qué no le pidió al Profeta que perdonara a su padre? Porque sabía que lo que el Enviado de Dios decidía era una orden divina. El joven se encontraba en medio de sentimientos encontrados: por un lado los sentimientos hacia su padre y su carácter y costumbre árabe, que lo instarían a matar a quien ejecutara la orden, y por otro la necesidad de la paz y concordia en la comunidad islámica, que requerían que su padre fuese ejecutado. En esta disputa interior el muchacho eligió un tercer camino por el cual se resguardaban a la vez los intereses del Islam y se garantizaban la inmunidad de sus sentimientos. A pesar de que una actitud así era difícil de adoptar, la fuerza de la fe y su sometimiento a la Voluntad divina le dieron tranquilidad. No obstante el compasivo Profeta (B.P.) le dijo: “No existe semejante orden, trataremos a tu padre cordialmente”. Esta frase que demuestra la grandeza espiritual de Muhammad asombró a todos los musulmanes. Pero además se alzó una ola de objeciones y reproches contra Abdullah. De allí en más quedó tan humillado ante la gente, que ya nadie le dio importancia a sus palabras. Con su proceder el Profeta (B.P.) dio muchas enseñanzas y mostró la racional política del Islam. Después de lo sucedido el jefe de los hipócritas ya no pudo recobrar su prestigio y debió vivir permanente mente bajo el odio y el reproche de la gente. Cierto día el Profeta le dijo a Umar Ibn Al-Jattab: “El día que me sugeriste matarlo no lo hice porque había personas que se condolerían de su situación y se alzarían para defenderlo. Sin embargo hoy puedo asegurarte que es tan odiado por las multitudes que si expido la orden de ejecución lo matan en un abrir y cerrar de ojos”.
Un casamiento bendito.
La hija de Hariz Ibn Zarar, jefe de los sublevados de Banu Al-Mustalaq, era una de las prisioneras tomadas al finalizar la lucha. Hariz fue en su busca y cuando llegó al desierto de Aqiq eligió dos camellos que llevaba con el fin de rescatar a su hija y los dejó al pie de una montaña. Cuando se entrevistó con el Profeta (B.P.) le dijo: “Vengo a rescatar a mi hija”. Muhammad le preguntó: “¿Dónde están los camellos que ocultaste al pie de una montaña?” Al escucharlo Hariz tembló, y más tarde él y sus dos hijos se islamizaron. De inmediato envió por los camellos y se los entregó al Enviado de Dios. Su hija fue de ese modo liberada y también se islamizó. Posteriormente el Profeta (B.P.) pidió la mano de la joven a lo cual su padre accedió con gran satisfacción. La noticia del nuevo parentesco del Profeta con Hariz se divulgó entre los musulmanes. A raíz de aquel matrimonio 100 familias de Banu Al Mustalaq fueron liberadas (porque habían pasado a ser parientes del Profeta). La gente decía: “Por cierto que no hubo mujer más bendita que ésta para su pueblo”. Finalmente todos los prisioneros de la batalla, de una forma u otra fueron liberados y devueltos a su tribu.
Se descubre la falsa noticia de un malvado.
La adhesión de Banu AI-Mustalaq al Islam fue realmente sincera, y se débió principalmente al cariño y buen trato que sus prisioneros recibieron de parte de los musulmanes durante el tiempo que estuvieron en Medina. Una vez liberados e islamizados, al tiempo el Profeta envió a verlos a Ualid Ibn Uqbah para solicitarles el Zakat (el diezmo). Cuando los miembros de Banu AI-Mustalaq se enteraron del arribo de este representante del Enviado de Dios (B.P.) montaron sus caballos y salieron a recibirlo. Cuando Ualid los divisó pensó que lo matarían, y emprendió presuroso su regreso a Medina. Al llegar inventó una mentira diciendo: “Me quisieron matar y no me pagaron el zakat”. La noticia se divulgó, y sorprendió pues nadie en verdad esperaba semejante comportamiento de la tribu de Banu Al-Mustalaq. En esos precisos momentos arribó una delegación de la tribu a Medina. Los delegados dijeron: “Nosotros nos dirigíamos a su encuentro con la intención de pagar el zakat pero sorpresivamente se alejó de nosotros y regreso a Medina. Vinimos porque supimos que alegó algo contradictorio”. Y entonces se reveló la sexta aleya de la sura AI-Huyurat que corroboraba lo afirmado por Banu Al Mustalaq y desmentía a Ualid: “¡Creyentes!, cuando un malvado os traiga una noticia, examinadla prudentemente para no perjudicar a alguien por ignorancia, porque entonces os arrepentiréis de lo que hayáis hecho” (49:6).
Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam
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* La misión fue encargada a los jazrayíes pues los ausíes habían ejecutado ya previamente a K’ab Ibn Ashraf, y el Profeta no quiso ser injusto encargándoles también esta misión