Los primeros años de vida de Jadiya (P); La gran esposa del Profeta Muhammad (PB)
Por: Por A. A. Razawi
Jadiya nació en la Meca, ella era la hija de Juwaylid ibn (hijo de) Asad ibn ‘Abd al-Uzza ibn Qusayy. Qusayy fue el progenitor común entre su linaje y el del Santo Profeta Muĥammad y el clan de Bani Hashim, por lo tanto pertenecía a la rama colateral de Bani Hashim. Junto con el mismo Bani Hashim, su familia era la más noble y la más honorable en toda Arabia. Eran nobles no solo por su opulencia, sino también por su carácter.
Juwaylid, el padre de Jadiya, al igual que la mayoría de los miembros de Quraish, se dedicaba al comercio. Los mercaderes de la Meca se unían en caravana dos veces por año, una en verano y otra en invierno. Enviaban la caravana de verano a Siria y la de invierno al Yemen.
Estas caravanas llevaban lo que producía el desierto, lo que fabricaban los mecanos y las áreas cercanas, y las vendían en los mercados de Siria y Yemen. También vendían caballos de pedigrí en Siria. Éstos tenían un gran valor allá y en los países cercanos. Después de vender sus mercancías y sus caballos los comerciantes compraban granos, aceite de oliva, frutas, café, textiles, artículos de lujo y otras cosas más, las cuales eran vendidas en la Meca. De esta manera se lucraban de ida y regreso.[1]
Las importaciones constituían la base económica de la vida de la Meca, siendo esta una tierra árida que no poseía agua para su irrigación.
Los mecanos por eso, no podían producir su propia comida para ''Alimentarse y dependían de su comercio con Siria y Yemen, de las ganancias que obtenían compraban granos y otras cosas necesarias para sus vidas.
Cada caravana tenía un líder, este debía ser un hombre de cualidades excepcionales. De su juicio y decisión dependían la seguridad física y el éxito de la caravana. Este era responsable de la protección en contra de los malhechores y de los depredadores del desierto. Esto lo hacía mediante el reclutamiento de guerreros de varias tribus y formando unos escuadrones dependiendo del tamaño de la caravana. Este escuadrón acompañaba la caravana hasta su destino y esta viajaba bajo su protección.
Todos los líderes de las caravanas estaban dotados con un sexto sentido para guiarlos a través del desierto durante el día y tener la habilidad para determinar la ruta en la noche. Por esta razón él debía tener el conocimiento acerca de la posición de las estrellas, también debía asegurar de antemano la habilidad para encontrar agua a lo largo del viaje al norte de Siria o al sur del Yemen. También debía tener la pericia para prestar primeros auxilios a cualquier viajero en caso de que se enfermera o fuese herido y, en otras palabras, debía ser un hombre capaz de controlar cualquier emergencia. Por este motivo, los mercaderes de la Meca seleccionaban a los líderes de sus caravanas después de una profunda investigación de sus antecedentes como mercaderes y viajeros.
El grupo no se satisfacía hasta que no se comprobaran las habilidades del candidato para navegar con destreza en este mar de arena, y regresar a los camellos y sus cargas a casa, sanas y salvas. También era necesario que este mostrara que estaba familiarizado con el medio y sus credenciales debían ser impecables.
La madre de Jadiya murió en el año 575 a.C y su padre en el 585 a.C. Tras la muerte de estos sus hijos heredaron su fortuna y la dividieron entre ellos, la riqueza puede ser en algunos casos peligrosa ya que puede tentar a los hombres a vivir una vida de ocio y lujuria. Jadiya entendió el carácter ambivalente de la riqueza y no permitió que esta la corrompiera. Se encontraba sola y dotada de una extraordinaria inteligencia y un firme carácter mediante el cual supero el reto de la prosperidad y decidió construir un imperio con su patrimonio. Tenía muchos hermanos pero entre todos ellos solo ella fue quien heredó las habilidades de su padre para hacerse rica. Así, muy pronto demostró que aunque no heredó una fortuna por parte de su padre ella haría la suya propia.
Tras la muerte de su padre, Jadiya tomó las riendas de los negocios familiares y rápidamente los hizo crecer. Con las ganancias ayudaba a los pobres, las viudas, los huérfanos los enfermos y a los discapacitados, si había una jovencita pobre la ayudaba a casarse y les daba la dote. Uno de sus tíos hacía a veces de su consejero, en cuanto a los negocios y otros miembros de la familia le ayudaban en otros asuntos, escuchaba a sus consejeros pero era ella misma quien tomaba la decisión final. También tenía certeza de sus capacidades pero siempre le daba cabida a los consejos. Los miembros mayores de su familia sabían que si algo no le gustaba, era paternalismo.
La mayoría de los comerciantes que estaban encargados de vender en Siria o el Yemen viajaban con la caravana para vigilar todas las transacciones personalmente. Pero en ocasiones un comerciantes no podía salir de la Meca, en tal caso el comerciante nombraba a alguien en su remplazo. La persona escogida para esto debía gozar de una buena reputación de su prudencia y perspicacia para los negocios, este hombre era llamado agente o manager.
A Jadiya no le gustaba salir, y sus hermanos y primos no mostraban ningún interés por viajar junto con la caravana. Debido a esto ella contrataba a un agente cada que se armaba una nueva caravana y lo responsabilizaba de la mercancía debido una minuciosa selección de su agente, el comprar y vender en el momento y en el lugar apropiado, ella era capaz de obtener excelentes beneficios, y se convirtió en la comerciante más adinerada de la Meca en esa época.
Ibn Sa’d historiador islámico dice en su libro titulado al tabaqat al-kubra que cada que los comerciantes de la Meca preparaban sus viajes, la carga de Jadiya era igual a la carga de todos Quraishitas juntos, para todos era obvio que ella poseía un toque de oro. Si ella tocaba el polvo este se convertía en oro. Los ciudadanos de la meca, por esta razón la llamaron la princesa de Quraish y también la princesa de la Meca.
En aquella época Arabia era una sociedad pagana y los árabes adoraban un sinnúmero de ídolos y fetiches de quienes creían poseían el poder de darles buena fortuna, pero su idolatría era cruda y arcaica, sus hábitos, costumbres y características eran desagradables. El alcoholismo era uno de sus tantos vicios, eran unos jugadores empedernidos.
Estos se revolcaban en los caminos del extravío y la ignorancia. El sagrado Corán da testimonio de su condición en la siguiente aleya:
“Él es quien ha enviado a los gentiles un enviado salido de ellos, que les recita sus aleyas, les purifica y les enseña la escritura y la sabiduría. Antes estaban evidentemente extraviados.”(Corán: 62-2)
Sin embargo no todo el país estaba carente de personas que encontraran la idolatría repugnante. Aquellos individuos que eran muy pocos, fueron llamados “ahnaf” en (plural hanif) ejemplo: hombres y mujeres quienes le habían dado la espalda a la idolatría. La Meca también poseía una pisca de estos ahnaf, y algunos de ellos pertenecían al propio clan de Jadiya. Uno de ellos era su primo, Waraqah ibn Nawfal
Waraqah era el mayor de todos sus hermanos, ya había envejecido y castigaba los árabes por adorar los ídolos y desviarse de la verdadera fe, la de su ancestro, el Profeta Ibrahim (Abraham) e Ismael. Ibrahim e Ismael habían enseñado la doctrina de la unicidad del creador (Tauĥid) pero los árabes habían olvidado esta enseñanza, y se habían convertido en politeístas. Waraqah los aborrecía por su politeísmo y por su infame moral. Él personalmente era seguidor de la religión del Profeta Ibrahim, el verdadero y fiel sirviente de Dios. Nunca asoció algo a Dios. No bebía embriagantes y no practicó juegos de azar, era generoso con los pobres y necesitados.
Una de las costumbres más abominables de los árabes de ese tiempo era que enterraban vivas a las niñas recién nacidas. Cada que Waraqah escuchaba que alguien intentaba enterrar a su hija viva, iba a verlo, lo disuadía de asesinar a su hija, y si el motivo por el cual contemplaba asesinarla era la pobreza. Él la rescataba y la criaba como su propia hija. En la mayoría de los casos, el padre se arrepentía de su error, y venía en búsqueda de su hija; el exigía de este hombre que jurara amar a su hija, y que la tratara bien; y esta era la única forma que permitía que regresara con su padre.
Waraqah vivió en el ocaso del mundo pagano, este mundo pronto iba a llenarse con la luz del Islam, la religión de Dios, por excelencia la prístina fe, primero promulgada muchos siglos atrás por el Profeta Abraham, el amigo y mensajero de Dios. Dios lo había escogido como su siervo, Muĥammad el hijo deAbdul.lah, el clan de Bani Hashim, para ser su nuevo y último mensajero para este mundo, el que vivía en la Meca en la misma época que Waraqah, pero no había proclamado aún su misión.
Waraqah era uno de esas pocas personas educadas que habitaban en la Meca. Se dice que él tradujo la biblia del hebreo al árabe y también que había leído otros libros escritos por los teólogos judíos y cristianos. Era un buscador de la verdad desesperado en la oscuridad y deseaba hallarla antes de morir pero no sabía cómo hacerlo.
Jadiya fue fuertemente influenciada por las ideas de Waraqah y ella compartía con él su desprecio por los ídolos y los idolatras. Jadiya nunca asoció nada al creador. Tal y como Waraqah, y algunos otros miembros de la familia, ella también era una seguidora de Abraham e Ismael.
Jadiya era monoteísta. Lo que Jadiya no sabía es que durante unos pocos años, su destino iba a encontrarse con el destino de Muĥammad, el apóstol del monoteísmo, y con el destino del Islam, el credo del monoteísmo.
Arabia, antes del Islam no tenía una organización política en ninguna forma y no tenía ninguna estructura básica, no había cortes o policías o sistemas de justicia. Por esta razón, no había un aparato de control del crimen, o algo que lo penalizara. Si un árabe cometía un crimen, él no sentía ningún remordimiento. Al contrario, se jactaba de que era capaz de ser totalmente irresponsable, brutal y despiadado
Toda la península estaba dominada por una sociedad masculina. La mujer no tenía estatus; sin embargo, muchos árabes creían que las mujeres eran objeto de mala suerte. En general, trataban a la mujer, más como una cosa que como un individuo. Un hombre podría casarse con cuanta mujer quisiera. Y cuando este moría, su hijo mayor “las heredaba a todas, excepto a su propia madre” en otras palabras, él se casaba con todas sus madrastas. No existía tal cosa como un código moral que lo prohibiese. El Islam acabó con todas estas cosas.
Los árabes pre-islámicos eran semisalvajes y pasaban sus vidas sumidos en guerras. El asesinato y el pillaje eran sus profesiones favoritas, torturaban a sus prisioneros de guerra hasta matarlos; y la tortura de animales era su pasatiempo favorito. Ellos poseían un perverso sentido del honor, el cual los llevaba a asesinar a sus propias hijas. Si su esposa daba a luz a una hija, él era incapaz de ocultar su angustia y descontento.
Cuando se le anuncia a uno de ellos una niña, se queda hosco y se angustia, Esquiva a la gente por vergüenza de lo que se le ha anunciado, preguntándose si lo conservará, para deshonra suya, o lo esconderá bajo tierra... ¡Qué mal juzgan!(Corán 16:58-59)
En la mayoría de los casos los árabes asesinaban a sus hijas por temor a que ellas fueran hechas prisioneras en las guerras tribales, y por esto, una esclava de su enemigo, y su estatus como esclava traería desgracia a su familia y a su tribu. También podrían matarla por miedo a la pobreza. Él creía que su hija se convertiría en una carga económica para él. El Islam calificó al asesinato de niños un gran pecado.
¡No matéis a vuestros hijos por miedo a empobreceros! Somos Nosotros Quienes les proveemos, y a vosotros también. Matarles es un gran pecado. (Corán 17:31)
También había aquellos árabes a quienes no les gustaba matar a sus hijas, pero las privaban de todos sus derechos. Ellos se imaginaban que sus hijas cuando se casaran, irían a la casa de otros hombres y ellos no gastarían nada en estas.
Este fue el ambiente en el cual Jadiya nació, creció y vivió; un ambiente anti-femenino.
Desde su casa en la Meca, Jadiya controlaba un excelente negocio, el cual se expandía a los países vecinos. Aquello que ella había alcanzado, sería remarcable en cualquier país, época o para cualquiera; pero su logro se convirtió dos veces remarcable, cuando se tiene en cuenta que era un ambiente anti-femenino en la sociedad árabe. Esto es una prueba de su habilidad para manejar su destino, por medio de su inteligencia, fuerza de voluntad y fuerza de carácter. Sus compatriotas sabían de sus éxitos, cuando ellos la llamaban la princesa de Quraish y la princesa de la Meca, como lo dijimos antes.
Sin embargo, aún más remarcable, Jadiya también se ganó un tercer título. Ella fue llamada Ţahirah lo cual significa “la pura”.
¿Quién le dio el título de Ţahirah? Increíblemente este fue dado a ella por los mismos árabes que eran conocidos por su arrogancia, presunción, vanidad, apasionamiento masculino. Pero la conducta de Jadiya, fue tan consciente y ejemplar que la hizo ganar el reconocimiento de ellos, y la llamaron “la pura”.
Esta fue la primera vez, en la historia de arabia que una mujer fue llamada la princesa de la Meca y Ţahirah. Los árabes llamaban a Jadiya la princesa de la Meca, debido a su afluencia y la llamaban Ţahirah por su inmaculada reputación. Ellos también conocían que esta era una dama altamente refinada, era un personaje distinguido e incluso antes de la época del Islam, en la época de la ignorancia.
Es innegable que Jadiya podía llamar la atención de los nobles árabes y príncipes. Muchos entre ellos le enviaban propuestas de matrimonio, pero no consideró a ninguna de estas. Muchos de estos nobles y príncipes insistían en su intento por desposarla. No se disuadían con su respuesta y utilizaban la influencia de hombres y mujeres de prestigio para que intercedieran por ellos ante ella, pero aun así, ella los rechazaba a todos. Además no daba ninguna importancia a los guardianes de una sociedad anti femenina.
Jadiya se rehusó a aceptar las propuestas de matrimonio enviadas por los grandes y poderosos de Arabia, por esta razón, se especulaba de qué tipo de hombre era aquel que ella quería casarse. Esta era una respuesta que ni ella misma podría dar. Pero su destino sabía la respuesta; ella se casaría con un hombre que no solo era el mejor de Arabia, sino que era el mejor de toda la creación. Este fue su destino, el cual la hizo rechazar todas las ofertas de matrimonio de hombres comunes y corrientes.
Fuente: Jadiya (P); La gran esposa del Profeta Mahoma (PB); Editorial Elhame Shargh- 2012
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[1] Estos mercados de la Meca, han sido referidos en el sagrado Corán en la Sura Quraish, No. 106.