Civilización del Islam

ALQUIMIA

Por: Ricardo H. S. Elía

«Entre los antiguos alquimistas, el azufre rojo designaba la materia capaz de transformar la plata en oro. Tal expresión es frecuentemente utilizada en el léxico del sufismo para aludir a la excelencia del grado espiritual alcanzado por el “santo” (walí). El propio Ibn ‘Arabí es calificado muchas veces de al-Kibrit al-Ahmar (“Azufre Rojo”) por sus discípulos y sus seguidores» (“Ibn ‘Arabi o la búsqueda del azufre rojo”).

Claude Addas, islamóloga francesa.

La alquimia es una de las ciencias tradicionales del Islam. Durante mucho tiempo fue designada con el mismo término que la química propiamente dicha (al-kimiyya en árabe), antes de que ésta se convirtiera en una ciencia “exacta”.

   La alquimia está vinculada a una interpretación mística y alegórica del desarrollo espiritual del hombre, lo que no le impide mantener un territorio común con la química en su tentativa de conocer la constitución de la materia a través de la trasmutación de los elementos (cfr. Pierre Lory: Alchimie et mystique en terre d’islam, Verdier, Lagrasse, 1989).

   La alquimia tuvo su origen en el Egipto helenístico y llegó a la cúspide de su popularidad en el Irak del siglo VIII con Yabir Ibn Hayyán. Los alquimistas musulmanes alcanzaron nuevas técnicas para el tratamiento de los metales y lograron valiosos descubrimientos científicos. Mejoraron las dos principales operaciones químicas de calcinación y reducción así como los métodos de evaporación, sublimación, combinación y cristalización. Introdujeron nuevos elementos y sustancias como el antimonio (itmid), el arsénico (zirniw), rejalgar (rahw al-gar), bórax (bauraq) y alcalí (al-qilí). También fueron los responsables de la introducción de utensilios como los alambiques (al-inbiq).

Yabir Ibn Hayyán

   El alquimista más famoso del Islam fue Abu Musa Yabir Ibn Hayyán al-Azdi (721-815), el Geber de los latinos. Era un sabio originario de Kufa (Irak), hijo de un botánico, que vivió un tiempo en Tus (Jorasán, Irán), donde estableció un laboratorio. Convertido en uno de los alquimistas de la corte de Harún ar-Rashíd, conoció tanto la desgracia como el favor de los poderosos visires barmakíes.

   Según el alquimista Aidamur al-valdaki, Yabir fue discípulo de por los menos dos de los santos imames de la escuela duodecimana o shií, el VI Imam Ya’far as-Sadiq (702-765), y el VIII Imam Alí ar-Rida (765-818).

    Autor de 500 trabajos sobre las más diversas materias, sólo 80 han llegado hasta nosotros. Los más conocidos son el Kitab al-Sab’in (Libro de los Setenta), Kitab al-Mizân (Libro de la Balanza), al-Zi’bak al-Sharqi (El mercurio oriental), Kitab maydan al’aql (Libro de la arena de la inteligencia), Natâ’ij al-fikar (El sueño del sacerdote), Kitab al-Mawid (Libro del Glorioso), Kitab al-Tawammu (Libro de la reunión) y el Kitab al-Jalis (Libro del Puro). Yabir fue considerado el más grande alquimista de Oriente y Occidente.

   En cuanto al aspecto práctico, Yabir describió los métodos perfeccionados para la evaporación, filtración, sublimación, fusión, destilación y cristalización. Detalla cómo se preparan muchas sustancias químicas, por ejemplo, el cinabrio (sulfuro de mercurio), el óxido de arsénico y otros. Conoció el procedimiento para obtener vitriolos, alumbres, álcalis, sal amoníaco y salitre casi puros, así como el llamado «hígado» y «leche» de azufre, calentando el azufre con un álcali y cosas análogas. Preparó perfectamente el óxido de mercurio puro y el sublimado, así como acetatos de plomo y otros metales, algunas veces cristalizados. Conoció la obtención del ácido y ácido sulfúrico en crudo, así como la mezcla de ambos (el agua regia) y la solubilidad del oro y de la plata en esta clase de ácido. Una nueva sustancia química, desconocida para los griegos, que aparece en los trabajos de Yabir, es la sal amoníaco.

   Yabir Ibn Hayyán sugirió la idea de que «si el átomo pudiera ser dividido podría liberar una fuerza suficiente para destruir una ciudad del tamaño de Bagdad» (Terry Jones y Alan Ereira: Crusades, Penguin Books-BBC Books, Londres, 1996, p. 58), lo cual fue el primer anticipo de la teoría atómica desarrollada desde John Dalton (1766-1844) hasta Albert Einstein (1879-1955).

   Shahmardan Ibn Abi-l-Jayr Razi, un astrónomo y físico persa que vivió a principios del siglo XII en Gorgan y Astarabad, escribió una interesante biografía de Yabir titulada Rawdat al-munawwïnin que es además un tratado sobre astronomía.

   La traducción del corpus wabireano del árabe al latín ejerció una profunda influencia en alquimistas europeos de la talla del monje franciscano Roger Bacon (1214-1294), San Alberto Magno (1193-1280), Ramon Llull (1235-1315) y, más tarde, Nicolás Flamel (1330-1418), influencia que se prolongó de hecho hasta el siglo XVII.

   El investigador y arabista alemán Paul Kraus (1904-1944), discípulo del historiador de las ciencias naturales Julius Ruska (1867-1948), que publicó una obra monumental sobreYabir, explica: «La alquimia que se conoce bajo el nombre de Yabir es una ciencia experimental, basada sobre una teoría filosófica que en gran parte deriva de la física de Aristóteles. Ningún escrito alquimístico del Islam presenta un conocimiento tan vasto de la literatura antigua, y posee un carácter tan enciclopédico como éstos. En esto ellos pueden compararse con las Epístolas de los “Hermanos de la Pureza” que, por lo demás derivan de las mismas fuentes» (P. Kraus: Jabir ibn Hayyân, contributions a l’histoire des idées scientifiques dans l’Islam, vols. 44 y 45, Memorias del Instituto de Egipto, El Cairo, 1942-3).

   Dice Ibn Jaldún: «De todos aquellos autores, al que los alquimistas consideran como el gran maestro del arte es a Djabir Ibn Haiyan; inclusive denominan a la alquimia «la ciencia de Djabir» (cfr. Ibn Jaldún: Al-Muqaddimah. Op. cit, p. 947).

   En 1678, el traductor inglés Richard Russell dijo que «Geber es el más famoso príncipe y filósofo árabe».

   Véase E.J. Holmyard: The Arabic Works of Jabir ibn Hayyan, París, 1928; Henry Corbin: Le «Livre du Glorieux» de Jabir ibn Hayyân, en Eranos-Jarbuch, XVIII, 1949; Jabir Ibn Hayyán: Dix traités d’alchimie, trad. y presentación de P.Lory, Sindbad, París, 1983; Yves Marquet: La Philosophie des alchimistes et l’alchimie des philosophes: Jabir ibn Hayyan et les Ihwan al-Safa, Maisonneuve et Larose, París, 1988.

Los Hermanos de la Pureza

   Los Ijuán al-Safa (en árabe: Hermanos de la Pureza) fueron una sociedad de filósofos y científicos musulmanes que se establecieron en la ciudad de Basora hacia 983. Su obra conocida son las 52 Rasâ’il (Epístolas), de las cuales 14 tratan de matemáticas y de lógica, 17 de ciencias naturales y de psicología, 10 de metafísica, y 11 de alquimia, mística, astrología y música. A diferencia de los escritos de Yabir que están llenos de frases herméticas y significados ocultos, las Epístolas de los Hermanos de la Pureza, verdadera enciclopedia, siempre tratan de ser comprensibles al lector no iniciado.

   En un texto, muy influyente en los ambitos intelectuales de la Zaragoza musulmana de principios del siglo XI, se decía de ellos: «No se satisfacen con la ignorancia y no descansan sino después de haber hecho el esfuerzo por abrazar la totalidad de las ciencias...; de esta manera logran conseguir la facultad humana por excelencia y, por ello, les hemos llamado Hermanos Virtuosos» (J. Lomba Fuentes: La filosofía islámica en Zaragoza, D.G.A., Zaragoza, 1987).

   Véase R. Netton: Muslim Neoplatonists. An Introduction to the Thought of the Brethren of Purity, Londres, 1942; S. Lane Poole: The Brotherhood of Purity, Lahore, 1960; Yves Marquet: La Philosophie des Ihwan as-Safa, thèse soutenue en juin 1971, S.N.E.D., Argel, 1975; Alessandro Bausani: L’Enciclopedia dei Fratelli della purita. Riassunto, con introduzione e breve commento dei 52 trattati o epistole degli Ikhwan as-Safa, Nápoles, 1978.

Abdul Latif de Bagdad

   El polímata Abdul Latif al-Bagdadi (1162-1231), médico, gramático, jurista y teólogo, se consagró también a la filosofía, a las ciencias naturales y la alquimia. Estudió las obras de Hipócrates (460-377 a.C.), Alejandro de Afrodisia (fl. hacia el 200d.C.) y Temistio (317-388). Escribió el Kitab al-ifadah wa-l-i’tibar (La llave oriental; trad. por Kamal Hafuth Zand, John A. y Ivy E. Videau, Londres, 1965), que combina elementos de alquimia y botánica. De Bagdad pasó a El Cairo. Su «Viaje a Egipto» fue muy conocido en Europa, y traducido al latín, al alemán y al francés.

   En uno de sus escritos, Abdul Latif da estos consejos a aquellos que pretenden adquirir conocimientos: «Al leer un libro, esforzaos todo lo posible para aprenderlo de memoria y asimilar su sentido. Imaginad que el libro desapareció y que podéis prescindir de él, sin que os afecte su pérdida...Uno debe leer relatos, estudiar biografías y conocer las experiencias de las naciones. De este modo, será como si en el breve lapso de su vida él hubiese vivido contemporáneamente con pueblos del pasado, mantuviese con ellos una relación íntima y conociera las virtudes y los defectos de cada uno...Quien no ha soportado el esfuerzo del estudio no podrá saborear la alegría del conocimiento... Cuando hayáis completado vuestro estudio y vuestra reflexión, ocupad vuestra lengua con la mención del nombre de Dios, y elevad sus alabanzas... No os quejéis si el mundo os da la espalda, pues os distraerá de la adquisición de excelentes cualidades... Sabed que el conocimiento deja una huella y un perfume que proclama a su poseedor; un rayo de luz y brillo que lo envuelve y lo destaca» (citado por Ibn Abi Usaibí’a en sus ‘Fuentes’, Uiún, traducido por G. Makdisi en The Rise of Colleges, Edinburgo, 1981, pp. 89-91).

Al-valdaki

   Este prestigioso alquimista iraní era originario de valdãk, una aldea localizada a unos dieciocho kilómetros al norte de Mashhad, en el Jorasán. Vivió en Damasco y más tarde en El Cairo, donde murió entre 1349 y 1361. Dejó una quincena de obras relativas a la alquimia, apenas estudiadas hasta ahora, entre ellas el Kitab al-burhân fi asrâr ‘ilm al-mizân (Libro de la demostración relativa a los secretos de la ciencia de la balanza). En este tratado, Aidamur al-valdaki explica que la alquimia no se afirma sino en aquellos que poseen un alto conocimiento de la sabiduría (híkma) y dan su asentimiento al mensaje de los profetas. Otro de sus tratados lleva el nombre de Nihayat al-Talib y fue comentado por el místico Ni’mat Allah al-Wali (ver aparte). Véase Titus Burckhardt: Alquimia. Significado e imagen del mundo, Paidós Orientalia, Barcelona/Buenos Aires, 1994.

Fuente: CIVILIZACION DEL ISLAM; Edición Elhame Shargh

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