El Pacto de Aqaba; la base de la emigración del Profeta del Islam
Un análisis de la vida del Profeta del Islam; Mahoma (Muhammad) (PB)
Por: Aiatollah Yafar Sobhani
En la antigüedad, el camino llamado Uadiul Qura era la carretera comercial entre el Yemen y Sham. Las caravanas comerciales del Yemen, después de pasar cerca de la Meca, entraban en un largo valle llamado Uadiul Qura a lo largo de cuya extensión había lugares fértiles y verdes, uno de los cuales era el de la antigua ciudad de Iazrib, que luego de la Hégira (emigración) del Profeta pasó a llamarse Madinatu Rasul (la ciudad del Mensajero de Dios), de allí su nombre de Medina.
Había en Iazrib dos tribus famosas e importantes, las de Aus y Jazray, que eran emigrantes árabes del Yemen, perteneciente a la raza de Qahtan. Habitaban allí desde el siglo IV de la era cristiana. Junto con ellos ocupaban la ciudad tres conocidas tribus judías, las de Banu Quraida, Banun Nadir y Banu Qunaqa, que habían emigrado allí del norte de la península.
Todos los años un grupo de los árabes de Iazrib participaba en la celebración de los rituales de la peregrinación viajando a la Meca y el Enviado de Dios (B.P.) establecía comunicación con ellos. Fueron estas entrevistas las que prepararon el terreno para le emigración (Hégira) a Iazrib y también el origen de la concentración de la fuerza desunida del Islam en ese punto. La mayoría de las entrevistas, aunque no daban mucho beneficio, conseguían sin embargo que, de regreso en sus tierras, los peregrinos divulgaran como la noticia más importante la aparición de un nuevo Profeta. Expondremos a continuación, por su importancia, algunas de esas entrevistas del Profeta (B.P.) realizadas en los años undécimos, décimo segundo y décimo tercero de la misión, y tras su análisis se esclarecerán los motivos que llevaron al Profeta a emigrar de la Meca a Iazrib para concentrar allí las fuerzas del Islam naciente.
1) Cuando el Profeta sabía del arribo de alguna personalidad de los árabes a la Meca, inmediatamente se comunicaba con él y le explicaba su doctrina. Cierto día escuchó que había llegado Sauid Ibn Samit Enseguida se vio con él le explicó las enseñanzas del Islam. Ibn Samit dijo: “Quizás estas verdades sean la misma sabiduría de Luqman que yo tengo”. El Profeta (B.P) le respondió: “Los dichos de Luqman Son buenos, pero lo que Dios me revela es mejor y más elevado. Es luz y orientación”. Seguidamente le recitó algunas aleyas del Sagrado Corán. Impresionado Sauid Ibn Samit aceptó el Islam y volvió a su ciudad.
Previo a la batalla de Boas fue muerto por los jazrayíes y al agonizar pronunciaba: “No hay dios sino Dios y Muhammad es Su Enviado”.
2) Anas Ibn Rafi‘i entró a la Meca acompañado de un grupo de jóvenes pertenecientes a la tribu de Bani Abdul Ash-hal. Había entre ellos un joven llamado Aias Ibn Ma‘az. El objetivo del viaje de este grupo era la petición de la ayuda militar de Quraish para posteriormente rebelarse contra jazrayíes. El Enviado de Dios participó de la reunión, les explicó el Islam y les recitó algunas aleyas del Corán. Aisa, un joven noble y valiente, creyó en él y dijo a sus compañeros: “Este Mensaje es superior a vuestra finalidad de venir a obtener la ayuda de Quraish. El Islam y el monoteísmo -son la garantía de nuestra felicidad en todos sus aspectos. Esto eliminará la matanza entre hermanos y lo que nos lleva a la destrucción.” La fe evidenciada por este joven contrarió los objetivos del jefe del grupo, Anas, quien se irritó. Para desahogar su cólera llenó su mano de piedritas y las arrojó al rostro del joven diciendo: “¡Cállate! Nosotros hemos venido aquí a recibir la ayuda de Quraish, no para aceptar el Islam.” El Enviado de Dios se retiró y el citado grupo retornó a Medina.
Durante la batalla de Boas, entre las tribus de Aus y Jazray, Aias perdió la vida. En sus últimos instantes testimonió: “No hay dios sino Dios”.
Uno de los combates históricos entre las tribus de Aus y Jazray es la batalla de Boas, en la cual los de Aus triunfaron y quemaron los palmares de sus enemigos. Luego de esta batalla se alternaban los períodos de guerra y paz.
Abdullah Ibn Ubai, uno de los principales jazrayíes, no participó de la batalla mencionada lo que le dio prestigio entre las dos tribus. Casi estaban a punto de vencer las últimas resistencias cuando resurgió en ambos grupos una fuerte tendencia hacia la paz. Dado el prestigio que Abdullah Ibn Ubai tenía entre ellos insistieron en que éste fuera el encargado de formalizarla. Incluso habían preparado una corona para coronarlo en un momento especial. Esta tentativa fracasó por la oposición de un grupo de jazrayíes musulmanes. Fue en este momento de los acontecimientos entre los grupos de poder de Iazrib que el Enviado de Dios (B.P.) se entrevistó con seis personas de Jazray, quienes aceptaron apoyarlo. He aquí en mayor detalle esa entrevista: El Profeta, durante la peregrinación, contactó a seis peregrinos de la tribu de Jazray y les preguntó si habían hecho un pacto con los judíos, a lo que respondieron afirmativamente. Entonces Muhammad (B.P.) les pidió que lo escucharan, se sentaron juntos y el Profeta les recitó algunas aleyas del Corán. Sus palabras los impresionaron extraordinariamente y en ese mismo momento aceptaron el Islam.
Lo que los había incentivado era que habían escuchado de los judíos de Medina que un Profeta de raza árabe difundiría la religión monoteísta Y aniquilaría la idolatría, y que su aparición estaba cercana.
Se dijeron entonces: “Antes que los judíos se nos adelanten, nosotros adheriremos al Islam y por medio de él venceremos a nuestros enemigos”.
Este grupo le manifestó al Profeta: “Entre nosotros la llama de la guerra está continuamente encendida. Esperamos que Dios, con tu inmaculado y luminoso Mensaje, la apague. Regresaremos a Iazrib e invitaremos a la gente a tu religión. Si todos la aceptan no habrá entre nosotros nadie más estimado que tú”. Estas seis personas se abocaron a su regreso a la difusión del Islam entre su pueblo y al poco tiempo no había casa en Iazrib donde no se hablara del Profeta.
Merced a un trabajo constante de difusión realizado por los seis peregrinos islamizados que mencionamos antes, se amplió la base islámica en Iazrib convirtiéndose nuevas personas.
Al año siguiente, en el duodécimo año de la misión profética, un grupo de 12 personas partieron de Iazrib hacia la Meca, y se entrevistaron con el Mensajero de Dios (B.P.) en un lugar llamado Aqaba.
En ese lugar los nuevos musulmanes de Iazrib y el Profeta (B.P.) sellaron un pacto luego de aceptar el Islam que disponía lo siguiente: “Hemos pactado con el Enviado de Dios cumplir las siguientes obligaciones: No atribuir copartícipes a Dios. No robar. No cometer adulterio. No matar a nuestros hijos. No calumniarnos mutuamente. No desobedecer al Enviado de Dios.” El Profeta prometió que si cumplían este pacto su morada sería el Paraíso, y que si desobedecían el asunto quedaría en manos de Dios.
Estas doce personas retornaron a Iazrib rebosantes de fe. Allí multiplicaron la actividad en pro del Islam y al tiempo le escribieron al Profeta (B.P.) solicitándole que les enviara un maestro que les enseñara el Corán. El Profeta (B.P.) entonces les envió a Masab Ibn Amir. Gracias a las enseñanzas de este hábil maestro los musulmanes de Iazrib se reunían y oraban en comunidad.
En un ambiente de fe y entusiasmo los musulmanes de Iazrib estaban ansiosos la llegada de la época del Hayy (peregrinación) para visitar la Meca, hacer la peregrinación y, sobre todo, ver de cerca al Mensajero de Dios (B.P.) para manifestarle su incondicional apoyo y ampliar el número del pacto.
La caravana de peregrinos que partió de Iazrib estaba compuesta ese año por 500 personas, entre las que había ya 73 musulmanes, dos de sexo femenino. El resto estaba compuesto por indiferentes y simpatizantes con alguna tendencia hacia el Islam.
El grupo de musulmanes se encontró con el Profeta (B.P.) en la Meca y le pidió una cita para realizar el ritual de Ba'iat (el juramento de fidelidad y apoyo al Profeta, que se realizaba dándole la mano y testimoniando la Unidad de Dios y la profecía de Muhammad). El Profeta les hizo saber que el lugar del encuentro sería en Mina, al final de Aqaba; lugar aquel en que se realizaba el sacrificio de los animales en la peregrinación, cuando cayera la noche del día 13 del mes y la gente se hubiera retirado a descansar.
Así, la noche del 13 del mes el Enviado de Dios (B.P.) se presentó en el lugar antes que todos, junto a su tío Abbas. Pasó un trecho de la noche, y los árabes idólatras se iban retirando a dormir. Entonces los musulmanes se fueron levantando uno a uno y presentando en el lugar clandestinamente. Luego Abbas rompió el sello de silencio y dijo: “¡Jazrayíes! Ustedes han expresado su apoyo a la religión de Muhammad, y por eso es preciso que sepan que él es el más respetado de su tribu. Todos los hijos de Hashim, tanto los creyentes como los no creyentes, lo defienden. Pero ahora Muhammad desea ir con ustedes. Si están decididos a cumplir el pacto y cuidarlo y protegerlo de sus enemigos, lo dejaremos ir con ustedes. Pero si piensan que no lo podrán defender en los momentos difíciles, déjenlo y permitan que se quede aquí con su familia con quien goza de gran respeto y dignidad.”
En ese momento Bara’a Ibn Ma‘rur se levantó y dijo: “¡Por Dios! Que si lo que sentimos en nuestros corazones no es lo que decimos, se lo expresaríamos. Nosotros no somos sino veraces y cumplidores del pacto y sacrificados por el Enviado de Dios.” Luego los jazrayíes le pidieron al Profeta (R.P.) que les hablara. Muhammad les recitó unas aleyas del Corán, lo que intensificó su entusiasmo. Después les dijo: “Yo acepto el pacto basado en que se comprometan a defenderme como a sus familias.” En ese momento se levantó Bara’a y dijo: “Nosotros somos los hijos de la batalla y la lucha, fuimos criados en los frentes de guerra y heredamos ser luchadores como nuestros ancestros”. En aquel instante embargó a todos una gran emoción y elevaron sus voces en aprobación. Abbas, mientras tenía la mano del Enviado de Dios, dijo: “Seguramente han puesto espías entre nosotros, por lo que es preciso hablar en voz baja. Seguidamente Bara’a Ibn Ma‘rur, Abul Heisam Ibn Tiahm y Asad Ibn Zurara se levantaron como en señal de aceptación del pacto y dieron la mano al Profeta.
Abul Heisam, mientras le daba su mano, decía: “¡Enviado de Dios!, nosotros hemos hecho un pacto con los judíos y ahora lo dejamos sin efecto. No sería justo que algún día nos dejes y vuelvas con tu tribu”.
El Profeta le respondió: “Yo respeto el pacto de paz que ustedes hayan establecido con cualquier persona.” y seguidamente dijo: “Elijan doce personas de entre ustedes que los representen, como Moisés eligió a doce de Bani Israel.” Posteriormente se presentaron al Profeta 12 representantes, nueve de los cuales eran de la tribu de Jazray y 3 de la de Aus, y cuyas identidades están en los libros históricos. En ese momento concluyó la reunión y el Enviado de Dios (B.P.) les prometió que en su debido momento partiría hacia Iazrib”. Al fin el grupo se dispersó.
La situación de los musulmanes tras el pacto de Aqaba.
De lo anterior surge naturalmente una pregunta: ¿Cuál fue la causa que hizo que los iazrebíes, que vivían lejos del centro de la difusión y prédica del Islam, aceptasen el Mensaje divino antes que los mequinenses conciudadanos y parientes -muchos de ellos- del Profeta? Y también: ¿cómo fue posible que unas pocas entrevistas con la gente de Iazrib tuvieron más efecto que los 13 años de prédica en la Meca?
Podemos considerar dos motivos para lo anterior:
1) Los iazrebíes durante largos años vivieron en su ciudad junto con los judíos y es obvio que en sus reuniones, donde éstos participaban, hablaban de la aparición de un profeta en Arabia. Incluso los judíos les decían a los idólatras árabes que el profeta árabe prometido expandiría la doctrina monoteísta judía y aniquilaría del mundo la idolatría.
Estos datos y antecedentes debieron crear un espíritu favorable, bien dispuesto a aceptar la religión que los judíos anunciaban. De esta forma fue que los seis primeros iazrebíes que se reunieron con el Profeta y creyeron en él lo hicieron reafirmando la veracidad de las predicciones judías, y se decían: “Nosotros debemos creerle antes que ellos.”
Una de las objeciones del Corán a los judíos consiste en reprocharles el por qué de las amenazas a los idólatras con la aparición del profeta árabe, recordándoles las señales de su libro sagrado, la Torá, y que al presentarse lo desmienten: “Cuando de parte de Dios les llegó un Libro (el Corán), corroborante del suyo (la Torá), cuando ya habían implorado de Dios la victoria sobre los incrédulos, y cuando les llegó lo que ya sabían lo rechazaron. ¡Qué la maldición de Dios caiga sobre los incrédulos!” (2:89)
2) El segundo factor que impulso la conversión del pueblo de Iazrib al Islam fue el cansancio espiritual y social que arrastraban luego de 120 años de guerras y combates tribales que los habían agotado, cerrándoles toda esperanza. Sólo conocer algunos detalles de la batalla de Boas nos mostrará el aspecto real de la gente de aquella ciudad. Primeramente en esta batalla los de Aus fracasaron y se escaparon hacia Nayd. Los vencedores (Banu Jazray) menospreciaban a sus enemigos.
El jefe de la tribu de Aus, de nombre Hazir, muy entristecido, clavó su propia lanza en su pierna y bajo de su caballo gritando a su tribu: “No me lenvanto de mi lugar hasta morirme.” La firmeza de Hazir en la lucha revivió el espíritu de valentía y el sentimiento del frustrado ejército. Decidieron entonces retornar a cualquier precio a defender sus derechos. Preparados para morir reanudaron la batalla, y como es sabido, cuando un ejército lucha por un ideal sin miedo a la muerte, obtiene la victoria, así los Banu Aus, que habían antes fracasado, triunfaron sobre los Banu Jazray y les quemaron sus palmares. Con posterioridad a este hecho la guerra y la paz se alternaban entre ellos. Sus vidas transcurrían entre cientos de episodios desagradables y desgastantes. Podemos deducir así que los dos grupos estaban ya cansados de esta situación y que buscaban un remedio para ella. Y esto lo confirma el hecho de que, cuando los seis primeros iazrebíes adhirieron al Islam, uno de ellos dijo: “Quizás Dios por ti nos rescate de estas discrepancias.”
Los anteriores son algunos de los factores que les facilitaron el camino hacia el Islam.
LA REACCION DE QURAISH AL PACTO DE AQABA
Los quraishitas habían comenzado a desatender al Islam y su Profeta. Dado que la nueva religión no había logrado un avance de importancia en el medio ambiente de la Meca, suponían que se había estancado y que no pasaría mucho tiempo para que se desmoronara y desapareciera. Así, sorpresivamente, el pacto de Aqaba cayó como una bomba.
Los jefes de la idolatría mequinense se enteraron de que había concretado un pacto al amparo de la oscuridad de la noche entre el Profeta y 73 peregrinos de Iazrib. Sabían también que el pacto consistía en que defenderían al Profeta como a sus propias familias e hijos. La noticia despertó un nuevo temor en sus corazones: los musulmanes se habían afirmado en el corazón de la península (que eso es estratégicamente una ciudad como Iazrib), y temían que desde allí reunieran sus fuerzas dispersas para divulgar con éxito su doctrina monoteísta. Además temían que teniendo un lugar de apoyo amenazaran con la guerra a la, misma Meca.
Para investigar más los alcances de la nueva situación los jefes de Quraish se comunicaron con los jazrayíes y les dijeron: “Nos han informado que ustedes, durante la noche pasada en Aqaba, han hecho un pacto defensivo con Muhammad y le han prometido rebelarse contra nosotros”. Los cuestionados respondieron: “Eso no es cierto. No anhelamos que se prenda el fuego de la guerra entre Quraish y Jazray”. La caravana de Iazrib estaba compuesta por 500 personas, y de ellos 73 habían pactado en Aqaba; el resto dormía y nada sabía del asunto.
De esta forma los interrogados que no eran musulmanes juraron que jamás había ocurrido tal cosa y que lo que se les refería era totalmente falso. Abdullah Ibn Ubai, a quien lo habían destinado para liderar y reinar sobre Iazrib, dijo: “Esto jamás ocurrió, pues el grupo de Jazray no haría nada sin consultarlo conmigo.”
Los jefes quraishitas se retiraron entonces para seguir investigando. Los musulmanes presentes en la reunión que se dieron cuenta de que su secreto se había descubierto, se dijeron: “Aprovechemos la oportunidad y antes de que nos descubran regresemos a nuestra ciudad y así saldremos del dominio de los mequinenses”. El apresuramiento que los mequinenses observaron entre algunos iazrebíes les aumentó la sospecha. Se dieron cuenta de que la información que poseían era correcta, por lo que decidieron perseguir a todos los peregrinos de Iazrib.
Afortunadamente empezaron su actividad cuando ya era demasiado tarde. La caravana había abandonado la Meca y sólo pudieron arrestar a uno de los musulmanes, Saad Ibn Ibada. Según el historiador Ibn Hisham habrían arrestado a dos, Saad y Munder Ibn Omar. Este segundo habría escapado, pero Saad, con extrema crueldad, fue arrastrado por los cabellos. Uno de los quraishitas, impresionado por su trágica situación se le acercó y le preguntó: “¿No mantienen un pacto con ningún mequinense?” Saad respondió: “Sí, mantengo un pacto de defensa con Mut‘am Ibn Adí, pues yo protegía y resguardaba su caravana cuando pasaba por Iazrib.” Con la intención de rescatarlo el hombre se puso en contacto con Mut‘am diciéndole: “Un hombre de los jazrayíes fue arrestado y lo están torturando duramente.” Pide tu auxilio y espera tu ayuda. Mut‘am fue y vio que era Saad, quien todos los años posibilitaba que su caravana llegara a destino sana y salva. Inmediatamente Mut‘am hizo que lo pusieran en libertad y lo mandó a Iazrib. Los amigos de Saad y los musulmanes, al enterarse en el camino de regreso de su arresto, habían decidido volver a la Meca para liberarlo, pero lo encontraron en el camino cuando se dirigía ya a su ciudad y les contó su dramática aventura.
LA INFLUENCIA ESPIRITUAL DEL ISLAM
Los orientalistas insisten en afirmar que el Islam se expandió por la espada. Nosotros pedimos que el lector preste atención a un suceso ocurrido en Iazrib antes de la emigración. Un análisis del mismo confirmará la verdad: que la influencia y el progreso del Islam en sus inicios se debió a la claridad y justicia de sus principios, a sus leyes armoniosas, a su dulzura que cautivaba los corazones y los mantenía prendados, lo que nunca logró el filo de las espadas.
He aquí el acontecimiento que mencionamos: Masab Ibn Amir, quien era un gran difusor del Islam y famoso orador, fue enviado a Medina por el Profeta a pedido de Saad Ibn Zurara para instruir a los nuevos, musulmanes y los que se les sumaban día a día en el Corán y la región. Una vez en Iazrib Masab Ibn Amir y Saad Ibn Zurarah decidieron convocar al Islam a los líderes tribales de la ciudad apelando a la lógica, puesto que la doctrina y leyes del Islam no contradicen el intelecto y la razón sino que por el contrario son absolutamente lógicas.
Cierto día penetraron a un jardín en el que se encontraban unos musulmanes y también dos jefes de clanes idólatras de la tribu de Bani Abdul Ash-hal, llamados Saad Ibn Maad y Usaid Ibn Hazir. Saad se dirigió a Hazir diciéndole: “Saca tu espada de su funda, ve hacia estas dos personas y diles que dejen de difundir la religión islámica y que no engañen más a los ingenuos de nuestra gente, pues Asad Ibn Zurara es mi primo y tengo vergüenza de enfrentarme con él teniendo una espada en la mano.”Usaid, mostrando irritación en su rostro, se levantó llevando su espada en la mano y cortó el camino a los dos hombres, transmitiéndoles en fuerte tono lo citado. Masab Ibn Amir, orador inteligente, fuerte y muy dotado, que había aprendido la manera de difundir el Islam directamente del Mensajero de Dios (B.P.), le dijo a Usaid: “¿Es posible que te sientes un momento y conversemos? Si no te agrada volveremos por el camino en que vinimos.” Usaid contestó: “Sí, dices lo justo”. Se sentó y enfundó su espada. Masab le recitó unas aleyas del Sagrado Corán. La fuerza expresiva del Corán, su particular atractivo, su dulzura y el poder de la lógica esgrimida por Masab terminaron cautivándolo, y dijo: “¿Cuál es el modo de hacerse musulmán?” Le respondieron: “Atestiguar la Unidad de Dios, y aceptar a Su Profeta, purificarse el cuerpo, las vestiduras y orar”. Usaid dijo que había ido con la finalidad de matarlos, y con el rostro alegre testimonió la Unidad divina y la profecía de Muhammad, hizo la purificación en una pileta del jardín y, pronunciando la frase “No hay dios sino Dios y Muhammad es Su Mensajero” volvió donde estaba Saad Ibn Maad. Este lo aguardaba desesperado. Cuando lo divisó a la lejos con la cara sonriente y alegre dijo a los presentes: “Les aseguro que ha cambiado su creencia y que no tuvo éxito en su propósito.” Usaid llegó y les contó lo sucedido. Saad Ibn Maad se levantó muy enfurecido para matarlos, pero le sucedió exactamente lo mismo que a Usaid. También fue cautivado por la lógica firme y dulce a la vez, y se arrepintió de su proceder. Profesó su fe y sometimiento a la religión revelada. En ese mismo lugar se purificó. Posteriormente volvió con su tribu y le dijo: “¿Que posición gozo entre ustedes?” “Eres el jefe y el principal de nuestra tribu”, le respondieron los suyos. Declaró entonces: “No hablaré con ninguno de ustedes, sea hombre o mujer, si no acepta el Islam.” Las palabras del jefe de la tribu corrieron de boca en boca, y no pasó mucho tiempo para que toda la tribu de Banu Abdul Ash-hal, antes de conocer incluso al Enviado de Dios (B. P.), se islamizara convirtiéndose en ardiente defensora de la Verdad revelada.
Tenemos numerosos ejemplos como el recién mencionado en la historia de la expansión del Islam. Todos ellos demuestran que las afirmaciones de los orientalistas referentes a la expansión violenta del Islam son falsas y malintencionadas: en estos ejemplos no vemos ni fuerza, ni dinero, ni presiones. Tampoco estas personas habían visto al Profeta. Fue solo la lógica de un difusor del Islam y la fuerza propia de la Verdad que proviene de Dios lo que provocó una transformación espiritual en la gente, sin que mediara ningún otro factor.
El apoyo y la protección concedida por los iazribíes a los musulmanes despertó de su letargo a los quraishitas. Volvieron a la carga con las persecuciones, molestias y torturas, y se prepararon para impedir a cualquier precio la difusión del Islam. Los seguidores del Profeta (B. P.) se quejaron ante éste de la opresión y las molestias que debían sufrir de parte de los inicuos y le pidieron permiso para emigrar. El Enviado de Dios les pidió que esperaran unos días y una vez transcurridos les dijo: “El mejor lugar para emigrar es Iazrib, donde podrán ir uno a uno con la mayor tranquilidad”. Tras el mandato para emigrar los musulmanes de la Meca, con diversas excusas, abandonaban la ciudad dirigiéndose a Iazrib. Aún estaba en sus comienzos el proceso de la emigración cuando Quraish descubrió el secreto de estos viajes. Comenzaron entonces a impedir los traslados, y se propusieron detener a todos los que pudieran alcanzar. Si sus mujeres eran quraishitas las regresarían a la Meca. No obstante temían derramar sangre (por temor a las represalias tribales) y se limitaban a arrestar y torturar. Afortunadamente las actividades de Quraish no dieron los frutos esperados. Finalmente la mayoría de los musulmanes fueron rescatados de las manos de los impíos y se sumaron a los iazribíes. No quedaban en la Meca más que el Profeta (B.P.), Alí (P.) y un pequeño grupo de arrestados y enfermos. En estas circunstancias la reunión de los musulmanes en Iazrib asustó a los quraishitas más que nunca y, para terminar definitivamente con el Islam todos los jefes de las tribus se reunieron en Daru-n-Nadua (Asamblea del Consejo). Para finiquitar el asunto propusieron diferentes planes, pero todos ellos fueron desbaratados por las inteligentes medidas adoptadas por el Profeta (B.P.). Finalmente Muhammad (B.P.), en el mes de Rabi‘ul Auual del año décimo tercero de la misión, emigró a Iazrib.
Extraído del libro La Historia de Mahoma (PB); Vida del Profeta Muhammad (PB) e historia de los orígenes del Islam
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