La Filosofía Transcendente de Mul.la Sadra
Ontología en la Filosofía Trascendental de Mul.la Sadra - Filosofía islámica
Por Ayatolá Muhammad Jamenei
Fundamentos de la Filosofía de Mul.la Sadra
Todos los sistemas filosóficos, más allá de sus problemas mayores o menores, se basan en un conjunto de principios o pilares. La escuela de pensamiento de Mul.la Sadra no es la excepción. Es un tratado llamado “Shawahid” él relata sobre sus éxitos filosóficos, los cuales llegan al número de 170. De manera general, son considerados los principios fundamentales de su escuela: el principio de la originalidad de la existencia (en vez de esencialidad); el principio de la graduación infinita de la existencia; el principio del movimiento en la substancia de las cosas; el principio de la inmaterialidad de la imaginación; el principio de la Verdad Simple en todas las cosas (no siendo ninguna de ellas); el principio del origen corpóreo del alma y del cuerpo; la teoría del origen del mundo; la relación entre conocimiento y existencia.
A continuación, discutiremos cada uno de estos principios y teorías por separados.
Antes de explicar este principio, es necesario definir algunos términos técnicos. El primer término es “wuyud” en la filosofía islámica significa existencia. Se trata de un concepto mental que contrasta con el concepto de “nihil” (no-existencia). La “existencia exterior” es concreta e idéntica a la percepción de las cosas e individuos en el mundo exterior.
Cuando se pregunta sobre la realidad de las cosas, la respuesta que se recibe es “esencia o quiddidad”. La definición de árbol (por ejemplo) es similar a la descripción de sus cualidades esenciales. Por lo tanto, toda cosa exterior puede ser evaluada como algo que consiste en dos partes: su existencia, una vez que está presente y que existe; y su esencia o sus cualidades esenciales, las cuales distinguen una cosa de las demás. Tales cualidades esenciales son empleadas en la definición de la cosa, cuando se responde la pregunta “¿Qué es esto?” Esta parte es llamada quiddidad.
A pesar del hecho que toda cosa posee una esencia y una existencia sabemos que, considerando su composición externa, es solo “una cosa” y no puede ser más de lo que es eso. Por ejemplo, podemos percibir solo un árbol o un hombre, no la existencia y el propio árbol (sus cualidades esenciales) al mismo tiempo, o la existencia del hombre y el propio hombre al mismo tiempo. Esto ocurre porque toda cosa exterior, la que es comprendida y existente, es solo una cosa, no dos. Por lo tanto, la comprensión de las cosas es completa, o en quiddidad o en su existencia; y solo una de estas dos realidades es original, mientras que la otra es solamente su sombra, la cual el intelecto humano abstrae de la otra. Este plano aparentemente simple es la respuesta dada por Mul.la Sadra a una compleja cuestión que había permanecido sin solución por siglos.
La existencia es la única cosa que prescinde de demostración, y es percibida por todos, por su esencia o por medio de la experimentación. No hay nada más obvio de que la existencia y toda cosa es realizada a la luz de la existencia. Los instintos de todo ser animado indican que su existencia lo domina y al mundo que lo rodea. No hay definición para la existencia, y ella sólo puede ser percibida a través del conocimiento intuitivo o de los sentidos. Es la propia realidad de la existencia que llena el mundo, naturalmente, nosotros percibimos ocasionalmente el “concepto de existencia” (solo en la mente), sin embargo, no debemos confundirla con la realidad de la existencia exterior, pues sus características son diferentes y, a veces, llevan al equívoco.
Aunque “la existencia” en sí, pude ser denominada como “cosa”, ella concede, de hecho, existencia a las cosas y vuelve cada cosa algo específico. Hay una razón para que la existencia haya sido comparada con la luz, cuando la luz brilla sobre cualquier cosa, ilumina e individualiza, o destaca una cosa entre las otras. La existencia, por sí misma, es solamente una cosa, sin embargo, las cualidades esenciales de las cosas, en el mundo son variadas y de diferentes géneros. Cuerpos inanimados, vegetales, animales y humanos son completamente diferentes unos de los otros. Cada tipo posee ciertos límites o trazos distintivos que comprenden la esencia y la realidad de los existentes. En realidad, cada existente posee un molde específico o un patrón para sí, al cual llamamos quiddidad en términos filosóficos.
La existencia puede ser vista desde dos perspectivas. Por un lado, abstraíamos el concepto de existencia de la presencia de los objetos, esto es, de la existencia exterior de las quiddidades en el mundo – aunque diferentes unas de otras – y conservamos la percepción de este o aquellos objetos que existen, o sea, que poseen existencia.
Si observamos los objetos de manera común (no filosóficamente), suponemos que la realidad de los objetos es su quiddidad y no su existencia. Como resultado, decimos que extrajimos la existencia de la presencia de los objetos. Si la quiddidad fuera idéntica a la objetividad de los objetos, parecerá que la existencia carece de realidad y que será, en vez de esto, un fenómeno mental.
Por otro lado, una inspección cuidadosa revela que, de manera enteramente distinta, es la quiddidad de los objetos lo que es un fenómeno mental; está localizada en la mente, constantemente usa a la mente como un laboratorio, y es abstraído de la existencia del existente exterior. Por lo tanto, la quiddidad no requiere de la existencia en todo momento, y no es concomitante con ella. Como un famoso dicho (de los filósofos): “la quiddidad, por sí misma no es existente ni es no-existente, es solamente ella misma (quiddidad)”.
En otras palabras, como argumento filosófico, debemos prestar atención al punto de que la quiddidad no siempre es concomitante a la existencia real o exterior o a las de sus efectos, una vez que la verdad de toda cosa es algo que posee el efecto de esta, y los efectos de la cosa surgen de la existencia. Muchas quiddidades que surgen en nuestra mente, escritas o habladas, son creadas dentro de la mente, y no poseen el efecto de un existente exterior, así, no son todavía realizadas.
Mul.la Sadra argumentó que si la quiddidad no está en permanente concomitancia a la existencia, como puede ser considerada la razón presencial o subyacente para la existencia del existente exterior. Considerando esto, nosotros realmente vemos que la existencia de las realidades externas (no las mentales) son auto-subsistentes y prescinden de otra existencia para su estado existencial y realización. La razón de esto es que la existencia es un trazo esencial (dhati) y no un accidente.
Mejor dicho, la existencia existe “por sí” (por su esencia) y no por medio de otra cosa. Estas otras cosas son quiddidades que demandan existencia para ser realizadas. De hecho, la existencia no es un accidente para la quiddidad, sino, la quiddidad como un molde mental o lingüístico, o, un revestimiento convencional, sobre el existente exterior realizado.
Mul.la Sadra presenta aún otras razones para demostrar “la originalidad de la existencia”. Para una cosa, cuando se prueba un accidente o atributo en una proposición para un sujeto, o se emite un juicio, debe siempre haber una unidad existencial entre el sujeto y el predicado. La razón de esto es que el sujeto y el predicado son dos conceptos diferentes, y lo que permite la predicación o el juicio es su unidad en la existencia. De esa forma, la originalidad pertenece a la existencia.
Entonces, si consideramos la quiddidad de los objetos, en vez de su existencia, como el origen o como la realidad de su esencia (sabemos que las quiddidades difieren entre sí en la existencia y en la esencia), las predicaciones del predicado sobre el sujeto serían imposibles. Nosotros no podremos más decir que en la afirmación “el árbol es verde”, la quiddidad del árbol será esencialmente diferente de la quiddidad del verde. Si el verbo “existir” – estar – (que es señal de la interferencia de la existencia exterior) no surge entre los dos conceptos, nunca se transformarán en una unidad y ninguna predicación o unidad será realizada en el mundo.
Mul.la Sadra sustenta que si la “realización” de toda cosa o quiddidad se debe a la adición de existencia en ella, entonces la existencia, en sí, es anterior a la realización en el exterior y es más alcanzable que todo lo demás. Por ejemplo, si creemos que la existencia del agua en alguna cosa justifica su estado de humedad, la demostración de la humedad (como cualidad) para el agua será más necesaria, y la propia agua será anterior a la humedad y más próxima a ella de lo que otra cosa. Y, básicamente, la afirmación de “existencia” para la existencia no requiere prueba alguna, una vez que “existencia” es esencial para la existencia, como la humedad es esencial para el agua.
Mul.la Sadra ilustra su teoría refiriéndose a la blancura, en el caso de los objetos blancos, y dice que cuando alguien califica un pedazo de papel, donde no es idéntica la blancura, mas, coincide con ella, como blancura, y dice que “es blanco”, la blancura, en sí, es anterior y más merecedora del atributo (blancura) que el papel, porque posee el atributo (ya que es blancura por sí solo).
Al ver el problema de la quiddidad y de la existencia desde otro ángulo Sadra afirma: a veces suponemos una quiddidad sin existencia, es decir, ignoramos su existencia exterior (mientras que no es ese el caso con la existencia). En otras palabras, la quiddidad no es siempre concomitante con la realización en el mundo objetivo, por lo tanto, es la existencia la que es principal y necesaria para la realización de las cosas y de los existentes. Y es, todavía, nuestra mente la que abstrae la quiddidad de la existencia exterior y la presenta: “individualizaciones son cosas mentalmente presentadas como verdades.”
El problema de la originalidad de la existencia posee una larga historia. Un estudio de las ideas de los filósofos ishraqi del antiguo Irán y de los filósofos pre-aristotélicos revela que este principio era conocido en el pasado como una teoría grosera (todavía mal explicada) y que ellos consideraban la existencia como el elemento original que poseía una realización exterior. En aquella época, no se hablaba de quiddidad a no ser como objeto, materia o elemento del mundo. La importancia de la exposición de esta cuestión en la filosofía de Sadra fue declararla en términos prácticos, demostrarla por medio de varios argumentos filosóficos racionales que eran peculiares a él y responder a los argumentos de sus opositores.
La demostración filosófica de la originalidad de la existencia creó una revolución en la filosofía elevándola a la posición sublime que realmente merecía. Además, a la luz de este principio, Sadra fue capaz de pavimentar el camino para la solución de algunos problemas bastantes complejos. Por siglos, la filosofía aristotélica había acorralado el camino del conocimiento filosófica en el camino de la perversión al tomar como punto central en las discusiones el existente en vez de la existencia; de la misma manera que la astronomía de Ptolomeo había hecho con la Tierra (imaginándola como el centro del universo), lo que había creado algunas complicaciones a la ciencia astronómica.
La importancia del papel de la existencia en lugar del existente fue el mismo punto descubierto en Occidente, cuatro siglos después de Sadra por Heidegger, que basó su filosofía en la de Mul.la Sadra[1], sin embargo jamás había conseguido establecer sus ideas en una forma completa.
En los últimos siglos, algunos pensadores categorizados bajo el título del “existencialismo” alcanzaron renombre en Europa. Cabe enfatizar que el término “existencia” en la obra de estos pensadores (excepto en la filosofía de Heidegger) asume un sentido enteramente diverso y distinto del término “wuyud” o de la originalidad del wuyud (existencia) usado en la filosofía islámica y en la filosofía de Sadra.
Una de las distinciones en este punto es que en Europa solamente se prestaba atención a la existencia humana. Estas escuelas, a pesar de sus diferencias importantes, compartirían algunas características. Según los seguidores del existencialismo, la existencia es anterior a la quiddidad, sin embargo, por “existencia” querían decir la noción vulgar y convencional que todas las personas tienen en mente. Más allá de esto, por “posterioridad de la quiddidad”, lo que querían decir es que el hombre, debido a su libre albedrío, en toda su vida, da forma a su quiddidad creada por él mismo, y tiene que ver con su muerte, la cual es la quiddidad del hombre en su última forma.
Por consiguiente, queda demostrado que la quiddidad que tenían en la mente no era igual a la quiddidad filosófica, estaban refiriéndose a la personalidad humana. Las reacciones del hombre a los dilemas de la vida y a las ansiedades, temores, tristezas y sufrimientos personales, que demuestran la existencia y forman su personalidad (como también la quiddidad en sus palabras).
En este tema, las palabras de Heidegger son, hasta cierto punto, familiares. Sin embargo, podemos decir que él no buscaba conocer la existencia, buscaba una cuestión ambigua que difiere de la existencia en la gnosis y en la filosofía, y que en comparación a aquello que la filosofía de Mul.la Sadra propagaba, es muchísimo más incompleta y primitiva, que acarrea una serie de imperfecciones importantes.
Mul.la Sadra no consideró suficientemente la importante tarea de demostrar la originalidad de la existencia y su naturaleza abstracta. Se empeñó en formular algunos principios para esto por la aproximación de las filosofías islámica e Ishraqi, también por la comprobación de la teoría en términos filosóficos. Buscó igualmente demostrar que la existencia posee grados (en su difusión) en términos de unidad, simplicidad, fuerza, etc.
2- Graduación de la existencia
Después de demostrar la originalidad de la existencia y la condición abstracta de la quiddidad, el problema de la graduación de la existencia fue presentado. Mas, antes de examinar esta cuestión, debemos definir el sentido más profundo de la existencia.
Como mencionamos antes, la existencia está manifestada en todas las quiddidades, o sea, los existentes externos poseen sus formas, contornos y características peculiares. A pesar de la variedad de la existencia (en las formas y características de las quiddidades) todas ellas son parte de la misma existencia. En resumen, la existencia es común a todas.
Sin embargo, dos géneros de concomitancia son posibles y surgen en la forma de homonimia absoluta. Por ejemplo, el término “bat” tiene diferentes sentidos en inglés y en todos se relaciona entre sí, y es compartido por diferentes conceptos que no están interrelacionados semánticamente.
En ocasiones, esta concomitancia es semántica y no verbal, hablando de un modo más claro, puede existir una realidad común entre diferentes individuos, compartida en diferentes grados de fuerza o debilidad. El compartir de la existencia por todos los existentes y quiddidades es de este género. Naturalmente, la existencia de una cosa no es diferente de la existencia de otra a no ser en sus límites, cantidad y definición. Este género de concomitancia es denominado como “concomitancia espiritual o inmaterial” por la filosofía islámica.
La cuestión aquí es si la existencia de todas las cosas es la misma, y si todas ellas las comparten, todas las diferencias deberían desaparecer y todas las cosas se asemejarían. La respuesta dada por Mul.la Sadra y los filósofos ishraqi es que la existencia es realmente compartida por todas las cosas, sin embargo, los grados de debilidad o fuerza (de los existentes) difieren unos de los otros. Y es esta misma diferencia en grados de existencia la que genera las distinciones en las definiciones, límites y contornos de los objetos y quiddidades, y da origen a la multiplicidad en el sentido filosófico (sin causar ninguna contradicción entre ellas). Es a partir de este punto que podemos inferir el principio de la graduación de la existencia.
La formación histórica de este tópico se remonta a la época de Aristóteles. Esta cuestión era completamente desconocida en las filosofías oriental e iraní, considerando esto, después de la traducción de las obras aristotélicas por los musulmanes (ya que basaban su filosofía en las ideas de Aristóteles), el tópico de la graduación de la existencia fue refutado o abandonado.
Los filósofos y sabios ishraqi, particularmente los filósofos del antiguo Irán, comparaban la idea de existencia a la de la luz, y algunos de ellos, en virtud de las semejanzas entre ambas, preferían emplear la misma palabra “luz” en vez de existencia. Como la existencia, la luz especifica las cosas y tiene un número infinito de grados de intensidad.
Es necesario enfatizar que la diferencia entre las dos cosas, en general, no está en sus atributos comunes. Sin embargo, con respecto a la luz (y también la existencia), debemos decir que la diferencia entre dos luces o su similitud se encuentra exactamente en algo que es la propia luz, es decir, una característica que compartirán, y no en alguna cosa externa, o sea, lo que las diferencia es lo mismo que es común en ambas.
Imagine dos lámparas, una de 100 velas y otra de 150. Ciertamente, el punto común entre ellas es que ambas emiten luz. Entonces, su diferencia no está sino en su luz. Ningún filósofo o físico jamás aceptará que la luz de una lámpara de 150 velas será más oscura y que una de 100 será menos oscura. La razón de esto es que, como sabemos, la luz se opone a la oscuridad, y que es imposible que alguna cosa sea la luz y no sea al mismo tiempo. Más allá de esto, no hay sentido en hablar en más o menos luz (en su naturaleza existencial). Así, la diferencia entre las dos fuentes está en la intensidad. De la misma manera, la discusión entre dos quiddidades se debe a la fuerza o debilidad de existencia. Como resultado, podemos establecer otra definición filosófica para quiddidad, afirmando que “quiddidad se refiere a la capacidad de las cosas para la existencia”.
Al retornar al inicio de la discusión, debemos decir que sin embargo, la existencia será una realidad indivisible e indefinible, sus grados de irradiación sobre los objetos pueden crear varias existencias, cada una diferente a la otra, y cada cual poseyendo una definición específica y algunas características tales como el tiempo y lugar. Podemos llamar cada una de ellas como un “Dasein” (término utilizado por Heidegger).
Filosóficamente hablando, la existencia posee pluralidad cuando tiene (manifiesta) unidad, y todos los existentes y quiddidades que representan la pluralidad en el mundo, mientras sean plurales, porque existen, retornan a una única verdad, es decir, la existencia.
El secreto aquí es que “existencia” no admite solicitud, y es en su esencia algo que surge en la plena belleza de un mundo que ella misma creó. Los gnósticos iraníes comparaban la existencia con una bella mujer que no soporta la idea de ocultarse, y que siempre tiende a revelar su belleza a los demás.
Destáquese que la entrada de la existencia en el dominio de la pluralidad o de la variedad no disminuye ni perjudica su unidad y simplicidad esencial, exactamente como la luz. Que es todo el tiempo y en todos los lugares la misma cosa con la misma unidad, sin embargo surge en diferentes receptáculos. Son características esenciales de la luz su aparecimiento y su manifestación con multiplicidad a partir de la unidad.
Tal vez la comparación con la existencia no hay sido obligatoria, o lo que es lo mismo, que, la luz a la cual se refieren los filósofos ishraqi se diferenciaba de la luz física, era más un símbolo que empleaban para explicar la verdadera “existencia” y la esencia de una dimensión material.
Esta teoría prueba que, primero, los objetos que vemos a nuestro alrededor son parte de la existencia y poseen límites y contornos diferentes. Por consiguiente, son sus diferentes nombres y definiciones y no ellos mismos de lo que la mente abstrae la existencia.
En segundo lugar, diferencias, quiddidades y los nombres de los existentes, todos se refieren a los grados existenciales de los objetos. En realidad, la diferencia entre dos cosas se encuentra en su intensidad de existencia. Aquello que es existencialmente fuerte posee la misma “existencia” que lo más débil y algo más; y lo más débil carece de intensidad. Por ejemplo, si deseáramos explicar esta cuestión en términos matemáticos, deberíamos decir:
20 = 18 + 2
18 = 20 – 2
Aquí los dos números (20 y 18) son completamente diferentes, sin embargo, el número 2 lo podemos introducir a ambos, y al mismo tiempo discriminarlos, una vez que la diferencia entre ellos se encuentra en el número 2. El número 20 es más completo de lo que es el número 18, y el 18 es menos perfecto que el 20. En la filosofía aristotélica, la esencia consiste en cinco componentes; contorno, forma, cuerpo, alma e intelecto. Todas esta cinco substancias, en la condición de substancias, son de diferentes grados: el más básico de ellas es el contorno y el más elevado el intelecto. Los aristotélicos pueden haber descubierto sobre esta graduación de manera enteramente ocasional.
Naturalmente, Aristóteles o no fue consciente de la importancia de esta teoría o la ignoró, sin embargo, con respecto de los grados de estas cinco substancias, él no tenía más remedio que estar de acuerdo con sus diferencias mientras se manifiestan en la unidad, y creyó en la originalidad de la existencia. En la opinión de los aristotélicos, los objetos eran completamente distintos unos de los otros y no poseían un punto en común. Esta opinión es más consistente con la originalidad de la quiddidad; como resultado de esto podemos concluir que Aristóteles, como sus seguidores, no creía en la originalidad de la existencia, tampoco que los existentes poseen un punto común aunque fuesen diferentes.
La perfección o la imperfección de los existentes se evidencian al considerarse la teoría de la graduación de la existencia. La razón de esto es que cuanto más estricta la estructura de la quiddidad y menos capacidad tenga para la existencia, más imperfecta será, y cuanto mayor es su capacidad para la existencia, menor será sus limitaciones, y más perfecta será. Lo que permanece en este punto es la esencia de la verdadera existencia (el Ser Necesario) que es absoluta e infinita. Por lo tanto, es más perfecta, exenta de defecto[2].
Mul.la Sadra fue el único filósofo que, considerando la formación de su teoría en la filosofía iluminista, la definió, y como vemos, la transformó en un problema filosófico demostrable.
Esta cuestión, es decir, la graduación de la existencia, considerando la nitidez de la visión del mundo y la capacidad perceptiva de los filósofos y gnósticos islámicos, fue llevada a direcciones más sutiles, incluyendo, la división de tipos de graduación, de la existencia a lo universal, de lo particular a lo sublime.
Sin embargo, algunos aristotélicos musulmanes no concordaban con la graduación de la existencia y de los existentes. Según su razonamiento no podrían evaluar dos cosas que fuesen de diferentes grados en esencia como si tuviesen concomitancia semántica, ya que si estableciéramos la existencia perfecta como un criterio, la existencia imperfecta carecerá de esta esencia, y si estableciéramos la existencia imperfecta como un criterio, entonces la existencia perfecta será otra cosa (no siendo) imperfecta, y así, carecerá de esencia. Por lo tanto en este caso, faltaría en ambas un valor existencial, a menos cuando fuesen explicadas hipotéticamente o racionalizadas.
3- La verdad simple (no Compuesta) es todas las cosas
Una de las consecuencias del principio de la originalidad de la existencia es que “la verdad simple, o la esencia, no está separada de las otras cosas”, concepto que fue expuesto como “La verdad simple es todas las cosas”.
Antes de abordarnos al tema, observemos que la filosofía de Sadra comprueba que todos los existentes, a pesar de todas las diferencias que poseen en sus grados de existencia, son posibles y no necesarios, y obtienen su existencia – en una cadena de causas y efectos – de una esencia que es la “Existencia Pura y Absoluta” o “El Ser Necesario”, o sea, “la existencia en su esencia”[3]. Es absurdo e imposible negar la existencia para él y suponer que tal cosa es lo mismo que la contradicción de la no-existencia.
Suponer una existencia pura y absoluta es concomitante con la singularidad, unidad, simplicidad, eternidad, perfección, sublimidad y total exención de quiddidad o una definición lógica (sea de género o diferencia).
Esta existencia absoluta o pura posee varias características exclusivas, una de ellas es ser no-compuesta (simple), una vez que la existencia pura es lo mismo que exención de necesidad (pues no posee ningún aspecto negativo a ser cambiado) y, como sabemos, la composición forzosamente requiere necesidad. Por lo tanto, la existencia absoluta es simple.
En la escuela de pensamiento de Mul.la Sadra, este principio es así explicado “cualquier cosa” cuya “verdad” (la esencia de su existencia) sea simple (no-compuesta) será “todas las cosas”, (o sea, no estará separada de los demás objetos).
Este principio se basa en la ley que dice que la existencia es “verdad” simple y absoluta, y toda cosa simple y absoluta posee todas las perfecciones existenciales, y cada existencia está contenida en ella. Por consiguiente, primero, la realidad externa de la existencia (no su concepto mental) no puede ser más que una cosa (única y una). En segundo lugar, no hay ningún sentido en su no-ser pre-eterno, y habiendo entrado en la existencia a partir de la no existencia (todo existente requiere un creador). En tercer lugar, la existencia de todos los existentes no está separada de aquella del propio origen de los existentes, necesita de ella y se sustenta de ella. En cuarto lugar, es absoluta, pues es imposible que algo que sea llamado como origen, esencia o realidad de la existencia pueda tener límites o contornos, pues no sería entonces absoluta ni completa. Esto es porque límites y contornos son señales de dependencia y el absoluto y el perfecto prescinde de todo.
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Extraído del libro La Filosofía Transcendente de Mul.la Sadra; Editorial Elhame Shargh
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[1] Algunos sabios especulan la posible lectura de Heidegger de la traducción francesa del “Al Mashair” de Sadra. Así que, es muy probable que haya sido influenciado por Mul.la Sadra en el desarrollo de algunas de sus teorías en “Ser y tiempo”.
[2] Mul.la Sadra demostró mediante un análisis filosófico sutil que la existencia del Ser Necesario es fundamentalmente diferente de la existencia de las cosas contingentes.
[3] Una vez que la existencia para el Ser Necesario, no exige una demostración lógica, y segundo el principio filosófico de lo “esencial no necesita de una causa”, el concepto del Ser Necesario es concomitante con la existencia.