Juventud del Profeta Muhammad (PB)
Por: Dr. Nazir Hasan Zaidi
A finales del siglo VI se veía caminar a un joven por las calles de Meca, absorto en sus pensamientos pero siempre con una sonrisa de amabilidad, nunca dejaba de saludar a los más humildes y siempre se detenía a conversar atentamente con los niños que se reunían a su alrededor.8
Este joven de ojos melancólicos, y con su pelo que le llegaba hasta los hombros, llevaba consigo un aire de gran nobleza, el cual inspiraba amor y respeto entre sus conciudadanos. El comportamiento y las maneras de este joven, junto con su disposición siempre atenta hacían que fuese respetado por todos. Aún en esos tiempos turbulentos, se le llamaba “Amiin” (el que inspira confianza). Este joven anhelaba reformar el ambiente de impureza que le rodeaba, el cual estaba lleno de impiedad, maldad y tiranía.
Pero cambiar una sociedad corrupta, entregada al juego, la bebida y el libertinaje, no era una tarea fácil. Sólo los hombres dotados de una gran fortaleza, previsión y sabiduría podían lograrlo. Para cambiar a los árabes, el reformador debía también poseer elocuencia y una ascendencia noble, ya que estas cualidades eran altamente estimadas por los orgullosos hijos del desierto. Luego de verlo caminar siempre por la vía de la confianza y la verdad, los mecanos lo apodaron “La verdad, el confiable”. Este joven de noble ascendencia era Muhammad, el renombrado hijo de Abdul-lāh y Amina, el nieto de Abdul Muttalib, la flor de la raza de Hāshim, cuya ascendencia se remonta hasta Abraham y Adán. Este nieto de Abdul Muttalib (jerarca de la Meca), quien trajo al mundo un mensaje de paz y piedad, y la orden de libertad e igualdad, nació en la mañana del lunes, el noveno de Rabi’ al-Awwal de la era del elefante, el cual coincide con el día 20 de abril del 571 D.C[1]
Debido a lo dañino del clima de la Meca, Abdul Muttalib le entregó su nieto a Halima, una dulce dama Beduina para que lo amamantara y lo criara en la vigorizante brisa del desierto. Luego de haber vivido en un espacio abierto, donde su vista se extendía al observar los escenarios naturales, este prometedor niño regresó con su madre. Sólo disfrutó dos años de la felicidad del amor maternal ya que Amina murió. Como Abdul-lah había muerto seis meses antes del nacimiento de Muhammad, Abdul Muttalib se encargó del cuidado del niño. Muhammad tenía sólo ocho años cuando murió Abdul Muttalib. En su lecho de muerte, Abdul Muttalib encargó a su noble hijo Abu Talib de cuidar esta divina obligación. Este noble tío apoyó a su sobrino durante cuarenta y cinco años, protegiéndolo hasta su muerte de los ataques de la tribu infiel de los Quraish, la cual se volvió muy hostil hacia Muhammad cuando éste comenzó a predicar el monoteísmo en contra de la adoración de ídolos que hacía esta tribu.
A la edad de doce años Muhammad acompañó a su tío Abu Talib a Siria en una caravana. Esto le dio experiencia en la práctica del comercio, la profesión de sus ancestros. Durante este viaje Bahira, el ermitaño cristiano, le vaticinó a Abu Talib que había visto el brillo de la profecía en la frente de ese chico.
Agente comercial de Ĵadiya; el Matrimonio
Los años pasaban y Muhammad siempre mostraba su nobleza ancestral al ayudar a los oprimidos. Cuando Muhammad tenía 25 años de edad, aconteció que Ĵadiya, quien pertenecía a la alta nobleza de la Meca y era muy rica, envió su mercancía a Siria. Ella contrató los servicios de Muhammad, El Honrado, como su agente y le pidió que se uniera a su caravana. Él llevó a cabo su labor con tal honestidad que la venta de bienes dejó una gran ganancia. Ĵadiya, impresionada por las virtudes de Muhammad, estaba muy conforme con este progreso. Decidió hacerlo su compañero permanente y envió a su primo Waraka a hablar con Abu Talib. Ellos acordaron llevar a cabo esta unión. Se fijó la fecha del matrimonio. Abu Talib recitó el sagrado himno del matrimonio (nikāh), pagó la dote a Ĵadiya y trajo a la novia a la casa[2] de su sobrino.
Primera Revelación, Prédica, Boicot Social
Ĵadiya fue siempre no sólo una buena esposa sino una compañera cariñosa en la misión de su marido. La gran riqueza de Ĵadiya siempre fue utilizada por Muhammad para difundir el Islam. Libre de apuros económicos, Muhammad dedicó la mayoría de su tiempo a la adoración y a la meditación. Debido a su sensibilidad, Muhammad estaba muy afligido por las prácticas impías y los vicios de la comunidad. Por su gran deseo de curar las heridas que desangraban a la humanidad, se retiraba a meditar en una cueva solitaria del Monte Hirā durante días enteros. Absorto en sus pensamientos, con su corazón sintiendo compasión por la falta de educación de los infieles, Muhammad anhelaba recibir la gracia de Dios.
Fue durante uno de estos pensamientos, un día del 610 D.C cuando tenía cuarenta años de edad, que Gabriel descendió sobre él con los versos del capítulo Iqra’ (Lee). Esa fue la señal para proclamarse profeta y para predicar los principios del Islam.[3]
Honrado con la misión de la sagrada fe, Muhammad comenzó a propagarla. Como los infieles gobernaban, Muhammad predicó en secreto durante tres años. Sólo Ĵadiya y Alí, el hijo de Abu Talib, oraban con él. Un día, con el impulso que le daba su reciente inspiración, Muhammad citó a los funcionarios municipales y a los ancianos de la ciudad al pie de la colina Safā. Al transmitirles el mensaje del monoteísmo, los previno acerca de una ruina inminente si continuaban con sus prácticas idólatras y viles.
Los sorprendidos ciudadanos no hicieron mayor caso de estas palabras. Pero el decidido Apóstol continuó con su misión y predicó a las gentes que se reunían en la Kaaba, el antiguo sitio de oración. Los patriarcas paganos de la Meca, quienes eran los sacerdotes de ese templo, sentían que la prédica de Muhammad era una amenaza, no sólo para su fe, sino que afectaba sus intereses financieros los cuales se encontraban ahora en peligro. Se quejaron en contra del apóstol ante su tío Abu Talib. Éste los tranquilizó con palabras prudentes, pero continúo protegiendo a Muhammad y lo instó a que continuara con su misión.
Unos días después, Muhammad invitó a su familia a un banquete en la casa de Abu Talib. Cuando terminaron de cenar, dio el mensaje de la Fe y la Creencia. Dirigiéndose a ellos dijo: “Dios me ha encargado, como Su profeta, la misión de propagar el Islam. ¿Alguno de entre ustedes me ayudará en esta misión y será mi albacea y sucesor?”
Todos se sentaron en silencio. Muhammad repitió el pedido tres veces; y cada una de esas veces Alí, el hijo de Abu Talib, quien había sido educado bajo la instrucción y guía del Profeta, se puso de pie y prometió dar su vida por la sagrada causa de la Fe. Muhammad, dirigiéndose de nuevo a la audiencia, dijo: “Sí, este Alí es mi albacea y sucesor. Todo creyente está ahora obligado a obedecerle.”[4] Desde entonces se predicó el Islam de forma continua. Sa’ad hijo de Abu Waqqas, Zubair, Talha, Abu Bakr, Zaid hijo de Hāriża, Umar, Bilal, Użmān, ‘Ammar hijo de Yāsir, Salmān Farsi (el persa), Abu Ďhar, Miqdād etc. adoptaron esta nueva fe. Los molestos jerarcas de la Meca, como Abu Yahl y Abu Sufian, hicieron una fuerte oposición. El mensaje de la Fe y la igualdad no iban solo en contra de su idolatría; era también una gran amenaza a su posición como custodios de la Kaaba. Era un duro golpe a su superioridad, la cual hacía que se beneficiaran de todas las ofrendas que eran hechas a sus ídolos. Como no pudieron atacar a Muhammad, el cual estaba protegido por su fuertemente armado tío Abu Talib, torturaron a pobres como ‘Ammar y Bilāl. Sin embargo, estos verdaderos seguidores de Dios se aferraron a su nueva fe.
Cuando la crueldad de estos tormentos se hizo irresistible, Muhammad dijo a los creyentes que migraran a Abisinia (Etiopia), en donde el Rey Nayāshi (Negus) les dio abrigo. Los gastos de estos viajes fueron financiados por la riqueza de Ĵadiya. Ya’far, el hijo de Abu Talib explicó los principios de la Fe a Negus el cual los escuchó con mucho respeto y se convirtió al Islam. Por los compromisos con su gobierno le aconsejaron de no proclamar su nueva fe; por lo tanto la mantuvo en silencio con una sabia discreción.
Cuando los infieles vieron que a pesar de su oposición el Islam seguía ganando terreno, y que Abu Talib continuaba protegiendo a Muhammad, decidieron boicotear a toda su familia. Hicieron que todos los mecanos cortaran con toda relación comercial y social con la familia de Abu Talib: no era permitido saludarlos, ni hacer transacciones comerciales con ellos, n amistarlos, ni contraer matrimonio con los musulmanes .Esta determinación era en verdad asfixiante. Abu Talib comprendió que vivir en la Meca era imposible para él y se trasladó a un sitio montañoso cerca de la ciudad. A este lugar aún se le llama “Shabe-Abu Talib. Altas rocas amenazantes lo rodean por tres costados. El cuarto lado da al frente de una vía frecuentada por caravanas de comerciantes, a quienes Abu Talib compró provisiones, alimento y avituallamiento. Sin embargo, todavía había que enfrentar el hambre. También se esperaban ataques nocturnos de los mecanos infieles. Para mantener a Muhammad a salvo de alguna agresión, Abu Talib movía su cama de una esquina a la otra todas las noches y hacía dormir a sus hijos en la cama en la que solía dormir Muhammad. Esta sabia y estratégica maniobra se hizo con el fin de salvar al Profeta de la muerte, ¡aún a costa de la vida de un hijo!
Este grupo de personas devotas pasó tres años en este penoso lugar. Por último, algunos mecanos nobles sintieron que marginar a una familia tan digna, sólo por su diferencia de credo o pensamiento iba en contra de la caballerosidad árabe. Decidieron por lo tanto llamarlos de nuevo a que hicieran parte de la comunidad. Por consiguiente, la gente de Abu Talib regresó a sus casas, pero tres años de continuo sufrimiento habían afectado su salud. No pasó mucho tiempo cuando Abu Talib murió. Luego de varios días, también falleció Ĵadiya. La honestidad de los sacrificios hechos por estas dos personas es obvia. Al profeta lo impactaron tanto estas muertes que llamó a ese año “El año del Dolor”. Sin embargo, su fortaleza le permitió conservar el fervor por su misión. ¡La propagación de la Fe continuó!
La madre de Muhammad, Amina, era originaria de Medina. Las personas que venían de allí cada año para adorar la Kaaba, el santuario de la Meca escuchaban las enseñanzas de Muhammad debido a la ya mencionada relación de afecto. En principio 12 de esas personas adoptaron el Islam. Al año siguiente 73 personas habían ingresado al grupo de la Fe y algunos de ellos le pidieron sinceramente a Muhammad que emigrara a Medina. Abbas, un tío bondadoso del Profeta les preguntó si arriesgarían su vida para proteger al Mensajero de Al-lah, y ellos le dijeron que lo protegerían del mismo modo en que defenderían a su familia. En pocas palabras, fue una firme promesa verbal, pero muy sincera.
Fue durante la tranquilidad de estos días que Muhammad alcanzó la más alta elevación espiritual, llamada Mirāy. Una noche mientras dormía en la casa de Umm Hāni, hija de Abu Talib; el Dios todopoderoso lo convocó a Su más sagrada cercanía. Muhammad atravesó las distancias inimaginables del Conocimiento y la Percepción; vio el paraíso y el infierno; los secretos de la Creación le fueron revelados a su intelecto. Esta fue la más estupenda toma de concepción espiritual jamás sostenida o absorbida por un ser humano. Él se fundió tan cercanamente a la Cercanía Divina que en un lenguaje metafórico puede decirse: “estuvo a una despreciable distancia de dos palmos del Creador”.
La ya mencionada muerte de Abu Talib dio un gran atrevimiento a los infieles de la Meca. Estos consideraron la muerte del valiente tío de Muhammad un momento propicio para matarlo y acabar con su movimiento. Bajo las órdenes de Abu Yahl se resolvió que se reunirían diez valientes hombres de diferentes tribus en la noche del 13 de Septiembre del 622 d.C y matarían colectivamente a Muhammad usando la espada; de esta forma los asesinos estarían exentos de alguna retaliación ya que los descendientes de Abdul Muttalib no podrían vengarse de tantas tribus.
En este punto Alá el que todo lo ve le dijo a Su mensajero que vivir en su querida ciudad natal ya no era posible para él; y que era inevitable que migrara hacia Medina. Encontrándose en esta situación, Muhammad le dijo a su sucesor Alí: “Se me ha ordenado que parta hacia Medina. Para confundir a los infieles debes dormir en mi cama y cobijarte con mi sábana verde, de este modo podré partir a salvo sin ser perseguido por mis enemigos”. Obedeciendo al apóstol, el valiente Alí durmió profundamente toda la noche en esa peligrosa situación. Cerca del amanecer, los asesinos saltaron las paredes, jalaron la cobija de la persona que se encontraba durmiendo allí y Alí se levantó rápidamente blandiendo su mortífera espada. Esta escena inesperada enfureció a los infieles pero consideraron poco sensato enredarse en una pelea con el feroz joven, y simplemente le preguntaron acerca del paradero de Muhammad. Alí estuvo presto a responder: “Si lo hubieran puesto a mi cuidado yo sabría decirles donde se encuentra. Él está donde Su Dios le haya dicho que esté”.[5]
Fuente: Libro “UNA BREVE HISTORIA DEL ISLAM (Desde sus inicios hasta 1995)”; Editorial Elhame Shargh
Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.
www.islamoriente.com ; Fundación Cultural Oriente
[1] Esta fecha ha sido determinada por el astrónomo turco Mahmood Pasha después de laboriosos cálculos. Los que prefieren el día doce o el diecisiete de Rabi I como la fecha correcta, pueden añadir 3 u ocho días al 20 de abril.
[2] Ibn Sa’ad, Tabaqāt, Vol. I, página 300; Gibbon, Caída del Imperio Romano, pág. 375.
[3] Tabari, I, 70; Ibn Khaldun, History, I, 294.
[4] Tabari, Vol. I, pág. 80; Ibn Sa’ad, Tabaqāt, I, pág. 205 Kamil, II, 22; Gibbon, V, 376; Ahmed, Musnad, I, 159
[5] (Ver Tabari, I, p.131; Ibn ĵaldun, Historia, I, 301; Masudi, Muruy uz-Zahab, I, 232; Sagrado Corán 2:207 comentado por Razi, ii, 283 y por Suyūti, III, 180, donde explican que Alí vendió su vida y adquirió la gracia de Dios; William Muir, Life, 208).