El Imam Oculto
Henry Corbin, en su estudio sobre el shiísmo iraní, ha realizado una obra monumental que ofrece el máximo interés para los lectores. Su competencia, objetividad y profundidad causan admiración a todos aquellos que han deseado sumergirse en la riqueza de la enseñanza del Islam Shiíta. Lamentamos profundamente que sus libros no hayan sido traducidos en su totalidad todavía al castellano. Este modesto y forzosamente breve trabajo sobre el misterio del Imam oculto servirá quizá parta dar a conocer el interés que contiene dicha tradición, mucho más próxima a la nuestra de lo que en principio pueda parecer.
Por Carlos del Tilo
Los musulmanes shiítas, que se extendieron principalmente por las provincias de Irán, dicen que, si bien Muhammad fue el último profeta que reveló una ley religiosa (Shari’ah) -y en esto coinciden con los musulmanes ortodoxos llamados sunnitas- tuvo, no obstante, doce descendientes llamados Imames (líderes). Estos Imames son los guías que inician a sus adeptos y les conducen al sentido interno (batin) de las revelaciones proféticas (zahir). Es el Imam quien enseña el sentido esotérico de la «letra» coránica, él guía a los fieles hacia el sentido espiritual, interior, de la revelación literal enunciada por el Profeta. El zahir podría compararse a lo que los judíos y cristianos llamas la «letra», mientras que el batín es el significado espiritual o interno.
Así, pues, si las revelaciones proféticas contienen algo escondido, alguna cosa que el Profeta no tenía la misión de revelar, corresponde al Imam enseñar esta gnosis. «Si el Imam mismo no os ha guiado hacia estas cosas, si no hay en vosotros la aptitud para comprenderlas, todas las palabras que os pudieran dirigir desde el exterior llamarán en vano a vuestro oído»
El primero de estos Imames es Ali, «el Emir de los creyentes», primo del Profeta y esposo de Fátima, su hija; es su heredero espiritual. El segundo y el tercero son hijos de Ali y de Fátima; Hasan y Husein. A partir del cuarto Imam, la línea prosigue con la descendencia de Husein. Todos murieron en el martirio, excepto el último, el duodécimo, que desapareció misteriosamente. La descendencia de estos doce Imames se encuentra atestiguada por numerosas tradiciones o hadices. Citemos por ejemplo, aquella en que el Profeta Muhammad en persona declara: «Los Imames que vendrán después de mí serán doce». El primero es Ali Ibn Abi Talib; el duodécimo es «el que se pone en pie» (al-Qaim), al-Mahdi (literalmente: el Guiado), que por esto mismo es al-Hadi, «el Guía»), por «cuya mano Dios conquistará los Orientes y los Occidentes de la Tierra». Otro hadiz dice: «Su número es el mismo que hizo manar la vara de Moisés golpeando la roca de Horeb; el mismo que el de las tribus de Israel». Dirigiéndose a su propio wasi, (heredero espiritual), el Profeta declara: «¡Oh, Ali! Los Imames guiados y guías, tus descendientes, los Purísimos, serán doce. Tú eres el primero; el nombre del último será mi propio nombre Muhammad); cuando aparezca llenará la Tierra de justicia y armonía, así como está ahora llena de iniquidad y violencia... Luchará para conduciros de nuevo hacia el sentido espiritual, así como yo mismo he luchado por la revelación del sentido literal ».
Otra revelación menciona: «Una Tabla de Esmeralda entregada al Profeta por el ángel Gabriel y dada por él como obsequio a su hija. Esta tablilla de Esmeralda llevaba en líneas escritas con oro que resplandecía como la luz del sol los nombres del Profeta y de sus doce Imames». Veamos más detalladamente cuál es la función del Imam en relación con la del Profeta, en la doctrina shiíta. La distinción fundamental entre el batín (sentido espiritual) y el zahir (sentido literal) está en correlación con las diferentes funciones del Imam y del Profeta. Se trata de lo esotérico y de lo exotérico, que no pueden existir el uno sin el otro; «el Profeta y el Imam son dos llamas surgidas de una sola y misma luz». Como dijimos antes, la función del Imam es transmitir lo esotérico de la misión del profeta. El Profeta representa la letra de la Revelación y el Imam representa su espíritu; pero de ningún modo pueden estar separados uno de otro. La ley religiosa positiva posee un sentido secreto, una verdad gnóstica, pero `ésta ha de apoyarse en la escritura profética. No se puede separar el contenido del continente. Metafóricamente podría decirse que la transparencia del espíritu no se produce más que por presencia de la letra.
EL DUODÉCIMO IMAM
No nos es posible explicar aquí la maravillosa historia de amor y encuentro entre la princesa cristiana Narges, hija del emperador de Bizancio y descendiente de Simón Pedro, con el joven Hasan Askari, undécimo Imam; cómo esta unión fue bendecida por el Señor Jesús y por el Profeta Muhammad; y cómo nació de modo totalmente extraordinario el duodécimo y último Imam: la figura misteriosa, aquel que llaman el que Resucita (Qaim), el Guiado (Mahdi), el Esperado, la Prueba o el Fiador de Dios, el Maestro invisible de este tiempo, el Imam Oculto.
Nacido en Samarra, en Irak, en 869, desaparecido el mismo día de la muerte de su padre, el 24 de julio de 874. Tenía, pues, 5 años, pero su manifestación era la de un Hombre Perfecto. A partir de este momento empieza el tiempo de la «ocultación» del duodécimo Imam. «Durante setenta años, el Imam será invisible, no sólo para el común de los hombres, sino también para sus adeptos; con éstos, no obstante, se comunicará por medio de cuatro delegados o mandatarios que se sucederán unos a otros. Sus nombres y sus personas están descritos con detalle en los libros shiítas... Este período es llamado «la ocultación menor». Al término de setenta años comienza el periodo de «la ocultación mayor», que todavía dura. Es la historia secreta del duodécimo Imam, el Imam Esperado. Después de más de diez siglos, la figura del duodécimo Imam domina toda la conciencia religiosa shiíta, que vive a la espera del momento final de resurrección de todas las cosas, el momento de la Parusia (Presencia) del Imam, llamado por esta razón «el que Resucita».
El mismo Imam afirmó en su último mensaje antes de la «Ocultación mayor»: «Se alzarán gentes que pretenderán haberme visto materialmente. ¡Cuidado! El que pretenda haberme visto materialmente antes de estos acontecimientos del final, será un mentiroso y un impostor». Los teólogos shiítas explican que esta advertencia del Imam tiene por objeto desacreditar de antemano toda tentativa de agitadores y aventureros que tiendan a utilizar la persona del Imam con fines políticos. En cambio, el Imam nunca ha dejado de manifestarse en privado. «Muchos hombres -escribe uno de los teólogos- han visto la belleza perfecta de ese Elegido, pero sólo le han reconocido cuando él ya se había marchado». El Imam Mahdi también es el «Imam Esperado» o el «Imam de este tiempo»; así, pues, está presente en el corazón de sus hijos que de esta manera no están sin guía. El los ve, pero ellos no le ven. El sentido profundo de la ocultación es que «son los hombres quienes se han velado a sí mismos del Imam, se han vuelto incapaces o indignos de verle». Esperar al Imam significa esperar su Presencia. Por esta razón, cuando el fiel shiíta nombra al Imam Oculto, nunca se olvida de añadir: «¡Que Dios apresure para nosotros la alegría de su venida!»
En un hadiz, el Profeta habla del primer Imam designándolo como su hermano y habla del duodécimo como si fuera su hijo. El interlocutor le pregunta: «¡Oh Enviado de Dios!, ¿quién es tu hijo?» «Es el Mahdi (el Guiado que guía hacia Dios), aquél en vistas al cual he sido enviado como anunciador». En otro hadiz el Profeta también declara: «Si no le quedara a este mundo más que un día de duración, Dios alargaría este día para suscitar a un hombre de mi descendencia cuyo nombre será mi nombre y cuyo apodo será mi apodo... Combatirá para volver al sentido espiritual, como yo mismo he combatido por la revelación del sentido literal». «El Paracleto anunciado no será el que enuncia una nueva ley, sino aquel que revelará el sentido interior, esotérico de todas las leyes antiguas. Ahora bien, el Profeta Muhammad trajo una nueva Ley, mientras la misión que incumbe al duodécimo Imam es la revelación del sentido oculto». Haydar Amoli, uno de los grandes maestros shiítas (siglo XIV) y discípulo de Ibn Arabi, comenta el hadiz del Profeta que acabamos de citar y en el que anuncia al Imam de la Resurrección: «A esto mismo aludió Jesús cuando dijo: Os traemos la letra de la Revelación. En cuanto a su interpretación espiritual el
Paracleto os la traerá al final de este tiempo». Ahora bien, el Paracleto, en la terminología de los cristianos, es el Imam Esperado (al-Mahdi) por los musulmanes shiítas. Lo más profundo del pensamiento del Profeta es, pues, que el Paracleto «traerá el sentido espiritual y la verdadera comprensión del Corán, de igual modo la que ha traído la revelación de la letra y la exégesis literal, ya que el Corán contiene un sentido exotérico, una exégesis literal y una exégesis espiritual... ».
«De este texto resalta, pues, con toda claridad, que el Paracleto (intercesor) anunciado por Jesús no es otro que el duodécimo Imam, invisible en el presente, anunciado por el Profeta Muhammad; corresponde al Imam-Paracleto, tal y como lo han dicho tanto Jesús como Muhammad, al revelar el sentido escondido de la Revelación» «Junto al Templo de la Kaaba, el Imam proclama que cualquiera que desee dialogar con él respecto a Adán, ha de saber que él, el Imam, es de entre todos los humanos, el que está más próximo a Adán. Y repite la misma afirmación respecto a todos los profetas: Yo soy el más próximo a Noé, a Abraham, a Moisés, a Jesús y a Muhammad. Yo soy el más próximo al Corán, el más próximo a la tradición del Profeta. O, todavía con más fuerza, nombrando sucesivamente a la biunidad formada por cada profeta y su primer Imam, dice: Que aquel cuya conciencia esté fijada en Adán y Set (hijo e Imam de Adán), sepa que yo soy Adán y Set. Y sigue así: soy Noé y Sem; soy Abrahama e Ismail; soy Moisés y Josué; soy Jesús y Shamun (Simón Pedro); soy Muhammad y el Emir de los creyentes (Ali); soy Hasan y Husein (segundo y tercer Imam); soy todos los Imames. Cualquiera que haya leído los antiguos libros de Dios, los libros de Adán, de Noé y de Abraham, la Torah, los Salmos y el Evangelio, debe reconocerme, ya que todos estos libros hablan de mí...» (1) «Soy aquel que en el Evangelio es llamado Elías».
Conocer el sentido de la Escritura supone estar iniciado a una gnosis.-
«No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero vosotros me veréis» (Juan, XIV, 18-19). He aquí la Parusia de Cristo, su retorno anunciado, la venida del Iniciador, la manifestación del que resucita, él es quien enseña el verdadero sentido de la Escritura. Conocer el sentido de la Escritura supone estar iniciado a una gnosis, a un Conocimiento; por ello los Imames han dicho: «Aquel que nos conoce, conoce a su Señor», haciéndose eco de la sentencia que dice; «Aquel que se conoce a sí mismo, conoce a su Señor», y también: «Aquel que muere sin conocer a su Imam, muere de la muerte de los ignorantes ».
Sura 97 - Laila Tul Qader –
La noche del Destino «En el Nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordioso. En verdad, lo hemos revelado en la noche del Destino. y ¿qué es lo que te hará saber qué es la noche del destino? La noche del Destino vale más que mil meses. Los ángeles y el Espíritu (el ángel Gabriel) descienden del cielo con el permiso de su Señor, encargados de todo orden. Es una noche de paz hasta el amanecer ».
Cuando el Imam se manifiesta, el Libro de las Escrituras se abre, entonces el Corán ya no es «silencioso» sino «parlante». Esto es la Parusia del Imam: devuelve el Sentido perdido. «Entonces les abrió la inteligencia para comprender las Escrituras » (Lucas XXIV, 45)
La Presencia del Imam Esperado
¿Cómo no estar sorprendido por la extraordinaria convergencia que existe entre la Parusia del Imam y la de Cristo después de su resurrección, por ejemplo, en su manifestación a los discípulos de Emaús? (ved Epístola de Santiago, V 7 y 8). Y también: «...Mientras hablaban y discutían, el mismo Jesús, habiéndoseles acercado, se puso a caminar con ellos; pero sus ojos no podían reconocerle... Y él les dijo: «¡Oh, hombres sin inteligencia y lentos de corazón para creer en todo lo que han dicho los profetas!... » Y empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que a él concernía en todas las Escrituras... Ahora bien, cuando se hubo sentado con ellos a la mesa, cogió el pan, dijo la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y le reconocieron; y desapareció de su vista». (Lucas, XXIV)
LA PLEGARIA DEL PEREGRINO
«¡Salve, oh califa de Dios y califa de tus padres los bien guiados (los Imames)! ¿Salve, heredero de los herederos espirituales de los tiempos pasados...! Taño de la Familia Inmaculada, Manantial de los conocimientos proféticos, Dintel de Dios a quien no se accede más que franqueándolo. Vía de Dios que no se puede abandonar sin extraviarse. Tú que contemplas el Árbol Tubá y el Loto del límite... ¡Salve, Fiador de Dios para los celestiales y terrenales, de aquellos que te reconocen tal y como Dios les ha hecho reconocerte y que te conceden algunas de las calificaciones que tú mereces, aunque estés por encima de ellas! Yo atestiguo que eres el Fiador de Dios para aquellos de los tiempos pasados y para aquellos de los tiempos futuros; que los triunfadores son tus adeptos, y los fracasados, los que te rechazan. Tú eres aquel que conserva todo el conocimiento, el que hace que se abra todo lo que estaba sellado... ¡Oh mi soberano! Yo te he escogido como Imam y como Guía, como protector y como maestro, y no deseo a nadie en tu lugar. Yo atestiguo que eres la verdad constante en la que no hay ninguna alteración; es cierta la promesa divina respecto a ti; aunque sea larga tu ocultación y alejado el término, no tengo ninguna duda; no comparto el extravío de los que, por ignorarte, dicen locuras de ti. Permanezco a la espera de tu Día, ya que eres el Intercesor del que no se discute, Tú eres el Amigo del que no reniega... Tomo a Dios por testigo de ello. Tomo a sus ángeles por testigos de ello. Te tomo a ti como testigo de mi deseo; está interiormente tal como está exteriormente, está en el secreto de mi conciencia tal como mi lengua lo profiere. Sé, pues, el testigo de mi promesa, del pacto de fidelidad entre tú y yo... como me lo ordenó el Señor de los Mundos. Por más que los tiempos se prolongaran, que los años de mi vida se sucedieran, sólo yo podría tener hacia ti, para ti y en ti más certeza, más amor y más confianza, y esperaría aún más tu Parusia (Presencia) y estaría aún más preparado para el combate que hay que librar a tu lado.... (A.Majlisi. Bihar Al-Anwar - Vol. XXII, Teherán, 1303, pág. 266-267)
Por último ofrecemos otro fragmento de Henry Corbin, que alude al «Retorno del Imam Oculto ». «Todo ocurre como si la Resurrección no pudiera ser anunciada de otra forma que alarmando a todos aquellos que se apoderaron de «la causa divina», para avasallar a los hombres, y alcanzar los objetivos de sus ambiciones y para secuestrar el destino personal de cada ser. Una tradición que remonta al V Imam, Muhammad al-Baqir (P), cuenta cómo el último Imam, el Resurrector, se había encaminado hacia la ciudad de Kufa. He aquí que de esta ciudad salió a su encuentro un cortejo de varios millares de hombres; en él, sólo había gente de mucha categoría; recitadores profesionales del Corán, doctores de la Ley, etc., en pocas palabras, todo lo que la piedad oficial ha podido constituir socialmente como autoridad devota. Y todos se dirigían al Imam para rechazarle: ‘No te necesitamos para nada. No necesitamos a un hijo de Fátima’. Cuando leí este texto por primera vez, intuí que ya había leído en otra parte unas palabras con la misma resonancia lejana. Y así fue cómo ello me recondujo al rechazo que el Gran Inquisidor, en una célebre novela de Dostoievsky, opone a Cristo, de vuelta a Sevilla, la noche en que había sido prendido: «¿Por qué viniste a perturbarnos?... ¿Acaso tienes derecho a revelar aunque fuera un sólo misterio del mundo de dónde vienes?... ¿Acaso habías olvidado que incluso la muerte es preferible para el hombre a la libertad de discernir el bien y el mal? Vete y no vuelvas más»»
Los párrafos entrecomillados son del libro de Henry Corbin, En Islam Iranien. Aspects spirituels et philosophiques. Ed. Gallimard, Bibliotheque des Idees, 4 vol. París, 1971-72 1) Vol. IV, pag.440)
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