Una guía educativa para los padres

Por Martin Herbert

Ya en otros números de Kauzar hemos publicado escritos del profesor de Psicología Martin Herbert por considerar tiene una forma útil de tratar el tema de la educación. Su enfoque es práctico y positivo y puede ayudar a que muchas familias se liberen de las tensiones y sean capaces de educar a sus hijos con firmeza y amor. Uno de los problemas más sobresalientes hoy en día en relación a la educación de los hijos está el no saber ponerle límites. Al respecto, él dice dirigiéndose a los padres: «Si sus derechos, sus necesidades de autorrealizarse, se sacrifican por una existencia centrada en sus hijos -y, en consecuencia, dominada por ellos-, no estarán en posición de ayudarles a convertirse en adultos decentes y generosos.»

El profesor Herbert promueve la disciplina como algo necesario: una mezcla de orientación, cooperación y protección sin la cual los niños no pueden crecer de la forma adecuada y los padres se ven abocados a la indecisión y al fracaso; pero también un proceso educativo que debe aprenderse minuciosamente, que debe incluir el autocontrol y la negociación para que el buen comportamiento generado valga realmente la pena.

El momento de comenzar a educar.-

Disciplina es uno de los términos peor entendidos. Muchos padres temen disciplinar a sus hijos desde pequeños. Les preocupa la posibilidad de hacerles daño o de perder su afecto. Esto es lamentable, ya que la disciplina es, o debería ser, un proceso positivo de formación y de conducción por parte de los padres que ayuda a los niños y adolescentes a encontrar una relación positiva con el mundo exterior a la familia.

La disciplina como guía.-

En lo esencial, disciplinar equivale a guiar al niño a través de los bajos y los rápidos de la vida, mediante el ejemplo y la orientación, y con el estímulo que favorece el crecimiento y el desarrollo. Un discípulo es aquel que voluntariamente aprende de otro o sigue a un líder. Pero el niño no es alguien que se someta voluntariamente a los procesos de la disciplina, sino alguien que participa en ellos a veces con reticencia.

A los niños, a medida que crecen y se los socializa, se les obliga a renunciar a muchas cosas placenteras -entre ellas, y no es lo menos importante, a parte de su individualidad- en aras de principios que no siempre se les explican con claridad, o que pueden resultar oscuros aun para las personas que les piden que obedezcan.

Lamentablemente, la conducta del niño puede ser malentendida o mal interpretada a través de lo que denomina «atribución» defectuosa. Algunos padres atribuyen ideas, deseos o motivos incorrectos o erróneos a sus hijos. Por ejemplo, aunque los bebés lloran por todo tipo de razones -hambre, dolor, incomodidad y sensación de soledad- no lloran para «molestar» a sus padres. No obstante, así es como a veces se interpreta el llanto de los bebés: el bebé se está portando mal; al portarse mal se le castiga; a mí, cuando era niño, me castigaban con una bofetada; por consiguiente, le doy una bofetada a mi hijo. Esto es totalmente erróneo y peligroso, porque una atribución errónea conduce a una retribución injusta. En la primera infancia la disciplina es guía positiva, establecimiento de reglas y rutinas. Los castigos (por desgracia) llegan, pero deben llegar más tarde.

El establecimiento de reglas y valores razonables.-

Ambos padres deben reflexionar sobre sus actitudes frente a la disciplina y discutirlas a fondo. Es importante que presenten un frente unido. No se pongan en la situación en la que uno de ustedes tengan que ser «el malo» mientras el otro es siempre «el bueno».

Si no pueden coincidir en materia de disciplina, el hijo percibirá pronto las diferencias de perspectivas y acabará con su tranquilidad. Si el padre trata de imponer buenos modales en la mesa mientras la madre argumenta: «¿Qué importa, mientras coma?», o la madre trata de establecer un horario razonable para que el niño se vaya a dormir mientras el padre dice: «Media hora más no le va a hacer ningún daño», las comidas y la hora de acostarse se convertirán muy pronto en ocasiones de conflicto. Los niños aprenden muy pronto la divisa «divide y vencerás». El niño puede explotar la parte del progenitor que está agotada y desea seguir «el camino más fácil», para oponerla a la otra parte que desea adoptar una posición firme sobre alguna importante cuestión de principios.

Tenga claro cuáles son sus prioridades.-

Puede usted clasificar la conducta de su hijo de acuerdo con un código que incluya tres colores: verde, ámbar y rojo.

Verde indica «adelante» y corresponde al tipo de conducta que usted quiere de sus hijos, las acciones que usted siempre se acuerda de alabar y estimular: que compartan los juguetes con otros niños, quizás, o que se vayan a dormir sin hacer demasiado alboroto. A medida que sus hijos crezcan, probablemente querrá usted ayudarlos a desarrollar una visión más altruista del mundo y les señalará entonces que sus derechos tienen que equilibrarse con los derechos de los demás (incluso con los derechos de sus padres). Si usa el verde con coherencia, les habrá inculcado la idea para el momento en que vayan a la escuela.

Ambar indica «precaución» y corresponde a la conducta que usted no estimula pero tolera porque su hijo está todavía aprendiendo y cometiendo errores: cosas como tirar los juguetes de uno a otro lado de su cuarto en un momento de furia. Cualquier situación de tensión, como una mudanza, una enfermedad o un problema familiar serio puede ser motivo para que el niño retroceda temporalmente en su conducta. Muestre comprensión si repentinamente su hijo comienza a mojar la cama o a llorar para que vayan a prodigarle atención tras una pesadilla nocturna.

Rojo significa «¡alto!» y corresponde a una conducta que requiere ser reprimida tan pronto como sea posible. Obviamente, todo lo que puede ser peligroso para el niño, o para otros, entra en esta categoría.

En el caso de los niños, enseñarles a obedecer las reglas requiere poner en claro tres cosas: ¿Sabe el niño qué ha de hacer?, ¿Sabe cómo hacerlo? ¿Sabe cuándo ha de hacerlo?

Elabore las «reglas de la casa».-

No haga una larga lista de reglas tan sólo por tenerlas; asegúrese de que satisfacen un propósito: favorecer la seguridad, el bienestar y el progreso regular (no rápido) de su hijo hacia la madurez.

Puede ser útil, cuando el niño es mayor, formular por escrito las reglas de la casa (las «órdenes vigentes») y colgarlas en la pared de la cocina o en algún otro lugar. Aunque hay excelentes razones para requerir que los niños pequeños obedezcan a sus padres, éstos no deben pedirles nada que no sea razonable. Algunas demandas o peticiones son razonables y justas, pero otras pueden no serlo debido a que no contemplan el derecho del niño a que se tomen en cuenta sus necesidades y puntos de vista, o bien porque son inapropiados a su nivel de desarrollo. Pedirle a un niño que se vista es razonable si el niño tiene siete años, pero no si tiene dos. Al plantearle demandas a un niño, debe usted asegurarse de que la petición sea apropiada para su edad y capacidad y de que usted no espera demasiado.

Extraído de la Revista Kauzar No. 30

www.islamoriente.com

Fundación Cultural Oriente

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