Breve biografía del mártir Chamrán

Mustafa Chamrán nació en el año 1932 en la ciudad santa de Qom. Vivió su infancia en la capital de Irán, Teherán, finalizó sus estudios primarios en la primaria “Entesarie” y sus estudios secundarios (con orientación industrial) y luego entró en la Universidad (Facultad de estudios industriales) de Teherán y en el año 1956 se graduó en la especialidad en electricidad con diploma de honor.

Chamrán se destacó en cada etapa de sus estudios. Y siempre tuvo una activa presencia en debates políticos y religiosos. Fue un perfecto ejemplo de un adolescente y luego, un joven puro, luchador, de pensamientos profundos y un ser apreciado por todos. Luego, gracias a la beca obtenida por mejor alumno, logró viajar a los Estados Unidos para completar sus estudios. En la Universidad de Texas se recibió de ingeniero en electricidad (con posgrado) y luego fue transferido a la Universidad de Berkeley en California, una de las mejores en ése país, en donde se benefició de los más destacados profesores de física, obteniendo así su doctorado en electrónica y física plasmática con las más altas notas. Se dedicó un tiempo a la investigación en uno de los más importantes centros de investigación científica, junto a famosos científicos e investigadores.

Además de tener esta inigualable trayectoria académica, logró simultáneamente fundar y organizar la lucha antiimperialista y antimonárquica (contra el régimen despótico del Shah de Irán) y fomentar amplias actividades islámicas en los Estados Unidos.

Luego del fracaso de los árabes en la guerra del año 1967 (contra Israel) América del Norte, gran sueño para muchos, le resultó estrecha y se dirigió a Europa, Argelia y Egipto para formarse en el campo militar y la guerrilla. Vivió dos años en Egipto. Luego del fallecimiento de Yamal Abd an-Nasr y tras la invitación del Imam Musa As-Sadr, líder de los shias de Líbano (en ese momento) se dirigió a Líbano, la tierra de catástrofe, dolor y penuria de los musulmanes, en especial los shias.  Mustafa Chamrán se alojó en el sur de Líbano, en la ciudad de Tiro, junto a las fronteras de Palestina ocupada. Pero debemos aclarar que sus actividades no se limitaban al sur de Líbano, él dejo su huella en todo Líbano, donde sea que hubo dolor, peligro, y resistencia. Siempre se encontró a la vanguardia protegiendo al pueblo indefenso de ese país. Fundó en el sur de Líbano diferentes movimientos de guerrillas armadas y a la vez puso todo su empeño en educar a los más destacados, entrenados y valientes combatientes del Islam usando su profundo pensamiento islámico y así elevando y fortaleciendo la espiritualidad de los combatientes y sus creencias e ideología islámica.

Sus seguidores y alumnos, hoy día en Líbano, crean epopeyas en base a los mismos valores, creencias y espíritu de amor al martirio.

Tras la victoria de la revolución islámica de Irán, regresó a su país de origen, lleno de ansiedad, afecto, y emoción; junto a un grupo de noventa y dos personas de las más destacadas personalidades políticas y religiosas de Líbano. Lo primero que hizo fue ir al encuentro de su venerado líder, Imam Jomeini (r.a), y decidió establecerse en Irán gracias a la recomendación del difunto Imam, aunque siguió participando activamente en los asuntos de Líbano a la distancia. Con la orden del Imam Jomeini se convirtió en uno de los fundadores de una fuerza militar denominada “guardianes de la revolución.”

En Irán cumplió un importante rol sofocando peligrosos complots divisionistas en Kurdistán (Oeste de Irán) y a pesar de haber sido el secretario del Primer Ministro, se vistió con el uniforme militar y luchó en el frente de numerosas batallas y de esa forma eternizó su nombre y el de la ciudad de Paveh en la historia de Irán.

Con el comienzo de la guerra impuesta (Irán-Iraq) se dirigió a Juzestán y tomó el mando de las fuerzas voluntarias populares y militares que fueron denominadas  “comité de batallas no organizadas” y comenzó un largo recorrido lleno de visión, sacrificio, martirio, epopeyas y resistencia.

Finalmente, mientras su nombre y el de sus soldados llenaban de espíritu a la gente y hacían temblar a los enemigos, Chamran fue herido por un mortero, el mediodía del día 31 de Khurdad de 1360 (1982) y así fue cómo abrazó al martirio y se elevó y llegó al encuentro con Dios (Alabado y Exaltado sea) para seguir vivo y recibir Su sustento.

¿Por qué es importante saber sobre la vida de este gran hombre? Vemos que al haber vivido en diferentes sociedades y bajo distintas circunstancias es interesante ver cómo ellas afectaron su personalidad, su espiritualidad y crecimiento y eso puede lograrse leyendo las palabras que escribió alguna tarde solitaria en California, o una noche de verano en el sur de Líbano o durante un ataque en Irán.

El doctor Chamran (ra) no perdía un minuto de su tiempo, cuando no estaba trabajando, leía o escribía. Inclusive cuando se retrasaba una reunión o un evento, aprovechaba esos minutos para escribir, cabe decir que escribía para él, no con la intención de que un día sus obras se publiquen. A veces se trataba de hablar y comunicarse con Dios (Alabado y Exaltado sea), otras con el Imam Ali (la paz sea con él) y otras con el Imam Husain (la paz sea con él).

A veces sus escritos eran analíticos, otras veces Chamrán era invadido por un espíritu artístico, poético y muy místico. También podemos apreciar en sus escritos cómo este gran mártir relata hechos históricos con increíble claridad, simpleza y visión y muchas otras veces escribía sobre sus aflicciones, preocupaciones y dolor, que eran mayormente entorno a problemas sociales. En fin, como podemos observar en estas memorias escritas por el doctor Chamrán, escribía acerca de todo lo que sentía, sea amor al Creador,  o fervor, indignación, dolor, etc. Y también acerca de lo que sucedía a su alrededor, todo lo que percibía, sea guerra, resistencia o martirio y también sobre su propio camino hacia Dios y lo divino. Lo maravilloso es que él no lo hacía con la intención de que los demás lo lean, sino tan solo para registrar sus avances en este sagrado camino que afortunadamente hoy tenemos en nuestras manos.

Le pedimos a Dios (Alabado y Exaltado sea) que nos ayude a conocer a esta gran personalidad más en profundidad y poder así beneficiarnos y crecer como seres humanos.

Memorias del Shahid Murteza Chamrán

Comienzos del verano de 1959

“Tengo decidido de ahora en más ser una buena persona, lavarme las manos del pecado, someter mi corazón a Dios de una vez por todas y cerrar los ojos ante el mundo y lo que hay en él.

He vivido mi infancia rodeado de grandeza, honor, humildad y temor a Dios. Yo fui un buen ser humano (se refiere a que era correcto, humano, puro) y debo tomar la decisión de cambiar muchas cosas en mí a partir de ahora. Sí, que mi único placer sean las lágrimas (de amor Dios).

El día a día hace que uno madure, y los pecados, así como el fuego, queman.”

Comienzos de la primavera de 1960

“Ya va a ser un año que  me quemo en un fuego ardiente, no hay noche que duerma sin lágrimas en los ojos y que los ardientes suspiros no hayan reducido mi alma y corazón a cenizas.

¡Dios! No sé hasta cuándo me seguiré quemando, ¿Cuánto más tengo que sufrir? Siempre, en todo lugar, Tú has sido testigo. Tenía un amor puro y lo había dedicado a adorarte a ti, pero luego se transformó en este fuego ardiente que destruye mi ser.

Siento que me quemaré por toda la eternidad. Seré una vela con fuego candente, cuyo ardor, quizá de placer a la humanidad.

¡Dios! Te pido paciencia y me dirijo hacia Ti. Dios, ayúdame.

Hoy es la noche número 19 de Ramadán, es decir el día que el enaltecido líder de la humanidad se ahogaba con su propia sangre (se refiere al día en que el Imam Ali, la paz sea con él, fue martirizado). Es el día que me hace pensar y reflexionar sobre su sacrificio, grandeza y generosidad,  y pedirle sinceramente que me brinde su ayuda y me llene de voluntad y decisión. Le ofrezco, con mucho amor, mis lágrimas, es decir el extracto de mi vida. Uso a las montañas de refugio, para que hoy, después de miles de años pueda hablar íntimamente con él, contarle lo que siento dentro y pedirle ayuda encarecidamente.

¡Dios mío! No sé cuál es mi objetivo en esta vida. No me satisface ni el mundo entero con todo lo que se encuentra en él. Veo a la gente, siempre corriendo en alguna dirección, trabajando duro, esforzándose para llegar al punto donde clavaron sus ojos.

Pero Señor mío, las cosas que desean los demás me causan rechazo. A pesar de que yo, aún más que ellos, corro tras mis objetivos y me esfuerzo. Aunque sacrifico el descanso de la noche y la alegría del día por mis actividades y trabajo, el resultado no me sacia. Lo hago sólo porque es mi responsabilidad ante Dios Altísimo y por eso es que me involucro en las disputas de la vida y en este camino no espero nada a cambio.

El cansancio para mí ya no tiene significado, el insomnio es algo de todas las noches. La carga de tristeza y dolor me ha hecho tan firme como una montaña. El dolor y el castigo ya no me afligen. Duermo en donde sea que pueda y me levanto cuando quiera que sea necesario. ¡Qué largas las horas que descansé sobre la tierra en las colinas de California! ¡Cuántas madrugadas deambulé por rutas abandonadas y colinas desiertas, como los vagabundos! ¡Cuántos largos días pasé con hambre! Soy como un mendigo, un vagabundo en el valle de la humanidad, desconcertado, quizá ya ni siquiera pertenezca a la humanidad, ya que no tengo los mismos sentimientos e ilusiones que los demás

Oh Dios Altísimo, ¿Qué me queda? ¿Acaso mi piel y mis huesos serán lo que definan mi identidad y personalidad? ¿Acaso mis ideales, ilusiones y pensamientos son los que forman mi identidad? ¿Qué es lo que me constituye (mi “yo”)? ¿Qué es lo que me identifica ante los demás?

Observo mi propia existencia, investigo lo que hay a mi alrededor con la esperanza de encontrar algo que esté relacionado con mi ser, por más pequeño que sea, que yo pueda entender y percibir. Pero no encuentro más que un corazón ardiente, del cual salen llamas que a veces iluminan mi ser y otras quedo enterrado bajo sus cenizas. Así es, el único efecto que encuentro de mi existencia es un corazón ardiente, que resulta ser mi único criterio, a través de él veo el mundo, y todo cambia, los colores cambian y las criaturas se manifiestan de otra manera.”

10 de mayo de 1960

“¡No tenía idea de que en el mundo existía un fuego que quema más que el mismo fuego! Me quemé, me quemé, ¡ojalá fuese solo la quemadura del fuego!

¡Ojalá me hubiesen quemado, deteriorado mis huesos, y desparramado mis cenizas! De esa forma desaparecería también, por completo, este quemado y herido corazón.”

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

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