Al-lah (Dios) - ¿temor o amor?
Por: Ayatolá Mahdi Hadavi Tehrani
Traducción: AbdulKarim Orobio
Pregunta: ¿Debe el recuerdo de Al-lah evocar temor o amor?
Respuesta Concisa
La coexistencia del temor y la esperanza, en algunos casos el amor, con respecto a Dios no debe ser una fuente de confusión puesto que este fenómeno permea todas las relaciones de amor en varios grados. Sin embargo, debido al exceso de concupiscencia, estamos ciegos frente a ello. Debe tenerse en cuenta que inclusive como rutina, un tema como el caminar es el resultado de temor, esperanza, y amor, porque sin esperanza, no asumiríamos caminar, y sin caminar no llegaríamos a nuestro destino, y sin temor no tendríamos precaución y como resultado seriamos lastimados y de nuevo fracasaríamos en nuestro intento de llegar a nuestro objetivo. Este tema se aclara cuando utilizamos los automóviles, la electricidad, suministros, encendedores, etc., porque nos satisfacemos utilizándolos, pero si este uso no es controlado y equilibrado por el temor y la precaución, esto podría conducir a nuestra propia destrucción.
Por lo tanto, es correcto decir que uno debe temerle a Dios, amarlo y tener esperanza en Él todo a la vez. Amarlo y tener esperanza en Él conlleva a la armonía por una parte y por otra nos obligará a actuar y esforzarnos para adquirir los elementos que asegurarán Su Satisfacción, finalmente llevándonos a ser bendecidos por Su efusión, Favores y Gracia en este mundo y en la próxima vida. Temerle evocará la humildad y el sometimiento; fortalecerá el espíritu de la obediencia y evitará que cometamos pecados, que por otra parte provocarían Su Ira y Castigo.
Esta coexistencia de temor y esperanza en este mundo – el mundo de la siembra y el esfuerzo, que exige estar atento, para preservar el fruto de nuestros esfuerzos, para que podamos beneficiarnos de ellos en la otra vida, en donde no necesitaremos la precaución, ya que ese no es lugar de siembra y esfuerzo para cosechar. El temor solo trae consigo el abatimiento, la falta de espíritu y la depresión. La esperanza sin el amor o viceversa conduce a la decepción causada por un espíritu débil, haciendo que despreciemos a Dios y pequemos. Por lo tanto, no es conveniente ni la consecuencia del temor ni de la esperanza cuando se toman individualmente una sin la otra.
Respuesta Detallada
El temor, la esperanza y el amor son fenómenos Wiydani (experimentados directamente e intuitivamente y como tal su comprensión no yace en conceptos mentales o experiencias sensoriales) por lo que no necesitan de ser definidos. El ser humano experimenta el temor cuando se enfrenta a una determinada situación, como:
- Cuando su vida, propiedad, reputación, etc., están en peligro.
- Cuando se ve abrumado por la grandeza de algo o alguien
- Cuando se siente sin una guía con respecto al desenlace y repercusión de una acción frente a su destino. Aunque, es posible que en algunos casos todos estos factores estén presentes a la vez.
De igual manera, el sentimiento de amor y afecto surge como respuesta a algunos factores como:
- Encontrar algunos aspectos atractivos y hermosos en el amado. La atracción que uno siente hacia el amado es la consecuencia de la inclinación que uno siente hacia las bellezas que manifiesta el Amado. Los poetas tradicionales detestan ese amor que “va en busca de los aparente”, aquel que nutre este tipo de amor está condenado a la deshonra. Sin embargo, no es esta una verdad universal. Si las bellezas halladas en el ser amado son pasajeras, efímeras y superficiales, entonces el poeta tiene la razón. Pero, si las bellezas y perfecciones que posee el ser amado son del tipo de valores morales o si dichas bellezas son perfecciones existenciales y reales, el amor que surge de esto no sería un simple amor “en búsqueda de lo aparente” y deshonroso, por el contrario su producto sería la armonía.
- El sentimiento de dependencia y necesitar el objeto amado de tal manera que uno intenta explotar dicho objeto en búsqueda de las aspiraciones propias. En este tipo de relación, uno se siente atraído hacia el objeto amado por satisfacer el ego propio y no por el objeto amado.
- El amor que se agranda en el corazón como resultado de sentirse en deuda hacia el ser amado. En esta relación, el amante es atraído hacia el amado como resultado de los favores y la benevolencia recibida de parte de él y entonces se debe a este.
- El amado busca el amor del amante y lucha por seducirlo y capturarlo y así servirle y socorrerlo (al amante). Es posible que se presente más de una de las categorías anteriores en un caso de amor.
Si examinamos este asunto detenidamente, notaremos que en todas nuestras acciones y reacciones, el temor, el amor y la esperanza se mezclan en varios grados. Aunque en algunos casos uno de estos factores puede ser que predomine sobre los demás y no exista siempre un balance equitativo, su coexistencia es inevitable. Sin embargo, este es uno de los temas poco claros para nosotros. La esperanza y el amor nos impulsan a la acción tanto en nuestras actividades diarias como en las labores riesgosas que asumimos. El temor, por otra parte nos frena, para así poner en práctica la precaución, para evaluar las repercusiones de nuestras acciones y preparar los preliminares adecuados. Si únicamente hubiésemos sido equipados con el amor, seríamos temerarios, lo que implicaría nuestra pronta destrucción. Y si nuestro temor fuese inigualable, nunca habríamos asumido una acción, ni siquiera tan naturales, como beber, comer, porque siempre existiría el riesgo de que una sola gota de agua o un bocado de comida se fuse por un conducto equivocado de nuestro aparato digestivo y nos afectara, ocasionándonos una asfixia.
Por lo tanto, no debe haber confusión en lo que concierne a la coexistencia del temor, la esperanza y el amor con respecto a Dios. Y si la hay, es solamente otra señal del olvido del conocimiento de nuestro propio yo y nuestras condiciones psíquicas.
Para explicar esto mejor, podemos decir que: La existencia del temor, la esperanza y el amor con respecto a Dios en diferentes personas es proporcional al conocimiento que uno tiene de Dios y de Sus atributos de Belleza y Majestuosidad, el conocimiento que tienen de la verdadera religión, su conducta pasada y la certeza o falta de ésta respecto a su futuro.
Aquellos que están cautivados por la magnificencia y grandeza de la Verdad o en el pasado han cometido pecados y han deshonrado la Presencia Divina – en este caso, el temor, eclipsa el amor y la esperanza. Pero viendo el otro lado del espectro, se encuentran aquellos que están en un trance por la Belleza y Misericordia Divina. Han experimentado Sus Favores y Gracias y en el pasado han tenido precaución con su conducta y honrado la presencia Divina, en ocasiones, cuando resbalaron y pecaron, hallaron una puerta de regreso hacia el perdón y el favor de Dios, se aferraron a ella y se arrepintieron sinceramente. En este caso, el amor y la esperanza dominan al temor.
Pero finalmente están aquellos que se encuentran en la intersección entre los dos estados mencionados. Es decir, no están seguros de si sus acciones han sido aceptadas y temen por su futuro y la posibilidad de no poder librarse del castigo Divino, pero a la vez, mantienen una esperanza en el perdón de Dios y en Su generosidad. En otras palabras, su temor, por una parte y su esperanza y amor por otra establecen un equilibrio – ninguno avasalla al otro-
El punto de importancia es que en la mayoría de los casos, el temor y el amor surge de un interés e instinto innato de auto-preservación. Es decir, la mayoría de los creyentes aman a Dios y tienen esperanza en Él, debido al temor al castigo Divino en la otra vida y a la posibilidad de que se les niegue las efusiones Divinas, las mercedes y los disfrutes celestiales – las hermosas huríes y los maravillosos castillos que han sido prometidos. Pero aquellos que están cautivados por la belleza y la perfección de Dios, y están impresionados por Su Magnificencia, invencibilidad y grandeza, o son afectados por ambas, son en realidad una cantidad mínima de creyentes. Por lo tanto, sin contar a los Profetas y los Imames (a.s.), son pocos los que han alcanzad esta última posición.
El Imam Ali ibn Abi Talib (a.s.) define estos tres grupos en sus palabras legadas a los musulmanes de la siguiente manera: “Un grupo adora a Al-lah por la obtención de las bendiciones y la benevolencia – esta es la adoración del comerciante; otro grupo Lo adora por temor, esta es la adoración de los esclavos y otro grupo lo adora por gratitud, esta es la adoración de aquellos que son libres y no son egoístas”[1]
Es por esto que algunos eruditos muy reconocidos dicen que el amor es uno de los fundamentos de la Pedagogía Islámica. El Sagrado Corán, fuente invaluable de virtudes islámicas, presenta al amor como el fulcro de virtudes morales. El Imam Ya’far ibn Muhammad as-Sādiq (a.s.) dijo:
“Al-lah, el Inmaculado disciplinó y educó a su Profeta por medio del Amor”
Temas que advierten (takhwif) y exhortan (tashwiq) permean el Corán y las narraciones de Ahlul Bayt (a.s.). Sin embargo, estos dos principios son la última instancia para los creyentes débiles, pero para el caso de los creyentes del estado intermedio, constituyen los medios y el estado preliminar. El creyente comienza su viaje estimulado por la advertencia y la exhortación, pero gradualmente esta fuerza que lo compele se transforma en amor.
Por lo tanto, no debemos confundirnos respecto a la coexistencia del temor y el amor a Dios. Esta coexistencia del temor y la esperanza es necesaria para la educación, elevación y desarrollo espiritual del ser humano, porque el temor nos aleja del pecado, de la destrucción de nuestro propio ser y de incurrir en la ira y el castigo divino, lo que nos conduciría a la humildad y a una obediencia más firme. El amor, por otra parte, nos obliga a llevar a cabo los rituales obligatorios y las oraciones preferibles con entusiasmo, también nos impulsa a buscar los medios de la gracia, misericordia y bondades divinas.
En conclusión, el fruto de la unión entre el temor y la esperanza en el ser humano, es un impulso a hacer el bien, arraigarnos en las virtudes morales y evitar los pecados y la maldad, lo que constituye el objetivo final de la creación del ser humano, es decir colorearnos con el tinte de lo Divino, alcanzando la posición de la vicegerencia Divina, liberándonos de toda preocupación y angustia. Esto ha sido mencionado en el Sagrado Corán muchas veces:
“En verdad, los creyentes y los judíos, los cristianos y los sabeos, quienes crean en Dios y en el Último Día y actúen rectamente, tendrán su recompensa junto a su Señor. No tendrán que temer y no estarán tristes”:[2]
El temor (no equilibrado con la esperanza y el amor) implica oscuridad, depresión, desesperanza, negligencia para arrepentirse y el hundimiento en el torbellino del pecado, y luego ser derrotado por las desgracias de este mundo y la otra vida.
El amor solo, conduce al descaro y la desvergüenza frente al pecado, con la falsa esperanza de un arrepentimiento en años posteriores de la vida y una expectativa de la Gracia Divina, no garantizada, en tanto que no se debe esperar el beneficio de la Gracia y Misericordia Divina cuando se es negligente respecto a aquellos medios que aseguran Su Gracia y Misericordia.
Una alusión a éste punto es cuando el Imam al-Husein (a.s.) exclama en la Suplica ‘arafāt, diciendo:
“Se ha enceguecido el ojo de aquel que no ve que Tú le vigilas, y ha perdido su existencia aquel a quien Tu no le has concedido algo de amor”
Es en la otra vida que cosecharemos el fruto del temor y el amor. Existirá una morada de castigo para aquellos que no espetaron esta bendición o que perdieron la esperanza en la redención, ahogándose en el remolino del pecado, o que fueron engañados y por lo tanto fracasaron en preparar las provisiones para el viaje hacia la vida eterna. Habrá una morada de bendición y paz, libre de toda manifestación de ansiedad y temor, para aquellos que tuvieron triunfaron manteniendo el equilibrio entre el temor y la esperanza, que se abstuvieron del pecado y prepararon suficientes provisiones de buenas acciones para su vida eterna.
Para profundizar un poco más sobre este tema, nos podemos referir a libros de moral, en los capítulos sobre Temor, Esperanza y Amistad. Algunas recomendaciones serían:
- Ayatolá Yawād Amuli, “Niveles de la Ética en el Corán”
- Imam Jomeini, “Los cuarenta Hadices”
- Ayatolá Muhammad Taqi Mizbāh Yazdi, “Ética en el Corán”
Fuente: Fe y Razón; Preguntas de Teología Islámica; Editorial Elhame Shargh
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www.islamoriente.com; Fundación Cultural Oriente
[1] Nahyul Balaghah, N° 237
قَالَ ( ع): إِنَّ قَوْماً عَبَدُوا اللٌّهَ رَغْبَةً فَتِلْكَ عِبَادَةُ التُّجَّارِ، وَإِنَّ قَوْماً عَبَدُوا اللٌّهَ رَهْبَةً فَتِلْكَ عِبَادَةُ الْعَبِيدِ، وَإِنَّ قَوْماً عَبَدُوا اللٌّهَ شُكْراً فَتِلْكَ عِبَادَةُ الأَحْرَارِ
[2] (2:62)
إِنَّ الَّذِينَ آمَنُوا وَالَّذِينَ هَادُوا وَالنَّصَارَى وَالصَّابِئِينَ مَنْ آمَنَ بِاللٌّهِ وَالْيَوْمِ الآخِرِ وَعَمِلَ صَالِحًا فَلَهُمْ أَجْرُهُمْ عِنْدَ رَبِّهِمْ وَلاَ خَوْفٌ عَلَيْهِمْ وَلاَ هُمْ يَحْزَنُونَ