Desde que la Esencia Divina no tiene parangón ni símil, ni se puede suponer un equivalente o semejante a Dios, puesto que Él, Glorificado Sea, es tan Sublime que el hombre no puede conocer su naturaleza, entonces no hay camino para el ser humano a través del cual pueda conocer la realidad de la Esencia Divina, solo que al mismo tiempo puede conocerle, Glorificado Sea, a través de Sus Atributos de ÿamâlîiah y ÿalâlîiah... Con “Atributos de la Esencia” se quiere significar aquellos Atributos para cuya representación es suficiente con concebir la sola Esencia Divina y necesariamente se infieren de la misma, como lo son el conocimiento, el poder y la vida, que se infieren a pesar de que no surja de Él ninguna acción en absoluto.
La predestinación forma parte de las creencias islámicas categóricas que nos llegan en el Libro de Dios y la tradición profética, y que son confirmadas por las pruebas e indicios lógicos contundentes.Son numerosas las aleyas que tratan sobre la predestinación, y a continuación citaremos algunas de ellas:«Por cierto que Nosotros hemos creado toda cosa en base a una medida».«Y no hay nada sin que poseamos sus depósitos. Y no lo hacemos descender sino en una medida determinada».«Originador de los Cielos y la Tierra, y si decreta un asunto solamente le dice: “¡Sé!”, y es»...
En realidad, la historia misma del Islam, se inicia el día en que Muhammad es designado profeta. A partir de ese acontecimiento se suceden multitud de eventos que, en muy pocos años, cambiaron la faz del mundo. Ese día, en el que Muhammad fue elegido para guiar y albriciar a la humanidad y en el que oyó la voz del ángel que le decía: “Ciertamente eres el Mensajero de Dios”, asumió una gran responsabilidad. La misma gran responsabilidad que cupo a todos los profetas que le precedieron.
Los fuqahâ’ del Islam están de acuerdo en que las ga­nancias de la guerra se di­viden entre los combatientes a excepción del jums o quinto del botín, puesto que ello debe ser gastado en asuntos especiales que fueron mencionados en las pala­bras del Altísimo que rezan:«Y sabed que de lo que obtengáis (mâ ganimtum), a Dios pertenece su quinto, y asimismo al Mensajero, a sus parientes, a los huérfa­nos, a los indigentes y al viajero (que se ha quedado sin recursos)».
El Gran Profeta Muham­mad (BP) falleció en los comienzos del año XI de la héjira lunar, luego de veintitrés años de esfuerzo en el camino de anunciar la sharî‘ah o ley islámica.Con el fallecimiento del Gran Profeta (BP), concluyó la Revela­ción, y se selló la profecía, y de esa manera no hubo ni habrá más profeta después de él, ni otra ley divina después de la suya; sin embargo, los debe­res y obligaciones que pesaban sobre los hombros del Profeta Muhammad (BP), a excepción de lo concerniente a recibir Reve­lación y su anunciación, ob­viamente no concluyeron.
La naturaleza primigenia de la humanidad juzga que el ser humano no acepte sin pruebas ninguna afirmación. Aquél que acepta algo o lo pre­supone sin pruebas, está contrariando su naturaleza humana. La afirmación de ser pro­feta es la mayor invocación que puede realizar una per­sona. Es evidente que para de­mostrar tremenda preten­sión debe exponer pruebas con­tundentes al respecto. Esa prueba puede ser una de las tres cuestiones siguientes: 1- Que haya sido estipu­lado claramente por un pro­feta anterior cuya profecía haya sido categóricamente es­tablecida, así como el Profeta Jesús (P) anunció y dio albri­cias de la profecía de Muham­mad, el Sello de los Profetas...
Dios, el Prudente, eli­gió a al­gunos hombres probos para guiar y orientar a la humani­dad, haciéndolos responsa­bles de hacer llegar Su Men­saje a to­dos los miembros de la espe­cie humana. Estos hom­bres son los Profetas y Mensajeros por cuyo medio fluyó la gracia de la guía de parte de Dios, Glorificado Sea, a Sus sier­vos. Esa gracia bendita co­menzó con la Revelación de parte de Dios, desde que el gé­nero humano llegó a estar preparado para aprovecharse de ella, y continuó hasta la época del Gran Mensajero del Islam (BP).Debemos saber que la reli­gión de cada uno de los profe­tas se considera como la más completa en relación a su época, y su legislación como la más íntegra. Si esa gracia divina no se hubiera prolon­gado, la humanidad no hubiera alcanzado su nivel de perfec­ción.
La Shî‘ah Imamita, en lo relacio­nado a la doctrina y los principios del Islam, actúa según los hadices narrados del Mensajero de Dios (BP) a tra­vés de narradores fiables en los que es posible basarse, ya sea que estas narraciones y hadi­ces se encuentren en libros shiítas o sunnitas.Por ello, puede suceder que la Shî‘ah en sus libros de jurispru­dencia también se base en narra­ciones transmitidas a través de narradores sunnitas. Este tipo de hadîz, que es clasificado en cuatro clases, es denominado “muazzaq” (fiable).En base a esto, las acusacio­nes que algunos tendenciosos hacen contra la Shî‘ah Imamita a este respecto, no tienen base y son absolutamente erróneas.El Fiqh Imamita se basa -fundamentalmente- en el Sagrado Co­rán, la Tradición, el intelecto y el con­senso de los sabios.
La creencia en la existencia de Dios es un principio común entre todas las doctrinas divinas, y básicamente, la diferencia substancial y fundamental entre una persona religiosa -cualquiera sea la doctrina que practique- y un individuo materialista, radica en esta cuestión.El Sagrado Corán considera la existencia de Dios como un asunto claro que no necesita de argumentación. Considera que la duda y la vacilación respecto a esta realidad es algo injustificable, e incluso rechazable. Es así que expresa: «¿Acaso puede haber dudas respecto a Dios, el Originador de los Cielos y la Tierra?».
El ser humano es una entidad compuesta de espíritu y cuerpo. Después de la muerte su cuerpo se deshace y sus miembros se desmenuzan, solo que su espíritu continúa con vida y la muerte del ser humano no implica su exterminio. Es así que continúa con una vida espiritual transitoria (barzajî) hasta la constitución del día de la Resurrección. El Sagrado Corán, al explicar las fases de la creación y conformación del ser humano, ha hecho referencia a la última de esas etapas, que es la que se concretará infundiendo el espíritu en su cuerpo, ya que dice:«Luego le suscitamos en otra creación».Así también el Corán hace referencia a la vida barzajî del ser humano en muchas aleyas, entre ellas:«Y tras ellos hay una barrera (barzaj), hasta el día en que sean resucitados».