Las palabras del escritor alemán Günter Grass han desatado la ira de los sionistas y de sus cómplices en todo el mundo. Incluso han sido suficientes para que el gobierno del ente sionista declare oficialmente al premio Nobel como persona non grata, prohibiéndole la entrada en el territorio ocupado de Palestina, pidiendo incluso a la Academia Sueca la retirada del premio en literatura concedido en 1999, olvidando seguramente el sarcasmo que supone que criminales sionistas de la talla de Simon Peres o Henry Kissinger se les concediera, y aún mantengan, nada menos que el Nobel de la Paz
Que algunos muftis wahabis de Arabia emitan fatuas por las que se llama a las fuerzas de ocupación saudíes en Bahrein a no tener consideración alguna con la población local, incluso llegando al asesinato o a la destrucción de sus mezquitas y otros centros religiosos, por el simple motivo de seguir una corriente islámica diferente a la de ellos; o que fatuas de este tipo también sean emitidas para que esas fuerzas sudíes repriman, con la misma argumentación, igualmente a la propia población árabe que se manifiesta desde hace meses en varias ciudades del reino wahabi, exigiendo de igual modo unos mínimos derechos de ciudadanía, es algo que no nos sorprende porque desgraciadamente parece ir ligado a la animalidad intrínseca a ese modo de entender la vida y el propio Islam, y por que no, a la complicidad histórica del wahabismo con los intereses coloniales de Occidente, al menos desde la creación del reino saudí.
Hace ya más de una semana que se oficializó el reconocimiento por parte de los EE.UU. de la ciudad de Al-Quds como capital del ente sionista de Israel. En estos días hemos visto cómo en algunos lugares del mundo se han realizado manifestaciones más o menos numerosas en apoyo de Palestina, y también algunas declaraciones por parte de distintos representantes gubernamentales tanto de países de la zona, como de fuera de ella; bien fueran para cumplir pero sin causar demasiada estridencia, bien fueran para llamar a los países árabes y musulmanes a unirse verdaderamente para enfrentar ente nuevo envite del sionismo realizado a través de su manijero estadounidense.
A principios de este mes se cumplieron 100 años del acuerdo entre el sionismo y el Imperio Británico para la colonización de Palestina por parte de judíos europeos, alentados por la dirigencia sionista y bajo el mito religioso del retorno a la tierra prometida.La carta que encabeza este artículo, conocida como “Declaración Balfour”, fue enviada el 2 de noviembre de 1917 por el ministro de asuntos exteriores británico Arthur James Balfour al Barón Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía de Gran Bretaña e Irlanda, en la que se refleja parte del diseño de dominio del Oriente Próximo (Oriente Medio para los anglosajones) por parte de los británicos.
El ayuno por sí mismo tiene efecto en el cuerpo y el alma del ser humano, y es uno de los favores de la misericordia de Allah que permite beneficiarse a todos, ricos o pobres, por igual. Pero si este acto de culto se realiza acompañado de un sentimiento espiritual y moral correctos, sin duda el resultado del ayuno será mucho más efectivo en el propósito de acercar al ser humano a la perfección. Por ello el ayuno de una persona común es diferente al de alguien que cruzó los diversos grados de abstinencia y perfección humana, y ha obtenido la moral Divina.
Ibn ‘Abbas narra que en cierta ocasión el Profeta Muhammad (PBd) dijo: “Yo soy una ciudad de sabiduría y ‘Ali la puerta de ésta. Aquél que ande en busca de conocimiento lo encontrará en ‘Ali”. Esta no es más que una de las múltiples ocasiones en las que el Profeta se refirió a este hombre, del cual en los próximos días conmemoraremos un aniversario más de su nacimiento, de una manera como jamás se refirió a ningún otro. No es más que una de las múltiples ocasiones a lo largo de su vida, en las que el Profeta (PBd) destacó las virtudes de Imam ‘Ali (P), como jamás destacó las de ningún otro.
Se cumple un año ya desde el comienzo de los disturbios en Siria. Mucho se ha escrito y se ha hablado en este tiempo y, lo que a nosotros nos llega, especialmente enfocado en un sentido, el de presentar lo que ocurre en Siria como una insurrección popular contra la que se ejerce una brutal represión. Pero a pesar de todo, después de un año, intentar negar que lo que ocurre en Siria es fruto de una conspiración internacional es como querer negar que el sol amanece cada mañana nuevamente.
Todo el mundo, con una especie de alegría, nos anuncia hoy que ha llegado la primavera. Al escuchar hablar tanto de ello se me ha venido a la cabeza otra primavera, esa de la que se lleva hablando tanto tiempo sin que de momento hayamos podido percibir el olor ni el color de sus flores. Eso que se dio en llamar “Primavera árabe” tenía desde un principio cierto tufillo sospechoso que hacía recordar esas revoluciones de colores que a través de la CIA, la Fundación Soros, la organización USAID, o el National Endowmentfor Democracy, son fomentadas desde la primera década de este siglo para intentar acabar con gobiernos o dirigentes poco amigos, consiguiéndolo como en algunos casos del este de Europa, o fracasando estrepitosamente como por ejemplo las veces que se ha intentado en Irán.