ARQUITECTURA (IV)
Por: Ricardo H. S. Elía
EDIFICIOS ISLÁMICOS TRADICIONALES (2)
El palacio de Topkapi
En el mundo hay tres perlas incomparables que son la expresión más acabada del pensamiento del Islam transformado en arquitectura. En su extremo occidental, hallamos más viva que nunca la Alhambra, palacio-fortaleza que fue la residencia de los sultanes de Granada durante 250 años. En su extremo oriente, está el mausoleo del Taÿ Mahal en la ciudad de Agra, India, que guarda las tumbas de Mumtaz Mahal y su esposo, el emperador Shahÿahán desde hace más de tres siglos. Y a mitad de camino, como una síntesis y un puente entre Oriente y Occidente, el Palacio de Topkapi en Estambul, residencia de 26 sultanes otomanos.
En 1453, la triple muralla de Constantinopla contenía una de las más magníficas y codiciadas ciudades del mundo que había guardado el Bósforo a lo largo de 2.100 años. Durante los últimos 1.100 años había sido la capital del Imperio Bizantino, corazón del mundo cristiano de Oriente y centro internacional de la riqueza, la belleza, el poder y el comercio. Pero ese año de 1453 marca el fin de la era de Bizancio.
Cuando el joven sultán de 21 años y sus tropas entran en Constantinopla el martes 29 de mayo, luego de sitiarla durante dos largos y cruentos meses, quedan pasmados ante las maravillas de la vieja metrópolis. Pero Mehmet II, apodado Fatih (“Conquistador”) a partir de entonces, comprende que el orden de las cosas ha cambiado y que hay que dar inicio a un nuevo mundo, a una nueva civilización islámica.
Para empezar cambia el nombre de la ciudad por el de Estambul. Los turcos llamaron así a Constantinopla por la sencilla razón de haber escuchado durante años una expresión griega: stín pólis, “en la ciudad”, que luego arabizaron.
Mehmet, nombre que es la versión turca de Muhammad, también convierte a la basílica de Aghia Sofía o “Santa Sabiduría” en mezquita, y más tarde se lanza a la aventura de levantar su propia y gran residencia: un palacio como no se ha construido nunca antes, ni en Oriente ni en Occidente. El palacio de Topkapi. Sus sucesores reinaron desde allí a un imperio de ocho millones de kilómetros cuadrados, que contaba cuarenta millones de personas, entre las cuales los musulmanes apenas eran más numerosos que los cristianos.
El nombre Topkapi quiere decir en turco “Puerta del Cañón”, por una boca de fuego que Mehmet hizo emplazar en la llamada “Punta del Serrallo”, vecina a un rompeolas y embarcadero que hendía las aguas del Bogaziçi, el Bósforo, demolido a fines del siglo XIX. También se lo conoció como la Residencia de la Felicidad, la Residencia del Arrobamiento o simplemente como el Palacio Nuevo (Yeni Sarayi). La Punta del Serrallo es el extremo más oriental de la Península Balcánica.
Según los libros de historia, el Palacio de Topkapi fue construido sobre un viejo olivar (Zeitinlik) en una de las siete colinas de Estambul, entre 1459 y 1478. Pero si nos olvidamos del olivar y echamos una mirada a la totalidad del conjunto palaciego, nos daremos cuenta de que el Topkapi se levantó pura y simplemente en el lugar mejor ubicado de la capital otomana: en la colina de la antigua Akrópolis bizantina desde donde se domina el Cuerno de Oro, el Bósforo y el pequeño mar de Mármara. Desde este magnífico mirador el sultán podía ver cuanto ocurría en la ciudad y en las aguas vecinas.
El cronista de la época Miguel Kristóvulos apunta: «Él (Mehmet) dio órdenes para la erección de un palacio en el punto que el viejo Bizancio se zambulle en el mar —un palacio que deberá ser más resplandeciente y más maravilloso que los palacios precedentes en aspecto, tamaño, costo, garbo y donaire» (Michael Kristovoulos: History of Mehmed the Conqueror, tr., Princeton, NJ, 1954, p. 140).
Mehmet, —al igual que otros soberanos musulmanes de su época, como Ulug Beg (1394-1449) y Babur (1483-1530)—, fue un jardinero apasionado, y muchas fuentes hablan de sus habilidades en planificar, excavar y plantar sus jardines. A sus requerimientos, raras plantas fueron enviadas a los jardines del palacio desde las más lejanos rincones de sus dominios, para crear un jardin que Samuel Gerlach, un visitante alemán del siglo XVI, describió como «la más fascinante confusión de los árboles y frutales más exquisitos, y con todas las variedades de flores y hierbas» (citado en Barnette Miller: Beyond the Sublime Porte: the Grand Seraglio of Constantinople, New Haven, Conn., 1931, p. 152).
El palacio de la “Puerta del Cañón” era originalmente un extenso terreno de unos 700 mil metros cuadrados, rodeados por cinco mil metros de enormes murallas con 28 torres de guardia, y consistía en pabellones de verano a orillas del agua —actualmente destruidos en gran medida por el ferrocarril inaugurado en 1883, el famoso Orient Express que comunicaba la otrora capital otomana con París en 81 horas, pasando por Sofía, Belgrado, Budapest y Viena.
Se lo llamó Topkapi Sarayi. Los extranjeros denominaron al palacio “Il Seraglio”, por la traducción italiana de la palabra persa sarayi (palacio). Precisamente, la famosa ópera «El rapto del Serrallo» de Mozart se representa hoy en el palacio todos los veranos, durante el Festival Internacional de Estambul. Hagamos entonces una recorrida imaginaria del palacio Topkapi. Pero antes que nada un consejo para todo aquel espíritu inquieto que tenga el gran privilegio de arribar a la ciudad de Estambul. La gran mayoría de los turistas, despreocupados y asistemáticos, intentan primeramente contemplar la monumental basílica de Santa Sofía (iglesia-mezquita convertida en museo nacional en 1934) o la Mezquita Azul que se encuentran a escasos metros del palacio. Sugerimos en cambio empezar el periplo en Topkapi. Más tarde ya habrá tiempo para maravillarse con las mil y una fascinaciones que ofrece Estambul y sus alrededores.
En el Palacio de Topkapi nos esperan intimidades y secretos de un imperio, el Otomano, que durante 3 siglos, si no fue el más vasto, si resultó el más poderoso de la Tierra.
El palacio Topkapi consiste esencialmente en tres áreas, a saber, el Palacio Externo (Birún), el Palacio Interno (Inderúm) y el Harén, divididos a su vez en avlular o patios interconectados.
En el palacio vivían y trabajaban más de 15 mil personas; era una auténtica ciudad dentro de otra, llena de albergues para artesanos, jardineros y guardias, cuyas vestiduras eran de colores distintos para su fácil identificación.
Además de sus mezquitas y baños, el Topkapi tenía su propio zoológico, donde se cuidaban los leones, elefantes, osos y otros regalos de gobernantes extranjeros. Se extendía hasta el Mar de Mármara, incluida la actual estación ferroviaria de Sirkeci y el Parque Gulhané (“Casa de las Rosas”), y aunque se ha reducido considerablemente, el visitante deberá dedicar no menos de dos días para explorar el Topkapi. Lo ideal es visitarlo cuatro o cinco veces seguidas para llevarse una idea cabal de las dimensiones y características del complejo.
Estamos en el barrio del Sultan Ahmet e iniciamos la marcha a través de la calle que conduce al palacio-museo, la Ordu Caddesi que cambia de nombre y pasa a llamarse Yeniçeriler Caddesi (“Avenida de los Jenízaros”), y finalmente, Divan Yolu (“Camino del Diván”). Entonces pasaremos muy cerca de dos viejas y elegantes damas, Santa Sofía y la Mezquita Azul, y en un abrir y cerrar de ojos llegamos hasta el acceso.
A la derecha de la entrada principal, conocida como Bab-i Humayún, o Puerta Imperial, se encuentra una fuente rococó construida en 1728 para conmemorar el XXV aniversario del sultanato de Ahmet III (1703-1730).
La Puerta Imperial estaba vigilada día y noche por un regimiento de guardias al mando del Kapisi Agá (el Señor de la Puerta). A su izquierda se encuentra Aghia Irini o Santa Paz, la iglesia bizantina más antigua de Estambul, que nunca fue convertida en mezquita. Esta puerta, erigida por Mehmet II en 1478, conduce al primer patio o patio de armas, que fue el cuartel de los jenízaros, la guardia de élite de los sultanes, que hoy sirve de estacionamiento a los autobuses que traen a los turistas. En este amplio patio central era donde se reunía el cuerpo de jenízaros y se celebraban las ceremonias oficiales antes de partir al frente de batalla. El Imperio otomano fue el primer estado de Europa en contar con una organización de música militar permanente: la Mehter o banda militar, desde 1289. Y en el Topkapi había bandas tocando todos los días durante las paradas militares.
Luego de atravesar este patio deberemos cruzar el segundo pórtico, conocido como Orta Kapi, “Puerta del Centro” y también como Bab-u-Salam o “Puerta de las Salutaciones”.
Esta entrada monumental flanqueada por dos torres octogonales de techo cónico, nos introduce al recinto propiamente dicho del palacio de Topkapi. Previamente, debemos comprar nuestro ticket, que cuesta siete dólares en las boleterías habilitadas sobre la derecha.
El Palacio de Topkapi está abierto desde las 9.30 hasta las 19.00 durante julio y agosto, y hasta las 17.00 horas el resto del año; cerrado los martes. Debemos comprar también una entrada independiente de dos dólares para la visita al Harén. El verano es la estación menos recomendable para visitar el Topkapi; hay tanta gente y los grupos de turistas son tan numerosos, especialmente los japoneses y alemanes, que en ocasiones, los viajeros que van por cuenta tienen la mala suerte de que los grupos han reservado con antelación todas las visitas.
En cambio, para nosotros los argentinos y sudamericanos, que tenemos las vacaciones en enero y febrero, se abre la oportunidad de descubrir un Topkapi desconocido, cubierto de nieve y casi vacío.
Debemos pensar que el Topkapi es de hecho cualquier cosa menos lo que conocemos como un palacio. Se trata de una serie de pabellones, cocinas, cuarteles, salas, dormitorios y accesos, construidos alrededor de un recinto central que se parece a un campo fortificado. Parecerá una frase hecha, pero es muy acertado decir que Topkapi es más que nada una ciudad dentro de otra ciudad. Antes de ingresar, veremos cerca de la puerta la Cellat Çesmeni, la “Fuente del Verdugo”, donde los ejecutores y sus ayudantes lavaban sus manos y armas una vez cumplida su macabra tarea por orden del sultán. Las cabezas de los encumbrados personajes que se cortaban allí eran expuestas sobre las “Piedras del Ejemplo” que fueron destruidas en 1839.
Tras la Orta Kapi, se abre un vasto espacio de 130 por 110 metros: el segundo patio o plaza del Diván. Recibe su nombre del Consejo Imperial (Diván) que —hasta el siglo XVIII— se reunía en uno de los edificios de la izquierda para tratar cuestiones de Estado bajo la presidencia del Gran Visir —el primer ministro—, en turco Vezir-i Azam.
Esta construcción fue destruida por un incendio en 1665 y reconstruida con tres cúpulas durante el reinado de Ahmet III: por este motivo se llama Qubbealti, que significa “bajo la cúpula”.
El complejo está rematado por una torre, conocida como la Buyuk Kulé, Torre Grande o Torre del Diván, que es el edificio más alto del palacio y visible desde gran distancia. La torre fue construida durante el reinado del sultán Mahmut II (1808-1839) y tiene una influencia del estilo Imperio de la época de Napoleón Bonaparte.
En la zona oeste del segundo patio aún se conserva un largo pórtico en cuyo extremo sur se encuentra la Meyyit Kapisi, la “Puerta de la Muerte”. Por ella salían del palacio los cortejos fúnebres camino del cementerio. Conduce igualmente a las caballerizas imperiales, donde en la actualidad se exponen las monturas de los sultanes.
La zona derecha del segundo patio está ocupada por las cocinas y las viviendas del personal. Las cocinas comprenden diez espaciosas salas alineadas a lo largo del muro este. Allí se exponen sólo un 10% de las 100 mil piezas del museo: la vajilla de verdeceledón, que a partir de 1495 era de uso exclusivo del sultán por su reacción química al veneno, portentos de la porcelana china y japonesa, y una gran cantidad de útiles de cocina, principalmente de calderos o kazans.
Las chimeneas son del prolífico Mimar Sinán (ver aparte), el gran arquitecto otomano del siglo XVI, que reconstruyó este patio tras el incendio de 1574. Aquí trabajaban 1.500 personas, cocineros, especialistas apreciadísimos y servidores. Inmediatamente después de la oración del alba (salatul fayr), se encendían los fogones de los ocho departamentos de las cocinas palaciegas para preparar la ración diaria para 15 mil personas.
En el segundo patio se realizaban espectáculos de destreza para entretener al sultán y su corte. Los más famosos eran los de la lucha turca entre combatientes (pehliván) untados en aceite. Hoy día, estas competiciones, Yagli Gureš o combates entre los embadurnados en aceite, se celebran por todo el país durante el verano,pero el torneo más prestigioso de todos tiene lugar la segunda semana de julio en Kirkipinar, en una isla del río Tunca, cerca de Edirné (Tarihi Kirkipinar Yagli Gureš Festivali). Enormes luchadores untados en aceite de oliva y ataviados tan sólo con unas calzonas de cuero participan en combates agotadores de estilo libre que pueden llegar a durar uno o dos días. Se dice que este deporte fue inventado en 1360 por el sultán Orján I (1288-1361)para mantener en forma a sus tropas.
Al fondo del segundo patio está la Bab-us-Saadet o “Puerta de la Felicidad”. Ésta permite el acceso al tercer patio, donde nos encontramos en primer lugar con la Arz Odasi o “Sala de las Peticiones” y Audiencias, donde el gran visir estudiaba los casos antes de presentárselos al sultán para su aprobación o rechazo, y donde también el sultán recibía a las embajadas extranjeras y los visitantes extraordinarios, así como las reclamaciones y petitorios del pueblo.
Al abandonar la Arz Odasi descubriremos a la derecha las alas que habían sido los Baños (Hamami) del personal del tercer patio. Hoy contienen una colección fascinante de prendas imperiales, caftanes y uniformes brocados en oro y plata. Quedarán sorprendidos por el diseño oriental, casi chino, de estas ropas. Los turcos procedían de las fronteras de China, y la historia de su cultura está íntimamente ligada a la del Imperio Persa y a la de Asia Central. En realidad, existen tribus en Sinkiang, la provincia más occidental de China, que hablan aún un dialecto del turco y son musulmanas.
En la Escuela de los Pajes se formaba a los futuros cuadros civiles, religiosos y militares del Imperio Otomano. Los pajes admitidos en esta escuela tenían entre 12 y 18 años. La mayor parte eran jóvenes cristianos apartados de su familia en el momento de la leva anual, el devshirmé.
El Tesoro Imperial, sobre el flanco derecho, contienen riquezas fabulosas. Entre ellas podemos hallar el diamante de Kasikçi Elmasi, conocido como “el Diamante del Fabricante de Cucharas”. Con su forma de pera, el diamante pesa ochenta y seis kilates, está engarzado con cuarenta y nueve brillantes en oro que lo rodean en doble fila, y tanto su tamaño como su tallado es un delirio para la vista. Sin embargo, el premio a la mayor piedra preciosa se lo lleva una esmeralda sin tallar que pesa 3,26 kg.
Contiguo al tesoro está el Hayat Balkonu o “Balcón de la Vida”. En este lugar corre una fresca brisa, y la vista sobre el Bósforo y el Mar de Mármara es maravillosa.
580 artesanos trabajaban en la época clásica del imperio otomano (1500-1750) en el Topkapi, entre ellos 60 orfebres. Las obras maestras de la orfebrería fueron creadas para exhibir el poder de los sultanes. Son reliquias de una sociedad musulmana que entendía el servicio para el soberano como el deber frente al Islam.
Junto a la Sala del Tesoro está instalada otra cuyas paredes están cubiertas con los retratos de los sultanes que parecen vigilar atentamente las riquezas que acumularon controlando el tiempo en los numerosos relojes que coleccionaron.
En esta sala también se encuentra el mapa elaborado por el cartógrafo, corsario y gran almirante Piri Reis (ver aparte) del siglo XVI, el cual trabajó en este proyecto a lo largo de años, elaborando de una manera asombrosa el perfil del cono sur del continente americano ilustrado con los mitos de la época, especialmente con unicornios.
En el centro del tercer patio, contigua a la Sala de Audiencias, está la biblioteca de Ahmet III. Es un bellísimo edificio construido enteramente en mármol blanco en 1719 rodeado de naranjos y cipreses al que se sube por una doble escalinata. La biblioteca fue levantada sobre un elevado basamento para aislarla de la humedad tan frecuente que genera el Bósforo. Guarda más de cuatro mil manuscritos, mayoritariamente islámicos y únicos en su género.
Uno de los manuscritos más importantes que se conservan en esta biblioteca es el denominado Humer Nameh de 1584 en el que se ve representado el mismo palacio de Topkapi con la iglesia de Santa Irene de Constantinopla en el fondo o al mismo Solimán el Magnífico (1494-1566; sultán de 1520-1566) en su victoriosa batalla de Mohács (29 de agosto de 1526) contra los húngaros. La biblioteca conserva numerosas miniaturas persas y otomanas. Es digna de resaltar la miniatura del sultán Selim II sujetando un arco en el que aparece de fondo adornado con plumas un alto dignatario o la del jinete turco que mientras cabalga tensa, de una forma muy curiosa, un arco. Para finalizar, mención especial merece también la miniatura que representa el ejército turco invadiendo la Persia safaví.
La biblioteca también conserva una miniatura que narra la historia de Abd al-Muttalib, el abuelo del Profeta, que murmuró a las orejas de un elefante el nombre de Dios y el animal se arrodilló en señal de respeto. Otra de las tradiciones islámicas narradas en las miniaturas de la biblioteca es la que hace referencia a la derrota que sufrió el ejército yemenita del rey Abraha que, dispuesto a atacar La Meca en 570, fue puesto en fuga por una gran bandada de pájaros que los bombardearon con piedras (Sura 105).
Otra de las curiosidades que pueden ser contempladas es el Corpus bibliográfico que Teodosio II el Pequeño (401-450) quiso realizar. Este emperador bizantino pretendió componer un obra que englobara todos los conocimientos, es decir, un libro universal concentrado en un solo corpus. No se llevó a cabo en su totalidad, pero de la parte que se hizo quedaron unos cincuenta y tres volúmenes que pueden ser considerados la primera enciclopedia de la historia.
Adosada a un lado de la Biblioteca hay una fuente de mármol decorada con volutas y tres nichos. El nicho del centro tiene forma de mihrab con estalactitas (muqarnas) —como los nichos u hornacinas direccionales de las mezquitas que señalan la orientación a La Meca—.
El gran edificio situado a la izquierda del tercer patio es la Agalar Camii, o ‘Mezquita Comunitaria de los Agalar’ (Señores), frecuentada por los pajes, los estudiantes, sus maestros y los eunucos blancos.
En segundo lugar, sobre ese mismo flanco, encontramos la Hirka-i-Saadet Dairesi o ‘Residencia del Manto de la Felicidad’, con las reliquias del Profeta Muhammad. Selim I, llamado Yavuz (el Severo), las trajo de El Cairo, tras apoderarse de la capital del imperio de los mamelucos, en 1517.
Este recinto contiene una de las salas más emblemáticas del mundo musulmán. Es la conocida con el nombre de ‘Sala de las Santas Reliquias’. En ella se encuentran objetos personales, armas y reliquias tanto del Profeta Muhammad como de los personajes más significativos de la historia del Islam. Dichos objetos venerados por cuatro imames recitadores que se relevan constantemente en la lectura del Sagrado Corán durante las 24 horas de cada día (algo único en el mundo), pasaron de los Omeyas a los Abbasíes y de los Mamelucos a los Otomanos. Para la mayoría de los visitantes, aquí están los verdaderos tesoros del Topkapi.
Muchas de las reliquias son auténticas, aunque a otras se les cuestiona su originalidad. Entre todas ellas cabe destacar:
· El manto del Profeta, que se halla guardado en un cofre de oro que a su vez guarda otro más pequeño, también de oro, encontrándose el manto en el interior del segundo y reposando sobre terciopelo negro.
· Las armas del Profeta: los arcos, la espada y especialmente el escudo.
· La denominada “Letra del Profeta”, que fue descubierta en 1850 por una expedición francesa y donada posteriormente al palacio. En realidad se trata de unas doce líneas, la mayoría de ellas ilegibles.
· Los dientes del Profeta, conservados en un pequeño cofrecillo de oro con diamantes.
· La barba del Profeta. Consiste en algunos mechones de pelo procedentes de la barba del Profeta y unidos por un fino broche de oro.
· La huella del Profeta, es sin duda una de las cosas más espectaculares debido a su gran tamaño y también la más discutida de las reliquias.
· El Estandarte Sagrado, una bandera negra que se conserva en un cofre, utilizada al parecer por el Profeta en las primeras batallas que libró el Islam.
En la sala también se pueden ver una serie de armas, especialmente espadas, pertenecientes a los primeros califas, entre ellas la de Abu Bakr, Omar, Osmán y Alí, junto con la del Profeta David.
El cuarto y último de los patios, el Laleh Hané o ‘Jardín de los Tulipanes’ consta de varios niveles y está salpicado de pabellones. En el nivel más elevado, en la esquina suroeste, un tramo de escalones conduce al ‘Pórtico de las Columnas’, en forma de L, construido en la prolongación de la ‘Residencia del Manto de la Felicidad’. En el eje de este ángulo hay un pilón de mármol . A un lado se encuentra Reván Košk, un kiosko construido por el arquitecto Hoca Kasim para Murat IV quien quiso conmemorar con él la toma de Reván en 1636, la actual capital de Armenia, Ereván. El pabellón, en forma de cruz, está completamente cubierta de azulejos de Iznik en el interior, y de mármol en el exterior.
Al otro lado del pilón se encuentra la Sunnet Odasi o ‘Sala de la Circuncisión’, construida por el sultán Ibrahim en 1642 para celebrar los ritos de circuncisión de su primer hijo, el futuro Mehmet IV.
Igualmente el Bagdad Košk (Kiosco de Bagdad) fue edificado por el arquitecto Hasan Agá también por orden de Murat IV para conmemorar la toma de esa ciudad en 1638. Su tejado, obra maestra del género, está sostenido por una arcada de columnas de mármol repartidas en una planta cruciforme. Las columnas están coronadas por capiteles en forma de flor loto.
El Sofá Košk (Kiosco del Sofá) es un hermoso pabellón situado en el centro del jardín del cuarto patio. Fue construido a comienzos del siglo XVIII por Ahmet III y le servía probablemente de tribuna privada durante el famoso Festival de los Tulipanes que celebraba en sus jardines. En 1752, el edificio fue remodelado por Mahmut I, quien le confirió un estilo rococó.
El Mawidiye Košk (Kiosco de Abdul Mawid), que es el edificio más reciente del Topkapi, que construyó el arquitecto Sergis Balyan hacia 1840. Este kiosko es el sitio ideal para terminar el recorrido interior del palacio, con vistas al Bósforo y al mar de Mármara, pues hoy está convertido en un restaurante especializado en la cocina tradicional turca. Es un excelente lugar para tomarse un respiro y saborear un buen café a la turca, aunque suele estar siempre abarrotado.
Hemos reservado para el final la presentación del mítico Harén o Haram-i Humayún (Harén Imperial), seguramente la parte más evocadora del complejo Topkapi. Al mismo se accede por la Araba Kapisi o ‘Puerta de los Carrozas’ localizada en el segundo patio. Una inscripción situada bajo la puerta indica la fecha de su construcción, 1588, pero fue casi enteramente reconstruido tras el incendio de 1665.
Un vestíbulo conduce a la sala de guardias, recubierta de azulejos. Aquí es donde estaban los eunucos negros que impedían a los intrusos el acceso al Altín Yolu o ‘Camino del Oro’, un pasillo pavimentado con mosaicos que bordea el flanco este del harén. Allí 400 mujeres soñaban con convertirse en haseki o favorita, primero, y luego, si concebían un varón, en kadín o esposa legítima con derecho a habitación propia. Las concubinas eran llamadas odaliks, de donde proviene el término ‘odaliscas’.
La validé o madre del sultán reinante concentraba el poder del harén, y su influencia se extendía a la vida cultural del Imperio, e incluso a la política.
Pero el harén otomano no era un lugar estridente de sexo desenfrenado como se imaginan muchos. La validé sultán, o madre del sultán, era la reina del recinto, a quien seguían las esposas legales del sultán (según la ley islámica podía tener hasta cuatro), que le habían dado hijos, y después, según la ley del más fuerte, seguían las supervisoras, nodrizas, favoritas y sirvientas. Aunque sólo 30 de las 300 habitaciones del harén están abiertas al público, se percibe la sensación de claustro en que allí se vivía. Pero todos los años nuevas salas son abiertas a los ilustres visitante llegados desde los rincones más dispares del globo.
Las Habitaciones de los Eunucos es un edificio recubierto de azulejos, situado detrás del porche. Era el dormitorio común de los eunucos negros. Se construyó en 1668-1669. Un pasillo conduce hacia el patio central del dormitorio común, que consta de cuarenta celdillas repartidas en tres pisos, donde vivían hasta seiscientos eunucos. Los más ancianos de ellos estaban encargados del servicio interior a las órdenes de su jefe, cuyo título, Kizlar Agasi, significa ‘Señor de las Mujeres’. Su vivienda se encontraba en el edificio situado justo al final de la arcada, lugar de paso obligado hacia la entrada principal del harén.
La Ocakli Oda o ‘Habitación de la Chimenea’ es un espacio cubierto de azulejos, construido alrededor de una impresionante chimenea de bronce. La puerta de la derecha conduce a las kadin —las cuatro esposas legítimas del sultán—; la de la izquierda, a una habitación más pequeña, la Çesmeli Oda (Habitación de la Fuente), cuya fuente data de 1665.
La sala más espectacular es la Hunkar Odasi o ‘Cámara Imperial’. Está dividida por un gran arco en dos partes desiguales; la parte más grande está cubierta por una cúpula y la más pequeña, ligeramente elevada, servía de tribuna a los músicos del palacio. Esta magnífica sala , muy problamente obra de Sinán, debió construirse bajo el reinado de Murat III. En la esquina nordeste de la Hunkar Odasi hay una puerta que da a la habitación de la Chimenea, por la que se pasa para entrar en una pequeña y suntuosa antecámara, también obra de Sinán.
El Salón de Murat III es una habitación más pequeña que la Hunkar Odasi pero no menos magnífica. Las paredes están cubiertas de azulejos de Iznik; los paneles que rodean la chimenea de bronce representan ciruelos en flor y son de una notable calidad artística, como lo frisos caligrafiados que decoran la estancia. Frente a la chimenea hay una hermosa fuente de mármol policromo con tres pisos de cascadas. El ruido del agua tenía la doble función de impedir escuchar las conversaciones del sultán a los curiosos y de relajar tensiones y estimular la meditación. La belleza de la decoración y la perfección de las formas ponen de manifiesto que el artífice de esta obra no es otro que Sinán.
La Vivienda de la Sultana Madre está compuesta de un sala de recepción, un patio interior una sala de estar, una sala de oración y una pequeña suite en piso superior. Las Habitaciones de los Príncipes están decoradas con azulejos que son lo mejor de la producción de Iznik y datan de finales del siglo XVI o principios del siglo XVII. Hasta hace relativamente poco tiempo se creía que estas habitaciones correspondían a los infames kafes, celdillas donde se mantenían encerrados a los hermanos menores para impedir que intrigasen para acceder al trono. Hoy se sabe que esas «jaulas» son unas pequeñas estancias sombrías a las que se accede por un corredor hoy llamado —por razones desconocidas— “lugar de deliberación de los Genios(yinn)”.
Una de las habitaciones más peculiares es la Veliat Dairesi o ‘Jaula Dorada’, donde el príncipe heredero debía vivir en espera de tomar el poder. En la época clásica (siglos XV y XVI), el delfín era enviado a las provincias con gobernadores leales para que adquiriera el sentido de estadista y el don de mando, pero en los últimos tiempos del Imperio se abandonó esa práctica saludable, y los futuros líderes se entregaban a los placeres e intrigas del harén.
La Gozdeler Tasligui o ‘Terraza de las Favoritas’ es un vasto patio que sobresale sobre los jardines inferiores del Harén que contiene, al este, un edificio alargado de dos pisos: el dormitorio de las favoritas. La habitación de la planta baja estaba reservada al sultán.
Un lugar exquisito dentro del Harén es la Yemiš Odasi o Sala de las Frutas (así llamada por los motivos que la decoran), que era el comedor de Ahmet III. El comedor tiene su origen en la llamada “Era de los Tulipanes” (Laleh Devrí), cuando el tulipán (del persa: laleh) no sólo se convirtió en la flor de moda (la predilecta de Ahmet III), sino que en su esplendor sensual llegó a ser el símbolo de toda una época de progreso y apertura.
Ahmet III (1673-1736), sultán otomano (1703-1730), un refinado y sagaz monarca, prudente admirador del arte occidental, supo combinar en la decoración de este cuarto la gracia del rococó europeo con la sobriedad islámica. El Harén se comunicaba con el tercer patio a través de la Kushané Kapisi o ‘Puerta de la Pajarera’.
La última parte del complejo Topkapi se encuentra fuera de los muros internos, y consta de tres museos. El de Arqueología, el del Antiguo Oriente y el Çinili Košk o ‘Pabellón de Azulejos’, el más interesante de los tres con diferencia, que se jacta de exhibir exquisitos ejemplos de azulejos turcos como aquellos provenientes de Iznik.
El Museo Arqueológico fue fundado en 1881 por Hamdi Bey, el primer arqueólogo turco de renombre internacional. La obra clave de este museo es el sarcófago de Alejandro, uno de los monumentos funerarios hallado en 1897 por Hamdi Bey en la necrópolis de la antigua Sidón, en el Líbano. Durante mucho tiempo se creyó que se trataba de la propia tumba del emperador macedonio. Pero el sarcófago, que data del siglo IV. a.C., ha sido identificado como el de un soberano de la dinastía de los Selÿukíes o Selyúcidas.
En el primer piso se ofrece una visión de Estambul a lo largo de los siglos, con vitrinas dedicadas a las épocas prehistórica, helenística, romana, bizantina, latina y otomana. El segundo piso está dedicado a Anatolia y a Troya a través de los tiempos. En el tercer piso están presentes las culturas vecinas de Anatolia: chipriota, siria y palestina.
Al Museo del Antiguo Oriente se ingresa por una puerta custodiada por dos grandes leones hititas. Aquí encontraremos una importante colección de antigüedades traídas de Anatolia y las provincias medioorientales del Imperio Otomano. Reúne objetos egipcios, sumerios, acadios, babilónicos, hititas (las tablillas de arcilla del primer tratado de paz firmado entre los hititas y los egipcios, el tratado de Kadesh), hurritas, asirios, así como piezas únicas árabes y nabateas del período preislámico. Su visita nos permite contemplar toda la herencia artística y arqueológica de la que se beneficiaron los otomanos al conquistar el Imperio Bizantino y el Oriente Próximo.
El Çinili Košk es uno de los edificios más originales de Topkapi y una obra de arte sin igual de la arquitectura otomana, donde la influencia persa se advierte especialmente en los volúmenes y en la decoración. La facha está adornada con una notable caligrafía azul y blanca y con azulejos de color turquesa, semejantes a los que adornan la célebre mezquita de Bursa. Se construyó en 1472 por orden de Fatih Mehmet, que lo convirtió en su pabellón de caza. Desde allí miraba —como muestran las miniaturas de la época— a sus pajes jugar al cirit, un juego turco parecido al juego de cañas de los gauchos argentinos, el cual a su vez es de origen andalusí (Justo P. Saénz: Equitación gaucha en la Pampa y Mesopotamia, Emecé, Buenos Aires, 1997, p. 157). Entre 1874 y 1891 sirvió de almacén para las antigüedades que posteriormente pasaron al Museo arqueológico. Fue restaurado en los años cincuenta y se convirtió en el Museo de Azulejos turcos. La excepcional colección comprende azulejos de Iznik y de Çanakkale, un mihrab de la mezquita de Ibrahim Bey de la época preclásica, y una hermosa fuente de abluciones característica del estilo barroco del siglo XIX otomano.
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Del libro CIVILIZACION DEL ISLAM; Edición Elhame Shargh
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