La historia de Jesucristo (AS) comienza, en el Corán, con un relato de la historia de la Familia de Imrán, los padres de la Virgen María (AS). Imrán es descendiente del profeta Salomón (AS) y, por ende, del profeta David (AS). Dios ha escogido la Familia de Imrán y la ha favorecido con la profecía, igual como lo había hecho antes con la Familia de Abraham (AS). De hecho, Imrán viene siendo descendiente de Abraham (AS): “Ciertamente Dios eligió a Adán, a Noé, a la familia de Abraham y a la familia de Imrán entre la gente * una generación descendiente de otra; Dios es Omnioyente y Sapientísimo” (3:33-34)...
JACOBO (AS) Y JOSÉ (AS) La historia del profeta José (AS) se presenta en el Corán en un sólo capítulo y con mucho detalle, a diferencia de las historias de otros profetas, las cuales se narran, con diversos pasajes, en diversos capítulos. Por esta razón, en este caso específico del profeta José (AS), no se incluirán las referencias a capítulos y versículos del Corán; se tendrá como referencia única el capítulo 12 del Corán titulado con el mismo nombre “Youssef” (José (AS)). Jacobo (AS) fue uno de los hijos de Isaaq (AS), y fue apodado -durante su vida- por “Israel”; en el Corán se refiere a él por ese nombre en algunos versículos. La palabra Israel –en hebreo- está compuesta de dos palabras: “Isra” y “El”, donde la primera significa siervo o “adorador”, y “El” significa Dios; es decir, se le apodó el siervo o adorador de Dios, ya que Jacobo (AS) se esmeraba mucho en sus actos de adoración de Dios. “Israel” es equivalente a la palabra árabe: “Abdullah”.
La creencia en todos los profetas de Dios es uno de los pilares del Islam. También se comentó la diferencia existente entre un profeta y un mensajero, la cantidad de profetas y mensajeros, así como el rol que tiene un profeta o un mensajero. En este capítulo, se presentarán algunos pasajes de la vida de cada uno de los profetas o mensajeros mencionados en el Corán, teniendo en cuenta que hay muchos otros no nombrados por Dios en el mismo “Hay mensajeros de los que te hemos referido y mensajeros de los que no te hemos contado nada….” (4:164). En estas narraciones, se limitará, en lo posible, a lo presentado en el texto del Corán, recurriendo, en algunos casos, a completar o aclarar algunos aspectos, con base en dichos del Profeta Muhammad (SAAWAWS), cuando el caso lo amerite...
Algunos opinan que la estructuración de los versículos  del Corán en capítulos, así como el ordenamiento de los capítulos, fueron especificados por el mismo Profeta (PB), siguiendo una inspiración divina.Sin embargo, existen indicios y pruebas que demuestran que las copias recopiladas durante las épocas de Abu Bakr y de Outhmán como, por ejemplo, las de Ubai Ibn Ká´ab y Abdullah Ibn Mas´úd, tenían discrepancias entre sí en lo que al orden de los capítulos se refiere. Se deduce que este ordenamiento de los capítulos fue con base en  opiniones particulares de cada compañero recopilador o en las opiniones de Outhmán, en el caso de sus copias unificadas, ya que si el Profeta (PB) había estipulado un orden específico de los capítulos, ninguna persona podría, posteriormente  alterar ese orden. Suyúti –sabio sunnita- dice: “La totalidad de los sabios están convencidos del hecho de que el ordenamiento de los capítulos fue por criterio propio de investigación y deducción”.
Los idólatras y paganos en La Meca, al conocer lo que estaba pasando en Madinah (Medina) en relación a la adopción del Islam, comenzaron a incrementar sus maltratos hacia los musulmanes en La Meca. Allí, el Profeta (PB) solicitó a sus seguidores a emigrar hacia Madinah para protegerse de los maltratos y agresiones de los clanes paganos. Así comenzó la emigración hacia Madinah, en grupos e individualmente, por parte de los musulmanes, quienes –forzosamente- dejaban en La Meca mucho de sus pertenencias, y -por supuesto- sus casas y tierras.
Para reflexionar sobre la vida, Muhammad (SAAWAWS) salía de La Meca, durante un mes en el año (el mes de Ramadán), y se aislaba en una montaña llamada Hará´a o Hira; ésta es la montaña más alta de La Meca, y queda a unos kilómetros al noreste de la misma; se llama –igualmente- la montaña “An-Nur”, o “Montaña de la Luz”. Sus reflexiones incluían temas como las maravillas de la creación del universo, la existencia misma y la disciplina y el equilibrio que caracterizan las manifestaciones de la naturaleza. La escogencia de esta montaña respondió a varias razones, entre las cuales se destacan: (a) la misma estaba apartada del paso de la gente,  y (b) desde allí, se podía contemplar la Káabah.
El Profeta (PB) sabía que se estaba acercando la hora de su despedida de esta vida; de hecho, hubo muchas señales de ello, entre las que se pueden destacar las siguientes:*. Durante la última peregrinación, el Profeta (PB) realizó los rituales muy diferentes y más completos de los que se habían venido practicando en los últimos siglos, siguiendo así la práctica del Profeta Abraham (AS), la cual había sido tergiversada al pasar los siglos. Al mismo tiempo, les exhortó a los musulmanes prestar mucha atención a los rituales que él estaría mostrando, ya que ésta sería la última vez que él los acompañaría.*. Al regreso de la última peregrinación, el Profeta (PB) comunicó en Ghadir Khumm, como ya se mencionó, que Alí sería su sucesor.*. Al recibir la revelación del capítulo (“An-Nasr”): “Cuando llegue el auxilio de Dios y la victoria, y veas a la gente entrar en masa en la religión de Dios. Proclama la infinita Gloria de tu Señor, alábale y pídele perdón; ciertamente, Él siempre acepta el perdón” (110:1-3), el Profeta (PB) mencionó que la misma es –al mismo tiempo- una indicación de la consolidación de la religión musulmana, lo cual ya había sucedido al venir las delegaciones (jefes de tribus) de toda Arabia a adoptar el Islam, así como una señal del acercamiento de su muerte. El Profeta (PB) le dijo a su hija Fátima -al recibir esta revelación- que su muerte (del Profeta) estaba ya cerca, lo cual le hizo llorar; inmediatamente le comentó que ella sería la primera de su familia que lo seguiría hacia la otra vida, lo cual le contentó y le hizo sonreír; y así pasó...
El contenido del Corán constituye una fehaciente demostración de que el mismo no pudo haberse sido compuesto o redactado por persona alguna, y menos por el profeta Muhammad (SAAWAWS), quien era analfabeta. La elocuencia inimitable del Corán, la exactitud de su narración de hechos históricos, la confirmación posterior por los avances científicos de las descripciones de fenómenos cósmicos y naturales, la ocurrencia de diversos hechos y sucesos profetizados, entre otras cosas, representan sólidos argumentos  para la afirmación anterior, y una contundente prueba de que se trata de un mensaje de revelación divina. A continuación se expondrán estos argumentos de una manera muy detallada.
El milagro del profeta Muhammad (PB) es el Corán. La palabra Corán, en árabe, significa: la lectura, la recitación. A lo largo del presente capítulo, se presentarán detalles que demostrarán la autenticidad del Corán como la palabra revelada de Dios, y la imposibilidad de que la misma haya sido compuesta por persona alguna, y menos por el profeta Muhammad (PB) siendo una persona analfabeta.El Corán es el libro más leído a lo largo de los siglos y el mismo ha creado una nueva etapa en el pensamiento humano y ha afectado de una manera significativa la vida de millones de personas alrededor del mundo. Por ello, este libro sagrado se puede considerar como el único milagro viviente, si se toma en cuenta que los demás profetas fueron apoyados por milagros considerados como acciones puntuales, manifestados en eventos o sucesos de su época.
La fe y la acción son dos dimensiones complementarias de la religión musulmana. En el punto anterior, se presentaron los pilares de la fe musulmana. En este punto, se desarrollarán los principios o pilares de acción o de la práctica que la religión musulmana pregona.Las acciones, en este contexto, pueden catalogarse en 4 grupos bien diferenciados:Acciones obligatorias; 2. Acciones prohibidas o ilícitas; 3. Acciones deseables; 4. Acciones detestablesLas acciones obligatorias son aquellas cuyo ejercicio es imprescindible para una persona musulmana, y el hecho de no practicarlas se traduce en una “falta”. Ejercer estas acciones es recompensado, y no practicarlas es castigado.  Estas son: (a) realizar las oraciones obligatorias (Salat),  (b) realizar el ayuno del mes de Ramadán, (c) pagar impuesto purificador (Zakat) y (d) peregrinar a La Meca –al menos- una vez en la vida.  A continuación se expondrá con detalle cada una de estas acciones.