Husain (P); hijo de Abraham (P) y Muhammad (P)

Por Dr. Muhammad ‘Ali Anzaldúa-Morales

La historia del Imam Husain (P) tiene una gran importancia para todos los musulmanes. Sin embargo, muchos de nosotros la desconocemos, o sólo estamos enterados de ella muy superficialmente. Entre nuestros hermanos seguidores de las escuelas sunnis hay un desconocimiento increíble acerca de este gran evento. Inex­plicablemente ellos han adquirido una imagen mental del Imam Husain (P) de un niño que jugaba con Santo Profeta (PBD), se sentaba sobre sus rodillas y se subía a su espalda y era muy querido por él. ¿Y después qué? No se dice nada más. En Egipto, por ejemplo, las gentes saben que la cabeza del Imam (P) se encuentra sepultada en la famosa mezquita de Husain, en El Cairo, pero ellos no saben cómo llego allí esa cabeza. A algunos se les dice que el Imam Husain (P) murió en las batallas de los musulmanes contra los infieles en algún lugar lejano. Pero las gentes desconocen la terrible verdad: que los asesinos del Imam (P) y de su familia fueron personas su­puestamente musulmanas, que inmerecidamente llevaban nombres tales como Omar, ‘Ubaydul.lah, Muhammad, etc. ¿Por qué no lo saben? ¿Importa que lo sepan?

Dice el Sagrado Corán:

«Y dijo (Abraham): “En verdad voy hacia mi Señor y Él me guiará. ¡Señor!, concédeme un hijo piadoso”. Así que lo bendijimos con un niño clemente y bonda­doso. Y entonces, cuando éste tuvo edad suficiente, él (Abraham) le dijo: “Hijo mío, en verdad vi en un sueño que te sacrificaba, así que dime, qué opinas”. Dijo (Ismael): “Padre mío, haz como se te ordena, me ha­llarás, sí Dios quiere, paciente y obediente”. Así que entonces, cuando él se hubo sometido y acostado para que, él lo sacrificase, le llamamos diciéndole: “¡Oh Abraham!, en verdad cumpliste lo que te fue ordena­do en tu visión. En verdad así recompensamos a los que obran bien: Esto fue solamente una prueba evi­dente, y lo hemos sustituido por un sacrificio terrible y magnífico, y lo hemos pospuesto para las generacio­nes futuras»

Estos versos del Corán indican que Dios puso a prueba a Abraham (P) pidiéndole que sacrificase a su primogénito Ismael (P). Cuando ya iba a cumplir el mandato, Dios lo relevó de su promesa diciéndole que el sacrificio había sido pospuesto y sustituido por uno mayor. ¿Cuál fue ese sacrificio? La respuesta, según los exegetas e interpretadores del Corán, es que los versos profetiza­ron la muerte del Imam Husain (P). ¿Por qué?

En primer lugar, Dios no pide cosas ilógicas, sin sentido. ¿Qué hubiera pasado si Abraham (P) hubiera matado a su hijo? Lo más probable es que hubiera sido atacado por sus gentes, acusándolo de loco por haber hecho algo sin explicación ni motivo, según ellos. ¿Qué se hubiera ganado con que Ismael (P) hubiese muerto? Nada. Por ello Dios sustituyó el sacrificio por uno mayor. ¿Cuál fue ese sacrificio terrible y magnífico (Dibhun ‘Azím) anunciado por Dios?

Según los intérpretes y comentaristas sunnis ese sacrifi­cio magnífico y terrible es el del camero que Dios le dio a Abraham (P) y que los musulmanes repetimos, en conmemoración de dicho evento, en el día de la festividad de ‘Eid ul-Adha. Pero este sacrificio no tiene nada de terrible, y su magnificencia es sólo en cuanto a que se trata de un acto de devoción: una caridad.

En cambio, el martirio del Imam Husain (P) fue ambas cosas: terrible y magnífico. Terrible en cuanto al alto grado de sufrimiento por el que tuvieron que pasar el Imam (P) y sus familiares y segui­dores; por la persecución y la sed; por la crueldad de los despiadados asesinos, como, por ejemplo, cuando, en sus últimos momentos, el Imam (P) les decía a los soldados hipócritas e infieles, mostrándoles a su pequeño hijo, el bebé ‘Abdul.lâh, llamado también ‘Ali Asgar:

“¿Qué daño os ha hecho este pequeño que lo dejáis morir de sed? Dejadlo vivir. Dejadnos ir y nos iremos muy lejos, donde no tengamos contacto alguno con la Ummah, a Persia o a la India”. A pesar de esta súplica, el cruel Shimr ibn Dhil-Yawshan, a quien Dios maldiga, disparó contra el pequeño niño una flecha que lo atravesó por el cuello y se clavó en el antebrazo del Imam (P). El Imam (P) recogió en sus manos la sangre del bebé, y cuando se disponía a derramaría en la tierra se oyeron voces que gritaban desde el centro de ésta: “No podemos soportar tanta crueldad e injusticia, no podemos tomar esta sangre derramada injustamente”. Luego el Imam (P) quiso aventar la sangre hacia el cielo, pero otras voces dijeron lo mismo desde las alturas. Finalmente, él no tuvo otra opción que untarse la sangre del niño en la cara y la ropa. Al ver esto, su hermana Zainab (S) les gritó a los asesinos: “¿No hay entre vosotros ni un solo musulmán? ¿No hay quién nos preste ayuda y defienda a lo más preciado de la Familia del Santo Profeta (PBD)?” Esto es sólo un breve episodio, como muestra, de los terribles acontecimientos del Día de ‘Ashûra. ¿Hay alguna duda de que fue un sacrificio terrible?

Y en cuanto a que fuera magnífico, ciertamente lo fue. Este sacrificio no fue en vano, sino que tuvo la más grande finalidad: salvar al Islam. El control de los fieles del Islam había caído indebi­damente en las manos de los hipócritas Omeyas, a los cuales la santa y virtuosa Zainab (S) llamó: “...Vosotros, cuyos ancestros solían comer el hígado y las entrañas de los mártires del Islam -refiriéndose a Hind, la abuela de Yazid, que se comió el hígado de Hamza, el tío del Profeta (PBD) y que se nutrían con esta dieta- vosotros que armabais ejércitos y sacabais las espadas contra el Santo Profeta (PBD).”

 Pero el colmo de todo ello fue cuando el que quiso apoderarse del Califato fue Yazid ibn Mu‘awiya. Yazid era un hombre que no se contentó sólo con beber vino y otros licores, y cometer incesto con su madre y su hermana, y gastarse el dinero de los musulmanes -incluso desde antes de apoderarse del gobierno, cuando su padre era el que gobernaba- en prostitutas, bailarinas y en juegos de azar, sino que además expresa­mente negó el Islam y la misión del Santo Profeta (PBD) cuando dijo: “Todo fue solamente un sueño de los Bani Hâshim (el clan al que pertenecía el Profeta); nunca hubo revelación ni nuevas del Más Allá”.

¿Podía el Imam Husain (P), el más puro y santo de los seres humanos -que fue descrito, junto con su hermano, el Imam Hasan (P), por el Santo Profeta (PBD) como “los dos señores de los jóve­nes del Paraíso”- aceptar que un hombre de la calaña de Yazid quisiera ocupar el sitio que una vez perteneció al Comandante de los Creyentes, el Imam ‘Alí ibn Abi Tâlib (P), que había sido el primero de los creyentes en el Islam? ¿Podía él permitir que un infiel confeso dirigiera a la nación de Muhammad (PBD)? ¡Claro que no! Cuando le sugirieron al Imam (P) que aceptara a Yazid como Califa y le jurara fidelidad, contestó: “¿Y decirle adiós al Islam?” Si él hubiera aceptado a Yazid como Califa, el Islam se habría acabado. Pero su destino era defender al Islam con la última gota de su sangre, sacrificando incluso a sus queridos familiares y seguidores.

Su levantamiento no fue por causa de deseo de poder, riqueza y comodidad, sino para mostrar a los musulmanes de todo el mundo que el Islam era lo que el Santo Profeta (PBD) había predicado y legado a través de los miembros de su Familia (P), y no el remedo de religión que estaba en manos de los Omeyas.

Su sacrificio tampoco fue una redención, tal como la entienden los cristianos, ya que en el Islam nadie carga con las culpas de los demás; sino que fue una lucha hasta el final, tratando de defender lo más valioso de la vida: la Verdad y la Fe. Su sacrificio fue magnífico en todos sus detalles, y, como lo dijo Dios en el Corán:

«...Y lo hemos sustituido por un sacrificio terrible y magnífico, y lo hemos pospuesto para las generacio­nes futuras»

El martirio del Imam Husain (P), por lo tanto, es un ejemplo y una enseñanza para todas las generaciones posteriores a la suya: para que observen lo bueno y lo malo y aprendan a diferenciarlo, como, por ejemplo, la firmeza del Imam Husain (P); la lealtad y fidelidad de sus seguidores y parientes; la traición de los habitantes de Kufa, la astucia y crueldad de ‘Ubaydul.lah ibn Ziyâd; la caballerosidad y generosidad del Imam (P) en todo momento -como por ejemplo, cuando, a pesar de su sed, cedió su agua para que pudieran beber sus perseguidores y los caballos de éstos- que fue algo nunca antes visto; el arrepentimiento de Hurr ibn Yazid ar-Riyâhi, que Dios tenga piedad de él; la valentía de Al-’Abbas, ‘Ali Akbar, y los demás hijos, sobrinos y hermanos del Imam (P); la lealtad y el valor de Burayr, Zuhayr, Habib, y los otros segui­dores; y la firmeza y perseverancia de Zainab (S) y del Imam Zain ul-‘Abidin (P) después de la tragedia de Karbala ante la corte de Yazid.

El ejemplo del Imam Husain (P) siempre ha dado frutos, y los sigue dando, como lo acabamos de ver hace apenas 11 años, cuan­do el pueblo de Irán -identificados todos ellos con el Imam Husain (P) y sus seguidores- lograron derrotar al moderno Yazid y sus patrocinadores (el Shah y sus amigos), y pudieran establecer el sistema Islámico, el cual había estado ausente del mundo desde que Mu‘awiya, se sentó en el trono de Damasco.

Que Dios nos permita siempre seguir el ejemplo del Imam Husain (P) y de los mártires de Karbalá, para que el Islam nunca muera sino que sea -como Dios lo prometió- la religión dominante y preva­leciente bajo la guía del Imam Mahdî (P), que nuestras vidas sean sacrificadas por él. Amén.

Hâyy Dr. Muhammad ‘Ali Anzaldúa-Morales, Chihuahua. México, 10 de Muharram del 409 HL, 2 de Shaahrivar de 13ó7 HS, 28 de agosto de 1988 C.

Extraído del libro Imam Husain (P) la luz que no se apagó

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