Se cumple un año ya desde el comienzo de los disturbios en Siria. Mucho se ha escrito y se ha hablado en este tiempo y, lo que a nosotros nos llega, especialmente enfocado en un sentido, el de presentar lo que ocurre en Siria como una insurrección popular contra la que se ejerce una brutal represión. Pero a pesar de todo, después de un año, intentar negar que lo que ocurre en Siria es fruto de una conspiración internacional es como querer negar que el sol amanece cada mañana nuevamente.
Todo el mundo, con una especie de alegría, nos anuncia hoy que ha llegado la primavera. Al escuchar hablar tanto de ello se me ha venido a la cabeza otra primavera, esa de la que se lleva hablando tanto tiempo sin que de momento hayamos podido percibir el olor ni el color de sus flores. Eso que se dio en llamar “Primavera árabe” tenía desde un principio cierto tufillo sospechoso que hacía recordar esas revoluciones de colores que a través de la CIA, la Fundación Soros, la organización USAID, o el National Endowmentfor Democracy, son fomentadas desde la primera década de este siglo para intentar acabar con gobiernos o dirigentes poco amigos, consiguiéndolo como en algunos casos del este de Europa, o fracasando estrepitosamente como por ejemplo las veces que se ha intentado en Irán.
¿Qué libro es éste que  penetra en lo más profundo de los corazones de los lectores, los  cuales  parecen  hechizados y enamorados? Para mí, no es un libro sino un hechizo extraordinario. [«Dios ha revelado el más bello relato, una Escritura cuyas aleyas armonizan y se reiteran. Al oírla, se estremecen quienes tienen miedo de su Señor; luego, se calman en cuerpo y en espíritu al recuerdo de Dios. Ésa es la dirección de Dios, por la que dirige a quien Él quiere. En cambio, aquél a quien Dios extravía no podrá encontrar quien le dirija» (Corán 39: 23)]