Los versículos Coránicos relativos al hiyab (III)

Por: Murtada Mutahhari

El versículo sobre el Yilbab

Pero hay otro versículo en la misma Sura que está relacionado con nuestra discusión: “¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los creyentes que se cubran con un manto. Es lo mejor para que se las distinga y no sean molestadas. Dios es Indulgente, Misericordioso. Si los hipócritas, los enfermos de corazón y los agitadores de la cuidad no cesan, hemos de incitarte contra ellos y pronto dejarán tu vecindad". [Corán, 33: 59-60].

Todos los comentaristas están de acuerdo en que ciertos acontecimientos tuvieron lugar, y es de esto de lo que trata el relato, ocurrió en Medina. Había un grupo de hipócritas y corruptos que molestaban a la gente y particularmente a las mujeres esclavas y a otras. Entonces cuando les preguntaron por qué esta­ban haciendo esto, ellos contestaron: "Pensamos que eran mujeres esclavas".

Las esclavas no se vestían de la misma forma que las mujeres y por ende no llevaban el mismo hiyab.

 Muy frecuentemente, las mujeres musulmanas iban por la calle de noche y este grupo de hipócritas les molestaban. Cuando les hacían daño, se justificaban utilizando la excusa de que creían que se trataba de mujeres esclavas.

Este versículo fue revelado para que ellas se cubriesen y, de esta forma, les fuese posible ser reconocidas por los corruptos e hipócritas o, por lo menos, les sería imposible utilizar esta excusa.

Qué significa la palabra Yilbab

No está muy claro exactamente cómo era el hiyab. En el Munyid, se dice que es un vestido suelto, pero si fuese un vestido, esta persona hablaría entonces de cubrirse el pelo también. Ragib Isfahani en el Mufridat, un libro bastante fidedigno ha definido la palabra del Sagrado Corán muy bien, afirma que significa vestido y pañuelo.

Dice el diccionario Qamuz: yilbab es una ropa larga y amplia similar a una sabana (parecido a un chador) a través de la cual la mujer cubre sus vestimentas interiores. También significa un pañuelo grande.

Lisanul Arab, dice, que el yilbab es un pañuelo más grande que los comunes y más pequeño que el chador, que cubre toda la cabeza y el pecho. Una definición similar a esta se halla en el libro Kashshaf.

A partir de lo anteriormente expuesto, podemos deducir que el yilbab incluye cualquier ropa amplia y a menudo se utilizaba para referirse a los pañuelos largos que eran más pequeños que un chador. También se deduce que era habitual el uso de dos tipos de pañuelo, un tipo era el jimar (pañuelo pequeño) que, generalmente, se usaba dentro de la casa; y el otro un pañuelo grande que era especial para el exterior. Esta definición es corroborada por los hadices.

 Al Imam Sadiq (la paz sea con él) le pregunta­ran que era lo que estas mujeres (de edad avanzada) podían quitarse. Él contestó: "yilbab y jimar", esto es sus vestidos externos y pañuelo".

La Participación de la Mujer en reuniones y encuentros

De lo tratado en estas lecciones, se deduce en primer lugar: el Islam consi­dera muy seriamente la importancia del valor de la pureza y la necesidad de legislar las relaciones sexuales entre el hombre y la mujer, desde diferentes puntos de vista tales como el contacto físico, la comunicación o la convivencia. Así, los preceptos islámicos no permiten ni permitirán un detrimento, de cualquier tipo, en sus aplicaciones. Pero el mundo actual, rechaza este extraordinario valor humano y, conscientemente, elige ignorar este punto de vista.

El mundo de hoy día, en nombre de la libertad de la mujer y, más concretamente, en nombre de las relaciones sexuales, ha corrompido la moral de los jóvenes. En vez de que esta libertad haya ayudado a reafirmar las potencialidades del ser humano, ha resultado ser un desperdicio del talento y energía humana, como no ocurría en el pasado. Las mujeres han abandonado sus casas, pero ¿para hacer qué? ir al cine, a las calles, a la playa y al entretenimiento. En nombre de la liber­tad, las mujeres han perjudicado sus hogares, sin hacer fructificar otros lugares como la univer­sidad u otros sitios. Como resultado de esta situación e ignorando cual­quier tipo de restricción, la educación de la gente joven, en general, ha disminuido. Los jóvenes huyen de las escuelas y de la educación. Los crímenes de tipo sexual se han incrementado a una velocidad vertiginosa. El mercado cinematográfico y la industria de cosméticos están en alza total.

Los preceptos religiosos integran plenamente a la mujer, así es el método general de este puro credo divino que es moderado y equilibrado y que, por otra parte, está lejos de extremismos; es por ello que se denomina a esta comunidad: “comunidad moderada” (Ummatan wasata).

Los preceptos islámi­cos no impiden la participación activa en la sociedad, mientras que no se llegue a la corrupción. Incluso, en algunos casos, es obligatorio que ella participe, por ejemplo, en los rituales de Hayy, (el rito de la peregrinación) que es igual de obligatorio para hombres y mujeres, y ningún marido tiene derecho a impedirlo.

Como sabemos, no es obligatorio para las mujeres participar en el Yihad,[1] a menos que un sector o grupo de musulmanes haya sido atacado, y el Yihad pase a ser de naturaleza defensiva. Entonces, tal y como dicen los edictos de los jurisconsultos religiosos, el yihad se convierte en algo obligatorio, incluso para la mujer. De otra forma no sería obligatorio. Incluso, así, el bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) dio per­miso a algunas mujeres para participar en las guerras, ayudando a los soldados y heridos. Hay muchos relatos en relación a esto en la historia del Islam.

No es obligatorio para la mujer participar en las oraciones sagradas rituales del día viernes. Si asisten, se hace obligatorio para ellas asistir hasta el final, sin abandonarla.

Si no es obligatorio para las mujeres asistir a las oraciones de los días festivos, tampoco se les prohíbe participar, aunque, es desaconsejable para las mujeres muy bellas y atractivas que participen y se exhiban mucho en reuniones mixtas, aunque estos encuentros sean de índole religioso.

El bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) se llevaba a sus mujeres cuando iba de viaje y algunos compañe­ros también hacían lo mismo.

Él aceptaba la lealtad de las mujeres, pero no les estrechaba su mano. Ordenaba que le trajesen un cuenco con agua, ponía su mano en el agua y ordenaba a la mujer que ofreciese su lealtad, que hiciese lo mismo. Aisha dijo que en toda su vida, el Profeta (la paz sea con él y su descendencia) nunca había tocado la mano de una mujer que no fuese mahram.

Él no prohibió a la mujer participar en los sepelios, pero no creyó que fuese necesario, por ello prefirió que no participasen, aunque bajo ciertas circunstancias, ellas lo hicieron y participaron en algunos casos específicos. Se narra en nuestras tradiciones cuando Zaynab, la hija mayor del bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) murió, Fátima Az-Zahra (la paz sea con ella) y otras mujeres musulma­nas, fueron y recitaron la oración ritual para ella.

Asma, la hija de Yazid Ansari, fue elegida por las mujeres de Medina como su representante, para dirigirse al Profeta (la paz sea con él y su descendencia) y hacerle saber sus quejas y volver con su contestación. Cuando Asma entró, el bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) estaba sentado con un grupo de compañeros. Ella dijo: "Soy la representante de todas las mujeres de Medina, nosotras decimos que Dios, Todopoderoso, te envió como Profeta (la paz sea con él y su descendencia) para los hombres y las mujeres. Nosotras las mujeres también, creemos en ti y en Dios Todopoderoso. Nosotras satisfacemos el deseo sexual de los hombres, ali­mentamos en nuestros vientres a nuestros hijos, pero creemos que todas las accio­nes valiosas que merecen recompensa de Dios, sólo son para los hombres. A los hombres les está permitido reunirse en las oraciones colectivas de los viernes, visitar a los enfermos, participar en funerales, realizar reiteradamente los rituales de Hayy (peregrinación), y lo que es más importan­te, participar en el Yihad, en el camino de Dios. Cuando el hombre va al Hayy o al Yihad, nos quedamos guardando la propiedad. Hacemos sus vestidos, educa­mos a los niños. ¿Cómo es que somos compañeras para las tareas difíciles, pero cuando llega la hora de las actividades sagradas, por las que Dios da una recom­pensa espiritual, no somos consideradas compañeras, y no se nos está permitido participar?".

El bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) miró a sus compañeros y preguntó: "¿Alguna vez habéis oído a una mujer hablar tan bien de forma tan lógica, sobre los asuntos religiosos?".

Uno de los compañeros contestó: "Yo no creo que

éstas sean sus palabras, realmente".

El Profeta (la paz sea con él y su descendencia), sin hacer caso a lo que el compañero había dicho, se volvió hacia Asma y dijo: "Mujer, trata de comprender lo que estás pidiendo, vuelve y di a las que te han enviado aquí, esta respuesta: ¿De verdad crees que el hombre recibe una recompensa espiritual, y que a la mujer no le está permitido participar? Esto no es así, si una mujer se ocupa adecuadamente de su casa y no permite que el ambiente se corrompa, ella recibirá una recompensa espiritual tan grande como la que reciba el hombre por hacer todo lo que mencionaste".

Asma era una mujer creyente. Sus preguntas eran sinceras y desde una fe pro­funda, no desde la lujuria o desde la ambición que hoy día se observa habitual­mente. Ella y las mujeres a las que representaba estaban preocupadas, porque cre­ían que sus acciones no tenían el mismo valor que las de tipo religioso que reali­zaban los hombres. Ella y las demás pedían igualdad, ¿pero, en qué? En implan­tar las órdenes divinas y, en llevar a cabo las cuestiones religiosas. Lo que no estaba en sus mentes en ese momento, era una confrontación para alcan­zar deseos egoístas en nombre de los derechos. Por lo tanto, cuando oyó la respues­ta del bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia), su cara se iluminó de gozo y se dirigió con gran alborozo hacia sus amigas".

Con respecto a la participación de la mujer en estas actividades, hay muchas tra­diciones que se contradicen. Algunos, las prohíben completamente, pero el autor de "Wasail", un informador bastante fiable dijo: "Se deduce del total de las tra­diciones islámicas, que se permite a la mujer dejar su casa para participar en cere­monias funerales y para realizar sus deberes con el prójimo. Así como Fátima Az-Zahra (la paz sea con ella) y las mujeres de los Imames infalibles (la paz sea con ellos) participaban en este tipo de ceremonias”. Analizando el conjunto de los hadices, llegamos a la conclusión de que si existe algún dicho que hable de la no participación de la mujer en actividades religiosas, es interpretado como algo desaconsejable, pero no prohibido.

El bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) permitió a las mujeres dejar sus casas para desarrollar otras actividades. Se menciona que el Profeta (la paz sea con él y su descendencia) ordenó que la entrada a la mezquita, fuese por dos puertas, una para las mujeres y otra para los hombres, de forma que así los hombres y las mujeres no se viesen forzados a ir y venir por la misma puerta.

También se menciona, que el bendito Profeta (la paz sea con él y su descendencia) ordenó que después de la oración de la noche, se le permitiese a las mujeres abandonar la mezquita primero, para que así no se mezclasen con los hombres. Para que no hubiese contactos, dijo que las mujeres deberían caminar al lado de la calle y los hombres por el medio". [2]

Es por esto que los jurisprudentes religiosos elaboraron un edicto, que desapro­baba que los hombres y mujeres caminen juntos. El Ayatollah Seyed Muhammad Kazim Tabatabaie Yazdi escribió: “Es desaconsejable la participación mixta excepto para las ancianas”.[3]

En verdad, si una persona no está enferma del corazón (concupiscente), no considera al Islam como una limitación, sino que corrobora que es un camino de equilibrio y moderación, lejos de cualquier extremismo y fanatismo. Los preceptos islámicos han provisto de precauciones de largo alcance para proteger la pureza y santidad de las relaciones sexuales y, de ninguna manera, impiden que los talentos de las mujeres se desarrollen. De hecho, estos preceptos sirven para ambas cosas, para que el espíritu se enriquezca y para que las relaciones familiares sean más íntimas y serias, al igual que el preparar a los hombres y mujeres para un entorno social sano, lejos de extremismos.

Extraído del libro  HIYAB (Acerca de la vestimenta islámica); Editorial Elhame Shargh- 2011

Todos derechos reservados. Se permite copiar citando la referencia.

www.islamoriente.com   Fundación Cultural Oriente


[1] Yihad significa en árabe la lucha o esfuerzo en el camino de Dios. Ésta puede ser de dos tipos: interna o externa. La lucha interna es contra uno mismo, contra su ego y sus deseos, mientras que la lucha externa se divide, a su vez, en dos tipos: Yihad “Ibteda’í” que significa iniciar la lucha para conquistar un país con el fin de rescatar a un grupo de gente de la opresión de sus gobernadores e invitarlos al monoteísmo. Este tipo de Yihad tiene algunas condiciones, por ejemplo: debe realizarse en la época en que un Imam infalible esté presente y ser ordenado por él. El otro tipo de Yihad es “Defa’i”, es decir  que es defensivo y se realiza para resguardar la independencia de un país y rechazar ataques de los enemigos. Este tipo de yihad no tiene como condición la presencia ni la orden de un Imam infalible. Cualquier nación islámica que sea atacada tiene el derecho de defenderse.

[2] Kafi Tomo 5 Pág. 518.

[3] Urwatul Wuzqa Cap. 1 Cuestión 49.

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