Dios Altísimo afirma en el Noble Corán que: “En la Torah y en los Salmos (de David), escribimos que los virtuosos heredarán la Tierra”. En otro versículo se narra algo semejante de boca del profeta Moisés, la paz sea con él. Sin dudas un día esta promesa divina se cumplirá. En otra parte, luego de referirse a la historia del Faraón que oprimía al pueblo, afirma: “Y queremos agraciar a quienes fueron oprimidos en la tierra y designamos Imames (guías, líderes de parte de Dios) y los hacemos herederos (de la tierra)”. Este versículo, si bien se refiere en primera instancia a los Hijos de Israel y a su libertad de las garras del Faraón y el acceso de ellos al poder, también la expresión árabe ua nuridu, “y queremos”, alude a una voluntad permanente (pues está en tiempo presente, no en pasado como suele traducirse al español en forma errónea en las traducciones vigentes del sagrado Corán. NT). Por ello, en muchas narraciones se alude con este versículo a la venida del Imam al Mahdi, que Dios apresure su honorable venida.
Como hemos señalado, la diferencia entre shi’itas y sunnitas en relación con el tema del Imamato, abarca tres temas: el primero es que el Imam debe ser designado por parte de Dios, el segundo es que debe poseer el hábito de la infalibilidad y el tercero es que debe poseer el conocimiento dado por Dios. En la lección treinta y siete demostramos estos tres temas con un argumento racional y en la lección treinta y ocho hicimos referencia a algunas de las tradiciones transmitidas a modo de prueba (por transmisión de la tradición) acerca de la designación divina de los Puros Imames, la paz sea con ellos. En esta lección nos ocuparemos de ver los temas de la infalibilidad y el conocimiento divino de ellos.
En la lección anterior explicamos que la culminación de la profecía sin la designación del Imam infalible se oponía a la sabiduría divina y la perfección de la religión universal e imperecedera del Islam depende de que luego del noble profeta (BPD) se designe un sucesor adecuado para él, de modo que salvo el rango de la profecía y la recepción del mensaje posea todos los rangos y jerarquías divinas que él ostenta. Este asunto se desprende de los versículos del generoso Corán y de abundantes narraciones proféticas que tanto shi’as como sunnas han transmitido en relación con la exégesis de esos versículos. Por ejemplo, en el tercer versículo del capítulo quinto (La Mesa Servida), el Sagrado Corán afirma: “Hoy os he completado vuestra religión, he consumado mis bendiciones sobre vosotros y me complace el Islam como vuestra religión”.
Muchas de las personas que no reflexionan y no poseen una mirada profunda en los asuntos doctrinarios suponen que la diferencia entre los shi’as y los sunnas acerca del Imamato, es meramente que los shi’as creen que el noble profeta (BPD), eligió a ‘Ali ibn Abi Talib como sucesor para administrar los asuntos de la sociedad, pero los sunnitas creen que tal cosa no ocurrió y la gente designaron a un gobernante de acuerdo a su propio deseo y éste designó personalmente a su propio sucesor. Luego en tercer lugar, se delegó en un grupo de seis personas la designación del sucesor y el cuarto califa fue nuevamente elegido por designación pública. Por lo tanto, no existía una fórmula especial para elegir al sucesor entre los musulmanes, por ello, luego del cuarto califa, quien ostentase mayor fuerza militar ocupaba este rango, así como en (muchos de) los países no islámicos, más o menos, las cosas se dirimen de este modo.
El noble profeta del Islam (BPD), luego de su emigración a Medina y de recibir él y los musulmanes que emigraron de Meca (los Emigrados), el auxilio sin reservas de la gente de esa ciudad que les valió el orgulloso apodo de Ansâr, los Auxiliadores, constituyó una sociedad islámica y se dedicó al gobierno de sus asuntos. La mezquita del profeta, además de ser el centro de la adoración comunitaria, la difusión del mensaje divino y la educación y la enseñanza de la gente, fue también el refugio de los emigrados y los desposeídos y el lugar donde se atendía a sus necesidades económicas. También fue el lugar donde se juzgaba, se impartía justicia entre partes litigantes y se tomaban decisiones militares y el envío de fuerzas a los frentes de batalla y el resto de los asuntos de gobierno. En otras palabras, el gobierno de los asuntos mundanos y espirituales de la gente era llevado a cabo por el noble profeta (BPD) y los musulmanes se veían en la obligación de obedecer sus órdenes puesto que Dios Altísimo, además de exhortar a la obediencia incondicional con respecto a las órdenes del profeta , específicamente en los asuntos políticos, judiciales y militares, dio órdenes enfáticas para la subordinación con respecto a Su Mensajero (BPD).
Teniendo en cuenta el carácter imperecedero de la religión del Islam se niega la posibilidad de que surja otro profeta que abrogue la jurisprudencia islámica. Sin embargo, puede quedar en pie la opinión de que pueda venir otro profeta que difunda y expanda el Islam, tal como muchos otros profetas anteriores han tenido esa misión (con respecto a otras revelaciones anteriores a ellos), sean profetas contemporáneos con quienes portaban la shari’a o jurisprudencia divina como el caso del profeta Lot, la paz sea con él, que era contemporáneo del profeta Abraham, la paz sea con él, y seguía su ley, o bien, profetas que eran enviados con posterioridad pero bajo la misma ley que el mensajero anterior, como la mayoría de los profetas de Bani Israel (Los Hijos de Israel, las doce tribus).
La fe en todos los profetas y la aceptación de todos sus mensajes es algo necesario y la negación de un profeta o la negación de alguna de sus normas o mensajes equivale a la negación del Señorío legal divino y se asemeja a la incredulidad de Iblís. Por lo tanto, luego de demostrarse la veracidad y condición milagrosa del mensaje del profeta del Islam, la bendición y la paz de Dios sean con él y con su Descendencia Purificada, es necesaria la fe en el propio profeta, la fe en todos los versículos que descendieron y en todas las normas y las leyes que trajera de parte de Dios Altísimo.
Por lo tanto, el resguardo del Sagrado Corán hasta ser difundido a la gente como cualquier otro libro no tiene objeción, pero como sabemos, el resto de los libros celestiales luego de que quedaron a disposición de la gente fueron objeto - en mayor o menor medida - de alteraciones y modificaciones, o luego de un tiempo, fueron dejados en el olvido como el libro de Noé del cual no se tiene rastros hoy en día, o lo mismo, el libro de Abraham, la paz sea con ambos. Los libros del profeta Moisés o del profeta Jesús, la paz sea con ambos, no se encuentran en su forma original. Teniendo en cuenta este tema se plantea esta pregunta y es que: ¿Cómo sabemos que lo que hoy en día tenemos en nuestras manos como el último libro revelado es el mismo libro que descendió sobre el profeta Muhammad, la bendición de Dios sea con él y con su Descendencia, y no posee ninguna alteración o cambio y no se le agregó ni se le omitió nada?
El Sagrado Corán es el único libro celestial que ha desafiado clara y categóricamente que nadie posee la capacidad de traer un libro semejante, e incluso si todos los seres humanos y todos los genios se uniesen para intentarlo serían incapaces. No solo no tendrían la capacidad de traer un libro completo como el Sagrado Corán, sino que incluso no podrían traer ni siquiera diez capítulos como él , ni tampoco un capítulo o siquiera un versículo. Luego, el Sagrado Corán enfatiza el desafío y llama a que los hombres lo intenten de modo que la incapacidad humana para ello constituya una prueba de su carácter divino así como el de la misión profética, la bendición de Dios y la paz sean sobre él y su Descendencia.
Decenas de miles de profetas fueron enviados a lo largo de la historia y en todos los rincones del planeta y ejercieron su destacado rol en la guía y educación de los seres humanos dejando efectos extraordinarios en la humanidad. Cada uno guió a un grupo de hombres de acuerdo a creencias correctas y elevados valores y tuvieron efecto indirecto en los demás. Algunos de estos profetas tuvieron éxito en construir una sociedad monoteísta y justa, desempeñando el liderazgo de las mismas. Entre ellos, los profetas, Noé, Abraham, Moisés, Jesús, la paz sea con ellos, trajeron libros que contienen leyes, normas individuales y sociales, obligaciones morales y legales acordes con las condiciones de su época. Pero estos libros con el paso del tiempo, o desaparecieron o sufrieron tergiversaciones en su letra o significado, y como resultado devinieron en unas leyes celestiales deformadas. Así como la Torah (Pentateuco) de Moisés, la paz sea con él, sufrió muchas alteraciones, también el Evangelio de Jesús, las sufrió, al punto de no quedar rastro del propio Evangelio original emanado del propio Jesús, sino que los Evangelios (llamados canónicos), son en realidad escritos de quienes fueron considerados sus seguidores que fueron reunidos (tras su ida de este mundo) y reunidos en unos libros denominados santos.