El Califato Abasí
Por: Dr. Nazir Hasan Zaidi
Después de 92 años de reinado, la dinastía Omeya fue derrotada. El trono lo ocupó ahora Abul Abbas. Su juventud la dedicó al estudio y a la administración de su casa. Pero este jefe, de normal capacidad, condujo los asuntos del estado eficientemente. El poder y la riqueza, cambiaron muy poco su vida de sencillez. El recuerdo de las atrocidades cometidas por los gobernantes de la dinastía Omeya, hicieron que se vengara de los príncipes sobrevivientes de esa casa. Las damas de esa gran dinastía tenían que vagar de puerta en puerta. Damasco, la floreciente metrópolis perdió su importancia debido a que el nuevo gobierno escogió provisionalmente a Kufa como su capital.
Abul Abbas fue sucedido por su hermano Mansur. En su juventud, éste se había empeñado en búsquedas religiosas pero su ambicioso corazón tenía ansías de poder, tanto que no sólo sus enemigos, sino que sus amigos y benefactores también, eran un incentivo para su desbordada pasión. Recordemos que Abu Muslim Ĵurāsani había derrocado al régimen Omeya y honestamente le había pasado el poder a los Abasidas como parientes del Profeta. Aunque poseía un gran poderío militar, nunca pensó en convertirse en rey. Pero el suspicaz Mansur temía que el hombre que le había entregado el poder, también se lo arrebatara de las manos. Abu Muslim, también desconfiaba de él, pero movido por los continuos llamados llenos de cautivadoras promesas que le hacía el Califa, se presentó ante él y fue despiadadamente asesinado. Mansur infligió las mismas atrocidades a la descendencia de los Imanes Hasan y Husain.
Luego de haberse encargado de los asuntos políticos, Mansur se ocupó de los problemas del estado. Tras consultar con ingenieros decidió edificar una nueva capital a orillas del Rio Tigris. En un lapso de cuatro años, con el económico gasto de cinco millones de piezas de plata, una magnífica ciudad adornó el paisaje; su diseño causó gran admiración a los viajeros. Se le llamó Bagdad; todos la recuerdan porque allí se desarrollan las mil y una noches. Después de pasar por Armenia, los más selectos artículos y mercancías de Europa, llegaban aquí en barcos o barcazas. Especias, alcanfor y almizcle provenían de China, Indonesia e India. Aquí se estableció el mercado de esclavos provenientes de Etiopía, de trabajadoras domésticas del Cáucaso y de las educadas doncellas del Hiyaz. A esta ciudad, afamada por su riqueza, acudieron en masa los sabios de la India, los estadistas de Irán, los filósofos griegos. Los palacios y edificios se extendían por cinco millas y el número de habitantes llegaba al millón de personas. Muy pronto la ciudad se convirtió en el centro de aprendizaje y de las ciencias, de la industria y el comercio, de la riqueza y el lujo.
A Mansur le sucedió su hijo Mahdi en 775. La situación política era de paz, pero con el fin de mantener ocupado al ejército, ocasionalmente se hacían incursiones en Constantinopla. En medio del fragor de los choques militares, hay un acto de generosa clemencia que merece ser comentado:
La mendicante reina de Marwan II, el desdichado rey asesinado, ingresó de algún modo al palacio del Califa junto a sus hijas y les pidió misericordia a las damas reales. Éstas se burlaron de la desdichada mujer y le recordaron las atrocidades cometidas por los gobernantes omeyas sobre los abasíes. Las infortunadas mujeres hicieron la siguiente súplica: “Las malas acciones de nuestros hombres causaron su desgracia. La nobleza de vuestra raza debería llevarlas a ser buenas y misericordiosas con nosotras.” Esta conversación estaba en curso cuando Mahdi entró al palacio. Al enterarse del asunto, respetuosamente hizo que las pobres mujeres se sentaran y ordenó que les dieran un generoso subsidio para su subsistencia. Luego las envió de regreso con su gran retribución.
Harun al-Rashid y la época dorada del Califato Abasí
Un año después de la muerte de Mahdi, en el 786, su hijo Harun al-Rashid subió al trono. Su gobierno, el cual duró 23 años es la época dorada del aprendizaje y la prosperidad. Harun tuvo relaciones amistosas con Carlomagno el rey de Francia. La reina de Bizancio firmó una tregua en la que se comprometía a pagar tributo a Harun; pero el hijo de la reina, Nicéforo, rompió esta tregua utilizando palabras ofensivas. Harun, partió junto con su ejército a castigar al mal educado príncipe. Regresó luego de haberle enseñado cómo comportarse con los reyes.
Harun había decidido dividir su vasto imperio entre sus dos hijos Ma’mun y Al-Amín, adjudicándole Ĵorasán e Irán a Ma’mun y el resto a Al-Amín. Este último, una vez coronado, se entregó a las fiestas en lujosos veleros, rodeado de hermosas doncellas y cantantes, fue así como gran parte del tesoro real fue a parar a las manos de bailarines, músicos, poetas, bufones y aduladores. Le declaró la guerra a Ma’mun; ignorante total de las tácticas militares, pronto fue arrestado. Tahir, el general de Ma’mun, le cortó la cabeza y se la presentó a Ma’mun como el primer fruto del árbol de la monarquía.
Ma’mun se coronó como Califa con mucha tristeza. Una vasta extensión de tierra, desde Egipto a Mongolia estaba bajo su poder; ésta le producía constantes ingresos al rebosante tesoro público de Bagdad. Estableció una academia donde las obras maestras de los sabios e intelectuales de Grecia, Irán e India fueron traducidas al árabe. Esta obra, la cual había sido comenzada por Harun alcanzó la perfección en el reinado de Ma’mun. La filosofía, la lógica y la teología alcanzaron su punto máximo, a pesar del resentimiento de un clero superficial. En aras de impulsar el verdadero aprendizaje islámico llamó de Medina al Imam Alí Reza y le dio a su hermana en matrimonio; nombrándolo su sucesor natural. Reemplazó el color negro, como color imperial, por el verde, el cual era el color acostumbrado por la casa del Profeta. Cuando el Iman Alí ar-Rida murió en el 818 lo sepultó honorablemente en la tumba de Harun; envió por Muhammad al-Taqi, hijo del difunto Imam a Medina y le dio en matrimonio a su propia hija. La pareja fue enviada de nuevo a Medina como lo quería el Imam. La princesa le escribía repetidamente a su padre quejándose de la pobreza del entorno. Pero Ma’mun siempre le aconsejaba aceptar el ambiente de ascetismo de la casa de su esposo quien era el hombre más noble sobre la tierra.
Después de la muerte de Ma’mun su hermano Al-Mu’tasim reinó del 833 al 842 D.C. Al-Mu’tasim heredó las cualidades militares de sus ancestros. Continuaron los enfrentamientos habituales con los gobernantes Bizantinos. Amorium fue invadida durante cierto tiempo. Luego de la muerte de Al-Mu’tasim, el poder abasida comenzó a decaer. Wāsiq Bil-lah gobernó por cinco años. Durante veinticinco años Mutawakkil gobernó tiránicamente el reino. En el reinado de Mu’tazid se independizan los gobernadores de las provincias y la dinastía Abasí pierde su poderío.
En el 955, Mu’izz ud-Dawla Dailami de Irán, comandante del ejército, quien prácticamente era el amo de Bagdad revivió el credo chiita. Ensayó recitar maldiciones contra los enemigos de la progenie del Profeta, pero desistió de esto siguiendo el consejo del ministro. Su hermano, ‘Azd ud-Dawla gobernó el sur de Irán, con Shiraz como capital. No obstante, el título Califato, junto con la pronunciación de los nombres de los califas en el pulpito y su aparición en las monedas se conservaron durante los tres siglos siguientes. Pasado este tiempo las hordas tártaras de Gengis Khan invadieron todos los territorios vecinos. En enero de 1258, su biznieto Hulagu Khan sitió a Bagdad. Luego de asesinar al califa, a su familia y a sus nobles, ordenó una masacre general. El califato Abasida, en otras palabras, el poder, la cultura y el aprendizaje islámicos fueron destruidos por completo. Ese fue un gran desastre sufrido por los musulmanes, y para describirlo se necesita la pluma de un maestro como Gibbon.
Visión general del reinado Abásida
El califato Abásida fue establecido por Abu Muslim Ĵurasani en el 750 D.C. utilizando el eslogan ‘Derechos de la raza del Profeta. Mansur asesinó al desinteresado benefactor a sangre fría, y cometió atrocidades contra los descendientes del Profeta. Los gobernantes que le sucedieron, como Mutawakkil incrementaron estas despiadadas atrocidades. La falta de justicia y administración provocó revueltas que fueron sofocadas utilizando la fuerza. Del 955 al 1055 la corte real estuvo formada por la etnia de Mu’izz ud-Dawla, la cual sentía devoción por Ahlul Bayt. Bajo estas circunstancias, rápidamente se incrementó la fe y la población chiita. Desde este momento y durante un siglo y medio, la dinastía Selyúcida controló Irán e Irak en su totalidad. El territorio montañoso de Alamut estaba bajo el dominio del misterioso Hasan ibn Sabbah, “El Viejo de la Montaña”, cuyos seguidores asesinaron con sus dagas tanto a gobernantes del Medio Este como de Europa.
Estados menores en Irán, Siria, etc.
A partir del siglo IX, en el horizonte político se vio la creación y desaparición de pequeños estados como los dirigidos por los Sasánidas, los Tahiríes y los Gaznavíes. A comienzos del siglo 13, las hordas tártaras de Gengis Khan invadieron Irán. Yalal ud-Din hizo frente en solitario a esta calamidad durante diez años sin la ayuda del Califa abasí, Mustansir Cuando este héroe fue derrotado, las huestes salvajes de Hulagu arrasaron ese pretensioso Califato y asesinaron a todos los príncipes, a los ministros, a los dignatarios y a personas del común. La cultura que nutria la civilización Musulmana, el aprendizaje, las ciencias y las bellas artes, fue destruida por completo. Monasterios, mezquitas, escuelas, casas de descanso para los viajeros, hospitales, todos fueron arrasados. La Biblioteca Real, el tesoro más valioso del conocimiento tuvo un final funesto. ¡Miles de libros fueron quemados para calentar baños! Luego de quemarlos, muchos fueron arrojados al río Tigris y esto hizo que las aguas se ennegrecieran durante un largo tiempo.
Aunque el periodo Abásida tuvo muchos cambios políticos, la religión siempre tuvo gran influencia en la vida de las personas. En Medina, el Centro de la Fe, el Imam Ya’far as-Sādiq predicó los verdaderos principios islámicos hasta su muerte en el 765 D.C. Sus pupilos ascendían a cuatro mil. Sólo en Kufa, hubo 700 eruditos quienes transmitían las narraciones del Imam Ya’far as-Sādiq. El Imam Mālik, quien enseñaba ‘narraciones’ a los Medineses era muy celoso en esta actividad. El Imam Abu Hanifa fundó la escuela de jurisprudencia Hanafí la cual fue engrandecida por su discípulo Abu Yusuf, tanto, que se convirtió en la religión del estado durante el reinado de Harun. Todos los cadíes de los pueblos y ciudades del reino eran nombrados por él. En la orden de los monjes o ‘derviches’ cabe mencionar a Hasan Basri, Sirri Siqti, Ma’ruf Karkhi; Fuzail, Yunaid al-Bagdadí, Bayazid Bastāmi y Sanā’i, ya que propagaron la teología y el misticismo islámicos; por lo tanto promovieron el amor hacia el Profeta y su progenie.
Durante la dinastía Abásida se elevó el número de eruditos, religiosos y comentadores del Corán. El Imam Mālik, Shāfi’i, Ahmad Hanbal son ampliamente conocidos en el campo de la jurisprudencia. Entre los Imames de la casa del Profeta, Ya’far as-Sādiq, Musa al-Kāzim y Alí ar-Riḍā agruparon y comentaron los principios de la Creencia. No obstante el disgusto de los gobernantes, los devotos discípulos de los imames mencionados aprendieron de ellos las verdaderas enseñanzas y ‘tradiciones’ del Sagrado Profeta. Medina, Bagdad, Hill-a y Nayaf eran los centros del aprendizaje teológico de la escuela de pensamiento Chiita. Las seis colecciones de tradiciones correctas, y la de al-Kāfi son obras de Kulaini. Estas colecciones son un gran logro del reino Abásida. Los nombres de filósofos, científicos y eruditos como Avicena, Nasir ad-Din at-Tūsi, Omar Ĵayyām, Ghazāli, Razi, Yābir ibn Hayyan, Farābi, todavía resuenan en el horizonte de la ciencia y el aprendizaje. Estos herederos de Galeno, Arquímedes, Platón y Aristóteles hicieron grandes aportes a su legado. Las matemáticas, la medicina, la química y la astronomía alcanzaron un gran esplendor en este periodo. Se reconoció la redondez de la tierra y su circunferencia ecuatorial se calculó en 25,000 millas.
La más espectacular muestra del esplendor social eran los palacios construidos por los califas y sus visires. Los edificios que se construyeron aquí no eran tan duraderos ni tan majestuosos como las construcciones de piedra de Roma y Grecia, estaban hechos de ladrillos. La riqueza aumentó enormemente. Hasta en el imperio en declive de Mu’tazid los ingresos anuales ascendían a 14, 000, 904 dírhams (piezas de plata). En 917, cuando el embajador de Constantino VII visitaba la corte de Muqtadir, pasó por los decorados puentes y arcos en los que 150,000 soldados y 100 leones estaban alineados a ambos lados. Treinta y ocho mil cortinas y 10,000 tapetes adornaban el palacio. La majestuosidad del lugar causaba tanto asombro en los enviados, que por un periodo de tiempo no podían pronunciar palabra ante el Califa. También los Visires gastaban millones en sus amigos, poetas, visitantes y ceremonias matrimoniales. El poder de estos llegó a ser tan grande, que Harun al-Rashid dispuso el asesinato (injustamente) de su talentoso ministro Ya’far Barmāki.
Clima social, Cultural, y Comercial
La clase media, la columna vertebral de toda sociedad, era reducida. Estaba formada por oficiales del gobierno, soldados, el clero y los artesanos. El sueldo mensual de los soldados durante el reinado de Ma’mun era de 80 dírhams; los jinetes ganaban el doble. La clase baja era la mayoría, y muchas viudas y huérfanos tenían que irse a dormir sin probar alimento. Basora era el puerto del comercio internacional. Sus mercantes marítimos iban a las ciudades de Ceilán, Indonesia, China y Rusia. Simbad el marinero de Las Mil y Una Noches, tan famoso por sus aventuras en el mar, vivía en Basora. Piel, armas y ámbar de Rusia; doncellas de Armenia; papel, almizcle, seda y porcelana de China; especias, alcanfor y textiles del sureste se vendían o intercambiaban aquí. Basora era el centro de las actividades literarias también. Mosul fue otro centro para el comercio. Los ministros del Califa, algunas veces les pedían préstamos para el gobierno a los ricos comerciantes de Bagdad y Basora.
El árabe era el lenguaje utilizado por la gente del común y por la corte. En Irán y Jorasán, el lenguaje local era el persa, pero los eruditos escribían sus obras en árabe. Balĵ, Buĵāra, Nishapur, Kufa, Damasco, Nayaf, Qom, junto con muchas otras ciudades eran centros de aprendizaje. Muchas instituciones, llamadas madrasa (escuela), eran universidades. La Nizamiya en Bagdad, donde enseñaba Ghazali, era una de estas casas del conocimiento. Los estudiantes no tenían que pagar por su educación ya que se les concedía una beca y en muchos casos alojamiento y alimentación. Era lamentable que en estos colegios no se practicara el deporte. Los decanos y jefes educativos no se daban cuenta del valor que éste tiene en el mantenimiento de una buena salud y el vigor de los estudiantes, y para mantenerlos alejados de un pecaminoso impulso sexual.
A mediados del siglo IX, los Califas Abasidas perdieron poder y se fundaron estados regionales por jefes ambiciosos en Ghazna, Buĵāra, Alepo, Shiraz y El Cairo. Yemen, donde Alí difundió el Islam en la época del Profeta, mantenía su amor por la Sagrada Progenie de éste. Los califas Fatimíes de Egipto construyeron hermosas mezquitas y universidades como la de Al-Azhar. Se erigieron grandes bibliotecas en Aswan, Fostat, Alejandría y El Cairo. En esta última hubo 900,000 libros, según Maqrizi. Entusiastamente se intentó construir una represa en el Nilo superior, aunque sin éxito.
Este reino Fatimí Chiita, cuyos gobernantes generosamente apoyaron las artes y la ciencia, tuvo deshecho en el 1171 D.C. por Nur al-Din. En el noroccidente de África, los Idrísiin impulsaron el aprendizaje y el conocimiento. Así mismo, Saif ud-Dawla, impulsó las artes y la ciencia en Alepo. Este caballeroso príncipe, quien luchó valientemente contra los Césares, tenía buen gusto por la literatura. En El Líbano, Hasan ibn Ammar valerosamente retuvo su pequeño reino contra las crecientes multitudes de los Cruzados de Europa, llevándose la peor parte de su invasión. Estos estados Chiitas, en donde se inculcaba el amor a la progenie del Profeta, promovieron la ciencia y el aprendizaje con gran entusiasmo. Los regímenes de Urdan, Alepo, Egipto y Siria no tenían unidad ni estaban coordinados. Así que cuando las recientes huestes de los cruzados de Europa invadieron Palestina en 1197, el Rey Saladino Ayyubí los enfrentó como el único caballero del mundo Musulmán. En Ghazna, la corte de Mahmud (1006-1030) era un bastión del aprendizaje, allí brilló el ingenio de eruditos como Al-Biruni, Avicena y el poeta Ferdowsi.
En España, Abd ur-Rahman, nieto de Hishām, el Omeya fundó un reino en el año754 D.C. Bajo su eficiente administración las ciudades de Toledo, Córdoba, Granada e Isabela se constituyeron en bastiones de las artes y las ciencias. La industria, tan descuidada en ese país, floreció con fábricas de seda, textiles, papel y vidrio hecho en varias ciudades. La apertura de canales fortaleció el desarrollo del comercio y la agricultura. Como las huestes de los soldados árabes y bereberes se establecieron en la península, los modales y la civilización islámica fueron asimilados por los cristianos de la región. Estos rasgos todavía están presentes en las características y el comportamiento de los habitantes de dicha nación.
En el campo de la ciencia y el aprendizaje, sabios y eruditos como Ibn Abd Rabbeh, Ibn Hazm, Ibn Abdil Barr, Ibn Yubair ganaron gran renombre. La universidad de Córdoba era el centro académico a donde acudían estudiantes de Italia, Francia y Alemania en masa para adquirir las diversas ciencias. El árabe era, por supuesto, la lengua de instrucción. La gente seguía fundamentalmente la jurisprudencia de Maliki. Las personas eran aseadas, amantes de las frutas y las flores, gran parte de sus gastos incluía jabón y cosméticos. La magnífica mezquita de Córdoba es una bella muestra de su gusto arquitectónico.
El descuido de los asuntos del estado y el amor por el lujo también fueron la causa de la decadencia en este lugar; pero la principal razón para el desplome de este hermoso reino fue la discordia entre sus gobernantes. Cada Príncipe tomó una provincia y se desligó del Centro. Luego comenzaron a atacar a los estados vecinos, lo cual debilitó su poder mutuo. Entonces, el reino de 500 años fue dividido en pequeños estados con lo cual fue presa fácil de los caballeros cristianos de Castilla y León. Ellos unieron sus fuerzas y le arrebataron una provincia tras otra a los gobernantes Sarracenos. Finalmente, Abu Abdul-lah de Granada fue obligado por el Rey Fernando a entregar su fuerte y se le permitió partir a salvo para África el tres de enero de 1492. El desafortunado gobernante, mientras daba una mirada de adiós a las cúpulas de La Alhambra, no pudo contener sus lágrimas. Fue en esta patética ocasión cuando su madre pronunció estas palabras dirigidas a los hombres, palabras que desde entonces quedaron en la historia del derrumbe de la realeza:
“Llora como mujer lo que no pudiste defender como hombre.”
La historia de la expulsión de los moros de España es triste. Estas personas eran laboriosas, inteligentes y pulcras. Mejoraron la agricultura; la jardinería tuvo un desarrollo tal, que los huertos frutales y de oliva abundaban. Los musulmanes españoles eran ortodoxos, distinguidos por la filosofía y el racionalismo. El destierro de los musulmanes de España hizo que la pobreza y las necesidades se apoderaran de la región, situación aún latente. (Samuel Smiles, Duty; p. 301)
Fuente: Libro “UNA BREVE HISTORIA DEL ISLAM (Desde sus inicios hasta 1995)”; Editorial Elhame Shargh
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