Relato de cómo Dul Yanáh regresó al campamento del Imam Huseyn
Un vistazo a la historia del Islam en el primer siglo
Por el Sheij Huseyn Ansarián
Abu Mihnaf,[1] Mázandarání,[2] Bahbahání[3] y Qundúzí, relatando el regreso de Dul Yanáh al campamento del Imam Huseyn (a.s.), han dicho que, después de que el Señor de los Mártires (A.s.) fuera herido de muerte con una flecha de tres puntas envenenadas que se clavó en su corazón, cayera de su caballo y muriera, su caballo comenzó a relinchar desde el lugar en el que se encontraba, junto a los hombres que había matado, en dirección al cuerpo del Imam Huseyn (a.s.).
Se acercó a él y le besó con sus labios, le olió y derramó lágrimas junto a su cuerpo igual que una madre desconsolada a la vista del cadáver de un hijo amado, restregó sus crines y el penacho de su frente en la sangre del Imam, tiñéndolas de rojo y regresó al campamento con su silla de montar caída. Al llegar al campamento relinchó y golpeó con su cabeza en la tierra.
Cuando la noble Zaynab Al-Kubra (a.s.) escuchó el relincho de Dul Yanah, dijo a Sukaina:
“Parece que tu padre ha regresado y ha traído agua. Ve a recibirle.”
Pero cuando Sukaina salió de la tienda y vio al caballo, gritó:
«وٰا أَبَتٰاه، وٰا حُسَيْنٰاه، وٰا قَتِيلٰاهُ، وا غُربَتٰاه»
“¡Ay padre! ¡Ay Huseyn! ¡Ay asesinado! ¡Ay extranjero en tierra extraña!”[4]
En el lamento atribuido al Imam de la Época, quiera Dios Altísimo acelerar su noble retorno, conocido como Ziyára Náhiah, leemos:
«فَلَمّا رَأَينَ النِساءُ جَوَادَکَ مَخْزياً وَنَظَرْنَ سَرْجَکَ عَلَيهِ مَلْوِيَّاً بَرَزْنَ مِنَ الْخُدُورِ، نٰاشراتِ الشُّعُورِ عَلی الخُدُودِ لٰاطمَات الوُجُوهِ سٰافِرٰاتٍ وَبِالعَويلِ دٰاعِيَاتٍ وَبَعْدَ العِزِّ مُذَلّلَاتٍ وَإلیٰ مَصٰرَعِکَ مُبٰادِراتٍ»؛
“Cuando las mujeres vieron el caballo en aquel estado, Zaynab se desplomó sobre la tierra, todas ellas comenzaron a mesarse los cabellos bajo sus chadores, a abofetearse el rostro y, a pesar de la nobleza y dignidad que poseían, ahora que Aba Abdellah (a.s.) había sido martirizado y comprendieron que serían apresadas por sus enemigos, elevaron sus lamentos al aire y corrieron hacia el lugar en el que Aba Abdellah (a.s.) había caído asesinado.[5]
En la obra Kitáb Al-Irshad del Sheyj Al-Mufíd, Dios tenga misericordia de él, leemos lo siguiente:
“Cuando las mujeres de la casa profética se dirigían hacia el campo de batalla, la noble Zaynab Al-Kubra (a.s.) iba gritando:
«وَيحَکَ يا عُمَر أيُقْتَلُ أبُو عَبْدِاللهِ وَأنْتَ تَنظُرُ إلَيه»؛
“¡Ay de ti Umar ibn Sa’ad! ¿Han matado a Aba Abdellah ante tus ojos?”
«فَلَم يُجِبْهَا عُمَر بِشَيءٍ»؛
Pero Umar ibn Sa’ad no respondió nada.
La hija de Ali (a.s.) se enfrentó a los soldados del ejército enemigo y les dijo:
«وَيلَکُم» «أما فيکُم مُسلِمٌ، فَلَم يُجِبْهَا أحَدٌ بِشَيءٍ»؛
“¡Ay de vosotros! ¿Acaso ente vosotros hay algún musulmán?”
Pero ninguno de ellos le respondió nada.
«وَنَادیٰ شِمرُ ألفُرسانَ وَالرِّجٰالَ فَقال وَيحَکُم مَا تَنتَظِرُونَ بالرَّجُلِ اُقتُلوهُ ثَکَلَتْکُمْ أُمَّهاتِکُم فَحَمَل عَلَيهِ مِن کُلِّ جانِب»
Shimr dijo a los soldados: “¡Ay de vosotros! ¿Qué estáis esperando? ¡Matadle! ¡Qué vuestras madres tengan que lamentarse por vosotros!”
Y todos ellos cargaron contra él con los caballos y con las lanzas, las flechas y las espadas, acribillaron el cuerpo caído de Aba Abdellah Al-Huseyn (a.s.).”[6]
En el lamento atribuido al Imam de la Época, quiera Dios Altísimo acelerar su noble retorno, conocido como Ziyára Náhiah al-Muqaddasah, se dice:
«قَدْ عَجِبَتْ مِنْ صَبْرِکَ مَلٰائِکَةُ السَّمٰاوَاتِ، فَأحْدَقُوا بِکَ مِنْ کُلِّ الْجِهٰاتِ»
«وَأَثخَنُوکَ بِالْجِرَاحِ، وَحَالُوا بَيْنَکَ وَبَيْنَ الرُّواحِ»؛
“Los ángeles celestiales quedaron sorprendidos de tu capacidad de soportar con paciencia. Los enemigos te rodearon por todos lados y te provocaron abundantes heridas, haciéndote caer, bloqueando toda posible salida por la que salvarte e impidiendo que el día llegase a la noche.
«وَلَمْ يَبْقَ لَکَ ناصِرٌ وَأَنْتَ مُحْتَسِبٌ صَابِرٌ تَذُبُّ عَنْ نِسْوَتِکَ وأوْلَادِکَ»؛
«حَتّی نَکسُوکَ عَنْ جَوادِکَ، فَهَوَيْتَ إلیَ الأَرْضِ جَريْحاً تَطَئوکَ الْخُيُولُ بِحَوافِرِهٰا أو تَعْلُوکَ الطُّغاةُ بِبَواتِرها قَدْ رَشَحَ لِلْمُوتِ جَبِينُکَ، وَاخْتَلَفَتْ بِالإنْقِباضِ وَالإنبِساطِ شِمالُکَ وَيَمِينُکَ تُدِيرُ طَرْفاً خَفَيّاً إلیَ رَحْلِکَ
No quedó a tu lado nadie que pudiera auxiliarte y tú, paciente, lo pusiste todo en manos de Dios y te aprestaste a defender a las mujeres y a los niños de tu campamento, hasta que te hicieron caer del caballo y diste con tu cuerpo repleto de heridas en el suelo, los opresores te pisotearon con sus caballos y te golpearon con sus espadas y tu frente se cubrió con el sudor frío de la muerte y aun cuando este mundo y el otro te invadían por la derecha y la izquierda tú todavía dirigías tu mirada hacia el campamento donde quedaban las mujeres y los niños de tu casa.”[7]
Extraído del libro La epopeya de Ashura, un vistazo a la épica del Señor de los Mártires; Imam Huseyn (P); Editorial Elhame Shargh, 2014
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[1] Abu Mihnaf, Maqtal Al-Huseyn (a.s.), p. 148-149.
[2] Mázandarání, Ma’álí As-Sibtayn, t. II, p. 51-52.
[3] Bahbahání, Dam’at us-Sákibah, p. 364-365.
[4] Qundúzí, Yanábí’u l-Mawaddah, t. III, p. 84.
[5] Muhammad ibn Mashadí, Mazár al-Kabír, p. 504, hadíz 9; Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XCVIII, p. 322, cap. 21.
[6] Sheyj Al-Mufíd, Kitáb Al-Irshád, t. II, p. 112.
[7] Maylesí, Bihár al-Anwár, t. XCVIII, p. 322,