El relato del martirio del Imam Husain (P)

La partida del Imam Husain (P) para Iraq, y la masacre de Karbalá

Por Sheij Mufid (r. a.)

La partida del Imam Husain (P) para Iraq, y la masacre de Karbalá

Continúa narrando ‘Abdul.lâh Ibn Hazim:

Husain (P) partió de Meca hacia Iraq el día del intento de levantamiento de Muslim en Kufa, que es el día de Tarwiya, después de permanecer en Meca por el resto de Sha‘bân, el mes de Ramadán, Shawwâl y Dhul Qa‘dah, y ocho días de Dhul Hiyyah del año 60 H (680 DC). Durante su estancia en Meca un número de gentes del Hiyâz y de Basorah se habían reuni­do alrededor suyo aliándose a su familia y a sus dependien­tes.

Cuando él decidió viajar a Iraq, efectuó el recorrido alrede­dor de la Casa Sagrada y la carrera ritual entre Safa y Marwa.[1] Entonces, dejó el estado de consagración (ihrâm) de la Peregrinación después de haber efectuado la peregri­nación menor (‘Umra), ya que él no pudo realizar la peregri­nación mayor (Hayy) por temor a ser arrestado en Meca y ser llevado a Yazid Ibn Mu‘awiya. El Imam (P) partió con su Familia, sus hijos y aquellos de sus shi‘as que se habían uni­do a él.

Nos fue reportado también:

Las noticias acerca de la captura y muerte de Muslim no habían llegado a él todavía ya que apenas había sucedido el día en el que él partió.

Se reporta que el poeta Farazdaq dijo:

Yo hice la peregrinación con mi madre en el año 60 H (680). Iba conduciendo el camello de ella cuando entré al Santua­rio. Allí me encontré a Husain Ibn ‘Ali (P) que salía de Meca acompañado de algunos hombres que llevaban espa­das y escudos.

  • ¿Qué caravana es ésta? -pregunté.
  • La de Husain Ibn ‘Alí (P)- fue la respuesta- Así que llegué y lo saludé.

- Que Dios te conceda tu petición y cumpla tu esperanza en lo que quieras, por mi madre y mi padre, hijo del Men­sajero de Dios -le dije-. Pero, ¿qué es lo que te hace ale­jarte tan de prisa de la Peregrinación?

- Si no me apresuro, seré arrestado- contestó él- Entonces él me preguntó:

- ¿Quién eres?

  • Un árabe -contesté- y él no me preguntó más acerca de mí.
  • Dime acerca de las gentes que dejaste atrás- preguntó él­.
  • Has hecho una buena pregunta -respondí-. Los corazo­nes de las gentes están contigo pero sus espadas están contra ti. La decisión viene del Cielo y Dios hace lo que Él quiere.
  • Has dicho la verdad acerca de que el asunto pertenece a Dios - replicó- «Cada día Él está ocupado en todo asunto».[2] Si el destino envía lo que nos gusta y complace, ala­bamos a Dios por Sus Bendiciones. Él es el Único a Quien debe solicitarse ayuda para darle gracias. Sin embargo, aunque el destino pueda frustrar nuestras esperanzas, Él no destruye las almas de aquellos cuya intención es la Ver­dad y cuyos corazones son piadosos.
  • Cierto, Dios te trae finalmente lo que deseas y te protege contra lo que te amenaza -dije-. Entonces le pregunté acerca de asuntos relativos a los votos y ritos de la Peregrinación. Él me dijo acerca de ellos y entonces se fue en su montura, despidiéndose, y entonces nos separamos”.

Cuando Husain Ibn ‘Alí (P) dejó Meca, Yahya Ibn Sa‘id Ibn Al-‘âs se encontró con él junto con un grupo de hombres. Habían sido enviados a él por ‘Amr Ibn Sa‘id.

“Regresa de dónde vas”- ordenaron- Pero él se negó a obedecerlos y continuó. Los dos grupos llegaron a los golpes y se azotaron unos a otros con látigos. Husain (P) continuó hasta llegar a At-Tan‘im. Allí encontró una caravana de camelleros que había venido de Yemen, y les alquiló camellos adicionales para viajar él mismo y sus seguidores.

Entonces les dijo a los propietarios de los camellos:

- Quienquiera de vosotros que quiera venir con nosotros a Iraq, le pagaremos su salario y disfrutaremos de su com­pañía, y quien desee separarse en algún lugar a lo largo del camino le pagaremos su salario por la distancia que haya viajado.

Algunas de las gentes fueron con él pero otros se negaron. ‘Abdul.lâh Ibn Ya‘far envió a sus hijos, ‘Awn y Muhammad, detrás de él, y le escribió a Husain (P) una carta que man­dó con ellos. En ella él decía:

“Te pido ante Dios que regreses si ya has partido cuando veas mi carta, ya que yo estoy muy preocupado porque la dirección hacia la que te encaminas traerá consigo tu destrucción y la extinción de tu Familia. Si tú eres destruido ahí, la luz de la Tierra se extinguirá, ya que tú eres el modelo de aquellos que están justamente dirigidos y la esperanza de los creyentes. No te apresures en tu viaje ya que voy a ir después de esta carta. Saludos”.

‘Abdul.lâh fue entonces a ver a ‘Amr Ibn Sa‘id y le pidió que le escribiera a Husain ofreciéndole una garantía de seguri­dad y prometiéndole favorecerlo, para que regresase de a dónde iba. ‘Amr Ibn Sa‘id escribió una carta en la que le ofrecía favor y una garantía de seguridad. Él la despachó con su hermano Yahya Ibn Sa‘id, el cual fue tras él (Husain) como hizo ‘Abdul.lâh después de despachar a sus hijos. Los dos entregaron la carta de ‘Amr a Husain (P) y se esforza­ron para convencerlo a que regresase.

- He visto al Mensajero de Dios (PBD) en sueños- contestó Husain- y él me ordenó que hiciera lo que estoy efec­tuando.

-¿Qué fue esa visión?- preguntaron ambos.

-No le he contado de ella a nadie- respondió él- y no voy a contarlo a nadie sino hasta que me encuentre con mi Se­ñor, el Todopoderoso y Altísimo.

Cuando ‘Abdul.lâh Ibn Ya‘far perdió la esperanza de convencerlo, le dijo a sus dos hijos, ‘Awn y Muhammad, que se que­daran con Husain, que fueran con él y lucharan por su causa. Él (‘Abdul.lâh) se regresó a Meca con Yahya Ibn Sa‘id.

Husain (P) se encaminó rápida y directamente hacia Iraq hasta que llegó a Dhât ‘Irq.

Cuando ‘Ubaydul.lah Ibn Ziyâd supo del viaje de Husain (P) de Meca a Kufa, envió a Husain Ibn Numayr, el coman­dante de la escolta, para que se estacionase en Al-Qâdisiyya y pusiese un eslabón protector de caballería entre el área de Al-Qâdisiyya a Al-Qutqutana. Él informó a los hombres que Husain se encaminaba a Iraq.

Cuando Husain (P) llegó a Al-Hâyir, una colina arriba de Batn Ar-Rumma, envió a Qays Ibn Musahhar As-Saydâwi -algu­nos dicen que envió a su hermano de leche, ‘Abdul.lâh Ibn Yuqtur­- a Kufa,[3] ya que él (P) no había sabido las noticias de lo sucedido a Ibn ‘Aqil. (El Imam) envió una carta con él:

En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordio­so.

De Husain Ibn ‘Alí a sus hermanos creyentes y musul­manes: Saludos a vosotros. Alabo a Dios ante voso­tros, y declaro que no hay dios aparte de Él. La carta de Muslim Ibn ‘Aqil llegó a mí, informándome de vues­tro sano juicio y el acuerdo de vuestros líderes para apoyarnos y procurar nuestros derechos. Yo he pedi­do a Dios que haga buenas vuestras acciones y os recompense con mayor premio.

Salgo hacia vosotros desde Meca el 8 de Dhul Hiyyah, el día de Tarwiya. Cuando mi mensajero llegue a vo­sotros, sed diligentes y decididos en vuestros asuntos, ya que acudo a vosotros dentro de unos pocos días.

Saludos y la misericordia y las bendiciones de Dios”.

Muslim le había escrito a Husain 17 días antes de que lo mataran, y los habitantes de Kufa le habían escrito a Husain: “Aquí tienes 100.000 espadas. No te demores”.

Qays Ibn Musahhar fue hacia Kufa con la carta. Sin embargo, cuando llegó a Al-Qâdisiyya, Husain Ibn Numayr lo arrestó y lo envió a ‘Ubaydul.lah Ibn Ziyâd.

- Sube al púlpito -le ordenó ‘Ubaydul.lah Ibn Ziyâd- y maldice al mentiroso de Husain Ibn ‘Alí.

Qays subió al púlpito y alabó y glorificó a Dios. Luego dijo:

- Gentes: este hombre, Husain Ibn ‘Alí, el mejor de las criaturas de Dios, el hijo de Fátima (P), la hija del Mensajero de Dios (PBD), está cerca. Yo soy su mensajero enviado por él a vosotros. Respondedle.

Entonces él maldijo a ‘Ubaydul.lah Ibn Ziyâd y al padre de éste y pidió bendiciones e indulgencias para ‘Ali Ibn Abi Tâlib.

‘Ubaydul.lah ordenó que fuese arrojado desde lo más alto del palacio. Ellos lo arrojaron y quedó aplastado en pedazos.

También fue reportado:

Él cayó encadenado al suelo, y sus huesos fueron aplastados y sólo quedó su último aliento. Un hombre llamado ‘Abdul-Mâlik Ibn ‘Umayr Al-Lajmi fue hacia él y le cortó la gargan­ta. Cuando le dijeron que había hecho algo vergonzoso y lo culparon, dijo: “Quise aliviarle su sufrimiento”.

Mientras esto sucedía, Husain (P) había dejado Hâyiz en dirección a Kufa hasta llegar a uno de los aljibes de los árabes. Allí estaba ‘Abdul.lâh Ibn Muti‘ Al-‘Adawi. Cuando él vio a Husain (P) se levantó y le dijo:

- Que mi padre y mi madre sean rehenes por ti, hijo del Mensajero de Dios. ¿Qué te trae por aquí?

Él lo condujo hacia adelante y lo ayudó a desmontar.

  • Es un resultado de la muerte de Mu‘awiya, como debes saber - replicó Husain (P)- Los iraquíes me escribieron urgiéndome a que fuera a ellos.
  • Te recuerdo, hijo del Mensajero de Dios, acerca de Dios y de la santidad del Islam, para que ésta no vaya a ser violada. Te invoco ante Dios que pienses en la santidad de Quraysh. Te invoco ante Dios que pienses en la santidad de los árabes. Por Dios, si buscas lo que está en las manos de los Omeyas, ellos te matarán. Si ellos te matan, ellos nunca temerán a nadie después de ti. Entonces será la san­tidad del Islam la que sea violada, y la santidad de Quraysh y la santidad de los árabes. ¡No lo hagas! ¡No vayas a Kufa! ¡No te expongas a los Omeyas!

Husain (P) insistió en continuar su viaje. Mientras tanto ‘Ubaydul.lah Ibn Ziyâd había ordenado que el área entre Wâqisa y los caminos a Siria y Basorah fueran ocupados para no dejar entrar a nadie, ni que nadie saliera de Kufa.

Sin embargo, Husain (P) continuó sin saber nada de eso hasta encontrar a algunos árabes. Les preguntó acerca de la situación y ellos le dijeron:

- No, ¡por Dios!, nosotros no sabemos nada acerca de ellos, excepto que no podemos entrar a Kufa ni salir de allí.

Él (P) continuó su viaje.

Un grupo de Fazâra y Bayila reportó el siguiente relato, dicien­do:

Nosotros estábamos con Zuhayr Ibn Qayn Al-Bayalí cuando veníamos de Meca. Aunque viajábamos junto Husain (P), no había nada que nos disgustara más que detenernos con él en algún alto. Sin embargo, cuando Husain (P) via­jaba y se detenía, no podíamos evitar detenernos con él. Husain hizo un alto a un lado del camino y nosotros nos detu­vimos del otro lado del camino.

Mientras estábamos comiendo sentados, un mensajero de Husain (P) se acercó, nos saludó y entró a nuestro campamento.

-Zuhayr Ibn Al-Qayn -dijo él-Aba Abdil.lah Husain (P) me ha enviado a ti para pedirte que vayas a verlo.

Cada uno de nosotros aventó lo que tenía en las manos. Era algo tan sorpresivo como si los pájaros hubieran anidado sobre nuestras cabezas.

  • ¡Gloria a Dios! -la esposa de Zuhayr le dijo a él- ¿Envió a por ti el hijo del Mensajero de Dios? ¿Acaso no vas a ir a verlo? Si tú fueras a él, oirías lo que te tiene que decir. Luego podrías dejarlo, si quieres.

Zuhayr Ibn Al-Qayn cruzó el camino para ir a verlo. No pasó mucho tiempo antes de que él regresase para anunciar que se dirigía al este. Ordenó que su tienda fuera desarmada y pidió su equipaje, monturas y equipo. Su tienda fue desarmada y llevada a Husain (P), y entonces Zuhayr dijo a su esposa:

- Estás divorciada. Regresa a tu familia, ya que no quiero que te pase nada, excepto lo bueno.

Entonces él les dijo a sus compañeros:

- Quien quiera seguirme puede hacerlo. De lo contrario, aquí termina su contrato conmigo (o sea, está liberado de la obligación de seguir a Zuhayr como líder del clan). Os contaré una historia de algo que me sucedió una vez: Nosotros estábamos atacando una rica comarca. Dios nos concedió la victoria y ganamos mucho botín. Salman Al-Farsi, que Dios tenga misericordia de él, nos dijo: “¿Estáis contentos con la victoria que Dios os concedió y el botín que obtu­visteis?” Nosotros dijimos: Sí- Seguidamente dijo: “Enton­ces cuando encontréis al Señor de los Jóvenes de la Fami­lia de Muhammad (PBD) sed más felices de luchar junto con él que lo que estáis hoy con el botín que acabáis de obtener. En cuanto a mí, ruego a Dios que esté con voso­tros”.

Él permaneció entre las gentes con Husain (P) hasta ser matado.

‘Abdul.lâh Ibn Sulaymân y Mundhir Ibn Musham’il, ambos de Asad, reportaron:

Cuando hubimos terminado la Peregrinación no había nada que nos importara más que alcanzar a Husain (P) en el camino, para unimos a él y ver lo que pasaba con su asunto. Fuimos en nuestros dos camellos al trote, velozmente, hasta que lo alcanzamos en Zarud. Al acercarnos, vimos allí a un hombre de Kufa que había cambiado de ruta cuando vio a Husain (P). Husain se había detenido como si quisiera hablar con él, pero el hombre lo ignoró y siguió. Nosotros fuimos hacia el hombre. Uno de nosotros dijo al otro: “Ven con nosotros para preguntarle a este hombre si tiene noticias de Kufa”.

Llegamos a él y lo saludamos. Él contestó nuestro saludo.

-¿De qué tribu vienes, amigo?- preguntamos.

-Soy un Asadi- contestó él.

-Nosotros también somos Asadies- dijimos- ¿Quién eres?
- Yo soy Bakr hijo de Fulano
-contestó él y nosotros le dijimos nuestro linaje.

  • Dinos acerca de las gentes que dejaste atrás -pregunta­mos.

-Sí- contestó- Salí de Kufa apenas después de que Mus­lim Ibn ‘Aqil y Hâni’ Ibn ‘Urwa fueron matados. Yo los vi ser arrastrados de las piernas al mercado.

Fuimos a reunirnos con Husain (P) y viajábamos cerca de él hasta que se detuvo en Ath-Tha1abiyya en la noche. Lo alcanzamos cuando se detuvo y lo saludamos. Él nos devol­vió el saludo.

- Que Dios tenga misericordia de ti- dijimos- Tenemos noticias. Si tú quieres te lo diremos públicamente o, si lo deseas, en secreto.

Él nos miró a nosotros y a sus seguidores.

  • No hay velo para estos hombres- contestó.
  • ¿Viste al jinete del cual estuviste cerca anoche?- preguntamos.

-Sí- contestó- hubiera querido interrogarlo.

- Nosotros obtuvimos de él las noticias y te ahorramos el trabajo de preguntarle- dijimos- Él es un hombre de nues­tra tribu, de buen juicio, honestidad e inteligencia. Él nos dijo que salió de Kufa justo después de que Muslim y Hâni’ habían sido matados, y que él los había visto ser arrastrados de las piernas al mercado.

- A Dios pertenecemos y hacia Él regresaremos. Que Dios tenga misericordia de ellos dos- dijo Husain, y repitió esto varias veces.

- Te imploramos ante Dios- lo exhortamos- por tu propia vida y por tu Familia, que no vayas a Kufa, que no te vayas de este lugar, ya que no tienes a nadie que te apoye en Kufa, ni shi‘a alguno. En verdad tememos que esos hombres serán los mismos que estén contra ti.

- ¿Cuál es vuestra opinión- preguntó él mirando hacia los hijos de ‘Aqil- ahora que Muslim ha sido matado?

-¡Por Dios!- declararon ellos- Nosotros no regresaremos sino hasta que hayamos cobrado venganza o hayamos pro­bado la muerte que él probó.

Husain (P) se acercó a nosotros y dijo:

- No queda nada bueno en la vida para estos hombres.

Entonces supimos que su decisión de continuar el viaje había sido tomada.

- Que Dios sea benévolo contigo- dijimos.

- Que Dios tenga misericordia de vosotros- contestó él.

Entonces sus seguidores le dijeron:

- Por Dios, tú no eres el mismo que Muslim Ibn ‘Aqil. Si vas a Kufa las gentes se apresurarán a apoyarte.

Él quedó callado y esperó hasta el amanecer. Entonces orde­nó a sus pajes y sirvientes que consiguieran mucha agua para dar a beber a la gente y más para el viaje. Ellos se pusieron en marcha una vez más y siguieron hacia Zubâla. Las noti­cias acerca de ‘Abdul.lâh Ibn Yuqtur llegaron a él. Sacó un escrito y leyó lo siguiente:

“En el nombre de Dios, el Compasivo, el Misericordio­so.

Nos han llegado las noticias de los horribles asesina­tos cometidos contra Muslim Ibn ‘Aqil, Hâni’ Ibn ‘Urwa y ‘Abdul.lâh Ibn Yuqtur. Nuestros shi‘as nos han deser­tado. Aquellos de vosotros que prefieran dejarnos, pue­den irse libremente sin culpa alguna”.

Las gentes empezaron a dispersarse a la derecha y a la iz­quierda hasta que quedaron con él solamente aquellos segui­dores que habían venido con él desde Medina y un grupo pequeño de los que se habían unido a él. Husain había hecho eso porque se había dado cuenta que los árabes que lo habían seguido lo habían hecho solamente porque ellos creían que él iba a un país donde la obediencia de sus habi­tantes a él ya había sido establecida, y ellos no querían acom­pañarlo sin estar plenamente enterados de a lo que iban.

A la hora de la aurora, ordenó a sus seguidores que se prove­yesen de agua y con cantidades extra de ella. Entonces ellos se pusieron en marcha hasta pasar Batn Al-Aqaba. Se detuvo allí y se encontró con un jeque de los Bani ‘Ikrima llamado ‘Amr Ibn Lawdhân.

- ¿A dónde os dirigís? -preguntó él.

  •   A Kufa -respondió Husain (P).
  • Te imploro ante Dios- exhortó el jeque- ¿por qué vas allí? Tú no llagarás allí a otra cosa que a la punta de las lanzas y los filos de las espadas. Si los que te mandaron llamar fueran suficientes para apoyarte en la batalla y hubieran preparado el lugar para ti, entonces esa sería una deci­sión sabia. Sin embargo, a la luz de la situación como ha sido descrita yo no creo que debas ir.

-Siervo de Dios- contestó él- Las decisiones sabias no es­tán ocultas para mí. Sin embargo las órdenes de Dios, el Altísimo, no pueden ser resistidas. ¡Por Dios!, mis enemi­gos no me dejarán sino hasta que hayan roto el corazón mismo desde las profundidades de mis entrañas. Si ellos hacen eso, Dios hará que sean dominados y humillados hasta que lleguen a ser la más humillada de las facciones entre las naciones.

Él (P) siguió de Batn Al-Aqaba hasta que se detuvo en Sharâf para pernoctar. Al amanecer ordenó a sus sirvientes que con­siguieran agua y más cosas para el viaje. Entonces continuó de allí hasta el mediodía. Mientras iba viajando, uno de sus seguidores exclamó:

  • ¡Al.lahu Akbar! (Dios es Grande).
  1. es Grande!- respondió Husain (P)

...y preguntó:

-¿Por qué dijiste Dios es Grande?

- Vi palmeras -contestó el hombre.

- Éste es un lugar en el que nunca se ve una palmera- indicó otro de sus seguidores.

  • ¿Qué creéis que sea entonces?- preguntó Husain (P).
  • Creemos que son (lanzas) orejas de caballos- contestaron ellos.
  • Por Dios, eso creo yo- declaró él (P).

Luego dijo:

- Entonces, para poder enfrentarlos en una sola dirección (es decir, para no ser rodeados por ellos), deberíamos poner a nuestra espalda cualquier lugar de refugio que poda­mos hallar.

-Sí- le dijimos[4]- Allá está Dhu Husm, arriba a tu izquier­da. Si llegas allí antes que ellos, será justo la posición que quieres.

Así que él viró hacia allá y fuimos con él en esa dirección. Antes incluso de que hubiéramos tenido tiempo para cambiar de dirección, la vanguardia de la caballería apareció frente a nosotros y pudimos verlos claramente. Dejamos el camino y cuando ellos vieron que nos habíamos movido hacia fuera del camino, también se salieron caminando hacia nosotros. Sus lanzas se veían como ramas de palmera desprovistas de hojas y sus estandartes eran como alas de aves. Husain ordenó que las tiendas fueran erigidas y así se hizo. Las gen­tes llegaron: eran cerca de 1.000 jinetes bajo el mando del Hurr Ibn Yazid (Ar-Riyâhi) At-Tamimi. Fue durante el calor del mediodía que él y su caballería se pararon mirando a Husain (P), y sus seguidores vestían todos turbantes y lleva­ban espadas, listos para pelear.

- Proporcionad agua a estas gentes; que sacien su sed, y dad de beber a sus caballos poco a poco- ordenó Husain (P) a sus sirvientes.

Ellos lo hicieron y empezaron a llenar sus tazones y vasos y los llevaron a los caballos. Cuando un caballo había bebido tres o cuatro o cinco tragos, le quitaban el agua y le daban a otro caballo hasta que a todos les fue dado de beber.

‘Ali Ibn At-Ta‘ân Al-Muhâribi reportó:

Yo estaba con el Hurr ese día, entre los últimos de sus segui­dores que llegaron. Cuando Husain (P) vio qué sedientos estábamos yo y mi caballo, dijo: “Haz que tu animal se arro­dille. Primo, haz que tu camello se arrodille”. Así se hizo. Entonces él dijo: “Bebe”. Yo lo hice, pero cuando bebía, el agua se fugaba de mi odre. “Dobla tu odre” dijo Husain (P).

Yo no sabía cómo hacerlo. Él se levantó hacia mí y lo dobló en la posición adecuada para beber. Entonces bebí y le di de beber a mi animal.

Hurr Ibn Yazid había venido de Al-Qâdisiyya. ‘Ubaydul.lah había enviado a Husain Ibn Numayr y le había ordenado que tomara su posición en Al-Qâdisiyya. Entonces, Hurr fue enviado por delante con 1.000 hombres para encontrar a Husain (P).

Hurr permaneció estacionado frente a Husain (P) hasta que se acercó la hora de la oración del mediodía. Husain (P) ordenó a Al-Hayyây Ibn Masrur que hiciese la llamada a la oración. Cuando iba a ser dada la segunda llamada que precede inmediatamente a la oración (iqâma), Husain sa­lió ante la gente vestido con una tela alrededor de la cintura, un manto y un par de sandalias. Alabó y glorificó a Dios, y luego dijo:

- ¡Oh gentes!, yo no acudí a vosotros sino hasta que vues­tras cartas llegaron a mí, y ellas me fueran llevadas por vuestros mensajeros diciendo. ‘Ven a nosotros ya que no tenemos Imam. Que Dios nos una, por tu mediación, bajo la Guía y la Verdad’. Ya que ésa era vuestra opinión, yo vine a vosotros. Por lo tanto dadme lo que me asegurasteis en vuestros pactos y testimonios jurados. Si no lo queréis hacer, y sentís aversión a llegada, yo os dejaré y regresaré al lugar de donde vine”.

Ellos estaban callados ante él. Ninguno de ellos dio una pala­bra.

-Recita la iqâma- dijo al almuecín, y éste la recitó.

- ¿Quieres conducir la oración para tus seguidores?- le preguntó a Hurr Ibn Yazid.

- No- contestó él- pero reza tú y nosotros te seguiremos en la oración.

Husain (P) rezó al frente de ellos. Entonces regresó a su tienda y sus seguidores se reunieron alrededor suyo. Hurr regresó al lugar donde había posicionado a sus hombres y entró a una tienda que había sido erigida para él. Un grupo de sus seguidores se congregó alrededor suyo mientras el resto regresaron a sus filas. Cada uno de ellos sostenía las riendas de su cabalgadura y estaba sentado a la sombra del animal.

A la hora para la oración de la tarde, Husain (P) ordenó a sus seguidores que se prepararan para partir. Entonces ordenó que hicieran la llamada a la oración, y la llamada para la oración de ‘Asr fue hecha, así como la iqâma. Husain (P) se encaminó al frente, se paró allí y rezó. Luego dijo las salutaciones finales de la oración y volteó hacia ellos (los hombres de Hurr). Alabó y glorificó a Dios y dijo:

- ¡Oh gentes!, si teméis a Dios y reconocéis los derechos de quienes tienen derecho, Dios estará más satisfecho con vosotros. Nosotros somos la Familia de Muhammad (PBD) y como tales tenemos más derecho a la autoridad que esos advenedizos que reclaman lo que no les pertenece. Ellos han traído la tiranía y la discordia entre vosotros. Sí nos rechazáis porque os desagradamos o porque no conocéis nuestros derechos y vuestra opinión ha cambiado ahora desde lo que vino a nosotros en vuestras cartas y en lo que trajeron vuestros mensajeros, entonces os dejaré.

-¡Por Dios!- declaró Hurr- yo no sé nada de esas cartas ni de esos mensajeros que mencionas.

Husain (P) dijo a uno de sus seguidores:

-‘Uqba Ibn Sim’an, saca los dos costales en los que se guardan las cartas que me llegaron.

Él sacó los dos costales que estaban llenos de documentos y fueron puestos ante Hurr.

- Nosotros no estamos entre los que te escribieron estas cartas- dijo Hurr- y nos fue ordenado que cuando te en­contrásemos no te dejásemos sino hasta haberte llevado a Kufa ante ‘Ubaydul.lah.

-La muerte llegará a ti antes de que eso suceda -le dijo Husain (P).

Entonces ordenó a sus seguidores:

- Levantaos y montad sobre vuestros animales

Ellos montaron y esperaron hasta que sus mujeres se hubie­ran subido.

-¡Partid!- ordenó él (P) a sus seguidores.

Cuando ellos se disponían a partir, los hombres del Hurr se pusieron entre ellos y la dirección a donde iban.

- Que Dios prive a tu madre de su hijo- dijo Husain (P) a Hurr- ¿Qué quieres?

- Si cualquiera de los árabes que no seas tú, me dijera eso-contestó Hurr- aun cuando estuviera en la misma situa­ción tuya, yo no lo dejaría sin mencionar que su madre se viera privada de él, quienquiera que él fuera. Pero, por Dios, no hay manera de que yo mencione a tu madre sin que sea para decir las mejores cosas posibles.

  • ¿Qué quieres?- demandó Husain (P).
  • Quiero ir contigo ante el gobernador ‘Ubaydul.lah- repli­có él.
  1. por Dios, yo no te seguiré- dijo Husain.
  2. por Dios, yo no te dejaré ir a ninguna otra parte- le respondió.

Estas frases fueron repetidas tres veces, y cuando la conver­sación se estaba volviendo más acalorada, Hurr dijo:

- No me ha sido ordenado que luche contra ti. Sólo tengo órdenes de que no te deje sino hasta que llegue contigo a Kufa. Si te niegas a ello, entonces toma cualquier camino que no te conduzca a Kufa ni te lleve de regreso a Medina, y que eso sea un compromiso entre nosotros mientras yo escribo al gobernador ‘Ubaydul.lah. Quizás Dios haga que pase algo que me releve de tener que hacer algo contra ti. Así que toma este camino aquí y dobla hacia la izquierda, a Al-‘Udhayb y Al-Qâdisiyya.

Husain (P) partió y Hurr, con sus seguidores, también se puso en camino viajando cerca de él, mientras Hurr le iba diciendo:

- Husain, te recuerdo ante Dios que pienses en tu vida; ya que estoy seguro que serás matado si peleas.

- ¿Crees que puedes atemorizarme con la muerte?- dijo Husain (P)- ¿Podría sucederte un mayor desastre que matarme? Yo sólo puedo hablarte como el hermano de Al-Aws le dijo a su primo cuando él quiso ayudar al Mensajero de Dios (PBD). Su hermano temía por él y le dijo: “¿A dónde vas? Ciertamente serás matado”, pero él contestó.

“Yo partiré, pues no hay vergüenza en la muerte para un joven, siempre que él intente hacer lo que es correcto y lucho como musulmán, protegiendo a los hombres justos por medio del sacrificio de su vida, y dispersando a los malditos y oponiéndose a los criminales.

Si yo vivo, no lamentaré lo que hice, y si muero, no sufriré. Que sea suficiente para ti vivir humillado y despreciado”.

Cuando Hurr escuchó eso, se apartó del Imam (P). Él y sus seguidores viajaban de un lado del camino, mientras que Husain (P) viajaba por el otro, hasta que llegaron a ‘Udhayb Al-Hiyanât. Husain (P) siguió hacia Qasr Bani Muqâtil. Se detuvo allí, y una gran tienda ya había sido erigida.

-¿De quién es eso?- preguntó.

- Esto pertenece a ‘Ubaydul.lah Ibn Hurr Al-Yu’fi- le di­jeron.

-Pídanle que venga a verme- dijo él.

El mensajero fue a verlo y dijo:

-Éste es Husain Ibn ‘Alí (P) y te pide que vayas a verlo.

-A Dios pertenecemos y hacia Él regresaremos- dijo ‘Ubaydul.lah- Por Dios, acabo de salir de Kufa por temor a que Husain (P) entrase a Kufa estando yo allí. Por Dios, yo no quiero verlo ni que él me vea.

El mensajero regresó a Husain (P) y le dio su respuesta. Husain se levantó y fue a ver a ‘Ubaydul.lah Ibn Hurr. Lo saludó y se sentó. Entonces le pidió que fuera con él. ‘Ubaydul.lah Ibn Hurr repitió lo que había dicho antes y trató de excusarse de hacer lo que le era solicitado.

-Si no vas a ayudarnos- le dijo Husain (P)- entonces asegúrate de que no seas uno de los que luchen contra nosotros. Porque, por Dios, nadie que nos oiga gritar y no nos ayude, no quedará sin ser destruido.

- En cuanto a eso, luchar contra ti- replicó él- nunca sucederá, si Dios, el Altísimo, quiere.

Entonces, Husain (P) lo dejó y continuó hacia su campa­mento. Hacia el final de la noche, ordenó a sus jóvenes que consiguieran provisión de agua. Entonces ordenó que el via­je continuara. Partió de Qasr Bani Muqatil.

‘Uqba Ibn Sim’an reportó:

Partimos de una vez junto con él, y él se sintió marcado mien­tras iba montado en su caballo. Él se repuso, y dijo: ‘A Dios pertenecernos y hacia Él regresaremos. Alabado sea Dios, Señor de los Mundos’

Él dijo eso tres veces, y entonces su hijo, ‘Ali Ibn Husain, se acercó a él y preguntó:

- ¿Por qué estás alabando a Dios y repitiendo el verso de regresar a Él?

- Hijo mío- contestó él- yo iba cabeceando y un jinete se apareció ante mí, montado en un caballo, y dijo. ‘Los hom­bres viajan y los destinos viajan hacia ellos’ Entonces supe que se trataba de nuestras almas anunciándonos nuestra muerte.

  • Padre- preguntó el joven- ¿te considera malo Dios? ¿No estamos acaso en lo correcto?
  • Por supuesto que estamos en lo correcto- contestó él- por Aquel a Quien regresarán todos Sus siervos.
  • Padre- dijo el joven- entonces no debe importarnos, si vamos a morir correctamente.
  • Que Dios te dé la mejor recompensa que un hijo pueda obtener por su comportamiento con su padre- respondió Husain (P).

En la mañana, él se detuvo y rezó la oración del amanecer. Luego se apresuró a volver a montar y a continuar su viaje con sus seguidores, virando hacia la izquierda con la inten­ción de alejarse de los hombres del Hurr. Sin embargo, Hurr Ibn Yazid vino hacia él y les impidió a él y a sus seguido­res que siguieran esa dirección, y empezó a ejercer presión para dirigirlos hacia Kufa, pero ellos lo resistieron. Así que dejaron de hacer esto pero los siguieron acompañando de la misma manera hasta llegar a Nínive, que fue el lugar donde Husain (P) se detuvo.

De repente apareció un jinete sobre un caballo veloz, portan­do armas y un arco sobre el hombro, que venía de Kufa. Todos se detuvieron y lo miraron. Cuando él los alcanzó, sa­ludó al Hurr y a sus seguidores, pero no saludó a Husain (P) ni a sus acompañantes. Entregó una carta de ‘Ubaydul.lah Ibn Ziyâd al Hurr. En ella decía lo siguiente:

“Cuando esta carta llegue a ti y mi mensajero te al­cance, haz que Husain se detenga. Pero déjalo de­tenerse solamente en un lugar abierto y sin vegeta­ción. He ordenado a mi mensajero que se quede conti­go y no te deje sino hasta que me traiga noticias de tu cumplimiento de mis instrucciones. Saludos”.

Cuando Hurr hubo leído la carta, él les dijo:

-Ésta es una carta del gobernador ‘Ubaydul.lah. Él me ha ordenado que haga que os detengáis en un lugar que esta carta sugiere. Éste es su mensajero y él le ha ordenado que no me deje sino hasta que yo haya cumplido la orden concerniente a vosotros…

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Extraído del libro Imam Husain (P) la luz que no se apagó; Editorial Elhame Shargh

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente


[1] Éstos son los ritos de la ‘Umra, la peregrinación menor, pero también forman parte de los ritos de la peregrinación mayor (Hayy).

[2] Corán, 55:29

[3] At-Tabari reporta dos relatos separados acerca de estos dos individuos, II, 289 y 293. Como ambos tuvieron fines similares, Mufid los resume razona­blemente.

[4] Mufid pasa la narrativa en primera persona de un relato de un testigo ocular como es presentado por Ibn Al-Kalbi, Cf. At-Tabari, II, 296.

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