Comentario a la Sura Al-Ijlas

Por Seied Husein Nasr

La doctrina metafísica de Dios, como Absoluto e Infinito, está contenida en un modelo explícito en la Sura coránica llamada Unidad o Sinceridad, al-Tawhid, o al Ijlas (113), que de acuerdo a los musulmanes, resume la doctrina islámica sobre Dios:

“Di: ¡Él es Dios, Uno,

Dios, el Eterno.

No ha engendrado, ni ha sido engendrado.

No tiene semejante!”

«Di» (qul) se refiere a la fuente de manifestación en el Principio Divino, al Logos, el cual es a la vez el Instrumento Divino de Manifestación y la fuente de manifestación en el Orden Divino:

«Él» (huwa) es la Divina Esencia, Dios en Sí Mismo, Dios como tal o en Su Totalidad.

«Uno» (Al-Ahad) da testimonio no sólo de la unidad de Dios sino también de Su absolutidad. Dios es Uno porque Él es absoluto y Absoluto porque Él es uno, al-ahadiiah o cualidad de unidad implicando en árabe ambos significados.

Al-samad, un término muy difícil de traducir, implica Totalidad Eterna o Riqueza, la cual es la fuente de toda cosa; se refiere a la Divina Infinitud, a Dios siendo el Toda-Posibilidad. Las dos últimas aleyas enfatizan la verdad de que Dios en Su Esencia, está por encima de todas las relaciones y todas las comparaciones.

La Sura, como un todo, es por lo tanto, el homólogo escritural,  y revelado,  de la doctrina metafísica  de la Naturaleza Divina como absoluta e infinita, siendo incluso este conocimiento “revelado” en el sentido de que se manifiesta desde esa revelación interior, que es el intelecto.

Hay, sin embargo, una declaración  más en esta Sura coránica, con la cual de hecho, las otras Suras del Corán también comienzan y que está relacionada  al tercer aspecto de la Naturaleza Divina, referida anteriormente, llamada Bondad. Dios no es solamente Absoluto e Infinito, sino también Bondad y Perfección. Para usar la terminología coránica, Él es al-Rahman, Misericordia en Sí Mismo, y siendo bondad y misericordia no puede sino manifestarse Él Mismo.

El poder expansivo o fuerza creativa de la Divinidad, la cual «respirando sobre las Posibilidades Divinas», cristaliza el mundo, sale de este aspecto fundamental de la Naturaleza Divina como Bondad o Misericordia. Esto es porque los místicos consideran que la verdadera sustancia del Universo no es nada más que “el aliento del Ser Compasivo” (nafas al-rahman). Si Dios es Absoluto e Infinito, la Bondad o Misericordia residen también en Su naturaleza, como Ibn ‘Arabi ha dicho: “La Misericordia pertenece a la esencia del Absoluto porque Él es por esencia “Abundante”.

Para volver a emplear la doctrina metafísica integral de la Naturaleza Divina en el mundo contemporáneo, es necesario ir más allá de la relatividad de las distintas formulaciones corrientes para ganar acceso a la total y completa doctrina de Dios como esa Realidad, la cual es absoluta, infinita y buena, perfecta y misericordiosa.

Tal doctrina de la Divinidad requiere no solamente un adecuado conocimiento del Principio como absoluto sino también un adecuado alcance del significado de relatividad, de los niveles y la  jerarquía de la existencia, de la relatividad real e incluso de la “relatividad absoluta”, un término elíptico que lejos de ser contradictorio, contiene una llave indispensable para el entendimiento de la Ciencia de Dios. Usar las dos  categorías, mutuamente exclusivas, de Creador y creado, como se hace teológicamente, es caer en una cierta dicotomía, que puede sólo  ser unida por un acto de fe, en ausencia de la cual, hay normalmente escepticismo en relación con  los principios de la religión revelada. Comenzar con el mundo considerado como realidad, como ha sido hecho por muchos de los filósofos modernos, es alcanzar un impasse aún más peligroso.    Esto por necesidad conduce al nihilismo y al escepticismo  al reducir a Dios a una abstracción, a lo “irreal”, y la filosofía misma, a la discusión, más o menos de cuestiones secundarias o  proporcionando respuestas inteligentes a problemas mal presentados.

Para evitar tales impedimentos, es esencial restablecer la doctrina del velo, aludida antes, y redescubrir las enseñanzas tradicionales sobre los grados de realidad o de ser.

Para entender a Dios como Realidad, es necesario comprender que existen niveles de realidad y esta realidad no es solamente una fórmula empírica y psicofísica definible como «más allá».

El mundo es real hasta el punto que esto revela a Dios, Quien es lo único Real. Pero el mundo es también irreal hasta el punto que esconde y vela a Dios como Realidad. Solamente el santo que ve a Dios en todas partes puede afirmar que lo que es visto y experimentado “en todas partes” es real.

Además, un objeto particular no puede denominarse ser real o irreal en sólo uno de los sentidos de estos términos, sino que, aunque posee niveles de realidad o, uno podría decir, de irrealidad -desde ser un objeto opaco, un “eso” o “hecho” como es entendido en la ciencia moderna-, la cual es su imagen como  maya -en el sentido de ilusión-,  hasta ser un símbolo transparente, una teofanía, un reflejo de la Divina Presencia y un testigo a la divina maya que no es otra cosa que la Divina Creatividad.

Pero entender a Dios como Realidad  es también aceptar el mundo como irrealidad, no como la pura y simple NADA sino como una realidad relativa. Es así que  es subsanado ese error central de falsas atribuciones que, como resultado de nuestra ignorancia, es lo que nos mueve a atribuir realidad a lo ilusorio, y en consecuencia, dar carácter de ilusión a eso que es Realidad y que, como tal, al final es lo Real.

Pero volver a instaurar la doctrina de Dios como Realidad es, no hace falta decirlo, imposible sin un cambio en la forma que nosotros imaginamos la cuestión y la posibilidad del conocimiento. Mientras el empirismo prevalente o su racionalismo complementario continúe dominando o sea reemplazado por ese racionalismo que irrumpió en el siglo XIX en Europa desde abajo, ahí no hay posibilidad de asir la validez de esa Sabiduría Tradicional, o esa Sophia Perennis, la cual siempre ha visto a Dios como Realidad y al mundo como un sueño del cual los sabios se levantan a través de la realización y el recuerdo y el hombre ordinario a través de la muerte.

Para asumir esta doctrina, la perspectiva tradicional sapiental basada en la posibilidad de conocimiento fundamental desde las fuentes gemelas del Intelecto y de la Revelación, deben ser reinstaladas junto a la Metafísica, la cual es el fruto de ese camino de conocimiento.

A la luz de este hecho, el papel de la sabiduria tradicional o lo que llama el Corán al-hikma en el discurso contemporáneo sobre la la Naturaleza de Dios,  se manifiesta con claridad. Esta sabiduría reside en el corazón de todas las tradiciones y puede ser descubierta en esas tradiciones que han preservado su dimensión sapiental hasta hoy día.

«The need for a Sacred Science», 1993 - Curson Press; Traduc.: C.Gómiz y Sabiha Leslie

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com ; Fundación Cultural Oriente

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