De Balfour a Abu Kamal

Por: Mikail Alvarez Ruiz

Estimado Lord Rothschild. Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él.

El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.

Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.

Sinceramente suyo, Arthur James Balfour”.

A principios de este mes se cumplieron 100 años del acuerdo entre el sionismo y el Imperio Británico para la colonización de Palestina por parte de judíos europeos, alentados por la dirigencia sionista y bajo el mito religioso del retorno a la tierra prometida.

La carta que encabeza este artículo, conocida como “Declaración Balfour”, fue enviada el 2 de noviembre de 1917 por el ministro de asuntos exteriores británico Arthur James Balfour al Barón Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía de Gran Bretaña e Irlanda, en la que se refleja parte del diseño de dominio del Oriente Próximo (Oriente Medio para los anglosajones) por parte de los británicos.

El apoyo práctico de los británicos al sionismo comenzó a materializarse tras la creación del mandato británico en Palestina después de la caída del Imperio Otomano tras la I G.M., facilitando la llegada a Palestina de colonos judíos, totalmente ajenos al territorio y sin vinculación alguna con el mismo, sentando así las bases para lo que más tarde sería la creación del ente sionista de Israel en 1948.

La Declaración Balfour, es un documento que muestra la complicidad entre el imperialismo británico y la dirigencia sionista, la cual poseía un gran poderío financiero y cercanía a los círculos de poder tanto en Gran Bretaña, como en Francia y en los EE.UU. A pesar de los intentos sionistas de presentar esta carta como la base jurídica de su supuesto derecho a una tierra que no les pertenece, la misma no es más que un documento de espíritu colonial que menospreciando los derechos de los habitantes de Palestina prometía a los sionistas algo que los ingleses no poseían y a lo cual no tenían derecho bajo ninguna ley internacional.

La realidad pronto demostró que el supuesto interés por los derechos de los no judíos en Palestina que mencionaba la carta no era más que pura hipocresía colonialista. El propio Balfour, en enero de 1919, mantenía lo siguiente en otra carta dirigida al gobierno británico: "En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país. Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, y el sionismo, bueno o malo, correcto o incorrecto, está basado en antiquísimas tradiciones, en necesidades actuales y en esperanzas futuras de mucha mayor importancia que los deseos o preocupaciones de los 700.00 árabes que ahora habitan esta antigua tierra".

La colonización progresiva protegida por el Imperio Británico propició que Palestina pasara de tener 85 mil judíos frente a 600.000 palestinos en 1915, a 600.000 mil colonos judíos frente a 1’5 millones de palestinos en 1947, alcanzando ya en ese año previo a la proclamación del ente sionista como estado 1/4 de la población de Palestina.

La incrustación de ente sionista en el corazón del mundo árabe e islámico, lejos de ser asimilada con naturalidad en este entorno, ha actuado desde el comienzo de la colonización sionista y hasta nuestros días como célula cancerígena que ha tenido un impacto catastrófico sobre la vida de millones de personas, no sólo en Palestina, sino en el conjunto del Oriente Próximo, y más allá de esto en las relaciones políticas y geopolíticas internacionales desde mediados del S. XX hasta la actualidad.

Esa no asimilación natural de un ente artificial y colonial como el sionista, entre otras cosas porque desde su inicio la colonización sionista ha estado acompañada de la violencia, el crimen y el racismo contra la población autóctona de Palestina, la cual siempre ha sido tratada únicamente como mero ganado a exterminar, ha forzado a que los patrocinadores de la ocupación de Palestina hayan tenido que prestar un permanente apoyo vital para la supervivencia forzada del régimen sionista en la tierra usurpada de Palestina.

El diseño del colonialismo occidental para Oriente Próximo, y no sólo británico tras la II GM, no aspiraba únicamente a la implantación del ente sionista en Palestina para satisfacer a las élites sionistas de sus países, sino sobre todo al dominio total de la zona tanto para el control de las rutas comerciales con Oriente como, y sobre todo, para el expolio de las riquezas petrolíferas descubiertas en buna parte de los países de la Oriente Próximo.

Esto ha devenido en una inseparable conjunción de intereses, constantemente aireada de manera chantajista por el sionismo para garantizarse la continuidad indefinida de la protección de los países colonialistas de Occidente y los vasallos de estos, para la supervivencia de ese régimen, sean cuales sean sus crímenes y desvaríos políticos.

La claudicación de los países árabes y musulmanes ante la supuesta realidad de lo que el sionismo y sus secuaces conocen como Estado de Israel, que ellos denominan “normalización” ha sido la aspiración última de la asociación colonial-sionista.

Camp David fue la primera materialización de esa pretensión, con el agravante de que fueron quienes se decían representantes de la resistencia palestina los primeros en firmar esa claudicación. Sin embargo el tiempo ha demostrado que lejos de todas las promesas y supuestas garantías a los palestinos, esos acuerdos, como lo expresado al respecto en la Declaración Balfour, no fueron más que palabrería cosmética en un papel mojado que sólo pretendía una rendición incondicional.

Dando un salto en el tiempo tras el que entre otras cosas se deja atrás el mito de la invencibilidad militar sionista tras sus repetidos fracasos en el Líbano, nos encontramos que esos acuerdos de Camp David no sólo no alcanzaron lo fines pretendidos por no haber arrastrado a la claudicación formal general, sino que pasados estos años la Resistencia antisionista en la zona era cada vez más poderosa, a pesar de los deseos de muchos de los propios estados de Oriente Próximo, especialmente del Golfo, que sin haber firmado formalmente la claudicación, si son aliados de los sionistas esperando con ello garantizar la supervivencia de sus propios regímenes.

Llegados a este punto, de la mano de la dirigencia estadounidense Obama/Clinton (con el apoyo por supuesto del colonialismo británico y francés, y evidentemente del propio sionismo), se puso en práctica un plan trazado años antes. Se llevó el ejemplo de las “revoluciones de colores” a los países árabes con el objetivo de destruir de facto a todos aquellos que no se hubieran doblegado ya a la claudicación o a los simplemente volátiles, con el fin de que un cordón de protección de países sometidos alrededor de la ocupada Palestina hiciera igualmente imposible la acción de la Resistencia.

Tras experimentar con éxito en Libia, se pretendió reproducir la experiencia en el país clave para ese plan de salvaguarda sionista, Siria. Pero Siria no era Libia, y el plan inicial fracasó.

La opción B siempre que no se consigue dominar un país es convertirlo en un estado inviable mediante el caos continuo, y para eso los países del Golfo y también Turquía se prestaron gustosos a apoyar a los países coloniales inundando Siria de grupúsculos wahabistas armados afines y más tarde, ante la incapacidad de estos, crear el Daesh el cual también expandieron a Iraq con el mismo propósito.

Siguiendo la evolución de los acontecimientos en estos años, hemos podido comprobar que ni la manipulación informativa, ni toda la propaganda vertida en Occidente, ni todas las maquinaciones políticas de los colonialistas y sus vasallos, han impedido que al contrario de lo pretendido, la Resistencia se haya extendido y fortalecido más que nunca, y que tanto Siria como Iraq, en vez de haber claudicado ante las pretensiones colonial-sionistas, han sido capaces de vencer en esta fase de la confrontación.

La conquista de la ciudad siria de Abu Kamal por las fuerzas de la Resistencia, entre las que al mando del General Qassem Suleimani se encontraban además de unidades sirias y asesores del Pasdaran iraní, miembros del Hizbullah libanés, de las milicias iraquíes, de la unidad Fatimiyun afgana y la unidad Zainabiun paquistaní, con el apoyo de la aviación rusa, y a pesar de todo el apoyo prestado en esa batalla por los EE.UU. y sus secuaces al Daesh para evitar la pérdida de esa ciudad, ha marcado por su derrota el fin de la estrategia de delegar la guerra en grupos armados wahabíes.

Abu Kamal no sólo ha sido la derrota del Daesh, no sólo ha sido la derrota de Arabia Saudí y sus esbirros del Golfo, no sólo ha sido la derrota de los EE.UU. y el resto del colonialismo occidental, Abu Kamal ante todo ha representado una derrota más del plan de dominación sionista, alejándolos aún más de lo que estaban al principio de la aspiración de eliminar a la Resistencia.

Pero ojo, nunca hay que bajar la guardia en tanto la ocupación sionista de Palestina se mantenga y los esbirros traidores sigan gobernando y actuando en tierras árabes y musulmanas. Fracasado también el plan B, servido está el plan C.

El colaboracionismo kurdo fue fundamental para el despliegue y operaciones del Daesh en Iraq, e igualmente en Siria se ha convertido en la nueva herramienta al servicio de los intereses desestabilizadores de la alianza colonial-sionista. En Iraq este elemento desestabilizador se ha conjurado a la par que su socio takfiri ha sido eliminado, si bien en Siria con una apuesta occidental por este elemento mucho más fuerte que la que podía permitirse en Iraq, hace que este plan C siga estando vivo.

Insha Allah pronto podamos unir el nombre de Raqqa al de Abu Kamal y al de otras ciudades antes liberadas como Alepo, Arsal, Palmira o Mosul, y sobre todo podamos unir a la lista de ciudades liberadas las de Meca y Medina, que serán las que antecedan a la liberación de Al-Qods, la cual marcará el fin definitivo del sueño sionista, enterrando para siempre la promesa del señor Arthur James Balfour

www.islamoriente.com, Fundación Cultural Oriente

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