Dialogo entre Wilson y Chirri (X)
Una luz en la historia de la profecía
Por: Muhammad Yawad Chirri
Director del Centro Islámico Americano
WILSON: La historia de las religiones monoteístas muestra que todos sus Profetas son de raza semítica y, que la mayoría de ellos descienden de uno de los hijos del Profeta Abraham, Isaac o Ismael. Esto podría ser interpretado como un privilegio mediante el cual los israelitas y los ismaelitas, fueron distinguidos del resto de la humanidad. Pero es muy difícil creer que Dios diera solo a estas dos comunidades un mensaje Celestial; pues debió haber sido revelado a otros pueblos también. Si la historia de las religiones es correcta, debe haber una razón por la cual se confino la profecía a estas dos comunidades.
CHIRRI: La historia de la humanidad nos muestra que el entendimiento humano, al principio de los tiempos, era incapaz de analizar profundamente o concebir la idea de un gran universo, ya que los individuos estaban limitados al amor de la familia y la amistad con los parientes. Sin embargo, algunos individuos que vivieron entre ellos fueron capaces de entender profundamente -por encima de la limitación sensorial- y tomar la responsabilidad de guiar y enseñar. Conociendo sus sobresalientes capacidades, el más benevolente les reveló la Verdad y les encomendó esta dura tarea, la de guiar a la humanidad.
Estos individuos fueron escogidos por sus propios meritos, no por su relación con una raza o comunidad en especial. Como era de esperarse estos individuos fueron probados con insuperables dificultades, dado que, la gente no estaba lista para seguir o aceptar sus enseñanzas; tal es el caso de Noé quien tuvo un muy pequeño número de seguidores o como Abraham quien vivió como Profeta, pero no tuvo seguidores.
Como la sociedad se rehusó a cambiar, se presume que un Profeta como Abraham le fue requerido tratar de preservar la continuidad de la religión a través de sus hijos, Ismael e Isaac, quienes siguieron fehacientemente la fe de su padre y la enseñaron a sus hijos. Fue así como, las enseñanzas religiosas continuaron esparciéndose a través de su linaje. Pasó mucho tiempo sin que estas enseñanzas ganaran adeptos fuera de la familia de Abraham.
El propósito Divino, no era sin embargo, confinar el mensaje solo para un pueblo o limitarlo a una nación. El propósito del Compasivo y el Misericordioso era expandir la fe a través del todo el mundo y mostrarle a la humanidad el camino correcto. El todopoderoso administra el universo a través de un curso natural y ancla todos los eventos a la ley de causa y efecto. Preservó la fe revelada y la mantuvo viva, aunque en un punto aparentemente muerto; a través de una pequeña comunidad, la cual fue beneficiada mediante la herencia de la fe. Permitió que ésta se avivara y se expandiera, hasta cuando esta comunidad creció y adquirió la madurez adecuada, para llevar a cabo la gran tarea de expandir la fe.
Esta pequeña comunidad fue destinada a crecer a través de dos líneas, la ismaelita y la israelita. Ambas fueron bendecidas y se les encomendó la gran tarea de preservar y expandir la fe, pero ambas pruebas no fueron simultáneas. A pesar de que Ismael fue el primer hijo de Abraham, adquirió un patrimonio de fe y bendición con su hermano Isaac, fue así como Dios apartó la prueba a sus descendientes por mucho tiempo. Él los estaba preparando para continuar con la misión que los descendientes de Isaac habían empezado.
Empezando con el linaje de Isaac, Dios el Todopoderoso estableció un pacto con él, tal como es señalado en el Antiguo Testamento:
“Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él una gran nación. Más yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz por este tiempo, el año que viene”. Génesis 17:20-21
WILSON: De acuerdo con tu declaración, el propósito divino no era confinar la fe en una o dos comunidades o naciones, pero sí lo era, la expansión de la verdad a través del mundo e introducir unos principios Celestiales en todas las naciones. El Antiguo Testamento repetidas veces llama a los israelitas el pueblo elegido por Dios; mientras a los otros los llama gentiles. Esto demuestra que los israelitas adquirieron la principal concentración de los mensajes divinos.
CHIRRI: Con el pacto el cual fue establecido entre Dios e Isaac, los hijos de Israel estaban obligados a abrazar y seguir sinceramente las instrucciones divinas, de guiar al resto de las naciones al camino de Dios. Pero los israelitas no llenaron estas expectativas. Solo una minoría se adhirió a las enseñanzas celestiales, siendo ésta incapaz de concebir la fe como una cuestión universal.
Como resultado, los Profetas de Israel hablaron a su pueblo de acuerdo a su conocimiento. Bajo estas circunstancias, la fe fue estigmatizada como tribal o nacional; Dios es el Dios de Israel, y los israelitas son su pueblo escogido. Los Profetas se esforzaron en hacer que, la comunidad hebrea se adhiriera sinceramente a la fe. Todos los Profetas de Israel se preocuparon principalmente de esta comunidad, y no en ninguna nación de gentiles. Hasta el gran Jesús de acuerdo a Mateo, tuvo la misma actitud.
“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas pérdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”. Mateo 15:21-26
WILSON: La biblia nos informa que Dios había ordenado a Abraham prestar atención a su esposa Sara, y llevar a su hijo Ismael al desierto de Paran, donde no había ni agua, ni comida. Esto no solo parece ser un acto de inmisericordia, sino que también insinúa que Dios no tenía ningún propósito con Ismael y sus hijos.
CHIRRI: La preparación había empezado para los israelitas desde que Dios ordenó a su obediente siervo Abraham que prestará atención a su esposa Sara, y llevará a Ismael y su madre Hayar al desierto de Paran. Los lectores del Antiguo Testamento tienen derecho a extrañarse acerca de la Sabiduría de este consejo, el cual parecía ser malvado y cruel. Pero cuando nos sorprendemos de la secuencia de lo sucedido en la historia, podemos entender en dónde radica la Sabiduría.
La tarea de expandir la verdadera religión es una tarea de transformación del carácter de los individuos y de la vida de la nación. El primer obstáculo es el desacuerdo entre los maestros de la nueva ideología y aquellos que éstos intentan influenciar. En ellos usualmente se encuentra resistencia, derivándose muchas veces estas resistencias en conflicto armado. En dicho casos, la libertad para crear, predicar y practicar es amenazada, logrando estar segura y protegida solo cuando el campo de la nueva ideología, esté preparado para aceptar el reto y combatir la violencia con violencia. La misión, entonces del líder celestial necesita el apoyo de una comunidad fuerte, aguerrida y obediente, la cual esté lista para hacer cualquier sacrificio sin vacilación.
Entre todas las naciones del medio oriente, la nación árabe, desde mucho tiempo atrás, ha sido distinguida y calificada para desempeñar esta misión. La península arábiga ha permanecido inaccesible para los invasores, e insumisa para cualquier poder extranjero. Los árabes han disfrutado de una libertad, rara vez controlada por algún gobernante. Se convirtió en una nación segura de sí misma, lista para protegerse y salvaguardar su libertad y, en capaz para transformar su voluntad en acción. Una nación compuesta por tales individuos califica para llevar a cabo una gran misión; y cuando esta es inspirada por un líder celestial, será capaz de hacer cosas maravillosas.
Para impartir la religión de Abraham a esa fuerte y resuelta nación, preparándola para su gran destino, el Todopoderoso aconsejó a su siervo Abraham que hiciera caso a su esposa Sara, enviando a su hijo Ismael, de tal manera que habitara entre los árabes. A través del matrimonio, los descendientes de Ismael fueron unidos con los árabes, fue así como poco a poco se convirtió en una gran nación, destinada a soportar una gran misión en el futuro.
“Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Hayar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Hayar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. Levántate, alza al muchacho, y sostenlo con tu mano, porque yo haré de él una gran nación. Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho. Y Dios estaba con el muchacho; y creció, y habitó en el desierto, y fue tirador de arco. Y habitó en el desierto de Parán”. Génesis 21: 17-21.
Ubicando a Ismael en la Península Arábiga, Abraham había plantado la semilla de la fe en el suelo árabe. Para hacer que esta semilla creciera -y la fe continuará-, sentó las bases de un sólido futuro, mediante el levantamiento de la Casa Sagrada: la Kaaba, en el centro de Arabia, como el primer templo de Dios en el mundo. Como Dios predijo a Abraham y como éste lo esperaba, la Casa Sagrada atrajo a los habitantes de Arabia y se convirtió en el centro Sagrado del país. La ciudad Santa de la Meca, fue establecida alrededor de esta, y desde entonces el llamado de Abraham es respondido por un gran número de peregrinos que visitan la Casa Sagrada y adoran a Dios en su templo. Vemos así en el sagrado Corán:
“Y cuando preparamos para Abraham el emplazamiento de la Casa: “¡No Me asocies nada! ¡Purifica Mi Casa para los que dan las vueltas y para los que están de pie, para los que se inclinan y prosternan! ¡Llama a los hombres a la peregrinación para que vengan a ti a pie o en flacos camellos, desde todo camino alejado, para atestiguar los beneficios recibidos y para invocar el nombre de Dios en días determinados, sobre las reses con las que Él les ha proveído!: “¡Comed de ellas y alimentad al indigente y al necesitado!” Corán 22: 26-28
Esto debió ser desgarrador para Abraham, llevar a su primogénito al desierto de Arabia, donde no había ni fruta ni agua ni pueblo. Pero él tenía dos objetivos por cumplir y, eran lo suficientemente grandes para que Abraham estuviera dispuesto a hacer tal sacrificio.
El primero de los dos objetivos fue inmediato, el llamado a establecer la Casa Sagrada y asignar a su hijo como guardián de la mezquita -quien adoraría a Dios- y, realizar el servicio de acuerdo a la verdadera religión de Dios. Él enseñó a sus hijos y a la gente del país los buenos principios; mediante esto, Abraham no solo amplió el alcance de su fe sino que aseguro la continuidad de ésta. Si el linaje de Isaac fracasaba en esta misión religiosa, la fe podía continuar a través de los hijos de Ismael, en Arabia. Expresa el Sagrado Corán:
¡Señor! He establecido a parte de mi descendencia en un valle sin cultivar junto a tu Casa Sagrada, ¡Señor!, para que hagan la Oración. ¡Haz, que los corazones de algunos hombres sean afectuosos con ellos! ¡Provéeles de frutos! Quizás, así, sean agradecidos. Corán 14:37
No sabemos la magnitud del crecimiento de la fe de Abraham en el suelo Árabe. La historia nos informa claramente sobre la situación de la religión en Arabia, durante un largo periodo el cual se extendió desde la época de Abraham hasta el fin del siglo V, en la época de Jesús. En el siglo VI, encontramos que la mayoría de los árabes eran idolatras, pero a pesar de esto, al mismo tiempo, algunos ritos y prácticas podían ser solamente atribuidos a las enseñanzas de Abraham. Entre ellas está la peregrinación a la Casa Sagrada en la meca y la circuncisión, realizada y practicada por todas las tribus no cristianas de Arabia. Con estos ritos, encontramos una pequeña minoría entre los árabes, que creían en Dios, adorándole y rechazando a los ídolos.
El segundo objetivo para Abraham, era la preparación de su hijo Ismael y la nación a la cual él iba a estar unido, en un glorioso futuro, cuando los árabes parlantes fueran privilegiados y honrados de tener al último Profeta entre ellos; cuando ellos estuviesen listos para recibir el gran mensaje y diseminar la palabra de Dios a través del mundo. Vemos del sagrado Corán:
“Y cuando Abraham e Ismael levantaban los cimientos de la Casa: “¡Señor, acéptanoslo! ¡Tú eres Quien todo lo oye, Quien todo lo sabe! ¡Y Haz, Señor, que nos sometamos a Ti, haz de nuestra descendencia una comunidad sometida a Ti, muéstranos nuestros ritos y vuélvete a nosotros! ¡Tú eres, ciertamente, el Indulgente, el Misericordioso!”. Corán 2:127-129
Las oraciones del Profeta de Abraham, fueron amablemente respondidas en el Siglo VII d.C. Cuando el Profeta esperado había llegado con un método de presentación sin precedentes, siendo capaz de soportar la verdad, garantizando las libertades necesarias y abriendo el camino para la doctrina Celestial. Este método consistía en usar la lógica, así como los medios para convencer y mostrar la fuerza a todos aquellos que amenazaban las libertades Sagradas.
Es así como, en el siglo VII el mundo fue bendecido con el advenimiento del Último y Universal Profeta Muhammad (la Paz y la Bendición sea con él y su descendencia), quien llegó a la Meca -el centro de Arabia-, para brillar sobre el Este y el Oeste.
Fuente: PREGUNTAS ACERCA DEL ISLAM; Editorial Elhame Shargh
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